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 Orillas del Mar de Lava.

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Blues
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Blues


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MensajeTema: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyDom Jul 01, 2012 2:09 am

Zona costera del continente de fuego. Muchas de las costas son escarpadas y en aquellas en las que se dan lugar las playas, la arena que la forma es negra como el carbón y fina como la harina. Los extranjeros disfrutan de lo exótico de sus oscuras arenas, el bravo oleaje y la cálida temperatura marina.
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Cassandra

Cassandra


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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMiér Jun 05, 2013 10:20 pm

-Me cago en mis huevos.- Dijo irguiéndose de la cama de su camarote. Llevaba unos días con fiebres altas y varias noches sin dormir. –Puto bulto…- le dijo a su barriga- Así salgas de una puta vez…- le dijo con rabia.
Se levantó y se dirigió hacia el ojo de buey de su camarote. Tomó aire y lo largó rápidamente de su cuerpo. Le dolía un poco al respirar. Aquello estaba siendo más difícil de lo que creía y un cierto sentimiento de miedo se apoderaba de ella conforme los días pasaban. Si las cosas se complicaban en un par de meses, no sería ni la primera ni la última que se iría del paritorio al nicho. Pensar en aquello  le abría las puertas para darse un buen puñetazo en la barriga y que aquella cosa saliese disparada de una vez por todas y dársela en el desayuno de la mañana siguiente a aquellas ratas que tenía por marinos.
Suspiró. Pero no. Arrugó la nariz y giró la cabeza, para pasarse una mano por la tripa y sentir al cabo de unos pocos segundos una patadita, que le arrancó una fugaz e imperceptible sonrisa de medio lado. –Cabrona – le dijo sonriente. – O cabrón… supongo – rió para sí.
Se vio de perfil a un espejo vertical que llegaba del techo al suelo y se rió de sí misma- Ja, creíste que esto nunca te pasaría, ¿ah?- dijo hablando con su reflejo mientras se apretujaba una teta. – En fin…¿Qué  crees que debo hacer con él? ¿Lo tiro al mar? ¿Lo dejo en cualquier lado?
Su reflejo, por su parte, se quedó como estaba.
-Joder, yo no quiero a esta cosa, por Mithos… No sé cuidarlo, no sé si puede comer… cosas- dijo gesticulando mucho con los brazos-. ¿Lo baño? ¿Cada cuánto? Seguro que llora mucho, COMO SU PADRE- dijo rotando los ojos, acordándose de aquel calzonazos que vivía bajo la tiranía de aquella enana-. ¿Ves? Si la cosa esta fuese como aquella… ¿Gora? Cora… eso, eso, pues sería una buena hija. Me hizo reír esa condenada- dijo bajando la vista y sonriendo en la oscuridad. Alzó la vista y le volvió a hablar a su reflejo. -¿Qué? Era maja- dijo completamente feliz. –Y él también…- dijo viendo las bayas de Mandla, que aún emitían aquel aura cristalino y exótico. – Pero bueno, no me has respondido. ¿Qué hago con el bicho? -Suspiró. – No sé para qué hablo contigo, Cassandra. Nunca sabes qué decir. Te quedas ahí, mirándome, con estas pintas. - Se dijo a sí misma.- No, no voy a volver a casa. Aqua está prohibida- dijo volviendo a apoyarse en el gran ojo de buey del camarote y acariciando a su querido barco. – Pero… tampoco puedo tenerlo aquí. El Purgatorio no es un buen lugar para estas cosas. Nah, no duraría ni dos minutos con este puto frío.- dijo volviendo a la cama para coger la manta y ponérsela por los hombros. – Puto frío…- repitió.
Se quedó en silencio, escuchando el crepitar de la madera bajo sus pies, cómo el océano golpeaba con fuerza y cómo se movía de un lado a otro en el más absoluto silencio, sólo iluminada por la luna, que entraba por el ojo de buey, dibujando un enorme rosetón blanco en el suelo de madera.
Por un instante y, durante sólo un instante echó de menos tres cosas: la primera fue Gaspar Sammoeol. Él siempre sabía lo que había que hacer. En mala hora se había separado de él. La segunda cosa fue a aquella tal… Señora Klatrinne. Aquella tal Helena Klatrinne que no conocía de nada. Sólo sabía que si volvía a Aqua, aquel demonio del ejército que era su padre, le haría tener el mismo final que aquella mujer: parir y morir en una asquerosa celda.
Se acarició las orejas de caeruleus que le había dejado en herencia y dio un respingo, abrazándose con una mano la barriga mientras la otra, suave, no paraba de recorrerse la oreja derecha.- Madre... Mamá- dijo en un susurro.


-VENGA, VAMOS, ASQUEROSAS PUTITAS DE BAR- un bramido retumbó a la mañana siguiente por toda la bodega del Purgatorio. – Hoy tenemos que pescar algo más que bacalao- dijo dándole una colleja al más cercano. –Súbete al mástil y a ver si ves algo jugosito -canturreó, dándole una palmada en el trasero en cuanto pasó por delante de ella.- Y EL RESTO- dijo aplaudiendo- VENGA, A TRABAJAR – dijo animándolos a todos.
Se dirigió al timón y se puso en marcha. Vio entonces desde arriba, cómo los demás desayunaban algo rápido y, cómo no, el alcohol no faltaba en tan importante comida. Ella apartó la vista y torció la boca, centrando su mirada en una gaviota cercana. – Venga,  acabad de una vez…- masculló. Llevaba mucho… demasiado sin catar ni una sola gota y, pese a que el síndrome de abstinencia había sido horroroso las dos primeras semanas, ahora parecía que lo llevaba mucho mejor, sin embargo, aún se podía ver en su mirada cómo ansiaba los sabores de la buena vida.
Por otra parte, el embarazo le había sentado bien, pues mostraba un aspecto más saludable que el de antes: sifilítica, delgada, borracha y siempre con el pelo sucio y estropajoso. Ahora, pese a que la higiene en un  barco era limitada, mostraba, aparentemente, mejor aspecto, pese a las ojeras, que denotaban que las noches  no eran muy agradables.
A los pocos minutos, el hombre al que había mandado otear el horizonte, subió a trompicones las escaleras que separaban la cubierta menor de la mayor para dirigirse a Bocanegra.
-¡Señora! Un mercante al oeste. No parece muy grande, pero quizás vayan armados.
-¡JA! Como si llevan mil hombres – dijo sonriendo enormemente.- Vaaaamos allá- alzó la voz rotando con fuerza el timón.
-Pero Señora… deje que lo hagamos nosotros, en su estado… puede ser peligroso.
-AAAAJAJAJAJAJAJAJA Xilo, nunca me he encontrado mejor -mintió-. Vamos a patear traseros y a llenarnos los bolsillos. Podrás tirarte a un par de guarrillas cuando lleguemos a puerto con tu parte- sonrió. – Pero cuidado de no acertar tanto como algunos…- dijo mirando bonachona al horizonte- o cuando te descuides, tendrás la casa llena de enanos llenos de piojos arrancándote los Mithones de los bolsillos como perros. Venga, prepara al resto. Diles que hoy cenaremos decentemente.

En cuanto el mercante se dio cuenta de que un sospechoso barco sin bandera, comenzaron a acelerar su ritmo, sin embargo, su pesada carga (gran cantidad de comida, ropa, algún que otro mapa de la zona, agua dulce, dinero y algunas armas) no le permitían aprovechar el viento de la mejor manera, cosa que el Purgatorio sí que podía hacer, pues sólo soportaba el peso de pescado seco y sus secos marineros, por lo que su velocidad era bastante mayor (además de ser un barco mucho mayor).
-Venga, preparaos.- Dijo la capitana en cuanto estuvieron a la altura.- Tratadlos como a las mujeres, clavadle la espada y robadles el bolso- dijo sorbiendo, con una sonrisa. –Y recordad los Chrysantae cuando hagáis pupa -canturreó, mientras desde el lateral de su barco, comenzaba a levantar una densa niebla, haciendo un gran esfuerzo, con el fin de que fuese lo más espesa  y grande posible.
-¡SÍ MI CAPITANA! -respondieron los Chrysos, que saltaron con cuerdas a la cubierta del mercante. En ella, fueron recibidos con silbidos, abucheos, gritos y sobre todo, espadas.
La lucha comenzó y mientras, Bocanegra continuaba utilizando el Nairea sobre la cubierta enemiga, para crear la mayor confusión posible. Aquello estaba ganado.
A los pocos minutos de combate, los aceros electrificados de la tripulación de Bocanegra habían hecho su trabajo y ya pocos quedaban con vida o en condiciones para defenderse. Hizo aparición al fin, el Capitán del barco mercante de entre la niebla, dando un fuerte portazo, ya que se hallaba tranquilamente en su camarote. Vio el espectáculo sereno y, sin decir nada, comenzó a lanzar fuertes hechizos que tumbaron de un golpe a casi toda su tripulación.

Orillas del Mar de Lava. Harlock2fu

Se acercó en silencio, sin decir nada, al primero que  cogió por banda –… ¿Quién manda aquí? …- susurró a la oreja de Xilo.
No obtuvo respuesta.
Entonces de entre la niebla, surgió la Capitana, haciendo resonar sus tacones entre el silencio de la  muerte, la sangre y las olas, sin embargo, el Capitán mercante apenas pudo reprimir una carcajada al ver a aquél demonio preñado con aires de grandeza  surgir de entre la niebla.
-Esto era lo que me faltaba por ver…- habló en su habitual tono neutro, rasgado y frío. – Inconsciente- dijo abalanzando su espada sobre la mujer.
Como si del más cruel demonio se tratase, las garras de Korvas rugieron y chirriaron ante aquella amenaza y se abalanzaron a parar el golpe. Era la primera vez que tenía que defender dos almas en vez de una y aquel nuevo reto le extasiaba. Chilló al frotarse con el metal elemigo y subió al cielo, con el fin de que la hoja enemiga le acompañase, por lo que la agarró con un abrazo mortal y lanzó el arma enemiga al cielo, momento que Bocanegra aprovechó para asestar una fuerte patada en el estómago del hombre, que trastabilló hacia atrás un par de pasos- Puta…-susurró.
-Mucho- añadió ella, conjurando un Aquaerum con el fin de lazárselo a la cara, sin embargo, el hombre conjuró un Dënth Reck que recibió el hechizo en lugar de él, por lo que salió ileso. Sin embargo la Capitana ya se había puesto en marcha y dejó a Korvas de nuevo suelta, pues ansiaba probar la sangre. Hacía demasiado que no lo hacía. Instintivamente, esta se dirigió hacia el abdomen del Capitán, para hundirse en él- Ja…- dijo ella. – Te pill…- pero su frase se vio cortada por un intenso dolor.
Se hizo el silencio. Ella vio hacia abajo y vio la mano enguantada del otro Capitán cerca de su abdomen. La mano sujetaba un puñal y este se clavaba en un lateral de Bocanegra. Se acercó y le susurró al oído- Asesinar continuamente… y morir perpetuamente.-  Sonrió y, en un último esfuerzo, dio un silbido como si llamase a un perro y, entonces, cayó sin vida sobre la cubierta.
El silencio duró lo que duraría un suspiro, pues el barco comenzó a temblar y un grave y horrible rugido heló la sangre de la Capitana, que yacía de rodillas, agarrándose la herida. Le hizo abrir mucho los ojos, pensando y acertando que aquel último silbido del Capitán enemigo era la llamada de… algo.
De entre la niebla y, saliendo por la misma puerta que lo había hecho el Capitán, ahora ya yermo, apareció aquella bestia, de más de dos metros de altura, con cuernos endemoniados y ojos descolocados. Aliento pestilente y boca podrida… casi negra.
La Capitana puso sus palmas ensangrentadas en la cubierta y se arrastró hacia atrás. Era… era… la primera vez en su vida  que veía uno. Creía que no eran más que una leyenda. Sus ojos no cabían en sus cuencas ante semejante visión. Vio a Korvas, que suplicaba en el suelo, queriendo ser rescatada de nuevo por las manos de su dueña, pero esta estaba demasiado dolorida y debilitada como para acercarse a recogerla y, por qué no decirlo, algo o bastante asustada.
La bestia se acercó con sus ojos separados y con pinta de no tener mucho cerebro dentro de aquel inmenso cráneo y olisqueó al fallecido, para luego comenzar a roer su sombrero con cara de idiota.
La capitana frunció el ceño y levantó el labio.
Le dolía mucho y quería irse de allí, sin embargo, en cuanto se arrastró de la mejor forma que pudo por cubierta, aquella bestia se alzó de nuevo y ladeando como si chapoteara con sus torpes pies y sus extremidades pegadas al cuerpo, se acercó a Bocanegra, juntando su pestilente boca con la cara de la Capitana.
Rugió.
Ella vomitó debido a semejante olor.
La bestia ladeó la cabeza.
Bocanegra le dio una bofetada.
La bestia la lamió.
Bocanegra le dio dos.
La bestia sonrió.
Bocanegra se limpió la cara.
La bestia apretó ambas mejillas de la Capitana.
Ella chilló.
La bestia olió su boca.
Bocanegra chilló más y le dio otra bofetada.
La bestia la soltó y la recogió del suelo con sus aletas inferiores para luego, darle un enorme abrazo con las superiores. Al fin había encontrado alguien como ella.
-SUÉLTAME MALDITA BESTIA- chilló Bocanegra, con las pocas fuerzas que le quedaban. – ¡XILO! – agonizó y entonces, perdió el conocimiento entre sangre, dolor y pestilencia.




Cuando se despertó, estaba en su cama, con las sábanas limpias, completamente aseada y con un camisón nuevo y, por primera vez, se ruborizó bastante.
Quiso alzarse, pero un dolor punzante se lo impidió por completo. ¿De dónde… habían sacado toda aquella ropa nueva? ¿QUIÉN la había cambiado de ropa? Porque pagaría con su vida.
Al cabo de un par de minutos, apareció Xilo con un cuenco. –Ya está despierta…- susurró.
-Xilo… ¿Qué coño ha pasado?
-Bueno… esa bestia…
-Era un nargüino… -aclaró ella. – Creí que no quedaba ninguno… -masculló para sí.
-El caso… -prosiguió Xilo- La bestia, Nargüino… o lo que sea la tomó en brazos y… cuidó de usted mientras el resto de la tripulación y yo nos recuperábamos de los ataques. Mire- dijo entregándole el cuenco, lleno de sopa- El barco estaba lleno de buena comida, ropa limpia, oro, armas… fue un buen botín, eso desde luego. – susurró. – Me tomé la libertad de proporcionarle un mínimo de cuidados y… bueno. Espero que no se  le infecte la herida… no sé si… le ha pasado algo- dijo señalando con la cabeza a su barrigota- Sería una pena…- se sinceró. - Además... he... tenido que utilizar una de sus bayas. Lo siento mucho. Si no llega a ser por sus efectos...- dijo con temor a una reprimenda.
Bocanegra calló. No tenía nada que decir. - ¿Y el bicho ese?- añadió, viéndose reflejada en aquel espejo vertical. - No pasa nada- dijo en referencia a las bayas.
-Pues verá… es gracioso- dijo rascándose la nuca-. Está… chapoteando a nuestro lado- dijo asomándose por la ventana del camarote. – No se ha separado de ahí. – dijo tragando saliva-. Hemos intentando espantarlo, pero parece  que no… no hay manera – explicó. – Supongo que el otro Capitán lo usaría para… yo que sé, librarse de… gente. Parece  que esa boca podrida ha comido de todo… o simplemente era mercancía, aunque lo dudo, sino no le habría hecho caso cuando ese malnacido silbó. No lo sé  y, sinceramente, me da igual.- Habló. – La tripulación está preocupada por usted. Además no tenemos rumbo. ¿Capitana?- preguntó, al verla un poco ida.
-Eh… ah, bueno…- dijo frotándose la cabeza. – Para empezar… debería matarte por atreverte a manipularme mientras estaba inconsciente, aunque bueno… supongo que te debo la vida así que esta vez… te salvas. Xilo… lo que haces por ver a una mujer desnuda- bromeó entre toses.
Se vio la tripa. Estaba preocupada. Por supuesto que lo estaba ella también.- Tranquilo, nenaza.- rió. – El bulto este… aguanta lo que le eches- dijo dándole un par de palmaditas en la barriga que le dolieron mucho, pero que disimuló de una manera estupenda.
- En cuanto al rumbo… - Tragó saliva, mientras se veía en el espejo, con un camisón por primera vez en su vida, con el pelo brillante y la cara limpia, en una cama que, bajo los rayos del sol, parecía de luz debido a la limpieza de las sábanas. ¿Quién era aquella mujer? ¿Era la mujer que debió ser si no fuese pirata? ¿Quién era la que estaba allí? ¿La hija de Helena o la hija de Alain?
-Señora… El rumbo.
-Cállate idiota, estoy en pleno debate interno- le dijo mirándolo de medio lado, para volver a verse al espejo.
Pasaron un par de minutos en silencio, en los que Xilo se entretuvo revolviendo la sopa, pensando en que se le enfriaría.
-Vámonos… al Palacio de Brontë. – dijo simplemente con un suspiro para luego, hablarle al espejo. A aquella chica limpia y desconocida. – Quédatelo tú- dijo antes de cerrar los ojos para quedarse profundamente dormida.

*Fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Abr 14, 2015 3:09 am

Arrugó los dedos desnudos sobre la arena, notándola fría contra su piel, y avanzó un par de pasos, sonriendo. Llevaba los zapatos en la mano derecha y observaba lo que la escasa luz de la luna le permitía intuir con curiosidad, casi emocionada, como si todo lo que ahí había fuese nuevo e importante, meritorio de ser recordado. Detrás suya, a unos metros, sus compañeros aún desembarcaban, charlando animadamente, riendo algunos, cargados unos pocos y ligeros de equipaje la mayoría. El viaje había durado un poco más de lo que Marco había esperado, pero el piscis, para sorpresa de la aether, no había parecido preocupado en ningún momento. Al menos no delante de ella, que sí se había mostrado ligeramente nerviosa al ver cómo los días pasaban y ellos seguían lejos de tierra firme.

Pero ahora, ahora ya estaban en Ignis. Kathy nunca había salido de Aqua, y no conocía más que una pequeña parte de Aqua, así que sentía una extraña emoción al estar sobre la arena, en un lugar diferente, tan lejos de aquello que llamaba casa pero que no era casa alguna realmente. Sabía, como todos, que aún les quedaba un largo camino para llegar a la base, pero no le importaba, y de hecho, veía aquello como una experiencia interesante, emocionante: podía, a fin de cuentas, descubrir algo de Ignis, un lugar del que apenas sabía un par de cosas. A Kathy le hubiese gustado saber muchas cosas, pero al final había crecido y apenas sabía un par, así que, quizá, con un poco de suerte podía sacar algo nuevo de aquel traslado. No en vano, ya había sacado muchas cosas nuevas solo por estar en la banda.

*fin de escena*
fdr. aleluya, yo
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Sep 22, 2015 5:39 pm

Valn


Cuando me acercaba al lugar comencé a sentirme extraño. Los caminos me eran cada vez más familiares, y también se hacían más evidentes las diferencias. Terminé por no saber si lo que bullía en mi estómago era ansiedad o nervios, y alguna ve pensé en dar la vuelta, aunque Brontë estaba tan lejos que aquella idea fuese una locura. Al final rodeé la ciudad para no meterme en problemas, y fui directamente en dirección a la residencia familiar, que se encontraba a las afueras, alejada de todo, unida a muchos de nuestros numerosos terrenos. De todas formas, siempre había considerado la ciudad mi hogar también, dado lo cerca que estaba y el tiempo que había pasado en ella.
Allí se notaba el olor a mar, y de haberme internado un poco en la población habría podido verlo. El puerto se vislumbraba desde las zonas más altas, y a veces hasta los enormes navíos de comercio, que mantenían Ignis comunicado a través del mar. Era otro de los negocios familiar: el comercio, aunque nos dedicábamos solo a la exportación, en aquel ámbito. Mi padre no había querido empezar un negocio mayor.

La zona rica se diferenciaba desde fuera, con sus grandes casas elegantes, pero nosotros estábamos más allá. En la zona “más rica”, donde había algo más que dinero: había nombres. Y todavía algo más allá de aquello, aunque nuestra casa tampoco era tan inmensa como uno podría imaginar; lla distancia se debía a los terrenos.. No era grande comparada con Brontë, al menos. Aunque Brontë era un palacio.

Me había arreglado en la posada en la  que había dormido. Había tenido que bañarme, que afeitarme la barba acumulada durante el viaje e incluso limarme algo las uñas. Aquellas ropas se me hacían extrañas, tan ornamentizadas, y el manto de color rojo, abrochado en el lado izquierdo con un broche con el dibujo del escudo familiar, hacía que me asfixiase de calor. Había optado por quitármelo buena parte del camino y volver a ponérmelo al llegar a Valn para evitar sudar demasiado. Pero los nervios no ayudaban, tampoco.
Hacía tiempo que el pelo, peinado pulcramente, se me había desordenado por el viaje.

Alrededor de todos los terrenos que rodeaban la casa había una verja alta que se abría en varias partes. Yo fui por el camino principal, el más cercano, me acerqué a la puerta correspondiente. Desde allí se veían los jardines, el camino que llevaba a la casa y, al fondo, parte de la misma, oculta tras una pequeña loma.

-¿Quién va?

Era la voz de un hombre que no me sonaba. Alcé el mentón y, sin bajar del caballo, respondí. Aunque bien su gesto que lo había didu… cido justo antes de que lo hiciese.

-Rickiard Fudho Dehnel, hijo de Reickiard Everald Dehnel, señor de estas tierras -recité, notando la voz algo pastosa al hacerlo.

Otro hombre se había acercado al primero, y aquel sí me reconoció.

-Señor Dehnel -dijo, no sin sorpresa, mientras la puerta se abría y yo entraba-. No esperábamos su visita.

[…]

Padre estaba en un viaje de negocios. Sentí hasta cierto alivio, y aquello logró hacer el último trayecto más llevadero. Habían insistido en enviar un mensajero delante para que avisase a mi señora madre, pero yo lo rechacé; yo mismo no tardaría más.

Me sentía muy raro, como si caminase desnudo en mitad de una fiesta. Como si todos me mirasen y cuchicheasen. Aunque no me crucé con tanta gente.
Al final, cuando alcancé la puerta del edificio y me baje del caballo, que dejé a cargo de un muchacho que me había acompañado, me noté tan pequeño y débil que quise quedarme allí. Aunque me pareciese un lugar más pequeño que en mis recuerdos.

Era idéntico por fuera, y cuando entré descubrí que por dentro también, o al menos en la mayor parte de las cosas. Había algún cuadro diferente, algún mueble nuevo, pero incluso la gente era casi siempre la misma. Los mismos hombres y mujeres por los pasillos, aunque algo más viejos, mirándome avanzar con paso rápido, decidido, sin detenerme, como si estuviesen viendo un fantasma. Alguno parecía ir a decirme algo, pero no me detenía, porque tenía la sensación de que, de hacerlo, no sería capaz de seguir.
Iba directo al salón de mi madre. Y cuando entré resultó estar como siempre. Hasta el mismo olor.
Pero ella no estaba.
No iba a estar allí esperando a que su hijo llegase.

Recorrí la habitación en silencio, cansado, repentinamente frustrado. Estaba en casa, pero no me sentía de ninguna forma especial; solo inquieto.
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Sep 22, 2015 6:36 pm

La noticia corrió como el fuego por leña seca, aunque según se decía por los pasillos el "joven Señor" no parecía muy contento y no hablaba con nadie. Pero aquello no impedía que sí hablasen de él, y aunque mucho eran cotilleos -y es que allí no solían pasar demasiadas cosas como aquella-, la Señora no podía no enterarse. Pronto recorría los pasillos ella misma, tras dejar sus tareas a un lado, en dirección al lugar que le habían indicado.

Lo buscó con urgencia ras haber abierto el cuarto, su cuarto favorito, y no tardó en encontrarlo, en pie en el extremo contrario. Se quedó paralizada, primero, pero luego entró, cerrando la puerta detrás de sí.

-Rick -llamó, y no tardó en acercarse a su hijo, con prisa-. De verdad has vuelto. Cuando lo oí no lo creía...

Hablaba con un hilo de voz, como si le costase. Termino por abrazarlo, cuando lo tuvo a su alcance, y al apartarse lo miró de cerca.

-Mithos, has vuelto a casa-. Sonrió, con los ojos algo brillantes-. Llegué a pensar que ya no lo harías, cariño...
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Sep 22, 2015 9:16 pm

Cuando me volví, la vi, allí de pie. Tardé en reaccionar. El nudo de la garganta me bajó al estómago. De alguna forma el abrazo me lo deshizo, y correspondí enseguida. La recordaba más alta, también; más fuerte, más joven. Todo parecía haberse hecho más pequeño, y, de alguna forma, también más frágil.

La había echado tanto de menos, había añorado tanto Ignis, que...

Cuando se apartó de mí yo también me sentí un poco más pequeño. La miré. Tenía alguna arruga más de las que recordaba y alguna cana salpicando el pelo castaño, que recordaba sin ninguna. Era extraño verla tras tanto tiempo; era como si no fuese ella, aunque evidentemente lo fuese.
Y pese a que llevaba tanto tiempo sintiéndome pesado y agobiado se me escapó una sonrisa algo pesada.

-He estado algo ocupado -le dije, con tono apagado.

Y entonces empecé a hablar.
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Sep 22, 2015 10:19 pm

Aunque viese a su hijo tan cambiado, Marienna no dijo nada. Seguía siendo su hijo, y tenía cosas que decir. Años antes ella había sido siempre la que más velaba por sus preocupaciones, pero le fue difícil seguir haciéndolo en la distancia. Una parte de ella había temido que con el tiempo se le arrebatase aquel papel, por lo que cuando él comenzó a hablar la inundó un alivio tremendo. Porque seguía hablándole de aquella forma que no hablaba a nadie más.

Al final hablaron más de una hora, los dos solos, sin que nadie interrumpiese las palabras de su hijo. Él le contó lo que había sucedido en Ignis, ambas veces, y la pérdida de su amigo; no le explicó la frustración que sentía, pero Merienna la leía en sus palabras como si las pronunciase. Estaba muy serio, pensó más de una vez, y en aquello no se parecía en nada al chico alegre que se había marchado de allí.

[...]

La puerta se abrió de nuevo cuando ya anochecía. Fue un gesto enérgico, algo violento.

-No puede ser... -dijo la chica, o quizás no lo dijo y solo movió los labios, pero el mensaje fue evidente.

Abrió mucho los ojos y se llevó las manos a la boca. Entonces dejó ir un pequeño grito y se internó en la habitación con pasos rápidos, levantando la parte delantera del vestido para no pisárselo. El pelo rojo, largo, ondeaba a su espalda tras ella.
Nadia se abalanzó sobre su hermano en cuanto pudo, entusiasta.

Orillas del Mar de Lava. Nadia

-¡Eres tú! ¡De verdad eres tú! ¡No me puedo creer que...!-. Se apartó un poco, mirándolo, extrañada. Marienna sonreía, sentada-. Porque eres tú, ¿no? Estás... distinto.
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Sep 22, 2015 11:17 pm

Hablar con Madre, con mamá, me calmó un poco. Pude ordenar mis ideas, pude expresar lo que me hubiese dado miedo decir a mi padre teniendo la certeza de que me entendía. Ella sabía escuchar en silencio, sin intervenir, y hablaba solo cuando hacía falta para decir lo apropiado.
Al final sentí que no tenía más que decir, o más que decir en aquel momento, porque si lo pensaba sí había muchas cosas, solo que tan dispares que no sabía dónde meterlas. Ya habría tiempo para hablar. Me sentía aliviado, como si todo aquel viaje lo hubiese hecho para sentarme junto a ella y decirle aquellas cosas.

Cuando la puerta se abrió alcé la vista. Allí vi una chica, porque era ya una muchacha de curvas dibujadas bajo el vestido y uno de los rostros más hermosos que había visto nunca, que me miraba a su vez, sorprendida. Y yo no podía estarlo menos. Me alcé con torpeza, recibiendo un abrazo que me hizo soltar un quejido, a causa del hombro dolorido. Su cuerpo frágil, menudo, sí era diferente a lo que recordaba. Como su rostro. Como su voz. Como aquella forma de moverse, o la mirada...
Era ella, pero ya no lo era.
Nadia.
Si ella me veía distinto no quería imaginar qué veía yo en ella entonces.

Veía lo lejos que había estado de casa, tanto tiempo. No solo los negocios familiares, también me había perdido a mi hermana.
Mi dulce Nadia. La había dejado con trece años. Cada año que había pasado desde entonces para mí parecían el doble en ella.
Pero me abrazó, y la sensación fue igual de cálida que siempre.

¿Había hecho bien en irme? Buscar un sueño imposible dejando atrás todo aquello... Llegó a marearme aquel pensamiento. Repentinamente, en vez de ligero, me sentía más pesado, como si se uniesen más errores a mi carga.

Estaba a punto de desmoronarme de nuevo cuando pensé en Lea. Ella, que siempre parecía tener la respuesta a todo, no estaba allí. Ella, con su lógica aplastante, casi fría, tan poco romántica la mayor parte de las veces... Ella, ¿qué me hubiese dicho?
La imaginé, con el gesto inexpresivo, cruzada de brazos, quizás el ceño algo fruncido, y los ojos... Sus ojos mirándome como queriendo ver más allá de mí. Como si viese una verdad invisible.
"Bueno, ya está hecho. Ahora no hay nada que puedas hacer. Si quieres arreglarlo, no te servirá de nada lamentarte, tienes que esforzarte."
Quizás algo como aquello.

Dediqué una sonrisa cansada a Nadia.

-Tú has cambiado mucho también. Estás hecha una mujer -dije, tratando de que no notase la frustración por aquello-. Te he echado de menos. A las dos -añadí, mirando a mi madre-. Bueno, a todos -dije, y miré alrededor, como si incluso la casa fuese una persona en aquella frase.

No estaba mal volver. Quizás había tardado demasiado.
Necesitaba algo de papel.

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyDom Sep 27, 2015 2:22 pm

Por la ventana entraba apenas un rayo de luz. Era tarde, lo sabía por lo mucho que me pesaba el cuerpo sobre la cama, pero, aunque ya ni era agradable, lo cierto es que me pesaba tanto que no quería levantarme. Era una mala forma de pasar las mañanas, lo sabía, y debía cambiarlo.

Padre no había regresado todavía de su viaje, así que es como si me hubiese dado una tregua. No había tenido que volver a hablar de nada importante, no había tenido que darle vueltas al estado de Värdjas, o a mis días vacíos, o a qué estaría pasando en Brontë. A veces pensaba que allí ya habría pasado algo, aunque esperaba que las noticias volasen si era así.No pasaba una desgracia cada día, y preocuparme no me servía de nada a aquella distancia.

Alguien llamó a la puerta y dejé ir un gruñido. No respondí.

-Venga ya.

La voz de Nadia, que me había sonado extraña unos días atrás, era inconfundible. Solía intentar pasar conmigo todo el tiempo que podía, aunque a veces me escapaba para estar solo y visitar los lugares a los que llevaba tanto sin ir.

La puerta se abrió de par en par y Nadia entró dentro.

Orillas del Mar de Lava. Nadia

-¡Venga, levántate!

Me erguí un poco, mirándola con gesto algo hosco.

-Deja que...

Ni pude acabar. Se me acercó, muy seria, interrumpiéndome en mitad de la frase.

-Deja que nada. Ven. Acompáñame.

Guardé silencio primero. Luego fruncí el ceño.

-¿A dónde?

-A comprar ropa.

Me dejé caer de nuevo en cama, con un resoplido. No estaba yo de humor para acompañar a mi hermana a ir a tiendas de señoritas y esperar mientras se probaba cientos de vestidos. Iba a decirle que pasaba, pero ya la tenía junto a la cama con los brazos en jarras y un gesto severo muy similar al que usaba de pequeña algunas veces.

-Levántate ahora mismo, dúchate, aféitate y vístete-. No parecía que fuese a dejarse contradecir, pero siguió pese a todo, por si acaso-. Llevas varios días dando pena. Si has venido a descansar, lo comprendo, pero esto es patético. Creía que había vuelto mi hermano, pero veo que ese no eres tú-. Sus palabras dolían, ciertamente-. Desde luego, si este es tu "nuevo yo" no me extraña que la chica esa te haya dejado.

Aquello me descolocó un poco. Me erguí de nuevo.

-¿Quién?

-Tu novia esa -me espetó.

-¿Inger?

De pronto Nadia parecía más confusa, también, pero se esforzó por no perder la compostura.

-No, ya sabes, la otra...

-¿Lea?-. Asintió-. No me ha dejado.

Frunció el ceño, como reconsiderando sus posibilidades. Entonces se cruzó de brazos, resuelta.

-¡Bueno! ¡¿Y cómo quieres que lo sepa?! Como la última vez que estabas así...-. Lo recordaba. Lo que me pareció extraño es que ella lo hiciese-. ¡Además, a mí nunca me cuentas nada!

Me desperecé un poco, incómodo, pero esbocé una sonrisa.

-Venga. Dame un momento y me prepararé.

Puso aquella cara de cuando no quería sonreír pero lo hacía de todas formas. Si lo pensaba bien (y no tan bien) sí que me estaba comportando de una forma estúpida. No podía pasarme la vida de aquella forma.
Aquello era...

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Sep 29, 2015 2:41 pm

Estaba sentado en un banco de entrenamiento, y sujetaba una pesa de cinco kilos con la mano derecha. No pesaba demasiado, pero puesto que mi hombro había sido herido, no quería sobrecargarlo. Llevaba tiempo usándola mucho menos, y notaba la tirantez y algo de falta de fuerza, pero no me dolía en absoluto levantar aquella pequeña pesa.
Nadia, a mi lado, me miraba, atenta. Ella iba bien vestida, con uno de sus vestidos nuevos, como si me juzgase.

Orillas del Mar de Lava. Nadia

-Entonces... ¿qué te pasó en el hombro? -me preguntó.

-Me mordió una especie de fiera -le expliqué, serio-. Era como un león enorme, muy fuerte-. Aunque en realidad había sido Vatra-. Me dañó el músculo y el tendrón-. Y me hubiese desangrado. Pero aquello sobraba decirlo.

Ella palideció un poco. Yo seguí levantando la pesa, una y otra vez. Al principio era fácil, pero, de hecho, sí se estaba volviendo un poco cansado con el paso del tiempo.
Nadia, por su parte, señaló la quemadura del brazo, que había borrado la cabeza y parte del cuerpo de mi tatuaje.

-¿Y eso?

Le había dicho que le contaría cosas cuando la vi tan afectada, pero desde aquel momento me había preguntado casi cualquier cosas que se le había pasado por la cabeza. Y algunas de ellas eran demasiado...
"¿Has matado a alguien?" "No." "¿Y has visto morir a alguien?"
En aquel caso mi expresión le dio la respuesta.

-Una especie de monstruo de lava al que me enfrenté se deshizo sobre mi brazo -expliqué aquella vez, descansando un poco los movimientos, cogiendo la pesa con la izquierda.

-¿Y eso dónde fue?-. Me miró con los ojos brillantes, algo surspicaz.Yo le aparté la mirada

-En Iracunda...

Frunció el ceño.

-¡¿Se puede saber cuántas veces has estado en Ignis sin venir a visitarme?!-. Hizo un puchero-. Creo... ¡Creo que me odias! Pensaba que te habías ido para ser un héroe, pero al final solo era para escapar de tu hermana pequeña.

-¡No pude, te lo juro! -me apresuré a decir, con apuro. Nadia bajó la vista, como con pesar.

-Eres un mal hermano mayor...

Volví a tomar la pesa en la derecha y aquella vez inicié un ejercicio diferente. Tenía el brazo estirado junto al cuerpo y tenía que abrirlo, hasta colocarlo en perpendicular al torso, siguiendo la línea del hombro, para luego volver a bajarlo, nunca dejarlo caer.
Aquello si dolió, porque tenía que tirar desde el hombro, pero lo intenté un poco más.

-Lo siento...

Había estado escapando de casa varias veces para no decepcionarlos, y el resultado de aquello había sido que lo había estropeado por no pasarme en tanto tiempo.
Hice una mueca, no sé si por el dolor del hombro o por mi sentimiento de culpa. Pero a Nadia no pareció bastarle.

-¡Una disculpa no arreglará las cosas! ¿Sabes cuántos cumpleaños te has perdido?

-Te mandé por correo un regalo cada a...

-¡Y yo a ti! Pero sin mi hermanito a mi lado me daban igual todos los regalos del mundo...

-Nadia...-. Sentía el estómago revuelto, encogido.

-Te perdiste todas esas cosas y no van a volver porque te disculpes. ¡Y yo me perdí a aquella novia tuya!-. Inger... Más de dos años y ni la presenté-. Y tú mi primer beso. Tuve que pedir ayuda a...

Seguía hablando, pero ya no escuchaba. Ni siquiera sentía el peso en el brazo, de repente.

-¿Tu primer qué?

-¿Eh?

Y sentí que de repente caía en espira al lugar más inmundo del planeta. ¡Yo, Rick Dehnel, no había podido proteger a mi hermana de los hombres! ¡¿Qué demonios había estado haciendo?!

-Dame un nombre -exigí, con voz grave.

-Que te lo has creído. Eso ya ha prescrito.

Lo que me faltaba. Removería cielo y tierra.

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptySáb Oct 03, 2015 4:36 pm

Había llegado el día o, más bien, había llegado él. El gran Reickiard Dehnel. Con su mirada de piedra esculpida en su rostro también de piedra. Nadia, Madre y yo habíamos ido recibirlo a su vuelta, y me había saludado como si mi presencia allí no hubiese sido una sorpresa. A Nadia, sin embargo, le había dedicado una sonrisa especial. ¿Quién no lo habría hecho? Lo que pasó después, cuando me dejaron a solas con Padre, fue que aquella pequeña sonrisa no se me había borrado de la cabeza. Era como si me hubiese querido dejar claro que no se alegraba de verme a mí, o algo parecido.

-Entonces...-. Su mirada me examinó como si no tuviese muy claro quien era yo. ¡¿Me tomaba por alguna clase de vendedor ambulante?!-. ¿Qué te ha hecho volver?

Fue como una bofetada, pero bajé la cabeza para mirar al suelo e intentar que no lo pareciese. Aunque quizás por haber hecho aquello ya había sido evidente. Estaba enfadado, lo sabía por cómo hablaba. Tenía que estar enfadado. ¿Sería por haber ignorado los asuntos familiares que me correspondían? ¿Por haber rechazado un matrimonio concertado? Podía hasta ser por algo completamente diferente, y quizás él, duro como la piedra, ni siquiera me lo dijese.
Pero Madre sabía la historia y se la contaría, así que se la conté yo. Aunque sin tantos detalles. Le hablé de Ignis, de la líder flamma, de aquel hombre que había escapado, de mi compañero muerto y de algunas cosas más. Al final no podía evitar que la rabia me tiñese la voz. Pero él no dijo absolutamente nada hasta que terminé. Si no fuese porque me parecía imposible, hubiese apostado por que ni había pestañeado una sola vez.

-¿Värdjas rota?-. Aquello fue todo lo que tuvo que decir-. Muéstramela.

Fruncí el ceño y apreté la mandíbula, y alcé los ojos hacia él, que seguía serio, mirándome.

-¿Acaso has escuchado algo de o que te he dicho? -gruñí, molesto-. ¡¿Y lo que te importa es la dichosa espada?!-. Aunque, ¿qué podía haber esperado de él? ¿Condos... condesci... endencia? Aquello había quedado muy atrás, cuando yo era niño. Las sonrisas eran para Nadia.

No supe ni interpretizar la mirada que me devolvió. Al final solo me di la vuelta y salí de la habitación. Estaba molesto. Estaba furioso. Quizás él no tuviese la culpa, pero también la tenía un poco.

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptySáb Oct 03, 2015 10:36 pm

El rostro severo, los ojos de piedra, no eran azules, sino marrones. Marienna Dehnel, ya entrada en los cuarenta, solía mostrarse amable y recatada. Era conocida por todos como una mujer dulce y correcta, permisiva, pero muchos conocían también su lado severo. En aquel momento la mueca de sus labios no daba lugar a duda, pero el ceño fruncido servía, de todas formas, para subrayar la evidencia. Y ni siquiera Reickiard Dehnel, hombre inmenso e imponente, podía resistir aquella mirada con precaución, porque su mujer la utilizaba pocas veces, y no solía ser por accidente.

-Ya te he dicho que no sabía que era su amigo. Él dijo "compañero" -comenzó, en primer lugar, con tono severo, aunque evidentemente sometido a lo que ella le había dicho-. En segundo lugar, ni siquiera me escuchó -llegó a excusarse, luego, apartando la clara mirada con cierta rabia, incómodo-. No me dejó terminar de hablar. Se marchó de la habitación tras comportarse conmigo como si fuese...

-Reickiard-. Marienna no había cambiado la expresión. Estrechó los ojos oscuros, sin titubear.

El hombre carraspeó.

-Hablaré... con él.

Y ella se permitió una sonrisa.

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyLun Oct 05, 2015 2:00 pm

Padre observaba la espada deformada de cerca, muy callado, muy serio, pero menos amenazante que de costumbre. Se me ocurrió pensar que a lo mejor había dejado de darme miedo. Tal vez porque Madre me había dicho que quería disculparse y que lo ayudase un poco. Era un hombre incapaz de disculparse, al parecer. ¿Demasiado orgulloso para hacerlo? ¿O quizás me consideraba demasiado indigno para hacerlo conmigo?
Fuese como fuese, yo ni estaba de humor para sentir siquiera que él estaba por encima de mí, así que le mostré la espada cuando vino a hablar conmigo, como me había pedido en su momento.
Al terminar se irguió y me miró de nuevo. No parecía furioso, pero imaginaba el fuego corriéndole por las venas. Me mantenía a cierta distancia por si acaso explotaba. Casi notaba la corriente, la lucha, cuando nuestras miradas se cruzaron. Ninguno de los dos quería ser el primero en rugir, el culpable, pero ambos estábamos llenos de furia.

-¿Y tú qué tal estás? -atacó él primero, fingiendo calma para que bajase la guardia.

-He estado mejor -respondí serio, sincero, sin flanquear.

Éramos como dos titanes; dos fuerzas inmensas enfrentadas, guardando un poder tan grande que aunque se ocultase salía a través de los ojos.

-Siento haberle faltado al respeto, Padre.

Él negó.

-Me lo gané con mis palabras.

La tensión se disolvió un poco y por fin pudimos hablar. Mi padre solía ser duro, y no siempre era un hombre justo, aunque sí la mayor parte de las veces. Pero a veces se equivocaba. Todos lo hacían. Aquello le dije mientras hablábamos. Que yo también me había equivocado al irme de aquella forma, al ir a por aventuras dejando atrás mis tareas, con una idea del mundo tan equivocada que el golpe había sido espantoso. Cada uno de ellos, ya que había habido varios.
Le dije que él había tenido razón cada una de las veces que me había desanimado, desde niño, a vivir aventuras. Aquello había sido parte de sus consejos, de sus enseñanzas, que siempre me habían guiado, pero aquellas eran las que no había querido escuchar. Aprendí de todo lo que me dijo, y lo que no quise aprender lo ignoré. Aquella no era forma...

-Creo que voy a abandonar -terminé diciendo. Lo había estado pensando mucho tiempo, y aunque el haber vuelto a casa me había hecho relajarme, no había borrado aquella sensación de querer terminar con todo-. Estoy harto de que la realidad que veo cambie. Cuando me fui veía un mundo brillante, pero ahora parece un pantano sucio y envenenado. Y me he dado cuenta de que no es porque el mundo haya cambiado. Siempre ha sido así.

Guardó silencio y yo no seguí hablando. Volvió a dirigir una mirada corta a Värdjas, apoyada en aquella mesa. Entonces me miró otra vez.

-Rick, Madre siempre dijo que...

La abuela Nadiala. Era extraño oírlo hablar de ella. Pero yo mismo lo recordaba.Recordaba haber acudido a ella cuando Padre se enfadaba conmigo y me gritaba, porque me daba miedo. Le decía entonces que Padre no me quería, aunque solo estuviese enfadado conmigo. Le decía que todo era espantoso cuando algo malo pasaba. Le decía que libraría al mundo de todo el mal que lo ensombrecía.

"Rick, si el mundo es completamente negro probablemente hayas cerrado los ojos".

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyMar Oct 06, 2015 2:21 pm

Los bismontes pacían algo más allá. Me hacían recordar a Telma, y entonces la eché de menos.
Me había escapado a caballo por la mañana para tener un tiempo para pensar sin correr el peligro de que apareciese Nadia y me arrastrase a hacer algo. Por otra parte, e aire libre me sentaría bien. Lo había descubierto la noche anterior, cuando Robert me sacó a dar una vuelta por el pueblo, para variar.

Ya no me dolía el hombro, aunque sí lo sentía debilitado por el desuso. Cada persona me había dado su opinión ya, de forma más o menos directa, sobre lo que debía hacer con mi vida. Padre me animaba a "abrir los ojos", madre decía que solo deseaba que estuviese bien, Nadia se burlaba de mí como si ya no fuese su hermano y Robert me había dicho que me quedase allí y me hiciese guardia en la ciudad. "Podrás proteger a los tuyos, y eso ya es mucho, ¿no?".
Solía, también, tratar de imaginar lo que Lea me hubiese aconsejado. Y aquello llegó a molestarme.¿Dónde estaba lo que yo me hubiese dicho?
Quizás lo que pasaba es que veía a aquel yo optimista y confiado y me daba algo de vergüenza aceptar sus consejos. Porque lo escuchaba gritar en mi interior, enfadado. "¡¿Qué te crees que haces?! ¡Innoble cobarde! ¡¿Vas a abandonar tan fácilmente?!"
Pero no era abandonar tan fácilmente. Ya había luchado suficiente y los problemas ni siquiera mermuaban.
"¿Y van a hacerlo si no luchas?"

El mundo no sería mejor si yo no luchaba. Sería el mismo mundo. Una espada no cambiaba tanto.
"Mentiroso. Un solo hombre puede cambiarlo todo".
No podía. Un hombre no cambiaba nada.
"Eso es porque tienes los ojos cerrados".
Los tuve cerrados, y no vimos la traición hasta que nos explotó en la cara. Los había abierto tras aquello.
"¿Y vas a dejar de confiar por un par de traiciones?"
Habían sido tres. Demasiadas para soportarlas en un mismo día.
"Ninguno de tus compañeros flaqueó, y al final Vatra te escuchó e hizo lo correcto. Incluso en los traidores hay esperanza".
No. No había esperanza en los traidores. Por su culpa Silvanus había muerto. Ella había traído a Flavia a nosotros.
"¿No crees que la gente pueda equivocarse?"
La gente podía equivocarse, pero aquello fue demasiado. Lo estropeó todo.
"Solo murió un compañero".
Había visto morir a un compañero frente a mí, sin poder hacer nada. Por más que le diese vueltas terminaba pensando que de haberme lanzado a ayudarlo hubiese muerto yo.
"¿Y eso hubiese sido mejor?"
Hubiese sido mejor.
"Tú fuiste el que hizo dudar a Vatra, el que la hizo rebelarse. ¿Lo hubiese hecho otro? ¿O solo la habrían matado?"
...
"Ellos solo luchan. No lo hacen mal, son fuertes, pero en momentos de pánico solo tú sigues teniendo esperanzas de que haya un cambio. Y lo hiciste bien. No hubiesen podido derrotarlos".
Tenían al dragón. El dragón debilitó a Flavia. Y también estaba Sáltez. Podrían haber ganado.
"Puede, y puede que no. De todos modos, al menos tú estarías muerto. A ojos del mundo, el éxito hubiese sido el mismo. Solo quieres librarte de la culpa porque te asusta afrontarla".
No me asustaba afrontar nada. Estaba cansado de luchar, simplemente.
"Te asusta afrontar que no pudiste hacer nada más. No eres perfecto, pero fuiste tan indispensable como cualquier otro".
Yo siempre quise proteger a la gente, pero vi morir a un amigo ante mis ojos. No pude protegerlo.
"Ni tú ni los demás. Nadie pudo. Tú no sabías lo que iba a pasar".
Yo no era los demás. Yo era yo. Yo...
"¿Y crees que a los demás les da igual?"

Adain no conocía a Silvanus, y no parecía demasiado asustado. Lo había llevado bien. Le me había dicho que aquello le parecía espantoso solo de oírlo... Y me asustó un poco hablar con el resto. Estaba tan apagado que no miré alrededor, pero era cierto que la gente estaba alterada.
Browen había perdido un brazo. ¿Seguiría en Brontë?

Me llevé las manos a la cabeza, apretando los dientes. De pronto estaba muy tenso, muy agobiado; casi histérico. Grité una vez y los bismontes me miraron alterados, pero me sentí un poco mejor.

[...]

-¡¿Qué día es hoy?! -pregunté a la primera chica que me encontré limpiando un pasillo, poniéndole las manos en los hombros y mirándola con la respiración agitada. Había vuelto a toda prisa.

-¿S-señor...?-. La había asustado. La solté, pero no dejé de esperar respuesta. ¡Ni siquiera había llevado la cuenta de los días!

Me dio la fecha y asentí, rápido, algo agresivo. No sabía ni qué día me había marchado de Brontë, siquiera, ni cuándo había llegado. Pero aquel era un buen comienzo.
Pregunté dónde estaba Madre y luego fui a buscarla.

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyVie Oct 09, 2015 4:18 pm

Los últimos días habían sido algo más tranquilos, no porque hubiese pasado nada particular, y a ratos me sentía más animado, aunque otros siguiese serio. Lo cierto es que se hizo agradable de algún modo, pese a todo lo malo que había pasado. Mi hermana, Nadia, parecía encantada de tenerme allí, y cuando dejé de arrastrarme por el colchón sin querer salir del cuarto oscuro empezó a llevarme a todas partes. Me enseñó qué había cambiado de la ciudad, me contó algunas cosas que habían pasado mientras estuve fuera, y aunque no eran asuntos importantes fue entrañable saber que las cosas iban bien, o que Padre había comentado alguna vez que ya iba siendo hora de que yo fuese de visita. Me preguntó por mis asuntos, también, por supuesto. Me pidió que le hablase de Inger, de Lea y de otras si las hubiese habido, pero intenté no dar más datos de los justos. Le conté que había criado a una pequeña bismonte, que había cuidado a un bebé, que estaba deseando conocer a los de dos amigos... Le hablé  de Vilo, de Heylel y de Adain y de la joven Massen Dew que con su edad era una consumada guerrera tan fiera como cualquier otro. No le hablé de Lis, pero ganas no me faltaron.
Nadia preguntaba por historias de aventuras, pero pocas había que fuesen gratas de contar o escuchar. Hice lo que pude, dando pocos detalles sobre lo escabroso, para que estuviese contenta.

Me reuní con Robert varias veces, y con algún otro viejo amigo, aunque con ninguno me sentía tan cómodo. Visité alguna casa noble para asistir a alguna reunión. No vi a Rossel.

Padre me enseñó las cuentas de los últimos años y me habló de los nuevos negocios, de los viejos, de las ganancias y las pérdidas. Me felicitó (¡!) por la buena relación que había fortalecido en Lumen y no se quejó por el matrimonio rechazado con la joven Cogo. A veces era duro, por supuesto, como él solía ser, pero no me pareció tan enorme y fuerte como recordaba.

Madre... Volver a ver a mamá supuso un gran alivio. Ella, tan comprensiva, era la que menos preguntaba, pero la que más parecía saber. Me habló de cosas sin importancia y de cosas con ella, y me escuchó siempre que quise hablar hasta que sentí que había vaciado un poco aquella rabia que me llenaba, aquella frustración.

Aunque no tenía fuerzas para luchar, me sentí un poco mejor. Quizás, pensé, había abierto un poco los ojos.
Pero el mundo seguía siendo gris oscuro, como si todo se quemase y lo cubriese de una densa humareda.

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyVie Oct 09, 2015 11:25 pm

De alguna forma fue como si parte de mi fuerza hubiese venido dentro de aquel sobre, junto con la carta de Lea. La recibí al anochecer, cuando no esperaba más del día, pero de hecho fue lo que dio la vuelta al día entero, alterándome como nada. No eran muchas letras, no era más que una hoja, y aunque no decía nada especialmente importante para cualquiera que mirase sin saber, resultó ser, de alguna forma, todo.

Nadia leía un libro, tranquila, cuando terminé la carta y entré en el cuarto con prisa, buscando a Madre, a Padre o a alguien. Yo fruncí el ceño y ella me miró, extrañada.

Orillas del Mar de Lava. Nadia

-Me voy -dije, sin más.

-¿Eh?-. Alzó las cejas, perdida-. ¿A dónde?

-A Brontë -declaré, con gesto grave, muy decidido. Tanto que me di cuenta enseguida de que la había asustado. Me miró con los grandes ojos marrones muy abiertos. Entonces su mirada cayó hacia la carta que tenía plegada en la mano.

-¿Ha pasado algo? -me preguntó, con tono preocupado, haciendo ademán de levantarse.

Entonces me di cuenta de que estaba allí parado, con una hoja de papel doblada en la derecha y la expresión que hubiese tenido de haberme enterado de que una horda de bandidos había caído sobre Brontë asolándolo todo. Y me vi a mí mismo un par de años atrás, o incluso unos meses atrás, decidiendo en el acto "me voy" y marchándome sin más, sin apenas preparar el viaje, lanzándome a la noche como si fuese una mujer hermosa e inofensiva.
Realmente me latía el corazón en los oídos, de la repentina presión. ¡De verdad había sido un completo estúpido!

Ella ya venía hacia mí. Reaccioné cuando me di cuenta de que estaba tomando ya la carta en sus manos, sin preguntar, y la aparte sin darme cuenta, cubriéndola con el cuerpo.
Carraspeé.

-No ha pasado nada malo -expliqué, algo más tranquilo. De hecho, aquella carta me había hecho abrir los ojos un poco más, y entre la bruma color gris vi a Lea con total nitidez-. Solo que acabo de darme cuenta de que tengo que volver.

La miré muy firme, muy seguro. No era como si Nadia fuese a darme o quitarme el permiso, pero me sentí incómodo de pronto. Quizás se sintiese abandonada otra vez. Quizás tuviese miedo de que no regresase. Tal vez aquello era una mala idea, una locura, una...

-Parece que sí que es importante -dijo ella, sin embargo, con una sonrisa-. Aunque es una pena. Por la determinación con la que te brillan los ojos cualquiera diría que acabas de llegar.

*fin de escena*
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MensajeTema: Re: Orillas del Mar de Lava.   Orillas del Mar de Lava. EmptyDom Oct 11, 2015 1:04 am

Orillas del Mar de Lava. Nadia

Rick se fue esta mañana, como un rayo. Me recordó un poco a la primera ver que lo hizo. Fue como si se hubiese subido al caballo y, sin más, hubiese desaparecido; como si una voz que solo suena en su cabeza lo hubiese llamado. Y ha sido así, de alguna forma. Nos ha dejado solos otra vez. ¡Pero eso no es algo malo!
Mi hermano Rick es un héroe, solo que ahora cree que no lo es. Siempre se desanima con facilidad, o al menos por lo que recuerdo, pero también sé que siempre termina levantándose de nuevo y sigue adelante. Ese es el hermano al que admiro tanto.

Papá está junto al fuego, haciendo como que lee unos papeles importantes, cuando realmente está algo preocupado por Rick. Se le notan mucho esas cosas. Siempre me ha parecido que, aunque quiera esconderlo, no se le da bien fingir. No sé si es cosa mía. A todo el mundo le parece que siempre está serio, sin más.

-Ahora que Rick se ha ido esto está muy vacío otra vez, eh -comento, estirándome en la butaca, mirando hacia el techo.

Papá me mira y asiente, haciéndose el rudo. Quizás son esos ojos azules los que hacen que parezca frío, pero no es más que papá.
Le sonrío y afloja el gesto.

-Podría haberlo planificado mejor -me dice, sin embargo, con tono serio-. Parece que solo vaya de un lado a otro, sin saber bien qué hace.

Resoplo divertida y me levanto. Me acerco a su silla y le doy un beso en el pelo, dejando una caricia en su hombro. Tiene que decir esas cosas aunque mi hermanito no esté aquí. Y Rick sigue poniendo esa misma cara al oírlas. Es algo diferente, pero eso no ha cambiado para nada.

-Podemos ir a verlo nosotros la próxima vez -le propongo, con una sonrisa animada. No parece muy convencido. Pero si me empeñase... Termino por dejarlo estar; parece cansado-. Buenas noches, papi.

-Buenas noches, princesa.

Yo solo espero que con tanta prisa que se ha dado en irse llegue a tiempo... Es verdad que mi hermano es un poco alocado algunas veces, pero yo lo prefiero así que cuando está serio y pesimista.
Porque mi hermano es un héroe. Es uno de los héroes que aparecen cuando más falta te hacen, con una sonrisa aunque estén heridos por todas partes y que siempre tienen frases ingeniosas para decir a sus enemigos. Los héroes traen justicia y siempre llegan a tiempo para hacer lo correcto.
Yo sé que no existen esos héroes de los cuentos, pero pese a todo, de alguna forma...

*fin de escena*
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