Kirr, el Fuerte (I)

Me presenté al amanecer, tal y como estaba establecido. Aún mientras me dirigía al lugar de encuentro, seguía preguntándome por qué había decidido presentarme para aquello. En mi cabeza, había ido elaborando una serie de argumentos, que si bien individualmente no me convencían mucho, en conjunto eran aceptables.

Entre ellos destacaba la necesidad apremiante de retomar mi actividad en Brontë, antes de que algún líder decidiera llamarme la atención al respecto. Me había tomado con calma la recuperación tras la pérdida de las alas, pero nada justificaba ya lo poco que me inspiraba la sala de entrenamiento. Si conseguía no salir muy mal parado de este combate, podía que incluso ganara algo de motivación.

Nunca me había considerado un hombre pequeño, pero al lado de aquel tipo parecía difícil considerarse cualquier otra cosa. Si los flamma se caracterizan por una constitución poderosa, aquel mestizo había conseguido sacarle el máximo potencial a su origen. Esperaba que eso no supusiera una molestia.

Me acerqué a él y estreché la mano que me tendía, asintiendo a su pregunta.

-Cierzo Cogo -me presenté también.

Me había equipado en el palacio con una espada de tamaño medio, pero no tenía intención de utilizarla en primera instancia. Había venido a poner el práctica mi estilo de lucha, así que pensaba dedicarme a la magia.

Tras las presentaciones, tomé posición a una cierta distancia y me preparé para estudiar el estilo de lucha de mi oponente y actuar en consecuencia.

Una vez hechas las presentaciones, establecimos rápidamente las condiciones del combate, dejando claras las normas, que eran bastante simples. En conjunto, las habituales en un duelo de aquel tipo. Acordado todo, me puse en posición, a una distancia de seis metros del mestizo, en guardia.

No se lo pensó mucho. Según estuvimos dispuestos, se lanzó cargando de frente, rápido, con intención de cortarme en dos. Una forma muy buena de intentar noquear a tu oponente, tal vez, pero no la mejor para evitar su muerte.

Pese a todo, no era muy rápido, y un golpe tan directo era fácil de ver venir. Yo, que ya estaba preparado para su ataque, me eché rápidamente a un lado y lancé un aethes contra él, con intención de desequilibrarlo. Después, preparé un ntendbit en mis manos. Si mi anterior hechizo conseguía su objetivo, lo lanzaría contra él para golpearlo. En caso de que consiguiera resistirse y defenderse, utilizaría el tornado como escudo.

Traté de recuperar distancia. Con la magia, atacar de lejos no era un problema. Por otra parte, si su arma implicaba cercanía y era tan directo, un poco de distancia facilitaría el verlo venir.

Me vi sorprendido por su reconocimiento. No estaba acostumbrado a causar aquella sorpresa. Bien pensado, tenía sentido. No me había parado a contemplarlo con detenimiento, pero mi aspecto actual tenía más de flamma que otra cosa. Torcí el gesto, en una mueca que, con algo de imaginación, podría considerarse sonrisa. Así que contaba con una ventaja que estaba ignorando. Una pena desperdiciarla así. Sin embargo, negarlo ya era absurdo, pues me había descubierto. Asentí, pero no respondí.

Parecía que, tras mi respuesta, se lo pensaba un poco más. Había que reconocerle su aspecto imponente, que dejaba entrever una fuerza con la que aún no había tenido ocasión de encontrarme. La había lanzado en principio a lo bruto, pero ahora se lo pensaba mejor, preocupándose de buscar un flanco en lugar de ir a ciegas. Se notaba en sus gestos.

Seguí con el cuerpo sus movimientos, preocupándome de mantenerme protegido, todavía con el ntendbit entre las manos. Cuando lanzó su ataque, no me limité a mantener el hechizo ante mí, sino que lo lancé contra su arma, contra su mano. Si la agarraba con suficiente fuerza tal vez no lo consiguiera, pero prefería desarmarlo. Aquel arma no me inspiraba ninguna simpatía.

Conjuré un segundo ntendbit con el que reforzar el primero, y traté de crear un aethes que me ayudara a golpearlo. Tal vez él era fuerte, pero yo era rápido y sabía controlar bien mi magia. Contaba con esa ventaja sobre él.

Los hechizos no lograron su objetivo, aunque sí conseguí evitar que el hacha, cuando me alcanzó, no profundizara en la carne. No hice ningún gesto respecto al daño. No era grande, pero sí demostraba que iba en serio. Cabía de esperar, después de todo. Esto no era un entrenamiento, sino un duelo.

Cuando retrocedió un par de pasos hice lo propio, alejándome de su hacha, que ahora tendría menos alcance. Aunque, desde luego, si me alcanzaba, podía irme despidiendo. Conjuré un ntendbit, pero no lo lancé, pues estaba cubriéndose. Me limité a utilizar el hechizo para hacer lo propio.

Se lanzó de nuevo de frente, siempre de frente. ¿Estaría intentando que me confiara para lanzar después otra clase de ataques o de verdad era así como luchaba siempre? Ir de frente lo hacía predecible, y su velocidad me daba perfecta capacidad de reacción.

Al verlo venir, dejé que se acercara un poco, y antes de estar dentro del alcance de su arma, me eché a un lado para evitar su embestida, dejándolo pasar junto a mí de forma que su espalda me quedara de frente. Entonces sí, lancé el hechizo directamente contra él, y lo reforcé con un aethes bajo para intentar desestabilizarlo.

La técnica empleada pareció lograr su objetivo, porque el enorme mestizo pasó de largo sin llegar a alcanzarme, recibiendo los dos ataques. No me pasó por alto el hecho de que pronto estuvo en pie de nuevo, sin dejarse avasallar. Tenía la sensación de que estaba en ventaja con respecto a él, pero aquello no parecía importarle demasiado.

De nuevo a una distancia de él que me resultaba propicia (no lo suficientemente cerca como para que me alcanzara pero sí lo suficiente como para acertarle con mis ataques), esperé a que se lanzara de nuevo. Sin embargo, parecía estarme retando a iniciar yo un ataque. Así lo hice.

Sin dejar que acortara las distancias, lancé en primer lugar un aethes a la altura de su pecho y otro a ras de suelo, a los tobillos. El aethes era un hechizo que me gustaba, porque servía tanto para desequilibrar como para cortar. No serían más que cortes superficiales, probablemente, pero esperaba que fueran suficientes para provocarlo. Si no caía, se lanzaría, casi seguro, de nuevo contra mí.

Para cuando así lo hiciera, preparé un nuevo ntendbit, que utilizaría en función de las acciones de mi oponente.

Parecía que, poco a poco, iba entendiendo mi forma de luchar, lo cual no me favorecía demasiado. El caso es que, como esperaba, se lanzó contra mí, tratando de acortar distancias. Asunto que, desde luego, tampoco me favorecía demasiado, así que no pensaba permitírselo.

Tratando de superar su velocidad, y aprovechando que mis ataques no le había permitido avanzar tan deprisa como probablemente él hubiera querido, comencé a moverme en diagonal hacia atrás, tratando de mantener la distancia. Correr hacia atrás no era lo mismo que correr de frente, pero seguía contando con mis habilidades. Permitirle alcanzarme, vista su fuerza, sería un gran error por mi parte.

Así, pues, traté de evitar el golpe que me lanzó con el hacha, y aproveché que alzaba los brazos y el arma para golpearme en la cara para enviar mi hechizo directo a su pecho. Al mismo tiempo, continué moviéndome y retrocediendo cuando él avanzaba, buscando esquivarlo y mantenerme fuera de su alcance en todo momento.

Con intención de desequilibrarlo de nuevo, lancé un primer aethes a sus canillas, y prontó me preparé para lanzar una segunda ráfaga que siguiera a la primera. Si la primera fallaba, la segunda serviría para sustituirla. En caso de que las dos acertaran, el golpe sería más fuerte.

El primer golpe, fácil de acertar, dio en su objetivo. Sin embargo, los otros hechizos no funcionaron tan bien, sino que pasaron rozándolo. El hombre seguía bien dispuesto a alcanzarme, así que debía combinar mis ataques con movimientos para evitar que llegara a mi altura. Retrocedía sin seguir una línea recta, sino formando una pequeña curva, de forma que cualquier posibilidad de acorralarme quedara descartada para él. Aunque, en campo abierto, aquella posibilidad ya era mínima desde el principio.

Mientras él se acercaba, yo seguía tratando de detener su avance. No me pasó por alto el hecho de que volvía a sujetar el hacha con una sola mano (hecho probablemente más cómodo para él). Eso facilitaría el deshacerme de ella si tenía oportunidad, pero también hacía su rango de alcance mayor. El otro brazo parecía pretender recibir los golpes que yo enviara.

Llegado aquel punto, decidí cambiar un poco el estilo. Los aethes eran ataques que alcanzaba con cierta facilidad, empujaban y cortaban, pero los ntendbit, al estar más concentrados, tenían una mayor consistencia a la hora de dar un golpe. Y, teniendo en cuenta que el hombre no dejaba de avanzar, parecía que unos simples cortes no iban a detenerlo.

Sabía que aunque tratara de cubrirse con el brazo, este no era lo suficientemente grande, lógicamente, como para cubrirlo entero. Acceder a la cara sería difícil, y tampoco era un punto fácil de alcanzar. El pecho, desde luego, quedaba descartado, y el vientre también era de difícil acceso. Los puntos más al descubierto eran de cadera para abajo, y aunque parecía tener cierta facilidad para evitarlos, eran los que más posibilidades tenían de hacer algo en aquellas condiciones.

Conjuré un primer ntendbit hacia el bajovientre, tratando de dirigirlo al eje de su cuerpo, y en el momento en que lanzó su hacha contra mi estómago, traté de esquivarlo pivotando y cambiando de golpe de dirección, desplazándome hacia la derecha y lanzando un segundo ntendbit de nuevo a la zona de la cadera. En seguida trataba de alejarme ya de nuevo, antes de que tuviera tiempo de alcanzarme.

Ya había utilizado el mismo truco antes, y empezaba a hacerse evidente que el grandullón aprendía deprisa. Al sentir el golpe se me escapó todo el aire de repente, y por un momento me quedé aturdido y sentí una cierta debilidad. Sin embargo, el instinto de supervivencia me obligó a apretar los dientes e intentar sobreponerme.

Por suerte, había acertado yo también, con lo que mi oponente quedó desestabilizado, dándome tiempo de recuperarme. Me retiré, pues, conjurando en seguida un nuevo ntendbit, por si, por algún motivo, tenía tiempo de lanzarse contra mí antes de que pudiera reaccionar.

No tardó, efectivamente, en tratar de embestirme. Mi primera reacción fue lanzarle el ntendbit en un golpe directo, tal y como él intentaba hacer conmigo. Si se encontraba con mi hechizo, tendría que tratar de esquivar el golpe y no podría embestirme a mí. A continuación, me eché rápidamente a un lado, saliendo de su trayectoria, y lancé desde un lateral un aethes. De nuevo, preparé un ntendbit.

Fui capaz de detenerlo otra vez, pero no parecía darse por vencido. Cuando, una vez más se lanzó hacia mí, me preparé para repetir mi acción. Fue entonces cuando vi volar el hacha hacia mí y, en un gesto reflejo, me agaché para evitar que impactara contra mi cara. Tras el hacha venía el enorme hombre, tratando de lanzarse sobre mí.

No tenía mucho tiempo para reaccionar. Movido por la urgencia y la adrenalina, dejé ir contra él en hechizo que tenía entre las manos y rodé a un lado, tratando de alejarme de él lo más posible. Para ayudarme en este gesto, solté también un aethes. Dejar ir el hechizo no me empujaría, probablemente, pero sí evitaría que se acercase, en cierto modo. O eso esperaba.

Apoyándome para ponerme en pie antes de que pudiera alcanzarme, conjuré un nuevo ntendbit, uno más que lanzarle si seguía pretendiendo echárseme encima. Al menos, ahora ha alejado él mismo su arma. El problema es que su propia fuerza física parece un arma en sí misma.

El golpe logró evitar que se me echase encima, así que pronto estuvimos los dos de nuevo en pie, uno frente al otro, dispuestos a continuar. Por el momento no corría riesgo de que un hacha me partiera en dos, y para evitar que esa situación cambiara, decidí moverme alejándome del hacha, y alejándolo por tanto a él también de la misma para seguir atacando. Bastante tenía con el musculitos en sí mismo.

Pronto alzó los puños en posición de combate, claramente dispuesto a atacar con ellos. De esta forma, se protegía, una vez más, la cara y el torso, dejando más accesible la mitad inferior de su cuerpo. Lo primero que hice fue alejarme un poco, tratando de ganar distancia. Nunca había sido gran amigo del cuerpo a cuerpo, y no había por qué hacer excepciones.

En segundo lugar, conjuré un primer ntendbit dirigido, una vez más, al bajovientre, tal y como había hecho la última vez. Antes de enviarlo, esperé a asegurarme de que seguía intentando acercarse, de forma que él mismo se lanzara contra el hechizo. Traté, pese a todo, de que no se acercara demasiado, y de retroceder yo si así lo hacía.

Siguiendo el ntendbit, conjuré un aethes más o menos a la misma altura, y tras él un nuevo ntendbit que mantuve entre las manos, preparado para continuar.

Pese a que su cansancio se hacía patente, no parecía dispuesto a rendirse. De hecho, continuaba tratando de alcanzarme, aunque ya no se lanzaba sin más, sino que buscaba la forma de hacerlo antes de golpear. Yo, por mi parte, me encontraba en mejor situación, y me dedicaba a mantenerme alejado de sus puños y seguir desgastándolo.

Viendo que se lo tomaba con más calma, decidí hostigarlo para impedirle recuperar el aliento. Al ver que seguía tratando de cubrirse, llegué a la conclusión de que tenía que aprovecharme de mi velocidad, intentando que no tuviera tiempo de protegerse, para poder alcanzarlo.

Así pues, lancé en primer lugar el ntendbit al bajovientre, como la última vez, y a partir de ahí traté de crear una cadena de hechizos sin interrupciones. Consciente de que, aunque fuera como reflejo, trataría de cubrirse del primer hechizo, lancé el segundo ntendbit más arriba, más dirigido al pecho y la cara. El siguiente iría de nuevo bajo, creando una sensación de ritmo en los ataques. El cuarto, sin embargo, pensaba dirigirlo bajo también, rompiendo así el ritmo.

Al ser hechizos rápidos, estaban menos formados, y harían, probablemente, menos daño, pero esperaba que la cantidad de ellos ayudara a compensar ese hecho. Por otro lado, seguía ocupándome de retroceder cuando él avanzaba, manteniéndome fuera de su alcance.

Bloqueó el primer ataque, pero no pudo hacer nada respecto a los siguientes. Conseguí romper su ritmo, con lo que seguí desgastándolo sin pausa. Sin embargo, no caía. Tenía la sensación de que se balanceaba un tanto y, de hecho, cuando volvió a intentar atacarme, sus pasos eran vacilantes. Ni siquiera necesité esquivar el golpe, que no llegó a darme, pues cayó al suelo.

Tras asegurarme de que su situación no era grave, esperé junto a él a que se recuperara, y cuando se vio capaz de levantarse le tendí la mano para ayudarlo. Una vez estuvo en pie, nos despedimos. Formé una mueca, una especie de sonrisa, a sus palabras.

-Ha sido un placer -coincidí-. Aunque preferiría que no fueras dando mi nombre por ahí. En lugar de eso, te pediría que hablaras de mí como un guerrero de Brontë. Habla de la fuerza de Brontë, no de la de Cierzo Cogo. Y siéntete libre de volver a retar a Brontë cuando así te plazca.

Tras despedirme de él, volví directamente al palacio. Quería cambiarme y asearme, además de asegurarme de que no había recibido ningún golpe peligroso. La herida en la sien no acababa de transmitirme confianza.