Campaña de vacunación del doctor Harvert

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Pueblo de Paso

08:02

Campaña de vacunación del doctor Harvert F052so

Las palabras de Jill resonaban en su cabeza: “Recordad, no siempre se trata de usar la fuerza, a veces el cerebro puede convertirse en la mejor arma. La campaña de vacunación comenzará a las nueve y media de la mañana, vosotras tendréis que estar allí media hora antes”.

Así había sido; las dos jóvenes llevaban las bolsas que la líder les había entregado, y con todo el material necesario dentro. Eran las ocho aproximadamente cuando Lea y Anna llegaron al pueblo de paso, vestidas con los uniformes que la chrysos había confeccionado según los diseños que Jill le había entregado. Se habían asegurado de no dejarse nada, la misma líder se había encargado de ello antes de que abandonasen el palacio. “Buena suerte” fueron las últimas palabras que esta les dirigió a las jóvenes.

Alguna que otra mirada se posaba en ellas. Tenían el mapa del pueblo, por si acaso no encontraban el puesto de vacunación, con una “x” indicando su posición. En frente, multitud de comerciantes y campesinos se disponían en dos largas filas de establecimientos temporales, con artículos de todo tipo, sobretodo frutas, verduras y productos agrícolas; se notaba que la mañana había empezado hace una hora, los productos del mercado estaban todavía muy frescos. La gente formaba colas, armaba bullicio. Había niños correteando, hombres gritando y amas de casa conversando y riendo. Pocas veces se podía ver el pueblo así de lleno.

- ¡Señores y señoras! ¡Toda la fruta a mitad de precio! ¡Aprovechen esta oportunidad!

Según el mapa, las chicas se encontraban a unos pocos minutos del puesto de vacunación. Tendrían que atravesar toda la plaza mayor (todo el mercado), tomar la primera calle hacia la derecha y girar en la segunda a la izquierda para llegar a una pequeña plazoleta donde se encontrarían dos carpas de color blanco contiguas.

FdR: A partir de ahora el narrador no dará más indicaciones de orientación en sus actualizaciones, son las participantes de la misión las que tienen que consultar el mapa para no perderse (en caso de que lo necesiten).

Vosotras podéis elegir si queréis quedaros en el mercado, dar una vuelta por la ciudad, o ir directamente a los puestos de vacunación. En caso de que elijáis investigar la zona, poned una respuesta indicando vuestras intenciones.

Recordad: TODO lo que hagáis puede influir en los acontecimientos. Esta misión no implica combate en un principio, por tanto la dificultad ha de recaer en vuestra actuación y movimientos. Pensad las cosas dos veces antes de actuar.

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Hemos empezado la mañana temprano. Amanda y yo ya lo hemos dejado todo preparado antes de entrar al pueblo, y nos dirigimos directamente al lugar de la campaña. Vestida de enfermera, con mi bolsa de enfermera y el pelo recogido, me siento preparada para trabajar en cuanto se me den instrucciones. Ya hemos desayunado, y Amanda está deseando comenzar con las prácticas.Yo llevo el mapa en la mano, consciente de que no debería conocer bien el pueblo, y voy caminando junto a mi compañera, comentando impresiones y asuntos banales mientras nos acercamos.

No es que tenga mucha pérdida, pero me tomo un momento para recolocar el mapa antes de dar el visto bueno para seguir avanzando. Pronto hemos dejado atrás la plaza y girado un par de calles, con lo que las carpas se alzan ante nosotras. Dedico una sonrisa de ánimo a mi compañera antes de continuar acercándome, buscando a alguien que parezca pertenecer al grupo de la campaña. Si encuentro a quien preguntar, me presentaré junto con mi compañera y pediré instrucciones. También debemos pedir la firma del justificante, que necesitaremos para poder trabajar en el proyecto. Si no encuentro a nadie que nos pueda guiar, trataré de acceder, con permiso, a las carpas, y buscaré allí ayuda.

Sé que hemos llegado muy temprano, así que es probable que nos hagan esperar. Lo comento con Amanda, de la que no me separo demasiado en ningún momento.

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Tras tomar un desayuno ligero y vestirme las ropas que confeccioné yo misma a petición de la líder Campbell me he reunido con mi compañera Lea, ahora Mandy, para ir al pueblo de paso. Hemos recibido el último mensaje de la líder antes de salir, y si estoy nerviosa no lo demuestro demasiado. Cargo la bolsa que me han entregado y camino junto a Mandy por las calles del pueblo, que hoy parecen algo más llenas que de costumbre.Hemos repasado algunos de los gestos y señales importantes de camino, aunque ahora que estamos en la calle, tan cerca de las carpas, ya nos hemos metido en el papel y hablamos como lo harían aquellas a las que nos ha tocado representar.

El mercado se muestra bullicioso. Miro un poco alrededor, charlando con mi compañera de lo pintoresco del lugar con una sonrisa agradable, señalando alguna cosa que me llame la atención, aunque sin detenerme en ningún punto. A fin de cuentas, estoy deseando conocer al doctor y al resto de miembros de la formación para comenzar a aprender.

-¿Por dónde debemos ir ahora? –le pregunto llegado un momento, asomándome al mapa que lleva, dejando que se encargue de ubicarnos y marcar la dirección que debemos seguir.

Nos dirigiremos directamente hacia las carpas. Preparo la sonrisa más encantadora que tengo, la destinada a los clientes que van a llevarse más de dos vestidos. Es algo temprano, pero es un buen momento para socializar con las enfermeras o con el doctor, hacer preguntas sobre el procedimiento y mostrarme interesada y agradecida por la posibilidad de trabajar con ellos.De momento, pese a las indicaciones de la líder chrysos y pese a conocer el objetivo que tenemos, prefiero esperar a encontrarme con la situación para ir decidiendo cómo reaccionar.

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Puebllo de paso

08:08

Las jóvenes habían decidido ir directamente al puesto de vacunación en vez de ir a dar una vuelta, aún siendo conscientes de que tendrían casi una hora vacía, que decidieron emplear en conocer más al grupo HTan, o al menos esa era su intención. Seguieron las indicaciones del mapa sin mucha dificultad. Se cruzaron con algún que otro viandante, ninguno que llamara la atención, aunque parecía que la vida sólo se focalizaba en el mercado -al menos a esas horas-. El estilo de las calles era bastante rústico, pero muy bien cuidado. Pavimentacion cuidada y elaborada, se notaba que aquella zona era importante dentro del pueblo. Edificios bastante altos en comparación a los que habían visto al llegar. Por supuesto, la limpieza estaba presente paso a paso.

Ahora se encontraban en frente de dos tiendas de lona blanca bastante grandes, una al lado de la otra, cada una con una única puerta principal visible, pero ambas estaban bajadas. Se encontraban en una plazoleta sin salida, con algún que otro establecimiento, pero ninguno abierto. Había varios carteles encima de los locales. Se podía ver el cielo perfectamente desde la plaza, pero los edificios que formaban la plazoleta y que albergaban los establecimientos conseguían llenar el lugar de sombra.

Aparentemente no se podía oír ningún sonido más que algún que otro pajarillo, pero nada que debiese llamar la atención de las dos chicas. No había nadie en aquella plazoleta más que ellas mismas. Todavía tendrían que dar más de veinte pasos si querían alcanzar la entrada de las tiendas de lona, que se econtraban en el centro de la plaza, sin impedir la entrada a ninguno de los locales. Justo en el medio de las dos tiendas se erguía un pequeño cartel; ninguna de las dos podría leerlo desde aquella distancia.

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No puede decirse que tengamos muchos problemas para llegar. Como es mi primera vez en este lugar, lo contemplo todo con curiosidad, aunque hay quien podría decir que se trata de vistazos algo hoscos, más desconfiados que entusiastas. La seriedad es un rasgo inherente a mi personalidad, y no veo por qué debería cambiarlo. Quien no me entienda, será porque no está a mi altura.

Sin embargo, no encuentro nada que llame mi atención en especial. Quizás, de hecho, es el excesivo silencio lo que me molesta. En un momento de profesionalidad médica, esperaba encontrar algo de actividad en torno a las carpas, una señal del ánimo de trabajo. Supongo que no es algo que pueda exigirse en una sociedad como es la chrysos.

Tras una mirada confidencial y entusiasta a mi compañera, con un pequeño amago de sonrisa solo para ella, comienzo a avanzar por la pequeña plaza, centrando ya mi atención en las carpas y el cartel ante ellas. Espero alguna señal importante, pero no es más que un mensaje para los futuros pacientes. ¿Y qué pasa con nosotras? ¿Se supone que tenemos que estar rondando hasta que alguien tenga a bien guiarnos por el lugar? ¿Es así como funcionan las cosas el Fulmen? A estas alturas, ya he perdido la esperanza de que esta nación aprenda cómo deberían funcionar las cosas.

Miro de nuevo a mi compañera, como dudando de qué hacer. Sin nadie a quien dirigirnos, no es tan sencillo comenzar el trabajo. Y no porque no estemos dispuestas, precisamente.

-Bueno, una carpa para cada una -propongo con voz alegre-. Así encontraremos más rápido a alguien que nos atienda y nos guíe. Cuanto antes nos acepten los justificantes y nos expliquen cuál es nuestro trabajo, antes podremos dedicarnos a ello. Espero buena nota en estas prácticas.

Tras encontrar en mi compañera el acuerdo, me acerco a una de las dos carpas. Si nadie aparece antes a quien pueda preguntar qué debemos hacer, la abriré para mirar el interior, en busca de nuestros mentores. Así, podré llamar la atención de alguien y acelerar nuestra incorporación al equipo de vacunación. Incluso si encontrase la carpa vacía, estoy segura de que Amanda me llamaría en seguida, una vez ella se hubiera presentado a quien pudiera estar en la otra carpa. Además, tal vez pueda echar por fin un primer vistazo al equipo médico. No digo que vaya a ser más sofisticado que un equipo ignita, pero no sobra conocer sus arcaicos métodos de trabajo. Para eso estudio, a fin de cuentas.

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Nos lleva algunos minutos alcanzar la plaza en la que se encuentran las tiendas a las que debemos dirigirnos, pero lo conseguimos sin demasiado problema. En todo momento me encargo de transmitir a mi compañera el entusiasmo que siento por poder conocer al fin al doctor Tan, el gran médico al que admiro.

Cuando alcanzamos la plaza vacía miro alrededor con una sonrisa, y no trato en centrar la vista en las tiendas blancas que nos esperan, silenciosas. Dedico una mirada a Mandy, que pronto propone, animada como siempre, que probemos a acceder a las tiendas para buscar a los que nos guiarán durante las prácticas, y me apresuro a asentir con energía.

-Es una buena idea -le digo, animada-. Estoy deseando empezar. O conocerlos al menos. Estoy segura de que el doctor Tan puede enseñarnos muchas cosas, ¿no crees? -inquiero, incluso algo ilusionada.

Luego avanzamos, cada una por nuestra cuenta. Ella escoge la carpa de la derecha y yo la otra. Me planto frente a la lona y hablo al interior, queriendo llamar la atención de quienquiera que se encuentre dentro.

-¿Hola? Soy Amanda Brontë, una de las chicas en prácticas. ¿Es aquí a donde debíamos venir, verdad?

Esperaré un par de segundos a obtener alguna respuesta. Si lo hago, actuaré en consecuencia, encantadora. En caso contrario, trataré de abrir la puerta de tela e internarme en el interior, buscando a alguna de las enfermeras o al doctor para dirigirme a él y, en última instancia, si no hay nadie, echar un inofensivo vistazo al interior.

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Plazoleta
08:09

Después de recorrer las calles de la ciudad, y con la ayuda del mapa, la jóvenes habían encontrado una plazoleta donde había dos carpas de color blanco. Se acercaron dando por hecho que ese sería el lugar donde encontrarían a los que iban a ser sus compañeros en la campaña de vacunación. Lea se colocó delante de la tienda de la izquierda, donde leyó un cartel que ponía "El puesto de vacunación se abrirá a las 09:30". Anna, por el contrario, se colocó en el de la derecha, dirigiéndose directamente a la tienda, esperando que alguien le respondiese, o simplemente para comprobar si había alguien. Pudieron comprobar una vez de cerca que la tela blanca de las carpas era más gruesa de lo que parecía, muy compacta y de calidad.

- ¡Estoy harta de esto! ¡Todos los papeles son iguales! - Una voz chillona salió de la tienda situada a la izquierda, justo en frente de Lea -. ¿Y esto? ¿Qué significa esto? - La voz volvió a sonar después de una breve pausa.

Ambas jóvenes pudieron oír la voz debido a su alto tono, aunque sólo Lea pudo entender lo que dijo; Anna simplemente reconoció un quejido proveniente de voz femenina.

- ¡Qué venga el doctor ya! - los quejidos parecían cada vez más sollozos. Esta vez Anna sí que pudo entender las palabras que brotaban de la tela blanca - ¡YA!

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Parece evidente que las cosas no van del todo bien. Y eso que ni siquiera hemos empezado. ¿A qué viene tanto escándalo a estas horas de la mañana? ¿Dónde está la profesionalidad en este sitio? ¿Se la han dejado en casa junto con la competencia? Esto va a ser un desastre como no aparezca alguien capaz en este lugar. Supongo que tan solo Amanda y yo podemos cumplir con esa tarea.

Le dedico una mirada interrogante, con un suave encogimiento de hombros, y hago una señal hacia la tienda, declarando que voy a entrar. Inspiro hondo antes de hacerlo, a sabiendas de que no voy a encontrarme precisamente con algo agradable. Entonces, tras un carraspeo y un par de ruidos para indicar mi presencia, separo la gruesa lona de la tienda para presentarme, echando un buen vistazo alrededor para saber cuanto antes a qué me voy a enfrentar.

-Buenos días -hablo entonces, con voz bien alta y clara, muy seria-. Soy Mandy Proust, del instituto Chrono. Vengo por las prácticas. Parece que ya hay problemas -. Contengo un comentario ácido-. Mi compañera Amanda y yo ayudaremos en lo que se nos indique.

Me mantengo firme en mi lugar, imperturbable por el jaleo. Sus lloriqueos resultan molestos a los oídos, pero eso es todo lo que me causan.

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Llego a alcanzar la tienda y hablar, pero la voz que surge proviene de la de Mandy, lo que me hace girar la cabeza hacia ella, interrogante. No soy capaz de entender los gritos desde aquí, y tras un breve momento de duda termino acercándome a la otra carpa, a mi amiga, con gesto algo preocupado.

-Mandy, ¿ha pasado algo? ¿Qué eran esos gritos? -inquiero, alternando la vista entre ella y la tienda.

Si hay algún problema estoy segura de que entre las dos podremos solucionarlo. Al fin y al cabo hemos venido aquí como apoyo. Nada me gustaría más que poder ayudar desde el principio.
Enseguida compongo una sonrisa encantadora, amable, servicial, y espero con mi amiga a que nos atiendan para poder ayudar a solucionar el problema que tengan. Seguro que eso nos da puntos de confianza desde el principio a ojos de nuestros superiores y eso nos ayuda a aprender mucho más.

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Puestoo de vacunación número 1
08:11

La reacción de Lea al escuchar las voces fue mirar a Anna con cierta confusión y encogimiento de hombros, mientras que la chrysos se acercó a ella para preguntar qué ocurría. Tras un profundo respiro la flamma decidió apartar la tela que hacía de puerta de la tienda para poder comprobar así su interior.

Spoiler:

Dos chicas jóvenes, de aproximadamente la edad de las de Brontë, estaban dentro de la carpa, cuyo interior parecía casi un pequeño laboratorio. Las paredes de los lados estaban llenas de estanterías con útiles de medicina varios, cajas, botiquines, jeringuillas, bendas e instrumentos de laboratorio (tubos de ensayo, matraces, pipetas, cristales de reloj...). La chica de pelo rubio que parecía estar colocando una caja en una estantería se giró para mirar a las chicas que acababan de entrar. En el fondo, había una mesa con dos sillas colocadas por la parte de atrás y una por la de alante. Sentada detrás de la mesa, había una chica con pelo violáceo, sosteniendo varios folios escritos. A su izquierda había un pequeño que medía sobre un metro y parecía contener una gran cantidad de archivadores. Encima de la mesa podía verse uno de esos archivadores (de color negro) abierto y con decenas de folios revueltos. El suelo estaba improvisado con un material textil compacto y resistente, de color burdeos. El techo, en cambio, parecía hecho con la más fina y delicada seda, dejando entrar la poca luz que había en la plazoleta.

La mirada de ambas chicas se clavó primero en la flamma, y después en la chrysos, en orden de aparición. Ambas chicas eran de raza chrysos. La del pelo violáceo estampó entonces la hoja arrugada contra la mesa, provocando un estruendo molesto para cualquiera que estuviera dentro de aquel cubículo.

- ¿Qué clase de broma es esta? - Su mirada se llenó de furia. Velozmente, se acercó a Lea, la que estaba en frente, y la miró fijamente. Todos los músculos de su cara estaban tensos -. ¡Tenéis tetas... Y vestidos!

La voz de la chica coincidía con la que habían oído las enviadas de Brontë. De repente, señaló a la flamma con su dedo índice, que parecía tener una mancha de color negro, ignorando completamente a Anna.

- ¡¡Chicas como vosotras sólo traeran problemas!! - La rabia de su voz cada vez se volvía más frágil, y sus ojos de rabia empezaban a parecer reprimir algo -. ¡Y aún faltan mil horas para que empiece la campaña!

En el fondo, la chica de pelo rubio miraba seria a las recién llegadas, ignorando las palabras de la otra.

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No permito que mi cuerpo responda de ninguna forma en particular al golpe de la niña gritona. Bien empezamos. Una vez pasado un tiempo notable mwe permito arquear una ceja, dejando bien claro que se trata de una reacción perfectamente medida y no de una reacción de sobresalto por su brusca actitud. Me parece que es lo último que necesita esta insoportable.

-Es un rasgo bastante común cuando se trata de mujeres -respondo con voz fría, manteniéndome altiva y calma-. Lamento que la falta, en tu caso, te suponga un complejo tan terrible, pero nosotras no tenemos nada que ver con ello. En lo que al uniforme respecta, dudo que sea tanto pedir un poco de respeto a la institución que nos envía. En otro orden de cosas, apenas hemos llegado con veinte minutos de adelanto. Venimos a trabajar, no como pacientes. Con esa actitud, eres la única que da problemas, y no tengo la menor intención de entrar en tu juego. Para empezar, podrías ir aprendiendo un mínimo de educación.

Me vuelvo entonces hacia su compañera, manteniendo la seriedad pero relajando un poco el gesto. Espero que la actitud individualista no sea un rasgo demasiado extendido en este lugar.

-Buenos días, una vez más. Soy Mandy Proust, estudiante del instituto Chrono. He venido con mi compañera Amanda Brontë -. La voz sigue siendo seria, pero ignora ya a la estúpida y su recibimiento-. Espero que se nos dé la posibilidad de trabajar en condiciones en esta campaña, y al igual sucede con mi compañera. Si hemos llegado demasiado pronto para poner en orden nuestros justificantes y empezar a trabajar, esperaremos sin causar molestias, aunque preferiría que se nos diera la oportunidad de trabajar desde el primer momento, ya que nos hemos tomado la molestia de venir tan temprano. Con un ambiente tan... descontrolado, dudo que dos asistentas sobren demasiado.

Por favor, ¿y esta gente cobra por su trabajo? Mejor estarían en primero de carrera.

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Junto a Mandy, no tardo en descubrir el interior de la tienda. No tengo mucho tiempo para mirarlas a ellas o revisar el aspecto del lugar. Estoy acabando de echar un primer vistazo a todo cuando el golpe en la mesa me hace dar un pequeño respingo.
Las palabras de la chica de pelo violáceo llegan a hacerme alzar las cejas, con cierta confusión, y cuando Mandy responde no puedo sino mirarla con apuro, dando un par de pasos más hacia ella.

-Por favor...-le digo a mi compañera, apoyando la mano en su brazo con suavidad, oprimiéndolo un instante, conciliadora. Alterno la vista entre ambos grupos, componiendo una sonrisa afable-. Vamos a ser compañeras estos dos días. Estoy segura de que si nos llevamos bien podremos aprender mucho las unas de las otras-. Digo primero, con voz dulce, tratando de traer la calma-. Soy Amanda Brontë. Es un placer colaborar en la campaña. Lo he estado deseando -añado, con una reverencia suave, mirándolas a ambas.

No puedo evitar componer una nueva expresión perpleja ante las acusaciones de la chica, y llego a pegarme un poco a Mandy, hombro con hombro, en señal de apoyo, aunque mantengo la calma y recupero la sonrisa.

-¿Ha habido problemas con las chicas de prácticas antes? Espero que eso no nos quite la oportunidad de colaborar-. Busco la mirada de Mandy para pedir su aprobación. Cuando la chica menciona que es muy temprano vuelvo a mirarla, calmada-. Solo estábamos revisando la zona -le explico-. Pero oímos un grito y como enfermeras que somos no pudimos evitar acercarnos... ¿Ha pasado algo?

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Puesto de vacunación número 1

La actitud de las dos chicas no pareció cambiar mucho después de que la chica de pelo violáceo les gritase. Ignorando sus chillidos, sólo consiguieron fruncir más el ceño de la chica. A medida que escuchaba sus palabras, la rabia y la frustración inundaban su cara.

Fue cuando la flamma se giró hacia la cuarta presente en la tienda cuando la enfermera, que todavía seguía enfadada, se volvió hacia la mesa y tiró todos los papeles de manera violenta, sin volver su mirada hacia ellas y sin producir ningún sonido más que el de los folios revolotendo.

Las dos recién llegadas pudieron ver esa reacción.

- Perdonad a mi compañera, hoy no ha sido su mejor día - la segunda chica, de pelo rubio, se acercó a las enviadas de Brontë, con una sonrisa amable -. Bienvenidas las dos, la verdad es que nos pilláis un poco desprevenidas.

La chica de pelo rubio, más baja que la otra, la señaló a modo de presentación.

- Ella es Pane - se detuvo varios segundos antes de continuar, con la misma expresión con la que las recibió -. Por favor, perdonad el recibimiento, tenemos mucho trabajo y nos pillasteis por sorpresa, no volverá a ocurrir.

Más atrás la otra chica, Pane, las miraba todavía con enfado. Sin embargo, parecía que se había apaciguado un poco. La chica rubia se llevó la mano al pecho, dejando ver de nuevo varias manchas oscuras que las dos becarias pudieron ver.

- Yo soy Pandora, la encargada de este puesto de vacunación. Mi compañera y yo estaremos encantadas de ayudar, y de que nos ayudéis, por supuesto, a cuidar de toda la gente que se acerque por aquí - su sonrisa parecía permanente -. Me alegra ver que llegáis con ilusión y ganas de trabajar, creo que nos llevaremos muy bien.

Pane se acercó de nuevo a las chicas, con una mirada más calmada. Se giró hacia Pandora y le susurró algo al oído. No dejaba de clavar su mirada en Lea, y parecía que ahora sonreía un poco. Pandora, no reaccionó y mantuvo su misma sonrisa.

- Dejadme ver esos justificantes - la chica rubia había entendido su mano hacia ellas.

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Esbozo una mueca apenas cuando la estúpida tira los papeles. No puede ser simplemente que sea tan infantil, ¿verdad? Tiene que haber algo más. Una explicación. Y a ser posible, una más lógica que "hay demasiado trabajo". No me creo que un doctor de renombre tenga semejante incompetente a su cargo. Parece un chiste.

Asiento, aceptando las disculpas de la rubia. Que no es que sean más que excusas baratas, pero no me voy a poner ahora a discutir con dos mentes tan infantiles.

-Entiendo entonces que es buena idea que hayamos llegado antes -insisto, manteniendo la seriedad-. Eso podría ahorraros algunas tareas, imagino.

Si es que no son tan imbéciles de mantenernos al margen solo por haber llegado un poco antes de la hora. ¿De verdad esto es un equipo médico? Por favor. Mucha calidad de materiales para la calidad del personal, por lo visto.

-Un placer -respondo a su presentación, con voz un poco brusca, ignorando a su pueril compañera-. Así lo espero.

Y la otra vuelve a la carga. Ahora con cuchicheos y miraditas. ¿De verdad no encontraron a nadie mejor? Enarco una ceja, mirándola con gesto un tanto escéptico. Pues yo no veo dónde está el chiste, sinceramente. Y la educación tampoco, ya que estamos, aunque eso ya voy asumiendo que es algo escaso por aquí.

Abro mi cartera y saco el justificante, que ya llevaba preparado. Porque algunas sí sabemos qué significa la palabra orden. Se lo tiendo a la rubia sin reparo.

-Se nos ha pedido que sea el doctor en persona quien los firme -advierto, consciente, por todo el papeleo y las manos manchadas de tinta de ambas chicas, que es muy probable que se encarguen habitualmente de sus documentos-. Nuestra institución es bastante estricta en lo que a documentos administrativos se refiere. Supongo que no habrá ningún problema al respecto.

Dirijo una mirada a Amanda, relajando mínimamente el gesto al hacerlo. Ella no tiene la culpa de todo este desastre, a fin de cuentas.

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Mantengo la sonrisa en todo momento, pese a la expresión de la chica de pelo color violeta, que resulta un tanto huraña. En lugar de preocuparme por ello, le dedico una reverencia suave a la rubia, a Pandora, aunque incluyéndolas a ambas con la mirada.

-Oh, no os preocupéis -las tranquilizo, con tono suave-. Es evidente que hoy será un día difícil. Yo también estoy un poco nerviosa. Espero que nuestra presencia pueda ayudar a que todo sea algo más fácil

Las observo con gesto dulce, dedicando breves miradas a mi compañera, conciliadora, amable, buscando que se sienta a gusto. Mandy siempre ha sido un poco estricta en algunas cosas, pero eso nunca ha hecho que nos lleváramos mal.

Cuando nos piden los justificantes es Mandy la que se encarga de responder, y yo me mantengo en mi posición, con gesto amable, mirando a Pandora, suavizando un poco lo que mi amiga dice con la sonrisa, correcta.

-Eso nos han dicho. Siempre resultan muy estrictos, sí... ¿No ha llegado él aún? Es por si tiene alguna observación para nosotras, aunque supongo que vosotras dos ya estaréis al tanto de todo, claro -añado, componiendo un gesto casi de disculpa, como si me hubiese excedido por dudar de ellas un solo instante

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Puesto de vacunación número 1

08:15

La situación parecía haberse calmado un poco. Sin embargo, la tensión todavía se podía respirar en el ambiente. Pandora asintió a las palabras de la flamma, mateniendo la sonrisa que parecía no borrársele de la cara.

- Habéis llegado en el momento perfecto, Pane necesita ayuda con… - la miró mientras hablaba y ella respondía con muecas de indignación, sin llegar a mirar a los ojos a ninguna de las recién llegadas -. Os asignaremos a cada una un puesto. El mío es el que está al lado, aquí trabajarán hoy Pane y el doctor -. La chica de pelo rubio miró a Lea -. Creo que lo mejor sería que tú vinieras conmi…

- Conmigo – Pane se llevó la mano derecha al pecho, dejando ver de nuevo unas manchas de color negro entre sus dedos, sonriendo con satisfacción, sin dejar de mirar a la flamma fijamente a los ojos.

Pandora se giró hacia ella, borrando su sonrisa, con un tono de reprimenda en la mirada, pero sin decir nada. Se volvió hacia las recién llegadas, esbozando una sonrisa algo más débil, como si se sintiera incómoda.

- El doctor ha salido a tomar un café, dijo que vendría como muy tarde a las nueve – señaló entonces con la mano derecha un reloj colocado entre dos cajas, que marcaba las 08:15.

Justo cuando acabó la chrysos de hablar su compañera escondió de manera evidente una carcajada con su mano izquierda, para volver a mirar a Lea a los ojos, sonriente, pero relajada. Pandora volvió a mirarla, esta vez con el ceño aún más fruncido.

- ¿Tenéis hambre, habéis comido ya? – Pandora se había vuelto una vez más hacia las enviadas de Brontë -. Hice un poco de estofado antes, es mi especialidad.

Los ojos de Pandora habían recuperado su brillo inicial y su sonrisa se había recompuesto. Parecía que le hacía especial ilusión que las recién llegadas probasen su estofado.

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Las miro con gesto curioso, casi inocente, en lo que hablan y se miran, consciente de todas formas del lenguaje clave que se dedican, aunque sin tener especialmente claro qué intentan decirse. Procuro, simplemente, prestar atención a cada palabra, a cada gesto. Cuando Pane decide por nosotras y por su compañera, cuando descubro que no me permitirán estar con el doctor hoy, no puedo evitar que la sonrisa se me borre mínimamente, aunque pronto la recobro con la misma fuerza, pasando a mirar a Pandora, acomodándome las gafas con suavidad.

-Entonces seremos compañeras tú y yo. Era Pandora, ¿verdad?-. Sonrío, amable-. Es un nombre muy bonito. Estaré encantada de que trabajemos juntas.

Mantengo, una vez más, la compostura cuando Pane se muestra un poco impertinente, mirándola curiosa, pero sin decirle nada, ni borrar, tampoco, la sonrisa de los labios.

-Bueno...-. Miro a Pandora cuando habla-. Lo cierto es que desayunamos antes de venir. Pero yo podría comer un poco más ahora. Me gusta desayunar ligero, pero se ve que nos espera un largo día. Tomaré un poco, aunque sea por probar. Mandy...-. Miro a mi compañera un momento, con una sonrisa suave-. Bueno, siendo vegetariana ya no te pregunto, ¿no? -inquiero, con risa suave, amable.

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No me dejo afectar en absoluto por la mala educación de la chica. En realidad, me es bastante indiferente. Asiento con gesto seco a su propuesta. Trabajar en equipo con ella supondrá que su ineptitud pueda llegar a sorprenderme por encima de la de otros chrysos, pero también asegurará que una zona en especial estado crítico consiga un poco de orden a través de mi trabajo. Una tarea dura no es una tarea menos grata.

A petición muda de mi compañera, relajo un poco el gesto y me muerdo la lengua para no señalar lo enorme que debe de ser la taza de café del doctor. Creo que es evidente que se están riendo de nosotras. Menudo par de estúpidas. Pero Amanda no merece estar incómoda, y no voy a facilitar que lo esté. Así pues, cuando asiento a su pregunta, lo hago con gesto algo más suave, llegando incluso a esbozar un amago de sonrisa.

-Me veo obligada a declinar la oferta -confirmo, segura-. Y tú no abuses, Amanda, por favor. Sé que estás algo nerviosa, pero no has desayunado tan poco, no le quites importancia. No te vayas a poner mala otra vez. Te recuerdo que has estado enferma y aún tienes el estómago delicado.

Si es que no cae redonda en el sitio. Nos han dado nuestra propia comida. ¿Lo primero que va a hacer al llegar va a ser probar lo primero que nos ofrezcan? Cuánto tiento.

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Pandora asintió al escuchar las primeras palabras de Anna.

- Muchas gracias, Amanda, tu nombre también es… – la miró de nuevo, de arriba abajo, volviendo a evaluarla.

Pane no dejaba de mirar a Lea, sonriente, hasta que Anna aceptó la propuesta de Pandora; entonces miró con inquietud a su compañera.

La joven rubia hizo una pequeña reverencia hacia Anna, con una sonrisa más grande que nunca, ignorando en cierto modo la advertencia de la flamma.

- Será un placer, disculpadme – Pandora se abrió paso entre las dos chicas enviadas de Brontë, pasando por la puerta de tela. Las tres que quedaron dentro de la tienda pudieron oír sus pasos alejándose.

Pane entonces repasó a las dos chicas con la mirada y soltó un suspiro, como si se hubiera librado de una enorme carga.

- Bueno, bueno… - su sonrisa adquirió un toque muy siniestro, amenazante. Se acercó todavía más a Lea, mirando sus pechos -. Supongo que había sido una falsa impresión, al fin y al cabo.

Giró su mirada entonces hacia la chrysos, alejándose poco a poco de la flamma y acercándose cada vez más a Anna, aunque manteniendo algo de distancia. Su expresión se volvió agridulce.

- A partir de este momento esta no es tu tienda, deberías ir a la que está aquí al lado, si quieres te enseño el camino – una pequeña risa se le escapó de la boca, y finalmente se alejó de la chrysos, dando la espalda a las dos enviadas de Brontë -. Yo misma me encargaré de que Pandora te lleve el… delicioso estofado, no te preocupes.

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Demasiado sospechoso. No sé qué lleva ese estofado, pero no es nada bueno. Y puede ser una inocentada estúpida o una auténtica maldad. Siendo como han demostrado, es difícil decir hasta qué punto son estúpidas. Lo único que sé es que no pienso aceptar nada de esta gente. ¿Quién ha decidido que tienen la preparación para esto? Solo veo dos crías inmaduras. Sí, aunque una lo disimule un poco mejor que la otra.

Dedico una mirada aburrida a la tal Pane, sin dejarme afectar en absoluto por lo que dice. ¿Por qué habría de hacerlo? Es una simple ametralladora de insultos y ha decidido que soy su diana. Bueno, pues que se lo pase bien. Veremos cuando termine mis estudios y tenga mis influencias. Desde luego, cualquier intento de trasladarse a Ignis, aun si es temporal, le quedará fuera de alcance.

Me recojo un mechón de pelo tras la oreja, ya aburrida de tanta verborrea. Si son tan paraditas para trabajar, no me extraña que se les acumule el trabajo. Los chrysos siempre tan ineficaces. En fin.

-¿Es esto una campaña de vacunación o un hotel? -respondo a Pane, aunque no me está hablando a mí-. ¿Vais a seguir mucho tiempo jugando a los restaurantes o podemos ponernos a trabajar de una vez? Espero que no decidas tú también tomarte un café de tres cuartos de hora. ¿No estabas tan agobiada con todo el trabajo que había? Sigo esperando una tarea que hacer aquí. Ya que tú tienes tantas ganas de irte con Amanda, al menos dame un encargo. Uno que no sea llevar desayunos, a ser posible.

Cuánta idiotez junta.

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Cuando mi compañera comenta lo del estómago esbozo una sonrisa algo apurada, mirándola.

-Es verdad... Sabes que me pongo nerviosa al empezar un nuevo proyecto, pero es mejor que no abuse -le respondo, con cierto tono de disculpa en la voz.

Cuando Pane abandona la tienda nos quedamos solas con Pandora. Esta, sin su compañera al lado, parece crecerse. Desde luego, es una chica un tanto descarada. No creo que lo haga con mala intención, pero...
O sí. Porque de pronto se vuelve hacia mí y me habla de una forma completamente diferente. Azo las cejas suavemente, sorprendida por ese cambio de actitud. Termino por esbozar una sonrisa algo menos conseguida, más apagada, y asiento con suavidad.

-Iré yendo sola, tranquila -le respondo con suavidad, agradable pese a su tono, volviendo la mirada hacia Mandy al terminar-. Mucha suerte. Espero que nos veamos en el descanso.

Dicho eso, me dispongo a abandonar la tienda. Me despido, educada, antes de salir, para dirigirme a la otra. Si me doy prisa y llego antes que de que Pandora avise a Pane es posible que pueda echar un vistazo a solas.

Desde luego, esta Pandora sí que tiene un carácter fuerte...

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MISIÓN PAUSADA HASTA NUEVO AVISO

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