Montaña Inferno.

Flastio tenía toda la noche. Toda la noche y un apetecible caramelo en sus manos. Un caramelo que sabía a flores y frutas y del cual no quería separarse nunca.

Decidió hacer un desvío en el camino. Al fin y al cabo, tenía toda la noche y su glotonería debía ser saciada, pues los olores y sabores eran su perdición y ya no podía aguantarse más.

Descendió en un claro de la siniestra y escalofriante Montaña Inferno. Debían ser los únicos seres vivos que la pobablan en estos momentos, y si hubiera mas, a Flastio no le importaba lo más mínimo.

Descendieron y se bajó del ave para luego, con sumo cuidado (como lo había tratado hasta ahora), bajar al piscis, que se retorcía, con manos y pies atados, y la boca tapada, sin poder hacer absolutamente nada.

Lo tumbó en el suelo y lo dejó ahí, tumbado, como un saco de patatas, mientras se ponía a recoger flores silvestres por los alrededores.

Al cabo de media hora, el flamma tenía un buen montón de flores, se acercó al piscis y se puso encima de él, con la boca abierta, los ojos abiertos como platos y la lengua goteando, golosa, haciendo que sus babas callesen por encima del piscis. Babeaba en exceso, como si fuese un lobo hambriento que le ponen un solomillo delante. Cuando la cara del piscis tuvo suficiente baba, tanto por su nariz, como por sus ojos, cerrados, por supuesto, como por sus mejillas, elejecutivo comenzó a lamerlo suavemente, disfrutando a cada roce con su piel, de la fragancia que el piscis emanaba. Los jabones y lociones que había utilizado eran realmente atractivas para el de Ignis, por lo que cada vez, los lametones se volvían mas frecuentes, más rápidos, más potentes más ansiosos.
Al que lamía le estaba gustando tanto su sabor, estaba tan concentrado en su tarea que incluso sintió una pequeña erección.

Estaba como en una especie de limbo de los sentidos. Era... era como mil caramelos de 43 juntos.

No aguantó más. De un tirón arrancó su camisa y dejó su pecho descubierto. Inspiró sus pezones y de nuevo, otra erección. Escupió en su pecho, le golpeó fuertemente, como un animal salvaje, para que liberase todo su aroma. Cogió entonces las flores y las aplastó contra su pecho, dejándoselo manchado con polen, verdín y pétalos deshechos que bajo la presión de sus manos, se heshacían e incrementaban el olor del piscis.

Era fabuloso. Todo lo era. El ejecutivo apartó los restos de flores y se desabrochó los pantalones, puso los codos a camos lados delcuerpo del piscis y comenzó a oler y a lamer, incluso morder el cuerpo del incauto guerrero. Gozaba, sus pupilas dilatadas lo corroboraban.
Podría desatarle la boca para que gimiese de dolor y pánico, pero prefería estar tanquilo, escuchando solo sollozos, mientras mordía, deboraba y lamía cada parte del pecho del joven que, como si de un bufet libre de los sentidos se tratase, estaba a su disposicíon.

Estaba tan excitado que no le hacía falta tocarse para sentir placer y, justo cuando estaba a punto de venirse por el semejante placer que acababa de experimentar, bajó hasta su ombligo y, arrastrando con furia su lengua, sus dientes... su boca toda ella por el torso del muchacho hasta llegar a su cuello, terminó por correrse encima del muchacho, con un grotesc y gutural ronquido, impropio de la aguda risa de loco que le caracterizaba.

Se levantó y se ajusto de nuevo la ropa. Lo vio. No quería entregárselo a 43. Quería que fuese suyo... quizás podría mantanerlo escondido en una cuava o algo...

Pero el deber era mucho más fuerte y la recompensa por parte de su superior seguro que era mucho mayor, así que volvio a montar al muchacho sin limpiar encima del ave, luego subió el y partieron camino a la Base secreta de la "Sombra del Fuego"



*se van*