Comedor

No respondí, sino que me limité a mirarlo desde mi posición, seria. Sí llegué a tomar otro trozo cuando dijo que no importaba. Me sentía un poco abusona. Quizá el último y...

Acabé por arrejuntarme un poco más, aún masticando, y abrazarme yo también a él. Suspiré, hastiada. Debía de ser horrible estar conmigo, que si no me quejaba de una cosa me quejaba de otra...

-Tampoco te creas que es tanto -murmuré-. En un momento que me despiste le das la vuelta a la situación.

Me quedé apoyada en él un momento. Al cabo de un tiempo, acabé por bostezar.

-Vaya nochecita te estoy dando, eh... -comenté-. Seguro que estás muerto de sueño, y yo aquí, sin dejarte descansar. A ver quién es capaz de dar en la diana después de esto. Yo, no, desde luego.

Río, silencioso, negando.

-Lo dudo mucho -confieso, encogiéndome de hombros-. Pero quién sabe.

La dejo estar un poco. No es una sensación desagradable, también yo me siento arropado aunque no esté habituado a esto, y además es más cómodo que tratar de entender cosas que no entiendo. Así la apoyo más que hablando durante diez años seguidos, me da la impresión.
Hasta que bosteza no me doy cuenta de lo cansado que estoy. Me voy a volver caeruleus o algo, a este ritmo.

-Entonces voy a tener que ponerme serio y mandarte a dormir, que lo primero son los entrenamientos y lo segundo todo lo demás -recrimino, serio, aunque no puedo evitar acabar en una sonrisa-. Venga, vamos -invito, poniéndome en pie primero, esperándola.

No sé cuándo me he vuelto tan determinado, pero sienta bien no ser un llorón quejica a veces. A ver si sigo así...

Dejamos el comedor, que ya son horas.

*se van*

Mastico la cena con semblante insípido, en silencio, con los labios sellados. No debo tener muy buen aspecto, apenas he dormido estos días, y estoy cansada. Massen también lo parecía un poco cuando la vi, aunque supongo que es normal. No he tenido mucho tiempo de pararme a hablar con ella. Comprobar que se encontraba bien fue suficiente.

Pincho un nuevo trozo de tomate y lo contemplo sin mucho interés. Mi cabeza trabaja rápido, pero ya no tanto como hace unas horas. Desde luego, esta noche descansaré. La situación de alerta no es exagerada, pero en cualquier momento podemos recibir noticias, y entonces deberemos ponernos en marcha.
Yo misma soy más susceptible de recibir órdenes, por desgracia.

Bebo un sorbo de agua y sigo con la cena.

*se queda un rato*

El chrysos llegó al comedor cabizbajo, con el pelo húmedo y una toalla sobre los hombros. Al igual que ayer, había ido al pueblo, pero esta vez no solo no había conseguido nada, sino que había pillado una considerable mojadura. El día, en definitiva, había sido desastroso, mucho más que ayer, y no solo por la mojadura: para empezar, el chrysos apenas había dormido, así que había desperdiciado toda la mañana vagando por palacio, demasiado cansado como para pensar en hacer algo, pero no lo suficiente como para dormirse; a media tarde, a pesar de que apenas estaba algo más lúcido, había ido al pueblo, donde aparte de la mojadura, también había conseguido darse una buena hostia y llenarse de barro; y ahora por la noche, imaginaba, se encontraría a Alexander, que empezaría a amargarle, porque aquello era lo que hacía Alexander: amargar.

Lyam se pasó una mano por la cara, apartando varios mechones que se le habían pegado a la frente, y se adentró en el lugar. A medio camino, vio a Alehyss en una de las mesas; no parecía tener muy buen aspecto, como él, como todos. El chrysos se acercó.

—Hey...

Tengo la vista borrosa. Pese a la tensión, estoy relajada, me siento segura, y por eso me noto tan cansada. Por desgracia, sin adenalina no hay energía extra.
Termino la comida y entonces, al alzar la vista, veo a Lyam.

-Pareces cansado -comento, haciendo un gesto con la cabeza-. ¿Qué tal todo?

Un muchacho del servicio se acerca a recoger mi plato y, de paso, a atender al recién llegado. Lo miro.

-Em... Por favor, un... Azúcar -resuelvo, finalmente-. Tarta. Lo que sea...

Glucosa. Eso me vendrá bien.

El chrysos se encogió de hombros.

—Cansado —admitió. Tomó asiento en frente de la muchacha; suspiró—. Algo mal el día, pero bueno, nada demasiado terrible. —La miró—. ¿Tú qué tal? También pareces cansada.

Cuando el muchacho de servicio se acercó a recoger el plato de la muchacha, Lyam se dirigió a él. Tras pedirle que le trajese algo de carne, se volvió a la chrysos. Le sonrió.

—¿Tarta? ¿Ahora?

Por algún motivo, le resultaba curioso ver a Alehyss pidiendo algún tipo de dulce. Y seguro que era extraño que los pidiese, o al menos eso pensaba: con todo lo que le había dicho sobre dietas y demás, el chrysos estaba casi seguro de que la muchacha solo pedía esa clase de cosas en contadas ocasiones.

Asiento, corroborando así sus palabras.

-Cansada también. Hoy le pondré fin -declaro, tomando un último sorbo de agua.

Mientras Lyam pide me dedico a contemplar las musarañas. Estoy francamente distraída. Hacía tiempo que no me pasaba. Pero él pronto se dirige a mí, y esbozo una sonrisa, dejando ir un breve asentimiento.

-La glucosa es buena para el cerebro, aunque no disfruto demasiado de los dulces.

Hoy el cuerpo me lo pide. Por varios motivos.

-¿Qué has hecho para tener un mal día? -inquiero, estirándome por debajo de la mesa.

Suspiró.

—Yo también. —Frunció un poco el ceño—. Espero.

Llevaba un par de días durmiendo poco, pero esperaba que finalmente esta noche pudiese descansar mucho y en paz. Nunca había sido una persona que durmiese demasiado, más bien lo contrario, pero todo tenía un límite.

Le sonrió.

—No tenía ni idea de lo de la glucosa, pero no te pegan demasiado los dulces. —Alzó las cejas; tenía la cabeza apoyada a en la palma de la mano, ligeramente ladeada hacia la izquierda—. A mí tampoco me gustan demasiado.

Bajó un segundo la vista. Cuando escuchó de nuevo a la chrysos, dejó ir una suave risa.

—He ido al pueblo —Alzó la mirada—. Y de pronto empezó a llover, así que acabé empapado, y por si fuera poco me llevé una hostia increíble, así, de gratis. Estaba medio dormido... —Negó con la cabeza—. Fue patético.

No es momento para explicar los usos de la glucosa, ni tampoco creo que llegue a ser necesario alguna vez. Mi alarde de prepotente tiene su límite. Suele tenerlo.

-No me resulta especialmente agradable, pero hoy me apetece. De todos modos, no catalogaría todo el dulce de la misma manera, porque hay cosas dulces que sí me gustan. Una manzana, por ejemplo. Más que el chocolate.

Pero hoy, sin embargo, prefiero lo segundo.

Enarco las cejas, curiosa, sin variar demasiado la expresión.

-¿Una "hostia"? -inquiero. Llego a esbozar una breve sonrisa-. ¿Te resbalaste? -. Luego me pongo seria, de nuevo-. Por lo que sé, no permiten que nadie se acerque mucho. ¿Sigue igual? ¿O has resuelto algo? -inquiero, interesada.

Asintió.

—También te pega más la manzana que el chocolate...

Suspiró. Luego observó el comedor, atento por si venía el chico del servicio; al no encontrarlo, volvió a mirar a la chrysos. Rió de nuevo.

—Me llené de barro. —Negó con la cabeza, todavía sonriendo. Era tan patético, tan ridículo e impensable que hasta le hacía algo de gracia—. Resbalé y me caí de morros contra el suelo, increíble. Desastroso. —Puso la espalda recta, y con un poco más de seriedad, explicó—: No te puedes acercar demasiado: hay soldados flanqueando la zona y no permiten ni que te acerques ni responden ningún tipo de pregunta. —Clavó sus ojos en los de la chrysos—. El lugar donde parece que sucedió todo es una casa, aunque desde fuera lo único que se puede apreciar es una ventana rota, en la fachada.

Frunció el ceño, pensativo. Luego añadió:

—Hablé con Alexander. Dijo que no sabía nada más, que los de arriba habían cortado el grifo. Pero una de las chicas, la que definieron como muy poderosa, tiene que ser una de las muchachas de la líder Flavia; nadie más encaja con esa descripción. —Apartó la vista un segundo—. Supongo que habrán puesto algo ya en el cementerio... —Parpadeó—. Aún no he ido a comprobarlo, no obstante.

La manzana y el chocolate tienen propiedades diferentes, y ambos son buenos. El segundo debe tomarse menos, pero no deja de...
Es irrelevante.

-Yo me acerqué ayer -explico, con un encogimiento vago de hombros-. La situación que dices es la que había. Entiendo que sea así. Lo contrario me parecería incluso ridículo. Me apena no poder entrar y ver lo que pasó por mí misma, pero...

Callo, sellando los labios. Niego. Da igual.

Alexander. Presto atención de nuevo.

-En mi opinión, hay más posibilidades, pero supongo que ellas son una buena apuesta. No he salido por la lluvia, pero iré a comprobar si han puesto algo, dado que es muy probable -concluyo.

Justo en ese momento llega la comida. Contemplo el trozo de tarta, como extrañándome porque me resulte atractivo, y tomo un pequeño trozo.
Dulce. No es gran cosa.

Alzó las cejas, curioso.

—¿Pero...?

La observó durante unos segundos con interés, con un resto expectante en la mirada. Luego alzó las cejas, sorprendido por su respuesta, pero no dijo nada hasta que el chico del servicio, que acababa de llegar con la comida, se fue.

—¿Qué otras opciones? —Frunció un poco el ceño—. A mí personalmente no se me ocurre ninguna otra guerrera que pueda ser definida así, salvo tú, pero es evidente que estás bien. —Sonrió un instante. Luego, recuperando su seriedad, añadió—: En el último ataque murieron dos de las muchachas de la líder. Si está guerrera es una de ellas, entonces tal vez deberíamos preguntarle algo. O, bueno. —Torció una sonrisa—. Los líderes, claro.

Dudaba que les dejasen hacer preguntas a sus anchas. Con todo el secretismo, comprensible por un lado, que había con el tema, no se imaginaba ningún motivo por el que les permitiesen meter las narices en el asunto, mal que le pesase.

Cortó un pedazo de carne.

Aprieto la mandíbula un instante. Decirlo... Es lo mejor.

-Yo no quiero mezclarme en asuntos por encima de lo que determinen, si puedo evitarlo. No de momento. Ya he causado bastantes problemas, a mí misma, a Brontë... Me gusta investigar, me muero por saber, pero no quiero ser más de lo que soy ahora. Quiero saber qué pasa, por supuesto, y me molestan los continuos silencios e incógnitas. Quiero saber por qué lucho. Pero no estoy segura de querer saberlo todo. Estoy harta de saber cosas que no quiero saber, de tener que saber cosas que no quiero tener que saber... -. Lo miro, con expresión tensa, algo crispada. He deshecho parte de la tarta sin darme cuenta, con la cuchara-. Así que haré lo que esté en mi mano, pero no me voy a saltar ninguna regla, ni a insistir si no se propicia. No de momento -termino, apretando la mandíbula al acabar de hablar.

No es como si no me importase lo que pasa. Me importa. Me importa mucho. Y haré lo que pueda por saberlo.
Lo que pueda. Pero no lo que sea.

-La líder Fera Twinkle también tiene gente a su cargo, según sé, y estoy segura de que no son las únicas. No descarto que se trate de una de las guerreras de la líder flamma, pero considero que no ver algo no significa que no esté ahí.

Se trate de quien se trate, es una situación delicada. No tengo miedo, pero no me extrañaría que otros lo tengan.

-De todas formas deseo saber quienes son, y por qué. Y si se repetirá algo como esto.

Me temo que no será un caso especial, por desgracia, si permitimos que lo sea. Ya han pasado demasiadas cosas.

Lyam escuchó en silencio, con la vista fija en la chrysos, sin moverse, lo que la muchacha decía, atento a sus palabras. No habló hasta que la muchacha terminó, y entonces hasta permaneció unos instantes sin decir nada, meditando, con la mirada clavada, ahora, en la madera de la mesa. A diferencia de ella, no sabía que Fera tuviese a gente a su cargo, y no se imaginaba que el resto de los líderes pudiesen tener gente a su cargo; pero al igual que ella, él tampoco tenía intención de saltarse las reglas: quería saber cosas, sí, pero no meterse en problemas. Y probablemente, pensó, pero no lo dijo, no querría saber tantas cosas si el concepto que tenía de aquel lugar no fuese el que tenía.

Cortó un nuevo pedazo de carne, y se lo llevó a la boca. Después de tragar, señaló con el tenedor el plato de la chrysos:

—Has deshecho la tarta —murmuró. Tras un segundo, añadió—: Yo tampoco tengo interés en saltarme ninguna norma.

Cortó un nuevo trozo.

—Y yo solo quiero saber por qué, para quién lucho. Nada más. —La miró. Esbozó una pequeña sonrisa, afable—. La época en la que buscaba información incansablemente para otras personas ya terminó.

Observo la tarta, aún algo rígida, y la revuelvo un poco con la cuchara. Termino por llevarme un poco más a la boca, ya con desgana, y dejo ir un suspiro suave, masticando en silencio y tragando con suavidad.

-De todas formas, insisto, quiero saber. No soy una suicida, y no he jurado obediencia ciega e indiscutible a Brontë. Así que voy a enterarme.

Aparto el plato con suavidad, dejando la cuchara sobre la cerámica. No me apetecía tanto como creí, y su aspecto de ahora no resulta muy grato. Ya no es tentador.

-Entonces eres afortunado -comento, casi para mí, con una sonrisa jocosa algo tensa, incómoda.

Entrelazo los dedos, estirando las manos hacia el techo. Al menos el cansancio parece haberse distanciado un poco. Aunque mañana me arrepentiré.

Asintió, sonriendo de nuevo.

—Ya somos dos, entonces.

La observó durante unos segundos más, en silencio. Luego volvió a tomar un pedazo de carne, aunque no tardó demasiado en centrar su atención de nuevo en la chrysos. Al escucharla hablar, Lyam alzó la vista, y la miró durante unos segundos.

—¿Trabajas para Madame? ¿Qué es lo que te pide?

Parpadeó. Hacía tiempo que había dado por hecho que la chrysos servía de alguna forma a la caeruleus, pero ahora ya podía confirmarlo. Lo que no sabía, lo que no había imaginado, es que Alehyss se dedicaba a recopilar información para Madame, aunque visto ahora, tenía sentido. A fin de cuentas, parecía que no había nada más importante para la caeruleus que la información.

Su pregunta me hace dejar ir una carcajada jocosa, contenida, suave. Asiento un instante, casi como un movimiento involuntario, pero es un asentimiento, con la mirada fija en la mesa. Después, con una sonrisa relajada, alzo la vista lentamente, hasta alcanzar sus ojos y poder mirarlo. Casi me siento un poco cínica, sonriendo así. Porque no me hace gracia.

-Comprende que esa es una pregunta que yo no puedo responderte, Lyam -explico, mirándolo fijamente a los ojos-. Seguramente sea la persona menos capacitada en todo el mundo para responderte a algo como eso. Al fin y al cabo, me debo al secreto profesional.

El tono que utilizo deja claro que no es algo que diga por decisión propia, es casi como una cita de las palabras de otro, aunque nadie me ha dicho necesariamente que sea así. Pero lo sé. Lo sé de todas formas.
No trabajo para ella. "Soy" de ella. Es un matiz. Un matiz importante.

De nuevo, el chrysso no intervino hasta unos segundos después de que la muchacha terminó de hablar. En lugar de hablar, la escuchó con interés, con la vista fija en ella, serio. Luego, cuando ambos se quedaron en silencio, bajó la vista y asintió. Entendía que la muchacha no pudiese decirle nada; tenía sentido. La pregunta había sido estúpida, aunque ahora ya no le quedaba ninguna duda de la relación que tenía Alehyss con la caeruleus. No podía evitar preguntarse, no obstante, por qué lo hacía, pero no preguntó. No serviría para nada.

—Lo comprendo —murmuró.

Apartó el plato, prácticamente vacío, echándolo hacia un lado. La miró. No sabía qué decirle, porque el tema parecía molestarla, y él no tenía ningún interés en verla enfadada. Curvó un poco los labios.

Me encojo de hombros. No estoy demasiado satisfecha, ahora mismo, pero por algún motivo sonrío. Me sale sonreír.

-No hay nada que hacerle. Simplemente. Tampoco es algo que merezca la pena comentar-. No sé por qué hablo. No sé por qué digo esto-. No me quejo, no te creas. Yo misma lo propicié. Esta vez fui libre de elegir, y es algo que aprecio.

Aunque no sea del todo cierto, por una parte.
Y como no obtenga pronto lo que pedí, quizás sea momento de quejarse. Ya empiezo a perder la paciencia. Un trato deja de serlo si una de las dos partes lo incumple.

Le devolvió la sonrisa, escuchándola con atención, en silencio, con la mirada fija en ella. Si la chrysos había sido libre de elegir, entonces, pensó el chrysos, no debía ser algo tan malo. Probablemente fuese incómodo, pero no malo. Si Alehyss había elegido trabajar para Madame, sería porque la caeruleus pudo haberle ofrecido algo que la chrysos quería. No había otra explicación, o al menos el chrysos no podía verle otra explicación.

—Entiendo. —Asintió. De nuevo, le sonrió—. Algo es algo, supongo.

Al menos no la habían obligado.

Es bueno y malo a la vez, porque de alguna forma tengo la sensación de que jamás saldré de este tipo de vida. Pero yo decidí mis prioridades. Quizás llegue a arrepentirme, a pensar que sacrifiqué más de lo que recibí, pero en el momento pensaba algo diferente, y no me hubiese dado por satisfecha con lo contrario. Habría hecho alguna locura mayor. Fue el mal menor, supongo.

-Tengo tus notas, por cierto. Ya las he examinado -. Dibujo una sonrisa de lado, con cierto aire desafiante-. Hay poco sobre mí. ¿Lo tienes oculto? -inquiero.

Puede ser. Y puede ser lo contrario. No es muy relevante, pero sí curioso.

Lyam esbozó una amplia sonrisa al escuchar a la chrysos. Su pregunta le hacía gracia, y aun así, no le sorprendía: teniendo en cuenta lo que había del resto de los guerreros, sí llamaba la atención que de la muchacha apenas hubiese un par de datos.

La miró, jocoso.

—Bueno... —Ensanchó la sonrisa—. A lo mejor es que simplemente no eres tan interesante y no necesitaba nada más de lo que está escrito. —Se encogió de hombros—. Ni punto de comparación con, no sé, Fier, la aether esa que vino al rescate de Silvanus.

De nuevo, dejo ir una carcajada suave, negando un par de veces. Termino por encogerme de hombros, y apoyo las palmas en la mesa, haciendo amago de levantarme.

-Lo comprendo -respondo, asintiendo-. Fier tiene más interés. No lo dudo.

Ni la recordaba. Aunque al hacerlo, me viene una imagen muy clara a la mente. Su mano. Su mano en mi cara. Ya no siento la humillación, pero no es grato recordarlo.

Dejo ir un suspiro y me froto el tabique nasal con los dedos, cerrando los ojos un instante. Estoy siendo francamente decepcionante. Me siento agotada. He aguantado mucho más en otras ocasiones.

-¿Vamos al cementerio? -propongo, cuando gano fuerza, observando que ha terminado su comida.

Le sonrió, encogiéndose de nuevo de hombros.

—Ya ves. —Ensanchó la sonrisa—. Sé que suena inesperado, pero así es la vida.

Fier. ¿A dónde habría ido? Probablemente se hubiese ido a casa después de la misión y no hubiese vuelto; no recordaba que hubiese vuelto a Palacio con ellos, y no la había visto desde entonces, así que probablemente hubiese pasado eso.

Lyam observó a la chrysos, que parecía cansada, con interés. Supuso que, por la hora que debía ser, la muchacha le diría que ya se iba, y por eso cuando le propuso que fuesen al cementerio no pudo evitar alzar las cejas, sorprendido. Miró un segundo la toalla que llevaba sobre los hombros. Finalmente, asintió: cuanto antes supiesen los nombres, mejor.

—Qué escapada más emocionante —comentó, jocoso, poniéndose en pie. Le sonrió—. Espero que no llueva.

Ensanchó la sonrisa. Cuando la chrysos se puso en pie, ambos abandonaron el comedor.

*se van*

Los días se me habían vuelto pesados, lentos y monótonos. Y más desde que la tranquilidad tras el jaleo había vuelto. Ya tenía datos más exactos de lo ocurrido, pero no había hecho nada al respecto. ¿Había algo que pudiera hacer? Por el momento, esperar a que los líderes dieran instrucciones. Para eso me estaba preparando.

Llevaba varios días sola. Los únicos intentos de estar con alguien que había hecho habían sido con Alehyss, pero aquellos días parecía muy ocupada y era difícil de encontrar. Suspiré, cansada y triste. Sorbí por la nariz y me la froté. No tenía mucho ánimo para entrenar, por más que me obligara a hacerlo. Sabía que pronto habría tareas, y quería estar bien preparada, pero eso no mejoraba mi ánimo.

Mojé una tostada con mermelada en el tazón de leche y me la llevé a la boca. Solo entonces me di cuenta de que era el primer bocado que daba. ¿Cuánto tiempo llevaba contemplando la comida sin tocarla? Suspiré.

*Se queda*