Molinos Astrid.

Situados en la isla más alejada de Ventus por el sur, los Molinos de Astrid son una de las construcciones más importantes de todo el continente. Levantados tras una gran guerra, fueron los primeros molinos que se hicieron en Ventus.

Hace ya mucho que he vuelto a casa con mi familia. Masslow se ha adaptado a la perfección y ha hecho muchos amigos en el colegio. A pesar de que el gobierno todavía lo tiene algo vigilado debido a su marca, gracias al líder Tld'Michael parece que todo va bien y no ha habido ningún tipo de problemas al respecto. Nos han dejado ya bastante tranquilos respecto al tema con lo que Masslow ya puede seguir una vida de niño corriente.

Gabrielle, por su parte, tras los reportes de la finalización de su trabajo respecto a Brontë se tomó un tiempo de vacaciones para que pudiéramos estar tranquilos como familia. La vida en casa no ha podido ser mejor cuando todo ha acabado. Los días de descanso de Gabrielle han terminado ya, pero pese a todo no tiene que pasar demasiado tiempo fuera de casa. Yo cuido de Masslow y de la casa en su ausencia e incluso he reabierto el taller de joyería para los vecinos cercanos. Esta vida tranquila me hace muy feliz, aunque el tiempo ha estado extraño últimamente y me preocupa un poco. Me pregunto si tendrá algo que ver con los problemas de Fulmen y la iniciativa de Brontë.

Lavo tranquilamente los platos mientras Masslow hace sus deberes y canta una canción arrodillado en la mesa de té del salón. La ventana que tengo en frente sólo me muestra mal tiempo, pero estoy contento de todas formas.

Me seco las manos cuando termino y me siento en la mesa de la cocina. He sacado algunas de las cosas de Brontë. Cartas de algún amigo, recuerdos... Las tonfas están colgadas en mi cuarto todavía. No he vuelto a ponérmelas desde que he vuelto.
Sonrío con tristeza y nostalgia al recordar a los chicos. Me pregunto qué tal les estará yendo. Pero hoy que tengo algo de tiempo he decidido dejar de preguntármelo a mí mismo y preguntárselo a ellos.
Echo mano del papel y la pluma para empezar a escribir cartas.

Una para Rick e Inger, una para Silvanus, una para Massen, una apra Hewina... Cuando acabo de escribir todas me tomo un respiro. Masslow juega con un pájaro de madera en su pequeña habitación. Tengo que escribir una carta para Alehyss también, sólo que la suya no es sólo preguntando cómo se encuentra. Hasta ahora Gabrielle no ha podido decirme demasiado, pues el tema se lleva con recelo. Pero creo que ya he recopilado suficiente información como para dejarla algo tranquila.
Escribo con calma, eligiendo bien las palabras. Finalmente guardo todas las cartas juntas para entregarlas al cartero mañana temprano. Tomo aire.

—¡Masslow, vamos, es hora de bañarse! —Lo llamo, levantándome y yendo a por él a la habitación.

[...]

Estoy preparando la cena junto a Masslow que me ayuda mientras Gabrielle no viene. Hoy está tardando un poco.

—¡Mira, papá! ¡Ya está hecha la croqueta! —Me enseña orgulloso la bola rebozada que ha preparado. Yo le sonrío y le beso en la mejilla.

—Muy bien, Masslow. Colócala con las demás —Le pido antes de seguir.

—¿Estoy en casa! Por fin he llegado, uff... —Gabrielle entra por la puerta algo cansada. —Hola, cariño —Se acerca a mí y le doy un pequeño beso en los labios sin soltar la sartén. —Hola, mi vida —Le dice a Masslow, besándolo en la cabeza.

—Hola, cielo. ¿Mucho trabajo hoy? —Pregunto, reconfortado por su vuelta. Ella se quita el abrigo.

—Papeleo más que nada. No dejan de recordarnos que nos olvidemos del asunto en cuanto lo saquemos de encima, que ya hemos cumplido. ¿Ya has escrito a Brontë? —Responde, algo aburrida del tema. Parece que siguen igual.

[...]

Tras acostar a Masslow y dejar todo listo, Gabrielle y yo nos vamos a la cama.

—¿Qué piensas hacer, Heylel? —Me pregunta, acercándose a mí. Yo la miro algo extrañado.

—¿Hacer? ¿Mañana? Pensaba ir al taller... —

—Me refiero a Brontë. ¿Vas a volver? —Me quedo un momento callado, algo abatido.

—No... no lo sé. Aquí estoy bien. Quiero protegerte a ti y a Masslow. Yo no soy un guerrero. Sólo quiero vivir con mi familia —Le explico, algo entristecido. Gabrille sonríe ligeramente y me acaricia la cara.

—Confía un poco en ti, Heylel. Si escuchaste la llamada es por algo. Aunque yo estaré orgullosa de ti hagas lo que hagas. También quiero que te quedes conmigo —Me dice, sonriente. Yo le devuelvo la sonrisa y la beso. Todavía no tengo claro qué hacer. O puede que lo tenga claro, pero me cuesta reconocerlo. Sea como sea, es algo que todavía me perturba y me deja mal cuerpo. —¿Masslow ya se ha dormido? —

—Sí, ya estaba medio dormido mientras le leía —Respondo inocentemente. Gabrielle se me acerca un poco más.

—¿Y qué te parece nos olvidamos de Brontë un rato y pensamos en cosas de familia...? —Me pregunta con tono juguetón. Yo le sonrío de la misma forma.

—Me parece perfecto —La beso, echándome sobre ella y rodeándola con las alas entre las sábanas.

Hemos pasado mucho miedo en las últimas semanas. En cuanto las noticias llegaron, fuimos conscientes de que no sólo Ventus ha sufrido este tipo de desastres, sino que todo Mithos ha sido pasto del caos y la desesperación a manos de estos fenómenos naturales tan extraños.

Hemos asistido a muchos entierros de conocidos, hemos ayudado a reparar casas, colegios, comercios, campos, zonas de todos tipo... Ventus se protege y se cuida, todos velamos por todos. Pero el ambiente es taciturno y pesadumbroso. La destrucción y la muerte han pasado frente a nosotros y el miedo y desconsuelo que nos han dejado no se borrarán pronto.

Masslow todavía no ha vuelto a la escuela y Gabrielle y yo nos dedicamos, como la mayoría, a racionar las provisiones y ayudar en lo posible a nuestros vecinos. Diría que nadie está haciendo su trabajo habitual en estos días. Siento que tengo que proteger a mi familia y estar con ellos, pero una espina no deja de atormentarme una y otra vez. Ojalá nunca hubiese escuchado esa llamada. ¿Qué tiene un hombre como yo para pertenecer a un ejército de salvadores? Nada en mi cobarde opinión.

Ahora me dedico a escribir de nuevo a Brontë, ahora que tengo fuerzas y que han llegado las noticias de que allí el horrible y extraño temporal sigue acechando. ¿Estarán todos bien? ¿Qué será del palacio en si las cosas son tan desastrosas como lo han sido entre nuestras islas? ¿Serán los líderes suficientes para tal situación? Recemos a Mithos para que así sea.
Escribo con cara angustiada, procurando que mis palabras no suenen demasiado desamparadas.

—Heylel, ¿qué haces? Es muy tarde —Levanto la vista y veo a Gabrielle en el marco de la puerta de la cocina. Bajo la cabeza, culpable.

—No podía dormir. Tenía las palabras que escribir a Brontë taladrándome la cabeza una y otra vez —Confieso, atormentado. Tengo que saber qué tal están los chicos y responder a Alehyss. Sus amigos están bien a pesar del revuelo. Los edificios de justicia son muy firmes. Gabrielle se acerca con esa cara comprensiva que tiene y me abraza, acariciándome el pelo y rodeándome con su ala.

—No te atormentes Heylel. Si sientes que debes volver, hazlo. Nadie mejor que yo puede entenderlo y desearlo —Sus palabras me duelen en parte y me hacen humedecer los ojos. Pero me duele más el hecho de que me reconforten. Me abrazo a ella.

—Gabrielle, ¿qué puedo hacer yo? Quiero volver pero, yo no soy un guerrero —Levanto la cabeza y la miro con preocupación. —Tengo miedo de no poder volver contigo y con Masslow —Confieso. Ella vuelve a abrazarme con fuerza y luego me besa la frente.

—Tienes que confiar en ti, Heylel. Yo sé que puedes hacer mucho bien. Claro que eres un guerrero. Eres un hombre noble que pasa las noches atormentado por no poder estar apoyando a sus compañeros. Sabes que debes ir, Heylel. Si quieres protegernos, ese es el mejor lugar en el que hacerlo —Me aprieto contra ella, hundiendo mi cabeza en su cuerpo. La quiero tanto. —Además... —Siento como me separa y me levanta el mentón con mucha dulzura, haciéndome admirar su hermosos ojos.

—Ahora tendrás que protegernos a los tres —No comprendo sus palabras, entonces me fijo en su sutil gesto: su manos apoyada contra su vientre, acariciándolo ligeramente. Su sonrisa encantadora. Y el corazón me da un vuelvo, haciéndome abrir los ojos con incredulidad. Las lágrimas sí que salen ahora.

—¡Gabrielle! —De un salto me levanto y la abrazo con fuerza, besándola con emoción y pasión mientras las lágrimas me ruedan por los ojos. Tanta felicidad, tanta dicha en medio de este horrible caos. —¿¡Es serio, Gabrielle!? ¡Por Mithos, soy tan feliz! —No puedo evitar gritar con desedida, apretándola contra mí. Un hijo, un hijo engendrado en su vientre. Nuestro hijo, un hermanito para Masslow.

—Sshhh, vas a despertar al niño —Grabielle sonríe y trata de calmarme. Yo me intento tranquilizarme y me froto los ojos para secarme las lágrimas.

—¿Cómo pretendes que me vaya ahora, con esta noticia? —Pregunto, inmensamente emocionado. Grabielle se me acerca y me limpia la cara con sus manos.

—Porque es lo que tienes que hacer. Lo que sientes que tienes que hacer. Y así tendrás un motivo más para volver sano y salvo. Yo te esperaré junto a Masslow y el pequeño aether —No puedo evitar que las lágrimas me desborden de nuevo y me lanzo a besarla. ¿Cómo he podido hacer esto? ¿Cómo un hombre tan insignificante como yo ha podido llegar a algo tan maravilloso como mi familia? Estoy totalmente sobrecogido.

—Te quiero, Gabrielle. Te quiero más que nada en este mundo. A ti y a nuestros hijos —Le susurro, abrazándola, frotando mi frente contra la suya.

—Y yo te quiero, Heylel. Te quiero con todo lo que tengo, mi querido aether. El padre de mis hijos —Le beso de nuevo, emocionado, enternecido, feliz. A pesar de todo, pasa lo que pase, me siento maravillado.

Hacía ya algún tiempo que había respondido a las cartas de los chicos y me sentía un poco extraño, ya que seguramente estarían llegando en estos días si no habían llegado todavía.

Las cartas de Rick e Inger me habian dado una sorpresa que no podía decir que me alegrase, aunque no podía apenarme si ambos estaban bien con aquello. Cuando el amor no florece del todo entre dos personas, no es bueno mantenerlo. Aunque siempre había pensado que ambos estaban hechos el uno para el otro.
Inger me había parecido la misma de siempre, tan ensoñada y despreocupada y, al mismo tiempo, tan ilusionada con su forma de ver el mundo. Me gustaría conocer a ese tal Gerald que había mencionado para ver que otro hombre la habría encandilado. Esperaba que fues eun buen chico, aunque dudaba que Inger eligiese a malos chicos por su forma de ser.

La Rick, aunque resultaba similar a la de Inger, había conseguido emocionarme un poco. La forma que tenía de describir sus sensaciones con aquella chica me habían resultado enormemente familiares y, al ver la espalda de Gabrielle aquella mañana mientras leía sus líneas, no había podido ocultar una sonrisa de satisfacción. Quién sabe si Rick habría encontrado realmente a la mujer que esperaba, lo cierto es que, aunque había apostado por su relación con Inger desde el principio, esperaba que así fuese y conociese al fin a la que sería la madre de sus hijos. Deseaba conocerla también, sin duda.

La carta de Massen me había hecho bastante ilusión, no decía demasiado, pero saber que estaba bien y ver que una chica de su edad se había acordado de escribir me habían alegrado mucho. Más que nada porque yo también había tenido su edad y sabía que la mente en esa época está bastante dispersa.

La de Alehyss, lamentablemente, siempre resultaba la más fría a causa de los temas que trataba, aunque me alegraba saber que se encontraba bien. Sus líneas, a pesar de mantener el tono preocupado, aparecían cada vez más calmadas. De verdad esperaba que estuviese recuperando su vida en Brontë y de que las cosas le empezasen a ir bien. Sobre eso, Inger había mencionado que posiblemente mantuviese una relación con Lyam. No sabía nada del chico y ella tampoco lo reflejaba en sus cartas así que lo cierto es que no sabría qué decir al respecto. -Y más con lo sucedido entre ambos-.

De todas formas, pronto podría hablar con ellos pronto. Ya estaba decidido, volvería a Brontë, aunque sólo fuese para zanjar las cosas, para informarme o para sentir que hacía lo correcto. Volvería hasta sentir que ya había cumplido mi cometido en ese lugar. Gabrielle no merecía un marido cobarde que huyese de sus responsabilidades con nuestro mundo y Masslow y mi hijo en camino no merecían un padre que no pudiera protegerles. Además había acordado con Gabrielle que volvería para el nacimiento del bebé. Eso me quitaba bastante miedo, la verdad, saber que iría por un tiempo establecido, como si fuese una temporada de prueba. Quizá no estaba del todo bien, pero era la única forma que tenía de mantener las fuerzas.

—Hum... ¿Heylel? ¿Todavía no duermes? —Miro a Gabrielle con gesto somnoliento. No sé qué hira es, pero no he podido pegar ojo dándole vueltas a todo esto. Le sonrío y me giro hacia ella, acariciándola.

—No te preocupes, es sólo que no estoy cansado —Le respondo, besándola en la frente.

—Mañana vas a marcharte, deberías descansar —La abrazo con cuidado.

—Tienes razón, pero no puedo hacer demasiado al respecto —Comento con una sonrisa.

—Estaremos bien. Tú estarás bien. Ya verás como volverás antes de darte cuenta —Gabrielle es como una voz de la conciencia, siempre parece saber lo que pienso. No podría engañarla porque lo leería en mi cara sin problema alguno. Me acerco para besarla.

—Te quiero, amor —Le susurro.

—Y yo te queiro a ti, Heylel. Eres el mejor marido del mundo —Corresponde a mi beso y a mi abrazo y parece que incluso he conseguido que ella se desvele. Soy egoísta incluso en esto. Ahora, solo me queda aprovechar las horas que me quedan amando a mi mujer y pensando en mis hijos, antes de que mis preocupaciones sean otras.

PEQUEÑA ISLA EN LA CORDILLERA PRÓXIMA A LOS MOLINOS DE ASTRID

Gabriell Tulvind



El mismo día que los guerreros de Brontë comenzaban su lucha en Ignis contra "La sombra del fuego", Gabrielle estaba tranquilamente en su casa, cuidando del pequeño Masslow mientras se encargaba de recoger un poco la casa; sobre todo los juguetes que el niño siempre dejaba por todas partes.

El pequeño estaba un poco molesto por tener que hacer los deberes, pero Gabrielle ya le había explicado que si quería ser un niño listo debía de esforzarse un poco. Pese a todo, lo morros enfadados no desaparecieron de la cara del pequeño piscis mientras movía el lápiz con desgana.

—Venga, un descanso para la merienda, ¿vale? —Le informó su madre con una sonrisa vencida, poniendo la bandeja sobre la mesa de la cocina-comedor.

—¡Bieeeeeen! ¡La merienda! —El niño no dudó en tirar el lápiz sobre el pequeño escritorio que había frente a la ventana y correr hacia la mesa para sentarse.

—¿Qué se dice primero? —Preguntó la mujer cariñosamente, acercando su mejilla a la cara del niño. El pequeño la agarró con fuerza y le dio un gran beso.

—¡Gracias, mami! —Luego se puso a comer un pequeño trozo de un queso suave y jugoso que degustó con ganas antes de su fruta.

La mujer sonrió y le devolvió el beso para desearle buen provecho antes de sentarse frente a él. Se quedó mirando por la ventana, acariciando la barriga redonda que ya afloraba bajo su vestido.

Al fin he recibido órdenes. Ya me estaba cansando de espiar a esta estúpida y nunca hacer nada. Pero por lo visto ahora mi objetivo está claro.

Aterrizo sutilmente en la isla y camino tranquilamente hacia la puerta.
Peto y hablo desde fuera.- ¿Hola? ¿Señora Tulvind?- Pregunto con voz dulce y tranquila.-¿Está usted en casa?- Hablo con tono inocente, asomando mi cabeza por una de las ventanas, curiosona.

-¿Holaaa?- Canturreo.

El Picornio viene conmigo y espera paciente a mi lado.

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Gabriell Tulvind




Ante la repentina llamada, Gabrielle, que estaba quedándose algo traspuesta en la silla mientras Masslow acababa la merienda, dio un pequeño respingo y despertó nuevamente.

Se puso en pie y observó curiosa a través de la ventana, buscando una cara conocida que no encontró. Se aproximó pues a la puerta y la abrió lo suficiente como para que se le viese la cara.

—Buenos días, ¿Quería algo? —Le preguntó con curiosidad. Miró abajo y observó al picornio que la acompañaba. Luego volvió a la mujer rubia.

—Soy Gabrielle Tulvind, ¿quién me busca? —Preguntó con amabilidad.

-¡Ay, qué bien!- Digo dando una palmada.- Pues verá, trabajo en la recogida de animales y estoy visitando los colegios de la zona intentando ayudar a los animalitos sin familia a que algún niño los adopte y para sobre todo, dar charlas y concienciar a los más pequeños lo importante que son los animales y que no deben ser abandonados, ¿verdad pequeñín?- Digo acuclillándome con las rodillas juntas para frotarle la cabeza a mi blandito acompañante.
Me alzo de nuevo. - Mis compañeros y yo estamos recorriendo las viviendas de los niños de primaria cn ayuda de una lista con las direcciones proporcionada por la dirección del centro con el fin de preguntarles a ustedes y a sus niños si les gustaría adoptar a algún animalito de nuestra asociación. Nos gusta hacerlo de forma particular, porque en el colegio los niños se los quieren llevar a todos.- Río.- Pero somos conscientes de que los padres juegan un papel fundamental en esta decisión. Si fuese tan amable, me gustaría enseñarle este catálogo con todos los animales que están en adopción.- Digo sacando un libro tremendamente gordo y pesado.- ¿Está...- consulto la falsa lista.- Masslow Tulvind?- Sonrío, complaciente, mientras el Picornio arranca una flor de la entrada y se la ofrece a la anfitriona desde la entrada.

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Gabriell Tulvind



La mujer la escuchó interesada, mirando a la que todavía no se había presentado con gran expectación. Echó la vista atrás por un momento, comprobando que Masslow seguía merendando, luego volvió a la mujer.

—Vaya, no me habían dicho nada en el colegio... —Observó al animal cuando la mujer lo mencionó y sonrió con la tierna reacción que tuvo, también con la risa de la mujer.

—Oh, pues me parece una idea encantadora. Aunque la verdad no teníamos intención de tener mascotas por ahora. Perdona, ¿decía que se llamaba...? —Preguntó de nuevo, intrigada. Miró al picornio cuando le tendió la flor y le sonrió.

—Ah, sí, aunque ya le digo que no tenemos idea de adoptar ninguna. Masslow, cariño, ¿Quieres ver unos animalitos? —Llamó la aether. El niño, curioso, no tardó en acercarse a su madre y agarrarse a sus piernas, echando la cabeza por el lado para ver quién estaba tras la puerta.

—Es bastante tímido... —Excusó su madre.

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Gabriell Tulvind




La mujer sonrió con algo de apuro cuando la mujer le informó de que el colegio no había cumplido con su cometido y estrechó la mano a la mujer cuando se presentó al fin.

—Un placer entonces, señorita McCartier —Finalizó la presentación con amabilidad.

Cuando Masslow se acercó, se puso a hablar con desconfianza con la mujer diciendo que los boros eran sus animales favoritos. Gabrielle sonrió y lo cogió en brazos.

—El palacio de Brontë, cariño. Su padre fue llamado y ahora está allí. Tienes unos gustos un poco raros, es Masslow —Aclaró la aether, dando un beso en la mejilla al pequeño y riendo con él.

—Bueno, ya le he dicho que no podemos hacernos cargo de un animal ahora, pero puedo invitarla a un café si quiere —Le sugirió con sonrisa comprometida, sosteniendo la puerta.

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Gabriell Tulvind




La mujer aceptó la proposición y la aether, tras un momento, sonrió con amabilidad y abrió la puerta para dejarla pasar por fin.

No tardaron mucho en pasar la pequeña entrada y llegar a la cocina-comedor, donde Gabrielle dejó a Masslow sentado en la silla más próxima a la encimera.

—Siéntese ahí, por favor. ¿Quiere algo para el picornio? No sé qué comen... —Le preguntó mientras preparaba ya un par de tazas, mirando cada poco al pequeño piscis.

—Sabe, puede que mi madre esté interesada. Es una mujer mayor, no sé si su iniciativa se reduce solo a los niños —Comentaba mientras colocaba el café sobre el pequeño fuego de la cocina. Luego se fue hasta la mesa y se sentó al lado de Masslow.

—¿Te gustan, Masslow? Cuando seas más mayor puedes encargarte de uno —Comentó con cariño hacia el pequeño. —Ahora se calienta el café —Anunció, amable.

-Oh, no por favor. No se moleste en él.- Le explico enseguida.- Él ya ha comido su ración hoy. No debe comer demasiado que lo tengo que llevar volando de isla en isla.- Río.

-A ver, el enfoque está dirigido a los críos.- Explico con tranquilidad. Es un proyecto para fomentar su sentido de la responsabilidad.- Continúo.-Sin embargo y lógicamente, toda persona es apta para adoptar a un animalito.- Sonrío.

Mi corazón late ansioso. Quiero partirle la cara a esta zorra y largarme por la ventana con el crío lo más rápido posible.
En cuanto se sienta al lado del muchacho y hace referencia al café, ya no aguanto más. Cojo el libro con ambas manos lentamente y me echo hacia delante, con el fin de enseñarle mejor los dibujos al niño.
Y entonces ocurre, en una fracción de segundo: desenfundo mis garras al mismo tiempo que invoco un Vanite y con un golpe horizontal, golpeo la cara de la madre, para luego coger el libro con fuerza y lanzárselo con violencia. -Muérete zorra asquerosa.- Le escupo con soberbia.

-¡Rop!- Ante la orden, el animal sacó los dientes y empezó a hacer ruidos extraños, dejando atrás cualquier atisbo de dulzura, dando un salto a por el niño.

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Gabriell Tulvind




Gabrielle mantuvo la sonrisa amable durante la conversación, aunque la visita de la desconocida mujer no la dejaba del todo tranquila. A veces creía que sobreprotejía a Masslow y que sus buenas épocas como soldado le habían vuelto demasiado desconfiada, pero no se sentía cómoda con desconocidos en su casa y menos en ausencia de su marido.

De todas formas se sintió interesada cuando la mujer dijo que su madre podría adoptar a algún animal porque últimamente no podía visitarla todo lo que quería y temía que se sintiese sola.

No le dio demasiado tiempo a pensar en ello, pues la mujer la atacó a la cara haciendo que se diese contra el respaldo de la silla. Quedaba claro que aquella mujer no venía a mostrar mascotas.

Lo primero que pensó fue en poner a Masslow a salvo.

—¡Benri! —Grito, apareciendo frente al muchacho para cubrirlo al tiempo que escapaba del libro. Lo cogió en brazos y se apartó contra la cocina, apenas a un metro de la mesa, encarándose contra la mujer.

—¡Ntendbit! —Gritó hacia la mujer, generando un pequeño tornado con su ala que marcase un muro entre la mujer y el animal y ella con el niño. Lentamente iba retrocediendo hacia la puerta, preparada para lanzar el tornado en cuanto alguno de los dos hiciese un movimiento.

Entorno los ojos. Las amas de casa son lloronas y débiles... ¿Tuve que dar con la única guerrera?
Chasqueo la lengua y en silencio y saco el Chakram para lanzarlo con fuerza contra ella. Lo siento mucho por ella pero nosotros somos dos y ella sólo una. Mi arma choca contra su protección, de modo que sale despedida hacia ninguna parte, pero al menos ha servido de distracción.

A continuación conjuro un Aethes de gran potencia con el fin de cortar su carne sin piedad. Rop salta desesperado, intentando acercarse al niño para engullirlo en cuanto pueda.
-Si colaboras esto podría saldarse sin heridos...- Río con sorna.

El crío llora como un condenado. Qué ganas tengo de ponerle las manos encima y hacerle llorar por algo. Mimoso de mierda.
Agh. Odio mi trabajo.

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Gabriell Tulvind

La mujer lanzó su arma, deshaciendo la barrera, para lanzar un aethes. Automáticamente conjuró su propio aethes, con toda su fuerza, tanto para apartar al animal de ellos como para neutralizar el conjuro de la mujer.

Pese a todo se giro levemente, protegiendo a Masslow, al sentir que parte del conjuro la empuja hacia atrás. Pensó que no iba a soltar al niño pasase lo que pasase, aunque haciéndolo pudiera combatir mejor a aquella arpía.

Lanzó un nuevo ntendbit hacia ellos, generando un caos en su cocina, en cuanto pudo y echó a correr los escasos tres metros que la separaban de la puerta de su casa. No podía volar, pero podría llamar la atención de la demás gente que vivía en la isla y los guardias. Aunque tuviesen que arrancarle los brazos, no iba a soltar a su hijo.

Ya por el camino, comenzó a gritar.

—¡No te llevarás a mi hijo, perra! ¡¡AYUDA!! ¡¡NOS ATACAN!! ¡¡MUJER AETHER RUBIA DE MEDIANA EDAD!! ¡¡COJAN A MI HIJO!! —La mujer repetía las mismas palabras de ayuda de forma cíclica, como un mensaje predeterminado y protocolario. Ahora era el todo o el nada. Si querían llevarse a su pequeño, tendría que desmembrarla.

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Gabriell Tulvind


La mujer corrió todo lo que pudo hasta que la otra aether consiguió placarla para acabar las dos cayendo sobre el camino de tierra frente a la casa. Gabrielle soltó un grito más de angustia que de dolor y trató de seguir adelante para intentar deshacerse de la mujer mientras repetía sus gritos.

—¡¡AYUDA!! ¡¡NOS ATACAN!! ¡¡MUJER AETHER RUBIA DE MEDIANA EDAD!! ¡¡AYUDEN A MI HIJO!! —De pronto ambas mujeres quedaron un instante quitas por el conjuro espontáneo y Gabrielle aprovechó entonces para tratar de darle una patada en el bajo vientre a la mujer, sin soltar a su hijo. Al tiempo, su cabeza chocó contra el suelo y apretó los ojos con dolor.

Pero en cuanto escuchó el desagradable sonido acompañado de los chillidos desesperados del pequeño, sus ojos se encendieron y de ella desapareció todo tipo de dolor y miedo. Todo fue sustituido por ira.

—¡¡NO TOQUES A MI HIJO, SO ZORRA!! —Le dio un fuerte cabezazo e invocó el aethes más rabioso que recordaba. Tanto, que la inercia al girar el cuerpo hacia el ala sana la hizo arrastrarse por el suelo.

Aquella mujer no se callaba. Maldita sea... Algunas personas nos habían escuchado. Ya no quedaba tiempo físico. Maldita sea.
Puedo observar al fondo a dos guardias de uniforme acudiendo a toda velocidad.
En ese momento de distracción un fuerte hechizo me golpea de lleno, haciendo que salga despedida y caiga con fuerza hacia atrás.
Mierda... si quiero huir de aquí tengo que hacerlo ahora.

Me levanto y me limpio un hilo de sangre de la ceja, cogiendo a Rop debajo del brazo y saliendo volando lo más rápido que puedo. Joder...

He fallado...

Pero escapar es lo más inteligente. He descubierto dónde viven y algo por lo que Shûj se pondrá loca de contenta...


*se va, herida*

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Gabriell Tulvind


El ruido parecía alertar a la gente, que salía de sus casas y se acercaba corriendo o llamaba a los guardias, pero Gabrielle ya no estaba pendiente de eso, sino de que la mujer que les había hecho daño quedase reducida y no pudiese seguir haciendo daño a su hijo.

El aethes la había golpeado hasta herirla y lanzarla y la mujer parecía rendirse por fin. Gabrielle la vio escapar con preocupación, pero no pudo evitar sentirse aliviada y suspirar profundamente, dejándose descansar en el suelo junto a Masslow, que todavía lloraba.

—Chsss... chsss... Ya pasó, cariño, ahora te vas a poner bien —Le susurraba, besándolo en la frente y manteniéndolo contra sí.

Un par de guardias persiguieron volando a la mujer, mientras otros dos acudieron en la ayuda de Gabrielle, ayudándola a levantarse con el pequeño piscis. Gabrielle agradeció la ayuda, pero no se sentía más que algo magullada. Sin embargo, cuando fue a pedir que le devolviesen a Masslow a los brazos hasta que llegase un médico, un fuerte dolor atenazó su vientre y le hizo flaquear las piernas, de modo que el hombre tuvo que volver a sostenerla.
Recordó entonces que no era Masslow el único hijo al que debía haber protegido y el miedo la inundó.

—Un médico... Tiene que venir un médico... —Pidió con voz débil y ya algo mareada.

No tardaron en llevarla a su casa y traer a un doctor que se ocupase de todo.

*Fin*

Habían sido unos buenos años los que los Tuldvin habían vivido en su pequeña casa de los Molinos de Astrid. La familia contaba ya con 5 miembros: Heylel, Gabriell, Maslow, Lli y también Tilea, la última. Los últimos problemas habían terminado con la redada de hacía unos años y desde entonces la joven familiar había conseguido lo que Heylel siempre había deseado: vivir en paz y felicidad.

Lli contaba ya con cuatro años, Tilea tenía dos y Maslow era un jovencito de 12. Gabriell había hecho grandes progresos en su rehabilitación y sus dolores eran más llevaderos y Heylel simplemente disfrutaba de su llana vida como granjero, joyero y padre de familia. Hacía ya un par de años que no había tenido que volver a Brontë y, aunque mantenía cierta correspondencia con algunos de sus viejos amigos, el palacio ya no era una preocupación en su mente.

De la misma forma, desde la última gran batalla, no había vuelto a haber grandes catástrofes en las islas y la gente parecía volver sentirse tranquila y medianamente segura. Simplemente la vida nunca había ido mejor.

Pero cuando una vida ha sido accidentada la tranquilidad no dura eternamente y, aunque Heylel lo temía, lo cierto es que había acabado por creer lo contrario.

Estaba cultivando el campo con Maslow, el único que podía ayudarle por ahora para que no se le echase encima la temporada. El sol llevaba tiempo calentándoles la espalda y haciéndoles sudar, pero el viento constante de Ventus ayudaba a sobrellevar el trabajo. Fue en la parada para comer cuando una frase inocente abrió la antigua caja de pandora.

—Quién me iba a decir entonces que tendría unos hijos tan maravillosos —El padre rodeó al chico con su brazo y su ala, atrayéndolo hacia sí con cariño. El chico corespondió, pero llevaba un tiempo con una preocupación que no se atrevía a mencionar.

—Papá... Ahora que todo está bien pues... A ver, sé que no te gusta ir pero... Papá es que... Me gustaría ver a mi padre biológico. O sea, tú y mamá vais a ser mis padres siempre y os quiero mucho y quiero muchísimo a mis hermanas, pero a veces sueño con mi otro padre y creo que tengo que verle por lo menos una última vez —El chico estaba nervioso y preocupado sin duda y Heylel, que se había preocupado enormemente con su primera frase, se relajó un poco al entender que lo que a su hijo le aplacaba era algo que consideraba lógico. Sin embargo, al ser consciente de lo que ello conllevaba, la preocupación volvió a escalar por su vientre. Abrazó un poco más a su hijo mientras se tomaba un momento, pero entendió que no podía negarle algo como eso.

—Maslow, no te preocupes. Es normal que quieras ver a Errald, pero ya te dije que dudo que siga vivo. La última vez que me dejaron verle era una estatua de piedra y seguro que habríamos tenido noticias de él si hubiese despertado —Quería que su hijo tuviese claras las circunstancias para que sufriese lo mínimo. El chico se entristeció un poco, pero no cejó en su empeño.

—Lo sé, pero... Tengo que verlo, papá —Lo abrazó más fuerte, enterrando la cabeza en el pecho del aether— Tengo que despedirme —Y en eso le daba la razón su padre adoptivo.

En realidad Heylel sabía, en su fuero interno, que ese día iba a llegar y esperaba que no llegase nunca el día en que Brontë reclamase a alguno de sus hijos como lo habían reclado a él, pero sabía que era otra de las posiblidades.

—Eh, está bien. Lo hablamos con tu madre y ya vemos como organizarnos, ¿vale? Yo voy a estar contigo siempre, ¿vale? Hagas lo que hagas no vamos a dejar de quererte y apoyarte —El padre besó al hijo con cariño y, tras llegar a un acuerdo, volvieron de nuevo al trabajo.

Los días de paz, alejados de las guerras, las preocupaciones sobre vidas oscuras y tramas misteriosas habían terminado, pero cuando era cuestión de familia los Tulvind se mantenían unidos.

*fin*

Se acerca la fecha de ir a Bronte y a pesar de que intento que no se me note demasiado, los nervios ya se me notan. El apetito se me ha ido hace unos días y cuando me siento a hacer los deberes, no soy capaz de concentrarme.
Aún falta, pero cada día es un día menos. Siempre se me habían pasado los días rápidos, pero esta espera se me está haciendo interminable.

*se queda en casa haciendo deberes*