Lago

Su reacción me hizo ensanchar la sonrisa. Asentí lentamente con la cabeza. Tenía gestos infantiles absolutamente entrañables que lo hacían muy gracioso. Me esperaba una respuesta de ese estilo, aunque no tardé en darme cuenta de que se sentía un poco como me sentiría yo si me preguntaban si sabía leer. De todas formas, queriéndolo o no, él había puesto a prueba mis capacidades lectoras, así que no me sentí mal por preguntar.

Volví a salir del agua y me acerqué adonde había dejado mis zapatos para deshacerme de las capas más superficiales de ropa. No tardé apenas en volver al agua, y esta vez extendí también las membranas de mis orejas. Sí que se estaba bien.

Ya con el agua por la cintura, me volví hacia el niño.

-¿Quieres probar? Está muy buena hoy -lo animé.

La sigo con la mirada. ¿Se va ya? Quizás quiera enseñarme más cosas... Aunque cuando veo que comienza a desvestirse me doy cuenta de que no son las cosas que me esperaba.

-¡Kh...!

Aparto la vista, ruborizado, tapándome delicadamente los ojos con una mano. Todavía no estoy preparado para ver chicas desnudas ni medio desnudas... Las cosas han de ir poco a poco. El crecimiento nunca es repentino porque sería malo.
Entreabro los dedos para mirar, a ver si ha acabado ya. Parece que lleva, por suerte, una especie de camisa que le tapa incluso una parte del muslo, así que, aún sonrojado, suspiro. La vida fuera de la torre está llena de sobresaltos.

Massen Dew entra en el agua y la veo extender las membranas de sus orejas. Qué raro sería tener membranas... Me pregunto cómo será su tacto...
Me invita a meterme con ella y en primera instancia niego, pero luego recapacito: cuando me vaya de aquí volveré a tener una vida insulsa. Habrá que aprovechar el buen tiempo...
Camino hacia un árbol y me descalzo, dejando los zapatos bajo su sombra. Luego, intimidado por su presencia, me desvisto lenta y dolorosamente hasta quedar en paños menores. La verdad es que es de lo más vergonzoso. Además, mi cuerpo no hace justicia a mi edad, y es un poco deprimente...
Me acerco al agua. No puedo evitar abrazarme el cuerpo, a ver si logro taparme de sus ojos. Camino decidido hacia el agua, pero al tocarla... ¡¿Buena?! Está helada... Creo que jamás había tocado un agua tan fría con un pie, sin contar la de lluvia cuando se cuela en los zapatos.

Indeciso, me quedo plantado ante la orilla.

Al principio no parecía muy convencido, pero finalmente pareció aceptar mi propuesta. En lo que se preparaba, terminé de sumergirme y buceé un poco. No había vuelto al lago desde aquella noche, y aunque su aspecto diurno no me hacía relacionarlo tanto, al sumergirme todo parecía volver a ser igual. No pude evitar una sonrisa soñadora, y un hormigueo me recorrió el estómago. No había vuelto a ver a Follow desde el encuentro con los mercenarios, pero después de nuestro anterior encuentro tenía más ganas de verlo.

Pasé unos minutos bajo el agua, jugueteando de aquí para allá, hasta que de pronto vino a mi mente la imagen del pequeño claritas, que a juzgar por la quietud del agua, aún no había entrado. Decidí subir, acercándome a la orilla. Lo encontré de pie en la orilla, medio encogido y mirando el agua con desconfianza, y casi tuve ganas de soltar una carcajada.

-No muerde, Jun -comenté, divertida-. ¿Qué pasa, no vienes?

Ante sus palabras, me envalentono. Ya basta de asustarse siempre: en el río, en las mazmorras, en los tejados y ahora aquí, en el lago, como asustado de la frialdad del agua. Hay momentos en el que uno tiene que echarle valor y...
¡Está helada!

En cuanto entro noto como un mordisco helado en toda mi piel, pero aún así sigo avanzando hasta que me llega al pecho. Bajo el agua, mi cuerpo tiembla, pero fuerzo una sonrisa mirando a la chica, como si estuviera en la temperatura ideal.
Vaya trola...

Intento moverme un poco, a ver si entro en calor, aunque la verdad es que me da miedo meterme mucho más hondo, pues mis cualidades acuáticas son bastante vulgares.

Su repentina decisión me hizo ampliar mi sonrisa. Todo un hombrecito dispuesto a enfrentarse a la furia de los mares. En ciertos aspectos me recordaba mucho a Sock, pero en otros se parecía más a Solce. Me brindó una enorme sonrisa.

En cambio, había algo raro en el agua. Pequeñísimas pero perfectamente perceptibles hondas. Extendí una mano por debajo del agua para sentirlas bien en mis membranas y me lo quedé mirando, sin entender muy bien. El pobrecito temblaba. Acabé por echarme a reír, y me acerqué un poco.

-Oye, ¿tienes frío? Tampoco era obligatorio... -dije, tendiéndole las manos-. Si nadas un poco entrarás en calor. Antes de que te des cuenta, tendrás más frío fuera que dentro. Aunque también podemos volver, si quieres.

Niego furiosamente. Una vez llegado a este punto, rendirme sería propio de... De mí, bueno, pero se supone que estoy intentando aceptar un desafío, así que no puedo rendirme aunque sea propio de alguien como yo.
Declino las manos que me ofrece con un gentil gesto de cabeza y me lanzo a lo profundo, pataleando como puedo para mantenerme a flote mientras muevo las manos como he visto hacer a algunos animales cuando nadan, agitándolas un poco arbitrariamente, pero consiguiendo mantenerme a flote. Es muy cansado y el tiempo que paso con la cara totalmente fuera es algo irregular, pero lentamente me voy desplazando lejos de la orilla.
Me siento algo ridículo, bien pensado. Esta es la clase de cosas que debería hacer primero en privado.

Pronto resollo, tragando agua a ratos y difícilmente manteniéndome a flote, pero ya puestos no me voy a rendir. Total, el ridículo está hecho...

No parecía dispuesto a aceptar ayuda alguna, así que rechazó mis manos y se echó a nadar con esfuerzo. Parecía un cachorrillo de mecña chapoteando, tratando por todos los medios de mantenerse a flote. No tardé en entender a qué se refería con saber nadar un poquito, y me pregunté si en el ámbito de la escritura yo sería comparable a él nadando. Desde luego, tenía que ponerme a estudiar en serio.

Me eché a nadar yo también, y no tardé en sumergirme y desaparecer, pues siempre me había gustado más el fondo que la superficie. Sin embargo, traté de no alejarme mucho del pequeño, nadando a su alrededor y pendiente por si tenía algún problema. Algo me empujaba a intentar ayudarlo, pero dado en enérgico rechazo, no quería insistir demasiado.

Después de un tiempo, subí a la superficie, no muy lejos de él, que seguía salpicando. Me limité a mantenerme a flote, observando cómo nadaba y pendiente de si necesitaba ayuda, pero sin intervenir. Por otra parte, me alegraba estar una vez más en el lago.

Finalmente, no pude contenerme más y me acerque un poco más, poniéndome casi frente a él, intentando transmitirle ánimos con una sonrisa.

-No estés tan tenso -le recomendé-. No necesitas tanta energía. El agua es muy suave y se adapta, y tú también puedes adaptarte a ella. Pero si eres brusco, te rechazará.

Tras varios minutos, que parecen horas, por cierto, mi cuerpo apenas puede seguir manteniéndose a flote. Cada vez paso más con la cara sumergida y menos respirando y, por si fuera poco, me ha dado un punto. Es entonces cuando Massen Dew brota del agua con suma facilidad ante mí, lo que me obliga a detener mi avance. Aunque escucho lo que dice, estoy demasiado ocupado intentando no ahogarme para ponerlo en práctica. Un calambre en el pie derecho es lo siguiente. Solo con el izquierdo no logro mantenerme a flote, así que me agarro a su brazo como puedo, notando los ojos llorosos por el dolor, el agua y la sensación de asfixia.

Desde luego, yo sí que estoy hecho un guerrero...

Lo siguiente me hizo aprender una lección en la vida, y es que no siempre es bueno conceder a la gente lo que pide, especialmente si los mueve la cabezonería. Vi como cada vez perdía más su capacidad, hasta que un impulso desesperado lo llevó a agarrarse a mí.

Me hundí un poco en un primer momento, pero no tardé en recuperar el equilibrio; dentro del agua, nada pesa demasiado. Aproveché que él mismo tuviera el reflejo de agarrarme para atraerlo bien hacia mí y sujetarlo, pues no parecía capaz de mantenerse solo a flote mucho más tiempo.

-Calma, calma -traté de tranquilizarlo, aunque yo misma empezaba a ponerme algo nerviosa por su actitud-. Tranquilo. No te vas a hundir. Agárrate bien a mí y te llevo a la orilla, ¿vale?

Mientras hablaba, empecé a nadar hacia allá. Quizá aquello no había sido buena idea del todo.

Cuando estuvimos lo suficientemente cerca de la orilla como para hacer pie lo solté, aunque sin separarme mucho, pues no parecía muy en condiciones de desenvolverse por sí solo.

-¿Estás bien? Creo que aquí ya haces pie, prueba a ver.

Hasta que llego a hacer pie, no me calmo. Cuando lo logro, me apresuro a salir del agua y, una vez fuera, me dejo caer boca arriba, jadeando y tosiendo. Tengo los ojos anegados en lágrimas y sé que no debo llorar, pero es que desde que llegué no dejo de casi morirme... Es un poco deprimente ver que todo a mi alrededor me causa muerte.

Cierro los ojos, inspirando profundamente, hasta notar que mi corazón bombea más despacio y que, lentamente, me voy calmando. A este paso, acabaré acostumbrándome...
Busco a Massen dew con la vista, esbozando una pequeña sonrisa para que no se preocupe. Espero que no se lo tome como si fuese su culpa, ya que soy yo el que se arriesgó de más...

Al parecer, una vez tocó tierra se sintió seguro, porque echó a andar con tanta decisión fuera del agua que me dejó perpleja. Al poco rato estaba tirado en el suelo, respirando agitadamente. Me sentí un poco culpable al verlo tan agotado, y salí yo también, preocupada. Me acerqué a ver si necesitaba algo, pero se limitó a brindarme una sonrisa.

-¿Demasiadas emociones fuertes? -bromeé, tratando de ignorar el sentimiento de culpa.

No parecía que le pasara nada realmente, más allá del susto y el agobio del momento. Me alejé a buscar su ropa y la mía, y le dejé la suya al lado antes de empezar a vestirme.

-Bueno, creo que, cuando te hayas recuperado un poco, será mejor que volvamos. Se nos va a hacer tarde, y tú ya puedes sumarte una buena aventura en el agua...

La verdad, vista su inseguridad, casi parecía normal que se cuidaran tanto de dejarlo salir. Aunque, probablemente, el hecho de que tuviera tantos problemas se debiera precisamente a que no estuviera acostumbrado a estar fuera. En cualquier caso, ya era hora de guiarlo hacia el palacio.

Me froto los ojos con la mano. Sorbo ligeramente. Aunque sonrío, mi cuerpo no lo acepta y sigue insistiendo en intentar llorar, pero no pienso permitírselo.
Tras recuperarme del susto, me pongo en pie y me apresuro a vestirme para protegerme del frío, mayor ahora que es de noche y estoy mojado. Desde luego, el día que no me pase algo peligroso me sentiré realizado, porque lo que es hasta ahora...

Miro a Massen Dew y asiento. Lo mejor es que me vuelva al palacio con ella antes de que me ataque alguna bestia o que me caiga un meteorito encima. Ya ha sido suficiente por hoy.

Después de un momento, Jun acabó por ponerse en pie y vestirse. Lo esperé pacientemente hasta que estuvo listo, y me acerqué un poco a él cuando asintió a mi propuesta. Con una mano, le revolví un poco el pelo, en un gesto entre cariñoso y de ánimo.

-Ser aventurero es duro, mi joven aprendiz -recité con tono dramático, antes de volver a sonreírle.

Finalmente, echamos a andar hacia el palacio. Se nos había hecho de noche, pero después de tantas veces, conocía bien el camino.

Por el camino, me planteé que había conocido a Jun justo después de ver a Follow por última vez, y que ya había visto al pequeñajo otras dos veces desde entonces. Me pregunté qué estaría haciendo el piscis para llevar tanto tiempo desaparecido. Aunque, bien pensado, Follow tendía a aparecer y desaparecer a voluntad. Probablemente, tendría que esperar hasta que aquel "destino" suyo tan caprichoso decidiera que nos encotráramos.

*Se van*

El chrysos arrojaba piedras planas al lago. Llevaba ahí, parado a un par de pasos de la orilla, casi toda la tarde, furioso. Tenía el ceño fruncido, las manos le chispeaban y lanzaba las piedras con tanta fuerza que en vez de rebotar se hundían nada más tocar el agua. No recordaba cuándo había sido la última vez que había estado tan enfadado. Recordaba días en los que había estado molesto, de mal humor, pero aquella rabia que bullía en su interior hacía tiempo que no la veía.

Lanzó otra piedra y gruñó al ver cómo se hundía. ¡¿Cómo se atrevía?! ¡La madlita chysos histérica incomprensible y borde de las narices siempre hacía lo mismo! ¡Lo mismo! Estaba harto de que se fuese siempre, ignorando lo que decía como si la cosa no fuese con ella. Y lo mejor de todo es que él no había hecho nada, ¡nada! Y aún así la tía se fue toda digna, toda guay, porque, claro, era Alehyss Lester, su excelentísima señorita, y si quería irse sin dar ninguna explicación, podía. Porque era así de genial, así de fabulosa, y así de egocéntrica y creída. ¡Borde! Eso era lo que era, una maldita borde incomprensible. Daba igual lo que hiciese. Si le gritaba, se iba ofendida porque ¡cómo se atrevía! Si no le gritaba, se iba igualmente porque podía. Si le hablaba, ¡cómo se atrevía a hablarle! Estaba convencido de que hasta le molestaría que no le hablase y que la dejase a su aire. Porque era evidente que todo le molestaba. ¡Todo! Estúpida chrysos.

Lo peor de todo era que si hubiese sabido que la chrysos iba a reaccionar igual de siempre, no se habría mordido la lengua. Le habría respondido con lo que aquella antiguamente pequeña parte de él quería decirle. Que qué maldito problema tenía. Pero no, ¡no! Había decidido ser amable para nada. ¡Nada! Y lo mejor de todo, lo mejor era que estaba convencido de que la próxima vez que se viesen ella actuaría como si la culpa de toda la tuviese él. Estaba seguro de ello. Ya podía imaginársela, con el mentón alzado y la mirada de superioridad, pasando a su lado sin dirigirle la palabra porque, Mithos, ella no se iba a rebajar a su nivel. La cosa no iba con ella a fin de cuentas. ¡Porque era muy fabulosa!

—Histérica de las narices... —farfulló, arrojando una nueva piedra al lago. Un chispazo involuntario le recorrió el rostro. Otra cosa genial que hacía Alehyss Lester era disculparse. ¡¿A qué venía aquel lo siento?! ¡Seguro que no lo sentía ni nada! Pero, claro, lo dijo, y ahora él hasta se sentía un poco mal por estar poniéndola a parir en su mente. ¡Maldita chrysos! No podía irse sin pedir perdón. No. Ella tenía que irse con todo su ego y, aun por encima, disculparse. ¡Sería idiota! Él quería desearle lo peor, que alguien la dejase a medias o algo así, y no podía porque se había disculpado y, a lo mejor, en una pequeña parte de su corazón, ese que estaría debajo de todas esas capas de ego ego ego, sí que lo sentía.

Bufó. Si había algo que agradecía en esos momentos, era estar solo en el lago. Estaba convencido de que parecía patético, tan chispeante como un bicho de esos, Karnikarsh o cómo se llamasen.

*se queda*

Voy al lago a nadar. Ahora que hace mejor tiempo es mi momento. Si practico lo suficiente puede que la próxima vez no haga el ridículo. Hasta he traído una muda de ropa y una toalla.
Al llegar una figura llama mi atención. ¡Lyam! Nada más y nada menos que el chrysos del tejado. Está lanzando piedras. De hecho, ahora que me fijo... No parece estar muy de buen humor...
Me doy la vuelta. Lo mejor será que vaya a otra parte de la orilla. Sin embargo, al volverme me enredo en una raíz y me caigo al suelo aparatosamente.

Vaya mierda...

El chrysos estaba a punto de lanzar otra piedra acompañada de una maldición cuando escuchó un ruido. Molesto, frunció más el ceño, apretó la piedra en su mano y se volvió para ver quién había sido el inteligente que se había acercado. Por Mithos, ¿por qué la gente se acercaba a un tío que echaba chispas? ¿Acaso esos chispazos involuntarios no decían nada? ¿No? Pues menuda mierda, porque si su (inútil) capacidad mágica no servía ni para avisar de que estaba furioso, entonces no quería saber nada de la maldita magia chrysos. ¡Estúpida magia chrysos incontrolable!

El inteligente que se había acercado resultó ser Jun. Lyam tomó aire, intentando calmarse un poco, y se acercó al muchacho, que estaba tirado en el suelo. Le tendió la mano que tenía libre, intentando que no chispease.

—Cuidado.

Acepto su mano sin mucha seguridad. La verdad es que las chispas que echa son una muestra de autocontrol muy gorda. Tiene que dominar mucho la serenidad si algún día quiere dejar de hacerlo. Además, así consigue que todos sepan su estado emocional, y la verdad es que no creo que sea útil para un guerrero...

Esbozo una tímida sonrisa y garabateo presto en mi pizarra.

"Buenas tardes. Ya me volvía a palacio."

Tras ayudar al chico a levantarse, Lyam cruzó los brazos, todavía con la piedra en la otra mano y con un par de chispas recorriéndole la piel. ¡Malditas chispas! ¿Por qué demonios chispeaba? ¿No podía no hacerlo? No, claro que no, porque no tenía ni idea de cómo controlar esas chispas. A veces se preguntaba cómo podía hacer los chrysantae. Seguro que eran muy débiles, pero le llamaba la atención que fuese capaz de conjurar aquello y que no pudiese controlar las chispas cuando estaba furioso. No tenía ni idea de magia, pero debería poder, ¿no?

Serio, leyó lo que el claritas escribió en la pizarra y asintió. Mejor. Cuanto más solo, mejor.

—Pásatelo bien.

Lo miro unos segundos. Estoy por irme, pero parece que tiene un verdadero problema. Mi mirada es intermitente, observando el camido de vuelta y al chrysos. Él me ayudó, y ahora parece necesitar ayuda, aunque también parece que si me voy lo ayudaré más que si me quedo. Menuda indecisión...

Me alejo un par de pasos y lo miro de nuevo. Maldición... ¿Qué hago? ¿Qué hago? Quizás si conociera a alguien que se llevase lo suficientemente bien con él como para animarlo... Por lo que dijo, conocía a Fier y a Massen y las tomaba por personas agradables... Quizás ellas...

Observó al muchacho durante unos segundos y, antes de que se diese la vuelta, le dedicó un gesto de cabeza, despidiéndose de él. Luego descruzó los brazos y se acercó de nuevo a la orilla. Con la misma rabia que antes, lanzó la piedra que tenía en la mano, que, al igual que las otras, se hundió nada más tocar la superficie del lago.

Chasqueó la lengua. Al notar que alguien lo observaba, giró la cabeza y miró al claritas, que parecía que no se había ido aún. Tras contemplarlo durante unos segundos, esperando ver qué hacía, movió una mano, como si se despidiese de nuevo de él. Realmente no sabía si el muchacho quería irse o no, pero él estaba enfadado, y no quería pagarla con el crío.

Cogió una nueva piedra. Luego, la lanzó al agua.

A ver Jun... Se ha despedido de ti otra vez, así que ya sabes. No te quedes mirándolo de esa forma, como si no entendieses un adiós. Que vamos, no pasa nada si hoy no nadas, que llevas años sin hacerlo, hombre.
Por otro lado, míralo... Parece realmente... Fuera de sí, o enfadado. Nada bueno, vamos.

Termino suspirando y con un gesto me despido también. Vaya día...
Me vuelvo y comienzo a alejarme de él. No quiero ser yo tampoco el que le sirva de desahogo para su ira, que lo que haya pasado no tiene mucho que ver conmigo.

*se va*

De reojo, el chrysos observó cómo el muchacho se iba finalmente y suspiró. Realmente, una parte de él lo sentía por el muchacho. A lo mejor quería pasear por el lago, o darse un baño o lo que fuera y ahí estaba él, enfadado con el mundo e impidiéndole que hiciese lo que quería. Se pasó una mano por el pelo, echándoselo hacia atrás, y resopló. Suponía que ya tendría tiempo para pedirle disculpas por su comportamiento. Francamente, no le gustaba demasiado que a gente lo viese así; seguro que no era muy agradable.

De nuevo, cogió una piedra plana y observó el lago, encendiendo ligeramente los ojos para poder ver mejor. Esta vez, en lugar de lanzarla directamente, se sentó, lo suficientemente lejos para que el agua no le mojase los pies, y contempló el paisaje. Tras unos segundos, lanzó la piedra, haciendo que rebotase una vez antes de hundirse.

Permaneció un rato más arrojando piedras, hasta que notó cómo la rabia disminuía hasta desaparecer. Suspiró. Se sentía como un idiota.

*se va*

Entré en el agua hasta la mitad del pecho y comencé a frotarme el cuerpo. La ropa estaba colgada de una rama, goteando, recién lavada. Hice una mueca de dolor al tocarme en las costillas, en las cuales tenía un considerable moratón (como en otras zonas) fruto de los ataques de la pequeña paruvs... Para ser tan pequeña... Aunque después de lo que había descubierto que había hecho a Zacharyas, no me sorprendía. Debía de ser un monstruo, o algo peor.
A lo lejos, algo más adentro, nadaba Telma feliz. Qué fácil era ser ella, pudiendo comer cosas del suelo y sin que nadie te pegase por intentar ayudar a un amigo.
 
Suspiré de nuevo.
Nagorr Brumm me había mandado una carta invitándome personalmente a su fiesta, aunque no estuviese ahora mismo en el palacio. Suponía que no podía decir que no, ya que se había tomado una molestia especial en escribirme que no se había tomado con el resto. Tendría que asearme y cortarme algo el pelo, que parecía... Bueno, un mendigo, que era lo que era.
 
*se queda*

Nada más despertarme, salí a los exteriores de Palacio cargada con ropa. Ayer, aprovechando el buen tiempo, había ido al pueblo a comprar algo de ropa para Rick, tal y como le había dicho. Aprovechando que el líder parvus había enviado una invitación para su fiesta, compré ropa tanto formal como informal para que Rick tuviese un traje con el que ir a la celebración. Había gastado bastante dinero, así que esperaba que le gustase. Y que no se molestase, claro. A lo mejor decía que los mendigos no podían llevar esas cosas o algo así.

Recorrí los diferentes lugares que rodeaban Palacio buscando a Rick hasta que, finalmente, lo encontré en... el lago. Al verlo en el agua no pude evitar sonrojarme y bajar la vista al suelo, intentando no ver nada. Internamente, agradecí que fuese de día porque así veía menos, pero aún así... 

—Ho... Hola.

Me sobresalté al ver allí a Inger y me cubrí pudoroso. No podía permitir que viera mis moratones o me echaría bronca. Estaba seguro. Por suerte estaba casi por completo dentro del agua y esperaba que no pudiese distinguir bien aquellas marcas ocultas.
Sonreí ampliamente, con los brazos en jarras, disimulando.
 
-¡¡Inger!! –exclamé-. ¡¡Qué alegría verte!! Así a menudo sí que es grato. Aunque disculpa hallarme en... Bueno, en este aspecto. Estaba aseándome un poco. ¿Qué te ha traído hasta aquí?
 
Estaba hecho un actorazo, desde luego. Iba a ser difícil no presumir de ello para no delatarme.