Campo abierto

A unos metros de cubierta, la aether dibujaba pequeños círculos en el aire, sobrevolando al joven claritas que, con un cándil a su derecha, leía concentrado un pergamino humedecido en las esquinas. Detrás de ellos, algunos miembros jugaban a las cartas y discutían en voz baja sobre algo que la aether no terminaba de entender, pero la mayoría de la tripulación estaba ya dentro, en los camarotes, resguardados del frío del océano.

—¿Es interesante? —preguntó la aether, descendiendo boca abajo unos centímetros, de forma que su cuello quedó encima del hombro izquiero del claritas y las piernas estiradas en el aire. Miró la caligrafía pulcra sobre el pergamino—. ¿Qué es?

Mizar la miró de reojo, curvando un poco los labios. Le tendió el pergamino. 

–Es lo que vamos a hacer en Ignis. Creo que tú también deberías tener uno, ¿no? 

Kathy frunció un segundo el ceño y bajó un segundo la vista al pergamino. Terminó por asentir lentamente, al cabo de unos segundos, después de leer las primeras frases, y le devolvió el pergamino a Mizar. El claritas lo cogió con cuidado, lo dobló y lo guardó en el bolsillo interno de la capa que llevaba encima. Kathy movió las piernas, se estiró y echó el cuerpo hacia delante, girando en el aire con el cuidado suficiente como para no golpear al claritas. Le dio la espalda durante unos segundos. Luego se volvió, sonriente; Mizar la observó en silencio, con un suave brillo de interés en los ojos, aún con los labios curvados. 

—¿Qué? —preguntó ella, ensanchando la sonrisa. Mizar negó suavemente.
—Nada. Pensaba en lo verde que tienes el pelo. 

Kathy se rió y tomó uno de los largos mechones que le caían por las mejillas. Lo miró un segundo antes de soltarlo.

—Me gusta el verde.

Mizar se rió con malicia. Tenía una risa divertida, contagiosa la mayoría de las veces. Kathy frunció el ceño.

—Ya, claro, sí. 
—Es cierto. Es un color bonito. Significa esperanza o así. Hasta su significado es bonito.
—No, sí, claro, si te creo. No tiene nada que ver con nadie ni nada ni con que vayamos a Ignis, sí. Te creo, te creo. 
—Boh. —La aether descendió al suelo. Sonreía—. Qué idiota eres.
—Boh...

Kathy puso los ojos en blanco un segundo, aún con los labios curvados, y luego se sentó al lado del claritas. Mizar la miró de nuevo de reojo.

—Pero te queda bien
 
La aether soltó una suave risa. Apoyó la cabeza en el hombro del claritas, que alzó, sorprendido, las cejas al sentirla, y cerró los ojos. 

—Por supuesto. A mí todo me queda bien.

Mizar parpadeó. Miró al suelo. Al fondo, uno de los jugadores soltó una maldición. Una suave brisa recorrió la cubierta. El olor a agua se iba haciendo más evidente conforme el banco se adentraba en el océano. Las luces mágicas de la embarcación se reflejaban en el mar con las estrellas y la luna. 

—Claro. 
—¿Cuánto crees que tardaremos en llegar?
—Pues bastante, supongo. Nunca he estado en Ignis.
—Yo tampoco. 

Algo se movió en el agua, veloz. Mizar pensó que sería algún animal. 

—¿Crees que Dana y Malia estarán ya allí? 
—No estoy seguro. Quizá, quién sabe, aunque Marco solo dijo que veríamos a tu querido chrysos. 
—No es mi querido chrysos; ni siquiera lo conozco. —La voz de la aether sonaba suave y divertida, pese a todo—. Es el querido chrysos de Dana y yo solo quiero gustarle.  
—Bueno, ese. El traidor. 
—No es un traidor.
—Pseudo traidor.
—Marco dijo que no lo era, que quizá se había confundido pero que todos merecemos una segunda oportunidad. El Jefe se lo dijo, creo. Así que no tienes permiso para llamarlo así.
—Ya, ya. Bueno. A ver qué nos dice.

Kathy esbozó una amplia sonrisa.

—Que Dana le ha hablado mucho de mí y que le encanta mi pelo y que quiere que seamos amigos, por supuesto.

*fin de escena*

Qué frío hace... Aunque he de admitir que me había llegado a imaginar mucho más. Quizás soy demasiado pesimista. Lo que sí, aquí los días no cunden demasiado, y menos para mí, que me marchito si no hay mucha luz... Alehyss suele ir delante porque tiene un paso más seguro y porque es más fácil iluminar el camino para ella.

Me acurruco bajo las mantas. Tengo el cuerpo entumecido de caminar, pero a estas alturas me duele mucho menos que al principio. Ahora mismo es peor el dolor de pies por el frío de la nieve, que se va haciendo más profunda a medida que vamos hacia el sur. Los primeros días no era más que una fina capa blanca y crujiente, pero ahora he llegado a sentirla en los tobillos y es terrible. Aunque de momento dos pares de calcetines gruesos hacen su trabajo...

Alehyss ya duerme, creo. Y yo debería hacerlo, pero por algún motivo hoy me está costando. Y eso que últimamente duermo bien. Especialmente bien, quiero decir... Dicen que cuando uno está cansado...

No puedo evitar pensar un momento en Brontë. Supongo que todo estará bien...
Supongo que Massen estará bien. No es que hayamos salido de Brontë hace tanto, pero me siento como si hubiese dejado algo a medias y es desagradable... Pero a la vez...

Entierro la cabeza en la almohada. Mejor no pensar en eso, ni en el frío.

*fin de escena*

Miro por la ventana, con gesto apática. Al parecer aquí las tormentas son de nieve a menudo (no es que sea una sorpresa, pero es desagradable), y estos días el tiempo es inestable. Hemos salido por la mañana, pero en vez de llegar a un nuevo pueblo a la tarde hemos tenido que volver sobre nuestros pasos al llegar el mediodía, en un intento por refugiarnos. Por suerte tampoco habíamos avanzado demasiado.
No lo llamaría suerte...

La ropa parece no querer secar, tarda algo más de un día, y las nubes se acercan.

-Espero que mañana podamos viajar -digo a Jun, que lee en la cama de al lado un libro que ha comprado por un par de moneda.

Contengo un bostezo tapándome la cara con el libro. Lo he conseguido barato, pero es muy entretenido. Es una recopilación de cuentos tradicionales de Aqua. A Lluvia le hubiese gustado, imagino, aunque ahora pienso más en Massen. Quizás son cuentos que ella conozca. Cuando vuelva a Brontë le preguntaré.

Vuelvo la cabeza hacia Alehyss. No lo confesaré, pero aunque caminar entre la nieve fue terrible hoy hemos podido descansar antes, y lo agradezco. Sé que hay que llegar cuanto antes, pero un buen fuego es algo que no rechazaré con facilidad.

-¿Qué pasará si hace el mismo día que hoy? -le hago llegar a través del amuleto, que siempre lleva puesto.

Arrugo un poco la nariz y bajo la mirada. Supongo que la respuesta es evidente, aunque no me guste nada la idea.

-No nos arriesgaremos. No merece la pena -me limito a responder, algo apática.

Al final me levanto de la cama. La habitación no es muy grande, lo justo para que entren dos camas individuales, una mesita y una silla, todo algo apretado. Ni siquiera tengo demasiado espacio para moverme, y no es hora para acrobacias. Los ronquidos de las habitaciones contiguas llegan a través de las paredes, y el frío desde el exterior, por un par de rendijas de la única ventana que no pueden cerrarse.

Miro a Jun de nuevo. Sigue leyendo, pero me permito interrumpirlo una vez más.

-Podrías enseñarme algo de lengua de signos -le digo, alzando un poco las cejas-. Cuando puedas -aclaro, viendo que baja un poco el libro.

Parece ponerse algo tímido, pero accede. Eso podría servir para aprovechar el tiempo.

*fin de escena*

Abro la puerta de la habitación sacudiéndome la nieve de la capa. Estamos muy cerca, supongo que llegaremos mañana, pero llegar hasta aquí ha sido complicado. Sin embargo, estando tan cerca, me siento al borde de la satisfacción. El problema puede ser la vuelta, ahora mismo, pero aún no voy a pensar en ello. Lo que no quiero es pasarme el invierno en Aqua porque sea difícil moverse con nieve.

Me quito la capucha y miro a Jun, que leía en la cama hasta que llegué. Levanto un poco la bolsa que llevo en la mano y se escucha el sonido de entrechocar de cristales. Esbozo una sonrisa.

-No soy mucho de celebraciones, pero hoy hace algo más de frío que ayer, y supongo que has aguantado bien el ritmo -comento, cerrando la puerta detrás de mi y yendo a la mesilla a dejar la bolsa, que contiene dos botellas de vino dulce.

Alehyss ha salido un momento. Al mirar por la ventana no la envidio en absoluto. Llevan cayendo copos blancos más de una hora. En lo que a mí respecta, el día ha terminado.
O eso creo. Cuando entra la miro extrañado, y la sigo hasta que llega junto a la cama y deja una bolsa con botellas encima de la mesita de noche. Me yergo un poco, dejando el libro a un lado, mirándola con curiosidad.

<<¿Para qué es eso?>>

Muevo las manos muy despacio, y creo que la expresión ayuda bastante a que lo descifre. Hemos estado practicando un poco, pero todavía bastante por encima.

Atiendo a sus gestos, que tardo un momento en comprender. Aunque el contexto colabora. Al final solo tomo una de las botellas y la saco de la bolsa, mostrándosela y alzando un momento las cejas, con una sonrisa entretenida. Estoy de buen humor.

-No pude encontrar nada de tarta a estas horas, pero no soy mucho de dulces. Creo que no bebes, así que he escogido algo suave. ¿Cuántos decías que cumplías.

Solo fue un comentario, pero lo he visto apropiado. Más que nada por cómo es él, y porque estamos los dos solos en medio de la nieve. Es una especie de consuelo. Aunque principalmente se trata de mi buen humor.

-Supongo que lo pasarías mejor con Massen o así. Yo no tengo regalos y no te voy a cantar nada, pero bueno. Felicidades.

Alzo las cejas, francamente sorprendido. A ver, no me sorprende tanto que se haga algo por ser hoy el día que es como porque... Bueno, se trata de Alehyss. No es alguien a quien viese haciendo algo como esto. Aunque "esto" es vino, y yo no sé hasta qué punto... Pero lo ha hecho por mí y...

Me ruborizo un momento cuando menciona a Massen y no puedo evitar desviar la mirada hacia el gorro, que me está salvando las orejas. La verdad es que sí que estaría bien que...
Pero no está. De hecho, falta mucho para que nos veamos, así que supongo que este se queda sin celebrar. Tampoco es para tanto. En la Torre no se hacía gran cosa.

Termino por dejar el libro y sonreír, algo resignado.

-Gracias. No hacía falta nada. Ni una tarta, ni esto... Nada. Pero gracias.

De hecho, me hace hasta cierta ilusión. Al final casi todos los días son iguales, pero me ha dejado ver un poco otra parte de ella. Más que cuando fuimos a Ventus, al menos... Primero lo de aprender a hablar lengua de signos, ahora esto.
Me inclino un poco, en una especie de reverencia torpe.

-¡Muchas gracias!

*fin de escena*