Jardines (2)

Una voz llamó mi atención, y levanté la vista para buscar su origen. Mithos, ¿cómo estaban tan solicitados los jardines aquella noche? Aunque, desde luego, la compañía iba mejorando.

Traté de componer una sonrisa, que no resultó demasiado convincente. Pese a todo, ella no tenía la culpa de mi desafortunado encuentro. Me encogí de hombros.

-Manías, supongo -repuse.

Con un suspiro, me eché el pelo hacia atrás, apartándomelo de la cara y dejándolo caer suelto por la espalda. Traté de mejorar un poco mi sonrisa y le hice un gesto, ofreciéndole asiento.

-¿Qué tal? -pregunté.

Me cruzo de brazos y niego, sonriente. Ha debido de ser un problema intenso. Se la ve decaída, y eso que parece una chica bastante entera. A lo mejor con algo de conversación la animo.
Acepto su ofrecimiento y me siento a su lado, sobre el banco, cruzando las piernas como si fuese un indio y apoyando una mano en cada rodilla, semiflexionando los codos.

-Tras mi nuevo paso en la madurez, creo que estoy algo mejor. Al principio fue duro, pero ya se me ha pasado el disgusto. Era una gilipollez.

La miro, esbozando una ancha sonrisa con la que muestro todos los dientes. Uno de mis brazos se estira para darle dos palmaditas en la espalda, quizás algo fuertes para denominarse palmaditas, pero yo controlo.

-Pero a ti parece que acaben de darte una noticia de mierda. ¿Necesitas que te echen una mano? -inquiero, flexionando el brazo derecho para mostrar mi bíceps.

La miré con atención, no muy segura de haber entendido a qué se refería con su nuevo paso a la madurez. ¿Había estado de cumpleaños? Cumplir años entre desconocidos era duro, eso era evidente. Aún así, no estaba segura de si se refería a eso, y no me atreví a darlo por hecho.

-Me alegra que estés mejor -me limité a decir, un poco cohibida.

Carraspeé ante sus golpes en la espalda para evitar una tos que me atacó. Torcí un poco la sonrisa, encogiéndome de hombros, un tanto desganada.

-No creo que se pueda hacer mucho -repuse, algo tímida-. Hay una señora que me incordia un poco, pero creo que es mejor dejarla chochear tranquila.

Sabía que no debía decir esas cosas, y menos tan a la ligera, pero la verdad era que me había dejado cargada de rabia.

La miro de reojo... ¿No me va a felicitar? Serían felicitaciones atrasadas, pero oye...

-Sí. La verdad es que esas cosas no son para mí. La madurez llega y deja de importar el estar triste. ¡Solo importa el ser responsable! Ya me entiendes...

Me balanceo adelante y atrás, pensativa, mientras la escucho hablar sin mirarla. Debería mandar una carta a casa. Papá no merece toda esa preocupación, la verdad.
Carraspeo.

-Una señora, eh... Jodidas viejas -. La miro de reojo, con una sonrisa cómplice-. Mucho decir que la edad da la sabiduría, pero al final solo te convierte en mal follada y amargada. Tú ignórala y punto.

¿Hay señoras por aquí? Creí que los guerreros serían jóvenes y fuertes, no viejos y chochos.

Insistía. Tal vez quería hablar de su "madurez"... En fin, y si me equivocaba, ¿qué?

-No deja de importar -repuse-. Pero no creo que haya que ponerse triste por hacerse mayor. En ciertos aspectos es un rollo, pero tiene sus ventajas, ¿no? -Sonreí, tratando de animarla-. ¿Cuántos cumples?

Me encogí de hombros, con expresión de desprecio.

-¿Verdad? Tengo la sensación de que la ha tomado conmigo -apunté-. Pero en fin, si está amargada, problema suyo. A mí que me deje en paz.

Me sentía un poco rara diciendo aquellas pocas, pero en cierto modo me servía para desahogarme.

Al fin... Ahora hasta me siento algo infantil insistiendo en eso todo el rato. No es como si no pudiera pasar sin una jodida felicitación, pero quizás elegí mal momento para irme de casa sin avisar. Definitivamente, debo enviar una carta.

-No me pone triste nada. Solo creí que quizás en casa se habrán preocupado al no saber dónde estuve el día de mi cumpleaños -. Introduzco el meñique derecho en la oreja, dándole un par de vueltas dentro de esta, cerrando a la vez los ojos, quitando importancia a mis palabras-. Diecinueve -añado, abriendo un ojo para mirarla.

Cuando habla así de esa vieja que le molesta doy una nueva palmada en su espalda.

-¡Eso es! Que no te importe lo que diga la chocha esa. Aunque recuerda que hay que respetar a la gente mayor -comento, relajando un poco mi tono, pero esbozando una ancha sonrisa, burlándome de lo que cualquier persona sensata y educada diría.

Hipócritas.

Si te cae de culo, da igual si es vieja o no.

No sabía muy bien qué podía responder a eso. La verdad era que yo no le había dado mucha importancia a lo que creyeran y lo que no en casa, pero tampoco conocía la situación exacta de ella. Me encogí de hombros.

-Siempre puedes mandarles una carta o así -repuse. Luego sonreí, pícara-. Pero no te sientas mal por ello. Parte de la madurez es independizarse, ¿no? Ni que estuvieras haciendo algo malo...

Apenas pude reprimir un gesto de sorpresa cuando dijo su edad. ¿Tantos? No parecía en absoluto tan mayor.

-Vaya, pues... felicidades.

Solté un resoplido a su "sermón".

-Ya, típica excusa de los viejos para hacer pensar a la gente que son mejores que el resto. No se lo creen ni ellos...

Agito la mano un par de veces, como si espantase una mosca.

-Da igual. Ya les enviaré algo si me sale.

Tampoco tiene mucha importancia. Seguramente están esperando a que vuelva con el rabo entre las piernas y les importa una mierda dónde estoy. Creerán que me he ido a demostrar mi independencia o algo por el estilo, así que no escribiré nada hasta que haya demostrado que puedo valerme por mí misma. Ya no soy una niña.
Puedo captar el gesto de sorpresa de Massen y suelto una risilla burlona, torciendo la sonrisa.

-Te lo creas o no -garantizo, haciendo referencia de nuevo a mi edad.

Un bostezo acude a mis labios, y abro la boca sin pudor. He dormido fatal hoy. Ha sido uno de esos días eternos en los que no dejas de despertarte cada dos por tres y al final parece que no has dormido absolutamente nada.

-Por cierto -. Le doy un toquecito en el hombro con la punta de los dedos de la diestra-. ¿Cuándo me vas a presentar a alguien? Háblame de alguien interesante, anda.

Asentí, poniendo las palmas abiertas en dirección a ella ante mí, en señal de aceptación.

-Te creo, te creo -asentí.

Torcí el gesto cuando sacó de nuevo el tema de presentar gente, y solté un resoplido. Pues estaba difícil...

-Pues como no quieras que te presente a la señora petarda... -comenté, torciendo el gesto. Me llevé una mano a la sien, pensativa-. Es que, en serio, últimamente está todo el mundo desaparecido... -Callé un momento-. A ver, ¿a quién te podría presentar yo? A Nagore, supongo, que tiene tu edad... Aunque no os parecéis mucho, que se diga. Pero en fin, como tú misma has dicho, si te gusta o no la gente tendrás que descubrirlo tú... -Comencé a enumerar con los dedos-. Nagore, Alehyss, Follow, Seth, Rick, Heylel, Lyam... Te prometo que al próximo que encuentre le hablaré de ti.

Empieza a enumerar gente y me dedico a escucharla concentrada en un árbol que hay poco más allá. Sí que hay gente, y supongo que esos serán unos pocos de tantos... A saber cuántos valen realmente la pena. La otra mitad serán estúpidos o antipáticos.

Asiento repetidas veces.

-Sí, sí. No quiero perder más el tiempo en este sitio. También yo procuraré conocer a alguien si me cuadra.

Me rasco una rodilla. Como sean todos tan raros como los otros... Aunque ella ya no parece tan sosa, así que quizás me haya adelantado al juzgarla. Solo es un poco aburrida, pero no la niña estirada que esperaba.

-¿Te apetece comer algo? -inquiero de pronto, levantándome como un resorte-. Tengo un hueco en el estómago por el que pasarían tres bismontes haciendo la conga -añado, dando un par de palmadas en mi vientre, efusiva, entre risas.

Suspiré. Tenía la sensación de no estar ayudando mucho en su integración. Aún así, asentí con entusiasmo para que se sintiera apoyada. La verdad, empezaba a tener ganas yo también de que coincidiera con más gente.

Ladeé la cabeza cuando propuso ir a comer algo. La verdad era que, estando despierta a aquellas horas, empezaba a abrírseme el apetito...

Asentí a su propuesta y me levanté.

-La verdad es que, ahora que lo dices... -dije, llevándome la mano al estómago yo también.

Así pues, ambas echamos a andar hacia el comedor.

*Se van*

La noche está tranquila. Tanto, que me quita el sueño. Aunque por dar vueltas en cama no es probable que la cosa mejore. Así pues, me decido a levantarme y dar un paseo nocturno. Al fin y al cabo, a semejantes horas los jardines estarán vacíos, y la noche los hará preciosos.

En silencio y con calma, pues, me muevo hasta el exterior, para descubrir que la temperatura también es agradable. Al menos, eso mejora un poco mi humor, mellado por el cansancio. Sin mucho que hacer más allá de intentar conciliar el sueño, me dedico a pasear por la zona.

*Pasea*

Los jardines me calmaban. Desde siempre. Eran, sin duda, mi lugar favorito en todo el palacio. Además, sabía que también gustaban mucho a Inger. ¡Tantas veces había estado allí con ella que de pensarlo mis pasos enseguida se veían conducidos a aquel lugar, aunque irregulares y poco seguros en aquel caso. Echaba de menos algo: un beso, un abrazo o solo una charla. Era un hombre activo, de siempre, y amante de sus damas. Desde la misión habíamos tenido poco contacto, y con tanto fuego en mi sangre...

Telma mugió de pronto, animada, haciéndome volver en mí. ¿Había visto algo? ¿Un bandido? ¿Otro guerrero? ¿Una visión?
Seguí la sombra de Telma con la mirada hasta dar con otra sombra: una sombra femenina. Enseguida sonreí, animado. Ya era tarde y apenas se veía. Solo Inger, mi querida Inger, pasearía por los jardines a estas horas.

Fui hasta donde ella estaba, abrazándola con fuerza, sin dar tiempo a que reaccionase, nada más alcanzarla. ¡Inger! ¡Tan maravillosa!

-Por fin te encuentro... -gemí, triste y feliz a la vez, sintiendo al fin el calor de mi novia contra mi cuerpo, aún humedecido por el baño.

Tanto hablar de viudas me había hecho entristecerme, pero tras aquello me sentía un poco mejor.

Al poco, un mugido llama mi atención, y pronto veo a la pequeña Telma corriendo hacia mí. Sonrío, complacida. ¿Cómo es que siempre está en el jardín a estas horas? Me agacho un poco a acariciarla, animada por su presencia.

-Hola, pequeñita -saludo, cariñosa-. Yo también me alegro de verte.

Otra presencia, una voz, pero sobre todo un contacto me hace ponerme tensa y desviar la atención. Frunzo el ceño, a punto de replicar al estúpido flamma, pero consigo contenerme.

-¿R-rick? -llamo, con voz suave, tratando de separarme de él-. ¿Qué... haces? ¿Estás bien?

La preocupación de sus palabras... Solo con oírla pronunciar mi nombre de aquel modo ya me invadía la cunguoja y la alegría. La femininidad de su voz, la elegancia, la clara empatía y todo lo demás...
Ella me alejó un poco de sí, momento que aproveché para besarla. Siempre estábamos como discutiendo, así que quería aprovechar el reencuentro, al menos, para mostrarle mi cariño incondicional... ¡Por muchos problemas que hubiese, Rick Dehnel no se rendía como haría cualquier otro! Quizás el inconstante de Lyam lo hiciese, pero no yo.

Todo me daba vueltas, pero aquel encuentro me hacía inmensamente feliz pese a todo. Había añorado tanto a la caeruleus...

No. Puede. Ser.

Pero, de hecho, sí puede. Es más, no solo puede, sino que tiene total sentido. Por si su estupidez no fuera suficiente por sí sola, es evidente que está como una cuba, así que todo esto no tiene nada de raro. Es más, tenía que haber tomado más precauciones. Este es tu castigo, Lea.

Claro que él no quedará impune.

Sin vacilar un instante, lo empujo con fuerza, separándolo de mí tanto como puedo, y le suelto un sonoro bofetón sin mayores miramientos. Con un poco de suerte, ayudará a que despierte un poco de su embriaguez.

-¿Pero tú qué te has creído, mamarracho? -exclamo, furibunda, ya sin poder contenerme-. Si quieres calor humano, búscate un burdel o alguna idiota de tu nivel. Yo no tengo por qué aguantar esto, borracho. ¿De verdad pensabas que tenías la menor posibilidad?

Consigo contener, eso sí, el impulso de sacar mi arma. Al fin y al cabo no es más que un borrachuzo. Espero no tener que llegar tan lejos.

Primero un empujón y luego una bofetada, como si no fuese más que un vulgar perro.
Tras aquello, solo pude llevarme la mano a la cara, palpándome la mejilla, como si el golpe jamás hubiera llegado. ¿Por qué estaba tan enfadada...? Sabía que últimamente no nos habíamos visto mucho, pero... Creí que estaría más calmada, o que incluso me echaría en falta. Sin embargo, Inger parecía hecha una furia.

Bajé la vista, entristecido, aún con la mano en la mejilla. Telma se puso a mi lado, como queriendo protegerme.

-Comprendo que te enfadases... Pero, ¿un burdel...?-. Todo me bailaba, por lo que tenía que concentrarme mucho para hablar-. No puedo cdeer... que digas algo así... No soy de esos que se van con cualquieria. ¡Ya debedías saber que eresh especial!

Tras exclamar aquello, me crucé de brazos, bajando la vista. Estaba furioso. ¿Cómo podía dudar así de un noble como yo?

Mi cuerpo se balanceó un instante, como amenazando con desplomarse.

Suelto un bufido, incrédula. ¿Pero qué tripa se le ha roto a este tío? Desde luego, ninguna de mi interés; mejor que se vaya por donde ha venido.

Estoy ya a punto de volver a gritarle, tremendamente enfadada, pero acabo por contenerme. Después de todo, no es más que un borracho, y los borrachos son más fáciles de manejar si no se es brusco con ellos.

Suspiro. ¿Por qué me toca a mí cargar con esto?

Fuerzo una sonrisa.

-Mira, Rick -hablo, con voz dulce-. Lo mejor será que te vayas a dormir, ¿eh? Verás como mañana estás más despejado y todo vuelve a tener más sentido, ¿sí? Lo que necesitas es descansar y aclararte un poco. Anda, ve.

Ojalá que no. Ojalá que no consigas pegar ojo y que mañana el dolor de cabeza te haga desear no haber nacido. Mamón.

Sus palabras volvían a sonar dulces, pero no iba a confiar tan pronto en el tono amable. Ya me había confiado una vez, y todavía me dolía la cara por haberlo hecho. Aunque una parte, desde mi estómago, ansiaba volver a besar a Inger. Incluso molesto por su reacción, seguía ansiando el contacto de una dama. Y no de cualquier dama, como ella había llegado a insinuar. Aquello había sido toda una ofensa.

-Inger... -comencé, cabizbajo. Telma soltó un mugido poco amable al escuchar el nombre, acariciando enseguida mi pierna con la cabeza-. No sé pod qué me evitas...

Alcé la vista. Mis ojos no podían percibir más que su figura difusa en la noche.

-¿He vuelto a hacer algo mual...? En ese caso, dispénsame...

Frunzo el ceño, confusa ahora. ¿Inger? ¿Quién demonios es Inger? Alguien no muy del gusto de Telma, eso parece evidente. Y, en cualquier caso, no soy yo.

Sin dudarlo un instante, invoco un flagrare en mi mano, dotando el lugar de algo más de luz. Mi expresión indignada no varía un ápice.

-No sé quién es esa Inger -repongo, aún con voz suave-, pero desde luego, sí has hecho algo mal, y es confundirme con ella. Pero en fin, supongo que si ese es el motivo de todo esto, no es algo grave.

Desde luego. La idea de que me haya confundido con otra me alivia un poco; no tengo la menor gana de soportar los patéticos galanteos del flamma.

-Será mejor que sigas buscando a tu chica, Rick -propongo-. O no. Mejor vete a dormir. No creo que la encuentres por aquí a estas horas, y menos en tu estado. Espera a mañana y búscala entonces.

Suspiro. Buscaba el sueño, pero no el agotamiento que el flamma supone...

Al recuperar la luz, tardé todavía unos segundos en entender lo que pasaba, tras el esfuerzo que me supuso enfocar correctamente a la chica. Aunque el que hiciera fuego así como así daba algunas pistas sobre su procedencia. Y, pese a todo, aún pensé durante un instante que quizás Inger tenía poderes flamma y nunca los había usado.
Telma se acercó a ella para restregar su cabeza contra la pierna.

Mis ojos se abrieron de par en par.

-¡Lea! -exclamé, retrocediendo ligeramente, y notando así cómo todo el mundo se me ponía del revés. Vaya con el licor de fuego-. ¡Lo zdiento! Me zdiento dan averganzado... Te padeces algo a Ing... er.

Me quedé mirándola un rato. Lo cierto es que sí se daba un aire, aunque fuese escaso. Quizás el pelo tirando a rojo... Aunque no recordaba a Telma tan cariñosa con Inger, la verdad.

Me llevé una mano a la cabeza, mareado.

-Mithos... Soy una deshonra... -. Giré sobre mí mismo, tambaleándome peligrosamente-. Hacia... ¿Sabes dónde...? Los establos...

Una vez he dejado clara mi identidad, apago de nuevo el fuego. Rick parece absolutamente alarmado, aunque visto lo visto, yo trato de tomármelo con calma. Para relajarme un poco, me concentro en la preciosa Telma, que reclama mi atención. La pequeña, después de todo, no tiene la culpa de que su mascota tenga tan poco cerebro.

Me agacho de nuevo a acariciarla, hundiendo las manos en su grueso pelaje y rascándole detrás de las orejas, encantada. Es tan buena chica...

Finalmente, acabo de hartarme de los balbuceos de Rick, y me vuelvo a él para acallarlo un poco.

-Anda, anda, que vas a despertar a todo el palacio -murmuro, tratando de que no se me note el tono de molestia. De nuevo, suspiro-. A ver. Cálmate y habla despacio, que no hay quien entienda lo que dices. ¿A que no, Telma?

Empezaba a ponerme nervioso. No pude evitar sorber. Incluso me notaba temblar un poco. Mi ropa seguía algo húmeda, y con el viento tenía algo de frío, aunque no tanto como para temblar de aquella forma.
Telma mugió, preocupada, dirigiendo sus ojos hacia mí. Yo, por mi parte, tomé aire para concentrarme. ¡Vaya espectáculo estaba dando el gran Rick Dehnel! El ridículo estaba tan hecho que no quería que amaneciese para no volver a mirar a los ojos a aquella mujer.

-¿Hacía ddónde... quedan los es... ta... establos?- conseguí preguntar al fin, con voz temblorosa. Había sido más difícil de lo imaginado.

Me ardía el estómago.

Pues sí que está mal, el muy idiota... Aunque debo reconocer que, entre su estado y la preocupación de Telma, me da algo de pena. En fin, supongo que si lo acompaño evitaré algún accidente más. Este es capaz de aparecer mañana ahogado en una bañera.

Doy un último mimo rápido a Telma y me levanto. Lo cierto es que, aunque no de la forma que buscaba, sí he conseguido gastar la energía suficiente como para querer irme a dormir.

Con cierto recelo, avanzo hacia Rick. Pese a que no me apetece lo más mínimo, acabo por poner la mano en su hombro, sujetándolo, resignada.

-Anda, ven conmigo -lo invito-. Te acompañaré hasta allí.

Así me aseguro de que Telma pueda dormir cómoda. Él, a fin de cuentas, que duerma donde sea. Tampoco es la primera vez que lo encuentro durmiendo en el establo, y quizás incluso sea lo más indicado para él, con perdón de los animales. Que se le clave un poco el heno le servirá de lección para la próxima vez. O, como mínimo, le provocará alguna molestia. Esa será mi pequeña venganza.

*Se van*

Corría por los jardines de un lado para otro, buscando como un loco, pero sin ver ninguna sombra que pareciese la correcta.

-¡¡TELMA!! ¡¡TELMA!!

Desde siempre, la pequeña bismonte había sido muy independiente. Por ello, al no encontrarla a mi lado al haberme despertado unos días antes, con resaca, no me había preocupado. Varias veces había salido a dar algún paseo ella sola. Sin embargo en aquel momento ya estaba más que asustado, buscándola como un loco. Nunca se había alejado tanto tiempo, ¡Y TODAVÍA NO TENÍA EDAD DE REPRODUCIRSE! Esperaba no encontrarla con un bismonte indigno, ni nada semejante.

*se va a buscar por ahí*