Vest Reneld

Nacida en el seno de una familia adinerada de Ignis, de padre flamma y madre chrysos, fue educada desde pequeña de una forma muy estricta por orden de su padre para convertirla en su perfecta heredera. Ella, no obstante, siempre mostró interés por la ciencia, cosa que su padre se preocupó mucho en erradicar. Así fue la pequeña comenzó a alternar los estudios impuestos por su progenitor con unos propios a escondidas centrados en diversas ciencias.

El control impuesto por su padre se vuelve mucho más estricto al descubrir este las aventuras y escapadas de su hija y aunque esto la obliga a buscar nuevas formas de escabullirse no evita que siga con ellas.
Contra todo pronóstico su madre interviene en una de las numerosas discusiones padre-hija y consigue convencer al padre de contratar un entrenador que le enseña defensa personal como descanso de sus clases habituales, aunque no por ello la muchacha abandona sus estudios secretos.

Las intenciones de su padre siempre habían sido prepararla para cerrar algún trato con una boda y sacar beneficio de las nupcias. Ella siempre se había negado y su comportamiento ácido y su sarcasmo se ocuparon de espantar a cuantos se proponían cortejarla, aunque siempre se las apañaba para evitar los encuentros programados y las citas que su padre preparaba.
Para cuando cumple los 18 sus conocimientos, especialmente los de mecánica y biología, son más que dignos de alabanza.
Fue entonces cuando aprendió además a manejar el metal y crear casi cualquier cosa con él, aunque sus experimentos se veían limitados ya que no podía levantar sospecha debido a los continuos registros de su padre. Entre otras cosas creó un pequeño unos abanicos con cuchillas retráctiles.

Fue al cumplir los 20 cuando una voz resonó en su cabeza diciéndole que fuera al palacio de Brontë, en Fulmen. Lo intentos por casarla eran cada vez más frecuentes y pronto no podría evitar más ese destino, por lo que la Llamada fue para ella un soplo de aire fresco.
Su padre, obviamente, se opuso rotundamente a que hiciera tal cosa, ya que esto chocaba con sus planes de futuro para con ella. Fue entonces cuando su madre intervino por segunda vez que ella recordara en una de sus peleas con su padre, no dándole permiso de irse, sino dejándola decidir libremente siempre y cuando cargara con las consecuencias. Su padre, muy lejos de ser tan comprensivo como su esposa, renegó de su hija, prohibiéndola regresar si no era casada.

Lejos de entristecerse preparó el viaje y al poco tiempo subió al carruaje que la llevaría a Brontë con un gran sentimiento de liberación.