Jardines (2)

Lluvia alzó las cejas, sorprendida de pronto. ¡Ya recordaba! Recordaba algo de aquel hombre: recordaba que la había ayudado un tiempo con el arco, apenas un par de días, hacía mucho, mucho, tanto que ni tan siquiera se acordaba de dónde entrenaron, ni de qué habían hablado, ni tampoco de lo que aquel flamma le había enseñado. Pero Lluvia sí recordaba que aquel hombre había estado ahí, al principio de todo, de alguna forma, y sí sabía que había mejorado mucho con el arco desde entonces, aunque todavía no fuese demasiado buena.

La aether le sonrió, asintiendo brevemente.

—Sí, soy mejor. He estado practicando, auqnue todavía no soy muy buena. —Ensanchó la sonrisa—. Pero soy mejor que antes.

Asentí, cruzándome de brazos, risueño.

-¡Eso está muy bien! Supongo que no fui de mucha ayuda, pero me alegra ver que has salido adelante sola. Quizás algún día quieras enseñarme lo bien que lo haces ahora -propuse, asintiendo para mí.

Me froté la mejilla con la mano, pensativo, por un momento. La verdad es que tenía ganas de preguntar, pero me asustaba herirla, y terminé por callarme.

-Bueno, joven Lluvia. Creo que iré a cenar. Si necesitas cualquier cosa, sabe que puedes contar conmigo, por supuesto, ya sea para hablar o para entrenar o lo que más falta te haga -propuse, con una sonrisa amble.

Lluvia asintió.

—Usted me ayudó a empezar a practicar —respondió, esbozando una amplia sonrisa. A pesar de que no recordaba qué le había enseñado ese hombre, sí recordaba que, antes de conocerle, no se había planteado usar el arco; de alguna forma, el flamma debió ser quien lo había iniciado todo, y merecía su agradecimiento: si no hubiese ido a practicar con el arco aquel día a la sala de entrenamiento, no hubiese conocido a Jun, o al menos, no lo hubiese conocido hasta mucho después. Y aquello hubiese sido terrible.

—Podemos hablar algún día, si quiere. —Lo miró. Lluvia no tenía muchos amigos, y siempre venía bien tener alguien con quien hablar, alguien que no fuese Jun. Si algún día el claritas se cansaba de ella, ¿qué haría entonces? Probablemente llorar y sentirse sola. Volvió a sonreír—. Qué disfrute de su cena.

Aquello me conmovizó un poco, y me arrancó una nueva sonrisa. Siempre pasaban cosas malas, y había llegado a pensar que yo no podía hacer nada para evitarlo. Nunca parecía poder decidir o ayudar a que fuesen mejores. Y comentarios como aquel me animaban un poco a darme cuenta de que no era exactamente así.
No podía rendirme.

-Quizás yo te animé. Pero la fuerza la sacaste tú sola. No todo el mundo es capaz de ponerse en serio solo porque un tipo como yo se lo sugiera.

Era una chica muy amable y simpática. Desde luego, si llegaba a saber quién había sido el responsable de aquello...
Era algo triste. Aquellas cosas eran tristes.

-Me encantará charlar contigo alguna vez -aseguré, dedicándole la tercera reverencia de la noche-. Búscame cuando lo desees, y yo me encargaré de buscarte. Ha sido un placer, joven Lluvia.

Me despedí, animado, y puse rumbo a Palacio. Por el camino mi sonrisa se borró.
Desde luego, tenía que haber una forma de evitar que pasasen aquellas cosas.

*se va*

Lluvia sonrió, bajando un instante la vista. Ella no creía que hubiese puesto demasiada fuerza o empeño en aprender a usar el arco: a día de hoy, todavía no podía considerarse buena con él, a pesar de que ya había pasado su tiempo, y además, no siempre había entrenado. Cuando Jun se había ido, había dejado de practicar, y realmente solo había vuelto en serio a los entrenamientos después de su misión con el claritas. Pero todo aquello no se lo iba a decir al flamma.

—Gracias... —murmuró, mirándolo de nuevo. Era agradable que alguien notase, de alguna forma, tus esfuerzos, a pesar de que aún te quedaba mucho por mejorar.

Lluvia esbozó una nueva sonrisa, y cuando el flamma se despidió, asintió. Lo buscaría. A él y a más guerreros, porque no podía ser solo amiga de Jun, porque Jun podía irse algún día, y entonces ella no sabría qué hacer.

—Buenas noches —respondió. Luego observó cómo Rick abandonaba los jardines, y tras permanecer unos segundos quieta, observando el hueco que había dejado, Lluvia reanudó su paso. Al cabo de un rato, ella también se fue.

*se va*

La tarde empieza a caer. Queda luz para rato, todavía, pero para mí ya ha perdido ese brillo especial de mediodía. Me encuentro sentado en un banco, tomando algo el aire. Las cosas están siendo algo extrañas, y tengo la sensación de que no me entero ni de la mitad. Para colmo, hace tiempo que no veo al señor Brumm, y lo que he oído al respecto de su persona es preocupante.
Apoyo los codos sobre el respaldo del banco y echo la cabeza hacia atrás, pensativo, mirando al cielo, clavando los ojos en el sol. Está algo nublado, pero la temperatura es buena y se está bien.

Dejo ir un suspiro, algo agobiado.

*se queda, pensativo*

Después de lo que acababa de pasar, para Ben fue un auténtico alivio encontrarse al claritas nada más salir del palacio. Llegar así, de la nada, soltarle una carta y ni pararse a leérsela. ¡Aquella gente era el colmo! ¿No habíamos quedado en que eran el servicio? Pues a ver para qué servían, que no paraban por nada.

Prácticamente se lanzó sobre él, rodeándole los hombros con un brazo con evidente energía. Mientras, le pasó la carta que llevaba en las manos por delante de la cara, notablemente alterada.

-¡Pero mira a quién tenemos la suerte de encontrarnos! -exclamó, encantada, poniéndole la carta en las manos-. Va, vamos a hacer un trato. Tú me lees lo que pone ahí. Y, a cambio, según lo que ponga, me escribes una respuesta. Hace, ¿eh?

Ben sabía lo que era una carta, desde luego. Pero nadie nunca se había molestado en escribirle. ¿Quién iba a escribirle, después de todo? ¿Y adónde? Y, cuando su primera carta había llegado, se encontró por primera vez con aquella extraña sensación de expectación y curiosidad. ¡Si es que ni siquiera sabía quién podía mandarla!

La veo llegar y esbozo una sonrisa. ¡Pero ni de lejos me espero ese recibimiento tan entusiasta! Termino casi zarandeado, extrañado, tratando de fijar la vista en la carta que me pone delante sin lograrlo en un primer momento. Termino por asentir, mirándola, y tomo el papel con la derecha. Con la izquierda, mientras tanto, me quito el amuleto del cuello y se lo tiendo, esperando a que se lo ponga.

-¿Me oyes? -inquiero, una vez lo ha hecho-. A ver...

Paso los ojos, veloces, por el texto. Enseguida empiezo a retransmitirle lo que voy leyendo.

-"Para Ben:

Hola, chica de Brontë.

No sé si te acordarás de mí, pero aquí me encuentro escribiendo. Soy Gunar, de Dirròn, no sé si me recordarás... La cuestión es la siguiente: ahora mismo estoy en Fulmen, en la capital, y me acercaré unos días al Palacio de Brontë y a sus alrededores a hacer un pequeño trabajo, por lo que me preguntaba si podría pedirte que me guiases, o algo semejante. Espero no estar aprovechándome de alguien que me conoce para esto, pero es que realmente me siento muy perdido a este respecto y contar con tu ayuda sería magnífico.

Disculpa las molestias. Aquí te dejo la dirección de mi posada, a la que podrás remitirme la respuesta si no estoy siendo excesivamente aprovechado con esta petición. Estoy deseando ver por fin ese Gran Palacio.

¡Un saludo!

Gunar Flimm"

La miro al acabar, curioso, alternando la vista entre ella y el papel un par de veces. Esto de leer correspondencia privada es algo incómodo. Podía haber puesto algo malo, ¿no? ¿No le asusta?

-¿Necesitas que lo lea de nuevo? -inquiero, esbozando una sonrisa.

Sin dudarlo, aunque con dedos temblorosos, Ben tomó el amuleto y se lo puso rápidamente al cuello, asintiendo y haciendo gestos para que Jun comenzase a leer. Soltó una carcajada emocionada cuando Jun terminó su lectura.

-¡Ay, la leche y la madre que lo parió y le puso patas! -exclamó, con la voz visiblemente cogida por la emoción. De pronto, y sin previo aviso, cogió a Jun firmemente por las mejillas y le plantó un beso de lleno en los morros-. Te adoro. Dile que sí. Que cuándo. Que dónde. ¿Adónde se envían esas cosas? ¿Cómo escribes? Necesitas papel, ¿verdad? Vamos, vamos.

Y, levantándose, rauda y veloz, comenzó a tirar de él, dispuesta a llevárselo a rastras si hacía falta, aunque no sabía muy bien adónde.

Sonrío, animado. Oye, sí que parece que le he alegrado el día. Bueno, la noche. Con cosas como estas uno se siente mucho más realizado como per...
¿Qué?
Ni siquiera me doy cuenta de qué ha pasado hasta que se ha separado. Enseguida noto que me arden las mejillas y mi expresión empieza a reflejar la más absoluta confusión y súplica.
Pero por qué... Qué vergüenza, por favor... No sé ni cómo mirarla... Ni qué hacer, siquiera, o qué...

Y tampoco hace falta que haga nada. No puedo hacer mucho más porque pronto me veo arrastrado por su energía, y por su mano, que tira de mí hacia el interior. Pues yo no sé si seguir haciendo favores...
Aunque claro... El primero ya se ha perdido.

*se van*

Hace un día bastante bueno, y si alguien está encantado con el buen tiempo, ese desde luego es Vilo. Con razón, por otra parte. Crece a una velocidad de vértigo, y cada vez entiendo más que no soporte estar dentro del palacio. Por grande que sea todo, él necesita más espacio de lo que esas paredes pueden ofrecerle.

El resultado es que nos pasamos prácticamente todo el día al aire libre. Y el hecho de que Vilo sea más activo me obliga a serlo a mí también, así que aprovecho para mantenerme en forma. No siempre es fácil entrenar con él cerca, pero desde luego que correr siempre es posible a su lado. Sabiéndolo, me he recogido el pelo y puesto ropa cómoda.

Nos dedicamos a correr por los caminos de los jardines. Mi idea era que lleváramos el mismo ritmo, pero Vilo no acaba de entenderlo. Es bastante más rápido que yo, así que tengo que esforzarme por no perderlo de vista. Mantengo un ritmo de carrera más o menos estable, y de vez en cuando esprinto, si veo que se ha alejado demasiado.

De todas formas, no siempre me es posible alcanzarlo ni siquiera de esa forma. En esos casos, pego un fuerte silbido, y en seguida vuelve a toda velocidad, poniéndose de nuevo a mi altura. Comienzo entonces pequeñas carreras para jugar con él, obligándolo a perseguirle; aunque hay que decir que no es difícil para él alcanzarme.

*Se queda*

Aunque Vilo reaccione a mis silbidos, eso no significa que esa sea la única llamada a la que reacciona. Por eso, aunque la voz viene de lejos, no me extraña en absoluto verlo cambiar de rumbo de golpe y correr con todas sus fuerzas hacia la chrysos que me reclama. Yo, por mi parte, no puedo evitar tensarme, y aprovecho que estoy suficientemente lejos como para que me vea para apretar los dientes y poner los ojos en blanco. Creí que había quedado claro que nada de "señorita".

Tomo aire un momento, preparándome para salir de nuevo a escena. Cuando me acerco, lo hago al trote, con una sonrisa, saludándola cuando estoy a medio camino. Vilo, que ya la ha alcanzado, se dedica a dar saltos a su alrededor, gruñendo y soltando gañidos, reclamando atención y con ganas de jugar.

Cuando llego a su altura dejo caer el tronco, jadeando un poco y apoyando las manos en las rodillas.

-Por favor -pido, con voz amable y suave pero que no admite réplica-. Solo Lea.

Aún entre jadeos, me acerco hasta Vilo y le rodeo el cuerpo con una mano, tirando de él hacia mí para abrazarlo y frotarle el pelo, al tiempo que me agacho un poco.

-Ven aquí, fiera -lo reclamo, con voz risueña, mientras lo acaricio con energía-. ¿Qué pasa, depredador? ¿Estás cansado? ¿Eh?

Alzo la vista, manteniendo la sonrisa, impidiendo a Vilo que siga alborotando.

Es de esperar que me busque, en cierto modo. Yo lo he pensado, pero como Jillian Campbell nos dijo que se reuniría con nosotras, lo he dejado estar por el momento. Parece que ella no lo ve igual. Aunque los motivos quedan del todo claros cuando habla.

-Vaya, ¿tan pronto? Qué eficaz... -comento, algo sorprendida-. Ahora mismo estoy algo sudada, no sé si es buena idea. De todas formas, puedo darme una ducha rápida y probármela.

Asiento a su pregunta.

-Lo he visto esta mañana -explico-. Supongo que hoy tendremos todos los detalles.

Vilo forcejea, pero yo me esfuerzo por mantenerlo quieto. Le doy unas palmaditas cariñosas en el costado.

Asiento, con una sonrisa suave, manteniendo las manos sobre el regazo. De vez en cuando lanzo una mirada corta a Vilo, sin cambiar la expresión, pero procuro mirarla a ella en todo momento.

-Ah, no te preocupes. Cuando puedas, tranquila. Simplemente quería informarte, aprovechando que te había visto. Espero que quedes conforme con ella -recito, con educación y algo de ánimo. A su segundo comentario asiento, sutilmente más seria-. Ya he terminado los trajes que me pidió para esto, para nosotras, de modo que supongo que hoy ultimará detalles-. Tras un momento de duda, llego a sonreír con cierto nerviosismo. Aprieto ligeramente la tela de la parte frontal del vestido-. La verdad es que me siento algo insegura, confieso. Espero no representarte una carga. Me esforzaré al máximo.

Llegaba desde el lago, con el pelo empapado y risueño, tras una buena mañana de ejercicio. Por fin una temperatura agradable que invitaba a bañarse, desde luego. Fulmen empezaba a comportarse como debía.

Al llegar a los jardines vi, algo más lejos a Lea, que hablaba con una muchacha rubia. Pero el que primero me vio a mí de todos fue Vilo. Enseguida, como si lo hubiese estado esperando, se había escabullido del agarre de Lea y corría hacia mí. Sin embargo no, titubeteé. Me agaché un poco, con una sonrisa desafiante, abriendo algo los brazos.

-No me asustas, chico... -murmuré, concentrándome.

Cuando saltó hacia mí, ¡y qué innoble emoción parecía sentir siempre!, lo atrapé en el aire, inmovilizándolo sin herirlo, para hacerlo rabiar.

-¿Y ahora qué? ¿Quién derrota a quién? -inquiricé, mientras se revolvía en mis brazos. No tardé en dejarlo en el suelo y darle unas caricias antes de acercarme un poco, con intención de ir a saludar-. Buenas tardes -dije, alzando una mano, todavía algo lejos, sonriente.

-Seguro que sí -respondo, con voz animada-. Te diré qué tal me sienta en seguida, no te preocupes.

Me resulta extraño oír que le han encargado también unos trajes para nuestra misión, aunque me limito a asentir. Si se trata de espionaje, hará falta la ropa adecuada para no llamar la atención. Tiene perfecto sentido.

Le brindo una sonrisa de ánimo. Más te vale no ser una carga, bonita, que yo tampoco es que vaya muy sobrada.

-Irá bien -aseguro.

De pronto, Vilo da un tirón especialmente fuerte, con lo que acabo perdiendo el equilibrio y cayendo hacia atrás, soltándolo.

-¡Eh! -protesto, aunque callo al ver el motivo. Así que Rick. Si no lo excitara tanto, yo no tendría que pasar por estas cosas.

Me limito a levantarme y espero a que ambos se acerquen. Vilo está encantado, y de nuevo salta alrededor. Me cuesta un momento inmovilizarlo.

-Estate quieto -indico, seria. Alzo la vista-. Hola, Rick. Precisamente tenía un favor que pedirte.

Lea atacó enseguida, y alcé las cejas un momento, asintiendo, curioso. Desde luego, si había algo que pudiese hacer por ella estaba dispuesto a encargarme a la perfección.

-Claro, lo que sea -respondí, sin más, recuperando enseguida la sonrisa.

Me volví entonces hacia la otra muchacha, un momento, arrugando un poco el ceño al escuchar mi nombre en sus labio. Correspondí a su reverencia con una similar, más corta, y terminé por reír.

-¿Señor Dehnel? Me temo que ese es mi padre... Anna, ¿no? Yo soy más "señorito", y para eso casi prefiero ser Rick -expliqué, afable. No obstante, no tardé en volverme hacia Lea, cuyas intenciones me interesaban más en aquel momento. Siempre-. Tú dirás... -empecé, lanzando una mirada de reojo a la chrysos un momento-. O quizás luego -añadí entonces, interrogante, tanteando.

Porque si era algo íntimo, privado y profundo... ¿Cómo había sido tan poco caballeroso de creer que todo podía ser dicho en público de aquella manera? Qué tonto había sido...

Estoy a punto de decirle a Anna que este es mi candidato a armadura, pero ya veo que ella misma lo ha deducido. Qué velocidad y qué buena memoria. De verdad parece ávida por captar clientes.

-Bueno, supongo que no hace falta presentaros -comento, mirando a Anna con una sonrisa-. Supongo que tú le sabrás explicar mejor que yo a qué te dedicas, así que lo dejo en tus manos, si te parece bien.

Me vuelvo entonces hacia Rick, ignorando sus insinuaciones, que ahora mismo no vienen al caso. Vilo vuelve a tironear, pero lo mantengo sentado y quieto, firme.

-Jillian Campbell me ha encargado un trabajo -explico-. Voy a necesitar que cuides a Vilo mientras estoy fuera, si puede ser.

Miré a Anna un momento, afable. La verdad era que sentía curiosidad por lo que tuviese que decirme, pero más por lo que Lea tuviese que decirme, y las prioridades eran las prioridades. Aguardé hasta que habló, y resultó no ser algo demasiado privado.
Alcé las cejas, esbozando una gran sonrisa.

-¡Por supuesto! -exclamé, doblándome un poco para acariciar al cachorro con la mano. ¡Era el momento de poner en marcha lo que había aprendido! Y tan pronto...-. Faltaba más. Déjalo en mis manos -. Me puse con los brazos en jarras, asintiendo noblemente-. Supongo que querrás darme alguna indicación especial, pero avísame cuando sea y me encargaré de ello-. Miré un momento a Anna, pero pronto a Lea de nuevo, frotándome una patilla, pensativo-. Ya había escuchado lo de la líder Campbell... Qué honor. ¿Ya sabes de qué tratará?

Lo que me faltaba... tres años trabajando allí, ascendiendo, ganando méritos, enfrentándome a los peligros que cada vez nos asolaban con mayor brutalidad, y todo para qué. Al final terminaba obligado a ejercer como un simple mensajero y dar vueltas de un lado a otro por el palacio buscando a dos personas que, por supuesto, habrían decidido esconderse en el lugar más recóndito de Palacio. A poder ser, se moverían siguiendo mis pasos, yendo a los sitios que yo acabase de visitar para dificultar más mi trabajo.
Eran todos unos ingratos.

-¿Sois Lea Seimz y Marianna Hélix? -inquirí, sin esforzarme ni por sonreír ni por alegrar el tono, al verlas-. Por fin... La líder Campbell lleva un rato esperando a que vayáis, así que, por favor...

Desfilando.
Hice una reverencia algo cansada y me volví. Todavía tenía que hacer pasteles. ¡PASTELES! Porque, claro, ellos se escondían para que me costase encontrarlos, pero luego podían comer tarta como si no hubiese un mañana.
Ya les enseñaría.

Niego suavemente.

-No gran cosa -replico-. Solo que no le des demasiado de comer y te asegures de que no le cambia el horario y descansa lo suficiente. No sé lo que tardaré en volver, pero no creo que sea mucho.

Iba a responder a su siguiente pregunta cuando un miembro del servicio se presenta, reclamándonos. Era de esperar, supongo. Con una sonrisa, ignorando su cara de pocos amigos, le doy las gracias antes de que se vaya. Luego miro a Anna, y me vuelvo hacia Rick.

-Ya te contaré si tengo oportunidad -respondo. Entonces le doy unas palmaditas a Vilo-. Por ahora nos vamos, campeón. Hasta luego.

Echo a andar con Vilo y Anna hacia el palacio, algo seria.

*Se van*