Comedor

Sonreí (más) al escuchar su respuesta y me senté a su lado. Con un gesto, llamé a un camarero y le pedí que me trajese un plato y unos cubiertos para poder servirme un poco del pollo que Rick estaba comiendo (además de un vaso y algo de beber). Después de que me lo trajese (y después de que yo se lo agradeciese), me serví algo de comida y comencé a comer.

—¿Qué tal tu día? — pregunté, mirándolo de reojo. Sonreí —. ¿Hace mucho que te has despertado o eres como yo y acabas de levantarte?

Seguí comiendo.

fdr. ese dominio del lenguaje y del vocabulario que me marco a veces que no decaiga.
cutre post~~

Mientras daba cuenta del pajarraco aquel, observaba las acciones de Inger con curiosidad. arecía que iba a acompañarme sirviéndose de mi propio alimento. Obviamente, mi exquisito gusto la había conquistado. Eso estaba bien, pero tampoco iba a ponerme a jactarme de ello, que eso de presumir no era demasiado de mi estilo. Me conformé con sonreír con seguridad y escuchar sus preguntas.

- ¡Yo ya llevo media jornada de esfuerzos! Por la mañana estuve entrenando y ahora vengo a repostar para poder seguir al cien por cien. ¡Vaya que sí! Y el que no se lo crea que venga a verme hacer flexiones cuando quiera, que aprenderá lo que hace el esfuerzo.

Me curcé de brazos, satisfecho por mis palabras, pero tras unos segundos recuperé la posición normal y me serví un ala.

Escuché la respuesta de Rick sin dejar de comer. Por lo que decía, hacia tiempo que se había despertado y, cómo no, había aprovechado la mañana para entrenar. Sonreí y lo miré de reojo. De la gente que había conocido en Palacio, era, muy probablemente, el que más en serio se tomaba el entrenamiento. A fin de cuentas, casi siempre que me lo encontraba me decía que había estado entrenando.

—Creo que eres el que más se toma en serio el entrenamiento de todos los que estamos en Palacio... — murmuré. Ensanché la sonrisa y me pasé un mechón por detrás de la oreja—. O... O sea... Quiero decir que siempre estás entrenando y eso... Aunque, claro, tampoco es que conozca a mucha gente e igual es una exageración lo que digo o algo así... ... O igual no...

Me pasé una mano por la nuca y clavé mi vista en mi vaso. Bebí un trago. Sonreí y miré a Rick.

—Yo, por mi parte... Podría decirse que... No aprovecho demasiado bien las jornadas... — Me encogí de hombros. Dejé escapar una suave risa —. Pero bueno... ... En mi defensa diré que ya le he dado uso una vez a la sala de entrenamiento.

Bebí.

Recordar aquella sala me recordó el beso de Lester y para contener un escalofrío tuve que beber un buen vaso de vino de un golpe, como hacían los hombres.

- A ver... -. Comí pollo-. Yo entreno casi a diario desde que tengo uso de razón. Me gusta, simplemente. Tuve una vez una novia que decía que era un enfermo, pero... -. Comí pollo-. ¡¡¿QUÉ TIENE DE MALO ENTRENAR CINCO HORAS DIARIAS?!! Las jornadas son muy largas y hay tiempo para todo, ¿no? Mejor eso que, no sé, pasar de entrenar y ponerse fofo y flaccido como una vieja.

Desde luego, Inger me iba a entender mucho mejor que aquella chica que creía que por pasarme medio día entrenando ya no la quería.

Alcé ambas cejas al escuchar el grito de Rick. Giré el cuello y lo miré, aún con la impresión que me había causado su grito pintarrajeada en la cara. Me pasé una mano por el cuello y me encogí de hombros. Evidentemente, no le veía nada malo a entrenar (aunque un exceso de entrenamiento no debía ser bueno, como pasaba con todos los excesos de algo).

—Nada, supongo... O... O sea... — Esbocé una pequeña sonrisa —. Está bien entrenar... Aunque... Bueno, los excesos nunca han sido bueno, así que... No sé... — Me pasé la mano por la nuca —. A... A lo mejor a tu... Antigua novia le molestaba porque entrenabas mucho y eso no era bueno o así... ... Aunque, bueno, mejor entrenar mucho que, no sé, beber mucho o... Algo así...

Clavé mi vista en la mesa y me mordí el labio inferior. Parpadeé.

—Lo... Lo que quiero decir es... — Moví ambas manos — Que no hay nada de malo en entrenar... Siempre y cuando no entrenes demasiado... Y, bueno... Eso depende de cada uno, supongo... Cuánto es demasiado, quiero decir... — Fruncí ligeramente el ceño y entrecerré los ojos —. ... Que, por ejemplo, yo no sería capaz de entrenar cinco horas... — Abrí los ojos —. Aunque igual para ti está bien... Porque, claro... Tú eres más grande y todo eso... Y... ... — Me pasé una mano por la nuca —... Eso... ...

Bebí. Parpadeé. Lo miré.

—Aunque hay gente que no entrena y no está fofa... —Fruncí ligeramente el ceño —. Creo....

La miré. Entendía lo que me decía, pero eso no era la cuestión.

- ¡Claro que existen personas vagas, Inger! Pero no por ello debemos resignarnos los activos y sanos, tienes toda la razón.

Golpeé la mesa con el puño cerrado.

- ¡Tantas personas tiradas en camas sin hacer nada! ¡Nuestro deber es cambiar eso! ¡La gente debe tener una utilidad! Y... Sea lo que sea, debe servir de algo, aunque parezca banal a otros -. La miré-. ¿Me sigues?

Di un buen mordisco al pollo y me quedé pensando un rato.

- Hay que dejar a un lado las vergüenzas y vagancias. ¡El sexo no es malo! ¡El ejercicio no es malo! Lo único malo son aquellos que hacen daño a los demás sin sentir arrepentimiento.

Lo escuché en silencio, con el ceño ligeramente fruncido y con la cabeza ladeada hacia la derecha. Entendía sus palabras, más o menos, pero no entendía muy bien la relación que tenía con mi comentario (que, dicho sea de paso, tampoco es que tuviese mucha coherencia o cohesión o como se llamase a eso que le faltaba a mi comentario).

Cuando me preguntó si le seguía, asentí lentamente. En parte lo seguía, pero por otra todavía pensaba en la relación que parecía haberle encontrado a sus frases con lo que yo había dicho. Cuando terminó de hablar, bebí y lo miré. Me pasé una mano por la nuca y esbocé una pequeña sonrisa.

—Supongo que... Tienes razón... — Bebí de nuevo —. Y yo no he dicho que... el ejercicio o el sexo fuese malo, eh... ... Sólo dije que los excesos son malos...

Me pasé una mano por la nuca y miré la mesa.

Golpeé nuevamente la mesa, esta vez con la mano abierta. La conversación estaba siendo de lo más reveladora e interesante. Se veía que cuajábamos perfectamente.

- ¡¡YA!! ¡¡Eso mismo opino yo!! Me gusta que seamos de la misma opinión.

Di un sorbo al vino.

- Porque, por ejemplo... Viene alguien y te dice que tienes que pasarte seis horas estudiando y... Eso no es normal. Yo no soy un hombre de excesos, me gusta todo en su cierta medida, y te digo que seis horas estudiando no es nada sano. Ni seis ni cuatro. ¡¿Qué demonios piensan enseñar?! ¡No se puede asimilar tanta cosa de golpe!

Dejé escapar una suave risa al escuchar su comentario. Una parte de mí, en lo que se refería a los estudios, quería darle la razón, pero otra, más responsable me decía que no la tenía, a pesar de que resultaba obvio que había algunas materias que no ibas a poder asimilar porque era mentalmente imposible aprenderse tantos datos.

—Bueno, yo tampoco soy capaz de estar seis horas estudiando... — Sonreí —. Ni cuatro... ... ¡Pero porque algunas materias son imposibles! Puedes estudiarlo un día durante horas, y al día siguiente se te olvidará todo lo que has aprendido... — Fruncí el ceño —. Es tan... Frustrante... Es como una perdida de tiempo o algo así...

Me pasé una mano por la nuca. Bebí. Lo miré.

—Aunque mis padres y mi hermano mayor dicen que es porque esas cosas tienes que estudiarlas poco a poco porque así no se te olvida y blablablabla... Con algunas cosas, por mucho que digan, es imposible. — Sonreí —. Aunque... Bueno, supongo que habrá gente especial en el mundo que sea capaz de estudiar seis horas y asimilar tooodo lo que pone en el libro...

Estiré los brazos. Reí.

—Como se puede notar, no es que sea una gran estudiante... Algunas cosas se me dan bien, pero otras... Otras son horribles...

Asentí ceñudo.

- Yo tenía un profesor particular que estaba todo el día molestándome con sus sermones. ¡¿Para qué necesita un caballero como yo conocer destrezas que en nada se acercan a las aventuras?! Con leer, escribir y algo de poesía ya está más que bien... ¡El resto de las informaciones necesarias para alguien como yo se aprenden con la experiencia!

Suspiré.

- El problema es que mi madre siempre me dijo que un guerrero tiene que tener algo más que serrín en la sesera... ¡¡Ni que yo fuera tonto!!

Sonreí y asentí con fuerza al escuchar sus palabras.

—¡Exacto! A ver, ya me dirás tú que interés puede tener el estudio de, yo qué sé... ¡Las piedras! ¿A quién le interesa las piedras? — Señalé el suelo con la mano y fruncí el ceño —. Es decir... Están ahí y no se van a mover y no te van a hacer daño... ¡Son piedras! Nada de lo que hagas va a molestarlas o a causar un conflicto bélico de magnitudes... Muy altas. Y tampoco va a salvarte la vida saber qué tipo de cosas lleva una piedra y que tipo de cosas lleva otra. — Me encogí de hombros y desorbité un poco los ojos —. Es que no tienen ningún interés... Que, a ver, habrá gente a la que le guste, y me alegro por ellos, pero, si a mí no me gusta, ¿por qué tengo que saberlo yo?

Suspiré.

—A mí me interesan otras cosas... ¡Como la astronomía! ¡Eso tiene que ser genial! Y... Y... ¡Y los cuentos! —Sonreí —. Me interesan más los cuentos que las piedras. Son más interesante y... Al menos aprendes historias que podrás contar por ahí y todo eso... ... —Lo miré —. Pero mis padres piensan igual que tu madre y dicen que hay que saber un poco de todo, que con leer cuentos no basta porque eso es de niños y blablablablabla... —Suspiré de nuevo —. Pero, en fin... ¡Qué se le va a hacer!

Sonreí.

- A mí me gusta, por ejemplo... -. El sexo. El sexo-. Er... Las chicas me gustan... Y tú eres una chica...

Sonreí encantador. Estaba empezando a hacer efecto el vino, y yo a meter la pata.

- No sé si me explico. Hace calor, ¿no? Será el vino o... Tal.

Le devolví el gesto.

—Bueno... Está bien saberlo, supongo —Ensanché la sonrisa —. Y... Por si te interesa, a mí me gustan los chicos y tú eres un chico, así que... Ya sabes.

Estiré los brazos y lo miré de reojo.

—No sé si hace calor o no, pero yo ya terminé — Lo miré. Sonreí —. Así que me voy a ir... A vestir y esas cosas... — Bajé la vista y me pasé una mano por la nuca—. Si quieres... Luego podemos... Dar un... Paseo o así...

Me levanté del sitio. Sonreí nerviosa.

—Y... Y... Y eso... ... Si quieres... Puedes acompañarme o no... Como... Quieras...

Me di media vuelta y comencé a caminar en dirección a la salida. Rick, pasados unos segundos, hizo lo mismo (o eso me pareció).

*se van*

FdR. salida más cutre ever

Todos en el comedor ya la conocían. A todos se les erizaba el vello de la nuca al oír cada mañana como montaba follón todas las mañanas en el comedor. Esa mujer era incansable y siempre parecía tener su energía al máximo.

Como los sirvientes esperaban, la Capitana abrió la puerta de un golpe y se sentó en su sitio habitual.

Un joven sirviente, al que le había tocado por sorteo venir a atenderla (ya que a nadie le apetecía escuchar sus groserías) trajo nervioso una botella de whisky y unos cuantos pasteles, acompañados de una tortilla y un poco de pollo.

La Capitana le vio de reojo. Y esbozó una sonrisa.

-Siéntate.- le ordenó.

El joven, un poco tembloroso aceptó sin opción a excusarse a sentarse a su lado.

La mujer bebió el Whisky de un golpe y con un gesto aburrido, hizo que el muchacho le sirviese más.

Comió en silencio, ajustandose los senos de vez en cuando y desayunando el plato con parsimonia.

-Disculpeme, yo tengo que seguir trabajando...- dijo el jovencito intentado levantarse

La capitana fue más rápida que el y le cogió del brazo y tiro con fuerza hacia abajo.

-Tu te quedas aquí un momento.- dijo firme y haciéndole sentar.

Bocanegra comió tranquila y sin apuros. Una vez hubo terminado, se levantó y le hizo un gesto al chico para que se levantara. Eran como perros. Los hombres caían ante las órdenes de una fémina como moscas. Sólo había que tener un poco de mano dura desde el pricipio para que no le tomaran por una princesita de cuento.

-Dime una cosa- dijo dando una vuelta a su alrededor, dando el último trago al poco whisky que quedaba.- Los sirvientes del palacio está para servir a los guerreros que os vamos a salvar el culo si se produce una guerra, ¿verdad?

-Si... supongo...- dijo el chico un poco amedrentado.

-Bueno- dijo Cassandra con una enorme sonrisa.- pues entonces acompáñame.

*se van*

Al llegar al comedor tomo asiento y aguardo a que uno de los chicos del servicio me atienda. En cuanto el muchacho llega, escueta, le explico lo que deseo, y en cuanto parte me quedo esperando, paciente, silenciosa, callada, ausente.

Suspiro. Me siento algo decaída hoy, aunque tampoco es novedad. Desde mi llegada me he sentido así ya varias veces.

En cuanto llega mi comida, la ingiero con tranquilidad y luego, dejando el plato vacío, abandono la estancia.

*se va*

Entré en el comedor en silencio, con calma. Le pedí un cuenco de arroz a una chica del servicio y me senté a esperar la comida. Cuando llegó, me limité a comer en silencio, sumida en mis pensamientos. En mi bolsillo asomaba la muñeca parvus que alguien me había enviado por correo.

Tardé poco tiempo en comer, y al ver que no se pasaba nadie por el comedor, decidí marcharme, tenía otras cosas que hacer.

*Se va*

Alimentarse era bueno y necesario con lo que no podía dejar de ir al comedor para comer un poco. Llegué al lugar pero estaba bastante vacío con solo un par de mesas ocupadas. Me encogí de hombros y me dirigí a una de las mesas cercanas a la ventana para ver el bonito jardín.
Cuando uno de los camareros se me acercó le sonreí y le pedí una rica ensalada con un poco de agua. Todo productos de la buena madre tierra. Gracias, amada diosa.

Cuando me trajo el plato, bastante repleto, se lo agradecí e hice el gesto de agradecimiento por los alimentos antes de comenzar a comer. Llevaba un tiempo bastante aislada pero ya me estaba acostumbrando a la compañía del resto del mundo. "No está mal este lugar al fin y al cabo"

Llego al comedor poniéndome bien mis guantes.
Me sacudo un mechoncito hacia atrás y le veo. Hacía milenios que no la veía. Pero en cuanto mi vista la enfoca, no puedo evitar reírme...

Grell...

Esta tía manda.

Me acerco a ella y me siento a su lado.- Buenas tardes, Summer- digo alisándome la chaqueta.

El camarero me atiende y le pido un poco de pescado y agua.

-Tiene buena pinta lo tuyo- digo jugueteando con mis dedos enguantados.
Estos silencios incómodos no me gustan.- Oye, ¿que tal? hacía mucho que no nos encontrábamos, ¿verdad? - digo con una sonrisa amable.

El camarero llega con mi humeante plato y le doy las gracias con la cabeza. Me quito los guantes y me hago con los cubiertos.

-¿Quieres un trocito?- ofrezco generoso. Es agradable hablar con gente que no te saca de tus casillas, como la enana aquella... o Lyam... o cualquier persona desequilibrada de este palacio.

Escuché como me llamaban y dejé de comer para levantar la vista y ver a Alexander. Le sonreí y levanté una mano para saludarle también.

"¡Buenos tardes a ti también, Alex!" Le digo efusivamente. Luego me llevé una mano a la boca ya que había abreviado su nombre con toda la alegría del mundo y eso no debía hacerlo. "Disculpa, Alexander" Comento con una nueva sonrisa nerviosa. Pero estaba contenta de verle porque hacía mucho que no le veía.

Pidió al camarero algo para comer y dijo que mi comida tenía buena pinta con lo que asentí. "Está bueno, puedes probar, si quieres" le ofrecí mientras no traían su bandeja. Entonces esperamos a que le trajeran su comida pero él retomó la conversación. "Ah, sí. Hacía mucho tiempo, sí. Yo estoy bien, acostumbrándome... o acostumbrada, supongo" Comenté sonriente. "Aah, creo que ahora estoy contenta por haberte encontrado de nuevo para hablar con alguien más o menos amigablemente" Dije con franqueza mientras busco los guisantes del planto para pincharlos todos y comérmelos de a una. "No pensaba que pudiera estar cómoda fuera del santuario pero, aquí estoy" Dije con cierto entusiasmo. "¿Y tú qué tal? ¿Sigues con tu risa fácil?" Pregunté interesada por su salud.

Al fin le trajeron su comida y me ofreció un trocito. Miré el pescado unos segundos... Tenía buena pinta... "Bueno... No sé, es tu comida... aunque, parece rico..." Hacía bastante que no tomaba pescado porque, la verdad, me había acostumbrado a pedir siempre lo mismo.

Amplío mas si cabe mi sonrisa al oír la abreviatura de mi nombre. Nunca nadie me lo había dicho o se había atrevido a hacerlo. No me disgustaba, de hecho es más cómodo que Alexander, pero no estoy acostumbrado.

-Jajaja, no te disculpes mujer.- digo con una enorme sonrisa. - no pasa nada. Alex está bien si a ti te gusta.

Sonrío ante su ofrecimiento y cojo su tenedor son suavidad y pincho un trocito de zanahoria.- Si, realmente está rico. Cocinan bien estos chrysos. digo devolviéndoselo.

En serio, esta chica es un amor. Mírala que maja, está contenta por reencontrarse conmigo.
Yo la escucho un poco ensimismado mientras apoyo mi cabeza en mi puño, cuyo codo descansa en la tabla de la mesa.

Veo con curiosidad como pincha y come todos los guisantes. Si es que es hasta graciosa.

Me pregunta por mi risa fácil y pestañeo varias veces hasta recordar el momento de porqué me lo dice. - Ah! -digo con una sonrisa.- bueno, la verdad es que llevo unos días un poco estresados, por lo que mi sonrisa ha estado bastante oculta últimamente, pero ya va siendo hora de dejarla salir- digo feliz.

El camarero me trae la comida y la veo. Después de mi ofrecimiento, ella dice que tiene buena pinta, pero claro, que es mío y eso.
-No te preocupes, Summer, es mucho para mí- digo cortando un trozo y ofreciéndole mi tenedor con el trozo de alimento pinchado en el. -Toma.- Le ofrezco el tenedor a ella. Me habría apetecido dárselo yo con mi mano, pero prefiero que mueva ella el tenedor... no vaya a ser que le parezca una grosería... la chica parece tímida, no como aquel monstruo que me habían encontrado en la biblioteca.

Un escalofrío recorre mi espalda.

-¿Te gusta?- pregunto curioso. -¿sabes? deberíamos quedar más para comer y eso.- pregunto apretando los labios con una sonrisa.



Es guapa.

Asentí cuando algo avergonzada cuando Alexander dijo que no pasaba nada por acortar su nombre, pero sí que pasaba, no podía tomarme tantas confianzas con un hombre que no formaba parte de la orden. "Bueno, mejor lo dejo para más adelante o así..." Me excusé encogiéndome de hombros. Luego volví a asentir cuando dijo que los chrysos del palacio cocinaban bien. "Sí, parece que hacen su trabajo con entusiasmo" Dije levantando un puño un poquito con cierta timidez.

Alexander me dijo que estos días ha estado algo estresado mientras comía mi ensalada y lo miré con algo de preocupación "¿Y eso por qué? No deberías estar mal, ¿no? ¿No lo pasas bien en el palacio?" Pregunté con interés y preocupación. Quien sabe si Alexander, como yo, estaría incómodo rodeado de tantos extraños.

Me ofreció un trozo de su pescado con el tenedor con lo que al final accedí, agarré el cubierto y lo probé. Estaba bueno. "Está rico, tienes buen gusto" Le dije con una nueva sonrisa. Entonces lo miré sorprendida cuando dijo que deberíamos comer juntos más a menudo "Ah, sí... supongo. Es agradable..." Le dije, ahora algo más apagada mirando a la tabla de la mesa. Según parecía Alexander era mi primer amigo aquí, si hubiese sido una chica todo sería más sencillo. Ahora no sabía muy bien qué hacer.

Río. -Como quieras, Summer, como quieras-repito sonriente.

Veo como alza un tímido puño para corroborar mi afirmación, a lo que yo le acompaño el gesto riéndome tontamente como y con ella.


Me pregunta el porqué de mi aflicción. Suspiro y le cuento un oco por encima.- Bueno, archienemigos de pilosidades coloreadas, sirvientes con vendas en los ojos, tapones que corren y chillan a tu alrededor, un líder que no me ayuda a mejorar, y ahora, una pirata desequilibrada y borracha. -le veo arqueando las cejas y sonriéndole, le hago mi conclusión final- tooooooodos locos. -sentencio.- tranquila, ¿que es la vida sin un poco de acción?- digo viendo al techo- es divertido tener rencillas abiertas, sino, la vida se pasa sola y no te das cuenta ni tienes cicatrices que te hagan recordar los buenos tiempos.- comento bebiendo un poco de agua.

Lo prueba y le gusta. Me alegro.
Me dice que tengo bueno gusto - Parece que Mithos es sabio y me ha otorgado ese don. Sino, ¿como iba a tener una buena amiga como tu?- digo jugueteando con el vaso de agua en mis manos.

A mi petición, contesta que sí. Pero su tono ya no es el efusivo del principio.
-Hey, Summer, -digo centrando mi vista en la suya y acercando mi mano a su hombro pero sin llevar a tocarla. Simplemente como un gesto de complicidad. -¿estás bien? ¿te ha sentado mal el pescado? ¿quieres beber?- digo con un tinte de preocupación mezclado en mis sílabas.

Alexander se puso a contarme por qué estos días estaba desequilibrado pero no llegué a entenderle del todo bien en algunas cosas con lo que lo miré con curiosidad. "Archienemigos de pelo coloreado... Todos los pelos tienen colores aunque, ¿te refieres a Grell? ¿Os lleváis mal?" Pregunto, curiosa. Grell era una chico simpático también aunque tampoco había vuelto a verle después de lo de aquel hombre. Quizás Alexander tuviese un problema con eso. "Sirvientes con vendas en los ojos... Eso suena terrorífico" Comento con cierto nerviosismo pero sonriendo, ¿a qué se refería con eso? Después habló de gente pequeña corriendo a su alrededor... Abrí un poco más los ojos, sorprendida. ¿cuántos años tenía? ¿Con eso se refería a la responsabilidad de tener hijos? Eso era que tenía una mujer, ¿verdad? No se puede concebir vida sin la unión de dos personas que se unen en amor y armonía... Y eso de la pirata desequilibrada y borracha, ¿sería su mujer? Quizá tenía problemas de ese tipo y yo estaba metiéndome en medio, aunque a los jóvenes de clase alta los casaban muy pronto, pero no con piratas, creo...

Dijo que Mithos le había permitido tener una buena amiga como yo y eso me alegró bastante, aunque ahora tenía una preocupación añadida que me impedía sonreír todo lo que deseaba. Cuando acercó a mí su mano me alejé rápidamente ya que no me esperaba que tratase de tocarme. Me dio un poco de vergüenza mi reacción. "Estoy bien, es solo..." Miré al suelo queriendo disculparme por mi comportamiento y luego pedí ayuda silenciosa a la diosa para que me ayudase a sobreponerme y no dar tal impresión.

"Eh... Alexander, puedo preguntarte algo?" Dije encogiendo ligeramente los hombros con cara seria. "¿Tú tienes hijos y esas cosas?" Luego me mordí el labio inferior y lo miré con prudencia. Igual le molestaba que le preguntase.

-Si bueno, no somos amigos, que se diga. Es divertido meterse con el y esas cosas, pero se vuelve muy casino, pesado e insoportable. Lo mejor que puedes hacer es ignorarle, supongo- digo encogiéndome de hombros.

-Jajaja, es una forma de hablar- digo dandole otro bocado a mi comida.- es que es un poco corto de entendederas y es como si llevara los ojos tapados, porque por mucho que le digas algo... es un cabezón- digo negando con la cabeza mientras sonrío.


La miro con los ojos abiertos y espectantes, esperando su pregunta. -Por supuesto- digo atento.


A su pregunta, me quedo con la boca abierta y me froto los ojos con incredulidad.- ¿Hijos? ¿yo? ¿pero que...? jajajaja ¡yo no tengo de eso!- me cruzo de brazos- a ver, en un futuro no me importaría tener uno... dos a lo sumo. Pero no no, ahora no yo tengo ni quiero hijos. -sentencio con un movimiento de mi cabeza en señal de afirmación.

Veo como se muerde el labio inferior. Es sexy.-Oye, Summer, yo no tengo novia ni nada por el estilo- comento sonriente.- de hecho...- digo un poco ruborizado mientras bebo agua.- yo nunca he tenido una novia formal. Pero es un secreto, ¿vale?- digo alzando las cejas y enseñándole los dientes. Gracioso.

-Te lo cuento porque eres mi amiga y eso... no me gustaría que lo fueras aireando por ahí, ¿me lo prometes?- digo dándole otro mordisco a mi comida.

Lo miré con curiosidad. Así que no eran amigos, ¿eh? Parecía que a Alexander no le agradaba demasiado estar con Grell y cuando me dijo que mejor le ignorara alcé las cejas. "Bueno, conmigo ha sido bastante normal" Comenté con un movimiento de hombros. Luego se rió bastante cuando le pregunté por lo de los ojos vendados. Al parecer ya volvía a su risa pegadiza y yo me reí también "Vale, entonces ya entiendo..." Lo dejé estar porque tampoco quería quedar como una tonta. supuse que se referiría a algún sirviente del palacio.

Se sorprendió mucho cuando le pregunté si tenía hijos y, tras reirse de nuevo, negó ampliamente con lo que me sentí algo ridícula. "Ah, perdona, lo había interpretado mal entonces" Comenté algo ruborizada por la vergüenza del momento. Había metido la pata pero lo cierto es que me alivió bastante saber que no había tenido hijos tan pronto porque me habría sentido muy rara pensando sobre el tema.

Entonces pareció volver a calmarse y me informó de que no tenía novia ni nada con lo que asentí sonriente. "Ah, me alegro mucho de que todavía decidas apartarte de esas cosas. Pensar en los placeres del alma y no del cuerpo es lo mejor que se puede hacer para un encuentro con la diosa el día que nos reciba en su seno" Le dije expresando mis pensamientos. Luego añadió que nunca había tenido una novia formal y eso me puso más contenta. "Ah, es maravilloso. ¡Tienes un alma increíble! No muchos pueden evitar las tentaciones vacuas de esa forma" Le dije, más animada. Por último me dijo que era un secreto y me sonrojé un poco cuando me pidió que le prometiese que lo guardaría como un secreto entre amigos. "Claro, no diré nada" Sonreí como una tonta, la verdad, era la primera vez que debía guardar un secreto así y no era por nada malo con lo que no importaba si no lo contaba. Era un buen día. Me entraron ganas de agarrarle la mano sobre la mesa, pero no debía hacerlo. "Gracias" comenté sonriente.