Reconstrucción tras la catástrofe.

Massen y Ben habían sido enviadas a Hummus, a algunas de las zonas menos accesibles, allí donde la ayuda había tardado más en llegar. Los pueblos de aquella cordillera habían sido prácticamente arrasados por aluviones de piedras caídos de los muros de las montañas cercanas, y aunque ya hacía tiempo del fin de los temblores, las reconstrucciones habían tardado en empezar, pues habían tenido que librarse de piedras antes los angostos caminos. Allí donde estuvieron, las guerreras escuchaban casi lo mismo: mucho ejército de Humus, mucho ejército de Brontë, pero al final nadie ayudaba a los meros campesinos como ellos, pues vivían lejos de la capital y no eran más que pueblos insignificantes.

Las tareas de reconstrucción fueron ralentizando su viaje. Se detuvieron en diversas poblaciones, siguiendo la falda de las montañas, y no siempre tuvieron el buen acogimiento esperado, aunque fuesen a ayudar. Sin embargo, arrimando el hombro y trabajando duro terminaban haciendo que aquellas miradas hoscas que les lanzaban los parvus en un principio terminasen relajándose.
El trabajo dejaba poco tiempo para hablar, y cuando la jornada tocaba a su fin apetecía poco más que dormir las horas restantes, pero, pese a todo, pudieron entablar conversación con algunas personas que, curiosas, preguntaron sobre Brontë y sobre el resto del mundo, y contaron también sus pérdidas durante aquel desastre.


DIRRÒN

La última población de aquella zona aislada tenía Dirròn por nombre. Se situaba justo junto a unos muros naturales que, sorprendentemente, no se habían caído con los temblores. Algunas zonas presentaban fracturas y grietas, pero ni una sola roca, decían los ancianos, había bajado de ellos.

Las reparaciones en aquel pueblo habían comenzado ya cuando ellas llegaron, acompañadas de algunos de los parvus de los pueblos en mejor estado, que las acompañaban para ayudar un poco. El lugar no era demasiado grande, apenas sesenta casas, pero sí los terrenos que lo rodeaban, orientados alguna vez a la agricultura, y deshechos, aplastados por árboles y a veces incluso con grietas en el suelo. Apenas algún cultivo había sobrevivido, y los parvus temían que aquello generase una hambruna al invierno siguiente.

Un joven parvus se acercó a ellas cuando alcanzaron la entrada al pueblo. Tenía el pelo trigueño, los ojos azulados y era más alto que la mayoría, alcanzando casi el metro cincuenta. Su piel, gruesa y con algunas escamas, lo delataba. Estaba manchado de tierra y sudado, y pese a todo tenía un aspecto jovial y enérgico.

-Bienvenidas a Dirròn, guerreras de Brrontë -saludo, con un acento menos marcado que el del resto de los habitantes de aquellas tierras. Enseguida les ofreció la sucia mano-. Hemos oído de vosotras, de que veníais hacia aquí, ayudando porr toda la zona. Nos alegra mucho contarr con ayuda de Brrontë, ya que nuestro propio ejérrcito parece haberrse olvidado de los pequeños pueblos de las montañas-. Negó suavemente y dejó ir una risa agradable-. Mi nombre es Gunar, soy el nieto del jefe de porr aquí. Están todos muy ocupados y me han mandado a mí -. Sonrió de lado, bajando el tono como en una confidencia-. Realmente dirría que esos viejos no saben verr el progreso que Brontë significa y prefieren ignoraros, pero está bien, eh. Algún día todas las razas seremos una-. De nuevo sonrió, y miró a las muchachas. Se detuvo más en Ben, evaluándola, antes de seguir hablando-. El pueblo ha quedado bastante mal. No sé si os lo han dicho, pero la mitad de los hogares estaban en galerrías en los muros de la montaña, y la mayoría se han derrumbado, de modo que hay que aparrtar una buena cantidad de escombros. También hace falta restaurarr los campos, a verr si da tiempo a hacer alguna siembrra antes de que llegue el verano y lo queme todo. Y luego, porr supuesto, está la reconstrucción general de las casas del pueblo. No sé si tenéis alguna preferencia a la hora de empezarr.

El joven las miraba, expectante. Ellas podían separarse para cubrir más sitios o trabajar juntas para avanzar más rápido en una única zona.

Gunar esperó, risueño, a que ellas hablasen. Se frotó la mejilla con la manga, con aparente intención de limpiarse, pero terminó por embarrarse más la cara, al extender la tierra y mezclarla con el sudor.

-Bueno, ayuda hace falta en todos lados -declaró, respondiendo a Massen, con tono jovial-. La comida corre prisa, y cuanto antes podamos plantarrla, mejor. Y en el pueblo, además de escombros, está el pozo, que hay que vaciar de rocas...-. Dejó ir una risa suave, animado, al escuchar a Ben, girándose enseguida hacia ella, dejando ir un silbido de impresión-. Y luego hay a quien le gusta el trabajo duro, eh. Te puedes librarr de la luz, desde luego. A mí recogerr rocas me aburre un poco, pero también hay que hacerrlo, así que si es lo que quieres no seré el que te desanime. Menos para mí -bromeó, divertido-. Os llevaré a las diferentes zonas y así las veis, y tú elijes la que prefieras -propuso, mirando de nuevo a Massen-. Aunque quizás prefieras hacerrle compañía a... ¡Por todas las rocas de Humus! Ni vuestros nombres me habéis dicho -. Rió, divertido-. Supongo que no soy tan simpático como creo. Venid, que os llevo.

Campos de cultivo:

Los campos de cultivo están en la zona exterior del pueblo. Muchos de ellos están poblados de ramas, rocas y árboles caídos, y son prácticamente inaccesibles, por lo que hay que limpiarlos de todos los obstáculos que en ellos se encuentran antes de proceder a remover la tierra y prepararla de nuevo para ser plantada. Otros, por otro lado, no han sido sepultados, pero en ellos la tierra se muestra agrietada y desigual, allí donde el suelo se ha abierto. En ellos hay que rellenar las grietas con tierra y, al igual que en los otros, preparar nuevamente el terreno.
Los hombres y mujeres del pueblo ya han arreglado algunas zonas, en las que necesitan ayuda para abonar e ir plantando las semillas. No confían en  las habilidades de las chicas de Brontë para estos trabajos, de modo que simplemente permitirán que carguen con los sacos, lleven las carretillas y hagan el trabajo más duro, pero no el más delicado: plantar bien las semillas que los alimentarán durante el invierno.

Pueblo:

Se han despejado ya los caminos principales, para poder moverse de un lugar a otro con facilidad, pero los callejones y calles más pequeñas siguen llenos de escombros y hay que liberarlos. Por otro lado, un grupo reducido se encarga de ir reconstruyendo la parte externa de las casas que han sufrido menos daños, con intención de contar con estructuras sólidas para alojar a todos durante la noche. Las casas más perjudicadas serán dejadas para el final, para cuando ya hayan sido reparadas las estructuras principales de las menos dañadas.
Además del arreglo de las casas y la limpieza de escombros, hace falta ayuda en el pozo del pueblo, que se ha llenado de rocas durante un desprendimiento, impidiéndose así el acceso al agua. Tienen otras fuentes de agua, pero están alejadas y sería importante contar con una cerca de todos, para cualquier emergencia.

Galerías:

En las galerías está, seguramente, el trabajo más duro e ingrato. Gran parte de los túneles han caído, y los parvus trabajan incansables apartando las rocas de las entradas.  A veces, con suerte, solo la boca está taponada, pero otras es gran parte de la entrada la que ha caído, por lo que se pueden trabajar horas hasta conseguir llegar, al fin, a una zona abierta. Sin embargo, los parvus cuentan con recuperar gran parte de las galerías, pues aseguran que sus grandes conocimientos del subsuelo han hecho que cada una de ellas sea lo suficientemente resistente como para que la estructura haya aguantado. Esperan tener pocas pérdidas, pero no podrán saberlo hasta que terminen.


Cuando llegaron a las galerías, Massen ya no iba con ellos. Gunar iba delante, volviéndose a cada poco para asegurarse de que Ben lo seguía, animado.

-Me alegra mucho teneros por aquí, ¿sabeis? -le dijo-. La gente habla mal de Brontë muchas veces, pero a mí la idea me parece muy vanguarrdista. Lo que pasa es que las cosas nuevas tarrdan en funcionar, porque nunca antes se han hecho. Pero estoy seguro de que vuestra pesencia aquí abrirá unos cuantos ojos. ¡Jurrum! ¡Una viene a las galerías a trabajarr! ¿A cuál la llevo?- gritó a otro hombre, de mediana edad, que trabajaba a pocos metros.

El hombre miró a Ben, de arriba abajo, poco convencido, y soltó un bufido.

-Solo es una niña. Que vaya a trabajar al campo, con las mujeres-gruñó.

Gunar frunció el ceño, ofendido, y negó varias veces, volviéndose de nuevo a Ben.

-No hagas caso y ven conmigo. Te llevaré a una que no esté llena de brutos maleducados ciegos al progreso -gruñó, mirando de reojo al hombre, sin esforzarse por no ser escuchado.

Finalmente, pues, ambos llegaron a un túnel vacío, taponado al par de metros por rocas medianas que obstaculizaban el paso. Gunar le indicó lo que debía hacer y luego se disculpó, con cierta expresión de culpabilidad.

-Yo no puedo quedarrme más ahora, que estoy trabajando en otro sitio, pero vendré más tarde a verr cómo lo llevas. Mucha suerte con ello. Si necesitas algo, esos gruñones te ayudarán, aunque no lo parezca.

Cuando el parvus se fue, Ben se quedó sola, frente a las rocas, con mucho trabajo por delante.


Ahora hará falta que hagáis un post de trabajo en el lugar que hayáis elegido. Abarcad un periodo de dos a cuatro horas. No hace falta que sea una biblia, pero tampoco cuatro líneas mal puestas.

Pozo:

La mañana pasó, tortuosa, sin más novedades que las escasas charlas que interrumpían de vez en cuando el trabajo. Al cabo de un par de horas, agotada y embarrada, Massen vio al fin cómo aparecía cierta humedad en las rocas, y tras una más de trabajo el agua comenzó a asomar. Las gentes lo celebraron, alegres, aunque todavía necesitaron una más, por lo menos, para despejar las rocas que, aparentemente, quedaban. Todavía quedaban restos, sedimentos, que debían ser filtrados, y el pozo necesitaba ser restaurado en algunas zonas, pero el trabajo parecía haber terminado por allí.

Tras aquel duro esfuerzo, los parvus que habían trabajado con ella en el pozo le ofrecieron algo de pan con queso, animados, sentándose todos en corro para disfrutar un rato de la comida, reponer fuerzas y descansar. Todavía quedaba mucho callo que dar por la tarde, pero en aquel momento estaban satisfechos con los avances. Un par de ellos, más jóvenes que el resto, terminaron por acercarse con cierta timidez a Massen. Tendrían su edad, él, quizás un año más, y ya le habían dirigido alguna mirada atenta durante la obra.

-Erres Massen Dew, ¿verrdad? -inquirió la parvus, tímida, una chica bonita de pelo rubio, cubierto con una polvorienta pañoleta-. Soy Marrthya, y él es Tonni, mi... -. Lo miró, algo ceñuda, como buscando una palabra. Negó suavemente un par de veces, poniéndose algo tensa- amigo. Lo que has hecho es incrreible... Parreces tan joven... Erres frrancamente buena con la magia, ¿verrdad?

El chico, algo más robusto, algo rellenito incluso, sonrió a su vez, algo tenso, pasándose una mano por el pelo negro.

-Has venido porr todos los pueblos que hay a los pies de la corrdillerra, ¿verrdad? No habrrás visto en el segundoa una chica pelirrroja de ojos azules, ¿no? Se llama Hirra, y no hemos tenido noticias de ella porr un tiempo y tengo miedo de que... -. La sonrisa se le borró, mientras que la de Marrthya se tensaba un poco.

-Háblanos de Brrontë -pidió ella, adelantándose al chico-. ¿Son todos los guerrrerros tan fuerrtes como tú? ¿Cómo puedes serrlo tanto? Erres muy joven...



Galerías:

La mañana se hizo eterna para Ben, que pasó sola la mayor parte del tiempo. Ocasionalmente llegaba el hombre al que había visto antes, con Gunar, que le cambiaba la carretilla, llevándose los escombros, pero no parecía muy dado a hablar y apenas se detuvo simplemente a explicarle lo que iba a hacer la primera vez; el resto ni saludó.
Así pues, con lentos avances, conseguía poco liberar aquellas rocas, que parecían no terminarse nunca: aquello era, sin duda, trabajo para más de una persona.

Cuando llegó el mediodía, Ben apenas había logrado formar un hueco por el que cabría, con suerte, un parvus agachado, en lo alto de la montaña de escombros. Al otro lado la oscuridad le permitía ver que la galería, si bien parecía despejada hasta donde le alcanzaba la vista, antes de que doblase una curva, las rocas y grietas también abundaban por allí.

Los brazos y la espalda se resentían, y cuando llegó el mediodía lo único que recibió fue una hogaza de pan y una pequeña bota de agua de manos del hombre gruñón, de Jurrum, que se marchó por la boca de la galería tras lanzárselo, sin mediar palabra.
Fuera, a unos quince metros, un pequeño grupo de hombres, cinco contando a Jurrum, charlaban mientras tomaban su comida, sentados sobre una roca especialmente grande. Todos ellos eran fornidos, y aparentaban más de cuarenta años.
Ben, por su parte, estaba sola dentro de la galería. Podía tanto comer sola o seguir con el trabajo como intentar ir junto a ellos.

Pozo:

La  parvus se sentó con Massen, algo tímida, pero desenvuelta al mismo tiempo. El chico, sin embargo, se mantuvo en pie, algo ceñudo, pensativo. Tras escuchar la respuesta de Massen no parecía sentirse muy aliviado, y parecía haberse evadido un poco de la conversación. Cuando Marrthya cambió de tema la expresión se le crispó un poco, y apartó la mirada incómodo. Terminó por disculparse, con una leve reverencia.

-Yo me voy ya. Un placerr haberrte conocido, guerrrerra de Brrontë -se despidió el muchacho, esbozando una escueta sonrisa y luego alejándose del lugar con paso desanimado, sin dirigir una sola mirada a su compañera.

Marrthya lo miró un momento, resoplando y negando varias veces, y luego sonrió a Massen, avergonzada.

-Discúlpalo, porr favor. Es un poco temperramental... a veces. Qué bochorrno... -. Tensó la sonrisa, dando un bocado a su bocadillo, suspirando cansada-. Entonces decías que hay guerrrerros más fuerrtes, ¿cierrto? -inquirió, algo descentrada, lanzando miradas al lugar por el que el chico se había ido. Terminó por suspirar-. Mirra... -comenzó de pronto, algo abatida-. ¿Crrees que si alguien cuenta una mentirra y otrro que la sabe no dice la verrdad tampoco... esa segunda perrsona es mala perrsona? -. Abrió mucho los ojs, de pronto-. ¡Perro qué estoy diciendo! Debes de estarr muy cansada. Ha sido muy durro el viaje hasta aquí, ¿verrdad? Tienes que haberr vivido muchas aventurras, si erres tan veterrana...

Parecía algo intranquila, de pronto, y trataba de cubrirlo sacando conversaciones banales.

Galerías:

Ben optó por comer sola, decidiendo no compartir piedra con los parvus que lo hacían fuera, y cuando acabó se puso a trabajar enseguida, empezando incluso antes que ellos. En algún momento el que llevaba la carretilla, Jurrum, se asomó con cara de malas pulgas,con clara intención de decirle que volviese al trabajo, pero para entonces ella ya llevaba un buen trecho, y él, mudo, cerró la boca, llenando su carretilla y marchándose con los escombros.

El tiempo pasaba despacio, y más con el estómago lleno, si bien la comida no había sido demasiado abundante. Ben trabajaba incansable, aunque sus brazos se resentían del peso cada vez más excesivo de las rocas más grandes, a medida que las pequeñas se acababan.

Un estruendo la hizo sobresaltarse, de pronto, y del techo y paredes se desprendió un fino polvillo, mientras los muros parecían vibrar ligeramente. Al asomarse pudo ver cómo varios metros más adelante se habían reunido seis o siete parvus, alarmados, en la boca de una de las cuevas, y cuchicheaban unos con otros, gruñendo estresados: parecía que parte del muro se había venido abajo.

-¡¿Dónde está Urrman?! -gritó uno de pronto.

Todos se volvieron de nuevo hacia la entrada, paralizados.

Pozo:

Marrthya suspiró, con el bocadillo a la mitad. Tras evaluar la situación pareció encontrar que, efectivamente, lo mejor era dejarse de rodeos, de modo que tomó aire y miró a Massen, con expresión preocupada.

-Hirra vivía aquí antes. Nos conocemos desde pequeñas. Sus padrres se marrcharron hacia otrro pueblo porrque sus abuelos viven allí: tienen mejorres campos de cultivo y ya están tan viejos que necesitan mucha ayuda -. Se encogió de hombros, con una sonrisa algo incómoda-. Tonni llegó un parr de meses antes de que Hirra se marrchase del pueblo, y se quedó prrendado de ella -murmuró, con aire algo ausente-. Hirra es una buena chica. No soporrtaba que él le fuese detrrás, perro pese a todo nunca le dijo nada. Y cuando se fue, pensó que todo acabarría, perro él empezó a mandarrle carrtas, y a pedirrle que volviese y todo eso -. Marrthya suspiró, con pesar-. Hirra ha dejado de rresponderrle desde la catástrrofe. Dice que irrá prronto a vivirr a la ciudad parra estudiarr, y que hasta entonces prrefierre que él piense que está desaparrecida y que la deje en paz, perro yo sé la verrdad... Si se lo cuento a Tonni, estoy segurra de que saldrrá esta misma noche parra irr a verrla, y Hirra no me lo perrdonarría, perro él... -. Guardo silencio un par de segundos, apesadumbrada-. Está rrealmente prreocupado...

La gente comenzaba a recoger. Marrthya guardó silencio, con la vista aparentemente clavada en su bocadillo sin terminar, tremendamente seria.

-Sé que te parrecerrá una chorrrada... El pueblo destrruido y yo prreocupada porr estas niñerrías -rió, sin ganas.


Galerías:

Tras comprobar que todo seguía en su sitio en la cueva en la que se encontraba, Ben decidió salir fuera para comprobar qué había pasado y por qué había escuchado aquel estruendo. Los parvus se volvieron hacia ella, nerviosos, cuando la oyeron, a excepción de Jurrum, que mantenía su ceño y mueca gruñona que empezaba a parecer la habitual.

-¿No tienes ojos en la carra? -le espetó, cruzándose de brazos-. Una parrte del techo se ha venido abajo-. Miró a uno de sus compañeros-. ¿Estáis segurros de que Urrman estaba dentro?

-Estaba en esta galerría la última vez que lo vi -explicó un hombre algo más joven, de unos treinta, asintiendo con nerviosismo.

Ben pudo ver la pared que había caído. Todavía quedaba algo de polvo flotando en el aire, pero la zona parecía estar estable de nuevo. Arriba de todo, en la cima del derrumbamiento, había un pequeño hueco por el que quizás ella cupiese, pudo darse cuenta, puesto que, aunque los parvus eran más bajos que ella, todos ellos resultaban más corpulentos y anchos.

-¡Ese torrpe malnacido! -exclamó Jurrum, escupiendo a un lado-. Los que son como él deberrían irse a recogerr escombrros al pueblo y dejarr esto a los que saben... ¡¡Rrápido, dejad lo que estéis haciendo!! Hay que quitarr todas las rrocas cuanto antes. ¡¡Tú, mujerr!! -llamó, finalmente, volviéndose hacia Ben-. Haz algo útil y ve al pueblo a porr más hombrres y un botiquín-. Y escupió al suelo de nuevo.

Ben podía ver a su derecha, cuesta abajo, el camino hacia el pueblo. Si hacía lo que le pedían, podría estar de vuelta quizás, dándose la prisa correspondiente a una situación como aquella, en diez minutos, más lo que tardaran en prepararse los hombres que llamase.

Pozo:

Marrthya bajó la vista de nuevo, apesadumbrada, al saber lo de la hermana de Massen.

-Lo siento -murmuró, volviendo a mirarla, evidentemente arrepentida, quizás por haberla hecho revivir un momento como aquel-. Ha tenido que ser muy duro...

Y calló, quizás mascando aquello último, aplicándolo a su propia situación, o tal vez solo algo incómoda por haber hecho surgir aquel tema, o por cómo retomar alguna conversación en aquellas circunstancias. Massen se encargó ella misma, sin embargo, y la parvus volvió a mirarla, notablemente más aliviada, aunque seria.

-Sé que Hirra no se está porrtando bien -coincidió-. Ya le dije en su momento que hablase con él, de todos modos, perro dice que ya no lo soporrta, y se niega. Parra ella es muy fácil, porrque no lo tiene delante, decirr que cuando vaya a la capital mandarrá una carrta y ya estarrá todo bien -. Apretó sus pantalones con las manos, incómoda, contenida, alzando un poco la voz-. No entiendo cómo puede serr tan insensible. Si hago algo, ella se enfadarrá conmigo porr hablarr y Tonni porr no haberr hablado antes. Él ya está en el límite, y dudo, de todas forrmas, que se quede mucho más aquí si no tiene noticias...

Se llevó una mano a la cara, frotándose agobiada. Ya no quedaba casi nadie allí, y una mujer las llamó desde más allá.

-¡Ya hemos acabado aquí! ¡Ve al pueblo ahorra, que están vaciando la plaza de escombrros! -indicó a Massen-. ¡Marrthya, a ti te necesitan en el merrcado!

Marrthya suspiró, levantándose. Allí se separarían.

Galerías:

Jurrum arrugó la nariz ante la respuesta de Ben. Antes de que pudiese detenerla, ella ya había comenzado a trepar por la montaña de escombros.

-¡¿Niña, estás loca?! Maldita sea -bramó-. ¡Mierrda! ¡Almod, corrre al pueblo! ¡Los demás, comenzad a aparrtarr piedrras, que esto no se va a hacerr solo!

Ben, por su parte, logró introducirse por el agujero. Los gritos y maldiciones de Jurrum parecían más apagados al otro lado. Atravesó casi un metro de muro y, finalmente, salió al otro lado. Una gran cantidad de polvo flotaba en el aire, dificultando la respiración, por lo que la guerrera enseguida agradeció haberse cubierto las vías respiratorias con la pañoleta.
Allí se encontró con un hombre tendido, en el suelo, inconsciente: tenía una herida abierta en la frente, sangrando abundantemente, varios moratones y cortes por el cuerpo, y varias piedras de las del mismo muro que ella había atravesado oprimían su pierna derecha, enterrada bajo ellas. Ben no podía ver su aspecto, pero parecía grave.
Sin embargo, el hombre respiraba, si bien con cierta dificultad.

Marrthya asintió. No parecía muy conforme con lo que Massen le decía, pero de todos modos la otra mujer la miraba, apremiante, y tampoco daba la impresión de que tuviese muchas ganas de seguir hablando del tema. por tanto, tras despedirse educadamente de la guerrera, ambas tuvieron que tomar direcciones diferentes.

Plaza:

La plaza estaba llega de escombros. Las casas de los alrededores estaban siendo reconstruidas, a excepción de las que estaban extremandamente deshechas. Parecía que, por ser aquello el núcleo con más población del pueblo, tenía prioridad. La plaza propiamente, sin embargo, no pintaba tan bien, llena de obstáculos, maderas y piedras, y era necesario despejarla para que los materiales pudieran cargarse de un lugar a otro con facilidad, sin estorbos.
Ya había varias personas trabajando en apartar los restos cuando Massen llegó, pero quedaban, por lo menos, un par de horas de trabajo. Ni siquiera había podido bajar por completo la ligera comida, pero el tiempo apremiaba. La temperatura, agradable para otro tipo de acciones, por otra parte, se intensificaba hacia aquella hora, haciendo el trabajo más pesado de lo que ya era.

-Vete allí -indicó la mujer que la había guiado, señalando uno de los caminos que salían de la plaza, completamente taponado por madera y piedras-. Mañana nos encargaremos de aquella zona y necesitamos un acceso.

Tras hablar se fue, dejando la responsabilidad en manos de Massen, que enseguida se unió al resto de los que estaban trabajando.

Al cabo de casi una hora, Massen pudo ver cómo Tonni entraba en la plaza con una carretilla, que empezó a cargar. Él la saludó con un gesto de cabeza, al verla, serio, desde el centro de la plaza, y siguió con su trabajo.

Galerías:

Ben, por su parte, reaccionó enseguida, acudiendo junto al hombre tendido. Optó, sin embargo, por no retirar las piedras que herían su pierna, priorizando el sanear su respiración usando la pañoleta que ella misma llevaba para que filtrase el aire que llegaba a sus pulmones. Inmediatamente después se encaramó de nuevo al muro, buscando ayuda al otro lado, recibiendo enseguida los gruñidos de Jurrum.

-¡¿No has llevado contigo la bota que te di?! -ladró.

Poco después, uno de los hombres trataba de pasar varias de estas, llenas, a través del hueco, por el que no cabía bien.

-¡Hay que abrrirr más ese hueco! -exclamó Jurrum de nuevo, una vez Ben tuvo el agua-. ¡Moveos de una vez! ¡Venga! ¡Y tú, mujerr! ¡Descrribe la situación!

Pronto empezó a escucharse un acelerado mover de rocas, cuando los parvus comenzaron a trabajar, con prisa. Apenas habían pasado cinco minutos, y debía aguantar un poco más hasta que llegasen los hombres del pueblo para socorrer a Urrman.

Plaza:

Massen trabajó sin descanso durante bastante tiempo, bajo el sol, que pareció empezar a abrasar un poco más a partir de la primera hora, que le arrancaba más sudor del que el trabajo, de por sí, ya le sacaba, haciendo que llegase a agradecer enormemente la bota con agua que le habían dado.

En un momento dado vio pasar a unos hombres con camillas, cuerdas, vendas y demás, corriendo a toda prisa hacia las galerías. Gunar iba el primero, debido a sus zancadas más largas, pero ni se paró a saludarla y siguió avanzando, separándose del grupo notablemente a medida que corrían.

-Parrece que se ha desplomado una de las galerrías -oyó comentar a una de las mujeres, preocupada, varios metros a su derecha.

-¡Qué horrror! ¿Ha muerrto alguien? Esperro que no sea nada grrave..., que no haya pasado nada -replicó una segunda-. No suceden más que desgrracias... ¿Qué habremos hecho mal? Mithos la ha tomado con nosotrros... Los pobrres ni suerrte tenemos. En la ciudad no pasan estas cosas.

La primera negó, con expresión turbada.

-No sabrría qué decirrte, perro esperro que no sea así... Ya bastante hemos tenido... Y justo ahorra que el médico está fuerra... Parrece que este pueblo esté maldito, te asegurro. ¿Has oído lo de la hija del bueno de Dinnei?

Su compañera asintió.

-Perrderr a su bebé a solo dos meses del parrto... Aunque ya le dijerron varrias veces que esa casa no tenía buenos cimientos...

La conversación seguía, alejándose cada vez más del tema inicial, mientras Massen limpiaba aquel camino de rocas. Desde donde estaba, podía ver a los hombres, ya alejados de allí, ascendiendo por la cuesta de camino a las galerías.

Galerías:

Ben logró atender como buenamente pudo al parvus herido, aprovechando el agua que le habían pasado a través del hueco de la pared de escombros y unas gasas improvisadas. El hombre, pese a todo, no despertaba, debido seguramente a la reciente contusión. La zona cercana al golpe comenzaba a ennegrecerse un poco, fruto del golpe. Sin embargo, gracias a la pañoleta sobre la boca, su respiración sonaba menos pesada, seguramente por la menos ingestión de polvo.

Los parvus, por otra parte, trabajaban rápico, agrandando el hueco. Pronto el más delgado de ellos, un hombrecillo de unos cuarenta años, pudo pasar a través del muro, llegando junto a Ben, mirando enseguida a su compañero con preocupación agachándose a su lado.

-¿Liberramos la pierrna? -preguntó a la guerrera, mirándola, y mirando después el miembro atrapado bajo las rocas, mientras el resto seguía trabajando, al otro lado.

Pronto nuevas voces se oyeron, y llegaron los refuerzos. Ben pudo escuchar la voz de Gunar, que llegaba de primero.

-¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Cómo está Urrman?!

-Vivo -ladró Jurrum en respuesta-, así que ponte a carrgarr piedrras con esas manos finas tuyas, que no tenemos toda la tarrde.

Luego Ben solo pudo escuchar el sonido de los hombres trabajando.

Galerías:

Al otro lado del muro, las manos no paraban, y el alboroto dejaba claro que la cantidad de personas trabajando en retirar escombros se había multiplicado notablemente. Ben, por su parte, debatía con el hombre que había logrado pasar sobre si liberar o no la pierna de Urrman, pero ninguno de los dos parecía tener muy claro si actuar al respecto o no hacerlo.

-Tienes rrazón -dijo él, finalmente, frotándose la frente con la mano, notablemente agobiado-. El equipo de rrescate está ahí ya. Mejorr no tocarr nada porr el momento, que ya queda poco...

Enseguida se puso él mismo a retirar piedras del hueco por el que había pasado al otro lado, buscando ensancharlo desde ese extremo. Con tantos pares de manos juntos, el trabajo fue ágil, y en un periodo de tiempo relativamente breve, teniendo en cuenta que cada segundo contaba, los hombres del equipo de rescate pudieron cruzar al otro lado, cuando el hueco alcanzó el ancho suficiente.
Lograron, entre varios, asegurando los cimientos del muro, liberar la pierna de Urrman, que seguía inconsciente Ben podría ver mejor que ninguno que el aspecto que presentaba la zona que había sido sepultada no era nada agradable, ensangrentado, machacado, con una apariencia poco esperanzadora: por lo menos estaría roto, y por varias partes.
Rápidos como habían llegado, los parvus se llevaron a su compañero de nuevo al pueblo, quedando solo allí la mitad de los que estaban, intranquilos y algo estresados.

-Y el médico no está en el pueblo... -murmuraba uno, algo pálido, sudado tras el esfuerzo.

-¡Volved todos al trrabajo! -exclamó entonces Jurrum, con cara de malas pulgas, terminando de apartar unas rocas más del muro. Dedicó una breve mirada a Ben, pero pareció ignorarla al instante siguiente, sin decirle nada en concreto a ella-. No ganamos nada lamentándonos, y las rrocas no se rrecogen solas.


Plaza:

Massen, finalmente, optó por mantener la calma y seguir con su trabajo, sintiendo que su ayuda sería más valorada allí, en la plaza, apartando piedras para facilitar el trabajo de los demás, y el del día siguiente, en vez de estorbando en un rescate del que ni siquiera tenía detalles concretos. Así pues, pasó el resto de la tarde pendiente de cualquier noticia que pudiera escuchar mientras se afanaba en realizar su labor de la mejor manera posible, buscando ayudar al maltrecho pueblo.
Vio pasar al equipo de rescate en algún momento, pero iban rápido y no se detuvieron, pasando de largo para entrar en una de las cabañas cuya estructura estaba reparada, lejos de donde ella se encontraba.


* * * * * *

El pueblo se mantuvo activo varias horas más, hasta que el sol comenzó a caer y perderse tras las montañas. Entonces, como si se tratase de algún tipo de ganado, los parvus comenzaron a recogerse, regresando de donde se encontraban al núcleo, volviendo a sus casas, los que las tenían, o a las de amigos o conocidos los que no.
Massen y Ben fueron guiadas a una cabaña en la que ya estaban, según pudieron reconocer, cinco de los parvus que las habían ido acompañando en el camino desde otros pueblos. Además, Gunar también estaba allí, y les sonrió nada más verlas, aunque parecía notablemente más cansado que al recibirlas, tanto física como, les pareció, psicológicamente.

-Buenas noches -les dijo, de todos modos, con su simpática sonrisa-. Un día duro, eh...

Les ofreció un par de sillas, y algo de comida, tomando él asiento en el suelo, como ya hacían los otros parvus que estaban en aquel lugar. Ninguno parecía especialmente hablador, y se centraban más en devorar su cena o dormitar contra una de las paredes. Gunar, sin embargo, aunque cansado, les preguntó algunas cosas sobre Brontë, demostrando, una verdad, tanto su interés al respecto como el apoyo que profesaba a la unión de los guerreros.

-Me gustaría poderr visitarlo algún día -explicaba-. Creo que es una forrma novedosa de demostrar que no somos más que perrsonas en el mundo, y que podemos esperar que otrras personas nos ayuden, sin imporrtar si se trrata de piscis, aether, chrysos..., o gente como nosotros -. Esbozó una sonrisa miranod a Ben, simpático-, que somos ya una realidad, una unión. Si podemos tenerr hijos juntos, ¿por qué no luchar juntos? La gente se separa porrque quiere ser individual, pero luego espera comprensión e igualdad porr parrte de todos. Brontë terminará siendo global. Sois los pioneros en algo que sé que terminarrá siendo la norrma. Habrá un día en el que una ciudad no perrtenezca a una rraza, en el que ya no haya extranjeros.

Se le iluminaban los ojos al hablar de globalización.

La puerta se abrió de pronto, y al volver la vista hacia ella se encontraron con Tonni, jadeante y con expresión de enfado.

-¡Marrthya se ha ido del pueblo! ¡Nadie la había visto en unas horras y de prronto, al volverr a casa, me encontrré una nota que simplemente decía que se iba porr un tiempo! -exclamó, con los ojos clavados en Massen, muy serio, con reproche, casi con furia-. ¡¿Qué demonios le has dicho?!