Biblioteca

Corbin asintió, satisfecho.

-Gracias -respondió, a sabiendas de que podía contar con ella.

Caviló un rato su propuesta, rumiándola en silencio. Después alzó la vista, mirándola con el ceño fruncido. No parecía muy convencido, desde luego.

-Sería una buena excusa -admitió-. Pero acabaría envuelto en lo mismo que tú harás en Ventus. Aunque quizás la recompensa sea suficiente... -Acabó por negar-. Supongo que tendré que pensar en ello.

Corbin quería enfrentar enemigos, no hacer viajes. Quería comprobar si sus entrenamientos lo habían hecho mejorar o si, por el contrario, se estaba estancando. Un arma nueva no iba a solucionar aquella duda, desde luego.

No puedo evitar darle la razón. Corbin no es como yo. Es cierto que tengo un arrogante afán de superación, pero no tengo unas expectativas concretas a la hora de trabajar. Prefiero evitar matar, en un afán por enterrar un poco ciertas partes de mi vida, aunque tengo claro que siempre seré una persona más propensa a hacer el trabajo sucio que otras. Él, sin embargo, parece sentir una pasión especial por la lucha y por llevarla hasta el final.
En ese aspecto nuestras metas son muy diferentes.

-Estoy segura de que en cuanto salga una oferta participarás en ello. De todos modos, insisto: si encuentro algo, te lo diré. Quizás en Ventus me encuentro con algún trabajo que no haya llegado a Brontë. Que la gente nos encargue cosas no implica que seamos los únicos que resuelven los problemas del mundo.

Siempre que lo que hagamos no vaya en contra del nombre de Brontë, supongo que no habrá problema si nos buscamos la vida nosotros mismos.

Esa última idea no se le había pasado por la cabeza, pero de hecho, Corbin la encontró muy cierta. Su propia estancia en Caligo hablaba por sí sola. La troupe no lo había contratado a través de Brontë, ni para escoltarlos, ni para luchar contra Tormenta de Fuego ni para enfrentarse a aquella bestia cavernícola. Tampoco el hijo del herrero había pedido su ayuda a través del palacio, pero aún así había acabado envuelto en una situación muy interesante.

-Cierto. Debería marcharme, entonces -acabó por declarar en voz alta.

Quizás, después de todo, no necesitara estar en Brontë. Quizás bastaba con echarse al mundo, a cualquier parte. Si ese era el caso, antes arreglaría marchándose en busca de sus propios encargos. Después de todo, el nombre de Brontë nunca le había dicho mucho; su interés en el lugar eran aquellos trabajos y el partido que pudiera sacar de sus encuentros con otras personas, algo perfectamente asequible fuera del palacio.

Lo contemplo, interesada, cuando habla. Llego a alzar las cejas.

-Eso ha sonado muy determinado por tu parte -comento. Aunque suele ser así cuando se trata de él-. ¿Nunca habías pensado en ello?

Existen otras formas de ganarse la vida mediante el combate. Siendo tan independiente como él, y con tan pocos escrúpulos, no le iría mal como mercenario, imagino. Pero no es mi intención que me acusen de tratar de desarticular el ejército.
No obstante, al final la decisión es de cada uno, imagino. Quizás aquí no encuentre todo lo que busca.

Me apena un poco esa posibilidad, lo admito. Le tengo cierto aprecio, llegado este punto.

-Brontë es un lugar interesante que ofrece, seguramente, situaciones muy exclusivas en las que participar. Pero eso no implica que no haya nada más allá.

Aunque supongo que para acceder a acontecimientos como los de Ignis, o de relevancia similar, no es tan sencillo si no sirves a según qué órganos.

Corbin caviló un momento.

-En Lumen no tenía acceso a más encargos que los que mi maestra ponía en mis manos -explicó-. Después de su muerte cesé en mis actividades y me limité a vivir de mi entorno. Después, Brontë me llamó a servir. Nunca me he planteado que existan otros métodos, supongo.

Asintió, seguro.

-Por supuesto. He aprendido mucho aquí, y si hay una concentración en este palacio es porque supone una serie de ventajas -. Calló un momento, algo sombrío-. Supongo que no he aprendido suficiente.

Debido al aislamiento de una vida no sabe cosas que para muchos son evidentes. A veces tan evidentes que uno las pasa por alto. Y entonces extraña que él no las sepa. Seguramente resulte frustrante. Es fácil burlarse de la ignorancia de otros, pero la gente no elige, muchas veces, ignorar las cosas. En su caso, muy probablemente ni habiéndolo querido hubiese podido acceder a cierta información. Y cuando no sabes que algo existe, demandar por ello es absurdo.

-Cuando vaya a Ventus buscaré ofertas de ese tipo para ti -declaro, simplemente, buscando aunar evidentemente su búsqueda de trabajo con un tema que le sea algo más cómodo.

Cuando hace su último comentario, en voz más baja, llego a escucharlo con cierto retraso en el momento en el que mi cabeza reordena los sonidos para interpretarlos mejor y darles un sentido. Me quedo incluso algunos segundos más en silencio.
Finalmente me reacomodo un poco en el asiento, acomodándome de forma que llego a rozarlo, recostándome levemente contra él.

-Aprenderás -comento, mirando la pared que tengo frente a mí con gesto monocorde y la mirada algo perdida.

Recupero mi posición erguida poco después, apoyando la espalda en el respaldo y cruzando una pierna sobre la otra. Lo miro de reojo entonces, seria.

No soy nadie, imagino, para solucionarle la vida. Él mismo es autosuficiente.
Me pregunto, Corbin, quién hubieses sido de haber vivido en otras circunstancias.

Corbin asintió, conforme. Por el momento, así sería. Además, seguiría sirviendo a Brontë hasta que concluyese que no tenía ya más tareas de interés.

Volvió la vista a Alehyss cuando esta se apoyó en él, con una mezcla de curiosidad y sensación de torpeza. Al final decició que no tenía por qué hacer nada al respecto y la dejó estar, apoyada contra él hasta que ella lo consideró suficiente.

-No aprenderé -corrigió-: Ya estoy aprendiendo.

Acabó por bajar la vista al libro y, tras un momento de silencio, retiró el dedo de entre las páginas y lo cerró. Probablemente podría encontrar alguna lectura mucho más interesante con la que ocupar su tiempo en la biblioteca.

Cuando habla se me escapa un resoplido en la sonrisa. Me estiro un momento, discreta, cerrando los ojos.

-Eso suena incluso más apropiado que lo que yo he dicho. Me alegro de que sea así.

Vuelvo la vista, entonces, hacia los libros que tengo a mi lado. Tengo que devolverlos a su estantería. Ya buscaré más mañana. Ahora estoy cansada como para ponerme a cribar.

-He interrumpido tu lectura -comento, cuando escucho el sonido de su libro al cerrarse. Lo miro de reojo con gesto entretenido-. Espero que hayas salido ganando con la interrupción.

Me pongo en pie, finalmente, caminando hacia las estanterías, internándome en ellas para devolver los libros a su puesto. Luego regreso junto a Corbin, aunque ya no me siento; permanezco de pie a aproximadamente un metro del sofá.

-Iré a descansar ahora -lo informo-. Espero que volvamos a vernos pronto. No conozco aún los detalles de tu viaje.

Parece que tiene las mismas intenciones, por lo que aguardo a que esté listo y salimos juntos de la biblioteca.

*se van*

Estaba leyendo, pero notaba la mirada cansada y los párpados calientes. Al final, cuando me doy cuenta, si es que puede uno darse cuenta de estas cosas, me he apoyado sobre el libro. Primero la frente y luego, cuando el cuello se relaja y la cabeza se ladea, la mejilla.
Al principio el libro, fresco, me calma el calor de la frente. Luego termina por calentarse también y resulta desagradable, pero para entonces me pesan demasiado los párpados como para poder pensar en cambiar de gesto.

*se duerme, enfermito por andar en la nieve*

Después de comer, lo que más apetece es relajarse un rato. Eso es ley de vida, desde luego, y Kyoti la cumple a rajatabla. Había pensado salir al bosque, pero el tiempo frío no ayuda a que se decida a salir fuera. Por el momento, decide volver a la biblioteca, en la que solo ha estado de paso, para explorar un poco entre los libros.

Kyoti no es un gran amigo de la lectura ni ha tenido una educación de primera, pero sabe leer y escribir y nunca ha visto tantos libros juntos en su vida. Eso ayuda a que sienta una mayor curiosidad. Pese a todo, no se atreve a coger ninguno. Quizás no siente que lo merezca, o quizás opina que no sabría cuál escoger.

Una cabellera blanca, en un momento dado, llama más su atención que las estanterías, y se acerca con una amplia sonrisa.

-¡Jun! -exclama, para a continuación encogerse con gesto culpable. Por lo que ha oído, las bibliotecas son lugares en los que permanecer en silencio. Un buen sitio para sobrellevar el voto de silencio, desde luego-. Perdón, no me acostumbro a esto -susurra, quizás demasiado bajo, acercándose-. Es decir, a estos sitios. Las bibliotecas. No es que haya estado en muchas. Bueno, ni en ninguna. Es decir, ahora sí, que estoy en esta... -Sacude la cabeza y reafirma la sonrisa-. ¿Qué tal todo?

Al abrir los ojos me sobresalto, enseguida. El pulso se me acelera abruptamente. Tanto que hasta duele. Retrocedo, en medio del sobresalto, y me choco contra la estantería de atrás, quedándome apoyado en ella un momento.
Al volver la cara, en medio del caos que acaba de formarse, veo a un hombre frente a mí, y al retroceder de nuevo termino cayendo sentado.

Me tiemblan las piernas.

Es Kyoti. Lo conocí el otro día.
Lo miro, consciente de ello. Me he asustado como si fuese un monstruo, y es Kyoti.

Yo estaba en la mesa. Estaba leyendo... Yo estaba... Estoy seguro de que estaba leyendo. O no, entonces me tumbe porque me dolía la cabeza y me dormí.
La cabeza... Me palpo la cara, las mejillas, la frente. Todo está bien. No entiendo nada.

La respuesta de Jun es tan abrupta que Kyoti no tiene tiempo de reaccionar. Como un auténtico estúpido, se queda mirando embobado a su compañero, sin comprender cómo es posible que lo haya sobresaltado tanto.

Cuando por fin se ve capaz de reaccionar, Jun está en el suelo y parece haberlo reconocido por fin. Kyoti se acerca con gestos algo torpes y temblorosos, dispuesto a prestarle ayuda.

-Lo siento -murmura, tan bajito que apenas se oye él mismo-. No pensé que... Bueno, yo... No quería... ¿Estás bien?

Apurado, trata de ayudarlo a incorporarse, sin saber muy bien cómo reaccionar.

Veo cómo se acerca sin reaccionar por completo. Lo escucho hablar, aunque mi cabeza, al mismo tiempo, trabaja en tantas teorías imposibles que no sé qué pensar exactamente. Sin embargo llego a negar con suavidad, casi involuntariamente.
Alzo las cejas, comprendiendo su mensaje, y lo miro. Asiento entonces, con torpeza, apoyándome contra él para evitar caerme de nuevo, porque las piernas siguen temblando del sobresalto.

Con un gesto le pido que me acompañe hacia la zona abierta, lejos de las estanterías, para sentarme. Solo entonces saco la pizarra y un trozo de tiza, que se ha roto con la caída, pero la mano también me tiembla, así que termino por dejarlo.
Con gesto algo torpe, entonces, me saco el amuleto y se lo ofrezco, con la mirada algo confusa, suplicante.

Kyoti hace lo que le piden, sintiendo que no es suficiente. No entiende el problema. No puede haber sido él, ¿verdad? Es cierto que ha hablado más alto de lo debido, pero... ¿Tan alto como para que su compañero se ponga así? No parece que sea ese el motivo. O, al menos, no el único motivo.

Preocupado, lo acompaña hasta las mesas y lo ayuda a sentarse. Ve cómo él saca la tiza y la pizarra con manos temblorosas, sin saber qué hacer mientras. Mira alrededor, preguntándose si habrá alguien más por allí para ayudarlos. Después mira la puerta, y por último a su compañero.

-¿Quieres que te acompañe a la enfer-

La pregunta muere al ver el colgante que le tiende. Kyoti lo toma con ciertas dudas, sin entender, pero sigue las instrucciones de su compañero y se lo pone al cuello. Lo mira, preocupado, y se dispone a repetir la pregunta.

Espero a que, por favor, hago lo que le pido. Ni me molesto en negar cuando me dice lo de la enfermería. Y no sé si porque pronto podré comunicarme con él y la pregunta quedará en el olvido o porque realmente no tengo tan claro que no quiera terminar yendo allí.
Pero cuando ya se ha puesto el colgante, enseguida, me dirijo hacia él. Es una emergencia, así que no estará mal que lo use.

-Dime, por favor, qué has visto. Dime qué estaba haciendo yo cuando tú llegaste.

Los labios no se mueven, pero los ojos lo buscan, abiertos, tensos, como si además del oído necesitase la vista para comprender exactamente lo que me va a decir, para absorberlo, y como si entonces fuese a entender absolutamente todo lo que ha pasado.

No noto tanto el temblor de las piernas por la tensión que empieza a envolverme.

La primera reacción de Kyoti es dar un respingo y buscar alrededor. Acaba de mirar y no ha visto a nadie. ¿Quién ha...? Pero solo están él y Jun, y la forma urgente en que lo mira el chico lo hace llegar a sentirse avergonzado por su nerviosismo. Siente un escalofrío en la espalda, pero se esfuerza por tomar asiento junto a él, con calma, y responder.

-E-estabas paseando entre las estanterías, creo -murmura, algo cohibido-. Supongo que estabas buscando un libro. Bueno, es decir, supongo que no... Digo, que no tengo ni idea, vaya, no estoy en tu cabeza... -Se obliga a centrarse y proseguir-. Era lo que parecía. Me acerqué a saludarte, y te sobresaltaste -. Abre entonces mucho los ojos. Acaba de ocurrírsele una idea que explica muchas cosas. O algunas, al menos-. ¿Eres sonámbulo? Lo siento muchísimo, si lo hubiera sabido no habría...

Pero calla. Realmente, no sabe cómo tratar a sonámbulos. Tiene entendido que despertarlos es una idea terrible, aunque no sabe el motivo. Y, desde luego, no sabe cómo detenerlos en sus peligrosas andanzas y devolverlos a sus camas.

Sonámbulo. Es lo que tiene más sentido, lo he pensado alguna vez, pero no sé cómo averiguarlo. Quizás debería atarme a la cama, o dormir algún tiempo en la enfermería para comprobarlo. Estoy seguro de que eso funcionaría.
Aunque eso no evita que en momentos como este en los que me quedo dormido... Y creo que tampoco explica que ya no me duela la cabeza. Aunque eso podría ser debido al sueño o...

Asiento un par de veces, pensativo. Lo miro de nuevo, entonces, serio.

-Muchas gracias. Ahora, si de verdad no te molesta, ¿puedes acompañarme de verdad a la enfermería? No me encuentro demasiado bien -le pido, con gesto algo cansado.

Si vigilo lo que pasa mientras duermo seguro que encontraré la causa. Ya me ha pasado algunas veces y es un peligro para mí mismo y para otros...
Porque podría hacer algo malo sin querer. Estoy seguro...

Jun no da una respuesta clara a la pregunta, pero Kyoti tampoco quiere insistir. Después de todo, parece que el chico está muy afectado, y no quiere darle más problemas. Además, Kyoti no es más que un desconocido para él, está seguro. Si tiene alguna preocupación, es más que probable que tenga a algún amigo a quien pedir ayuda.

Por el momento, de todas formas, Kyoti es el único que puede ayudar. Y lo hace sin dudarlo, con una sonrisa. Ofrece a Jun ayuda para levantarse y apoyo, si es que lo quiere.

-Claro, sin problema -asiente-. Y, bueno, supongo que no quieres... Pero si necesitas cualquier cosa... Aunque imagino que... -Carraspea-. Bueno, cuenta conmigo.

Cuando están a punto de abandonar la sala, Kyoti se da cuenta de que ni siquiera está seguro del camino y siente una pequeña opresión en el estómago. Tendrán que ayudarse mutuamente, al parecer.

*Se van*

Desde que conocí a Lis tengo una nueva ocupación. No es algo a lo que dedique mucho tiempo, la verdad. Prefiero pasear con Vilo y con ella o ir a las cuadras a cuidar a los animales. Pero, de vez en cuando (y el tiempo anima ahora a ello), me retiro a la biblioteca a leer los apuntes de Frederick y tomar mis propias notas al respecto.

No siempre consigo las mejores condiciones para ello. Hoy he venido acompañada, sin poder remediarlo. Y es raro que a Vilo le apetezca meterse en el palacio, pero supongo que agradece algo de calor de vez en cuando. Fuera no hace un tiempo muy apacible. Además, ahora que se ha vuelto un poco más adulto, se porta bien y no hace ruido. Aunque imagino que acabará por pedir que vayamos a hacer algo interesante. Interesante para él, entiéndase.

También Lis ronda por la sala. La biblioteca es un espacio muy de su agrado, y lo entiendo. Es una sala muy amplia, y tanto los libros como los muebles abundan, así que puede desplazarse a gusto incluso cuando hay gente. Ha estado un rato metida entre las hojas de los cuadernos que yo llevo (un sitio muy de su gusto, y puedo entender por qué), pero al final ha decidido explorar un poco la sala y se ha alejado de mueble en libro. Yo, mientras tanto, continúo aprendiendo sobre ella.

*Se queda estudiando.

Observo un rato antes de aparecer, pero finalmente decido no retrasalo más. Ya llevo días observando, y desde la conversación con Adain Stoke no he insistido más en el tema. Pero lo cierto es que tras la observación hay otros intereses. Quizás no sea como Svend y mi curiosidad no llegue a tanto, pero es evidente que no nos encontramos frente a un caso habitual, y prefiero encargarme yo antes de que el caso levante la atención de otros quizás menos respetuosos o más interesados.

-Buenas tarrdes -saludo, con una sonrisa tranquila. Últimamente parece que la racha es más tranquila, y pese al asunto de Errald, que torció un poco las cosas, los acontecimientos evolucionan de forma favorable-. Hace tiempo de nuestrro último encuetrro -comento a la guerrera. Estoy frente a ella, a cierta distancia-. Supongo que la situación es más cómoda esta vez -añado, con deje divertido.

No es alguien a quien me cruce todos los días, ni a quien espere cruzarme, así que cuando me habla mis ojos lo buscan rápidamente, alerta de pronto. Sé que no nos hemos encontrado de casualidad, pero no sé por qué me busca. Al menos parece que viene en son de paz. No estoy dispuesta a aguantar otro sermón por su parte. Estoy trabajando, como él quería, así que no tiene por qué echarme nada en cara.

Le muestro una sonrisa amable, casi sumisa. Bueno, señor, pues si tiene algún asunto que tratar, que sea rapidito.

-Sí, y espero que la cosa siga por este camino -comento, en tono suave, aunque no bromista-. No se lo tome como algo personal, pero no me lo pasé muy bien la última vez.

Aunque, por lo que me han dicho, la situación está ya controlada. Y sin que yo forme parte de ella.

Asiento sin quitarle el ojo de encima. Llego a estar a punto de caminar de un lado a otro, pero lo evito. No quiero causar nerviosismo en el ser que sé que me observa ahora mismo desde algún punto de entre las estanterías.

-Como es evidente, siemprre hay asuntos, peligrros y demás. Perro nada inminente, porr lo que puedo decirrte-. Me atuso la barba y echo un vistazo al vulpus desde mi posición, tranquilo. Sí que llega a resultar extraño que Svend no se haya reunido con ella, dados sus gustos comunes. Aunque quizás él encuentre más interesantes a los animales que a las personas que comparten su afición, y de todos modos el tipo de interés es diferente-. Como veo que te interrrumpo, serré brreve-. Alzo las cejas, mirándola-. He de decirr que siento un grran interrés porr esa invitada tan especial que habéis trraído de Ventus. Lis, ¿no es así?

Aunque no muevo la cabeza, mis ojos sí que se dirigen un momento a un par de estantes que crujen de una forma tremendamente sutil

Asiento con suavidad, sin bajar la guardia. ¿Qué es lo que quiere?

-De todas formas, me pondré a trabajar en cuanto sea necesario -afirmo, con voz suave, tanteando el terreno.

De todas formas, no es muy sutil, o quizás no quiere serlo. Apostaría más bien por la segunda opción. Su interés por Lis no me sorprende. Es algo con lo que contaba. Aunque eso no significa que me sienta tranquila.

-Según me ha dicho, Adain ya los ha presentado -. Más o menos-. Entiendo su interés, señor. Lis es una chica fascinante. Aunque, compréndame: no la he invitado para ponerla al servicio de Brontë ni de ninguno de sus líderes, y no me gustaría que se viera envuelta en cuestiones que pudieran suponerle molestias, ni políticas ni científicas. Si Lis resulta un problema en el palacio, la llevaré a algún otro lugar. Por supuesto, mientras sus intereses sean sanos, estaré dispuesta a compartir mis impresiones con usted.

Soy consciente de que soy la persona viva con más información sobre ella en este momento, y también de que no puedo mantenerla en Brontë sin condiciones, por puro capricho. Pero eso no significa que vaya a permitir que nadie lo haga el menor daño, por muy líder político que sea.

Que se pondrá a trabajar cuando sea necesario ya lo sé. Aunque su seriedad es algo diferente a la de otros guerreros, no dudo de su empeño llegado el momento. Hasta ahora ha cumplido suficientemente bien, al menos.
No he venido a llamarle la atención esta vez.

-Adain Stoke nos prresentó, aunque ella no quiso saludarrme. De todos modos rrespeto su derrecho a mantenerrse oculta, no me malinterrprretes. De hecho, considerro que es mejorr parra ella encontrrarrse aquí, pues trratándose de un serr tan inusual corrrerría peligrro en un lugarr donde pudiesen tomarrla porr la fuerrza-. Aparto la mano de la barba, mirando a la guerrera con tranquilidad-. Yo simplemente quierro saberr de qué se trrata. Después de los sucesos de estos años no podemos confiarr en que todo aquello que desee estarr aquí lo haga sin más. Perro no quierro experrimentarr con ella. Aunque sí agrradecerría que llegado el momento comparrtiese voluntarriamente sus capacidades conmigo, me las mostrrase, no lo niego.

Si Lis no ha querido saludarlo, no seré yo quien la obligue a ello. Aunque es evidente que no le importa. Tiene un objetivo y va a por él. Como tantos otros, supongo. En cualquier caso, él tiene poder sobre nosotras, así que no me conviene llevarle la contraria.

-Su primer benefactor la llamaba alma de madera -explico, con la vista fija en él-. Ni él ni yo podemos darle una respuesta exacta, por lo que sé. A mí me parece humana, aunque en un estado más salvaje que ningún otro humano que haya visto. Y eso que ha vivido en un ambiente civilizado, al menos un tiempo. Supongo que muchos se negarían a considerarla como tal. Igual que cualquiera domina su elemento, ella domina el suyo propio. La diferencia es que su elemento está vivo, y forma parte de ella de una forma mucho más acusada.

Desvío la mirada a las estanterías, buscándola. A mis pies, Vilo bosteza. Que esté tan relajado me reconforta un poco, aunque imagino que Lis no está tan tranquila. Acabo por volver la vista de nuevo al líder.

-Por ahora estoy poniendo en orden las anotaciones que su protector dejó. Si está dispuesto a colaborar en mi investigación, siempre manteniéndola a ella en paz, puedo compartir con usted el resultado de mis informes. He pensando que quizás en la biblioteca de Brontë pueda haber algún documento respecto a los suyos, pero llevará tiempo. Mi objetivo es encontrar a otros como ella. Creo que sería fantástico para Lis -. Volví a buscarla, apenas un momento-. En cuanto a conocerla personalmente... no puedo hacer mucho por usted. Lis es reservada, y eso que ahora tiene con quién refugiarse. Cuando la encontramos recurría a la violencia y la imposición como escudo, y no es algo muy propio de su carácter. Si quiere ganarse su confianza, tendrá que hacerlo usted mismo. Si quiere una recomendación, le sugeriría que comenzase por ofrecerle una caja de galletas o un concierto de piano. Por ahora, es lo más efectivo que hemos encontrado.

Y yo creo que ya he dicho bastante. Es posible que le deba información a él, pero Lis también merece privacidad. No estoy dispuesta a exponerla como una pieza de museo, y dudo que ella lo quiera.