Aulas

Bueno, venga, hechizos gratis. A veces cuando te explican las cosas te quedan mejor aprendidas, y yo me apunto a todo lo que sea fácil. Además de que Retales ya ha estado y me ha dicho que es la hostia. Pero con otras palabras.

Me presento ante el líder con una sonrisa segura. No soy maga, pero no se me da mal. Y aunque me centro más en otras cosas, me gusta ser versátil. De modo que escucho y atiendo a sus explicaciones y luego me preparo. Venga, Fifi, que tú puedes.

El hechizo es útil, no voy a negarlo. Y más ahora que he descubierto el terreno de entrenamiento. Es la diferencia entre la muerte y quedar como una jodida persona impresionante. Así que salto en el sitio y lo invoco hasta que siento esa sensación de la que habla. Es como si una película flotante sujetase mi cuerpo y evitase que la gravedad le afectase durante un momento. Ya me siento ligera normalmente, así que esto solo me hace sentirme un poco más ligera.

-Una vez casi me mato cayendo de un bicho volador gigante -le comento-. Qué bien me hubiese servido.

Una vez me siento cómoda saltando sin más me subo a la silla. Ahora soy casi tan alta como mi hermano Haken, qué bien. Salto lo más alto que puedo e invoco el hechizo. Una vez en el aire, tengo tiempo suficiente a maniobrar, así que me dedico a hacer virguerías, aunque la altura no permite mucho, de modo que me subo al potro. Ahí sí puedo jugar: a caer sobre una pierna, a caer con un puño apoyado en el suelo, a caer tumbada de lado... La verdad es que cuando intento eso me gaho daño porque calculo mal y las costillas no disfrutan de un impacto contra el suelo.

Una vez he probado en las plataformas más bajas, subo a la alta. Aquí no se andan con chiquitas. Nunca me han disgustado los sitios altos; siempre me ha gustado trepar y nunca he tenido miedo a caer, Pero hostia, de ahí a saltar. Me preparo mentalmente un poco, cerrando los ojos. Quizás me he precipitado. Termino por bajar de nuevo y repetir el hechizo varias veces más en el potro de una forma más ortodoxa, hasta que siento pleno control sobre el descenso.

Ahora sí.

Ya en la plataforma (por segunda vez) respiro hondo y me lanzo al vacío. Creo que la clave es frenar a medio camino, por si sale mal. Y resulta ser cierto. No es la frenada perfecta, pero no me hago daño al aterrizar. Ya luego es afinar: un poco antes, un poco después... Consigo invocarlo dos veces seguidas, una al empezar a caer y otra casi al llegar al suelo... ¡Cuántas posibilidades veo aquí!

Llega un punto que más que práctica es diversión. Pero al final, fatigada, considero que es el momento de dejarlo estar.

-¡Esto es la caña! -digo al líder-. ¡Gracias!

Ya podían hacer esto más veces. Ahora tendré que ir a probar por mi cuenta. Se me ocurren tantas cosas...

*se va*

Vanaheik Elhimm, el nuevo líder flamma (ya llevaba bastante tiempo, pero no podía evitar seguir pensando en él como «el nuevo» estaba celebrando unas jornadas para enseñar un nuevo hechizo cuando Alehyss y yo volvimos a Brontë. Me había tomado mi tiempo para acomodarme de nuevo al palacio, había celebrado reencuentros y bienvenidas, pero ya iba siendo hora de ponerse a trabajar seriamente, más allá de los rutinarios entrenamientos. Y aquel era un punto más que adecuado por el que empezar.

Entré en la sala con gesto serio, casi solemne, y presenté mis respetos al líder. Y entonces comenzó una explicación que no me hacía la menor gracia. Mantuve el gesto neutro, sin dejar en evidencia el malestar que me producía trabajar con alturas. No podía permitírmelo, a aquellas alturas. Mithos, si acababa de volver de Ventus, un lugar al que, durante muchos años, pensé que jamás llegaría a ir. Además, lo que Vanaheik Elhimm me ofrecía era una forma de minimizar los daños que una caída podía provocarme. Entre otras cosas, claro, pero aquella era la motivación en la que debía centrarme para trabajar.

No me costó mucho entenderlo. No tenía mayor complicación, realmente. Era un concepto muy sencillo. Además, la magia era algo que había estado desarrollando a lo largo de muchos años, y si bien sentía predilección por la piscis, la neutra siempre me había parecido un complemento útil. Aquello no sería menos. Probé siguiendo todas sus instrucciones.

Primero los saltos en el suelo; en seguida fui capaz de entender cuándo invocar el hechizo para sacarle partido. Pronto probaba desde la silla, con el mismo resultado. Para darle un poco de interés, probé a combinar su uso con el de otros hechizos, por ver la energía que consubía y lo que tardaba en ser capaz de invocar un ataque tras frenarme en el aire. Aquello le dio un poco de emoción al asunto, al menos.

El potro no era tan alto como para suponerme un problema. Era cierto que, desde aquella altura, la aplicación del hechizo era algo diferente, pero eso era todo. Pronto había retomado, también desde allí, la combinación del ejercicio con ataques que pudiera utilizar si me viera en situación de usar un Loghda en combate. Era, cuanto menos, interesante, así como bastante estimulante. Sonreí, satisfecha.

Y entonces llegó el problema. No dudé en subir a la plataforma, conteniendo mi aprensión y dominando mis propios reparos. Tuve, sin embargo, que recuperar una cierta seriedad, un extra de concentración que me permitiese utilizar aquel hechizo y, al mismo tiempo, controlar el pánico. Todos mis instintos me gritaban que no saltase desde aquella altura, por mucho que, racionalmente, supiera que no me iba a pasar nada.

Lo hice igualmente, por supuesto. Salté desde la plataforma al suelo, busqué el momento en el que invocar el hechizo y frené. Sin florituras, sin ejercicios extra, sin combinaciones. Pura y llanamente el ejercicio básico. Y funcionaba, claro. Sentí un cierto alivio al comprobarlo, pero no me permití relajarme. Me quedé un buen rato practicando en aquella plataforma en particular, asegurándome de mantenerlo todo bajo control, de que mi magia no se agarrotase por la tensión inevitable en mi cuerpo. Con los años había aprendido que no era cuestión de deshacerse del miedo, sino de convivir con él y de entender mis propias limitaciones. Aquel hechizo, pensé, podría hacérmelo más llevadero.

Cuando consideré que le había robado al líder el tiempo que necesitaba, me acerqué a agradecerle sus enseñanzas y me despedí. A partir de aquel momento, seguir practicando era algo personal.

*Se va*

No es que haya vuelto hace mucho, pero la idea de aprender un hechizo ya hace que haya merecido la pena. Y más aún si es de parte de un líder. Hacía más a Nagorr a estas cosas, pero supongo que al final no los conozco a todos, tampoco. Al flamma, de hecho, creo que no lo había visto hasta hoy.

Lo saludo con una sonrisa y le ofrezco mi colgante tras explicarle en una nota para qué sirve. No es que piense hablar mucho, pero es más cómodo si necesito decirle algo. Noparece tomárselo como ninguna clase de ofensa y lo acepta sin problema. Me pregunta si no será un problema el hecho de que no pueda hablar, pero le explico que en absoluto. No me alegro de ser mudo, pero poder conjurar sin hablar es una buena habilidad en cualquier caso. La mente es más rápida que la lengua.

Entonces llega su explicación. Hace mucho que no me explican un hechizo, pero estoy acostumbrado a que me expliquen cosas. Y a pensar constantemente en ideas de cosas que no tengo delante. Así que creo que lo entiendo rápido.

Empiezo con la práctica. Salto en el sitio como me ha mostrado y conjuro el hechizo. Pienso en esa sensación de ligereza. Supongo que es parecido a haberse comido un bizcocho, pero con el cerebro menos embotado. Al principio no me sale, pero pronto ubico los flujos de magia donde los necesito y encuentro ese equilibrio particular en el aire. Sería interesante para lanzar una flecha en medio de una caída. O para, simplemente, no partirme la cabeza.

Tras hacerlo en el sitio, me dirijo a la silla. Un poco más de altura es suficiente para que empieza a entender las físicas. La verdad es que se me viene a la mente aquel casco que Alehyss y yo usamos en Ventus, hace años. Podría combinarse de forma muy interesante con algo como esto. Con algo que permita volar a ratos podrían hacerse combinaciones realmente curiosas. Tendré que darle vueltas.

Repito el hechizo un buen rato, hasta que siento que lo he entendido, y entonces paso al potro. El proceso es el mismo. Pruebo a retener las ganas de usarlo hasta el último momento. Algunas veces, por un error de cálculo, toco el suelo antes de desearlo. Luego busco ese punto exacto en el que me ralentizo justamente antes de llegar al suelo y, aunque no me detengo, freno de forma suave y me poso en tierra. Resulta tremendamente curioso.

Luego toca la plataforma. Por muy seguro que esté de mis capacidades, la verdad es que impone saltar desde un sitio tan alto. Ni aunque con los años me haya vuelto seguro, soy tan intrépido. Tengo que hacer un poco de tripas corazón, pero respiro hondo y salto, buscando ese momento exacto en el que el Loghda me parece buena idea. Realmente al final la altura no cambia el efecto, y resulta siendo seguro. Y aunque saltar desde más alto hace que el movimiento de aceleración tenga que ser compensado y la gravedad me arrastra un poco más, al final es un cálculo sencillo, casi valdría una regla de tres. Ya haré pruebas con distancias exactas cuando tenga tiempo.

Pruebo también a saltar en horizontal, impulsándome en el borde de la plataforma, para ver si el movimiento vertical se detiene pero el horizontal continúa. Parece ser el caso. Es como si de alguna forma el vector utilizado por el hechizo fuese el correspondiente a la fuerza normal de un cuerpo. Qué curioso.

Una vez he acabado, comparto mis conclusiones con el líder y hablamos un rato. Luego, tras darle tres veces las gracias, recupero mi collar y abandono la sala pensando en todo esto.

*se va*

Estaba un poco nerviosa por conocer al líder flamma. Me había enterado, cómo no, de que habían sucedido cosas con la anterior. No me agradaba que se tuviese una mala imagen de mi continente, y tenía curiosidad por conocer a una personalidad de allí, también.

-Buenas tardes, Señor.

Parecía joven, aunque iba muy cubierto como para que pudiese ver su cara al completo y decidirlo. Tenía la voz mucho más grave de lo que su aspecto sugería . Y, además, parecía un hombre interesado en la mejora de todos los guerreros. Por fin alguien que no parecía simplemente un patán lleno de malas intenciones.

Traté de escuchar todo lo que me explicaba con suma atención. No había dedicado tanto interés a la magia como mi hermana, aunque no se me daba fatal. No tenía claro, sin embargo, cómo practicar algo nuevo. El hechizo, sin embargo, parecía lo suficientemente útil como para intentarlo.

-Loghda  -repetí, asegurándome que la pronunciación era la correcta antes de ponerme en marcha.

Subí a la silla. No veía diferencia entre hacerlo de aquel modo y hacerlo en el suelo. Comencé saltando y pronunciando la palabra, viendo qué pasaba. Y no pasaba nada. Torcí el gesto. Pedí al líder que volviese a describirme lo que debía sentir. ¿Cómo iba a sentir aquello?

Subí de nuevo a la silla y me concentré. Quizás tenía que pensar en lo que conocía: en baile. Traté de centrarme en que alguien me sostenía en medio de un salto.

-Loghda -invoqué, pero no pasó nada.

No era lo mismo que bailar.

Me costó un poco hacer aquell, incluso me sentí algo avergonzada, pero terminé por sentir la sensación que me indicaba. Para mí fue un poco como ser una marioneta colgada de unos hilos invisibles que me elevaban. Traté de repetirlo hasta que fue claro. Me permitía sentirme liviana en el aire y, de verdad, creí que aquello incorporado en un baile quedaría increíble: qué majestuoso salto detenido para mostrar diferentes posturas antes de caer elegantemente al suelo de nuevo.

El siguiente punto fue hacerlo desde el potro. Alguna de las veces no me salía, pero lo arreglaba con una pirueta y aprovechaba para convertir aquello en una suerte de elegante improvisación. Pero al final resultaba ser lo mismo que desde la silla, y con los suficientes intentos terminé por sonreírme, satisfecha. Pero todavía quedaba el sitio más alto.

Subí a la plataforma y me encontré ante el vacío. Que fuese acrobática y supiese manejar mi cuerpo no significaba que la altura no me preocupase. Ninguno de mis bailes incluía un intento de suicidio. Me concentré, respirando hondo, y, por no decepcionar al líder, creo que salté antes de estar preparada. Y de verdad pensé que iba a romperme contra el suelo cuando el hechizo no salió como esperaba, pero mi cuerpo se detuvo justo antes y vi cómo él me apuntaba con su mano.

-G... gracias -murmuré, sumamente avergonzada de pronto.

Pese a la gratitud, lo que más sentía era humillación. Volvió a darme una corta explicación con lo que creía que podía mejorar y subí de nuevo a la plataforma. Al menos sabía que no podía morir. Aunque las piernas me temblaban un poco por el susto anterior.

Pero me salió. Y de en ese momento en adelante, conseguí invocarlo con la suficiente soltura como para preservar mi bienestar. Tendría que desoxidar un poco la magia, por lo que veía.

Le dediqué una pronunciada reverencia al acabar, agradeciendo de corazón sus enseñanzas. Luego me marché, segura de que tenía que practicar aquello un poco más antes de atreverme de verdad a saltar de ningun sitio.

*se va*

Los sueños de Johan se harán realidad ese día.

Acude a la clase con la mayor sonrisa que puede albergar en los labios, sabiendo ya lo que ahí se enseña. Saluda al líder como si se tratase de un dios bajado del firmamento para entregarle el regalo más preciado del mundo y luego escucha sus palabras y presta atención a sus ejemplos como si esas enseñanzas fuesen un tesoro prohibido que pudiese ser olvidado para siempre si no lo memoriza a la primera. Con la mirada brillante, asiente y graba cada una de las imágenes en su mente. Y no pierde un segundo antes de ir hacia la silla y saltar con ansias.

-¡Loghda! -exclama, como si fuese la palabra mágica más poderosa, el nombre de la persona más importante del mundo.

Llega al suelo sin ningún tipo de resultado y ladea la cabeza, sin perder la sonrisa. La práctica hace al maestro.

Repite de nuevo: una, dos, tres, cuatro veces. El líder le dice que tiene que concentrarse, pero Johan solo tiene la cabeza llena de pájaros. ¿Y acaso los pájaros se concentran al volar? No. No lo hacen. Sienten el viento contra sus plumas y saben cómo mover las alas para no morir contra el suelo.

Bueno, realmente tienen que aprender.

Eso hace él, como si fuese un polluelo, saltando una y otra vez desde esa silla hasta que al fin, con el júbilo subiéndole hasta el pecho, su cuerpo se detiene en el aire.

-¡He volado! -exclama de nuevo, lleno de emoción.

El líder le dice algo como que el hechizo no sirve para volar, pero Johan ya no lo escucha. Solo se sube una y otra vez en la silla, y salta todas ellas, y lo repite hasta que siente que realmente el él el que domina la gravedad, el que la invierte.

Cuando siente que ya le sale la mayor parte de las veces, decide subir a la plataforma alta. El líder lo contempla, con su semblante semioculto, y le pregunta si no será mejor que prosiga por el potro mejor. Johan niega, risueño. Ha nacido para volar.

-Es un salto de fe. Como el del primer vuelo de un ave.

Y, de nuevo, el líder empieza a decir algo de que el hechizo no sirve para volar, pero Johan ya está saltando. Y cae. E invoca el hechizo. Pero no pasa nada. O sí, porque a pocos centímetros del suelo su cuerpo se detiene.

Johan se echa a reír, creyendo que lo ha conseguido, pero pronto ve que ha sido Vanaheik, que ha frenado su caída. Eso no le impide intentarlo de nuevo; más bien al contrario. Si no puede caer, no tiene nada de miedo. Y ya no lo tenía antes.

Lo intenta incansable hasta que siente que ha volado suficiente, y entonces lo sigue repitiendo hasta que, agotado, cree que no podría volver a hacerlo. Y entonces cuando salta por última vez, vuelve a invocar un loghda y disfruta, feliz, de esos breves segundos en el aire. Lo más que ha conseguido nunca por sí mismo.

Agotado, pero feliz, agradece al líder su enseñanza y abandona la sala.

*se va*

Todo el mundo parece haberlo hecho bien. Te sientes conforme con el esfuerzo de los guerreros. A algunos les ha costado más que a otros, pero ninguno se ha rendido y han resuelto sus problemas de formas diferentes. Eso también es interesante: ver cómo se enfrentan a las dificultades. A fin de cuentas, son parte de su trabajo.

Esperas que le den un buen uso al hechizo aprendido. Quizás sea la diferencia alguna vez entre el éxito y el fracaso, la vida y la muerte, o algo semejante. Es una herramienta que has puesto a su disposición, y con esto te basta.

Te retiras a tus tareas, tras dejarlo todo listo.



Los personajes que han obtenido el hechizo Loghda ya pueden añadirlo a su diario y usarlo libremente:

Elektra, Anna, Pris, Curtis, Gabriel, Ben, Kyoti, Cierzo, Alehyss, Aloe, Krista, Follow, Lea, Rick, Frikka, Massen, Jun, Zaih'ra, Johan