Dalia, la danzante (I)

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EXPLANADA CERCA DEL PUEBLO DE PASO

Elektra Samon

La reunión tendría lugar justo después del mediodía, en una explanada cercana al pueblo de paso, que quedaba a unos diez minutos de este. Elektra llegó puntual, esperando hallar a su enemiga allí mismo.
El día era templado, y la brisa que soplaba, si bien llegaba a librar un poco del sofoco que producían los rayos del sol, apenas hacía nada por refrescar a los presentes. Y, sin embargo, pese a todo, la mujer se hallaba vestida con varias capas de ropa, como si no pudiese sentir el calor sobre la piel.
Dalia, la danzante (I) Sorcerer_by_gtako1

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-Buenas tardes -saludó la mujer que la esperaba, con tono cantarín, dando una vuelta sobre sí misma, juntando ambas manos estiradas sobre su cabeza, como haría una bailarina. Terminó con un pequeño salto, grácil, hacia adelante, que la acercó un poco a la parvus-. Mi nombre es Dalia y, como puedes ver, soy una maestra de la danza -se presentó, tomando un par de pliegues de sus ropajes y haciendo una leve reverencia-. Vosotros, los de Brontë, no podéis alcanzar mis exquisitos movimientos y ni mi poder -continuó, con una sonrisa algo pérfida, inclinándose hacia ella con aire arrogante-. ¿Cuál es el nombre de aquella que osa enfrentarse a mí? ¡Déjame decirte que nada de lo que hagas conseguirá superarme! -exclamó, y acto seguido se echó a reír a carcajadas agudas, señoriales, echando la cabeza hacia atrás, digna.

Cuando recuperó la compostura, Dalia miró a Elektra, aguardando por la respuesta.

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Los rayos de sol me molestaban más que de costumbre, se notaba que los últimos días había pasado demasiado tiempo dentro del palacio. Habíamos quedado en una explanada cercana al pueblo de paso, poco después del mediodía. Mis pasos eran cortos pero rápidos. Jaogín estaba sujeto a mi espalda en posición diagonal con una cinta atada a mi ropa, que consistía en un mono de pierna corta y asas, de color rosa pálido y sin ningún estampado.

Sin sospechar que había llegado ya, levanté la mirada siendo deslumbrada por alguna luz. Pensé que era el Sol, pero estaba encima de mí, no podía ser. Dudé si se trataba de magia, pero con el segundo atisbo me di cuenta: era una mujer de difícil mirar. Su boca se abrió y fue lo peor que le podría pasar a mis oídos. Sonreí una vez mis pupilas se acostumbraron y la distancia entre nosotras era suficiente para no respirar su seguramente perfume barato.

- Encantada, soy Elektra - respondí mirando hacia arriba, haciendo que el sol se reflejase en mi sonrisa -. Me alegra saber que el estilo no es sólo cosa de Brontë.

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Dalia dejó ir una nueva risa al escuchar las palabras de Elektra, esta vez más suave. Primero la miró, de arriba abajo, esgrimiendo una sonrisa triunfal, y cuando sus ojos regresaron junto a los de la parvus suavizó la mirada, tomando impulso para dar un triple giro sobre sí misma, apoyándose únicamente en el pie derecho. Incluso parecía brillar levemente al hacer aquello.

-¡Elektra, pues, me has derrotado! ¡La victoria es tuya! -exclamó, llevándose una mano al pecho con expresión agradecida. Sin embargo, no tardó demasiado en reír de nuevo, con más suavidad-. Eso me gustaría decir, pero, sin embargo... ¡Esto no se trata de una batalla de estilo! Además de por mi gran arte con la danza -la mujer, que superaba el metro setenta, estiró los brazos, el cuello, todo su cuerpo hacia arriba, adoptando una pose elegante y refinada-, soy una maga poderosa. Y hoy, querida, he venido a demostrar lo segundo.

La miró de nuevo, con sonrisa incisiva, haciendo ondular su melena de un gesto con la mano, pareciendo que era el viento lo que la mecía.

-Así pues, querida, prepárate. Esto no ha hecho nada más que empezar. Te cedo, por tu gentileza, la posibilidad de atacar primero. ¡La derrota será de aquella que no pueda seguir bailando!

Y con una nueva risotada, la mujer aguardó, alzada, a que la guerrera se moviese.

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Sus movimientos, sus giros... La chica no me gustaba nada en absoluto, además de ser maga era bailarina... Por muy ridículo que sonase, no podía bajar la guardia con ese esperpento. Sonreí sin embrago a sus palabras, no iba a permitir que esa mujer se burlase de mí.

- Será un honor bailar contigo - mi sonrisa se mantenía intacta desde el primer momento en que la había visto.

Desaté con delicadeza la cinta que ataba a Jaogín contra mi espalda, y lo así con la mano derecha. Di una paso hacia delante, hacia Dalia mientras mi mano izquierda se dirigía hacia el tridente, sostenido entonces por mis dos manos. Con un movimiento rápido y circular -desde mi derecha- lo apunté hacia su cara.

- Lo limpio todos los días - comenté sin quebrantar la sonrisa -. Si lo miras fijamente puedes ver tu reflejo en él.

Con un poco de suerte, ya habría ganado el combate.

Bajé rápidamente el tridente apuntándolo hacia su vientre, y lo empujé hacia ella. No tenía la más mínima intención de atravesarla, mirarla a ella ya era suficiente espanto.

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De nuevo, una estridente salió de los labios de la mujer, resonando en todo el lugar, perdiéndose entre los árboles cuando Elektra habló. Luego la miró, con sonrisa desbordaba. Se la veía claramente encantada.

-Me gustas, Elektra, querida... -murmuró, sin retroceder cuando la paruvs le apuntó con su arma, mirándola fijamente a los ojos-.¡Cuando acabe contigo te convertiré en mi aprendiz de danza! -exclamó, abriendo mucho los ojos.

Cuando Elektra lanzó la estocada hacia el vientre de Dalia, esta simplemente se giró, echándose hacia atrás y levantando la pierna izquierda, adoptando la posición de una luna creciente, de forma que el arma hubiese atravesado el arco que quedaba a su espalda, sin llegar a tocarla.

-¡Nairea! -exclamó, con tono alegre, y una espesa niebla blanca empezó a cubrir la zona, dificultando la visión para ambas, extendiéndose por la explanada. Dalia aprovechó para introducirse en la niebla de un impulso, dando un giro sobre uno de sus tacones-. ¡No podrás alcanzarme tan fácilmente! -. La voz pronto sonaba más lejos, en diagonal, hacia la izquierda de Elektra-. ¡Aquaerum!

En medio de aquella bruma, la guerrera no tenía forma de saber a qué parte exacta apuntaba el ataque. Y quizás si esperaba a verlo no pudiese reaccionar a tiempo.

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Agilidad: * * * *

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No fue le resultó difícil esquivar la estocada de Jaogín con uno de sus escalofriantes movimientos. Antes de que pudiera hacer nada más, una espesa niebla nos rodeó a ambas, impidiendo mi rango de visión a cualquier distancia. Me estaba haciendo un favor, así no tendría que verla.

No bajé la guardia en ningún momento, porque fue poco después de su Nairea cuando oí un segundo hechizo. La única opción que tenía era apartarme, al fin y al cabo Dalia habría apuntado seguramente hacia mi posición antes de llenarlo todo de niebla; un desajuste en mi situación y con un poco de suerte saldría intacta de su hechizo. Orientándome por su voz, salté hacia mi derecha, impulsándome con toda mi fuerza para desplazarme la máxima distancia posible.

Me apetecía jugar un poco a mí también. Solté con la mano izquierda a Jaogín, y rápidamente la coloqué en el suelo - Pervatia.

Un muro se levantaría a pocos centímetros de mí, justo en frente, para después clavar los dientes del tridente en mi posición, y yo retroceder unos cinco pasos.

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Elektra sintió pasar el hechizo a su lado, donde se había encontrado medio segundo antes, removiendo un poco la niebla. No quedaba ninguna duda de que su puntería bastaba para alcanzarla incluso en medio del banco de bruma sin demasiada dificultad. Era una mujer poderosa, y más aún escondida en aquella blancura.
De todos modos, tras el salto Elektra cayó, con mucho estilo, preparada para luchar, sin miedo a su oponente. Se apresuró a invocar un muro ante ella y, tras el mismo, ubicó su tridente, clavado en el suelo, con el mango sobresaliendo por encima de la piedra, retrocediendo ella misma, alejándose de la defensa, desarmada.

-¿Dónde te has metido, querida? -podía escuchar entre la niebla, a su izquierda en diagonal-. Nairea -oyó de nuevo, y el banco que había empezado a disolverse se espesó de nuevo, inundando los alrededores.

Los pasos sonaban poco, pero Elektra estaba a contraluz, y podía ver cómo la estilizada figura comenzaba a proyectar una suave sombra en la niebla, que la ayudaba a localizarla porque ya estaba lo suficientemente cerca. Se detuvo frente al pervatia, a escasos seis metros de la parvus, y Elektra pudo escucharla reír.

-¿Crees que una pared te protegerá de mis piruetas? ¡Aquaerum! ¡Vas a aprender unos pasos que...!-. De un ágil salto, haciendo un suave tirabuzón sobre sí misma, Dalia se subió al pervatia. No obstante, cuando apuntó abajo no vio más que el tridente clavado en el suelo. No llegó a lanzar el hechizo-. ¿Dónde te escondes de mí? Da igual lo bien que bailes si no se ven tus hermosos movimientos -la oyó decir, viendo cómo la suave sombra se bajaba del muro.

No se movía de donde estaba, y con la niebla Elektra no podía tener claro si Dalia le daba la cara o la espalda, si sabía dónde estaba o si solo estaba esperándola con un aquaerum en la mano, preparada para recibirla.

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Agilidad: * * * *
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Cinco eran los pasos que nos separaban a la mujer espeluznante y a mí, por lo que había escuchado podía deducir que se había subido al muro de piedra creado por mi pervatia; no era lo que me esperaba, pero me servía.

- Pervatia - susurré esta vez, intentando ocultar mis intenciones. Si había calculado bien los cinco pasos que nos separaban al muro y a mí, otro muro del mismo tamaño brotaría del primero y desestabilizaría, quizás, a la bailarina.

Había tres resultados posibles, sin embargo, al no poder verla el tiempo de reacción no me permitiría salvarme de un posible ataque. Por lo que me decanté por la opción más peligrosa para mí, que la piscis avanzase hacia delante y se dirigiese hacia mí. Entonces mi mano estaría esperándola con un Terra Der en la mano. En el caso de que se cayese hacia atrás y ver que no me ataca, arrancaría a Jaogín del suelo y me prepararía para otra estrategia.

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Cuando el pervatia brotó, Elektra pudo ver, con satisfacción, cómo la silueta de su rival trastabillaba sobre la superficie en la que se encontraba, llegando a perder el equilibrio y precipitándose hacia adelante. Incluso entonces parecía ágil, aunque cayese. Aque fue, entonces, el momento indicado para que la guerrera de Brontë dejase ir su hechizo, que impactó contra el torso de la danzante, arrancándole un gemido de dolor. El aquaerum que esta había invocado salió despedido, estrellándose contra el suelo.

-¡MALDITA SEAS, BRUJA! -chilló-. ¡¿Cómo osas herir a aquella que hace arte con su cuerpo?!

En aquel momento, Elektra tenía a Dalia ante ella, y pese a la mala visibilidad podia notar el enfado que venía de la caeruleus. Jaogín, por su parte, se encontraba a medio metro de la mujer, un poco por detrás, a su izquierda.

-Ya basta de bailecillos ridículos... ¡ES HORA DE QUE TE DEMUESTRE QUIÉN TIENE EL PAPEL PROTAGONISTA!

Acto seguido, la mujer invocó dos aquaerum, uno en cada mano, y se lanzó ágilmente a por Elektra, buscando su cuerpo con estas, queriendo golpearla directamente, a bocajarro.

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¡Genial! Mi Terra Der había alcanzado a la insufrible, insoportable, y ahora también chillona bailarina. Parecía que la había sacado un poco de sus casillas, pues además de soltar punzantes chillidos se había lanzado hacia mí, sin pensar mucho aparentemente, y lanzándome varios aquaerum.

- Por fin te has dado cuenta de que llevas haciendo el ridículo todo este tiempo - comenté jocosa, sin borrar la lustrosa sonrisa de mi cara mientras colocaba las dos palmas hacia delante, es decir, hacia la bella flor que ante mí se hallaba - Baadha.

La barrera me protegería de sus aquaerum y quién sabe, con lo atolondrada que iba la mujer quizá hasta acababa estampándose con ella. De todos modos, esa no era mi intención -aunque gozaría mucho viéndolo en primera persona a través de la pantalla transparente-.

- Acércate un poco más... - susurré ensanchando mi sonrisa.

Una vez estuviera en frente de mí, me encargaría de hacer retroceder mi puño derecho para después golpear su vientre con un puñetazo. Era uno de esos momentos en los que me daba rabia ser parvus y no poder llegar a las zonas más altas.

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Las palabras de Elektra arrancaron un chillido de los labios de la piscis, que iba en pleno vuelo hacia ella, con la ropa ondulando a su espalda, entre la niebla, como un ave que descendía sobre su presa.

-¡LA ÚNICA QUE HACE EL RIDÍCULO ERES TÚ, BAILARINA DE PACOTILLA! -exclamó, sin detenerse.

Sin detenerse por sí misma.
No le dio tiempo a avanzar la mano para golpear a Elektra, y la parvus pudo ver, con sumo deleite, cómo la cara de Dalia se desfiguraba al golpear el muro mágico que las separaba, como si la hubiese puesto contra un vidrio. Su nariz comenzó a sangrar, y la mujer se resbaló por el Baadha, acabando arrodillada en el suelo, perdiendo el hechizo en medio de la niebla, ya menos espesa.
El momento en el que Dalia estuvo aturdida bastó para que Elektra pudiese descargar su puño contra el rostro de la bailarina, que soltó un nuevo quejido, saliendo despedida hacia atrás, golpeándose contra el pervatia de su espalda, que la detuvo, y quedando allí sentada.

Jadeante, alzó la vista, clavando las pupilas en Elektra. Ya tenía la mejilla derecha inflamada, y del orificio derecho de su nariz caía la sangre.

-Malnacida... -escupió, apoyando una mano en el suelo, suavemente-. ¡EL TELÓN TODAVÍA NO HA CAÍDO!

Bramó un hechizo, y el suelo que la rodeaba comenzó a congelarse. La superficie helada crecía con velocidad, volviendo el terreno resbaladizo e inseguro. Con dificultad, apoyándose en el piso, la bailarina se levantó, temblorosa, pero sonriendo con suficiencia, y se limpió la nariz con el puño.

-¡El invierno ha llegado! ¡VEAMOS QUÉ TAL BAILAS EN EL HIELO! -exclamó, con una sonrisa enfermiza, extendiendo ambas manos hacia el suelo.

El hielo ocupaba, partiendo desde ella, una circunferencia cuyo radio era de, aproximadamente, quince metros. Elektra podía sentir cómo sus pies vacilaban mucho más sobre aquella capa que les había aparecido debajo.

-¡Aquaerum! -exclamó su rival, apuntando a su cuerpo desde su posición, jadeante, algo encogida, pero mirándola con arrogancia.
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Fuerza: *
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Aquella visión fue majestuosa, sin duda alguna. Echaba un poco en falta la taza de té con pastas de mantequilla, o los sollozos de mi compañera de habitación de la cama de al lado para disfrutar al completo de aquel momento. Ver que se rendía a mis pies que dejaba su cara a mi disposición me resultó casi conmovedor.

- No te preocupes, si yo no dudo de tus facultades artística - comenté sonriente, justo después de sentir el cálido tacto de su cara contra mi puño -. Eso ha resultado sinceramente... precioso.

Era cierto, hacía mucho que no veía a nadie golpearse varias veces con tanta elegancia. La tenía en frente de mí, a varios pasos, en el suelo. Entonces se levantó como pudo, y chilló alguna de sus frases que parecía haber ensayado mientras esperaba por mí para comenzar el combate.

El suelo comenzó a congelarse bajo mis pies, por lo que traté de moverlos para que no se quedasen pegados. Parecía que también se le daba por el baile sobre hielo -si talento no le faltaba-. Tardó poco en apuntarme de nuevo con uno de sus aquaerum, pero yo no me rendía tan fácilmente.

- Baadha - repetí el mismo hechizo otra vez. Ya sabía que era repetitivo y artísticamente estaría mal visto, pero no podía arriesgarme a moverme por esos suelos; de tan sólo pensar en la posibilidad de caerme y permitir a esa piscis que se riese de mí... . Necesitaba ganar un poco de tiempo para recuperar a mi compañero de baile y ganar el concurso. Mi querido Jaoguín, por fin volvía a estar entre mis manos tras arrancarlo del suelo escarchado. Estaba preparada para cualquier otro ataque.

- Estoy lista para el último vals - mi voz sonaba tan dulce como siempre, y mi sonrisa, inquebrantable.

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Elektra conjuró un baadha, viendo venir el ataque de su rival. El aquaerum impactó limpiamente contra la barrera que se interponía entre ambas,, resquebrajándola, haciendo un sonido extraño como de cristal al romperse, y haciéndola saltar por los aires, disipándola. Elektra no pudo, después de aquello evitar el hechizo, pues estaba demasiado cerca del muro cuando este cayó: había confiado demasiado en su magia, pero estaba claro que la de Dalia era mucho más fuerte que su fuerza física.
El golpe alcanzó a Elektra en el vientre, haciendola resbalar un poco hacia atrás en el hielo. Fue como un puñetazo, pero el hechizo defensivo había despejado también parte del hechizo, y la guerrera de Brontë pudo soportarlo sin problemas.

-¡SIENTE LA FUERZA DE MIS PASOS! -exclamó la mujer, jactanciosa, invocando un nuevo aquaerum hacia los pies de Elektra, jadeante.

Elektra, por su parte, logró hacerse con el tridente, armarse de nuevo, a tiempo para ver el segundo hechizo avanzando hacia ella. Dalia se encontraba a unos seis metros, seis metros que debería recorrer sobre el hielo si quería alcanzarla con el arma. Y, de alguna forma, ella parecía moverse con gracilidad incluso sobre la resbaladiza superficie.

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Su magia era sin duda poderosa, había logrado romper el Baadha que me protegía, llegando a alcanzarme su hechizo. ¡Qué molestia de mujer! Volvió a lanzar uno de sus hechizos piscis contra mí, aunque esta vez iba dirigido hacia mis pies. No lo pensé dos veces, flexioné un poco las rodillas e incliné mi cuerpo hacia delante.

- ¡Pervatia! - Un muro de piedra saldría del suelo bajo mis pies a gran velocidad, impulso que aprovecharía para acercarme un poco a ella por el aire.

La mano que tenía libre se encargaría entonces de lanzar un Terra Der hacia el pecho de la mujer, estaba deseando que recibiera mi ataque. Antes de caer sobre el hielo resbaladizo clavaría a Jaogín -de forma superficial- en el suelo para servirme como apoyo y evitar caerme. Era muy arriesgado, pero si quería asegurarme la victoria necesitaba estar un poco más cerca.

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Cuando Elektra pronunció el hechizo, la mujer rió fuertemente.

-¡¿No ves que no puedes contrarrestar mis...?!

No terminó de hablar, un momento después contemplaba, petrificada, cómo el cuerpo de Elektra se impulsaba por el aire, grácil, hermoso, impulsada por el pervatia y sus propias piernas, la parvus casi volaba, y el sol alumbraba sobre su pelo, haciéndolo brillar, como hebras de oro, o rayos de sol surgiendo de su elegante cabeza.
Y Dalia la contemplaba, inmóvil de pronto, como si lo que allí veía fuese un ángel hermoso, conmovida por la belleza del salto. Estaba tan ensimismada, que no pudo reaccionar al hechizo, que la alcanzó su pecho, arrancándole un grito de dolor desgarrado. Cayó sobre el suelo, de espaldas y, al erguirse, agotada, dolorida, jadeante, solo pudo ver cómo Elektra se acercaba a ella sobre le hielo, con pasos lentos, pero evitando resbalar.

Dalia la contempló, con el ceño fruncido, como una especie de repulsión y, al mismo tiempo, admiración, oculta en sus ojos.

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Sonreí, lo había conseguido, le había dado con mi Terra Der. El combate era mío; ahí la tenía, jadeando delante de mí, perdiendo toda la esencia que tenía al principio del combate. Extendí el brazo hacia delante, el que sujetaba a Jaoguín, apuntando hacia ella. Al mismo tiempo, me desplazaba con pies de plomo sobre el hielo hacia la piscis.

- Ríndete - le estaba ofreciendo una forma pacífica de acabar con el combate -. Yo que tú no lanzaba otro aquaerum más.

En caso de que no hiciese caso a mis palabras, mi tridente saldría volando hacia su pierna izquierda. Seguía acercándome, sonriente, esperando que me diese una respuesta para yo reaccionar de la forma debida.

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La piscis retrasó un poco su cuerpo, amenazada por el arma, sin tener forma de huir estando en el suelo más que, quizás, lanzar un hechizo a su rival y arrastrarse lejos. Tensó un poco la expresión, los labios, en una mueca de humillación y rabia, clavando sus ojos en Elektra, que dominaba el combate.

-Dónde... ¿Dónde has aprendido a emitir esa luz? -inquirió, con la mandíbula apretada y la respiración algo acelerada, todavía.

Su perfecta manicura arañaba el suelo helado. Se mordió el labio inferior, frunciendo su perfecto ceño con desdén.

-Yo...

Le temblaba el labio. Terminó por soltar un chillido de frustración.

-¡Maldita bruja! ¡No te creas que sabes bailar por mucho que me hayas hecho caer!

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Sonreí de nuevo. Bajé el brazo, sin dejar de mirarla a los ojos. Esa expresión de humillación, impotencia... Me hizo saber que había ganado aquella batalla. Me detuve delante de ella.

- Una cosa así no se aprende -mis ojos se mantenían firmes ante su... aspecto- creo que hoy lo has dejado bastante claro.

Me giré para darle la espalda y entonces escuché sus últimas palabras. Si creía que le iba seguir el juego para rebajarme a su nivel lo tenía muy claro. La dejé ahí, sola, derrotada, avergonzándose de sí misma.

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Las palabras de Elektra arrancaron un nuevo grito indignado a la piscis, que la miraba, todavía en el el suelo, con las mejillas enrojecidas, sin dejar de morderse el labio inferior.

-¡MIENTES! -chilló a la espalda de la guerrera-. ¡VOLVERÉIS A SABER DE DALIA! ¡MIS NUEVOS PASOS OS HIPNOTIZARÁN Y DESTROZARÁN! ¡NO ME PODRÉIS SEGUIR EL RITMO!

Dio dos palmadas al aire. Se puso en pie, pero Elektra ya no estaba. Con dignidad, la mujer se echó hacia atrás el tul que lo cubría como si de una capa se tratase y se dio la vuelta.
Dalia volvería.
La venganza sería... terrible.

MISIÓN CUMPLIDA

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