Comedor

Bajé la vista, agobiado. La dama del pueblo… La mujer del pueblo…

-Bueno… ¿Recuerdas un día que aparecí muy magullado y…? Resulta que la dama del pueblo ya tenía caballero y… ¡De todas formas yo no estaba haciendo nada con ella! Fue una elipsis de esas… Me volvía a Brontë y él me estaba buscando porque al parecer me “habían visto” con su chica, pero yo no hice nada… Bueno, algo hice, pero nada grave. ¡Y ya no salía con Inger! Y desde aquel día no volví a beber… –aseguré, mirándola entre serio y avergonzado.

En medio de mi vergüenza, sentí su mano en la cabeza y alcé un poco los ojos para poder verla. La verdad era que aquel gesto me había calmado un poco en medio de mi deshonra.

-De acuerdo. Muchas gracias –terminé, con cierta sumisión, agradeciendo su enorme amabilidad en mi mente.

Entonces… ¿Acaso no sería lo justo que contase aquello a Inger? Después de saberlo, ocultarlo era innoble, aunque ya bastante la había amargado, al fin y al cabo. Se viese por donde se viese, no era un héroe en lo más mínimo. Vaya desastre de Dehnel.
Dejé ir un suspiro y me erguí un poco, apesadumbrado. Luego, tras una breve duda, extendí una mano hacia ella, tomando la suya con cuidado, inclinando la cabeza algo hacia delante para volver a depositármela sobre el pelo, y moví la cabeza hacia ella, propicionando una caricia, cerrando los ojos entre aliviado y decepcionado por mis innobles historias.

La verdad es que es divertido hasta cierto punto, pero su ansia por justificarlo todo vuelve la situación un tanto cansina. Me limito a asentir y asentir, siguiendo la conversación, aunque ya un poco aburrida. Entre otras cosas, porque me siento un poco fuera de lugar ante tanta justificación. A mí, después de todo, no me debe nada.

Suspiro, exasperada.

-Bueno, ya vale de gracias -corto, algo molesta.

Me sorprende un poco que atrape mi mano cuando la estoy retirando, pero lo dejo hacer. Al poco la tengo otra vez sobre su cabeza. La dejo quieta, posada, sin más, y alzo una ceja.

-¿Tienes complejo de Telma? -pregunto. Bajo un dedo por entre el pelo y lo sitúo tras la oreja-. ¿Quieres que te rasque aquí? No tendrás piojos, ¿te han limpiado bien la cuadra esta mañana?

Ladeo de nuevo la cabeza, apoyándola en la mano.

Abrí de nuevo los ojos a su pregunta. Esbocé una sonrisa, encogiéndome de hombros con suavidad.

-Puede ser. No sería lo más sorprendente que se haya visto –comenté, entornando los ojos, atento al camino que hacía su dedo-. No, ahí no. Un poco más atrás, en la nuca, es mejor –murmuré, dejando ir un resoplido, risueño-. Quizás sean pulgas… Haré que me lo hagan ver.

Me hubiese gustado quedarme allí durante todas las noches de mi vida, con su mano en mi cabeza, pero no me era posible. Mal que me pesase, llevábamos ya más de lo esperado allí, y la comida y el vino se habían terminado ya.
Incluso Vilo, el incansable Vilo, llevaba un buen rato durmiendo bajo la mesa.

-Creo que es algo tarde ya –comenté, con tono algo perezoso.

A aquellas horas incluso Lyo estaría dormido… Menudo cuidador irresponsable. Esperaba que Cassandra no llegase a saberlo.

Frunzo ligeramente el ceño, pero pese a ello, sigo las indicaciones, dejando avanzar el dedo con suavidad hacia la nuca, echándome un poco hacia adelante en la mesa al hacerlo. Detengo el avance cuando habla, retirando el dedo al momento y recuperando la postura erguida.

Asiento.

-Vilo no debería estar durmiendo aquí -comento, bajando la vista hacia él. Angelito.

Me agacho bajo la mesa y lo acaricio con suavidad, de forma que le tiemblan un poco las orejas. Sonrío y vuelvo a alzarme.

-A estas alturas ya ni ceno -comento, con una mueca.

Y me dispongo a levantarme y despertar al pequeño.

Durante unos segundos fui francamente feliz. El roce era suave, sutil, pero también enormemente disfrutado. No obstante, yo mismo lo detuve con mis palabras, y aunque sentí cierta decepción innoble al sentirla alejarse de nuevo, no pude sino sonreír y asentir. No era la única con un pequeño del que ocuparse, desde luego.

-Quizás podrías pedir algo por si tienes hambre por la noche -apunté, levantándome yo también.

Rodeé la mesa un poco, acercándome, y ladeé un poco la cabeza, inclinándome al tiempo, para ver despertar a Vilo. Dejé ir una risa suave. No parecía el mismo que corría de un lado para otro como un loco, desde luego. Aunque cuando uno dormía siempre llegaba a parecer otro.
Después contemplé a Lea. Una parte de mí me aseguraba que, de haberme sentado a su lado, y no frente a ella, no hubiese pasado por alto la opción de haberla besado en algún momento. No obstante, aunque sí podía decir que siempre solía tener ganas, en aquel momento me sentía bastante satisfecho con la situación. Al menos no había salido corriendo.

-Os acompaño un rato -indiqué, dando un toque suave con el antebrazo en su hombro-. Todavía tengo que ir a buscar “algo” -añadí, refiriéndome a Lyo, que ya tendría harta a la chica que debía cuidarlo en mi ausencia.

Niego con suavidad.

-No es necesario -respondo-. No suele entrarme hambre por la noche, y el aperitivo ha sido bastante abundante.

Vilo, algo atontado, acaba por reaccionar y, bostezando, se despereza y levanta. Lo recibo entre mimos, dispuesta a impedir que despierte más de la cuenta. Pronto ha salido de debajo de la mesa y sacude la cabeza, dispuesto a ir adonde haga falta.

Me vuelvo hacia Rick cuando habla.

-De acuerdo -respondo-. Si te queda de camino...

Y, sin mucho más que hacer allí, nos vamos del comedor.

*Se van*

Entro en el comedor y me siento con toda la naturalidad del universo. Pido al camarero, el cual parece algo extrañado, pues no le sueno mucho y para ser nuevo tengo demasiado desparpajo. Sin embargo, me atiende de mil amores y me trae lo que pido.
Tristán, educado y silente, simplemente dormita bajo la mesa mientras como.- Que aproveche~- Canturreo, antes de coger con fuerza el tenedor y pinchar un pedazo.

No es que la comida de Caligo estuviese mala, pero es que la de Brontë... la de Brontë está también muy buena.
Río para mi, contento.


*se queda un rato comiendo*

Llego al comedor después de haberme dado una ducha rápida. He dejado a Yuanfran en los establos y todas mis cosas en el dormitorio, así que ahora puedo permitirme comer algo. Hace bastante que no tomo nada que no fuese algo realmente bueno (porque soy pésimo cocinando: en la tribu nunca me hizo falta y ahora pasa lo que pasa), así que tengo bastantes ganas de probar la comida de Brontë que, recuerdo, siempre ha estado muy buena.

Al entrar veo que hay un piscis al que no recuerdo haber visto nunca comiendo solo. Tras dudarlo un segundo, decido acercarme, esbozando una amplia sonrisa. ¡Nadie merece comer solo!

—Buenas noches, compañero.

Su vestimenta me hace gracia. Es un poco parecida a la mía, con los pendientes y el estilo de las prendas.

-¡Uo!- Alzo la vista y le saludo.- ¡Buenas, compi!- No le conozco de nada, pero le saludo como si así fuera con una enorme sonrisa.
Llevo tanto tiempo conociendo a gente en este lugar que las presentaciones se hacen aburridas si se hacen siempre de la misma manera.- Silvanus, ¿y tú?- Digo dando un par de golpecitos en el asiento contiguo al mío antes de que se siente.

Tristán reacciona y aparece entre sus piernas, curioso, para luego comenzar a subir por él hasta colocarse en sus hombros y bufar.
- Perdónale, la gente nueva... es lo que tiene. Tristán, estate quieto.- Le ordeno.

Como de nuevo.- ¿Llevas mucho?- Le pregunto como si fuese la pregunta más normal y necesaria del mundo.

Me fijo en él. Un buen partido. Los he visto mejores, pero un buen partido. Río para mi. Sil, eres mala.

Sonrío ampliamente al ver su respuesta, y tomo asiento a su lado cuando me lo ofrece, contento. ¡Como mejor se hacen los amigos es compartiendo una mesa!

—Seth. Encantado —Le tiendo la mano, sonriendo. Es entonces cuando aparece el dragón, y a pesar de que me bufa, yo no puedo evitar reír con suavidad. Siempre me han gustado los dragones—. Buenas noches a ti también, pequeño.

Me vuelvo entonces al dueño, Silvanus. El nombre me suena de algo, pero ahora mismo no puedo recordar de qué. Probablemente no sería importante, sin embargo.

—Acabo de volver, si te digo la verdad. —Me encojo de hombros—. Llevaba algo más de un año, creo, cuando me fui, y acabo de volver después de estar un año recorriendo el mundo. —Clavo mis ojos en los suyos—. ¿Tú cuánto tiempo llevas aquí?

Un miembro de servicio se acerca, y yo me giro un segundo para pedirle algo. Cuando se va, vuelvo mi atención al piscis.

-Anda, como yo. ¡Menuda casualidad!- Bebo, sin ocultar una sonrisa.- Acabo de llegar hace unos minutos.- Le explico. Sin embargo, no doy más detalles por el momento. No creo que sea necesario. Al fin y al cabo, le acabo de conocer.

Cuando me pregunta sobre cuanto tiempo llevo yo aquí, me entra la risa floja.- Digamos que me he ido y he vuelto tantas veces que ya no sé cuanto tiempo exactamente llevo.- Me explico.- Aunque ingresé aquí hace tres años.- Hago memoria.- Aunque ahora estoy un poco a caballo entre el Brontë y Perséfone.- Tsk... mi lengua... jamás seré capaz de controlarla. Aunque no me avergüenzo.

-Seth... -repito.- ¿Y por dónde has andado? ¿Qué mundo has visto?- Le pregunto mientras dos de mis dedos recorren la mesa como si fuesen las piernas de un explorador intrépido.-
Me dan ganas de cogerle las mejillas y apretárselas. Mucho. Y muy fuerte. Pero si algo he aprendido en Caligo ha sido a controlarme.

Su respuesta me hace alzar mucho las cejas, y no tardo en romper a reír, contento. Sin duda, es inesperado. Y gracioso, especialmente gracioso. No recuerdo haberlo visto en el camino de entrada, pese a todo, así que supongo que habrá llegado mientras yo estaba en los establos. O a lo mejor llegó antes, quién sabe.

—¿Y de dónde vienes? —pregunto, curioso, animado. A lo mejor volvíamos del mismo sitio. Eso sí sería divertido.

No tardo, no obstante, mucho en saber dónde ha estado, o al menos, donde ha debido de pasar bastante tiempo. Persephone, el Palacio de Caligo. Me pregunto cómo será. Nunca he estado en la isla, ni tampoco en Lumen o Aqua, y no puedo evitar sentir cierta curiosidad. ¿Será semejante al Palacio de Ignis?

—Tres años es mucho tiempo —digo, sonriendo, pero no tardo en preguntar—: ¿Cómo es Caligo? Nunca he estado.

Sonrió. No tardo mucho en volver a hablar, animado por su pregunta.

—¡Pues en muchos sitios! Bueno, en sitios cercanos. No he estado en Ventus, ni en Lumen, Caligo o Aqua, pero sí en Fulmen, Ignis y Humus. He recorrido a pie buena parte de los continentes, parándome a ayudar a la gente, especialmente tras todas las catástrofes. Luego conseguí un trimello, Yuanfran se llama, y terminé de ver todo lo que me faltaba y decidí volver. El último sitio donde pase un buen par de meses fue Humus, en las Montañas Redondas. Luego ya volví.

FDR: Mi mente ha dicho: "Tú sí que eres redondo".

-Pues Caligo es divertido si no tienes a un señor con un palo detrás todo el día para que estudies.- Comento divertido.- Es bonito, pero la sociedad caeruelus sin duda es la más compleja de entender, al menos para mi... los horarios... pese a que he estado allí bastante, no conseguí adaptarme por completo. Mucha sombra.- Como resumen.

-Yo no he estado en ninguno de esos sitios.- Miento con una sonrisa.- Hummus tiene que ser fabuloso. Realmente me muero de ganas de ir a verlo. Espero que todo el mundo sea como el líder Nagorr. Sería, sin duda alguna, el mejor lugar del mundo.- Comento mientras me imagino a un montón de clones de Nagorr y a bebés con barba mientras ríen efusivamente en sus carritos.

-Espero que las cosas no estuvieran muy mal por ahí fuera.- Me preocupo con respecto a los cambios en el planeta. Suspiro.- De hecho estoy aquí porque me han llamado. Parece que las cosas están algo turbias. ¿Tú sabes algo? No sé...- Me encojo de hombros.

-Me encantan esos bichos. Sólo los he visto en libros. Algún día tienes que llevarme a verlo.- Le pido, haciendo referencia a su transporte.

Lo escucho con atención, como si quisiera quedarme con todos los detalles a pesar de que sé que es imposible (tenía mala memoria y lo sabía y lo admitía). Lo que dice es curioso. Parece que ha estado en Caligo estudiando algo, Mithos sabe qué, y que ha estado mucho más tiempo del que yo pensaba. Me llama la atención que no haya podido acostumbrarse al horario caeruleus, porque siempre he pensado que no debía ser tan complicado. Supongo que es más complicado de lo que me imagino, y que el lugar no se parece en nada a lo que imagino.

—Vaya. Pensé que no debía ser tan complicado adaptarse —admito. Sonrío—. Pero ya veo lo muy equivocado que estaba, ¿no?

Ensancho la sonrisa.

—Humus es bonito, sí. —Asiento—. Aunque en algunos sitios los turistas no son muy bien recibidos, no sé muy bien por qué. ¡Pero es bonito! ¡Mucho! Deberías ir algún día, seguro que te gusta.

Lo miro, en silencio. Humus. Lo cierto es que también me esperaba otra cosa cuando llegué al continente, pero al final me acabó gustando. Era todo un poco extraño, sí, pero bonito a su forma. Agradable, supongo. No se me da muy bien describir sitios; casi todos me gustan, siempre por diferentes motivos, y al final acabo diciendo lo mismo de todos. No soy muy buen con las palabras, creo.

Me pongo un poco más serio cuando menciona las catástrofes, llegando a borrar un poco la sonrisa. Niego con la cabeza.

—Solo sé cómo están las cosas después de las catástrofes, y no de todas partes. —Me encojo de hombros—. Lo cierto es que no sé que está pasando, ni por qué han podido llamarte. —Lo miro—. Lo siento.

Sé algunas cosas. Por ejemplo, sé que todos los continentes sufrieron por las catástrofes, y sé que todos ellos estaban trabajando para que todo volviese a ser como antes. Algunos van más rápido, otros más despacio... Pero en general diría que las cosas están volviendo a su cauce. Que mencione que algo turbio está pasando me descoloca un poco, porque pensé que todo iba a mejor. Es extraño.

—Te lo presentaré cuando quieras. No es muy mayor, más bien lo contrario, y le encanta la gente.

Le sonrío de nuevo, aunque me noto menos contento que antes.
El chico de servicio que me atendió llega con mi comida, y tras darle las gracias, se va.

-Supongo que en todas partes habrá gente a la que no le agradan los extranjeros. Es un poco tonto, la verdad... Si tratas bien a los extranjeros, es más probable que vuelvan y se dejen su dinero en tu zona.- Sonrío.- Me gustan tus pendientes.- Le digo cambiando de tema completamente y entornando los ojos, haciendo pinzas con los dedos cerca de sus orejas con cara de pillo.- Te los robaré por la noche.- Río falsamente como un desquiciado por la bisutería.


-No te preocupes.- Explico con un tono algo más serio en cuanto a las catástrofes.- Nadie sabe nada.- Sonrío con algo de acidez. Ojalá supiéramos más y todo esto se acabase de una vez.- Así que tú tranquilo. Supongo que ahora entrenarás algo más por aquí. Dudo que mientras estuvieras de viaje entrenaras mucho. Corrígeme si me equivoco.- Expongo, con algo de confusión.

-Tengo un montón de ganas de verlo.- Río al final de la frase mientas acaricio a Tristán para que no se cele.

Entorno los ojos.
¿Un mensaje mental de Aren?
Chasqueo la lengua y me levanto súbitamente.
-Los siento Seth... Tengo que irme. Cosas de trabajo.- Le guiño un ojo.- Pero seguiremos la conversación.- Me despido con una mano para sonreírle pícaramente.- Aún tienes que contarme cuantas novias has ido dejando por Mithos adelante jajaja.- Echo a correr hacia el exterior.

*se va, algo serio*

Escucho con atención al piscis, riendo de vez en cuando.

—Imagino que es su forma de ser —respondo, en referencia al comentario de Humus. Luego, cuando menciona mis pendientes, vuelvo a reír y niego suavemente con la cabeza—. Espero que no. ¡Son un regalo! Muchos de ellos.

Los pendientes. Nunca pensé que llegaría a llevar pendientes, pero al final ahí estaba, con las orejas agujereadas y llenas de bisutería. En su momento no llevarlos me pareció una falta de respuesto a quién me los había dado, pero a día de hoy ya no siento que los llevo como obligación, sino porque me gustan. Al final acabaron gustándome.

Me pongo más serio cuando menciona las catástrofes, escuchándolo con renovado interés. Niego con suavidad cuando menciona lo del entrenamiento. Tiene razón: durante todo este tiempo no he entrando demasiado. Tengo que ponerme a ello ahora que he vuelto. Brontë no necesita a un guerrero en baja forma.

—Tengo pensado ponerme a entrenar mañana mismo —confieso, serio, mirándolo.

No hablamos mucho más. Pronto el piscis parece recordar algo y se va, y yo me quedo solo en el comedor. La próxima vez que nos veamos lo llevaré a ver a Yuanfran. Seguro que al trimello está deseando conocer gente.

*come y se va*

Algunos chrysos se extrañan al verme fuera de mi turno por las cocinas, pero me da igual. Ni les miro.
Me dirijo a una de las mesas con las humeantes bebidas y espero paciente, en silencio, mirando las vetas de la madera de la mesa sin pensar en mucho más.

Al rato aparece. Sin duda fuera del agua el paso del tiempo es evidente. Ojala hubiese estado así hace tres años. Río internamente. Los pensamientos de viejo verde de mi hermano se me han pegado. Efesto... incluso a él le echo de menos.
Niego con la cabeza para volver en mi mismo y alzo una taza en silencio brindando con nadie al verla.

Me cruzo de piernas y espero a que esté acomodada frente a mi.- Mucho mejor, ¿no crees?- Deslizo su taza hacia ella con una mano, sin moverme demasiado y sin despegar mis ojos de los suyos ni un instante.- Estás preciosa.- Aclaro, con una sonrisa tierna.

Después de secarme y cambiarme, me dirigí directamente al comedor, aún con la sensación de que aquello era un tanto surrealista. Seguía sin acabar de hacerme a la idea de que Alexander estuviera de vuelta. Y, desde luego, estaba cambiado. No físicamente (había visto aquella extraña mano, pero había preferido obviarla), sino en su forma de actuar.

Me senté frente a él en la mesa, pasándome todo el pelo, recogido en una coleta de trenzas, por encima de un hombro y tomando la taza con ambas manos. La acerqué a mí, oliendo el contenido, y asentí a su pregunta. La verdad era que, después de entrenar, aquello se agradecía.

Desvié la vista ante su comentario, sin poder evitar llevarme una mano a la cara, justo sobre la nariz. Yo no habría dicho lo mismo. Aún tenía un rastro amoratado en torno a la cicatriz, que resaltaba sin remedio. Había pasado, tal y como me había propuesto Alehyss, por la enfermería, pero una crema no iba a cambiarlo todo en un instante.

-Yo no diría tanto -murmuré, encogiéndome de hombros. Acabé por alzar la vista de nuevo-. Aunque supongo que sí he cambiado. Ya no tengo trece años, desde luego.

Soplé un poco a la taza, manteniéndola entre ambas manos, pero no llegué a llevármela a los labios.

Río con síntomas de relajación.- Eso es más que observable. Pero bueno, supongo que no hemos venido a hablar de lo guapa que estás.- Me torno algo más serio, mientras rodeo el borde de mi taza con el dedo.

-¿Qué tal en Brontë? Espero que tengas un montón de aventuras que contarme.- Bebo despacio. Las damas primero. Que me cuente ella y luego ya contaré yo.


Cambio la pierna cruzada por la otra.- ¿Conociste a Summer? Estuvo aquí. Una guerrera. - Pregunto sin más.

Se me hacía un poco raro aquel trato, tan tranquilo, tan relajado, tan natural. Era difícil adaptarme a él, porque para mí no había nada de natural en todo aquello. De todas formas, y aunque con prudencia, decidí seguirle la corriente.

-Bueno, no he dejado de trabajar -confirmé-, así que he hecho muchas cosas en todo este tiempo. Ahora en concreto acabo de volver de Ignis. Fuimos un grupo de guerreros con la gran Blues Splash y el señor Darvenwish -. Hice una mueca-. Aunque creo que las cosas no han salido exactamente como estaban planeadas. Por lo menos hemos vuelto enteros. Ha sido bastante duro...

Aún me lo pensé un momento más antes de llevarme la taza a los labios. Y bien que había hecho en pensármelo. Quemaba. Saboreé lo poquito que había llevado a probar y volví a dejar la taza en la mesa. Aún tenía que enfriar un poco.

Traté de hacer memoria a su pregunta, pero acabé por negar.

-No caigo ahora mismo. ¿Por qué?

Ignis... No quiero hacer ningún tipo de referencia a ese lugar. No sé qué cantidad de información conoce Massen así que prefiero callar simplemente.- Emocionante, sin duda. - Resuelvo, modesto. - Lo importante es volver cada noche a nuestras camas.- Explico.- Las cosas ya se irán resolviendo poco a poco. Aunque bien es cierto que las cosas se están desmadrando un poco... Las tormentas en Caligo fueron realmente increíbles... Luego me enteré de la sucesión de distintas catástrofes a distintos niveles del Mundo... Aunque la más increíble de todas fue sin duda la de Ventus... que te falle la magia en pleno vuelo... Me han contado que varios aether cayeron en picado contra Hummus al igual que varios pedazos de tierra...- Comento como si acabase de leer la noticia en una tirada informativa.


A su respuesta, hablo.- Es mi esposa.- Le expongo.- Nos casamos y decidimos volver a Caligo. Sin duda uno de los motivos de mi desaparición tan repentina. Y bueno... uno establece una casa, una familia... consigue un trabajo... tiene hijos... Ya sabes.- Bebo.- Lo típico cuando a uno le llega la edad. Sonrío.
- Sin embargo aquí estoy. Ahora mismo pertenezco al Servicio del palacio, aunque también conservo una fracción de Guerrero, supongo. Aunque no sé hasta que punto. Me gustaría aclararlo sin duda aunque por ahora no es algo que me moleste en exceso. Si te preguntas el por qué de mi posición actual, ha sido una decisión tomada íntegramente por el líder Darvenwish. Seguramente quiere mantenerme protegido con este puesto.- Explico.

Lo escuché mientras hablaba, limitándome a soplar de vez en cuando a la bebida y a revolver. No me gustaba mucho por dónde estaba yendo la conversación. Acabé por carraspear y desviar la mirada, algo incómoda.

-Sí, creo que fue terrible -murmuré-. Aquí también tuvimos tormenta, y hubo que arreglar luego los exteriores y ayudar a reconstruir el pueblo, que quedó bastante dañado. Y también estuve en Humus después de aquello, y allí tampoco fueron las cosas muy bien. La verdad es que, siendo algo tan... ¿poco humano?, asusta un poco. No es como si pudieras llegar sin más y detener un bloqueo de magia...

Sobre Aqua preferí no mencionar nada. Aquello solo sería hacer hincapié en el tema, provocaría preguntas y comentarios, y yo no quería hablar de aquello. A aquellas alturas lo tenía bastante asimilado, y hurgar en la herida solo empeoraría las cosas.

Abrí los ojos con sorpresa cuando habló. Vaya, aquello explicaba por qué se había ido, desde luego. Lo que perdía sentido era el por qué había vuelto.

-Vaya, qué sorpresa -sonreí-. Enhorabuena.

Sin embargo, cuando empezó a explicar por qué había vuelto, se me borró un poco la sonrisa. No acababa de entenderlo.

-¿Protegerte? ¿Por qué? ¿Te ha pasado algo? -pregunté, más curiosa que preocupada-. ¿Y tu familia? ¿Han venido contigo?

Escucho calmado.- Si bueno, pero para está Brontë, supongo.- Me encojo de hombros.
-De nada.- Respondo con una sonrisa amable.- Espero que tú también puedas sentir pronto la felicidad que da formar una familia.- Es una sensación maravillosa.

-Era una forma de hablar... no te lo tomes al pie de la letra.- Digo intentando suavizar mi mentira.- Simplemente he venido porque él ha querido y ya. El resto es adorno de mi ego.- Río con autosuficiencia.- Ya me conoces.
-No, no han venido. No es un emplazamiento turístico al fin y al cabo, aunque no estaría de más que se mudasen a Pueblo de Paso.- Río con amargor.

Termino mi bebida y me levanto.- Un placer Massen. Empieza mi turno. ¿Nos veremos más veces?- Pregunto, con algo de incertidumbre antes de partir.


*se va*

No hice comentarios al respecto, pero la verdad era que no estaba muy de acuerdo con lo que decía. Él tenía más años que yo, y aún así, seguía considerándolo algo joven. Pero yo, desde luego, no quería pensar en formar una familia. Bastante había tenido que pensar en hijos hasta no hacía tanto.

Sonreí.

-Supongo que está bien, entonces -asentí-. Es un poco como Heylel. Estaréis en contacto hasta que podáis volver a estar juntos. Seguro que ellos estarán deseando verte.

Asentí cuando dijo que tenía que irse. Era extraño verlo hablar en aquellos términos.

-Claro. Nos veremos por aquí -asentí-. No trabajes demasiado.

Y, tras despedirlo, me quedé un poco más, hasta que consideré que el chocolate estaba suficientemente templado como para tomarlo. Tras beber, dejé la taza y me fui, pensando si otro baño sería exagerado o si estaría bien. Aún era un poco pronto para ir a dormir.

*Se va*

La comida, un estofado de carne con arroz, está bastante buena, aunque tener que apartar las pieles de pimiento se haga difícil. Pero no voy a pedir comida especial solo porque sea tan especialito para esto, así que lo hago sin quejarme. ¡Solo faltaba!
Estoy algo cansado porque no he dormido mucho hoy. Por suerte al final encontré el amuleto. Estaba en mi mesilla. Quizás simplemente lo olvidé allí. Me parece extraño, pero no sé qué más opciones quedan. Últimamente estoy como tan despistado...

Como tranquilamente. Aún pienso en Lluvia. Al final las cosas acabaron bien, pero no me siento conforme. Me voy a esforzar más. Tiene que haber algo que pueda hacer en lo que no haya pensado. Estoy absolutamente seguro. Y no solo esperar a acabar el ala. Eso es demasiado tiempo. Mientras busco esa solución tengo que hacer más cosas.

*se queda comiendo y pensando*