Las bases pt2

Movido por su interés personal en aquella base, el líder Rybner había hecho saber a los guerreros que necesitaría la presencia de al menos dos para la investigación que llevaría a cabo. Sería una misión sencilla, había dicho. Solo vamos a investigar. Finalmente, la flamma y la chrysos habían sido las escogidas para acompañarle, y utilizando el cáliz abandonaron Brontë por la mañana. El plan era no permanecer más de un día en aquel lugar; unas horas, estimaba el líder, serían suficientes para recaudar toda la información necesaria.

El Cabo Garnold era una ciudad portuaria conocida por sus comercios con la isla de Lumen. Según el chrysos le había dicho al líder, allí se habían reunido varias veces con los líderes de la banda, en una amplia base situada bajo el propio puerto. La entrada a la base está en una de las casas situadas cerca del puerto, había dicho. Es una vivienda no muy amplia, semejante al de la otra base de Fulmen: la trampilla está en el dormitorio principal.

Era justo en esa vivienda donde se encontraban las dos guerreras y el líder, que había tomado el mando de la expedición y que ahora mismo descubría la entrada, apartando una gruesa alfombra color mate y tirando de la argolla de la trampilla destapada, mostrando al hacerlo unas estrechas escaleras que se hundían en la silenciosa oscuridad.

—En todo momento, quiero que os mantengáis cerca de mí, ¿entendido? —preguntó, mirando a ambas muchachas con un gesto serio pero amable—. ¿Alguna pregunta?

fdr. Narrador utilizará a Svend durante la misión.

Por lo que tengo entendido, es Lyam quien ha proporcionado la información sobre el lugar en que nos encontramos. Cuando lo conocí no me dio mala impresión, pero ahora me da cada vez más mala espina. ¿Por qué sabe tanto, y al mismo tiempo actúa como si no supiera nada? ¿Por qué está metido en todo lo que nos ocupa? ¿De dónde ha salido exactamente? A estas alturas, no puedo fiarme ya de lo que pase. Solo me apoyo en la idea de que un líder nos acompaña, y confío en que eso sea suficiente para mantenernos enteras. Aunque, por otra parte, el hecho de que venga con nosotras me hace pensar que quizás considere que el peligro es demasiado. No sé qué pensar.

Me mantengo seria durante el viaje, sin mayores preguntas que formular en voz alta. Vilo va conmigo, siempre atento a todo lo que lo rodea, aunque se mantiene formal y tranquilo. Todavía no estoy segura de si traerlo conmigo a esta clase de trabajos es buena idea, pero no puedo evitar pensar que quizás nos descubra algo que se nos pueda pasar por alto. Y, al haber un líder con nosotras, tengo la sensación de que estará a salvo.

Me interno con ellos en la casa, con Vilo pegado a mis pasos en todo momento. Se mantiene atento, con las orejas tensas, y olfatea a su alrededor, pero no emite el menor sonido. De hecho, se ha vuelto bastante silencioso. De nuevo, el bosque da muestras de estar teniendo efecto sobre él.

Anna se encarga de las preguntas, así que yo me mantengo en silencio. El señor Rybner nos quiere cerca, y no tengo la menor intención de llevarle la contraria. Sobre lo que buscamos, tampoco estoy segura. Él nos lo hará saber. Incluso si su información procede de fuentes poco fiables, por el momento ha resultado ser precisa. Me mantendré atenta por si en algún momento deja de serlo.

El líder asintió suavemente cuando la chrysos se iluminó los ojos, dándole permiso para que estos continuasen emitiendo luz; aunque hubiese quién prefiriese que la oscuridad amparase sus pasos, el líder prefería tener total visión al adentrarse en el lugar.

–En teoría este lugar debería estar desocupado. Según nos han informado, lleva tiempo sin estar en uso, aunque quizá sí nos encontremos con alguna bestia. –Miró primero a la flamma y luego a la chrysos–. Buscamos cualquier cosa extraña.

En la anterior misión se había encontrado con unos debilitados Horrdets, así que tal vez hallarían lo mismo ahí abajo. Aquello no era algo que le preocupase demasiado al líder, cuyas auténticas preocupaciones se centraban más en la propia información que el chrysos le había dado: esperaba que fuese cierta; le había dado un voto de confianza y no quería tener que darle la razón a Blues o a la propia Lea, que ahora curiosamente viajaba con él.

El líder fue el primero en bajar. Las escaleras llevaban a una estrecha gruta subterránea donde el trabajo humano resultaba evidente. Era un lugar dividido en dos direcciones, una que debía adentrarse en el subterráneo de la propia ciudad y otra que debía de dirigirse hacia el propio mar. El silencio era pesado, viéndose solo interrumpido por las respiraciones del grupo.

El líder se volvió hacia ambas chicas.

–¿Alguna preferencia?

Así que bestias. Bueno, veremos. Por el momento, lo principal es estar alerta. El líder habla de forma bastante ambigua, y tengo la sensación de que se nos está dando muy poca información. De todas formas, no hay nada que pueda hacer. De hecho, resulta un poco extraño; es esa sensación de haber ido a un lugar donde ni te necesitan ni cuentan contigo. De todas formas, ir con un líder es una experiencia que quiero vivir.

Cuando llegamos a la bifurcación, su pregunta se me hace extraña. ¿Es un juego? ¿No es más lógico que él, siendo el cabecilla en esta expedición, decida la forma en que nos organizamos? ¿Nos está probando?

Bajo la vista a Vilo, que está algo inquieto. Sé que querría libertad para explorarlo todo, pero se mantiene a mi lado sin hacer amago de alejarse. Ha mejorado mucho. Y, en este momento, no da muestras de estar interesado en nada en particular, así que niego, dejando en el líder la decisión, como corresponde.

El líder esbozó una amplia sonrisa y asintió al escuchar la respuesta de Anna, satisfecho.

—Derecha, pues —dijo, volviéndose hacia la dirección marcada por la chrysos, comenzando a andar al momento, esperando que ambas guerreras lo siguieran. 

El grupo avanzó en silencio por un camino recto, donde las paredes rocosas seguían mostrando signos de que allí alguien había trabajado en ellas, al mostrarse menos naturales, bruscas de lo que uno podría esperar de una gruta como aquella. De nuevo, en su avance no se toparon con nada, como tampoco lo hicieron cuando llegaron al final y abrieron el portalón metálico que separaba el camino de una enorme sala que mezclaba la estructura rocosa propia del ambiente con partes lisas, recubiertas de metal. El grupo aguardó unos segundos en la entrada, preparado para enfrentarse a cualquier bestia que pudiese aparecer, pero tampoco entonces vieron nada extraño: la sala, de la que nacían diferentes caminos donde se intuían aún más bifurcaciones, permanecía en silencio, calma, vacía, como si hiciese mucho que no tuviese visitantes. 

El líder fue el primero en entrar. No dijo nada en un primer momento, pero tras dedicarle una amplia visual al lugar, se volvió de nuevo hacia las chicas:

—Bien. Lo que quiero que hagáis es que busquéis cualquier cosa que os llame la atención: objetos, cartas, lo que sea. Podéis separaros o ir juntas, como deseéis. Yo me encargaré de estudiar la actividad mágica del lugar. ¿Alguna pregunta?

Por el aspecto de la sala, parecía evidente que tendrían que tomar los diferentes caminos que salían de ella. Aquella estancia estaba vacía.

Al final es Anna quien decide. Desde luego, parece un poco al azar. Quizás, sencillamente, sea así porque tenemos que pasar por todas partes. Me limito a seguir en silencio, con gesto atento, manteniendo una mano junto al pelaje de Vilo, que rozo de vez en cuando al caminar. Él se muestra silencioso y tranquilo, lo cual me hace pensar que no hay muchos motivos para estar en tensión.

Y, efectivamente, lo único que parece esperarnos es un laberinto. Una vez en la zona, el líder nos da libertad de movimiento. Preferiría no separarme, pero acataré lo que haga falta. Por lo demás, miro a Anna con expresión interrogante, esperando por si tiene algo que añadir. Yo, por mi parte, no encuentro ninguna pregunta que valga la pena formular en voz alta.

Cuando empieza el trabajo, lo primero que hago es agacharme junto a Vilo, abrazándole el cuello. Él me mira y se mantiene quieto, atento.

-Vamos a explorar, Vilo -informo, con una sonrisa dulce y los ojos fijos en él-. Explorar. ¿Quieres? Vamos, a explorar. ¡Busca!

No tarda en ponerse a ello de buena gana. Espero a que tome alguna dirección y lo sigo, prestando atención a sus reacciones y vigilando el lugar por si aparecen peligros. Confío en que tiene mejor instinto que yo para los hallazgos. Lleva meses explorando el bosque, después de todo.

Ni Lea ni el líder parecieron poner impedimentos a que Anna siguiese a la flamma, así que ambas tomaron la misma dirección, marcada por el vulpus, y se adentraron en un alargado pasillo del que nacían diferentes bifurcaciones en ambas direcciones. Pasaron los seis primeros pasillos, que nacían a ambos lados del pasillo por el que ahora mismo avanzaban, pero al llegar a la séptima de las bifurcaciones izquierdas, Vilo giró y comenzó a correr, veloz, hasta alcanzar una pequeña puerta de madera que se encontraba casi al final del estrecho camino. El animal se detuvo ahí, olisqueando la entrada, esperando a que sus compañeras llegasen. Sus gruñidos, bajos, rompían el pesado silencio del lugar.

A bastantes metros de ellas, el líder claritas había comenzado a estudiar el entorno, buscando descubrir en el lugar algo que llamase su atención. Parecía concentrado. Si alguna de las guerreras volvía, aquello sería lo que encontraría.

Seguida por Anna, me dejo guiar por Vilo, que parece haber entendido perfectamente en qué consiste el juego. Llego a tener que correr para alcanzarlo. Él, por su parte, parece tener muy claro adónde se dirige. Trato de prestar atención, no sea que encontremos algo desagradable por el camino, aunque dudo que Vilo lo hubiera pasado por alto.

Cuando por fin detiene la carrera, lo hace ante una puerta, con clara intención de pasar al otro lado. Lo primero que hago es agacharme junto a él y pedirle que guarde silencio, al tiempo que lo abrazo y lo acaricio. No creo que los ruidos innecesarios nos sirvan de mucho en un lugar tan callado.

Después, miro a Anna y sujeto con fuerza el mango de mi arma, preparada para enfrentar lo que haga falta. Intento entonces abrir la puerta. Si está cerrada, habrá que intentar forzarla. Desde luego, confío en que el interés de Vilo sea fundado.

Una vez el grupo se reunió en la puerta, el silencio volvió a invadir la estancia. No parecía que hubiese nadie al otro lado de la madera, pero ese no era motivo para que ambas guerreras se relajasen; Vilo, a fin de cuentas, parecía altamente interesado en llegar al otro lado.

La puerta estaba cerrada y hubo que forzarla. Tampoco entonces llegó sonido alguno de la habitación. Cuando finalmente lograron abrirla, el animal fue el primero en adentrarse, veloz, olisqueando el suelo. No había nadie dentro: la estancia, de tamaño considerable, parecía haber sido un dormitorio en otro tiempo: las camas, pequeñas, se disponían a ambos lados de la puerta, en fila, con una pequeña separación entre ellas donde hubiese entrado un baúl pequeño que, sin embargo, no estaba. Había algunos muebles al final de la estancia, pequeños armarios donde quedaban algunos pergaminos sin usar que alguien debió olvidar de recoger; también, si las guerreras se fijaban bien, se darían cuenta de que en la habitación había signos de que había sido usada y evacuada hacía pronto, como si algo hubiese alertado a los que ahí habían vivido de que tenían que marcharse y lo hubiesen hecho con rapidez, olvidándose objetos insignificantes por el camino por culpa de las prisas. 

Vilo se detuvo llegado a un punto y comenzó a gruñir. Miró a Lea un segundo, y con el hocico apuntó a una zona de las plaquetas de metal que cubrían el terreno rocoso.

Después de varios intentos, conseguimos que la puerta ceda, y es Vilo el primero en entrar en la sala. No parece habitada; demasiado vacía. Quienquiera que la haya dejado, lo ha hecho deprisa y corriendo, y además no hace demasiado. Curioso, cuanto menos. Pero no es de lo que debo preocuparme ahora.

Me interesa, principalmente, qué ha llevado a Vilo a querer entrar. Y, por lo visto, él lo tiene bastante claro. Así pues, no dedico más que un breve vistazo a la sala antes de dirigirme adonde él se encuentra. Lo primordial está en investigar lo que sea que ha encontrado.

Reunidas alrededor de la plaqueta, ambas guerreras se propusieron a levantarla. Vilo seguía gruñendo, pero no parecía alertado por lo que pudiese haber: simplemente, parecía que acababa de encontrar algo.

No tuvieron demasiados problemas para levantarla. Bajo ella, encontraron un espacio vacío, un pequeño agujero rectangular donde encontraron dos cosas: la primera, una especie de esfera, pequeña y amarilla, que chispeaba inofensivamente y que había sido la causante del chispazo que había sufrido la chrysos; la segunda, un tubo alargado, no muy grande, cerrado y aparentemente inofensivo. Vilo había dejado de gruñir, pero olisqueaba con curiosidad el tubo, metiendo el hocico en el agujero, curioso. Movida por esto, Lea tomó el tubo, y al momento notó como algo ligero se movía dentro de él. Nada ocurrió, sin embargo, y la muchacha se dispuso a destaparlo. Un pedazo de pergamino cayó de él entonces. Al observarlo, las guerreras pudieron ver varios esbozos que imitaban un plano en una de sus partes y el siguiente mensaje en la contraria: vientos calmados; bajo el fuego cantaremos.

Resultaba evidente que quien hubiese dejado el mensaje ahí esperaba que alguien lo encontrase. La pequeña esfera dejó de chispear en el momento en que Anna la tomó en las manos.

Estudio el plano un momento, por si encuentro en él alguna señal de que representa el lugar en el que estamos. Si la encuentro, intentaré usarlo como guía a partir de ahora. En caso contrario, lo guardaré de nuevo y se lo entregaré al líder cuando nos reunamos. El mensaje me mantiene pensativa. Me evoca Ventus e Ignis, pero me parecen unas referencias demasiado evidentes, y sé de sobra que bien puede tratarse de un mensaje mucho más complejo. Probablemente no me corresponda a mí descifrarlo.

Miro a Anna, ofreciéndole una sonrisa, al tiempo que atraigo a Vilo para acariciarlo. No tardo, de todas formas, en levantarme.

-Hay que continuar -señalo.

Una vez acabemos con la habitación, dejaré que sea Vilo quien guíe de nuevo. Ya ha demostrado que puedo ahorrarnos búsquedas innecesarias e ir directamente al grano. No hay motivo para no seguir actuando así.

En la habitación no parecía haber nada más de interés: si las guerreras seguían explorando, lo único que encontrarían eran objetos olvidados claramente por las prisas, como algún calcetín desparejado o algún pedazo de pergamino vacío. No tardaron, pues, en abandonar el lugar.

Una vez fuera, Lea estudió el plano, descubriendo que la distribución representada en el pergamino no se correspondía al lugar en el que se encontraban. Sin embargo, si se fijaba bien, podría descubrir que el espacio del plano guardaba ciertas características que lo volvían semejante a aquella base, como podía ser la distribución de los pasillos o las estancias. Con total probabilidad, el pergamino debía de hacer referencia a otra base.

Vilo siguió guiando al grupo, aunque ahora parecía más tranquilo que antes, como si ya hubiese encontrado aquello que lo inquietaba. Pese a todo, sí llegó a detenerse ante otra puerta, más amplia que la anterior. Esta vez, sin embargo, parecía más curioso que otra cosa.

Niego a la pregunta de Anna, bastante segura de lo que estoy pensando, por evidente que resulte. En realidad, si es como yo creo, es mejor que sea evidente. Aunque eso no explica por qué desaparecieron tan deprisa de aquí.

-Huyeron de nosotras, pero esperaban a otra persona. Quizás alguien que podría haber venido con nosotras. Un chrysos, para más señas. Aunque ese chrysos no eras tú, claro -apunto, consciente de que si me equivoco estoy dejando en muy mal lugar tanto a mi compañero como a mí misma-. Alguien que pudiera mantenerse en contacto con ellos de alguna forma. Que pudiera contactarlos en... Ventus. Y en Ignis. O tal vez solo en Ignis, pero cuando dejasen de prestarles atención. Quieren que nadie sepa que están en contacto, que vuelva con ellos cuando los hayan dado por desaparecidos. Algo así. Quizás hasta el plano sea del lugar donde lo esperan. O quizás estoy inventándome más de lo que debería.

Aunque estoy segura de que, al menos en parte, tengo razón. Y sigo sin entender la confianza que se le ofrece al chrysos. Por más que busque, no encuentro el motivo por el que la merece. Todo suena a tramas y confabulaciones.

No me inspira mucho la idea de volver, sinceramente. No veo qué ganamos con ello, y no me apetece estar dando vueltas sin sentido.

-El Príncipe nos llamará si nos necesita, ¿no? -opino, mientras echo un vistazo más a la habitación-. Tampoco es que hayamos encontrado nada que merezca su atención urgente, ni nada que no podamos transportar. Yo creo que es mejor enseñárselo todo luego. Así acabaremos antes.

No opone resistencia. Cuando estoy fuera puedo comprobar el plano, que como me había parecido, no representa el lugar en el que estamos. Al menos, si lo estoy leyendo bien. Y si lo representa, es lo suficientemente confuso como para que prefiera la guía de Vilo. No parece ya tan alterado, pero nos lleva igualmente hasta otra puerta. Una vez más, toca investigar. Procedo de la misma forma que la última vez.

Al igual que ocurrió con la habitación anterior, las guerreras también tuvieron que forzar la puerta para pasar al otro lado. Vilo fue el primero en adentrarse, curioso: la sala en la que se encontraban era considerablemente más grande que la anterior y estaba, salvo por un enorme armario situado enfrente de ellas, desprovista de muebles. Vilo olisqueó el lugar con curiosidad, buscando algo que llamase la atención, pero al final terminó por acercarse al armario. Al abrirlo, las guerreras pudieron encontrar un par de agujas alargadas y unas cuantas flechas, rotas en su mayoría, olvidadas. Parecía que se encontraban en un lugar que sirvió como sala de entrenamiento. 

En la estancia no encontraron nada más de interés. Vilo no pareció sentir curiosidad por ninguna de las otras habitaciones por las que pasaron, así que, finalmente, el grupo decidió volver con el líder. Encontraron al príncipe donde lo dejaron, pensativo, con el ceño fruncido. Cuando las vio llegar, se volvió hacia ellas, curioso, relajando la expresión.

—¿Y bien? ¿Cómo ha ido? ¿Habéis encontrado algo?

Me encojo de hombros, sin saber bien qué responder. Podría decirse que trabajo sobre ideas preconcebidas, así que no es fácil de explicar. Pero al final me animo a hacerlo.

-No me gusta acusar a la gente, ni tampoco extender información en su contra -empiezo, poniéndome seria-. Pero estamos en la base de una organización enemiga de Brontë. Una organización que atacó hace poco el palacio. Quizás hayas oído hablar del ataque de las dos magas y los yetis en el bosque. Bien, este lugar era un punto de reunión para ellas y sus compañeros -. Miro alrededor. La verdad es que me resulta un lugar deprimente. Vuelvo a mirar a Anna-. Y Lyam, el chrysos moreno, quizás lo conozcas, era compañero suyo. En teoría, ahora se dedica a ayudar a Brontë a destapar la organización. En teoría. Porque es evidente que alguien los ha alertado de que veníamos a investigar, y por lo que sé, fue Lyam quien nos dio la localización de este lugar. Estoy casi segura de que eso que te ha hecho chispear era algo para él. Él debía venir a investigar aquí. Debía darse cuenta de lo que estaba aquí gracias a esos chispazos. Y debía encontrar este mensaje. Lo que les ha salido mal es que Lyam no ha venido. Pero por lo demás, las cosas son así, estoy prácticamente segura. Y repito que no me gusta acusar a la gente, pero te recomendaría que no te fiaras de ese chico. Los líderes dicen que le han dado un voto de confianza, pero desde que descubrí su situación, yo no hago más que encontrar evidencias en su contra. De todas formas, te pediría que evitaras que esto llegase a sus oídos. No quiero problemas con él -. Pienso un momento en lo que dice-. En teoría vamos por delante, sí. Pero sigo pensando que ese chico oculta datos a Brontë. Quizás tenga instrucciones alternativas a esto, y no sé cómo podríamos averiguarlo.

Le ofrezco una sonrisa resignada, dándole a entender que ya me gustaría a mí estar equivocada. Pero estoy demasiado segura de que no es así.

En la siguiente sala no encontramos más que restos de lo que fue un arsenal. Prefiero coger lo poco que queda. Las armas de una organización pueden servir para identificar los ataques de la misma. Aunque se trate de proyectiles en mal estado, podrían tener alguna utilidad en las investigaciones, después de todo.

Al final, viendo que no hay mucho más que averiguar, volvemos junto al líder. Le entrego, en primer lugar, el mensaje que hemos encontrado, con un gesto firme. Hago una indicación a Anna para que muestre también esa especie de alarma para chrysos.

-Hemos encontrado un motivo para vigilar Ignis y Ventus. Un mensaje que no requiere que nadie oiga su contenido -señalo, en referencia a la vigilancia del chrysos de la que me habló-. Y un intento por que lo encuentre la persona a la que iba destinado. Además de eso, proyectiles rotos, pergaminos en blanco y alguna prenda de ropa vieja y olvidada. Evacuaron deprisa.

El líder tomó el pergamino que Lea le tendió y lo estudió con atención, sin poder evitar una expresión preocupada. Mientras, escuchaba con interés lo que ambas le decían, aunque no alzó la vista del papel hasta que estuvo seguro de que no había más que pudiese sacar. Pasó entonces a observar la esfera que Anna le mostraba, tomándola un segundo. Al apartarla de la chrysos, tanto Anna como la pelota empezaron a chispear sutilmente, apenas un par de chispazos. El líder no tardó en devolvérsela, asintiendo.  

—Comprendo. Hablaré con los líderes en cuanto lleguemos a Brontë. —Frunció un poco el ceño, bajando un segundo la vista al suelo. Luego añadió—: Tendréis noticias en cuanto hayamos decidido que hacer, no os preocupéis. Ahora continuemos la exploración.

No dijo mucho más, pero las guerreras pudieron percibir que estaba notablemente preocupado. Salieron de la habitación entonces y avanzaron hacia la parte izquierda de la base. De nuevo, un portalón metálico detuvo su avance, pero al igual que antes, no tuvieron problemas para abrirlo; tampoco encontraron ningún enemigo al hacerlo. 

La sala en la que se encontraron difería mucho de la anterior: en lugar de bifurcarse en infinidad de caminos, solo había una dirección que tomar, un ancho pasillo por el que el grupo avanzó, notando como lentamente el olor a mar comenzaba a llenar el ambiente. El pasillo pronto perdió su cobertura metálica, pasando a su original aspecto rocoso, y el grupo no tardó en ver al final del camino una enorme apertura por la que entraba la luz del sol. El camino terminaba varios metros antes; el mar cubría la separación entre ambos y se expandía más allá de la apertura. Había varios puntos donde poder amarrar embarcaciones y el nivel mágico parecía aumentar cuanto más se acercaban a la apertura, quizá por algún hechizo que sirviese para ocultarla si se miraba desde el otro lado, pero más allá de eso, el grupo no encontró nada.