Lago

Desde su posición, Ben se sentía bastante segura. Seguía sirviendo de apoyo a su compañero, y se permitió sonreír cuando vio que Frikka estaba de una pieza. Lástima que no tuviera tiempo para ocuparse de ella en aquel momento.

En su lugar, Ben dirigió un nuevo ataque contra la cabeza del animal. No era fuerte, pero podía intentar atontarlo. Cada âchnam suponía cambiar su localización, y Ben alternaba así sus movimientos.

Corbin se encontró sobre su enemigo, que procedió a intentar quitárselo de encima, incluso a ciegas. El guerrero se resistía a caer y avanzaba sobre el brazo hacia la parte superior del mismo, para evitar así los golpes. Se agarraba con manos como tenazas al pelo del animal, y eso era lo que le permitía seguir su recorrido.

Entre bamboleos, trató de subir por el brazo en dirección al hombro, siempre bien sujeto y asegurándose de evitar los golpes cambiando su posición en el brazo según el animal daba señal de dirigirlo hacia un lugar u otro. Debía alcanzar la cabeza.

Creo que tengo ganas de estornudar cuando los pelos me rozan la nariz, y eso solo quiere decir una cosa: estoy jodidamente viva. He sobrevivido. ¡VIVO!
Ya me alegraré si sigo viva dentro de diez minutos, que visto lo visto...

Para colmo, algún gracioso se está dedicando a tocar los cojones con los ebrain esos. Dan ganas de gritar que pare, pero prefiero encargarme de mí misma con un garves y volver a investigar la situación para ver si hay algo que aprovechar.

A ver, mierda...
¿Y esa tía ahí parada qué hace?

Aprieto la mandíbula y lanzo un âchnam a la caeruleus. ¿Por qué todos atacan a los simios? ¿Nadie ha visto a la señora esa de la espada descomunal?
Claro que no. ¡Estamos todos ciegos todo el rato!
Me cago en la puta.

Primero noté la ceguera, y luego el dolor en el pecho, que me echó hacia atrás, haciéndome soltar un gruñido ronco. Apreté la mandíbula y, aún ciego, me concentré.
Si aquel ataque no lo había enviado ella, pues no venía de su dirección... ¿Acaso tendría un ayudante?
No... Fuese como fuese...

Me lancé hacia adelante en diagonal por si me venía de frente, enviando un golpe hacia ella, a la última posición en la que la había visto. Si ella también había sido cegada quizás tuviese un momento para alcanzarla, antes de que ninguno volviese a ver. Un golpe de Värdjas en la cabeza bastaba para noquear a cualquiera, de aquello estaba seguro.

Apreté los dientes, al mismo tiempo. De la misma forma que yo lanzaba un golpe ella podía estar haciendo lo mismo. Tenía que estar preparado para el contraataque, y en cuanto recuperase la visión pensaba cubrirme de aquella posibilidad, interponiendo el mandoble entre ambos.

Cuando recuperé la visión, descubrí que una de las bestias me había visto y se acercaba, así que no tardé en cambiar la estrategia, olvidándome momentáneamente de la caeruleus y de Rick. Así, conjuré un garves contra la bestia, buscando cegarlo, y al momento me lancé contra la bestia, buscando cortar su brazo derecho aprovechándome de su momentanea cegera. Independientemente de si acertaba o no, retrocedería en cuanto la bestia amagase un ataque.

Los ataques de Ben y Cierzo seguían impactando contra la bestia, que lentamente iba sangrando más y más, pero que insistía en golpear, en buscarlos con sus brazos que seguían moviéndose horizontalmente, derribando los árboles con sus movientos.

El yeti al que Corbin se había agarrado logró golpearlo contra uno de los árboles, estampando al claritas contra el tronco de uno de ellos. El claritas, al ver notar cómo iba a ser golpeado, asentó el cuerpo, consiguiendo que los daños recibidos no fuesen tan graves como en un principio podrían haber sido. Corbin cayó al suelo entonces, notando el cuerpo tremendamente cansado y la respiración rota. Seguía consciente, pese a todo.

La caeruleus, al ver venir el ataque de Rick, se defendió, haciendo chocar su espada contra la del flamma. Al momento, sin embargo, lanzó un nuevo hechizo contra Rick. El conjuro impactó contra el pecho del flamma, derribándolo hacia atrás. Frikka podría haber desviado el golpe, pero la cercanía entre ambos guerreros impidió que el hechizo de la caeruleus tuviese un gran efecto.

Inger logró cegar a la bestia y llegar a hacer una pequeña hendidura en su mano. La caeruleus retrocedió al momento, y la bestia, como respuesta, buscó de nuevo golpearla, moviendo el brazo horizontálmente.

Corbin vio que no podía evitar el golpe y se preparó para él. Pese a todo, calló igualmente al suelo, dolorido y magullado, sintiendo que de pronto le fallaban las fuerzas. Se alejó rodando del animal, buscando un lugar tras el que esconderse.

Levántate, Corbin. Levántate o acabarás muerto.

Corbin ya había muerto una vez, pero sabía que, si volvía a suceder, las cosas no acabarían de la misma manera. En aquella ocasión no había más posibilidad que seguir adelante. ¿No era aquello lo mismo que había pensado la otra vez? Era posible, pero eso no hacía menos cierta la afirmación.

Vamos, Corbin. Levántate. Levántate o ya no te levantarás nunca más.

Y Corbin se levantó, apoyándose en un tronco, buscando más una huida que un nuevo enfrentamiento, a sabiendas de que necesitaría un respiro. Su enemigo seguía en pie, después de todo.

No puedes huir de la muerte, Corbin. Va a alcanzarte y tú solo podrás lamentar tu inutilidad.

Corbin se giró y lanzó un clair ëm yäk contra la cabeza del animal. Después siguió corriendo, en busca de un nuevo refugio entre los árboles.

Ben no estaba segura de si acabarían consiguiendo algo o si solo estaban magullando en vano a la bestia, pero aún así, siguió intentándolo. Insistía en los golpes en la cabeza, buscando quizás hacer allí algún corte, o quizás marearla.

Y, por supuesto, saltaba mientras tanto de árbol en árbol, poco dispuesta a dejarse alcanzar. Lo primero era el pellejo propio, desde luego.

La eterna guerra seguía. Aunque, por otra parte, empezaba a ver que el corte era suficientemente amplio como para dejarlo estar. Mi objetivo primero había sido cortarle la mano, y seguía pareciéndome una buena idea, visto cuánto la usaba.

Lo esquivé de nuevo, y envié otro aethes contra la muñeca, buscando un nuevo corte, en aquella ocasión para cercenar. A ese hechizo le sucedió otro, siempre con el mismo objetivo. Quitar la mano de en medio suponía acortar el brazo, y lo veía bastante útil.

Mierda...

Aprieto los dientes, repentinamente envalentonada, al ver a mi compañero caer al suelo. Supongo que Gerry se estaría partiendo en estos momentos, pero no he conseguido ni encontrarlo, así que me la suda su odio por el flamma. No voy a dejarlo morir.

Desenvaino veloz y me lanzo a por la mujer con la katana por delante. Mi intención es atravesar su costado, de lado a lado, en un ataque punzante. No sé a qué estamos jugando, pero parece que no está siendo demasiado divertido. Necesitamos tumbar a alguien, y ella es la que tiene más pinta de ser una buena "guía" para el ataque de los otros.

Trato de estar atenta a sus movimientos, de todas formas. Se me da bien escurrirme, así que si contraataca espero poder hacerlo.

Llego al lago debido al revuelo tras haberme escaqueado de la enfermería pese al berrinche del médico.

Katana en mano me dirijo hacia donde se ve movimiento de bestias enormes y gente peleando -no muy difícil de localizar-.

Al llegar a una distancia prudenciarl empiezo a reconocer gente y pronto encuentro a mi querido Cierzo.

—¡Cierzoooo... Uuuo! —Parece que está bastante ocupado con uno de esos bicharracos, aunque se defiende bien al poder atacar de lejos. Redirijo la vista y encuentro lo que parece una Frikka contra una persona que, asumo, será de las que han traído a estas bonitas criaturitas. Cerca de ella me encuentro una mole que asumo quién puede ser.

Acabo por acercarme con paso rápido -el tercero en discordia no me cae muy bien y se apaña bien solo-.

—¡Siento el retraso, señoritas! —Me pongo en guardia y enfoco la luz de los ojos hacia los del enemigo. —Dejadme que os aclare un poco las cosas —Comento jactancioso, adelantándome al flamma que se reincorpora del suelo y viendo como Frikka se dirige a atacar.

—Tranquilo, Dehnel, ya he venido a salvarte —Bromeo, sin separar los ojos iluminados de la mujer, esperando que sirva a Frikka como apoyo para su ataque. Me voy acercando, a unos cinco metros de distancia lateral respecto a Frikka, rodeando al enemigo para enviar un ataque si baja la guardia.

De nuevo otro golpe. Aquel fue más doloroso, y pronto me encontré tumbado en el suelo, boca arriba, algo desorientado. El dolor en el pecho era evidente, pero aquello no podía echarme hacia atrás, aunque ya lo hubiese hecho.

Para cuando me levantaba lo vi: Gerald.
Sentí un escalofrío recorrerme, y enseguida estaba en pie, armado de nuevo. No iba a dejar que aquel imbécil se metiese en medio y se echase la gloria que todos habíamos estado peleando por llegar solo en el último momento.

Ni siquiera respondí. Era tan súmamente...
Lo odiaba.

Me volví hacia Inger. Que hiciese lo que quisiese, yo la ayudaría a ella: una persona mucho más agradable y... Una persona. Ya en aquello superaba a Gerald.
Lancé un flagrare al animal y cargué en aquella dirección, buscando llegar lo antes posible para descargar un golpe contra el animal.

Al ver venir a la bestia, retrocedí, veloz, y al momento lancé un nuevo garves, buscando cegarla de nuevo. En seguida, me lancé contra ella, conjurando primero un âcham y luego un nuevo garves cuando pensé que el efecto del primero podría perderse. Si seguía ciega, aprovecharía para intentar cortarla de nuevo, pero esta vez no retrocedería si recuperaba la visión, sino que volvería a intentar cegarla.

Los ataques de Ben y Cierzo siguieron impactando contra el yeti, que se revolvió y revolvió, dolorido. La zona a la que Cierzo dirigía sus ataques iba llenándose progresivamente de cortes y en un momento dado la muñeca del yeti se desprendió, haciendo que la bestia soltase un profundo alarido que resonó en todos los exteriores. Con la mano libre, intentó golpear al aether, sin dejar de gritar, dolorido, como si estuviese llorando de alguna forma extraña.

El yeti al que Corbin se había enfrentado había dejado de golpear y buscaba al claritas sin demasiado éxito; no tenían buena visión, y tal vez el claritas pudiese aprovechar este hecho para buscar un nuevo punto de ataque. El que se enfrentaba a Inger, por su parte, sintió cómo la muchacha le hacía un nuevo corte. Al verse ciego, retrocedió, pero también movió el brazo, buscando llevársela por delante. Al notar el ataque del flamma, sin embargo, la bestia detuvo su movimiento, buscando al causante del nuevo daño.

Mientras tanto, la llegada de Gerald sirvió para que la caeruleus desviase su atención del flamma al chrysos, permitiendo que Rick fuese hacia el yeti que atacaba a la caeruleus. Al sentir la molesta luz sobre ella, la mujer lanzó un garves contra el chrysos, seguido de un nuevo hechizo, y al ver venir el ataque de Frikka interpuso su espada en la trayectoria tomada por el arma de la caeruleus.

Ya es suficiente masacre. No me gusta tener que tardar tanto en intervenir, pero prefiero hacerlo antes de que las cosas se pongan peores. Y ya lo hago con una expresión severa, desagradada, con la mandíbula apretada y una mueca de ira tras la barba espesa.

-¡¡BASTA!! -gruñí, poniendo fin, de palabra, a la batalla.

En cuestión de segundos una masa de tierra había trepado por las piernas de la mujer, volviéndose rígida a medida que ascendía, atrapándola hasta los hombros. Inmovilizada no me daría tantos problemas aunque, por una vez, me permití dejarla inconsciente con un hechizo antes de permitir que respondiese.
Eché un vistazo a los guerreros, muy serio. Nada más haberse desvanecido los animales parecían haber vuelto a la normalidad, y gemían heridos, pero ya no se mostraban agresivos con ellos.

Me aseguro de que todos los guerreros estén bien antes de abandonar la escena con la mujer, aplicando algunos hechizos para estabilizar a los heridos.

-Las inforrmaciones vendrrán prronto -les aseguro-. Perro ahorra tenemos que encarrgarrnos de todo esto. Buen trrabajo. Prronto vendrrá Svend a encarrgarrse del rresto.

De los animales y de las preguntas. Yo, sin embargo, he de llevarme a la prisionera. Aún no hemos terminado con esto. Quedan cosas que hacer esta noche.

*se desvanece*


FdR- Narrador informa de que Gerald ha sido golpeado por el hechizo por estar ciego y que ha caído de espaldas, por ejemplo (me lo invento yo por quitarme el sitio en el combate eoe). Pueden irse como mejor les parezca y ya se informará de la situación cuando todo haya acabado.

La entrada triunfal de Gerald poco dura. Supongo que eso de querer robar el protagonismo se hereda o así, porque si no no lo entiendo.
Al final acaba en el suelo, pero no estará mal del todo, porque se mueve. Respira, vamos.

El líder Brumm se encarga de todo. Si era tan fácil no sé para qué vine yo, la verdad. Las cosas se han puesto un poco feas...
Por favor...

-¿Estás bien? -pregunto al chrysos, ofreciéndole la mano para ayudarlo a levantarse-. Mira que llegas tarde...

No sé qué hacer ahora. Me siento cansada, magullada, no entiendo nada y hay unos monos enormes sufriendo aquí. Supongo que no me toca encargarme de ellos, pero, de todos modos...

Miro a mis compañeros, buscando alguna explicación. Más que de lo que pasa, de lo que hacer...

El señor líder Brumm lo detuvo todo. Disfruté un momento de la visión de Gerald en el suelo, aunque sentí cierto alivio al ver que, pese a todo, la situación no era mala para nosotros. Después de aquello quedaba poco que hacer allí, y yo estaba preocupado por Lea. Pese a todo me permití compartir unas palabras amables con Inger, agradeciéndole su apoyo en combate.
Me había sentido cómodo, de alguna forma, pese a todo. Hacía tiempo que éramos un poco distantes. No era raro, claro, pero...

Me quedé un momento por si hacía falta, pero pronto decidí volver en busca de Lea. Inger me acompañaría buena parte del camino.

*se van*

Sentado a la orilla del lago, con los pies dentro del agua, una toalla sobre los hombros y el pelo húmedo y apelmazado pegado a las mejillas, el chrysos observaba con los ojos iluminados uno de los huesos que adornaban el collar que Alehyss le había prestado hacía tiempo y que ahora colgaba de su cuello.

El chrysos suspiró y comenzó a girar el hueso y alzó la mirada para observar la gran masa de agua que se extendía frente a él y que le lamía los pies. Parpadeó. Empezaba a hacer algo de frío, pero por algún motivo se sentía a gusto ahí. Bajó la vista al hueso. Aún no había ido a las mazmorras. Tenía que ir, tenía que ir. ¿Seguiría Dena enfadada? 

*fin de escena*

El buen tiempo (y comparado con lo de la semana anterior aquello lo era) atraía hacia el exterior, ¿y qué sitio más añorado durante el invierno que el lago helado? Que no se había helado, pero estaba frío como un demonio.

Había llegado trotando a paso ligero, calentando ya el cuerpo, rotando los hombros en medio de la carrera, y una vez en la orilla no había tardado en quitarme la ropa para seguir el entrenamiento por agua. Aún con la mejora del tiempo no podía decirse que apeteciese un "refrescante chapuzón", pero para un flamma de cuerpo de fuego como lo era yo aquello no era un inconveniente.

Ya con la ropa a un lado me lancé al agua desde unas rocas, sumergiéndome un buen trecho antes de salir a por el aire. Entonces, ya desde la superficie, comencé a nadar, impulsándome con fuerza con brazos y piernas, sin un destino concreto, acercándome y alejándome de la orilla sin volver a ella nunca.

*se queda*

Aún no había llegado al lago y ya me había quitado la mitad de la ropa por el camino. Se me había hecho tarde. Mi idea era ir allí después del entrenamiento para aprovechar el buen día, pero el entrenamiento se había alargado y el buen día se había perdido. De todas formas, después de convencerme de nadar, no pensaba quedarme con las ganas.

Me pareció ver una forma en el agua, pero no presté atención. En su lugar, ya habiéndome liberado de todo, salté por las rocas y me lancé al agua encogida, con un grito agudo de júbilo. Hacía demasiado tiempo que no me echaba a nadar al lago. Me hundí como una roca y, al instante, había extendido las membranas y me impulsaba buceando, sintiendo en el reencuentro cuánto había echado aquello de menos. Exploré el fondo, como siempre hacía, probando hasta dónde era capaz de llegar, haciendo quiebros en el agua.

Desde mi posición, tuve ocasión de comprobar que era Rick quien nadaba. No se me hacía raro, siendo él. Lo raro hubiera sido... no sé, Jun, por ejemplo. Esperé a quedarme sin aire para ascender a la superficie, y entonces, tras tomar aire, puse en juego mi velocidad para llegar hasta él.

-Hola, Rick -saludé, de buen humor, boca arriba en el agua-. ¿Cómo va todo?

Me encontraba muy concentrado en dar fuerza a mis piernas para propulsarme hacia delante cuando un chapoteo no provocado por mí me alertó de otra presencia. Veloz, me detuve, volviendo el rostro hacia la zona, buscando quizás a un atacante o, como fue el caso, a otro guerrero.
No tardé en esbozar una sonrisa afable, manteniéndome a flote con brazos y piernas en el mismo sitio.

-¡Massen Dew! Qué agradable encuentro. Aunque más en tu medio que en el mío -comenté, contento-. Pues de momento todo marcha bien, diría. Han estado pasando cosas algo raras, es cierto, pero como que todo se ha asentado. Y es un alivio.

La miré curioso. Tuve que cambiar un poco de posición para evitar una mala postura del brazo.
Desde luego, era ya toda una señorita.

-¿Y tú qué tal? Hace mucho de nuestra última charla.

¿Cuándo había sido...?

Me encogí de hombros, manteniendo la sonrisa.

-Eso dice mucho de ti -respondí-. Hay que aprender a adaptarse a medios incómodos para mejorar. ¿Te refieres al ataque del otro día? La verdad es que fue extraño, pero todo se ha quedado muy tranquilo desde entonces.

Pensé un momento en su pregunta, aunque la verdad era que no tenía mucho que objetar. Estaba bastante tranquila, y en aquel momento en concreto me encontraba muy a gusto.

-Bueno, creo que el tiempo me ha puesto de buen humor -comenté finalmente-. Más o menos estoy como tú, me parece.