Dormitorios

Existen dos tipos de dormitorios: Unos son amplias estancias de entre dos y tres habitaciones, adecuadas para las visitas del calibre del palacio de gobierno, adaptadas con todos los lujos y necesidades para que los visitantes se encuentren a gusto. Otros son estancias más pequeñas, donde puede haber de una a siete camas y están destinadas al servicio; cuanto mayor es el rango, más íntima y amplia es la habitación.

Un par de sirvientes se encargaron de avisar a Silvanus, bañarlo y vestirlo para que estuviese listo en su habitación un cuarto de hora antes de que el que sería su tutor llegase.

El hombre no se retrasó. En cuanto el reloj marcó la hora señalada, en la puerta se escucharon un par de suaves golpes de nudillos.

—¿Silvanus Kettleburn? Soy su nuevo tutor. ¿Me permite pasar? —La voz era jovial y desenfadada, suave y activa. No parecía un hombre recio ni estricto, sino más bien un compañero de habitación. Por el tono al menos.

En cuanto se le permitió el paso, un hombre alto y esbelto, con la piel aceitunada y los ojos verdes entró vistiendo una amable sonrisa. Además de eso, su pelo estaba sutilmente peinado, dando forma a las aleonadas ondulaciones que lo formaban; sus orejas estaban adornadas con un par de pequeñas bolas a ambos lados. Llevaba puesto un traje tan formal como el vestuario general, pero su camisa de cuello mao estaba tres botones abierta y sobre su hombro caía una tela negra con un bandeado violeta en los márgenes que era recogida por una faja del mismo material, que estilizaba su torso.



—Buenas noches, Silvanus Kettleburn. Mi nombre es Saltez, uno de los más antiguos siervos de nuestro gran líder caeruleus —Se presentó, haciendo una ligera reverencia ante el muchacho. —Espero no haberle hecho esperar demasiado —Informó, cerrando al fin la puerta tras de sí.

—Antes que nada, he de decirle que le favorece mucho el estilo de Caligo —Informó con una sonrisa amable ante la vestimenta del muchacho.

-No... no hace falta que ustedes me laven, pu-puedo hacerlo yo solo.- Dije una y otra vez a aquellos jóvenes que me lavaron y vistieron como si fuera una especie de elemento valioso. Definitivamente, no estaba echo para ser atendido. Me sentía... muy incómodo.  quizá solo fuese la primera vez.

Aquellas ropas... eran muy extrañas. Chaleco estrecho, blusa con algo de vuelo, pantalones cortos y zapato con algo de altura ¿Así es como Aren me quería? Antes de que pudiera decir nada, me estaban echando colonia a raudales y peinándome entre varios.-¡Qué pesaos que sois!- Digo haciendo aspavientos de un lado a otro con las manos. Al final me rindo y les dejo hacer.



La puerta suena y trago saliva, poniéndome muy recto.- ¡Sí! ¡Sí! ¡Pasa! Digo... ¡Pase!- Estoy nervioso.
Cuando le veo entrar me quedo pasmado. Se me abre la boca y me quedo así. Como tonto. - Nada... nada... tranquilo... - Creía que ya nadie podía superar a Clend pero por lo visto en este país siempre hay alguien más atractivo que el anterior. Si esto es un sueño, mataré al que me despierte. - Hola...- Digo algo embobado, viendo su hermoso rostro.

-¿Va a ser usted mi tutor?- A veces maldigo tener sólo un cuerpo. Podría tener varios. Así con uno querer a Aren y con los otros tirarme a todos estos.

Mierda. Tsk...


Alzo una ceja.- ¿Y qué vas a enseñarme?- Pregunto curioso, dando un paso al frente, temeroso.


FDR: EL PENE. >8D

El hombre sonrió un poco más, divertido, ante la expresión del chico, que parecía enormemente sorprendido. Asintió a sus preguntas.

—Así es. Con suerte, espero enseñarle muchas cosas, pero me gustaría que nos acomodásemos primero si me lo permite —Señaló la pequeña mesa redonda de la antesala del cuarto del muchacho. —Si me hace el favor, se lo explicaré todo —Indicó, dirigiéndose hacia la mesa junto al muchacho.

Le sostuvo la silla para que se sentara y luego tomó asiento frente a él. Le sonrió.

—No debe ponerse nervioso. En los próximos meses no me separaré de usted con lo que es mejor que se adapte a mi presencia y tomemos confianza prontamente. De todas formas, ya habrá podido comprobar que es muy complejo estar a solas en este palacio —Bromeo, gesticulando mínimamente con las manos sobre la mesa.

—Veamos, la primera cosa en la que me han hecho hincapié sobre su  instrucción es en la etiqueta. Será lo primero en lo que nos centremos ya que no está usted acostumbrado al protocolo del estrato al que ahora pertenece. Sin embargo, tendremos que compaginarlo con estudios de lengua, lógica, cálculo, literatura, geografía e historia. Por ahora. Además, debemos programar horas para su entrenamiento físico: esgrima, magia de combate, equitación y gimnasia de mantenimiento, además de la preparación de alcoba —Explicó con tono informador y sereno. —Como ve, vamos a estar muy atareados —Sonrió. —A pesar de mis sugerencias, los horarios quedan a su total elección. Si prefiere hacer vida diurna o nocturna, no tendré ningún tipo de problema —Aclaró finalmente, cruzando los dedos de las manos sobre la mesa.

Asiento con rapidez, con una sonrisita nerviosa.
Entonces me percato de una cosa.- Oh, no hace falta que me trate de usted.- Río contento, quitándole importancia con la mano.- Atiendo contento y divertido a sus primeras palabras. Sin embargo, conforme va hablando y hablando... en mi rostro se dibuja una mueca de asco.- ¡¿Calculo?!- Chilló cuando terminó de hablar.- ¿Qué encerrona es esta? ¿Yo no quiero aprender literatura! ¡Eso es un royo! Los guerreros de bronte no usamos la pluma! ¡Usamos la espada para salvar el mundo!- Reprocho con el fin de poder librarme de esas clases.

Respiro agitado.- Ay, ahora no sé. Porque si estudio todo eso por el día, por la noche voy a estar muy cansado y no voy a poder estar con el señor Darvenwish todo lo que quiero y y y si estudio por la noche y hago todas esas cosas mientras el señor está despierto... ¡Tendré tiempo libre cuando él duerma! Así no, ¿eh Saltez? Así: no.- Digo cruzándome de brazos.

Nunca fui buen estudiante. Y nunca lo seré.

FDR: èné

Saltez sonrió ante las palabras del piscis.

—Si soy su tutor y he de enseñarle a comportarse, debo darle ejemplo. A pesar de que no deja de ser usted un siervo del líder Darvenwish, se nos ha ordenado que debemos guardarle el respeto de un invitado. Debo mantener mis respetos ante usted, aun a pesar de ser su tutor —Explicó con calma.

El hombre miró al muchacho mientras este se quejaba de sus quehaceres y esperó a que guardase silencio para hablarle con la misma sonrisa amable.

—Este no es el palacio de Brontë y usted ya no representa aquí un guerrero de tales características. El líder ordena el estudio a todos su súbditos. Su nivel ha de ser el idóneo para ganarse el mérito de ser reconocido como vasallo y discípulo. Es una obligación irrevocable —Indicó. —A no ser, claro está, que deseé usted volver a Brontë mañana, en cuyo caso no tendrá necesidad de mi presencia ni ayuda —Añadió con el mismo tono y sonrisa, pero con un fondo de obligación y severidad que se sentía en su actitud.

—Tendrá que decidirse respecto al tiempo. Tenga en cuenta que el generalísimo Darvenwish pasa la mayor parte de sus noches ocupado en temas de relevancia y ha pedido concretamente que se le ocupe en su formación para que sea usted un digno acompañante —Se echó ligeramente hacia adelante, mirando al muchacho fijamente a los ojos —Le aseguro que los favores del líder Darvenwish van para aquellos que sí realizan su trabajo como a él le place —Indicó con un tono más bajo, volviendo a erguirse con una sonrisilla.

—En caso de que no consiga organizarse por sí solo, yo decidiré el horario que mejor convenga —Zanjó.

-¿Entonces yo también debo tratarle de usted?- Pregunto algo incómodo.

Le escucho con la nariz tan arrugada que cualquiera diría que fuese un cerdito. Todo ello acompañado de un cruzamiento de piernas y brazos superlativo. - Pues qué royo patatero.- Acabo diciendo mientras me froto la nariz con un dedo.
Cuando dice lo de volverme a Brontë, le veo con ansias asesinas.- Te mato.- Amenazo fanfarrón.

-De acuerdo, ¡de acuerdo! ¡Qué pesadito eres! ¡Es! ¡Usted! ¡Bah!- Lanzo los brazos al aire con desdén.

Yo creía que vivir en Caligo iba a ser genial porque iba a estar mucho con Aren y y y y poder hacer cosas los dos e incluso ir a dar un paseo y enseñarme sus cosas guays de gente que gobierna países y ahora voy a tener que ponerme a estudiar. Mucho. Voy a matar a alguien y el tontoflautas este tiene muchas papeletas.
Eso es.
Si me lo cargo... no tendré que hacer deberes.
Ya verás tú, chulito de playa... cuando te coja desprevenido te ahogaré con un cojín.

- Bueno a ver, déjame los libros que me tenga que estudiar que ya les iré echando un ojo.- Eso es lo que te tu te crees. - Porque no va a haber examen de todo eso, ¿verdad?- Porque entonces me chivaré a Aren.

Sin embargo, parece que a Tristán le ha caído bien y repta hacia su regazo.
Maldito traidor asqueroso. Hoy no cenas.
FDR: Y esto es lo que pasa cuando quieres poner a un vivalavida a estudiar.

El hombre amplió su sonrisa con diversión.

—No es necesario, usted es técnicamente de un estrato superior. O eso es lo que se nos ha informado —Indicó, apoyando los codos en la mesa y su mentón sobre las manos enlazadas.

Rió sutilmente ante la amenaza -por llamarlo de algún modo- del joven piscis y luego dejó que farfullase todo lo que deseara hasta quedarse tranquilo.

—Es su única obligación. Al líder Darvenwish no le gustará tener a un lacayo vagueando por sus dominios.  Le gustan las personas capaces, las que pueden deleitarle con comentarios o historias. —Bajó una de sus manos hacia la mesa, apoyando el peso de su cabeza contra la otra, y comenzó a caminar sobre ella con dos de sus dedos, haciendo zig zag y amagando el acercamiento al muchacho —Le agrada la gente que sabe aprovechar su tiempo, que tiene ímpetu y destreza —Continuó el camino hacia el muchacho, sinuoso y juguetón —A fin de cuentas es la personalidad más importante de este continente. Alguien así sólo podría relacionarse con gente de cierto nivel. Se llama "categoría" —Pronunció claramente la última palabra, dándole importancia. —Por supuesto, sus caprichos tienen un papel bastante importante en sus decisiones -aunque no se encapricha en vano-. —Indicó, recogiendo la mano, ya muy próxima al piscis, y mirando sus dedos frente a su cara, como si sobre ellos hubiese un pequeño e interesante insecto. —Pero sin un aliciente, los olvida en pos de otros nuevos —Miró al piscis de refilón -depredador-, todavía en la misma postura, luego relajó el gesto y apoyó la mano sobre la mesa, la otra encima. Sonrió de nuevo.

Negó cuidadosamente, manteniendo la sonrisa.

—Creo que todavía no lo ha entendido. Yo estudiaré con usted en todo momento. Despertaré y estaré con usted, comeré con usted, le indicaré cómo orinar correctamente e incluso respiraré con usted. Y cumpliremos con el nivel de exigencia que siempre se ha respetado en estos muros —Concluyó con el mismo gesto amable. No obstante, el ambiente de tensión que había generado con ese último párrafo lo había vuelto bastante temible.

—¿Alguna pregunta más? —El ambiente desapareció en un suspiro ante el enérgico tono.

Abro la boca para reprochar lo del estrato superior, pero decido mejor callar. No vaya a ser que lo estropee todo.

Escucho, ahora sí, con atención y ceño sus palabras. Parece que voy a tener que acostumbrarme a este hombre y deberé ponerme las pilas.
Mientras habla, veo fijamente sus dedos, como si no pudiera dejar de mirarlos, sinuosos y revoltosos. -Categoría...- repito. - Está bien. Pero no prometo ser un buen estudiante. Yo... te pongo sobre aviso. El que avisa no es traidor.- Digo riendo tímidamente, recordando la última vez que intenté aprenderme algo en la escuela.

Me recorre algo de inquietud.- Yo no quiero que Aren me cambie.- Digo con los ojos bizcos, ya que ahora sus dedos están delante de mi cara.

Su última aportación como respuesta a mi pregunta fue de lo más... no sabría si decir desalentadora o al menos, intranquilizadora.- ¡¿Va a venir a hacer pis conmigo?!- Pregunto tapándome la entrepierna como un acto reflejo.- ¡Eso bien puedo hacerlo yo solo!- Me revuelvo un poco en el sitio, recordando sus palabras sobre lo de que Aren me cambiará si no le complazco.- Bueno... está bien... pero te darás la vuelta y te taparás los oídos.- Asiento con la cabeza, firme.

-¿Entonces serás mi compañero de habitación?- Pregunto, curioso.

El hombre asintió con una sonrisa complacida cuando el muchacho dejó de terquear.

—No se preocupe, precisamente estoy aquí para resolver también eso. Ya verá como, entre ambos, conseguimos hacer que le resulte llevadero —Explicó con un tono más conciliador. Con la petición del muchacho, el hombre cerró los ojos un momento, en una sonrisa comprensiva, formando una uve perfilada con sus labios.

—No se alarme, ya le he dicho que seremos muy buenos amigos. Espero convertirme en su hombre de confianza, nos quedan muchos días juntos —Añadió, recuperando la agradable impresión inicial.

—Sólo cuando la situación lo requiera. Pero tranquilo, por ahora dudo que sea necesario. Mantendrá su intimidad a ese respecto por el momento —Añadió con un tono más distendido y entretenido.

—Bueno, ya que no parece decidirse, estableceremos el inicio de las lecciones por la mañana. Caligo no tiene muchas horas de luz y en sí, la luz que llega no es demasiada. Sin embargo, en lo que se aclimata al lugar, estará bien de ese modo por ahora. Ya que se le permite por ahora, aproveche esa comodidad en la medida de lo posible —Indicó, zanjando el asunto. —Ahora, antes de nada, será mejor que empecemos por lo primordial —Se puso en pie y se dirigió tras el muchacho, para sostenerle la silla antes de que se levantase. —Le enseñaré las estancias principales de esta zona del palacio para que pueda moverse con mayor soltura. Además así podremos decidir un lugar de estudio mejor que este. Como la biblioteca, por ejemplo —.

- Esperemos que tengas razón...- Digo relajando la espalda y dejándome caer hacia atrás, pensando en todo el trabajo que se me viene encima.
Suspiro algo aliviado cuando dice que no vendrá conmigo al baño. Es paz. Pasajera, pero paz en ese aspecto, al fin y al cabo. Sonrío.

Escucho atento.- De acuerdo.- Digo son una sonrisa aunque con poco ánimo. Supongo que a todo cuesta acostumbrarse.
-Gracias.- Digo cuando me separa la silla. Se me hace muy raro este trato. Venga Sil. Céntrate. Las tornas han cambiado.
Asiento con la cabeza. Debo dar lo mejor de mi.

- Vamos allá.-Murmullo mientras me voy con él sin alejarme mucho. No vaya a ser que me pierda.

*se van*

Me froto las orejas. Saltez me acaba de hacer un par de pendientes. - Duele...- lloriqueo quejicoso, poniendo un pucherito fingido, para luego echarme a reír y echarle la lengua.

-Oye, he crecido un poco, ¿no crees? Al menos ahora tengo un cuerpo maravilloso. Tanto que hasta me enamoro al verme sin camiseta.- Fanfarroneo, divertido y entretenido mirándome sólo con calzones.

Saltez se ha convertido en poco tiempo en -creo- mi mejor amigo. No sé si es recíproco, pero pasar tantísimas horas juntos ha hecho que pase de un enemigo profesor a un confidente compañero de entrenamiento.- Venga, son las 5. Es hora de entrenar.- Digo rodando por cama, cogiendo una tostada de la mesilla y lanzándole una de las espadas de esgrima, mientras salgo corriendo hacia el jardín.
Ya no me cuesta nada seguir el entrenamiento y yo mismo soy consciente de que mi fuerza ha aumentado considerablemente.

La tutoría del piscis iba viento en popa, como Saltez acostumbraba con los que le eran asignados; no en vano era un tutor seleccionado por el propio Aren Darvenwish. Por muchas dificultades que plantease inicialmente el alumno, ninguno se resistía a su sistema.

Llevaban ya buen ritmo y el chico había adquirido estudios y capacidades avanzadas, con lo que debía complementar el entrenamiento con el último arte que podía enseñarle.

Ese día lo había dejado descansar como recompensa, dejando que disfrutase de algo de tiempo libre para estar lo más descansado y relajado posible. El muchacho se había ido a dormir pronto, sobre las cinco, horario que habían ido implantando para acomodarlo a su bienestar disfrutando de horas de luz y compaginarlo con la vida caeruleus, despertándose alrededor de las tres de la madrugada. Así podría disfrutar de las horas con mayor intensidad de luz y las de mayor actividad caeruleus.

Pero aquella noche sería diferente. Lo hizo despertar a las doce en punto de la noche para ser aseado y vestido con su bata de seda. Debía esperarlo en sus aposentos.

Apareció en la habitación del muchacho a la hora señalada, vestido también con su propia bata, más habitual para las horas de baño.

—Vamos, Silvanus, hoy tenemos un entrenamiento especial —Tendió su mano al muchacho y ambos desaparecieron.

***

Al momento aparecieron en una alcoba diferente. El suelo era de cálida moqueta rojiza y la cama mucho más amplia que la del muchacho, cercada con dinteles de los que pendían cortinas espesas y vaporosas. Tanto sobre la cama como por el suelo había decenas de cojines de apariencia suave y mullida. Saltez se adelantó hacia el dormitorio.

—Has trabajado duro durante todo este tiempo, Silvanus y te doy mi enhorabuena. Se nota que eres un guerrero de Brontë a fin de cuentas, has adquirido rápidamente los conocimientos y capacidades que se esperaban de ti. Por eso ha llegado el momento de que completes tu formación... —Se giró hacia él con una sonrisa pícara que solía compartir habitualmente, pero sus ojos mostraban una calma inusual. Sus palabras eran también sinuosas y tranquilas.

Se giró hacia el piscis y se acercó de nuevo a él, rodeándolo y apoyando las manos en sus hombros para acercarlo a la cama. Luego lo soltó con una caricia sobre ellos.

Frente a él, se retiró el albornoz dejándolo resbalar por su cuerpo y quedó únicamente ataviado con una especie de pareo blanco que llegaba apenas a sus rodillas y un brazalete dorado en el brazo izquierdo que llevaba habitualmente. Se apoyó contra la cama y extendió su manos hacia el chico, a apenas un metro de él.

—Ven, Silvanus, ahora debes aprender el arte de amar. En este palacio, aquellos que disfrutan de ser amantes predilectos del líder deben procurar complacerle en cada visita y conseguir que no le resulte un encuentro monótono. Cuanto más satisfecho se quede, más requerirá tu compañía —Aclaró, con un tono pícaro.

[center]

El piscis no tardó en darse cuenta de la situación y comienzó a huir sobre el colchón, fortificándose entre cojines. Saltez no pudo evitar una risilla divertida debido a su comportamiento. A pesar de sus mejoras, seguí teniendo aquellos ataques de chiquillo.

Cuando le tiró el cojín, el hombre lo apartó con un gesto mágico de su mano y gateó suavemente por la cama hasta llegar al muchacho y ponerse de rodillas frente a él.

—No te preocupes, Silvanus, esto forma parte mi trabajo como tutor. Tu adiestramiento como amate es uno de los requerimientos del líder para sus acompañantes. No olvides que es un hombre muy refinado y sólo acepta lo mejor —Le aclaró con calma, sin acercarse más al muchacho para no tensarlo.

—Tranquilo, Silvanus, no tienes por qué escapar. Ven, yérguete frente a mí. No haré nada que pueda suponerte daño innecesario alguno, ya lo sabes —Expuso extendiendo las manos hacia él, invitándolo a acercarse con tono algo más fraternal.

En cuanto el muchacho se tranquilizó ligeramente y confió en las palabras de su tutor para acercarse, el hombre mantuvo una sonrisa relajada y sostuvo sus manos con las suyas.

—¿Todavía no confías en mí? Relájate, Silvanus... —El hombre acarició sus brazos suavemente, recorriéndolos hasta sus hombros. Se acercó al muchacho un poco más para abrazarlo suavemente mientras sus manos acariciaban su espalda.

—Todo el mundo sabe abrir las piernas y dejarse hacer o meter su miembro en un agujero. Lo que yo voy a enseñarte es a convertir estos mundanos gestos en un arte del disfrute. Acariciar, tocar, sentir, transmitir sensaciones, moverte en el momento oportuno... —El hombre iba rozando al chico, acercando su boca a su oído para susurrarle en el. Lo fue empujando sin que éste apenas se percatase, acariciando su pecho sinuosamente, acercándose a zonas erógenas sin llegar a tocarlas todavía.

Cuando volvió a hablar, el piscis ya estaba sobre la cama y el hombre sobre él.

—Sé que puedes ponerte a cuatro patas y disfrutar de que te penetren. Sin duda suele ser suficiente satisfacción. Hacer ver a la otra persona que disfrutas con sus gestos también es una gran cualidad en el sexo. Pero pretendo que aprendas a llevar los sentidos al límite, hacer que la mente se desborde antes incluso de llegar a los genitales. Para eso primero tendré que probarte, ver tus puntos fuertes y débiles —El hombre susurraba melosamente; con su diestra acariciaba la piel del muchacho, sus brazos y sus hombros.

—Te puede parecer que muchas partes del cuerpo son totalmente indiferentes en los juegos de cama, pero hay zonas que pasan muy desapercibidas. La axila, por ejemplo, es un gran punto de placer si se sabe cómo abordarla —Le explicaba suavemente, con movimiento suaves y lentos, sinuosos. Pasó un dedo suavemente, apenas sin tocarlo, bordeando su clavícula, llegando suavemente a su axila y bordeándola en el límite donde el contacto comenzaba a generar cosquillas incómodas. Acercaba su rostros a su cuello y respiraba sobre él, suavemente. Acarició su piel con los labios, siguiendo el camino de su dedos, hasta besarlo sobre la esquina que formaba el hombro con el pectoral.

A medida que el muchacho se dejaba hacer, reteniendo ligeramente las palabras del hombre, éste recorría su piel sin cesar, sin dejar que sus sentidos pudieran tener un segundo de descanso.

Sin embargo, llegado un momento, el piscis se tensó nuevamente y le hizo una pregunta que obligó a Saltez a mirarlo con las cejas alzadas debido a la sorpresa. Acto seguido emitió de nuevo su sonrisa.

—¿Qué clase de vocabulario es ese? Ahora ya sabes que hay cosas que no se deben preguntar o, mejor dicho, que se deben preguntar de forma que parezca que la pregunta es otra... —Y continuó con sus gestos, llegando ahora a rozar uno de sus pezones.

—Te haré un pequeño examen. Si consigues preguntar eso de forma sutil y encubierta como se te ha enseñado, entonces responderé a tu pregunta. Mientras tanto... —Acarició su nuca con suaviad y con su otra mano acarició su costado hasta llegar a su muslo. Ahí se hizo algo más de hueco hasta que su vientre se apoyó en el miembro del piscis.

—No solo el tacto es un elemento importante. Elegir el olor adecuado, el gesto que mostrar al amante, el sonido acertado a cada movimiento... —Miró al piscis y movió serpenteante y muy suavemente el cuerpo sobre el muchacho, soltando un suave "ah" al remate del movimiento, como si este hubiese sido el freno de su cuerpo. —También el sabor armoniza enormemente, pero ese tema es más delicado y lo dejaremos para más adelante —Indicó.

Acarició su pecho con la nariz realizando un zig zag que parecía seguir el ritmo de una música suave. Luego volvió frente a la cara del muchacho y observó su permanente tensión todavía bloqueando su mente.

—No te tortures, Silvanus, si el líder Darvenwish te ha tomado durante este tiempo sin haber tenido ningún tipo de conocimiento especial es que cuentas con una ventaja clara, pues el líder te disfruta de por sí. Piensa que todo esto es para agradarle todavía más —Susurró con tono confidente, fraternal.

Saltez se detuvo, apartándose del muchacho y mirándolo con severidad.

—Silvanus, se supone que te han enseñado ciertos modales, ya es hora de que los vayas poniendo en práctica. Si con una clase, vas a olvidar la anterior, entonces tendremos que repetir constantemente la misma clase hasta que te la aprendas —Reprochó ante el comportamiento del muchacho.

—Si se te enseñan cosas es porque son obviamente necesarias. Diciendo ese tipo de cosas solo demuestras lo poco que has aprendido y lo poco que mereces estar en tu situación. Eres un desagradecido y un ignorante —El chico estaba acabando con su paciencia, trataba de llevarlo con mano firme pero amable, pero había momentos en los que debía frenar sus impertinencias.

—Cierra la boca y escucha. Aprende. Tu mayor defecto es que no te callas y eso es imperdonable. Tu primera cualidad debe de ser la de saber guardar silencio. Ser un verdulero sólo te convertirá en una prostituta pesada —Sentenció su reprimenda, elevando ligeramente el tono. —Me has decepcionado enormemente. Veo que tendremos que volver a empezar de cero —Indicó, algo sulfurado. En cuando el chiquillo se acercó para tocarlo, él se  quedó sentado, esperando sus acciones con gesto cínico.

—No has escuchado nada, ni siquiera te has detenido a comprenderlo mientras lo disfrutabas. ¿Qué quieres ser, una puta barata? ¿Buscar que tu cliente se corra y poder irte a descansar? Bien, harás eso, venga. Te trataré como a una de esas prostitutas a las que tanto quieres parecerte —Se dio un tirón al pareo para apartárselo y agarró el pelo del chiquillo para aplastar su cara contra su entrepierna. —Vamos, métetela en la boca como un pordiosero que no ha comido en semanas —Le ordenó con brusquedad, obligándolo a hacerlo.

El hombre hizo que el muchacho le mostrase lo poco que sabía, mirándolo con severidad, obligándolo y forzándolo por momentos, a modo de castigo por su forma de actuar. Cuando el muchacho se cansó, el hombre volvió a cubrirse.

—¿Te has cansado ya? Veo que, al final, la mejor manera de que aprendas es que te golpées la cabeza contra la roca —Indicó con aire desdeñoso. Miró hacia otro lado, ignorando al muchacho mientras se arrepentía y disculpaba por su forma de actuar.

—Tienes suerte de que haya sido yo y no otro. No me quiero imaginar este vergonzoso comportamiento frente al líder. ¿Te imaginas la deshonra que sería para mí dejar que te presentases ante él e hicieras algo como esto cuando se supone que te he instruido? —El hombre continuó con su tono de reprimenda y acabó reprimiendo un respiro frustrado.

—Bueno, está bien, mejor haberlo sabido ahora que todavía puedo corregirlo. En fin —Echó hacia atrás, recostándose sobre la cama de nuevo, apoyándose en los codos.

—Lo haremos a tu manera si así puedes entenderlo mejor. Vamos, me montarás e iré diciéndote cómo debes hacerlo —Indicó el hombre con cierta frialdad. Sus expectativas sobre la evolución del muchacho habían sido demasiado altas.