Jardines (2)

Comenzó recorriéndola con la lengua, lamiéndola con lentitud, explorándola, variando la presión que ejercía según qué zona, para luego empezar a trazar un recorrido de abajo a arriba, abandonando la lentitud inicial, aumentando el ritmo y el contacto, pasando a realizar movimientos más bruscos, directos. Sus manos sostenían sus muslos, apretando ligeramente la carne, atrayéndola, aferrándola.

Notaba los dedos de la chrysos en su pelo, guiándole, y él seguía sus movimientos, su respiración, sus sonidos, pasando de una zona a otra, profundizando más o apenas rozando dependiendo de lo que el cuerpo de la muchacha le exigía.

La piel le ardía, y sus jadeos, más graves, notorios que antes, se perdían entre su carne.

fdr. lmao3

Me dejo hacer un rato, sin queja, llegando a cerrar los ojos, moviendo la cadera a ratos, con suaves movimientos, sinuosos, acomodándome a su cuerpo. Pero llegado un punto decido que ya basta. Hay cosas que echo más de menos que alguien bajándose al pilón, hablando en plata. Así pues, en algún momento, sin soltar todavía su pelo, doy un breve tirón, apartándolo.
Ya basta. Es suficiente.

-Siéntate ahí -ordeno, con seguridad, apuntando con un gesto al árbol-. Si no te gusta el suelo, pon tu camisa debajo.

Me mantengo serena, magnánima, poderosa, con un atisbo de sonrisa desafiante. Ahora yo pongo las normas, ya has hecho suficiente por tu cuenta, ya me he dado el permiso a mí misma para ser la que domina aquí.
Hace mucho que no me lo puedo permitir. Una necesita esa satisfacción de vez en cuando.

Al notar el tirón, se apartó de ella, con el ceño fruncido, y una expresión confusa en el rostro. Alzó la vista, para mirarla, pasándose la mano izquierda por los labios. ¿Qué...?

—¿Qué? —murmuró, con voz ronca, ladeando la cabeza. ¿Acaso lo...? No, esa opción no era factible, ni siquiera se podía pensar. No.

La muchacha habló poco después, autoritaria, señalando el árbol. Se notó un poco más confuso, incluso arrugó más el ceño, pero aunque sí chasqueó la lengua, no pronunció ninguna queja. Separándose de ella, alzándose, se acercó a donde había señalado, sentándose, ignorando la camisa, que descansaba a unos metros de él. La miró de nuevo.

—¿Qué...? —repitió.

Enarco una ceja, algo dura, escéptica a su pregunta. Creo que he sido bastante clara. He pedido que te sientes y no lo voy a repetir. Aunque parece que, pese a su necesidad de verbalizar un apregunta inútil, al menos es obediente y camina hacia el árbol. Bueno, eso ya lo habíamos hablado una vez, ¿no? En la biblioteca. Lyam es un chico obediente.

-Shhh -ordeno, cuando todavía está de pie, acercándome con pasos seguros, sintiendo el terreno irregular directamente contra las plantas de los pies-. Los pantalones -murmuro, antes de que tome asiento, instándolo a quitárselos.

Debió hacerlo antes, la primera vez que se lo pedí. Por suerte, termina por hacerme caso. Y luego, por supuesto, se sienta.

Lo alcanzo, me agacho a su lado, palpo su miembro por encima de la ropa interior, lo rozo solo con los dedos, en una caricia, pasando la zona de las uñas, y no las yemas. Finalmente introduzco la diestra mientras tiro de la prenda con la izquierda para bajarla. Quiero deshacerme de eso de una vez.
Lo recorro con la mano, una vez lo tengo a la vista. Se me escapa una sonrisa. Hacía tanto tiempo que no tocaba un pene con las manos... Es un poder que llega a echarse de menos.
Acaricio la punta con el pulgar, curiosa, observando su reacción por un instante. Este es el mayor poder que una mujer puede tener. Podría hasta esmagarlo y verlo sufrir, pero no soy tan puta.
Compruebo la dureza con interés, oprimiendo un poco. Muevo la mano arriba y abajo con lentitud, pero no demasiadas veces. Tengo poco interés en masturbarlo.

Una vez conforme con todo, le paso una pierna por encima y me siento sobre él, asiéndolo todavía, haciendo que coincida con la entrada a mi cuerpo, y entonces me lo meto dentro, echando el aire por la nariz mientras, contrayendo el vientre.

Bueno, Alehyss... Por fin estás arriba. ¿Qué se siente?
Paso los brazos en torno a su cuello, atrayendo su cabeza a mi pecho, y me apoyo en él para iniciar un movimiento lento, amplio, consciente de cada uno de mis gestos, entrecerrando los ojos.
Primero hay que entrar un poco en ambiente.

Rotó los ojos cuando la chrysos lo mandó callar, chasqueando de nuevo la lengua, pero no hubo más quejas por su parte. Siguiendo sus órdenes, se deshizo de los pantalones, dejándolos en el suelo, y se sentó. Desde su nueva posición, la observó, curioso, expectante, ya no tan confuso como antes, pero todavía con el ceño ligeramente fruncido.

Contempló cómo se acercaba a él, sintiendo la necesidad de acercarse él a ella, a sus labios, al verla arrodillada a su lado. Al notar sus dedos, sus uñas, sobre él, dejó ir un suspiro, observándola con los ojos entrecerrados, y cuando finalmente introdujo su derecha bajo su ropa interior, alzó la barbilla, apretando la mandíbula al sentir su pulgar. Sus leves jadeos se hicieron más notorios mientras sus dedos lo oprimían, lo acariciaban de arriba a abajo, y llegado a un punto incluso soltó un ahogado gemido, ronco.

La chrysos no se detuvo demasiado, y al poco ya estaba sobre él, descendiendo. Jadeó, observándola, una vez estuvo dentro de ella. Se acercó a ella, a su pecho, al notar como lo atraía, pasando los labios húmedos por su piel al tiempo que comenzaba a moverse, lentamente, acomodándose a los movimientos de la chica. Colocó sus manos en su cintura, recorriendo su forma.

Sentado no puede tener mucha movilidad, y creo que eso es lo que más agradable de todo me resulta: si yo no me muevo, si me quedo sobre él, como un peso muerto, entonces nadie podrá hacerlo. Me da prácticamente el poder absoluto. Pero como una persona bondadosa, la persona bondadosa que soy, conmigo misma, por supuesto, no hago esa faena a nadie.

Asciendo y desciendo un buen rato, con los brazos apoyados sobre sus hombros y las palmas abiertas sobre el tronco del árbol, rugoso, como si de una pared se tratase, valiéndome de las piernas y los antebrazos rectos para moverme. Luego cambio de estrategia, porque me apetece, porque puedo. Es sencillo. Paso, entonces a, con trdo su miembro en mi interior, mover la cadera adelante y atrás, movimientos suaves, controlados, cortos, pasando a veces a otros circulares, o simplemente de lado a lado. Son curvas sinuosas, sin ascender demasiado en ningún momento, y haciéndolo solo si es necesario. Contraigo los músculos, a placer, atrapándolo en mi interior a ratos.
Por supuesto, además del propio y placentero movimiento en mi interior, esto me da el añadido de la fricción externa, que provoco al moverme, frotándome ligeramente contra su cuerpo.

Desciendo el rostro un instante a su cuello y atrapo un pliegue de piel, con distracción, dejando ir parte de la tensión adicional de ese modo. La verdad es que me siento bastante más relajada, y eso que apenas me estoy moviendo. Supongo que solo me apetecía estar encima de alguien por una vez.

Al estar sentado, apenas tenía movilidad, así que se dedicaba a seguir los movimientos de la chica, adaptándose a ellos, a su ritmo, notando cómo ascendía y descendía, recorriendo la zona de su pecho con los labios, húmedos, acariciando la cintura, pasando las manos por su espalda, palpando la piel, sintiendo la respiración ligeramente más entrecortada que antes.

Sintió cómo sus movimientos cambiaban, pasando de ascensos y descensos a movimientos circulares, cortos, suaves, apenas alzándose, trazando curvas. No se opuso al cambio, a pesar de que, aunque estimulante, no era precisamente lo que esperaba, y siguió su ritmo, sus gestos, notándola contra su cuerpo. Lamió, besó su pecho, aprovechando el compás reposado que seguían.

Al sentirla en su cuello, atrapando su piel, dejó ir un suave gruñido, ronco, y buscó sus labios, girando el cuello, acercando su rostro al de ella.

Qué caballeroso... Ni una sola queja. Tampooc es que espere tener una conversación ahora mismo, y, sinceramente, ya sea porque le gusta o porque sabe que ahora mismo mando yo, mejor que no se dedique a quejarse. No puede ni imaginar lo bien que sienta a una estar situada encima, por una vez. Casi puedo sentir que comprendo ese gesto altivo de Madame Desmarais que tiene mientras te mira desde lo alto de sus tacones, con esa enigmática sonrisa de poder y burla.

Bueno, podría estar así horas, por supuesto, pero supongo que ese no es el plan. Al final los malditos jardines solo son aptos para que te levanten una pierna hasta la cintura (de él) y te lo hagan sin remilgos contra un árbol.
Empiezo a pensar que tengo un verdadero problema. ¿Tanto necesito tener a un macho alfa que me domine? Me sigue resultando absurdo. Demasiado irracional para mi gusto.

Empiezo a ampliar los movimientos de nuevo, de arriba a abajo, casi saliendo de él, pero sin llegar a hacerlo nunca. Esta vez, sin embargo, no es como antes. He decidido aumentar el ritmo, que aún nos va a coger el frío. Y él porque está sentado, porque yo lo he obligado, claro (no voy a sentirme culpable), pero que me entre el frío haciendo esto sería la cosa más patética que me haya pasado jamás.
La segunda cosa más... La tercera. Sí, la tercera cosa más patética que me haya pasado nunca.

No soporto que la izquierda me tire, pero me siento bastante entera, pese a todo. Ahora sí que estoy segura de que puedo decirle a Errst que estoy curada y que con algo más de reposo y entrenamiento bastará. Si aguanta alzar así el cuerpo, aunque sea con ayuda de la otra y los brazos, no puede estar mal.

Dejo ir jadeos breves y controlados, lo más enmascarados posibles, pero jadeos, al fin y al cabo. Estaría mal decir que no me gusta: estoy llevando el ritmo y los gestos, al fin y al cabo.
Clavo las uñas en la parte trasera de sus hombros, correspondiendo a su beso y luego apoyando apartándome, alzando ligeramente la barbilla, cerrando los ojos.

Llegado un punto, el ritmo cambió, retomando los ascensos y descensos, volviéndolos más amplios, llegando casi a separarse pero sin llegar a hacerlo nunca, transformando el compás en uno más rápido, brusco. El chysos correspondía a los movimientos de la muchacha, siguiéndolos, moviendo la cadera cómo podía, acercándose a ella, alejándose cuando así lo pedía. Su respiración se agitó, dejando ir en ocasiones jadeos breves, roncos, expulsando el aire sobre su piel, sobre su pecho. Sus manos recorrían la espalda, pasando de sus hombros a sus omóplatos, e iniciando desde allí un descenso.

Cuando la muchacha correspondió al beso, introdujo la lengua en su boca, brusco, explorándola por dentro. Pasó sus manos a su pecho, acariciando, apretándolo, y ya separado de sus labios, con los ojos entrecerrados, observó su expresión, torciendo una sonrisa.

Me entretengo cambiando el ritmo, sin bajarlo nunca demasiado, pero alterándolo a ratos, jugando con eso. Finalmente, con una sonrisa, pero los dientes apretados, sí asciendo lo suficiente como para que salga de mí, entrando de nuevo luego, repitiendo el gesto un par de veces. Es un gesto difeerente, estimulante, que me obliga a contener un par de jadeos, de nuevo, pero necesitaría repetirlo demasiadas veces para alcanzar el orgasmo con eso, así que tras las repeticiones, suficientes, recupero los movimientos anteriores, más agresivos, veloces.
Puedo dar mucho de mí cuando me siento motivada. No es por presumir. Es cierto que no estoy en mi mejor momento físico, y que podría esforzarme más. No me apetece ponerme ahora a hacer piruetas por los jardines, sinceramente. No suelo estar de humor para esas cosas. Si no me apetecen termino viéndolas ridículas. No obstante, eso no quita que pueda mover la cadera con total libertad. Solo es subir y bajar, que hay algunos (y algunas, por lo que tengo oído) que parece que tengan el cuerpo sin articular.
Así pues, esta vez mezclo. Sigo con los amplios y rápidos movimientos, que ya buscan un placer de desahogo más que el simple deleite de la dominación, pero incorporo un leve movimiento circular, de modo que yo puedo notar más que ese único sube y baja dentro de mí.
Voy a lo que voy, por qué mentir. Al final tiendo a ser bastante básica.

Conociendo mi cuerpo, moviéndome a mi gusto, no debería serme muy difícil terminar pronto.
Entreabro los ojos un instante, mirándolo. Si él es listo, por su parte, haría lo propio, porque una vez acabe seré respetuosa, pero no voy a servir de agujero, sin más, demasiado tiempo.

FdR- PORQUE SOY UNA PUTA EGOÍSTA

Continuó siguiéndole el ritmo a la chrysos, adaptándose a sus movimientos, notando cómo su respiración se alteraba, aumentando los jadeos, que eran más roncos y sonoros que antes. Cuando salió de él, volviendo a adentrarse al momento, gruñó, y después de las repeticiones, cuando la chica decidió adoptar un compás más veloz, más agresivo, sus jadeos se intensificaron, haciéndose más notorios. Sentía que no podía hacer demasiado, de hecho, se sentía dominado por ella, a merced de sus movimientos. No era algo a lo que estuviese realmente acostumbrado, y a pesar de que no era su estilo, no le resultaba desagradable.

Sus manos seguían recorriendo su pecho, apretándolo, acariciando, descendiendo luego por el vientre, y volviendo a su espalda en un determinado momento, cuando decidió acercarse de nuevo a su cuerpo, hundiendo el rostro entre sus senos, jadeando sobre su piel. Notó cómo sus dedos se crispaban.

Alzó la vista al notar cómo ella lo miraba, sin separarse, con los ojos entreabiertos.

No estoy siendo muy escandalosa hoy. Eso me gusta. Me hace sentir fuerte.
Es una tontería, lo sé. Si no soy capaz de relajarme con el sexo, ¿realmente puedo decir que lo disfruto? A veces es una pena no poder dejar ir un par de gritos, y a veces he llegado a no poder evitar hacerlo, por supuesto, pero ser capaz de controlar mi cuerpo y mis reacciones también me resulta satisfactorio.

Mi forma de expresarme, por otro lado, es mi cuerpo. Los jadeos no abundan, no me permito gemir, pero el ritmo se incrementa porque así lo deseo, porque quiero más. Y, por suerte o desgracia, últimamente no tengo demasiadas oportunidades de satisfacer mis necesidades sexuales. La abstinencia ayuda a que el momento se acerque antes.

Intercepto el rostro de Lyam en algún momento, introduciéndome en su boca con violencia. Recorro su interior, concentrada en lo que voy sintiendo entre las piernas, acomodándome a mis necesidades en cada momento, y muerdo su labio inferior cuando noto que se acerca.

Lo bueno de estar arriba es que, si sabes hacerlo, si lo has hecho lo suficiente, y si conoces tu cuerpo a la perfección (y no podía ser de otra forma en una onanista acérrima como yo lo soy), casi puedes llegar cuando más te apetezca, después de un mínimo, por supuesto.
Llegado este punto, puedo notar ya algunas contracciones involuntarias, que atraen más su miembro hacia mí, así que incremento los movimientos de cadera, volviéndolos más complejos, más estimulantes, más intensos, permitiéndome a mí misma acercarme a ese punto álgido que me aguarda al final.

Mi cuerpo se enciende un instante, como en un fogonazo, y dejo ir un jadeo, más natural, menos contenida. Con total naturalidad, echo el cuerpo algo hacia atrás, apoyando ambas manos en el suelo, a los lados de mi cuerpo, ganando libertad al separarme de él. Y desde ahí ya me muevo con total libertad, entrecerrando los ojos, mordiendo un instante el labio inferior, concentrada para no desatarme, sintiendo cómo se me forma un nudo en la garganta que me obliga a contener la respiración, permitiéndome expulsar el aire una vez de cada tantos intentos, arrastrando un imperceptible hilo de voz.

Abro los ojos de golpe, alzando un poco el rostro, como si me sorprendiese, aunque llevo viéndolo venir un buen rato. Me estremezco. Me tenso. Me crispo. Lo oprimo dentro. Me recorre un estremecimiento y paso a cerrar los ojos, disfrutando de una de las sensaciones más agradables que existen: el clímax.

He trabado la cadera, deteniéndome por un instante, pero enseguida vuelvo a ser consciente de que no estoy sola, por lo que continúo moviéndome, recuperando un nivel respiratorio más normal. No es desagradable, es diferente, y parece que hoy no tendré más de uno tampoco. Por desgracia para Lyam, no puedo seguir la velocidad de antes (quizás porque consume demasiada energía y mis intereses principales se han consumido, o porque sería incluso incómodo una vez he terminado). No obstante, lo contemplo, sin detenerme, acercándome a él de nuevo, atenta a su rostro, con curiosidad, casi diría que expectante.

Correspondió al beso de la chrysos, siguiendo los movimientos de su lengua, explorando él la suya, volviendo a unirse a ella después de que mordiese su labio interior, notando cómo el ritmo de los movimientos aumentaba, volviéndose estos más intensos, estimulantes. Se separó, jadeante, alzando la barbilla, siguiendo el compás que la chrysos marcaba, observando su cuerpo, que ahora estaba más alejado. Sus manos abandonaron su espalda.

La muchacha no tardó demasiado en llegar, tensándose, oprimiéndole dentro de ella, y deteniéndose después para volver a moverse al instante, acercándose a él, que continuó moviéndose hasta que terminó, poco después de ella, notando justo después cómo su cuerpo se relajaba, dejando caer la cabeza y los hombros.

Su respiración se fue calmando lentamente. Observó el rostro de la muchacha, al que volvió a acercarse, buscando sus labios, suave.

fdr. :__(
quiero dormirrfhdfhksjd

Tras el beso dejo ir un suspiro y esbozo una sonrisa. Para la próxima quiero hacerlo de pie, ahora que ya tengo claro que la pierna aguantará cualquier cosa. Esta solo ha sido otra forma de probar mis capacidades físicas actuales.

Salgo de encima, apretando los ojos un instante, en el momento en el que lo siento salir. Me yergo, estirando las piernas, con deleite.

-Hace fresco -comento, mirando al alrededor, como volviendo a caer en la cuenta de que estamos en los jardines-. ¿Nos habrán visto? -inquiero luego, casi con tono burlón.

No estampos en la puerta de palacio y es de noche, pero no me parecería demasiado extraño, tampoco.
No tardo en cubrirme del frío y Lyam hace lo propio. Creo que ambos estamos de acuerdo en que ahora ya sí que no es momento para dar un paseo por los jardines.
Y yo que me moría por una ducha, y a estas horas...

Me espera, así que me coloco la capa, por último, y lo sigo en dirección a palacio.

*se van*

Salí a los jardines con una sonrisa brillando en mi rostro, enorme y poderosa como aquel día magnífico. Los animales parecían cantar a mi paso, los miembros del servicio me saludaban con alegría, animados de mi mejora, la energía que irradiaba mi poderosos cuerpo era como la más maravillosa existente sobre la faz del mundo entero.
Incluso el sol parecía brillar más que ningún otro día desde el fin de la tormenta, y por mucho que mirase al cielo no veía nubes, solo un claro color aún azul pese a la hora que era.

Las plantas eran balanceadas suavemente por el viento, los jardines parecían vivos, nuevos, impresionantes, como si la tierra nunca hubiese sido removida y aquella hermosa vista llevase así desde el inicio de la existencia del mundo.
Tomé asiento en uno de los bancos, sin poder borrar aquella animada sonrisa, observando el paisaje, reconstruido. No había encontrado a Tel en los establos, de modo que disfrutaba en solitario, notando el dulce aroma de las flores, de un día magnífico y noblemente hermoso.

Suspiré y me recosté. Incluso salir al exterior era maravilloso...
La brisa me acariciaba el flequillo. La libertad flotaba en el aire. Apenas sentía dolor en el vientre, y los calmantes ayudaban con aquello. Cientos de imágenes atacaban mi cerebro, obligándome a mantener mi humor arriba.

Excelente jornada...

*se queda*



Un mugido llamó mi atención. La sonrisa se me ensanchó. ¡¿Ya habían llegado?!
Me levanté.

*se va*

Vaya día más ajetreado: el lago, las habitaciones, ahora los jardines... Lo cierto es que está bastante mejor que mis paseos del cuarto al comedor, del comedor al pasillo y del pasillo a más pasillo durante varios minutos, rondando las mazmorras sin llegar a bajar. Aunque...

Miro de reojo a Narbe, con las manos en los bolsillos. Él va delante. Lo cierto es que estoy algo nerviosa. Siempre pasa eso. A veces una persona ha de enfrentarse a un reto nuevo y no tiene claro cómo reaccionar. De todas formas, ya que estamos aquí... Tampoco va a ser para tanto, ¿no?
Venga, Frikka, cojones...

-Aquí está bien, ¿no? -inquiero, acercándome a un banco algo alejado, echando un vistazo a ambos lados. Termino por sentarme.

No hay nadie cerca ahora mismo. Excelente.
Coño, ni que fuéramos a matar a alguien, tampoco.

Me tiro al suelo en el punto que me indica, a los pies de su banco. Me siento un poco... como hace unos años y nos sentíamos muy rebeldes. Nuestros padres nos miraban con desaprobación y nosotros creíamos que nadie nos entendía. La primera vez que vi a un adulto fumar fue una decepción enorme.

Lío un cigarrillo con rapidez, canturreando entre dientes mientras tanto. Invoco un pequeño flagrare para encenderlo y tras la primera calada se lo tiendo.

-Aquí tienes, preciosa. Con calma que está fuerte- parece una chica dura, pero no quiero que la fiesta acabe con la invitada de honor dando volteretas hacia atrás.

Estoy sentada en el banco, pero termino, tras unos segundos, por sentarme a su lado, con las piernas cruzadas y las manos apoyadas sobre las rodillas, mirando curiosa su destreza. La verdad es que parece un tema de habilidad manual interesante. A saber cuánto habrá practicado el tipo este a lo largo de su vida. Normal que vaya tan contento a todas partes.

Lo veo fumar, con el ceño fruncido, concentrada. Luego, torpe, tomo lo que me ofrece. Le doy un par de vueltas en la mano, mirándolo, como si fuese una nueva especie de insecto raro.
A ver... No sé cómo va, pero lo he visto varias veces. Si esos gilipollas pueden yo tengo que poder.
¿Qué demonios estoy haciendo?

Me acerco el extremo a los labios, dudosa, y finalmente, aspiro. Bueno, la primera vez chupo. Se me llena la boca de humo y arrugo el ceño. Desde ahí, se me ocurre inspirar y, sinceramente, mala idea, porque enseguida me pongo a toser. Me arden los pulmones. Mithos. ¡¿Qué demonios?!

No acaba ahí. La tos remite pronto, dejándome solo la sensación áspera en la garganta, pero al mismo tiempo me inunda un extraño mareo desde abajo, hasta la cabeza.
Abro mucho los ojos, pasándole la cosa esta, mientras intento recuperar la respiración natural.

-Joder... -murmuro, una vez consigo recuperar el aliento, pasando a mirarlo.

La miro entre divertido e interesado. Parece un cachorrito a punto de atacar a un animal especialmente extraño. Resulta casi tierna. Encuentro el espectáculo bastante cómico hasta el momento que empieza a toser como si se le fuera el alma por la boca. ¡Mithos! ¿Qué he hecho? Cojo el pitillo y me acerco, preocupado.

- ¿Estás bien, chica? Oh, mierda. Siempre se me olvida que la gente puede no estar acostumbrada a mis cigarros. Oh, mierda. ¿Estás bien? ¿Quieres que te traiga algo? No quería hacerte daño, de verdad... Mierda...- me pongo nervioso por segundos y doy otra calada, esperando que el humo me tranquilice. Me dejo el cigarrillo colgando del labio, y le paso el brazo sobre los hombros.

Espero que no esté enfadada. No me gustaría que estuviera enfadada. Le ofrezco el cigarro con una sonrisa arrepentida, a modo de ofrenda de paz.

Termino de toser, con las lágrimas queriendo salir de los ojos, pero niego varias veces. No pasa nada.

-Todo controlado -aseguro, con voz algo ronca-. Tranquilo.


Miro de nuevo el cigarrillo, dubitativa. Como sea igual todas las veces voy a morir en tres, dos, uno... Bueno, a la mierda. Pues a joderse.
Termino por tomarlo y me lo llevo a los labios de nuevo, concentrándome. Venga. Yo puedo.
Aspiro con suavidad, procurando tomar menos humo que antes. Intento mantenerlo en los pulmones más de un nanosegundo. Luego, finalmente, toso de nuevo, aunque menos que antes. Y se me vuelve a subir esa cosa a la cabeza.
Joder...
Se lo paso.

-Pfff... ¿Cómo haces para no echar los pulmones por la jodida boca? -inquiero, mirándolo con una mueca divertida.

A cada movimiento que hago con la cabeza parece que se me vaya por un momento, como si tardase un instante entre que la ordeno parar y que se detiene realmente.

No parece enfadada. Menudo alivio. Esta vez parece irle mejor y no estar a medio camino de la muerte. O quedarse un poquito más lejos, al menos. Aspiro con fuerza cuando me lo pasa y empiezo a notar el efecto a lo lejos, como una nube que se acerca.

- Cuestión de práctica, supongo- dejo salir el humo en forma de un par de anillos y sonrío-. Cuando era un crío creía que así parecía mayor y duro y me aficioné. Ahora solo fumo en momentos especiales... O cuando tengo una señorita encantadora acompañándome- le guiño un ojo.

- ¿No te sientes muy relajada? Como si el humo te deshiciera por dentro un poco. Me encanta esta sensación- me tumbo en el suelo dando otra calada, usando mis manos como almohada. Qué noche tan bonita.

Sonrío, burlona. Qué sorpresa, ¿no? Es lo típico, supongo. Yo nunca tuve esa necesidad de parecer dura. Siempre fui dura. Demasiado dura, a veces. No es que lo fuera, pero es la imagen que daba.
Y cómo vuelan las fichas, señores, por cierto. Extrañamente, me hace gracia.

Cuando se tumba le robo el pitillo de entre los dedos, sin pudor. Inspiro por tercera vez. Sigo diciendo que rasca que joder, pero bueno... Ya no toso tanto. Aunque empiezo a notar la garganta seca.
Me dejo caer, como él, sobre la hierba. La caída resulta... Es como si se me fuese la cabeza. Muy raro. Raro. Raro raro.

-Al mover la cabeza me da como un vértigo que... -. Aspiro un poco más, echando el aire, intentando imitar sus aros-. ¿Cómo haces eso?

Toso un poco y se lo paso.
Frikka, tranquila. No te pases. Nunca lo has hecho, pero tienes información suficiente. Para antes de que no te despiertes más.

-Es como tener el cráneo lleno de aire...

Tardo un poco en entender a lo que se refiere. Trago una cantidad mayor de humo y hago una serie de aritos mayor. Meto el dedo en uno de ellos y río, pero me sueno más seco de lo normal. Ya empiezo a sentirme como si estuviera fuera de mí.

-¿Esto? No sé...- boqueo palpándome el cuello-. Es como hacer oes, pero desde aquí- digo dándome toquecitos en la nuez-. Como cuando te pegan un puñetazo en el estómago y tragas las letras. Creo que ya no me sé explicar muy bien...

Arranco hierba con la mano libre y sonrío. De repente siento como si no pudiera estarme quieto y ruedo sobre mi estómago, quedándome a su lado pero boca abajo.

- Eso no es novedad para mí. Mi madre siempre decía que solo tenía aire en la cabeza y que no servía ni para pelear. Pero mira, en eso se equivocaba...

Lo miro, divertida. Siempre me ha parecido una habilidad inútil, pero mola. Aunque si es flamma quizás hasta pueda hacerlo hasta sin cigarro. ¿No saben echar fuego por la boca y mierdas de esas? Qué chulo, joder... Aunque había uno en el pueblo que con el aliento que tenía solo necesitaba una chispa y creo que daba el pego como flamma.

-La verdad es que no te explicas muy bien -termino por zanjar, con una leve risa, negando un par de veces.

No sé por qué nunca antes me he tumbado aquí. Si esto es mejor que mi cama, joder... La hierba acaricia, es fresquita, y ahora que el suelo ya no da asco de barro está bien incluso en eso.

Dejo ir la risa en forma de bufido cuando dice lo de su madre. Madres... Un buen tema...

-Joder... Qué borde, ¿no? Pues la mía no hubiese deseado otra cosa que que no supiese pelear. Porque no son cosas de chicas, ya sabes...

Abro los brazos en cruz, expandiéndome. Tengo la lengua que parece una suela de zapato. Qué asco... ¿De dónde saco agua yo ahora?

Coño... No es aire lo que tengo en la cabeza. Es... Es niebla.

Le lanzo un puñadito de hierba. Me molestaría, pero el esfuerzo no compensaría.

- A veces creo que se burla usted de mí, señorita- le saco la lengua, pastosa. El cigarrillo ya está casi consumido y lo apuro en una última calada. Casi me parece que las estrellas se mueven. Preferiría que no lo hicieran, la verdad. Más problemas con el cielo no, por favor.

-No lo decía por ser borde, más bien... ella sí que era una guerrera. Hace veinte años hubiera sido la primera en oír la llamada, seguro. ¡Y pelear sí que es cosa de chicas! Quiero decir, las chicas aquí sois tan buenas como cualquer chico...- una idea cruza mi mente-. ¡Pégame!- exclamo-. Enséñame cómo de dura eres.