Garganta Azabache.

Situada en una de las zonas más profundas de Humus, se trata de un precipicio subterráneo, principal fuente de explotación de azabache de Mithos y de paredes de una negrura impenetrable y un tacto liso sin igual. Entrar en la garganta con una antorcha deja fácilmente sin aliento, debido al bellísimo espectáculo de los reflejos del fuego en el azabache, que bailan como si tuvieran vida propia. Apenas unos pocos afortunados más allá de los trabajadores, sin embargo, han conseguido alguna vez acceder al lugar y contemplar tal belleza...

Hummus era un lugar fascinante. Cuando creías que ya no se podía bajar más, siempre aparecía algún recoveco por el que seguir hundiendo la nariz para dar con lugares tan misteriosos como secretos.
Llegar a aquella gruta en lo más profundo de la tierra no había sido tarea fácil. Ya no era ningún jovencito y a pesar de que él también había tenido una guarida subterránea en Ignis, no descendía más de unos tres o cuatro pisos hacia abajo. Aquello era diferente: podía literalmente sentir el peso, la gravedad del mundo sobre su cráneo. No fue capaz si quiera de ver hacia arriba, pues ser consciente de la semejante cantidad de kilómetros de tierra y roca que se sostenía casi milagrosamente sobre él, le daba pavor. A mitad de camino había sufrido una especie de golpe ansioso en su pecho y creyó no poder continuar el descenso. Sabía que aquel lugar era sin lugar a dudas, el lugar más escondido de todo el planeta y por consiguiente, llegar a él no podía ser sencillo. Sin embargo, aquel entramado laberíntico, negro, angosto, asfixiante y que parecía conducir al centro de la tierra, le parecía exagerado.
El aire era tan pobre, rancio y envenenado con los gases de las profundidades, que la cabeza de 43 estaba cubierta con una especie de burbuja mágica de fuego que provocaba la combustión de los elementos químicos ponzoñosos y dejaba en su lugar, oxígeno respirable. Lo más cercano a aire puro que se podría encontrar en aquel lugar. Aquel era, sin duda, un hechizo bastante conveniente y necesario para llegar al punto indicado.

La gruta al fin se abrió en una estancia.
—¿Señor? —tras toser un par de veces, 43, agotado tras casi un día entero de descenso, pudo al fin relajar los hombros.
—Sí. Soy yo, Jhon —se quitó el sombrero e hincó una rodilla en el suelo para levantarse con lentitud y un gesto de dolor en ella. Tenía las piernas agarrotadas y sin duda, la edad comenzaba a pasarle factura.
—Sí, me encuentro bien. Gracias por su preocupación —respondió el flamma, mientras se acercó lentamente y sacaba un montón de papeles de la chaqueta.
—Sí. Hacía muchos años que no nos veíamos. He tenido que ocuparme del trabajo de Flavia y del mío. Ha sido una temporada dura —explicó tomando una buena cantidad de aire.
—No tengo ni la menor idea, señor. Nadie sabe dónde se encuentra. Yo al menos, no lo sé. Desde lo ocurrido en Los Cinco Pilares, nadie ha sabido nada más —43 buscó desesperadamente asiento hasta dar con una silla tallada en la misma piedra. Estaba unida al suelo y no podía moverse.
—¿Puedo?
—Gracias —ya sentado, echó el cuerpo hacia delante y revisó sus papeles mientras escuchaba atentamente las palabras de su interlocutor.
—En efecto. Hemos dado ya con los tres que faltaban, incluido el paradero del piscis-parvus. Según los informes... —revisó los papeles—. Desde lo ocurrido, vive en Ventus y lleva una vida de lo más normal. En cuanto a los otros dos, uno está en Lumen, parece una persona peligrosa, aunque no tenemos más datos y el último está en Fulmen. Le dejo en estos papeles toda la información sobre los tres que he podido recopilar hasta el momento —43 dejó los folios sobre una mesa y revisó la hoja principal. La que coronaba el taco de folios y que tenía el nombre de 21 personas escrita en el. Al llegar al último, tragó saliva y apretó los puños.

FIN DE LA ESCENA.