Reconstrucción tras la catástrofe.

Tonni, aunque muy furioso al principio, se deshinchaba paulatinamente al oír los reproches de Massen, aunque nunca llegó a parecer arrepentido por completo. Terminó apretando sus pequeños puños y bajando la vista, con una expresión que estaba a medio camino entre la frustración y, quizás, un ápice de vergüenza.

Gunar se levantó, conciliador, con una sonrisa, poniéndose entre ambos con gesto calmado.

-A ver, chicos... Un momento, porr favor. ¿Se puede saber qué ha pasado exactamente aquí? -preguntó, mirando primero a uno y luego al otro.

-Marrthya y ella se quedarron hablando esta mañana, y ahorra Marrthya se ha ido. Estoy segurro de que ha tenido que decirrle algo -. Señaló a Massen- que la haya hecho tomarr esa decisión. Es una chica prrecavida, y jamás harría algo como marrcharrse en mitad de la noche y sin compañía. Como se acerrque a las montañas y vuelva a haberr un maldito derrumbamiento...

Gunar se volvió hacia Massen, algo más serio pero todavía calmado, esperando una versión por su parte, o algo, antes de que saliese corriendo.

-¿Salió hace mucho? -preguntó luego a Tonni.

-La última vez que la vi el sol se empezaba a ponerr, así que puede haberr pasado una horra, perrfectamente, perro dudo que llegue a dos... -terminó apartando la vista, incómodo.

Tonni apretó los puños con furia al escuchar las palabras de Massen, pero no respondió, sino que bajó la vista al suelo, en tensión, sin añadir nada más, si bien era obvio que se estaba mordiendo la lengua.
Gunar, por su parte, seguía conciliador, casi risueño, tratando de calmar la situación que se había generado.

-Venga, tranquilos... Ahora mismo lo importante es encontrar a Marrthya. ¿Estamos todos de acuerdo? Discutirr no merece la pena para nada-. Se volvió hacia Massen, entonces, con expresión algo más seria-. Iré a por unos candiles para poder iniciar la búsqueda -. Y luego hacia Ben, asintiendo, recobrando algo la sonrisa afable-. ¿Contamos con tus ojos también, entonces? ¡Perrfecto! Vamos a ello cuanto antes.

Pronto se habían hecho con varios candiles, uno para cada uno, en los que brillaba levemente una vela. A ellos cuatro se unieron varios voluntarios, a fin de poder cubrir una mayor distancia, de modo que terminaron siendo un total de ocho personas. Sin perder un momento, abandonaron el pueblo siguiendo el camino principal, desandando, Ben y Massen, el que habían hecho para llegar del pueblo anterior a aquel en el que se encontraban. No llevaban ni veinte minutos caminando cuando se toparon con la primera bifurcación. Hacia la derecha partía un camino polvoriento, prácticamente recto, que transcurría junto a un muro natural de unos veinte metros que le daba sombra, ocultando la luna; hacia la izquierda, uno más irregular y rocoso bajaba en pendiente, perdiéndose entre los árboles. Al parecer, según supieron las guerreras, ambos llegaban al mismo punto tras un par de días de viaje, de modo que debían escoger cuál de ellos era el adecuado antes de lanzarse a tientas si no querían perder a Marrthya.

En la bifurcación todos se detuvieron un instante, y la primera en intentar resolver la situación fue Ben, que propuso que se separasen. Sin embargo, Gunar no puso muy buena cara cuando ella dijo que iría sola.

-Es cierto que ves mejorr que nosotros en la oscuridad, pero creo que es muy arriesgado que vayas sola. Es un camino difícil, y si te pasa algo no podremos encontrarte -explicó, mirándolos a todos-. Alguien debería ir contigo, aunque solo sea uno de nosotros.

Sin embargo, Ben no esperaba por nadie, y acabó siendo él mismo el que fue tras ella, dado que era, de todos los parvus, el que tenía las piernas más largas, y el que podría seguir mejor su ritmo. Los otros, por su parte, podrían repartirse por el camino de la derecha, junto al muro.

CAMINO DERECHA

Massen caminaba la primera, seguida de Tonni que, cabizbajo, no había dicho nada desde que habían salido del pueblo. El resto de los parvus también insvestigaban los alrededores, colándose entre los árboles, llamándola a voces a ratos, pero sin llegar a obtener respuesta en ningún momento. Por supuesto, si ella había caminado durante la hora que les llevaba de ventaja a buen ritmo, era imposible que la encontrasen tan pronto. Ni siquiera podían tener claro qué camino habría seguido.

Tras más de diez minutos Massen se había separado un poco del resto. En un barrido de luz, entonces, pudo ver un saliente en una roca del muro, a varios metros de ella, en la que había enganchado lo que parecía un trozo de tela. Desde la distancia no podía saber exactamente de qué era.

CAMINO IZQUIERDA

Ben, por su parte, decidió tomar el camino difícil, y se lanzó cuesta abajo sin miedo. Tenía que medir sus pasos si no quería resbalarse en el polvillo fino que cubría las irregularidades del terreno, que hacía muy fácil que resbalase, e incluso la hizo derrapar un par de veces. Detrás de ella, Gunar parecía estar teniendo más dificultades, si bien su cuerpo era más estable, y hacía malabarismos para no caer pendiente abajo.

En algún punto, el terreno se empinaba más, aunque llegados hasta allí ellos no seguían el camino cuesta abajo, sino que avanzaban en línea recta por un plano inclinado que llevaba hacia una especie de barranco, a unos cuatro metros de ellos, que no parecía muy seguro. Cada vez que uno de sus pies fallaba bajo las rocas sueltas o resbalaba en la tierra, ambos podían sentir el repentino subidón de adrenalina, de solo imaginar la caída.

-Me parecería raro que hubiese venido por aquí -comentó Gunar, primero, y enseguida echó un vistazo al barranco de su izquierda-. Y, en ese caso...

CAMINO DERECHA

Massen se acercó a la roca de la que sobresalía aquel trozo de tela. Pudo tomarla sin mayor dificultad y, además, desde su nueva posición, más cerca de aquel muro, pudo identificar un saliente extraño algunos metros más adelante, que daba paso a una pequeña grieta: una caverna estrecha y oscura, angosta, que se metía dentro de la pared.

No tardaron en aparecer algunas de las luces cercanas detrás de ella, y entre ellas, la de Tonni. Cuando Massen le pidió que se acercase a identificar aquella tela, el muchacho, algo seco, como tenso, no tardó en asentir, procurando no mirarla a los ojos, pero alumbrando bien lo que resultó ser algo que la guerrera también había visto.

-Es la pañoleta que llevava, ¿no? Sin duda... Ha debido de caerrse. Entonces ha venido porr aquí, ¿no? -inquirió, evitando los ojos de Massen, incómodo. De algún modo, parecía sentirse avergonzado.

El camino seguía avanzando, ininterrumpido, y ya no quedaba rastro alguno del sol. Las sombras no ayudaban demasiado a la búsqueda, y nadie parecía responder al nombre que coreaban una y otra vez.

CAMINO IZQUIERDA

Ben seguía descendiendo, seguida por Gunar, por un camino que cada vez lo parecía menos. El parvus, metros por detrás, encontraba más dificultades a cada momento, tropezando y resbalando en la gravilla, mientras que la caeruleus, que distinguía perfectamente las formas en la oscuridad, se movía con habilidad, mostrando su enorme capacidad, agilidad, y su buen equilibrio.

-Pues se ve que tú no te manejas mal -comentó el parvus, riendo entre dientes, deteniéndose un momento, cuando ella preguntó. No tardó demasiado en negar-. No es lo común, aunque si se pasa el primerr trecho se ataja bastante.

Asintió, de nuevo, deteniéndose sobre unas rocas. Ben, por su parte, continuó con su avance, mientras Gunar escrutaba su silueta sin ver demasiado bien, tratando de distinguirla.

-Con cuidado, eh... -lo oyó decir, con tono animado, pero ocultando cierta preocupación.

Al asomarse, Ben pudo ver claramente cómo el terreno era cortado de pronto, al llegar al barrando, y caía durante algunos metros. El muro, del que sobresalían rocas afiladas a ratos, pequeños arbustos o algún saliente, parecía fácil de trepar o descender si se tenían los conocimientos necesarios, pero también peligroso, casi diría que mortal, si se daba de una caída.
Abajo, una zona boscosa, a más de veinte metros, se extendía, virgen y amplia, demasiado extensa como para ser escrutada o evaluada de un vistazo.

La guerrera estaba a punto de apartar la vista del muro cuando algo llamó su atención: un brillo extraño en una roca cercana, a algo menos de un metro del borde del barranco, enganchado en un saliente, oscilaba al viento. Parecía algún tipo de colgante o joya.

Un crujido interrumpió sus pensamientos, y luego un grito ahogado. Una de las rocas que pisaba Gunar cedió bajo uno de sus movimientos, resbalando, y el parvus perdió el equilibrio, resbalando, trastabillando y cayendo al suelo, con una trayectoria peligrosa que lo guiaba, inevitablemente, hacia el vacío.

CAMINO DERECHA

Tonni asintió, con cierta desgana, todavía tenso, y fue a reunirse con los demás, que venían detrás, para darles la información que acababa de recibir. Massen, por su parte, decidió probar suerte en la cueva que se abría en el muro.
El camino era angosto, y serpenteaba, haciendo difícil ver lo que había a continuación, obligándola a evitar salientes, agacharse en ciertas zonas, o pegarse al muro para avanzar. Cuando ya llevaba un par de minutos moviéndose entre rocas, salió, finalmente, a la parte más ancha del lugar. Y por escéptica que se hubiese mostrado al principio, allí, en aquel espacio de unos cinco metros cuadrados, se encontraba Marrthya, sentada en el suelo, acurrucada contra una de las esquinas.

-Lo siento -murmuró, nada más ver a Massen, bajando enseguida la vista al suelo.

Tenía la voz algo tomada, y los ojos enrojecidos. Al mirarla, Massen pudo darse cuenta de que se había quitado la bota derecha, y de que su tobillo mostraba una hinchazón de aspecto poco saludable, además de un color rojizo y negruzco.
No parecía una fractura, pero por la inflamación era fácil ver que algo le había pasado, y que su capacidad para caminar no debía de estar a pleno rendimiento.

Por su parte, Marrthya seguía muda, como esperando una bronca, o cualquier otro comentario.

CAMINO IZQUIERDA

El parvus se aferraba al suelo con los pies, clavando las suelas de los zapatos en la tierra, y con las propias manos, como podía, reduciendo un poco la velocidad de su caída. Pero, pese a todo, la cuesta hacía que tendiese al vacío, por lo que la ayuda de Ben fue crucial.
La chica sintió el tirón al aferrarlo, cargando con el peso del mestizo, y deteniendo su inercia. Sintió incluso un leve dolor en el hombro, y por un instante pareció que no iba a servir de nada, pero, en un impulso sobrehumano por sobrevivir, Gunar se aferró también a un par de piedras, jadeante, tenso, y lograron, entre ambos, permanecer con vida.

Gunar todavía tardó un par de segundos en moverse, en relajar el cuerpo para atreverse a soltarse, y entonces se escurrió como pudo, arrastrándose lejos del precipicio, asiéndose a las rocas con las manos ensangrentadas, poco preocupado por las heridas que se había hecho al intentar frenar su caída.
Tras un instante, alzó la vista hacia Ben, con una sonrisa nerviosa y los ojos algo húmedos.

-Vaya... -. Su voz sonaba algo ronca, como si acabase de despertarse-. ¿Y esto lo hacéis a menudo? Crreo que me van a estar temblando las piernas un mes... Mejor volvemos, ¿no?

Todavía respiraba con algo de agitación, pero poco a poco se había ido calmando un poco.

Ben podía concentrarse, entonces, en tratar de alcanzar aquello que colgaba de uno de los salientes, a algo menos de un metro del borde. Pero para alcanzarlo, comprendió pronto, no le bastaba la longitud de su brazo. Y quizás, tras aquel suceso, el asomarse al vacío no le pareciese muy seguro. Aunque, por otra parte, el que no arriesgaba no ganaba, y siempre podía haber alternativas más seguras que descolgarse sin más...

CAMINO DERECHA

Marrthya pareció ligeramente aliviada al no recibir ningún reproche por parte de Massen, aunque ni entonces se mostró demasiado animada. Tenía una extraña expresión de decepción.

-Me he hecho algo de daño -explicó, mostrando su tobillo con una leve mueca-. No he prrobado a caminarr rrecientemente, perro lleva así ya un parr de horras y no parrece irr a rremitirr... -. Suspiró y esbozó una sonrisa algo tensa-. Lo siento. No os han hecho venirr aquí parra estas historrias tan rridículas, ¿verrdad? Cuando dijerron que vendrrían unos guerrrerros poderrosos a ayudarrnos pensaba en hombrres serrios y enorrmes, pero al verrte crreo que una parrte de mí se sintió un poco mejorr -. La joven meneó la cabeza, de un lado al otro, con reproche hacia sí misma-. Si tú podías hacerr algo porr tanta gente, yo podrría hacerr algo, aunque fuese solo porr mí misma, perro ya ves cómo he acabado... Estoy segurra de que Tonni, aunque hubiese sido porr prreseverrancia, hubiese llegado hasta allí, perro yo me he quedado al prrincipio del camino. Lo peorr de todo es que...

Una nueva figura entró en el lugar, seguida de una segunda. Tonni y uno de los parvus del pueblo habían entrado también en el lugar, que, debido a su poco espacio, cada vez parecía más angosto e incómodo.

-Marrthya -llamó él, con cierta sorpresa, al verla. Volvió entonces su rostro hacia Massen, y volvió a notarse un atisbo de aquella vergüenza, de incomodidad, pero aún así la miró-. Tarrdabas tanto que crreímos que habrrías encontrrado algo...

Pronto todos estuvieron puestos al corriente de la situación de la parvus, que no se mostró especialmente animada por la llegada de los hombres, pero se dejó ayudar. Con la ayuda de todos, le sería sencillo regresar al pueblo.

CAMINO IZQUIERDA

Ben estuvo de acuerdo con la petición de Gunar de regresar, por lo que solo le pidió un instante para, hábilmente, poder hacerse con aquello que pendía de las rocas y que tanto había llamado su atención. No le costó alcanzarlo, y entonces solo fue cuestión de dejarlos deslizarse por la rama hasta su mano para poder cogerlo. Lo que vio, no podría negar, le resultó bastante extraño: de una correa de cuero algo desgastada pendía un brillante colgante con forma de pala, sin ningún adorno especial, pero con un brillo que lo hacía parecer nuevo. El accesorio cabía perfectamente en su mano.

Cuando Ben llegó junto a Gunar y le mostró el objeto, este se sorprendió, y dejó ir una carcajada. Aún sentado en el suelo, pidió que se lo dejase un segundo, y lo movió entre las manos, con una sonrisa divertida.

-Hacía mucho que no veía uno de estos. No abundan por esta zona, aunque, por lo que sé, hay quien tiene alguno. Resultan más normales en pueblos mineros, en grupos de rescate y cosas por el estilo -explicó, con una sonrisa tranquila-. Mira, funciona así: concentras tu magia sobre él y...

El pequeño colgante emitió un leve brillo un instante, y de pronto creció, pasando a ser una versión gigante de sí mismo, una pala normal, complentamente de metal, con una pequeña correa de cuero colgando del asa.

-Y lo mismo para recogerlo -dijo, divertido, y tras un nuevo brillo el objeto regresó a su tamaño inicial. Gunar se lo devolvió a Ben, tratando de incorporarse con ayuda de las manos-. Y ahora nos vamos a irr de aquí antes de que repita mi torpeza, ¿vale?

Como para apoyar sus palabras, un grito los informó pronto de que habían hallado a la chica, y de que ya regresaban todos al pueblo, de modo que ambos emprendieron la marcha de vuelta y no tardaron en unirse al grupo.


JORNADA FINAL

El día siguiente lo pasaron de forma similar al primero, trabajando duramente, aunque con menos contratiempos. La gente hablaba del derrumbamiento del día anterior, o del intento de Marrthya por escapar del pueblo aquella noche, mientras recogía escombros o golpeaba con el martillo. Por suerte para ellos, no habían ocurrido grandes desgracias durante la catástrofe, y podían centrarse en aquellas historias para pasar el día, sin culparse de la pérdida de algún ser querido.

Cuando la noche caía, pudieron detenerse, e ir a descansar de nuevo. Había sido una jornada sin mucho que contar, pero con mucho trabajo, y ambas estaban agotadas. Partirían, según se les había dicho, la mañana siguiente, junto con todos los que las habían ido acompañando de otros pueblos, y lo cierto era que la situación de aquel lugar había mejorado mucho en tan solo aquellos dos días. Aunque algo evidente era que todos sus habitantes tendrían que trabajar en ello hasta conseguir finalizar los arreglos y que la cosa se normalizase, al fin.

A aquellas horas, casi todo el pueblo descansaba. Gunar llevaba todo el día desaparecido, pero el resto de pueblerinos descansaban un poco, ociosos, y algunos las instaban a beberse un par de cervezas con ellos para celebrar y agradecer su ayuda.


La mañana siguiente amaneció limpia y tranquila, con un sol apacible brillando tras las montañas, como si todo aquel trabajo hubiese recibirdo como recompensa un tiempo magnífico para el viaje de vuelta.

Un pequeño grupo se reunió para despedir a los parvus y a las guerreras. Ambas pudieron diferenciar entre ellos a Marrthya, que llevaba el tobillo vendado y se apoyaba en una extraña muleta, y Tonni; a Jurrum, tan hosco como siempre, y un par de hombres más de las minas y, por supuesto, al sonriente Gunar.

-Ha sido un placer teneros por aquí. A verr si esos viejos aprenden que Brontë es una buena idea -les comentó, como si se tratase de una confidencia, pero con voz lo suficientemente alta como para que varios de los parvus del pueblo lo escuchasen. Estrechó animadamente las manos de ambas chicas, contento-. Tened un buen viaje de vuelta.

Las despedidas no se hicieron demasiado largas. Marrthya y Tonni se acercaron a Massen, y la primera dio de nuevo las gracias a la chica, obligando a su amigo a hacer lo mismo. Pese a que seguía pareciendo algo incómodo, su orgullo parecía haber desaparecido, y se mostraba algo más sumiso. Antes de que se fuesen, la chica entregó una bolsa de cuero con dos cajas a Massen, indicándole que diese una a su compañera.
Ben, por su parte, creyó ver como Jurrum la miraba un momento, mezclado entre los otros hombres de las galerías, y no supo bien si el gesto que él hizo había sido un leve asentimiento, como una especie de gesto de reconocimiento, de despedida, o un movimiento aleatorio sin más motivo que el desentumecer el cuello.

El viaje comenzó enseguida. Pronto estarían de nuevo en Brontë.

MISIÓN FINALIZADA

Recompensa:

-2 puntos de experiencia.
-Pala portátil mágica (Ben)
-2 cajas de dulces de Roca (de Marrthya): un dulce típico de los pueblos parvus de la montaña. Son unas galletas muy crujientes por fuera, con frutos secos, que mantienen la esponjosidad en el interior por mucho tiempo, ya que la corteza no deja pasar la humedad. Cada caja contiene 16 unidades.
-2 pares de botas anti-deslizantes: Botas con pequeños pinchos en la suela que sirven para adherirse a terrenos irregulares, terrosos o resbaladizos. Los pinchos no llegan a ser lo suficientemente largos o afilados como para herir a través de la ropa utilizándolos como arma. Simplemente estabilizan e impiden el deslizamiento.