Establos

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Asentí, tratando de memorizar aquellos detalles. De modo que, simplemente, se dejaban y no se iban... ¡Pues vaya animales más listos! ¿Si les decías que volviesen a una hora estarían todos? Quizás aquello fuera una buena manera de ahorrarse el ir a recogerlos...

Cuando mencionó lo del establo, fruncí el ceño, confuso. ¿Acaso no me había dicho ella que mirar estaba mal, que tenía que hacer yo las cosas? Y luego decía lo contrario... Que con cuidar de Telma llegaba. Sin duda, la monstruación hacía que las mujeres no se entendiesen ni siquiera ellas a sí mismas. Vaya lata.

-Se fueron hace nada -mentí, cubriéndolos noblemente-. Pero no pasa nada. ¡Quiero aprender todo lo que sea, así que practicar está bien!

Tuve que compensar en entusiasmo de la exclamación con un suspiro, algo triste. No estaba haciendo las cosas demasiado bien, aquel día.

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Insiste, pero es que me está poniendo nerviosa. Las cosas no se hacen así, y menos si es la primera vez que las haces. Me acerco y le tomo una muñeca con la mano, haciendo que deje de recoger.

-Oye, mira, Rick, si quieres aprender, yo te enseño, pero ahora deja eso -hablo, seria, tratando de que mi petición no sea demasiado tajante-. De verdad, te explicaré cómo se hace, pero no hagas las cosas por tu cuenta. Esto es cosa del servicio, ellos se encargan de limpiar y cuidar a los animales. Todo lo que podemos hacer nosotros es una mera colaboración para ellos, y no debemos ponérselo más difícil.

Me acerco de nuevo a Telma. Hablando con el flamma me siento como explicándole a un niño de cinco años que el cielo es azul. Es desesperante. Y hablando de cielo azul...

-Mira, hoy no llueve, y aún no se ha hecho del todo de noche -señalo-. ¿Por qué no recoges y sacamos un poco a Telma a pastar? Eso también es parte de cuidarla.

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Finalmente asentí. Aquello también era verdad. Parecía aquel tipo de personas que tenían razón en todo, aunque se me ocurrió enseguida un ejemplo de una ocasión en la que no había tenido razón. Nada, que no era perfecta. Los seres humanos perfectos eran demonios, por las personas perfectas no existían. Así estaba bien.

-De acuerdo -acepté, manso.

Cada vez que se me acercaba, o incluso cuando me tocó... No podía evitar pensar en cómo podría hacerlo sin sentir asco por mi sudor o cualquier mancha.

Entonces pasó algo que no me esperaba para nada. ¡Lea me ofreció dar un paseo con Telma y con ella! Creí que estaba decepcionada, o enfadada, y lo cierto era que aquel no estaba siendo mi mejor día, pero me arrancó una sonrisa de todos modos.
Si pudiésemos ir aun sitio con agua, además... Podría asearme un poco...

Enseguida me puse a recogerlo todo, limpiándolo y devolviéndolo a su sitio. Luego regresé junto a ella, obediente, con una sonrisa.

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Por suerte, no opone resistencia. Cuando accede a dejar las cosas y se pone a recoger suspiro, aliviada. Lo siento por el ocupante de esa cuadra, pero dejarlo seguir solo empeoraría las cosas. Tendrá que esperar a que alguien con experiencia se ocupe.

Por mi parte, vuelvo con Telma y la guío hacia la puerta. Se la ve contenta con la idea de estirar las patas. Pobre, seguro que cuando no dormía aquí pasaba mucho más tiempo fuera... Eso es bueno para ella, no debería dejar de hacerlo.

Cuando Rick hubo vuelto, salí con él y con Telma.

*se van*

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Telma me había convencido para quedarme con ella aquella noche. Antes dormíamos mucho juntos, pero desde que ella estaba en los establos y yo había vuelto a los dormitorios... Además, el frío del invierno no invitaba para nada, aunque con Tel al lado se notaba bastante menos, y ya no hacía tanto frío como antes.

Telma respiraba fuerte, pegada a mí, durmiendo tranquila. Yo no tanto. No era capaz de concluír el sueño. No podía dejar de pensar en tantas cosas...

Hacía mucho que no veía a Inger. En días como aquel, que no podía dormir, podría contarle las historias de algunas estrellas. Como la de la brillante Alduana, o la consternación del Caballero, que luchaba ferozmente contra el fuego del Dragón.
Aquellas historias le gustaban, y al hablar de aquello terminaba durmiéndome.

¿Le gustarían a Lea las estrellas? Ni siquiera parecía gustarle especialmente nada más que Telma y los otros animales.
Inger era difícil de entender, como todas las mujeres, pero era más fácil verla sonreír, y saber que estaba contenta.

Telma respiraba fuerte a mi lado. Y yo no podía dormir.

*se queda*

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Al final, en lugar de ir al comedor, salí a dar una vuelta por los exteriores de Palacio. Lo cierto es que ni siquiera tenía hambre, pero tampoco quería quedarme ahí, parada en medio de los pasillos como una tonta, esperando a que me hiciesen caso. Suspiré. Hacía tiempo que no me sentía tan fuera de lugar, y hacía tiempo también que no veía tan poca lástima, pena porque una persona se fuese a otro sitio con una excusa tan pobre. Aunque tampoco los culpaba, ni estaba enfadada ni nada. Si hacía tiempo que no se veían, era normal que quisiesen estar a solas, teniendo en cuenta la relación de, al menos, buena amistad que parecían tener.
Volví a suspirar.
¿Serían sólo amigos o había algo más entre ellos? Lo cierto es que apenas sabía cosas de ninguno de los dos; apenas había hablado con ellos un par de veces, y en esas conversaciones no había salido el tema del amor y demás. Aunque, si no recordaba mal, Alehyss había hablado hace mucho tiempo de olvidar el pasado y no sé qué más cosas del presente. A lo mejor sí que estaban juntos. Sería curioso.

Sumida en mis pensamientos, acabé llegando a los establos.
Y no pude lamentar más mi mala suerte.

—Bu... Buenas... Buenas noches —balbuceé, mirando un segundo a Rick, antes de darme la vuelta, dispuesta a irme.

A pesar de que estaba tomándome todo aquello mejor de lo que esperaba, no me veía capaz de entablar una conversación así como así con el flamma.

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Una voz me despertó de mis pensamientos. Aunque por un segundo no supe con clareza si la voz venía de mi cabeza o era real.
Aquello parecía como un hechizo de invocación.

Me puse en pie con rapidez, nervioso de pronto. Las palabras me salían atropelladas y no sabía cuáles decir.

-¡Inger! -llamé primero -. Justo estaba pens... Quiero decir, buenas noches.

Quería irse. ¿Y quién la culpaba? Había herido sus sentimientos sin siquiera comprender lo que pasaba. Merecía un buen golpe, incluso.

-¿Cómo estás? -pregunté, no muy seguro, con cierta cauticela.

Intenté sonar a qué tal tu día. Aunque esperaba que huyese ofendida de allí. Era lo justo.

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Rick se levantó rápidamente, mucho antes de que yo pudiese salir de ahí. Lo miré de reojo, ahogando un suspiro. Parecía nervioso; sonaba nervioso. Fruncí el ceño. ¿Qué estaba haciendo? ¿Justo estaba qué? ¿Estaba pensando en mí? ¿O en sus cosas? A lo mejor pensaba en una canción, o en cualquier tontería. Tenía más sentido que lo otro.

—Hola... —murmuré, volviendo la vista a la salida.

Me pasé una mano por el cuello.
Si la situación de los pasillos era incómoda, esta lo era aún más. Si allí sentía que sobraba, aquí sentía que no sabía qué decir. Y quería irme, irme muy lejos, tal vez a la cama, porque las probabilidades de sentirme incomoda, de interrumpir o de ser una molestia si no lo hacía eran extremadamente altas esta noche.

—Estoy bien. He estado hablando con Lyam y Alehyss hace un rato.

Bajé la vista al suelo.

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Notaba una tensión desagradable en el aire. Quería acercarme un poco, pero no lo hice. No quería asustar a Inger, a la que llevaba tanto sin ver. Y a la que seguía sin ver, debido a la oscuridad.

Su respuesta fue extraña. ¿Lester y Lyam? ¿Seguía Lester viva? ¿Intentaba meterld ideas desagradables en la cabeza? Pero no creía que hablar sobre lo innoble que era Lester fuese la solución, por una vez.

-Yo estuve en el bosque -murmuré, con la voz seca-. Hay que aprovechar que hace mejor tiempo, no se vaya a poner a llover otra vez...

Esbocé una sonrisa nerviosa, algo tenso.
Una noche perfecta para ver las estrellas. Quizás había hecho eso...

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Asentí.
Probablemente había estado entrenando en el bosque, y seguramente ahora se quedaría aquí, en los establos, a dormir. Me pregunté si seguía durmiendo aquí tan a menudo como antes. A lo mejor ya no lo hacía con tanta frecuencia. Quién sabía. Yo no, desde luego.

—Sí, hay que aprovechar el buen tiempo.

Me pasé una mano por el cuello, de nuevo. Luego suspiré.

—Me voy a dormir... Descansa.

Realmente no me apetecía hablar demasiado con él. Ni tan siquiera sabía qué decirle o cómo tratarle.

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Bajé la vista. Aquello nunca había sido lo que yo había deseado. Ella estaba enfadada, era lo justo. Yo no tenía derecho a retenerla innoblemente con frases de conversación vacía.

-Si miras, de paso que vuelves, podrás ver al Mago lanzando un hechizo -murmuré, pasándome una mano por el pelo, despeinándome más que lo contrario, dejándome caer en la paja de nuevo.

A ella le gustaban aquellas cosas. Al fin y al cabo, había inventado muchas de aquellas historias para Inger. Esperaba que, al menos, quedase algo bueno de ellas para Inger. Aunque solo fuesen las historias sobre estrellas.

-Descansa... -repetí, mirando su silueta sin poder diferenciar su rostro.

Deseaba dormir, no hablar de estrellas. Obviamente.

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Fruncí el ceño.
No entendía lo que me había dicho. Allí fuera no había ningún mago, mucho menos uno lanzando un hechizo, así que no entendía a qué venía eso. A lo mejor, pensé, sólo era una invención, como si fuese parte de un cuento antes de dormir, de una fantasía, pero no tenía sentido que me dijese esas cosas. Todavía me quedaba un buen trecho para llegar a los dormitorios, así que no tenía razón de ser.

Aún así, y a pesar de que era consciente de que no podía verme, asentí. Escuché cómo algo caía sobre algo acolchado, así que deduje que se había tumbado de nuevo en cama. Tragué saliva.

—Descansa... Buenas noches —murmuré.

Y sin decir mucho más, me fui. Una vez fuera alcé la vista al cielo, pensando que a lo mejor se refería a alguna estrella, y permanecí unos segundos observando el firmamento, con cierta curiosidad, aunque no demasiado animada. Luego rehice mi camino y volví a Palacio.

*se va*

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Telma, a mi lado, caliente y quieta... Estaba despierta, aunque no demasiado. Me abracé a ella, triste.

-No puedo evitar pensar que es la misma Inger de siempre -murmuré, acariciando el espeso pelo de la bismonte-. Y por ello, como siempre, quiero protegerla, y contarle la historia del Mago... -. Acerqué la cabeza a la de Tel, apoyando los labios contra ella, hablando más bajo-. Y a veces deseo dormir con ella. Y también besarla o abrazarla. Como siempre ha sido. Porque es Inger...

¿Y cómo iba a deshacerme de aquella sensación? Quizás fuese imposible.

Telma respiraba fuerte de nuevo, dormida.

-Hace tiempo vivía un hombre heroico que miraba las estrellas, deseando alcanzar su brillo con sus nobles manos, enamorado de la más brillante. Pero por más que trepaba a árboles y montañas, jamás las sentía más cerca. Por aquello un día el hombre decidió cambiar de plan. Si él no podía llegar a la estrella debía hacerla bajar. Pero solo un mago podía hacer bajar una estrella, de modo que...

*se duerme*

Al día siguiente la luz me despertó. Cansado, me levanté y aseé a Telma. Tras alimentarla y atenderla un rato, me fui a ducharme y a hacer mi vida.

*se va*

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Pese a que es tarde y estoy cansada, cuando entro en los establos lo hago con una sonrisa de oreja a oreja, absolutamente ilusionada. Al fin soy libre. Más o menos. Lo suficientemente libre para estar satisfecha.

A última hora de la tarde me he dirigido a la enfermería, y por fin me han permitido deshacerme del incómodo cabestrillo. Claro que todavía no estoy recuperada, pero parece ser que ya no necesito tener el brazo inmovilizado más tiempo. Simplemente, tengo que dedicarme a hacer ejercicios para fortalecer el hombro, hecho que he empezado tras salir de la enfermería.

Me han dicho que no me está permitido el hacer grandes esfuerzos, pero es muy agradable haber recuperado la movilidad. No puedo ponerme a trabajar como antes todavía, pero sí puedo volver a estar en los establos más a menudo sin necesidad de sentirme tan incómoda.

De hecho, allí me dirijo ya de noche, dispuesta a recuperar el tiempo perdido con Telma. Me lanzo sobre ella para abrazarla nada más llegar, despertándola, encantada de poder mimarla con la misma libertad de antes, aunque tengo que evitar que me dé golpes o similar. Además, aún me duele algo el hombro, pero es soportable.

No sé si ha salido hoy, pero yo me encargo de abrirle la puerta para que pase a una zona más amplia de las cuadras. Llevo la capa que me prestó Rick, y también hay una manta vieja que puedo usar. Pronto estamos ambas tumbadas, yo sobre ella, dándole todos esos mimos que le debo desde la misión.

Al final, acaba por quedarse dormida, y yo caigo poco después.

*se duerme*

Al día siguiente me encargué muy por encima de las cuadras, haciendo aquello que consideraba que no suponía un esfuerzo demasiado evidente. Especialmente me preocupé por dejar a Telma bien cómoda. Después de pasar allí la mañana me fui, a regañadientes. Tenía que hacer cosas. Cosas que no me apetecía hacer.

*Se va*

Edad : 27 Mensajes : 1436

Me meto en las cuadras porque vuelve a llover lo que no está escrito y me toca un poco mucho la moral. No se puede salir de los muros del castillo sin acabar calada hasta los putos huesos. Tengo los pezones como para picar hielo, joder. Y unas agujetas que no puedo con el puto culo.
Me froto los brazos, aunque con esta mojadura no hay quien entre en calor. A lo mejor hay algo por aquí para ponerse... Aunque huela a mierda.

Tras buscar un rato doy con una camisola de lino desgastada bastante grande. Y tendrá que valer. Como si hubiera más...
Me desvisto y me la pongo. Por suerte las bragas están secas. La sensación sobre la piel es jodidamente genial. Me gusta mucho el agua, pero no en mi ropa si la llevo puesta. Eso es como cuando estás tranquila y de repente las bragas...

En fin. Como sea.
Cuelgo en un clavo mi ropa a que seque y me siento en un montón de paja que parece puesto ahí para eso, abrazándome las piernas, desnudas a partir del muslo. Un bismonte corretea suelto. Vaya gilipollas los del servicio.

-Ni te me acerques -le advierto, desde mi sitio.

A ver si para un poco de llover...

*se queda*

Edad : 35 Mensajes : 1331

Tras acabar la hora de entrenamiento que dedicaba todos los días a practicar con Frikka me he ido a correr un rato y a cansarme del todo, más que nada. Tras una ducha relajatante y un cambio de ropa ya estoy en condiciones de empezar mis horas lúdicas y como es temprano para cenar, creo que buscaré algo con lo que pasar el rato.

Y lo primero que se me ocurre es bajar a los establos. ¿Me interesan a mí los bichos? No. ¿Es un buen lugar para pensar? No. ¿Es un sitio con un montón de cosas divertidas? Tampoco. Pero seguro que hay una porquera odiando al mundo y perdiendo el tiempo en alguna parte y la parte con más posibilidades es ésta.

Silbando con ánimos llego al maloliente lugar y miro a mi alrededor, buscando a la chica. Al momento veo lo que parecen una piernas, piernas que sobresalen un poco tras una de las cuadras y alzo las cejas interesado. Son piernas de mujer. No las de Lea -no guardan sus proporciones-, pero son de chica y eso siempre es interesante. La piel clara me hace pensar en Inger, que no sé por qué estaría con las piernas desnudas en un establo, pero quién sabe. Mis labios pueden volver loco a cualquiera. Sonrío de medio lado. Por supuesto Alehyss queda descartada y las piernas de Madame Desmarais son mucho más esbeltas. Seguramente las de Fera también lo sean. ¿Y si es una mujer del servicio?

Me muerdo el labio inferior con picardía mientras me voy acercando, tratando de no hacer demasiado ruido. Pero mi cara cambia auna algo sorprendida al ver que el ovillo que hay sobre la paja es la enana de Frikka. Me tomo unos segundos para mirarla. No esperaba que bajo sus pantalones flojos hubiese unas piernas como esas, aunque es lógico conociendo mi propio ejercicios de extremidades inferiores. Por otra parte, ¿qué lleva puesto? Parece una vieja camisa que le queda bastante grande y hace a las veces de una especie de vestido, cubriendo sus hombros y haciendo su parte superior más recortada. Una mirada se cuela entre su cabeza algo gacha y sus rodillas, buscando dónde empiezan los botones de esa gran camisa ques eguro no le cerrará a la altura del cuello por su altura. Acabo por tragar saliva y mirar a otro lado. Sigue siendo la enana de siempre.

Cambio mi expresión sorprendida a una media sonrisa picajosa, como de costumbre, y me acerco caminando con chulería.

—¿Qué pasa, Fifi? ¿Vienes a relacionarte con los tuyos? —al acercarme a ella me voy quitando el abrigo con lo que, una vez estoy frente a donde está, se lo tiro encima como una manta. —Recuerda que tú no tienes tanto pelo en el cuerpo. Al menos, no tan distribuído —Bromeo, metiéndome con ella. Miro a mi alrededor de nuevo. Yo venía esperando otra cosa.

Edad : 27 Mensajes : 1436

Me dedico, ya que aquí no hay mucho que hacer y la lluvia sigue sonando, a contemplar los animales desde mi posición. Por lo menos parece que limpian esto bastante, que me esperaba un olor a mierda bastante más apestoso. Al final no huele peor que el baño después de que lo usen mis hermanos. Aunque sigo agradeciendo las vallas de madera. No soy la mujer más enamorada de los animales, que se diga. Me dan bastante igual siempre que no sean babosos o muy pesados. Y el bismonte suelto, si bien me mira con curiosidad, no se acerca. La hembra alfa ha dejado claro su territorio y todo va bien.

He tenido la decencia de escurrirme el pelo antes de cambiarme, pero sigue húmedo y empiezo a notar los hombros un poco mojados. ¿No habrá algo más para ponerse?

Estiro la pierna izquierda, desperezándola hasta los dedos, y entonces escucho una voz jodidamente familiar. Hostia puta.
Enseguida me pliego de nuevo, abrazando más las rodillas, alzando la vista malhumorada, ceñuda. ¿Dos veces en el mismo día? Si es que voy a generar una paciencia de la hostia.

-El nivel intelectual acaba de caer en picado, y mira que la cosa no estaba muy animada -gruño, en respuesta.

Me acabo de ver como uno de esos perros pequeños que ladran y son tan pesados.
Al recibir su chaqueta, aunque con mala cara, la utilizo. Gracias. En serio. Me envuelvo en ella, cubriendo más mi cuerpo. Aunque tampoco tengo nada que esconder. Literalmente. Nada. No mucho.

Sí. Estoy nerviosa. Solo un poco. ¿Quién no ha leído algún libro o escuchado alguna historia, al final? ¿Quién?

-Si has venido buscando bujeros creo que aquella te está poniendo ojitos -murmuro, bajando la vista, señalando una cabra que no está muy lejos.

Yo ya me voy ahora, Gerry. Así llueva tanto que me ahogue.

FdR- Al final había apostado que irías a Alehyss ò.o

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Su comentario hace que le eche la lengua un momento, girándome para dar un par de pasos antes de volver a prestarle atención -y para darle un poco de intimidad mientras se arropa-. Miro a la cabra que señala con el afortunado comentario. Que asco da que tenga razón. Me llevo una mano a la nuca para rascarme.

—No me haces sudar suficiente. Luego tengo que venir aquí a quemar calorías. Debe de echarme de menos —Respondo, haciendo alusión a la cabra que menciona. Luego localizo su ropa y al tocarla la noto mojada.

—Fi-Fi, las personas se duchan quitándose la ropa —Advierto, jocoso. Me giro de nuevo para ir hacia ella, tampoco tengo la culpa de que vaya por ahí desvistiéndose, y acabo por sentarme en la paja también. Esperaba encontrármela un poco menos sonrojada que al principio, pero parece que nop.

—¿Qué has hecho? ¿Te has metido en algún lío? —Pregunto entretenido. Con el abrigo grueso y negro encima se hace más llevadero.

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Exhibo una sonrisa burlona. Será porque no suda solo a todas horas dándole a la mano. A la lengua. A todo. Vaya asco.

-Eso me estaba diciendo. Al parecer eres un poco bruto tocando las ubres. Deberías tratar a las damas con más respeto, o no volverán a dejarte beber su leche. Ya sabes como va -replico, encogiéndome de hombros, burlona.

Su comentario me hace entornar los ojos. Qué listo es, por Mithos.

-Tomo nota -murmuro, mirándolo de reojo.

No es como si fuera a violarme, cosa que agradezco. De hecho, nada más lejos de la realidad. Es una suerte. De ser una cualquiera, y tratándose de Gerry, quizás estuviese sentenciada. Tiene pinta de esos tipos que te saltan a la chepa si tienes buenas tetas y paseas por un callejón oscuro.

-En un lío te meterás tú cuando sepan lo de la cabra. ¿No ves que preñada no da leche? -ataco, algo gratuita. Perdoname-. Y como sois de la misma especie no sería raro -recalco, dejando el insulto a su imaginación.

Lo miro desafiante. Si me moviese discretamente podría rozarlo y echarle la culpa.

¡Ja! No soy de esas gilipollas que se arrastran. Tengo más clase que eso.

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Fruzo el ceño de forma jocosa, parece que los nervios le dan ideas más descabelladas.

—Prefiero que no salga leche al chupar. Por lo que pueda pasar —Reprocho con tono desairado, pero sin perder la gracia.

Después aprovecho su reflexión sobre mi relación con la cabra para tratar el tema de la leche y no su insulto gratuíto.

—Creo que te llevarás una sorpresa cuando te quedes preñada —Suelto, recostándome hacia atrás con las manos tras la nuca. Que picajosa se pone.

—¿Y tú qué se supone que eres? ¿Un bismonte por pesada? —Reprocho con tono más de burla que de risa.

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Ensancho la sonrisa, desafiante. Por lo que sé, los hombres piensan que ahí abajo tengo colmillos. Me vendrá muy bien para no quedarme embarazada nunco. los críos son un fastidio. Creo que hay pocas cosas más jodidamente pesadas que tener un hujo. No solo es tuyo, hace ruido y molesta. Aún por encima si no lo cuidas y se te muere te miran mal. Es una verdadera mierda.
No me veo yo muy maternal.
Así que ignoro su comentario. Mejor pasar a otro tema.

-¿Un bismonte? -inquiero, mirando un momento al que está suelto, que nos mira sentado con curiosidad-. ¿No hay algo que muerda y toque los huevos? -pregunto, burlona.

Sé reírme de mí misma, también. Queda demostrado.

La chaqueta huele a Gerald. Lo noto en el cuello, que me queda cerca de la cara. Es como si, de algún modo estuviese él sobre mí, y no su ropa. Y podría decir "¿No lavas la ropa, joder?", con mi tono habitual, pero entonces se creería cosas que no son, como que sé como huele, y mejor no.

-¿Y a qué has venido realmente a este sitio apestoso? -inquiero, llevando el tema del olor a las cuadras.

FdR- Me acabo de encontrar con la imagen más sexy existente sobre la faz de la tierra frente a mí, en la misma habitación...

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Alzo las cejas, hilarante y socarrón por su pregunta.

—¿Una amazona? —Respondo con una pregunta irónica, ampliando la sonrisa, divertido.

Me acomodo en la paja, descansando el cuerpo y tratanto de despejar la mente cerrando los ojos. Cuando vuelve a preguntar, con esa voz de mamarracha que pone cuando se enfurruña, abro un solo ojo, pensando en qué responder y finalmente suelto un suspiro.

—Ya lo has dicho tú, ¿no? Es mi segunda profesión —Sonrío pícaro —Pero yo sigo sin saber qué haces aquí así vestida y mojada. ¿Querías hacerte dura meditando bajo la lluvia? —Insisto, a ver si me cuenta algo.

Edad : 27 Mensajes : 1436

Una amazona. Muy gracioso.

-Claro. Como soy ambidiestra me corté las dos -gruño, entre burlona y picada. No, si lo mejor va a ser que es jodidamente plausible.

Bien pensado, a tomar por culo. Estoy cansada de acurrucarme como una gilipollas cuando partimos de eso. Me dejo caer hacia atrás, estirando un poco las piernas, extendiendo ambas manos hacia el techo, desperezándome, como si quisiese agarrarlo, por lejos que esté.

-Simplemente salí a correr un rato -murmuro, algo más relajada, con cierto aire ausente-. Me pilló la lluvia porque soy una cafre y me metí aquí esperando otro tipo de animales -. Lo miro al pronunciar la última palabra, con intención, con un brillo divertido en los ojos más relajado.

Vengo en son de paz. So.

Edad : 35 Mensajes : 1331

Frunzo el ceño, todavía risueño, por su autocrítica tan exagerada y hago el amago de incorporarme ligeramente, como si quisiera corroborarlo.

—¿Qué dices? El otro día me pareció ver algo... —Bromeo. —¿Y eres ambidiestra? Menudo partidazo —Añado, satírico. Voy a tirarle del cuello del abrigo para hacerla caer hacia atrás, pero apenas levanto la mano ella se deja caer levantando algo de paja. Me giro hacia ella, apoyando la cabeza sobre la mano del codo flexionado cuando se explica.

—Te veo en forma últimamente. Aunque si te dejas calar así vas a perderla toda recuperándote en la enfermería —Comento con intención halagadora. Ha estado entrenando por su cuenta, se nota incluso en la forma de llevar los ejercicios más largos y pesados; como relaja el cuerpo sabiendo ya lo que tiene que hacer para cansarse menos. Además de que no se fatiga tanto.

Edad : 27 Mensajes : 1436

Su gesto me hace encogerme un poco, como queriendo esconderme el pecho, aunque al segundo siguiente lo saco casi con orgullo. Voy a empezar a dejar de hacerme la virgencita gilipollas. Descaro es mi puto segundo apellido. No soy una niña asquerosa de esas que lloriquean sonrojadas.

-Un espejismo, sin duda -digo con voz tirante, aunque exageradamente risueña-. Y escribir no sé, pero puedo hacer el corte de manga con las dos -añado, con un orgullo desmedido, como si realmente fuese una habilidad increíble.

Tras haberme tumbado, recojo las manos de nuevo poniendo una de ellas sobre mi cara y la otra bajo la cabeza, como una almohada. Contemplo al chrysos a través de los dedos entreabiertos de la primera cuando habla, con un mohín.
¿En forma? Tampoco diría tanto. Hago lo que puedo. Pero él tiene que pensar que soy una vaga de cojones. Quizás deba bajar el ritmo.

-Mala hierba nunca muere -zanjo, haciendo amago de sacar pecho, sin moverme demasiado.

Algo me ronda la cabeza desde el día del comedor. En los entrenamientos me cuesta preguntarlo, pero ahora que estamos solos aquí... Lo miro de reojo. ¿No quedaré jodidamente ridícula? "Por cierto, capullo. ¿Estás bien? ¿Pasa algo? ¿Qué tripa se te ha roto?". Ahora mismo parece tan tranquilo que hasta parece que la expresión preocupada de aquel día haya sido una invención de mi mente enferma.
Me muerdo el labio inferior un instante, con el colmillo, pensativa. ¿Ridiculizarme o no?