Islote

Alcanzo la orilla notablemente más fatigada. Salgo del agua y noto el aire frío, aumentado por mi cuerpo mojado. Además, voy descalza. No obstante, nunca sé si en algún momento me encontraré en esta situación de pronto, así que no es necesario evitarla. Es más útil vivirla para entenderla y saber reaccionar en caso de que se dé.

Antes de nada, estiro un poco en la orilla, de forma que los músculos que se han trabajado se relajen y no pierdan elasticidad. Luego, curiosa, me interno con cuidado en la isla.

*se queda*


No profundizo demasiado en detalles. Me limito a recorrer caminos empedrados y, tras no descubrir demasiado, me vuelvo al agua. No es momento ni creo que haya demasiadas cosas importantes aquí. De todos modos, no creo, por el momento, que este sitio tenga más interés que el de pasar en él una tarde.

*se va*

Nadé hasta la orilla, y cuando hice pie de nuevo, caminé hasta salir del agua. Me escurrí el pelo y paseé un rato por la orilla. Al cabo de un rato, me alejé del lago y me introduje entre los árboles, con intención de explorar.

La isla no resultó ser más grande de lo que parecía desde fuera. En poco tiempo la había recorrido en bastante detalle; era bonita, pero más allá de la vegetación no había mucho que ver.

En medio del bosquecillo que la poblaba, encontré un pequeño claro de aspecto bastante agradable. Los árboles, que daban sombra en la zona, me protegían del fuerte sol de mediodía. En aquel ambiente, podría entrenar con tranquilidad.

Me puse, pues, en marcha. Calenté un poco primero, haciendo distintos ejercicios, principalmente correr, saltar y rotar las articulaciones. Estiré después un poco, y por último me puse a practicar.

Al principio había pensado en quedarme en el claro, pero entonces me lo pensé mejor. Dispuesta a entrenar mi puntería, eché a correr a una velocidad estable entre los árboles, buscando objetivos que llamaran mi atención. En ambas manos, llevaba preparados sendos aquaerums, y en el momento en que algo me inspiraba, lanzaba uno contra ello.

Podía ser una rama, un tronco pequeño, o simplemente una hoja; eso era lo de menos. Lo importante era acertar en movimiento. Una vez había lanzado el disparo, invocaba un nuevo hechizo, dispuesta a lanzarlo en cuanto lo viera oportuno.

Todo esto se desarrollaba mientras yo seguía avanzando entre los árboles, y era algo difícil. Por una parte, tenía que estar pendiente de los pies; había zonas en que los árboles estaban muy juntos, y cualquier raíz o piedra podía lanzarme de bruces al suelo. Por otra, debía evitar los obstáculos que se alzaban ante mí, y que generalmente eran ramas. Por último, debía prestar atención a mis objetivos, apuntar y precisar el tiro para dar en el blanco. En conjunto, era bastante cansado.

No me detuve hasta que, al cabo de algún tiempo, llegué de nuevo a la orilla. Deshice entonces los hechizos que tenía en las manos y miré el lago, brillante por el sol. Jadeante y sudorosa, decidí que era suficiente. Era hora de dedicarme a un ejercicio mucho más interesante: nadar.

*Se lanza al agua*

Llegué al islote y salí del agua, sacudiéndome enseguida el pelo con la mano para que no se me escurriese por los ojos. Aquel día había hecho lo que la hermosa Fera me había dicho: dejar a Lyo con una muchacha del servicio para entrena. Por suerte, desde que había recibido aquella petición, había dormido mejor varias noches, y me encontraba mucho más activo y poderoso que en los últimos tiempos. Había sido un mes duro, pero con ayuda de los jóvenes de ojos opacos, pero no malvados, del servicio todo volvería a casi la normalidad en mi poderosa rutina.

Me moví entre los árboles, descalzo, reconociendo el terreno del lugar. Apenas había ido un par de veces, y no había visto más que una pequeña parte. Se notaba que tras las lluvias turreciales las cosas habían ido mal incluso en el islote, pues había muchos huecos donde antes había árboles, pero todo volvería a la normalidad con el tiempo.

-¡Telma! -llamé a mi compañera, que me seguía varios metros por detrás-. Este podría ser un buen lugar para los entrenamientos secretos, ¿no te parece? Días de supervivencia sin pasar por palacio, como cuando fui mendigo pero en noble.

Su respuesta fue detenerse a comer un poco de hierba. Yo me rasqué el costado, pensativo.

-¿Crees que habrá comida aquí? Podíamos plantar unos manzanos... -se me ocurrió, recordando las frutas que llevaba en el zurrón-. Aunque entonces tendría que esperar demasiado... Habría que buscar otra forma, eh...

*se queda por ahí*

Tras reconocer buena parte de la isla, decidí volver a palacio. Tenía mucho que hacer, y pronto sería la hora de que Lyo se despertase, y quería estar un rato con él antes de irme a entrenar.
Llamé a Telma y los dos nos metimos de nuevo en el agua.

*se van*

Ya fuera del agua, le respondo, manteniendo el tono jocoso. Exagera demasiado para mi gusto.

-Yo no me río -le digo, simplemente, alzando las cejas en un gesto breve, bromista.

Camino con cuidado. Lo malo de ir descalza es que cualquier obstáculo molesta un poco. Debería acostumbrarme más a caminar sin calzado, que nunca se sabe. Estar preparada para cualquier inconveniente incluye ese tipo de situaciones, y emularlas es importante.

-Lo que no sé es lo que quieres encontrar en un sitio como este -comento, apoyándome en un tronco para subir un pequeño desnivel.

Cuando fue la gran tormenta este lugar quedó sumergido. Ahora se nota. Hay una gran cantidad de zonas desnudas, o troncos huecos de árboles arrancados. No obstante, también hay nuevas plantas que empiezan a nacer, y muchas se han mantenido en perfecto estado.

Asintió, mirándola de reojo, curvando un poco los labios.

—No te pega reírte con algo así.

Caminaba con cuidado, cerca de ella, observando con cierta curiosidad el lugar. Lo cierto era que no sabía qué buscaba, ni qué esperaba encontrarse, así que no podía decirse que las características del islote le sorprendiesen o dejasen de sorprender. Simplemente estaban, y él las miraba.

Se encogió de hombros.

—Solo quería verlo. —La miró—. Nunca he estado.

De nuevo, una única risa cínica al recibir sus palabras. Desde luego, esa escena que ha descrita sería propia de una novela mala, de algún loco o una situación similar a las ya planteadas. En lo personal, no recuerdo la última vez que reí, propiamente.

-No me pega reírme, en general -corrijo, deteniéndome un momento para sortear unas rocas puntiagudas que ocupan un espacio demasiado grande como para saltarlas de una sola vez-. Pero dudo que eso sea una novedad para nadie aquí, y creo que tampoco es la primera vez que se dice.

Me vuelvo hacia él, apoyándome en otro árbol más grande que el primero.

-La verdad es que no hay mucho que ver, y menos a estas horas-. Qué gracioso, Lester-. Es un buen sitio para entrenar, o para pasar un día tranquilo, pero no le veo mayor utilidad que esa. Quizás me sorprendan algún día sacándome de mi error.

Asintió, curvando un poco los labios.

—Creo que solo te he visto riéndote así, como ahora, de forma cínica. —Se encogió de hombros levemente—. Pero también creo que los chistes inteligentes te harían, como mínimo, sonreír.

El chrysos encendió un poco los ojos para ver bien, y sorteó un par de rocas. Cuando la chrysos se detuvo y se apoyó en el árbol, él también paró.

—Es cierto que no parece muy interesante. Dudo que vuelva.

La miró.

Chistes inteligentes... Vaya nomenclatura más interesante. Siento mucha curiosidad al respecto. Alguno me habrá hecho gracia, y alguno tonto también, contado en el momento y ambiente apropiado. No obstante, decir eso sería una invitación al desacato y a una avalancha de esos chistes durante los próximos días, o algo semejante, y prefiero no arriesgarme.

-Un chiste inteligente, ¿no? -. Roto el hombro derecho hacia atrás, pensativa-. ¿Serías capaz de contarme uno de esos? No soy una gran aficionada a los chistes, la verdad.

Duda que vuelva, eh.
También yo ilumino el camino, pero brillando entera, y no solo con los ojos. Supongo que desde la otra orilla se podrán ver los destellos.

-Deberías venir por aquí. Al menos llegar. Cuando practiques en el lago -aclaro, con una sonrisa tranquila-. Sin embargo, creo que ya va siendo hora de volver. No he cenado, y mañana toca entrenamiento por la mañana. Estoy algo cansada hoy.

El chrysos le sonrió.

—Quién sabe. —Se encogió de hombros—. Algún día, tal vez.

Torció la sonrisa, mirándola, en silencio, pasándose una mano por el pelo, húmedo, echándoselo hacia atrás. Escuchó las palabras de la muchacha sin decir nada, cruzando los brazos.

—Creo que me costaría bastante sin tu collar —admitió, acercándose a ella, reduciendo la distancia entre ambos. Esbozó una sonrisa sesgada—. ¿Ya estás cansada?

Dejo ir una risa contenida, algo cínica.

-Me refería a ahora. Supongo que tienes que buscarlo primero. De esos graciosos hay pocos -comento, volviendo la cabeza hacia el lago un momento. El aire hace que el frío se note mucho más, y eso que ya se me ha secado la piel.

Lo veo acercarse, cómo no. No me siento con mucho ánimo para ese tipo de cosas, y menos en un islote en mitad del lago, con el pelo mojado y helado y las posibilidades de acostarme a una hora decente cada vez más reducidas. No estoy de mal humor, ni mucho menos. Pero no considero que sea el lugar, y por mi ánimo diría que tampoco es el momento.

-Si te cuesta sin él deberás practicar más. Puedo dejártelo un tiempo para que tu cuerpo se acostumbre a los movimientos que tiene que hacer cuando ya no lo tenga-. Hago una breve pausa, sin dejar de mirarlo, algo más seria-. Sí, y aún hay que volver-. Me paso una mano por el pelo, sacudiéndolo. Está algo apelmazado-. Y hoy no tengo ganas -añado, mientras termino de adecentarlo, mirándolo.

Le sonrió.

—Pues ahora mismo no, lo siento.

Se encogió de hombros.
Frente a ella, se inclinó, apoyando las manos a ambos lados de la cabeza de la chrysos, mirándola, todavía sonriente. Asintió a su primer comentario: practicaría con él, podría ser interesante. El segundo, sin embargo, le hizo ensanchar la sonrisa, divertido. Se apartó.

—Entonces supongo que no te apetece ir al pueblo, ¿no? —La miró—. Tengo amigos ahí, y estaba pensando que igual podíamos dar una vuelta... Nada raro. —Se apresuró a añadir—. Es solo que... Me gustaría darte las gracias por... —Alzó las cejas, moviendo la mano—. Ya sabes.

Se pasó una mano por el pelo, apartando la mirada.

—Sé que parecía otra cosa.

Espero a que termine de hablar, sin apartar la vista, manteniéndome seria. Estoy hasta algo tensa. No me relajo hasta que se aparta un poco. Hoy no me siento receptiva, al contrario que la última vez.

-¿Al pueblo? -ladeo la cabeza muy ligeramente. Casi creo que lo he preguntado con cierta cautela-. ¿Amigos? -. Aprieto los labios un momento, pensando. Me decido a hacer una tercera pregunta, finalmente-. ¿Hoy?

Poco a poco voy relajando la posición. Quizás haya sido una respuesta exagerada, pero no me he sentido muy cómoda.

-No creo que pueda. Tendrías que haber avisado con más tiempo. Pronto tendré que hacer un viaje, y puedo ser avisada en cualquier momento, por lo que no me puedo permitir no dormir una noche cualquiera, sin planearlo. Si lo preparas para otro día y me avisas con tiempo no tendré problema, supongo.

Entre la muerte de las guerreras y el encargo de Madame tengo que extremar precauciones. No puedo lanzarme de cualquier forma.

Suspiró.

—No lo tenía planeado —admitió—. Se me ocurrió al despertarme. Ya sabes, a las diez mil horas de la tarde y media, más o menos. Me dije: oye, podías aprovechar que te dijo que algún día no le importaría ir al pueblo e invitarla a algo, lo que fuese. —Curvó un poco los labios—. Porque suponía que te ibas a enfadar porque llegaba tarde, y luego después de escucharte... No quiero que pienses que no te agradezco lo que estás haciendo por mí. —La miró—. Lo que has hecho por mí. He pasado un año de mierda, no se me ocurre ningún motivo por el que alguien quisiese permanecer cerca de mí, y sin embargo... —Bajó la vista—. Te has quedado. Me sentía muy solo. Y aun así, yo, a veces, te gritaba y me enfadaba y era estúpido y un borde, y entonces no me mandaste a la mierda y realmente lo agradecí y lo agradezco, en serio, porque yo me hubiese mandado a la mierda. —La miró de nuevo—. Tengo un arma nueva, hago ejercicio, como bien. Duermo. Leo. Me muevo por el pueblo buscando algún tipo de trabajo. Y llevo meses contento, relajado. Y quiero darte las gracias, pero no sé cómo, porque me parece mucho y yo ni siquiera fui capaz de ir a verte cuando estabas en las mazmorras.

Se pasó una mano por el pelo.

—No quiero que pienses nada raro, en serio. —Clavó los ojos en los suyos—. Porque no es nada raro, te lo prometo. Es solo que no sé con qué voy a poder agradecerte algo así. Y sé que sí, es muy fácil decir gracias y decir perdón cuando la pifias, pero eso nunca se me ha dado especialmente bien, por extraño que te pueda parecer.

La observó unos segundos más. Luego asintió.

—No sabía que ibas a tener un viaje. —Le sonrió—. Suerte con ello.

Espero a que acabe de hablar. Puedo entender sus preocupaciones, de alguna forma. Tampoco creo que me deba un agradecimiento especial. Al principio solo me movía por el arrepentimiento. Lo vendí por error, y entonces creí que lo mejor que podría hacer sería apoyarlo para que no tuviese derecho a echarme nada en cara, porque yo tendría muchas otras cosas con las que defenderme. Pero lo que realmente me importó siempre fue mi trabajo, mi misión, y todo lo que pudiese entorpecerlo debía ser segado. Aún ahora, de algún modo. Tengo una moral algo más positiva, unos principios más férreos, pero si me entorpeciese creo que dejaría de ayudarlo.

-Si te hace sentirte mejor, te acompañaré a cenar, o lo que te apetezca -concedo, serena-. Te lo debo, al fin y al cabo. Pero no podrá ser hoy por eso que te he dicho. Es un encargo particular que no puedo rechazar-. Ya sabes por qué. No necesitas más explicaciones-. De todos modos, no lo interpretes como una muestra de gratitud. Hazlo porque te apetezca. No he hecho nada para recibir un gracias, y mucho menos para obtener alguna recompensa.

Negó.

—Sí lo has hecho.

La miró, serio. Realmente consideraba que sí lo había hecho, independientemente de todo. Lo había entregado, pero aun habiéndolo entregado había saltado a protegerlo de la guadaña de aquel aether, y luego había permanecido con él cuando más necesitaba a alguien al lado, a pesar de todas las borderías que él soltaba, y de que no había sido capaz de ir a visitarla a pesar de que se lo hubiese dicho. Y luego le había ayudado a entrenar, y le había ayudado a intentar buscar trabajo, perdiendo su tiempo con él. No sabía por qué lo hacía, de verdad que no, pero lo agradecía profundamente.

—Me has ayudado cuando más lo necesitaba, por mucho que consideres que no has hecho nada. Has perdido tu tiempo conmigo. No sé por qué, y no me importa si es culpabilidad o cualquier otra cosa, porque yo no hubiese hecho lo mismo. —Se acercó a ella—. Y no quiero invitarte a cenar solo para sentirme bien conmigo, ni quiero que aceptes por mí ni nada por el estilo. No. Me gustaría, me gustaría ayudarte con todo lo de la caeruleus, y no puedo, y —Suspiró—. Quiero devolverte el favor. —Sonrió—. Aunque sea guarda un papelito a cambio de un favor. —Ensanchó la sonrisa—. Seguro que eso te parece mucho más útil que cualquier gasto monetario, ahora que lo pienso.

Suspiro, y termino por esbozar una sonrisa suave. Supongo que podríamos pasarnos así la noche entera, pero, de hecho, eso es precisamente lo que pretendo evitar. No me gusta perder el tiempo.

-Desde luego, un vale por un favor es algo que me resultaría mucho más útil, admito. Así que creo que, con tu permiso, aceptaré eso como agradecimiento por todo eso que dices que he hecho. La cena la acepto también, pero solo como un descanso de lo que está sucediendo. Preferiría que fuese a mi regreso, no creo que sea dentro de mucho, cuando las cosas se calmen un poco. Entonces me permitiré no dormir una noche por diversión-. Lo miro, esperando su veredicto al respecto, con gesto relajado. Contengo un escalofrío-. Ahora volvamos, por favor. De pensar en meterme ahora en el agua... Y cuanto más tiempo pase será peor.

Debimos haber venido más temprano. Esa es mi conclusión final.

La miró en silencio unos segundos hasta que, finalmente, asintió.

—¿Quieres que lo ponga por escrito o algo semejante? Eso lo hace más oficial, ¿no? —Negó, sonriendo un poco—. Espero que tu viaje vaya bien. —Ensanchó la sonrisa—. Mejor que el último.

A pesar de la curiosidad que sentía, respetaba la intimidad de la muchacha y la privacidad de sus asuntos, y por eso no hizo ninguna pregunta. Si después, cuando volviese, ella quería contarlo, entonces él la escucharía, pero hasta entonces se limitaría a desearle suerte, aunque no la necesitase.

—Vámonos —murmuró, apretando un segundo su hombro, apenas haciendo fuerza—. Y no me esperes si no quieres. Nada a tu ritmo auténtico.

El chrysos le dedicó un último vistazo al islote, antes de abandonar el lugar.

*se van*

Es la primera vez que Johan va a ese lugar. Más que nada porque no se mete mucho en el agua, pero alguna vez lo hace. Y más si el día acompaña.
Rina ha esperado al otro lado, junto a la orilla del lago, y ya no la ve desde donde se encuentra. Dardo, por su parte, sobrevolaba la zona a ratos, aunque lleva tiempo sin aparecer. Habrá ido a cazar, supone Johan. Confía en que su hermana esté bien. O, más bien, no se plantea lo contrario.
A Johan las cosas no suelen preocuparle.

Recorre el islote con pasos firmes y un cigarrillo en la boca, investigando una zona que no parece que vaya a dar mucho más de sí. Pero es un sitio interesante, al menos. A Johan le extraña que no lo usen para nada.

Incluso fuera del agua, el agua seguía acompañando. Me recogí el pelo a un lado de la cabeza y lo escurrí, dejando que me chorreara el agua por el cuerpo, sin preocuparme. Como para preocuparme por eso, teniendo en cuenta la situación.

Caminé por la orilla hasta llegar a su lado, y me senté con un suspiro. Habría seguido en el agua un poco más, la verdad, pero no tenía tantas oportunidades de ver a Follow, así que era mejor aprovecharlas. Además, en algún momento tendríamos que volver, y eso exigiría echarnos de nuevo al agua.

Me tumbé a la orilla del lago, relajada.

-Hacía mucho que no nadaba acompañada -le dije.

Y se hizo el silencio. Casi me sentía como si estuviera de más que dijese algo. Parecía muy concentrado como para decirle nada. Lo miré un momento de reojo, pensativa. Follow era muy suyo, y la conversación no era su fuerte. De hecho, normalmente cuando hablaba conmigo era para explicarme algo que no hubiera entendido de su comportamiento, o bien para imitar el comportamiento de los demás, en un intento por asimilar una cultura que, evidentemente, no era la suya.

Me quedé, pues, callada. Cerré los ojos y me concentré en lo que podía oír, sin más. A mis espaldas, el pequeño bosquecillo del islote susurraba con el viento. Además, las gotas de agua repiqueteaban por todas partes, con esa música relajante que les era propia. Extendí las membranas de las orejas, atenta. Incluso fuera del agua podían llegar a ser útiles, aunque se notase menos.

No era del todo consciente del paso del tiempo. Después de todo, nada me lo marcaba. Todo estaba demasiado quieto. Hasta que Follow me llamó y entrabrí los ojos para mirarlo. No tardé mucho en desviar la vista.

Frikka siempre metía las narices donde no debía. Pero era probable que aquello se lo hubiera dicho hacía mucho tiempo, y que no tuviera nada que ver con la ocurrencia. En cualquier caso, la ocurrencia acababa de sentarme como un puñetazo directo al estómago. Uno no muy fuerte, debía admitir, pero un puñetazo a fin de cuentas.

Con exagerada pereza, me incorporé un poco, despacio, y apoyé las manos a la espalda para mantenerme erguida. Lo miré, aquella vez con más descaro. No era lo mismo que me lo insinuara él que cualquiera de los chicos del pueblo, por lo visto, pero podía lidiar con ello.

-No diría que es algo que no puedes decir -cavilé-. Aunque quizás sea algo que tengas que tener cuidado de cómo decir. ¿A qué te refieres exactamente cuando dices que quieres dormir conmigo?

Si me obligaba a mantener las distancias entre mis pensamientos y la conversación, no era algo tan complicado, en realidad. Ni siquiera podía decir que me sintiera incómoda, exactamente.