Desierto de Ulunqür

La zona estaba alejada de ninguna parte, aunque tampoco tan adentrada en el desierto como para suponer una muerte segura. Probablemente, la piscis no habría conseguido llegar allí sin las indicaciones de la líder chrysos; después de todo, los contrabandistas eran expertos buscadores de escondites.

Cuando llegó a la zona, pudo ver, tras una duna, un pequeño campamento de tiendas de aspecto envejecido y tonos grisáceos y marrones. Soplaba una brisa incómoda que hacía que la fina arena hiciera cortes en la piel, y el sol del atardecer molestaba en los ojos.

En el campamento no parecía haber mucho movimiento. Tan solo tres figuras eran visibles, e iban ataviadas con mantos y turbantes, de tal forma que era imposible identificarlos. Al mando de la minúscula guardia, una figura se alzaba frente a la más grande de las tiendas, con los brazos cruzados y la vista al frente.

Por el amor de una madre... Refunfuño mientras me tiro del vestido hacia arriba. Dejé mi barco ha hace bastante y he seguido las indicaciones que aquella mujer me dio. Espero que no estuviesen equivocadas porque... ¿a dónde me han traído?
Veo a mi alrededor y es todo arena.
Me rasco la cabeza.- Anda que... ¿me habré perdido?- Suspiro y continúo caminando algo más hasta poder divisar el que, en teoría, es mi objetivo.
Sonrío. Al fin.
Me subo el vestido hasta las rodillas y corro duna abajo. He empleado demasiado tiempo en encontrar este lugar. Rick va a matarme. Mi pobre niño... nunca creí que se pudiese echar de menos a alguien tan cagón y llorón como Lyo. Pero así es.

-¡Ey!- Alzo la voz para llamar su atención. - Soy yo.- Digo con una sonrisa de oreja a oreja.
Al fin, madre mía.

Tomo aire de forma exagerada.- Menudo sitio habéis escogido para acampar, ¿eh?- Hablo sin verles, sacudiéndome el vestido.

Al verla llegar, dos de los guardias dieron ciertas muestras de nerviosismo. Uno de ellos sacó un arco y apuntó a la piscis sin dudarlo, mientras el otro cogía una lanza que había apoyada en la pared de una de las tiendas y se disponía también a enfrentarla. Sin embargo, ninguno llegó a actuar, pues el hombre que parecía dirigirlos los frenó con un simple gesto.

El jefe frunció el ceño bajo el turbante. Avanzando un par de pasos, quedó al frente de la tienda, desarmado ante la piscis, esperando su llegada. Cuando ella estuvo cerca, se retiró de la cara el turbante, dejando su rostro pálido y sus puntiagudas orejas al descubierto.

-Te recuerdo, moza -gruñó, con voz que mostraba desagrado y desconfianza-. ¿Qué buscas? ¿Cómo has llegado aquí? Ya es tarde para ti.

Se volvió bruscamente hacia uno de los guardias.

-Informad al Capitán de que han descubierto la base -. De nuevo se volvió hacia la piscis-. ¿Y tú qué miras? -escupió.

Si Bocanegra hubiese estado allí le habría saltado a todos ellos a la cabeza y los habría hinchado a collejas.

Me quedo quieta con un semblante algo irritado.- Oye, estaos quietecitos.- Les digo con los labios apretados.
Justo entonces, el que falta por actuar, habla.- ¡Claro que me recuerdas! ¡Las Islas Menphyis! ¡Por el amor de una madre!- Últimamente estoy utilizando mucho esa expresión. Esto de parir, te marca. - ¿Tarde para qué?- No les digo quién me ha informado, por ahora.- Yo sólamente he venido a hablar.- Comento con los brazos cruzados. Más les valía no buscarme las cosquillas.


-Pues te miro a ti. Podías llevarme a junto el Capitan, que para eso me he recorrido medio mundo sola en un barco.- Me coloco cerca de él dando un par de pasos, obviando a los que me apuntan.- ¿Vamos? Es urgente. - Le clavo la vista con fuerza.

Al final, los dos que apuntaban a Cassandra acabaron por bajar las armas. El caeruleus, sin embargo, no parecía tener intención de moverse del sitio, ni parecía en absoluto convencido con las palabras de la piscis.

-¿Ahora has venido a hablar? -le espetó-. Si tenías que hablar, podías haber usado esa lengua viperina cuando se te pidió, Bocanegra. ¿Rechazas ayudar a los Hijos del Diablo y ahora vienes a hablar? Puedes arder en el infierno.

Y, por más que ella insistía, el caeruleus no parecía tener intención de ceder. Cuando Cassandra avanzó, él le cortó el paso, bien dispuesto a no dejarla avanzar. Los otros dos guardias observaban, desconfiados.

-El Capitán no tiene tiempo para las tonterías de una descerebrada -insistió-. Lo que le quieras decir, si tan urgente es, me lo vas diciendo a mí. Habla y lárgate. ¿Qué buscas, moza?

-Oye, oye, oye, oye.- Le recrimino moviendo repetidas veces mi índice delante de sus señoras narices. - Yo no he rechazado nada. Cuando Cora vino a verme yo no podía salir de aquel lugar, ¿me entiendes? Me colgarían. - Aprieto los puños.- ¡Y no me llames Bocanegra! ¡Soy Cassandra Babienaux, maldita sea!- Doy una patada al aire con furia, llevándome las manos a los carrillos y apretándolos.- ¡Qué desesperación de tío!.- Le chillo a nadie.

Cuando vuelve a hablar, me lo tomo más en serio y respondo.- Al padre de mi hijo.- Digo sin más.- Así que si es tan amable de llevarme a ver al afortunado machote, me ahorrarías bastante tiempo. ¿Sabes?, ya me habéis hecho perder bastante tiempo acampando en este lugar. Narices, ¿qué le habéis visto a este sitio?- Río con sorna.

El caeruleus parecía cada vez más acalorado con la insistencia de la piscis. Ante la mención de Cora, frunció manifiestamente el ceño, con el rostro contraido de ira. Por otra parte, no pareció entender muy bien el cambio de identidad de la joven, aunque no estaba muy interesado en el tema.

Pero la gota que colmó el vaso fue la última pregunta de la chica.

-¡¿De verdad te parece que estemos aquí por gusto?! -bramó, enfurecido-. ¡¿Te parece que nos hayamos ido de la isla por voluntad propia?! ¡Y ahora lárgate de aquí y que no tenga que volver a ver tu cara, o la haré desaparecer!

Sin embargo, antes de que Cassandra tuviera tiempo de decidir si hacerle caso o no, la puerta de la tienda grande se abrió, y una figura asomó al exterior.

Costaba reconocerlo con aquel aspecto tan demacrado. Tenía el pelo tremendamente revuelto y enredado, además de tan sucio que se quedaba tieso en algunas zonas. Estaba visiblemente más delgado, tremendamente pálido y ojeroso, y absolutamente desarreglado. Además, caminaba encorvado, con los hombros caídos. Por último, Kane apestaba a ron incluso en la distancia.

-¿A qué viene tanto jaleo? -murmuró, vocalizando más bien poco y con la voz ebria. Entonces vio a Cassandra y la examinó un momento, aunque no dio señales de reconocerla-. ¡Dejad de molestar! Me duele la cabeza...

Y, sin decir más, volvió a meterse dentro de la tienda con la torpeza propia de un borracho.

-Ya me estás hartando con tus gritos...- Digo apretando con fuerza mi arma mientras él habla.

Puede que haya dejado de ser una pirata. Puede que mi carácter se haya vuelto menos áspero y puede que la ausencia de alcohol constante en mi cerebro me haya otorgado algo más de luces. Lo reconozco. Pero eso no me va a convertir en una mojigata del tres al cuarto.

En cuanto me amenaza, suelto mi arma y lanzo mi puño contra su cara con la intención de darle un buen golpe.- ¡QUE TE CALLES DE UNA VEZ!- Hombre ya. Tío pelma. Aquí todos sabemos gritar.


Es entonces en medio de todo aquel jaleo cuando sale y le veo. ¿Qué demonios le ha pasado?
Nuestras miradas se cruzan durante un instante pero parece que simplemente hubiese visto a una estúpida gaviota.
Se mete de nuevo en la tienda.

Esto es el colmo.- ¡Kane!- Chillo cogiendo a Korvas y lanzándola hacia la tela que cubre la puerta de su tienda. - ¡Sal ahí ahora mismo! - Chillo con la voz rota.- ¡Kane!- No quiero rebajarme a su nivel, pero tengo unas ganas de empezar a palos con todos estos mamones...

Maldita sea. ¿Tan difícil es deshacerse del pasado? ¿Tan difícil es empezar de cero?
Me muerdo el labio inferior con rabia.- ¡KANE! ¿¡Y Cora!?- Doy un fuerte pisotón.- ¡Si tú no quieres hablar dile a Cora que venga! ¡Kane!- chillo más fuerte.

El caeruleus paró el puñetazo con su mano antes de que lo alcanzara, y solo la aparición del Capitán lo hizo evitar devolver el golpe. Con un suspiro frustrado, empujó hacia atrás a la chica y se hizo a un lado, desentendiéndose y dejándole paso libre a la tienda.

El arrebato de Cassandra no pareció tener mayor efecto en Kane, que permaneció dentro de su tienda. Tan solo se oyó un murmullo proveniente del interior, algo parecido a "gritas demasiado".

Al final, sin embargo, sí hubo algo que hizo salir de nuevo al Capitán. Kane recogió la espada que Cassandra había lanzado y la miró una vez más, largamente.

-Cora está muerta -escupió, y su voz sonó extraña, como metálica. Se dio la vuelta-. Entra.

Se me hiela la sonrisa que se me dibujó al verle salir por segunda vez.- No puede ser...- Susurro, agobiada, llevándome las manos al pecho.- Era una niña... ¡Era una niña, maldita sea!- Empujo al de orejas puntiagudas y echo a correr dentro de la tienda.- ¿Qué ocurrió? Kane, por el amor de una madre, dímelo.- Digo agarrándolo por los hombros con fuerza, agitándolo.

Tiene un aspecto deleznable, pero eso ahora no me importa. Ni si quiera me importa a lo que he venido a aquí. Ni si quiera me importan Rick o Lyo ahora mismo. Sólo quiero saber la verdad. Quiero que me lo cuente todo. - Vale, vamos a sentarnos.- Digo soplando tranquilamente.- Y me lo vas a contar todo. ¿Qué demonios ha pasado, Kane? Esto...- Digo abriendo los brazos para hacer referencia a las condiciones en las que se encontraban.- Es horrible, no... no es lo nuestr... lo tuyo.- Los piratas necesitan mar. No arena.

Kane se dejaba bambolear como un muñeco, y ni siquiera parecía del todo consciente de la situación. Se dejó arrastrar por Cassandra y se sentó cuando ella le forzó a hacerlo, sin hacerle demasiado caso a la mujer en sí. Con ojos extraviados, miró enrededor hasta dar con una botella de ron, que se llevó a los labios. Después, la dejó sobre la mesa y, con la misma expresión mareada, hizo amago de enfocar a Cassandra.

-Nos atacaron -murmuró con voz poco clara-. Tooda la isla perdida. Entre tornado y tornado tomaron la Isla del Contrabandista y la perdimos para siempre -. Dio un largo trago a la bebida-. Creíamos que era el gobierno. No se puede luchar contra el gobierno. Te escondes y te escaqueas, intentas joderles si tienes ocasión, pero no plantas cara -. Comenzó a negar con la cabeza, pero le daba vueltas, así que paró y trató de fijar los ojos en Cassandra de nuevo-. La Hija del Diablo se empeñó en pedir ayuda -. Soltó una carcajada-. A Brontë. ¿Será estúpida? A los perros del gobierno. ¡De todos los gobiernos! -. De nuevo se llevó la botella a los labios, pero la tiró al suelo con desprecio al encontrarla vacía. Cerró los ojos, recostándose-. Y cuando la perra de los gobiernos le dijo que se buscara la vida, se buscó la vida. La muy zorra no volvió al campamento. Dio señales un par de veces. Se llevó a algunos con ella. Otros desertaron. Sin isla el negocio no funciona. Y luego desapareció.

Parecía que se fuera a quedar dormido de un momento a otro. Se le caía la cabeza sobre el pecho, pero de pronto dio un respingo y abrió los ojos, con una sonrisa ausente y macabra.

-¿Y sabes cuál es el chiste? -preguntó-. ¡La isla no la tiene el gobierno! ¡Ningún gobierno? No... No sé quiénes son, pero se mueven como nosotros. Son más y más fuertes. Y tienen los cuartos que quieren y más. Esos no hacen contrabando. Esos hacen algo mucho peor.

Esa botella me pone de los nervios y tengo ganas de darle una buena patada. Sin embargo sé mejor que nadie que ese montón de cristal puede ser tu mejor compañero en momentos difíciles, así que simplemente le dejo beber. No se morirá por unas cuantas gotas más y si intervengo ahora puede que le corte el hilo de lo que me esté diciendo

Atiendo en silencio hasta el final. Intentando asimilar las palabras de un borracho, lo cual se me hace difícil.
Doy un fuerte suspiro... Y yo que venía aquí a buscar a un fuerte marino cargado de oro con el cual poder alimentar al enano y va y me encuentro a un vagabundo. Perra suerte la mía.

-A ver, deja que lo piense bien... ¿O sea, que unos tipejos os sacaron a patadas de vuestra isla y ahora vivís aquí comiendo arena?
Medito.- Oye... has dicho que Cora ha desaparecido... Kane, de desaparecido a muerto hay un buen trecho. Sabes tan bien como yo que a esa pulga de almohada no la aplasta cualquiera. - Hago una pausa.- ¿Acaso... has encontrado su cadáver? - Pregunto directa.- Porque no admitiré su muerte hasta que la mire tiesa.- Intento animarle.- ¿Y si Cora sigue por ahí viva? ¿Y si nos está buscando y tú estás aquí borracho perdido? ¡Esa no es la actitud, señor Diablo.- Me levanto, airada.
-Quizá a Cora no le hicieron caso "los del gobierno" por ser quien era. Pero yo ahora trabajo para Brontë. "Pertenezco" a ese gobierno. Quizá pueda hacer algo por vosotros, pero necesito más datos.-Intento explicarme.- Kane, yo... Yo ya no soy pirata. Soy... sólamente Cassandra.- Me explico.- Sin embargo tengo un barco amarrado en la costa y... bueno, si queréis... puedo llevaros a todos a Brontë.- No sé qué estoy diciendo. Sólo intento ayudar.- No quiero ofrecerte falsas esperanzas, pero es mejor que quedarse aquí eternamente. Podéis venir todos... supongo.- Espero que no esté metiendo al palacio en un aprieto si aceptan esta invitación que me acabo de sacar de debajo de la manga.

Me siento a su lado, con cuidado. Veo sus ojos marchitos e inundados, eternamente tristes y acaricio su mejilla mientras niego con la cabeza.- Mírame Kane... Llevo un vestido.- Río, algo emocionada al verle en aquel estado tan triste. Mi voz se quiebra un poco.- La gente cambia...- Susurro.- Quizá deberías pedir ayuda. No tienes que salvar al mundo tú solo.- Me explico.

Quiero decírselo de una vez. Que Lyo le espera en Brontë. Pero no estoy segura de que sea el momento. No lo sé. Estoy casi tan perdida como él.

Kane negó con rotundidad.

-Está muerta, te digo -insistió, con algo más de violencia esta vez-. Se metió ella sola en la isla, en la cúpula. ¿Y luego? Luego nunca más. Puedes buscarla lo que quieras. Vete a la isla con tus perros del gobierno. Quizá podáis quemar vivos a esos hijos de puta. Pero a ella no esperes encontrarla. Allá se ha vuelto con su padre, al fondo del infierno, y no vas a volver a verla por más que te empeñes en ello.

Soltó una carcajada que sonó extrañamente seca. Tanto, que acabó por convertirse en un extraño ataqué de tos. Escupió en el suelo de la tienda.

-Quedamos cuatro. Háblales de meterse en Brontë. ¿A qué, a las mazmorras? Ningún contrabandista iría directo a la horca por voluntad propia. Nos quedan pocas cosas, y hay que conservarlas.

Se levantó con gran esfuerzo y cogió una botella nueva, que abrió de un golpe contra la mesa. Tras un largo trago, volvió a sentarse.

-Aunque... ese barco tuyo podría ser útil -meditó, más para sí que para ella-. Piratería y contrabando no están tan lejos. Sí, ese barco podría ser útil...

Volvió la mirada a Cassandra, aunque no se podía decir si realmente la veía.

-Estoy lo suficientemente cuerda como para declinar esa oferta.- Respondo seca.- Te he dicho que la buscaré en cuanto tenga ocasión y me da igual si lo que encuentro son huesos. -Sentencio con firmeza. - Por ahora no puedo hacer nada por vuestra querida isla. No por ahora. Dame tiempo.- Chasqueo la lengua.

Guardo silencio. Si yo estuviera en su pellejo tampoco querría saber nada de Brontë, para ser sincera.

Le veo beber con el ceño fruncido y cuando acaba, le cojo la botella con fuerza y la agarro yo misma por el cuello, respirando con fuerza. Su olor... su olor me excita demasiado. Veo la botella. Por el amor de una madre qué bien me sentaría un trago ahora... Sin embargo decido apartar la mirada y poner la botella en el suelo, lo más lejos de su alcance posible.

Mientras lo hago, parece meditar en lo de mi navío.- El Purgatorio te llevará a donde quieras. Tengo una pequeña tripulación esperando en él. Xilo es un gran navegante.- Comento con la sonrisa relajada, para luego fruncir el ceño.- Sin embargo: mi barco mis normas. Te dejaré ejercer la piratería todo lo que quieras con él. Pero con una condición.- Le cojo los mofletes y le clavo la vista de nuevo.- Con la condición de que vengas a Brontë, aunque sea a las afueras y me esperes, porque tengo que recoger a la "baya de Mandla" que me diste de más. - Le espeto.- Ven conmigo a Brontë. Tenemos que volver a por nuestro hijo.

Kane suspiró, decepcionado.

-Es una lástima. Pero, ¿no era que en Brontë os dedicabais a hacer trabajitos a quien sea? ¿Y si yo encargo ese trabajito? ¿Qué crees que pasaría? -meditó entonces, mirando a su alrededor en busca de la botella, que en algún momento había desaparecido de su alcance.

Se levantó una vez más, en su busca. Mientras tanto, reflexionaba sobre la oferta de Cassandra. Después de todo, aquello significaría el fin de su aislamiento y la mejora de las relaciones comerciales. Dinero. Tomó la botella y se alzó de nuevo.

No pareció asimilar demasiado lo que Cassandra le decía.

-Si a cambio dispongo del barco, iré a ver a esos perros tuyos -decidió, por fin-. Pero no creas que eres la primera que intenta colocarme un mochuelo. Nada más que tú indica que sea mío. Y si quieres otra opinión, tendrás que demostrarla.

La apartó para dar un nuevo trago a la botella, uno bien largo.

-Pues supongo que lo aceptarían.- Respondo sincera.- Al menos hasta la fecha no he visto ninguna misión que haya sido rechazada.- Explico con sinceridad. - No lo sé... No sé si se realiza una investigación sobre quién pide la misión. Si lo hacen, deberías cambiarte el nombre si pides su colaboración. O al menos no parecer un borracho pordiosero.- Le pico.

Observo como rebusca la botella y yo intento girar sobre mi misma para que no la vea, pero incluso borracho tiene supera en velocidad (y las costuras del vestido no ayudan) por lo que recupera su botín. Chasqueo la lengua, molesta.

-¡Por el amor de Mithos si es igualito a ti!- Exclamo lanzando los brazos al aire.

Pongo los brazos en jarra mientras golpeo con mi pie derecho el suelo, esperando a que beba con cara de perro, pero al ver que no tenía pensado dejar de beber, recojo a Korvas de un gesto de encima de la mesa y le parto la botella al medio. Korvas rió malvadamente ante aquella fechoría.
-Maldito despojo.- le insulto enfadada. - Vengo aquí, te ofrezco ayuda, un barco y un hijo. Y lo único que te importa es no perder de vista el maldito ron.- Le reprocho, enfurecida y roja de rabia.
Esto es frustrante.
Lo que debería hacer era dormir y tener esta conversación mañana por la mañana.
-Si no olieras tan mal y no estuvieras borracho no me importaría quedarme esta noche contigo.- Le explico.- Pero visto el interés que te reporto, deberías dormir abrazado a una destiladora.- Le critico, enfadada.

Me doy la vuelta y me cruzo de brazos.

El chrysos asintió, y en medio de su borrachera pareció brillar un fondo de sobrias satisfacción.

-Entonces eso haré -se dijo.

Dejó la botella en la mesa tras un trago y miró a Cassandra con una sonrisa bobalicona. Trastabilló un momento antes de recuperar el equilibrio.

-¿También le gusta el ron? -bromeó, medio ido.

Cuando la botella se partió en dos, Kane abrió la mano, que aún sostenía el cuello de la misma, y lo dejó caer al suelo con cierto desinteres. Luego, con una especie de mezcla entre suspiro y ronquido se tiró en el camastro de espaldas, cerrando los ojos al sentir cómo se le iba la cabeza.

-Llévame en tu barco, sirena -murmuró, como si repitiera una cancioncilla-. Te acompañaré a ese nido de mierda que tanto te gusta y veré a ese crío, si es lo que quieres. Así podré hacer algo por la Isla del Contrabandista y por vengar a la Hija del Diablo. Y recuperar los buenos tiempos del negocio.

Parecía que fuera a perder el sentido de un momento a otro.

-El ron no sé, pero le gustan mis tetas casi tanto como a ti.- Respondo firme.

Le veo tirarse en cama boca abajo y me llevo una mano a la cara, con desesperación. - Está bien.- Ronco por lo bajo. Pero como le pase algo a mi barco, te aseguro que los de la isla te van a dar la risa comparados conmigo.- Le amenazo. Aunque creo que ya ni me escucha, pues un pequeño ronquido acompaña al final de mi frase.


[...]


A la mañana siguiente, les llevé al Purgatorio y, después de las presentaciones pertinentes, nuestro pintoresco grupo abandonó las arenas de Ignis para embarcarse con las pocas pertenencias que Kane tenía junto con su tripulación de vuelta a Brontë.


*FIN DE ESCENA*