Pasillos

Salí de los baños con el pelo aún algo mojado y me estiré todo lo que pude y más, estaba muy relajado. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo miré nervioso hacia amos lados del pasillo pero no había nadie. Qué falta de decoro. Bah, qué importa, no me ha visto nadie.

Había pasado gran parte de la tarde en la sala de entrenamientos. Aunque había tenido la tentación de coger la espada no habría sabido qué hacer y finalmente me dediqué a correr. Habría sido mejor hacerlo por los terrenos del palacio pero seguía sin tener muy claro hasta qué punto confiaban en que no me escaparía. Prefiero no arriesgarme a que me rompan las piernas creyendo que me estoy fugando. Fugando, ni que estuviera preso... Aunque a veces era la impresión que me daba.
Estuve un par de horas corriendo, una vuelta tras otra, tomándome eso sí varios descansos. No podía volar, pero tampoco podía perder la poca forma física que tenía antes de mi mierdosa llegada a Brontë. Algún día me dejarán salir y podré correr al aire libre... O incluso alejarme más y volar. Sólo de pensarlo sentía un escalofrío, ya tenía mono, y además ya parecía que se me había curado del todo el ala así que tendría que moverlas un poco. Mientras las estiraba y hacía fuerza con ellas como si fuera a despegar no pude evitar mirar los puñales.

Pensé en lo que había dicho Rick y seguí pensando en ello mientras me daba un baño para relajarme tras la carrera. Puede que con la espada me vea muy verde para entrenar solo, pero podría practicar puntería. Seguro que soy capaz de esconderme un par de puñales y sacarlos sin que nadie me vea, como los diccionarios. Me miré las manos dándole vueltas al asunto y vi que estaban empezando a arrugarse. Me sequé y vestí y salí a los pasillos a hacer tiempo antes de ir a cenar.

Estaba como en una nube. Pasar tanto tiempo sin volar hacía que tuviera siempre muchas energías que no gastaba pero después de la sesión de entrenamiento y el baño estaba como nuevo. Tanto iba flotando de puro relax que no pude esquivar la cortina que tenía delante. Que era negra. Que no era una cortina.

-¡L-Le ruego me perdone!-Joder, qué puto susto. ¿A quién cojones se le ocurre ir así? La verdad es que no quería aceptar que no le hubiera visto, porque decir que destacaba era quedarse corto.

Miraba a la masa de telas más fijamente de lo que las normas de educación permitían. De pronto una voz surgió y me fijé por primera vez en que bajo la capucha se podía ver un trozo de la... persona que hablaba. La pausa que hizo en medio de la frase fue como si el ruido del mundo hubiera desaparecido y no pude evitar dar un respingo cuando una mano surgió bajo las telas.

-Es un placer, señor Blacksmith. -Cuando hablé mi voz apenas sonó tensa. -Soy Adain F. Stoke. -Le estreché la mano ignorando todas las alertas que mi cerebro mandaba sobre aquel hombre digamos sospechoso. -Soy, esto... nuevo aquí en Brontë. -No sabía qué decir pero el silencio era muy incómodo y no quería ponerme nervioso. Más nervioso.

No sé por qué esperaba una calavera...Pensé cuando tras unos momentos que me parecieron eternos se quitó la capucha. No sé por qué pienso que la calavera me hubiera tranquilizado más...
Parecía un muerto...O una persona cerca de la muerte o muy enferma. Vete rápido, huye lejos y no mires atrás, gritaba mi cerebro. Pero la curiosidad podía más. Qué gilipollas soy.

-Gracias, la verdad es que creo que no necesito nada en especial...Ha sido difícil pero creo que me estoy empezando a adaptar a esto. -Intenté sonreír pero sólo torcí el gesto.

¿Ayuda?, pensé. -¿Ayuda?- Dije. CORRE, gritaba una voz dentro de mi cabeza.
Mis instintos me decía que me fuera cuanto antes. Me paso la vida corriendo de lo que me asusta, esto no es lo peor a lo que me he enfrentado... Aunque apunte maneras para ser de lo peor.
-He tenido un par de problemas pero creo que están más o menos solucionados. O al menos calmados. -Volví a intentar sonreír.

-P-p-pues...-No soportaba la presión, igual sí tenía que irme. Acabará sonsacándome todo. Un momento, si el asesino sigue suelto...¿Y SI ÉL ES EL ASESINO? Se acercó a mí y su rostro se volvió aún más horrible cuando estiró su sonrisa.

-Di-Digamos que he tenido una mala llegada y algún que otro malentendido. Pero apenas quedan un par de huellas de todo aquello- Me señalé el ala, aún vendada más por precaución que por necesidad. No me va a sonsacar más. Despídete amablemente, date la vuelta y salta por la ventana. Aléjate. Sonreí forzadamente y dí un paso atrás con intención de huir de aquel hombre.

Cuando estiró el brazo hacia mi ala me quedé inmóvil. No hizo nada pero yo seguía en tensión.

-Fue un mal aterrizaje...Caí desde bastante altura pero no recuerdo gran cosa. Estaba muy conmocionado así que a penas recuerdo lo que...me dolió... -¿Qué clase de preguntas...? Evitaba su mirada pero no podía evitar responderle. Era la misma sensación que hablar con un médico y eso no me gustaba nada. Cuando el hombre volvió a hablar sentí un pinchazo de vergüenza.

-Oh...Siento mucho si le he ofendido y le he dado esa impresión. -Totalmente acertada, por otro lado. Aun así no podía...¿Ofenderle? Sus palabras no encajaban con su rostro que seguía con la misma sonrisa de maníaco. -No me he comportado como es debido, le pido que me disculpe. - Intenté relajarme e hice una pequeña reverencia. Tragué saliva antes de volver a mirarle a los ojos. Si es que acojona la hostia...

-Planear no es tan sencillo como la gente cree. -Me crucé de brazos; el tema de la caída seguía cabreándome. -Y más de golpe. Si no encuentras una corriente de aire te estrellas. Podría haberme matado, me encantaría hablar con el responsable del dichoso hechizo. -Cogí aire e intenté tranquilizarme. Al menos me había relajado un poco.

Su risa parecía de ultratumba. Me agarré a mi indignación para no volver atrás y caer en el nerviosismo. Descrucé los brazos.

-Aun así insisto en disculparme...-Me fijé en su gesto. Todo parecía divertirle mucho. -Iba...No tenía un destino fijo. Ahora me han...pedido...que me quede como guerrero y luche por Brontë

Sus ojos brillaron de una forma extraña con su última pregunta. -La verdad es que vengo de entrenar justo ahora pero me encantaría entrenar con usted algún día si así lo quiere. Como compensación por mi falta de decoro de antes. -Si hubiese podido reventarme la cara de un cabezazo contra la pared lo hubiera hecho. Yo y mi maldita educación. Siempre tan amable, siempre tan gilipollas.

-SÉ...-Cojo aire, él no tiene la culpa. -Sé para qué es el hechizo. Creo que hay gente en este palacio con un poder suficiente como para buscar una alternativa que no implique transeúntes abriéndose la cabeza contra sus muros.-Era un tema que me cabreaba pero tampoco quería enfadar a este tal Zacharyas con mis quejas.

Estaba tan saturado por la situación que apenas me fijé el la figura que nos saludó y con las mismas se fue. Cuando reaccioné y me giré para ver quién era ya había girado en una esquina.

-Me lo apunto entonces. -Sonreí con toda la sinceridad que pude. Creo que me he librado. -Después de todo llevo sólo un par de sesiones de entrenamiento.-Algo me decía que este esperpento sería peligroso a pesar de su aspecto. Aunque contra mí cualquiera es un experto.

-¿A un líder? -Pensé sobre ello. -No creo que ningún líder esté contento de hablar conmigo y menos para discutir. Creo que conocido ya a un par y no he tenido mucha suerte con ellos.

Empezó a mirar a través de la ventana. Lo imité. No se veía nada. Lo miré de reojo, extrañado.

-Emm, gracias...-Dependiendo del momento parecía amenazador o ausente, así que no bajé la guardia.

Escuché las palabras que me decía con algo de sorpresa. Casi parecían tener sentido así que decidí quedarme con la idea.

-Gracias...lo tendré en cuenta.-Cuando se fue tan de golpe como me encontré con él apenas me pude despedir.

Pues vaya... El estómago me rugió. Oh, es cierto, yo iba a cenar. Pensando aún en todo lo que había pasado comencé a andar por el pasillo. Llevaba un par de paso cuando decidí girar sobre mis talones e ir en dirección contraria a la que había ido el...personaje...con el que había estado hablando. Parece que en este castillo todos tienen algo raro. No sabía en qué posición me dejaba eso a mí. En ese momento sólo pensaba en no perderme para llegar al comedor dando toda la vuelta.