Las bases pt1

En cuanto la líder piscis los informó de lo que pretendía, el pequeño grupo salió de Brontë con rapidez, preparados tanto para el viaje que los llevaría hasta el lugar como para la intrusión en el mismo. La idea principal era simple: tenían que encontrar la base, conseguir toda la información posible y capturar a todo el que estuviera presente. La secundaria, también: tanto la chrysos como la caeruleus tenía que vigilar a su compañero restante, prestar atención a su forma de actuar por si había algo extraño en ella, y posteriormente debían comunicárselo a la propia líder piscis. Así se lo había hecho saber Blues Splash cuando las dos muchachas se reunieron con ella, a solas en una pequeña habitación de Brontë, y esperaba que ambas no la decepcionasen.

El viaje fue relativamente corto. El grupo, a pesar de que sí se alejaron considerablemente de Brontë, nunca llegó a los límites de Fulmen, sino que se detuvo en las afueras de una ciudad, en una de las zonas de los suburbios, y luego avanzó siguiendo el curso de un río hasta llegar a una pequeñísima ciudad vecina. El chrysos lideraba la marcha, seguro de sus pasos, como si ya hubiese recorrido aquellas lugares las veces suficientes como para saberse los caminos de memoria. Avanzaba con paso rápido, y solo aminoró el ritmo cuando atravesaron el corazón de los suburbios, donde observó con interés a su alrededor, como si tratase de buscar algo en los pobres edificios. No debió encontrarlo, porque pronto retomó su paso anterior, el rápido con el que avanzaba sin apenas detenerse en ningún punto hasta que finalmente llegaron a la ciudad.

El lugar tenía un aspecto peor que la capital, pero mucho mejor que los suburbios que no hacía mucho acaban de pasar. Apenas se veía gente por la calle, pero todos los que deambulaban parecían satisfechos: algunos compraban cosas en tiendas, otros entraban en posadas, solos o acompañados, y otros simplemente paseaban sin un aparente rumbo fijo a pesar de la amenaza de lluvia que se cernía sobre ellos.

Tras un segundo, el chrysos reanudó la marcha, y pronto los tres se encontraron en las afueras de la pequeña ciudad, frente a una pequeña vivienda que parecía deshabitada. Fue ahí cuando el chrysos se volvió hacia ellas, con una amago de sonrisa.

—Si los datos que tengo no son incorrectos, aquí es. —Alzó un segundo las cejas—. Dentro de la casa deberíamos buscar una trampilla que nos lleve bajo tierra.

Las miró un segundo más, primero a la caeruleus y luego a la chrysos, como si esperase una respuesta. Luego les dio la espalda y comenzó a avanzar.

Después de todas sus conversaciones con la líder piscis, al chrysos no le sorprendió que lo primero que le ordenase hacer fuese infiltrarse en las bases. Aunque en un primer momento había pensado que la mujer solo quería información para investigar ella misma, Lyam pronto descubrió que la piscis parecía más interesada en que él mismo se encargase de ello, así que antes de que finalmente la mujer le diese las indicaciones, el chrysos ya tenía claro de antemano cuál sería su destino: la primera de las bases de sus notas, la de cerca de casa.

Sin embargo, sí hubo algo que le sorprendió: la compañía. Al descubrir que viajaría acompañado, el gesto del chrysos cambió durante un segundo, pasando de una relajada sonrisa a una expresión que mezclaba confusión y un lejano rastro de desagrado, desconfianza. No dijo nada, sin embargo, y durante el viaje no dejó que ninguno de ambos sentimientos saliesen a la luz. Mientras lideraba con diligencia la marcha, el chrysos sonreía y reía, aparentemente relajado, participando animadamente en las conversaciones que surgían, mostrándose quizá amable de más para ojos de quien lo conociese. No quería que estuviesen con él, quería haber ido solo y no comprendía la presencia de ninguna de las dos, pero a primera vista sería complicado decirlo.

A pesar de que ya sabía qué tendría que pasar por ahí, el gesto se le ensombreció cuando llegaron finalmente a los suburbios. Trató de maquillarlo, sin embargo, curvando torpemente los labios y observando a su alrededor, apartando la mirada de ambas chicas y buscando, a la vez, el escenario de sus recuerdos en aquellos viejos edificios y en los muchachos extremadamente que pasaban cerca suya. El chrysos pensó que probablemente se encontrase con algún conocido, y la idea le despertó sentimientos encontrados. Sin embargo, en todo el camino no se encontró con nadie a quien recordase o, en su defecto, no reconoció en la gente que veía a alguien que recordase. Pensó en Dena, entonces, cuando ya salían de la zona, y pensó en qué haría ella si estuviese con él ahora mismo, pensó si ella recordaría a alguien o no, y pensó si ella hubiese querido detenerse para reencontrarse con el lugar. La respuesta a ambas, lo supo al momento, era sí: Dena sí hubiese reconocido a alguien, porque Dena siempre había conocido a mucha más gente que él, y sí, Dena hubiese querido que se detuviesen. Pero él no era Dena y ella no estaba, y aunque el chrysos sabía que de estar con la flamma él mismo hubiese propuesto que se tomasen el día para explorar la ciudad, ahora mismo simplemente avanzó seguro de sí mismo hasta que dejaron atrás los suburbios y se adentraron en la ciudad.

Era exactamente igual a como él la recordaba, y tal vez por eso apenas tardó en llegar a la entrada de la base, o tal vez su resolución y consecuente rapidez nacía de su intención de terminar con aquello cuanto antes.

—Si los datos que tengo no son incorrectos, aquí es —dijo, volviéndose hacia ellas, alzando un segundo las cejas—. Dentro de la casa deberíamos buscar una trampilla que nos lleve bajo tierra.

Él sabía dónde estaba la trampilla, de la misma forma que sabía qué se encontrarían abajo y de la misma forma que supo cuál era el camino que debían seguir para llegar. Pero delante de sus compañeras no podía, o eso pensaba, mostrarse abiertamente como alguien que ya había estado ahí anteriormente por todo lo que pudiese conllevar después.

Aguardó unos segundos por si alguna de las dos tenía alguna pregunta. Luego, llevando la mano a la empuñadura de la espada, avanzó hacia la casa. No debía de haber nadie dentro, pero mejor prevenir que curar.

He de admitir que he sentido cierto interés especial al enterarme de esta misión, motivo por el que he decidido apuntarme. Ahora mismo me encuentro en medio de un intento por recuperar mi vida, por salvar a mis compañeros y dejar atrás los errores. Parte de mis errores, en este caso errores cometidos en Brontë, fue el de haber entregado equivocadamente a Lyam.
No puedo negar que me siento interesada en lo que a él respecta en ese aspecto, por lo menos. Si puedo ayudarlo me sentiré más satisfecha conmigo misma. Supongo que es una forma de enmendar mi error, al menos a nivel psicológico. Además, en todo este tiempo hemos forjado una relación, y ahora mismo tampoco necesito motivos concretos para querer ayudarlo.
Por otra parte, he participado en diversas misiones con Lyam. Me siento cómoda con él, pero eso ya es secundario, supongo. La comodidad no siempre es una opción, y no deberías ser un motivo principal cuando se trata de trabajo.

Ben, la mestiza caeruleus, nos acompaña. Bueno, supongo que es más correcto decir que ambas lo acompañamos a él. Con ella es mi primera vez. No he podido evaluar sus habilidades, de modo que estoy más alerta por su parte. Es la que más puede sorprenderme, ya sea por negligencia o por eficiencia.

Lyam, por su parte, está de buen humor. Quizás demasiado. Yo no participo mucho en las bromas. Prefiero centrarme. Tendría alguna pregunta que hacerle, pero no quiero sacar a colación temas que seguramente Ben desconozca, y no me resulta tampoco de principal importancia, de momento.

Cuando llegamos a una pequeña ciudad me dedico a observar los alrededores, seria. Busco algo, aunque no sé bien qué. No tengo claro a qué punto de dónde nos dirigimos exactamente.
Tras avanzar por una parte en buen estado entramos en los suburbios, y aquí muestro más atención. Son lugares más susceptibles de ser peligrosos. Sé que, en principio, no debemos temer por ataques sorpresa, pues no estamos aquí por nada relacionado, y sin embargo mantengo la atención. Pero al final no sucede nada y los abandonamos sin mayor problema.

Cuando nos detenemos observo a Lyam. Siempre he caminado un paso o dos por detrás de él, dada su seguridad.
Examino el edificio. No parece más que una vivienda, y no en el mejor de los estados. A primera vista da la sensación de estar vacía, pero de nuevo no es algo a dar por sentado. La líder Splash nos había indicado que capturásemos a todos los presentes. Aquello, pues, dejaba claro que aquella seguridad podría ser solo una apariencia.
Habíamos caminado a cara descubierta por las calles. Era posible, incluso, que alguien nos hubiese estado siguiendo o vigilando.

-Hay que ir con cuidado -indico, dedicando una escueta mirada a Ben. Ya he visto que Lyam se preparaba para obrar con precaución.

No se va a repetir lo de Ignis.

Voy tras Lyam con tiento, acariciando el mango de la kusarigama con los dedos, preparada para extraerla si fuese necesario. Mi intención es, si es posible, asomarme a una de las ventanas más bajas, con discreción, para observar plenamente la parte del interior que sea posible y asegurar un poco, al menos, que no hay revuelo.
Aunque ni eso me parece fiable.

Ben se sentía, como era habitual en ella, muy animada ante la idea de ponerse a trabajar. Y en aquel caso concreto, el hecho de haber sido enviada no por el palacio, sino directamente por una líder, hacía de aquello una misión, a sus ojos, especial, un trabajo mucho más importante que otros que pudiera realizar para el palacio.

Avanzaba por detrás del chrysos, que servía estupendamente de guía, demostrando con su paso rápido y seguro el conocimiento del terreno. Ben pensaba que, de haber tenido que moverse por su cuenta, no habría encontrado complicaciones, ya que estaba acostumbrada a manejarse muy bien en ciudades, incluso si no conocía el terreno. Pero, después de todo, no sabía adónde se dirigían exactamente, al contrario que, al parecer, su compañero Lyam. No cabía la menor duda de que seguirlo a él era la mejor opción. Además de que, avanzando tras sus pasos, podía analizarlo bien, que era lo que la líder le había pedido.

Con la gorra bien calada sobre la cabeza para evitar el sol y una sonrisa evidente en los labios, Ben avanzaba también a paso rápido, poco dispuesta a quedarse atrás, pero manteniendo, pese a todo, su habitual aire despreocupado, con las manos a la nuca y una cancioncilla masticándose en los labios. No era la que llevaba la mayor parte de la conversación, ya que el chrysos no callaba, pero se mantenía, pese a todo, dentro de la misma, haciendo alguna que otra aportación cuando lo veía oportuno, con su tono siempre alegre. El pasear de aquella forma por una ciudad así le traía muchos recuerdos, y el internarse en los suburbios la obligó a ampliar la sonrisa. Cuánto camino recorrido.

Cuando, finalmente, llegaron al lugar adecuado (o eso declaró el chrysos, que parecía contar con toda la información necesaria), Ben volvió a calarse la gorra incluso un poco más antes de dar un paso al frente, decidida. Llegaba la hora de ponerse a trabajar.

-¡Vamos, pues! -propuso, animando a sus compañeros.

Pero fue rápidamente cortada por Alehyss, en quien clavó sus ojos amarillos, manteniendo la sonrisa pero relajando el tono enérgico. Inspirando hondo, asintió. Cuidado, pues. Siguió a sus compañeros, palpando un momento la empuñadura de la alfanje, aunque sin llegar a asirla. Sin darse cuenta siquiera, se había puesto de puntillas, y observaba ante sí con expresión de genuina curiosidad.

En el interior de la vivienda no había nadie: la pequeña construcción se presentó ante ellos como un espacio desierto, apenas decorado, evidentemente en desuso, evidentemente olvidada. El polvo y la suciedad se acumulaban en las paredes y en el escaso mobiliario que había, y la madera crujía un poco con cada paso que daban. En algunos estantes todavía quedaban un par de libros, y en las alacenas de la cocina aún podían verse paquetes de comida en mal estado. El chrysos, que se había adelantado un poco a las chicas, permaneció unos segundos observando los restos, serio, antes de volverse hacia ellas.

—Si nos dividimos, tal vez encontremos antes la trampilla. No parece que haya nadie aquí arriba.

Las miró un segundo, esperando una respuesta. Cuando la tuvo, comenzó a moverse por la vivienda, fingiendo que buscaba. Él ya sabía dónde se encontraba la trampilla; había estado ahí el tiempo suficiente como para no olvidarlo, pero seguía pensando que lo mejor para él sería fingir que nunca había estado.

Aparte de la cocina, la vivienda, de un solo piso, tenía un dormitorio, un baño y un salón, más amplio que el resto de las estancias. La trampilla, sin embargo, se encontraba debajo de una de las alfombras del dormitorio, que estaba situado en el fondo de la casa. Tras permanecer unos segundos observando el lugar como si buscase reconocer algo en él, el chrysos se adentró en el dormitorio y apartó la alfombra, revelando la manilla. Las llamó entonces, serio, y cuando finalmente se volvió hacia ellas lo hizo sonriendo.

—Si no habéis encontrado ninguna otra, imagino que será esta.

Alzó ambas cejas. Luego la abrió, revelando unas escaleras que se hundían hasta la oscuridad. Las miró de nuevo, esperando algún comentario, y tras iluminar levemente los ojos comenzó a descender, seguro. Parecía saber que no se encontraría con nada de momento y que el camino era seguro.

Quitando la suciedad, la vivienda seguía tal y como la recordaba, con la misma distribución que hacía siete años y con los mismos muebles viejos que antes. No había cambiado nada, y sin embargo, al chrysos le resultaba diferente de alguna forma.

Lyam observó a ambos lados, como si se asegurase de lo vacío que estaba el lugar, y luego se adentró, alejándose de sus compañeras durante un segundo. La cocina fue el primer lugar que visitó, las alacenas lo primero que vio, movido por una extraña curiosidad. Seguía habiendo paquetes, ya caducados, de lo que había comido de aquella, cuando Dena y él aún no se había movido de la base. Se preguntó si serían los mismos que él había visto con quince y dieciséis, cuando Dena y él abandonaban la base y salían a la superficie, o si alguien los había comprado cuando ambos se fueron. Parpadeó. Luego se volvió hacia sus compañeras.

—Si nos dividimos, tal vez encontremos antes la trampilla. No parece que haya nadie aquí arriba.

No había nadie arriba, y probablemente no había nadie abajo. Aquel lugar ya estaba medio abandonado cuando él lo había visitado, y no se imaginaba ningún motivo por el que volverían a darle uso.

Tras obtener una respuesta, el chrysos comenzó a moverse. Sabía dónde estaba la trampilla, lo recordaba perfectamente, pero quería ver el resto de las estancias. Aparte de que le ayudaría a parecer menos enterado de lo que realmente estaba, sentía cierta curiosidad, y los recuerdos comenzaban a agolparse en su cabeza. No había pasado mucho tiempo en aquella vivienda; la mayor parte de aquellos dos años los había pasado bajo tierra, en la base, con los demás, pero cuando salían siempre lo hacían por la trampilla de aquel lugar, y varias veces se habían quedado él, Dena y Malia ahí arriba, fingiendo ser unos habitantes normales más. Malia era la que más tiempo pasaba en la superficie, porque era la jefa y podía, y porque en el pueblo la conocían probablemente porque ya había pasado mucho tiempo en aquel lugar, y el chrysos, observando el salón, que siempre había sido su parte favorita del lugar, recordó que a veces la había envidiado un poco.

No se detuvo mucho tiempo en fingir, y pronto se acercó al dormitorio. Era una estancia bastante pequeña, con una cama bastante pequeña que él recordaba extremadamente incómoda, y una cómoda que debía de estar vacía. Las alfombras cubrían parte del suelo, y bajo una de ellas, una que se encontraba cerca de la cama, se encontraba la trampilla, tal y como la recordaba. El chrysos no llamó a sus compañeras de inmediato; cuando lo hizo, se volvió hacia la puerta, sonriendo.

—Si no habéis encontrado ninguna otra, imagino que será esta.

Alzó ambas cejas. Luego hincó una rodilla en el suelo y la abrió, revelando unas escaleras que se descendían hasta que una profunda oscuridad las tragaba. Las miró de nuevo, esperando algún comentario; luego, iluminando levemente los ojos, lo suficiente como para que él viese pero no tanto como para que a la caeruleus le resultase extremadamente molesto, comenzó a descender.

El chrysos sabía que con toda probabilidad no se encontrarían con nadie hasta que viesen la auténtica entrada a la base. Entonces ya desconocía si habría alguien dentro o no, si habría alguna trampa o no, pero de momento solo tenían que avanzar hacia allí. Era una zona segura, de momento.

Desde fuera la casa parece vacía, por lo que entramos. Y, al menos en principio, la premisa de que está deshabitada se corrobora. Por supuesto, veo posible que haya alguien, que nos hayan visto o que nos ataquen por la espalda, cayendo del techo o de donde sea en cualquier momento, por lo que no bajo la guardia.

Lyam está actuando con mucha seguridad en todo momento. Es evidente que ha adoptado el papel de líder. No tarda en pedir que nos dividamos para cubrir la zona con más facilidad, y aunque nos han pedido que lo vigilemos acepto.
O quizás precisamente por eso.

Me dedico también a explorar la casa, buscando trampillas o cualquier sonido o señal que indique la presencia reciente de otras personas. Lo más adecuado suele ser fijarse en la capa de polvo del suelo y los muebles, que muestra pisadas o surcos de objetos cambiados de sitio.

Cuando Lyam nos llama no pierdo un momento, seria. Y cuando entro en la habitación, pese a su sonrisa, no me muestro más tranquila.

-Todo está muy tranquilo -acepto, con un leve asentimiento-. ¿También por ahí abajo? -inquiero, haciendo amago de asomarme para mirar un poco abajo, iluminando los ojos, antes que él empiece a descender.

Que él encontrase la puerta resulta hasta predecible, de alguna forma.
Tendré que estar especialmente atenta a partir de ahora a la determinación de su avance. Se lleva mostrando algo ausente desde que salimos, y esa sonrisa perenne no es que sea lo más tranquilizador.
No consigue parecer un gesto normal.

Bajo en segundo lugar, dispuesta reconocer la galería una vez llegue abajo. Quiero ver si solo hay un camino o varias direcciones a seguir.

Ben era consciente de que el chico sabía mejor que ellas lo que estaba haciendo. Parecía perezoso, como si estuviera rondando el lugar sin animarse a llevar a cabo su tarea, pero a la vez parecía tener bastante claro cada paso que daba. Ben, que no tenía muchas más opciones ni intención de oponerse a nada, se separó de los otros cuando el chico lo indicó, aunque manteniéndose en la planta baja para echar un vistazo a lo que el chrysos hacía si en algún momento tenía oportunidad. Claro que, con su facilidad para escabullirse y ser sigilosa, aquello no iba a suponer que el chico se sintiese observado. O no debería. De todas formas, se mantenía siempre en una habitación distinta y a una cierta distancia, aprovechando también para curiosear un poco.

Cuando las llamó, cosa que a Ben no le sorprendió demasiado viendo su actitud hasta el momento, dejó lo que estaba haciendo y se presentó ante él, que por supuesto había dado con la trampilla. Viendo que sus compañeros tenían total intención de llenar el túnel de luz, Ben decidió quedarse en la retaguardia, avanzando a cierta distancia tras la espalda de Alehyss para mantenerse en una zona un poco más oscura y, de paso, prestar atención por si alguien les venía detrás. Lo cual no parecía muy probable, pero no daba motivos para darlo totalmente por hecho.

El pequeño grupo avanzó con calma por el conducto. Pese a que no se encontraron con nadie en su recorrido, resultaba evidente que aquella no era la primera vez que alguien ponía sus pies en aquel lugar: el aspecto del conducto, pese a ser similar a una gruta, presentaba muestras de que había sido tratado artificialmente, con las paredes y el suelo menos basto e irregular, más pulido, liso y cómodo que lo esperado para una zona de tal naturaleza. El chrysos iba en cabeza, emitiendo una ligera luz que servía solo para iluminar sus propios pasos; caminaba con seguridad, la misma que había mostrado durante todo el viaje, desarmado y en silencio, apenas volviéndose de vez en cuando para comprobar que ambas chicas lo seguían. No parecía interesado en sus compañeras.

Llegado un punto, el muchacho se detuvo, y entonces sí, desenvainó el arma. Ante el grupo se alzaba una especie de puerta, ancha y alta, evidente entrada a un lugar que por la expresión y movimientos del chrysos tal vez resultase peligroso. A estas alturas ya resultaba evidente, a pesar de sus vagos intentos por ocultarlo, que o bien el chico había estado antes ahí, o que contaba con mucha más información que sus compañeras; su forma de hablar, calma, de mirar, ausente, y de andar, diligente, lo dejaban claro.

—Creo que ahora deberíamos tener más cuidado —murmuró, mirándolas un segundo, antes de volverse hacia la puerta para abrirla.

Ante ellos apareció entonces una estancia ancha, oscura y vacía a primera vista. Frente a ellos, y a ambos lados de la sala, nacían varios pasillos, amplios, que se continuaban hasta perderse de vista, bifurcándose algunos a mitad de camino, manteniendo una sola línea los que parecían más largos; la sala donde habían acabado parecía una entrada, la antesala a una enorme base que, pese a estar aparentemente vacía, parecía tener capacidad para albergar a un gran número de personas.

Todavía en la entrada, sin adentrarse en la sala, el chrysos observó a los lados, aumentando la luz que emitían sus ojos, tratando de buscar algo o alguien. No encontró nada, y por eso, tras echarles un último vistazo a las chicas, comenzó a avanzar, manteniéndose alerta, observando tanto a los lados como al techo o al suelo, buscando, atento. Fue cuando ya se había adentrado demasiado cuando los Horrdtes comenzaron a aparecer.

Salieron de las bifurcaciones de la sala, y con rapidez, el grupo de seis Horrdtes se lanzó contra los tres intrusos, dividiéndose en grupos de dos.

fdr. perdóon por la tardanza

Aunque Lyam no lleva el arma en la mano, yo sí lo hago. Me da igual lo tranquilo que se sienta en un lugar como este. No podemos saber si nos saltarán de pronto del techo, como pasó con nuestras copias en Ignis. Aunque, de hecho, la luz que arrojamos al pasillo no revela tampoco nada sospechoso.

Cuando alcanzamos una puerta Lyam reacciona al fin. El hecho de que se prepare es el que hace que aferre un poco más el mango de la kama, como esperando algo.
Le sostengo la mirada cuando se vuelve para hablarnos. Tengo ganas de preguntar cuándo ha estado aquí y cómo puede estar tan seguro de las cosas que podemos o no encontrar, pero supongo que no tengo que pensar mucho.
Es una base, al fin y al cabo. Dudo que viviese aquí con su madre. De todos modos, no sé si ha vuelto aquí hace tan poco como para prometer que no hallaremos nada.
Evidentemente no. Acaba de alertarnos, a fin de cuentas.

Lanzo una mirada fugaz a Ben, a mi espalda. Luego avanzo tras él.
Nos hallamos en una sala considerable. De ella nacen numerosos caminos, pero el entorno parece vacío. Me quedo quieta, escuchando, pero tampoco hay sonidos que revelen presencias humanas, una vez más.
Desde que hemos entrado nada alertaba de otras presencias. Y sin embargo...

Me detengo un momento, viéndolo avanzar.

-¿Sabes por cuál debemos ir? -inquiero, mirándolo fijamente, varios metros a su espalda-. ¿O simplemente lo revisaremos todo?

Ya que eres el guía, guíame. Me pongo en tus manos.

Pero no. Parece que no estamos solos. La primera de las siluetas que percibo me hace girar la cabeza en esa dirección. Y entonces agradezco tener el arma a mano.

-Horrdtes -siseo lo suficientemente alto como para ser oída. No tengo claro si Ben sabe a qué se enfrenta-. No dejes que te toquen.

Es como una mala broma. Recuerdo lo que pasó con Prosper. Mi último encuentro con ellos.
Esta vez son dos para cada uno. Qué apropiado.
Al menos no son cuatro.

Comienzo a girar la bola de la cadena, rápido, apuntando a ambos. Lanzo entonces un tiro horizontal, buscando enredarlos en la cadena. Aunque lo ideal sería capturarlos, me importa poco si simplemente lo evitan. Lo que necesito es que se descoordinen.
Ni siquiera tengo claro hasta qué punto son tangibles.

Si la cadena logra alcanzar a alguno invocaré un chrysantae y prepararé mi ofensiva. Si no funciona, sencillamente los estudiaré mientras vienen, buscando otra estrategia.

FdR- El dado tíralo como quieras XD Uno de los números es 2 y los otros 5 1 XD (Me huelo la respuesta XD)

Ben, que no tenía especiales ganas de someterse a la luz de los chrysos si podía evitarlo, avanzaba cubriendo la retaguardia, en silencio y a mayor distancia de ellos de la que ellos llevaban entre sí. Él, que sabía perfectamente por dónde se movía, las guiaba. A Ben lo le hacía mucha gracia la idea, especialmente teniendo en cuenta que era a quien debían vigilar. ¿Y si lo sabía? ¿Y si las guiaba hacia alguna clase de trampa? Ben, por supuesto, no podía saberlo, pero aquella situación de silencio y actitud marcial no acababa de convencerla.

Pese a todo, avanzaba. Y, aunque varios pasos por detrás de ellos, no estaba lo suficientemente alejada como para no oír las palabras de su compañero, que advertía cuidado. ¿Eso quería decir que era absurdo haberlo tenido hasta el momento? ¿Hasta qué punto sabía lo que les esperaba allí? Aquella vez, el trabajo parecía, por algún motivo, menos entretenido que la última. Pero seguía siendo trabajo, y Ben pensaba cumplirlo.

Para cuando se internó en la sala, sus compañeros ya estaban unos cuantos pasos por delante de ella, por lo que parecía un poco tarde para advertirles. De todas formas, Ben los puso sobre aviso.

-Cuidado, algo viene por los túneles -informó, pegándose a la pared y mirando a aquellos extraños seres con desconfianza.

Eran seis, y dos de ellos avanzaban hacia ella. Ben hizo amago de tomar la empuñadura de su arma, pero tras un estremecimiento, decidió no asirla. Asintió a la advertencia de Alehyss, sin tener muy claro el motivo. Aunque, por lo visto, aquellos seres tenían intenciones ofensivas, y es parecía motivo suficiente para mantenerse alejada.

Sin muchas opciones, Ben decidió que lo mejor que podía hacer era mantenerse en la distancia. Con un alfresnoiret, y pegada a la pared, probó a comprobar si los seres eran capaz de verla convertida en sombra y sin un contraste tras ella, desplazándose y valiéndose de su camuflaje para huir de ellos. Si los seres eran igualmente capaces de localizarla, seguiría avanzando sin el hechizo. Mientras tanto, como parte de su estrategia de mantenerse alejada, Ben lanzó un âchnam hacia ellos, tratando de distraerlos.

Lyam avanzaba con diligencia, seguro de que no se encontrarían con nadie en el camino a la entrada de la base, seguro de que tampoco hallarían trampas en aquella zona. Había pasado muchas veces por aquel camino, y nunca había visto en él nada que sirviese como defensa del cuartel subterráneo donde se alojaban; tampoco nada que sirviese para vigilar la posible entrada de enemigos. Al chrysos siempre le pareció que quien hubiese construido aquello estaba convencido de que nadie encontraría jamás ese lugar si no era acompañado por un miembro de la banda, pero también dejaba entrever cierta confianza en las capacidades de combate de sus seguidores, en la capacidad para defender aquel lugar de cualquier tipo de intruso; ahora, mientras desenvainaba el arma, le parecía que aquello solo era una muestra estúpida de arrogancia, una completa debilidad que entonces todos pasaron por alto.

—Creo que ahora deberíamos tener más cuidado.

Desconocía lo que podrían encontrarse dentro; a pesar de que aquel lugar no debía de estar en activo, tal vez sí se encontrasen con algún miembro que había decidido esconderse ahí, o con Mithos sabía qué.

Las miró a ambas, primero a la caeruleus y luego a la chrysos, a la que observó durante un segundo más, con los ojos fijos en los de ella, serio, seguro, pero de alguna forma más cálido de lo que se había mostrado durante el resto de la misión. Luego entró en la sala.

Todo era exactamente igual a como lo recordaba, pero completamente diferente a la vez. El chrysos observaba a su alrededor con relativo interés, como si recordase como era aquel lugar antes, cuando todavía había gente en sus pasillos y el ruido era constante, cuando nada más entrar te topabas con dos o tres compañeros que charlaban animadamente sentados en el suelo acerca de los entrenamientos y las futuras misiones y que nada más verte corrían para ayudarte o bien a cargar con la mercancía o a trasladarte cuando estabas herido o, en las pocas ocasiones, a avisar sobre un posible ataque y a preparar las defensas después de que tú les avisases de una posible amenaza que nunca llegaba, sin embargo, a bajar a la base.

—Los pasillos llevan a habitaciones. Cada una es diferente —murmuró, volviéndose hacia la chrysos—. Si venimos a investigar, deberíamos ver la mayoría de ellas.

La miró un segundo más, antes de volverse y avanzar, atento por lo que pudiese ocurrir, decidido a internarse por el primero de los pasillos. Fue entonces cuando los Horrdets aparecieron, veloces, dirigiéndose en grupos de dos hacia los tres guerreros.

El chrysos, al ver venir a ambas bestias, recordó durante un segundo el rescate de Silvanus, el peligro que suponían los Horrdets y la velocidad con la que, al menos, se había movido aquel contra el que se había enfrentado. Al igual que en aquella ocasión, se lamentó de no tener una arma que atacase a distancia como la kusarigama de Alehyss, mucho más segura que la daga o la espada que él tenía, o la magia de la caeruleus, también más segura que la suya propia. Retrocedió varios pasos al ver venir a ambas bestias, rápido, al tiempo que colocaba la espada en una posición defensiva, preparado por si alguna de las bestias atacaba. Cuando al menos una de las bestias se acercase lo suficiente, el chrysos trataría de desplazarse hacia un lado, saliendo de la trayectoria del Horrdet, y al momento intentaría cortarle, tal y como había hecho en Ignis. Lo importante, sin embargo, no era tanto golpearlas él como impedir que ambas bestias lo tocasen; había varias cosas que el chrysos sabía que no olvidaría nunca, y una de ellas era el aspecto de Prosper después de que uno de los Horrdets le consumiese el alma y todo lo que sucedió después.

No quería que se repitiese.

fdr. mañana por la tarde actualizo.

La ofensiva de la chrysos funcionó, y al momento ambas bestias estuvieron enredados en la cadena de la kusarigama, revolviéndose, intentando liberarse del agarre. El inmediato chrysantae de la muchacha no tuvo, sin embargo, el mismo éxito, y aunque el hechizo, gracias al material de la cadena, logró llegar hasta ambas bestias, estas no sintieron más que un débil cosquilleo.

En lugar de optar por una ofensiva directa, la caeruleus decidió comprobar si podía esconderse de las bestias. Así, tomando la apariencia de una sombra, la joven empezó a moverse, camuflándose en el ambiente de ambos Horrdets, que no parecían distinguirla. Ambas bestias amagaron por dirigirse hacia ambos chrysos, pero el impacto del âchnam convocado por Ben en uno de ellos les hizo detenerse, buscando en la oscuridad a la caeruleus.

El chrysos también vio cómo su ofensiva funcionaba, logrando con su velocidad desplazarse antes de que uno de los Horrdets lo atacase y pudiendo cortar con un rápido movimiento el brazo que dicha bestia había alzado hacia él. La bestia amagó un retroceso, confuso, al igual que su compañera, que dudó entonces entre lanzarse o no.

Las bestias, las seis de ellas, no parecían especialmente fuertes, sino que parecían débiles, cansadas. Se movían con una lentitud inusual para las de su especie, y sus movimientos, los escasos que habían logrado hacer, eran torpes e inexactos, como si ya antes de empezar el combate estuviesen faltos de energía.

A Ben no le pasó por alto cómo, a pesar de su aspecto, tan sombrío como el de la propia chica, las bestias parecían incapaces de distinguirla en las sombras, y se sintió algo más segura por ello. Continuó, pues, con su estrategia de camuflaje, poco dispuesta, en aquella ocasión, a ser el centro de todas las miradas.

No le sabía bien dejar todos los males a sus compañeros. Dudaba que aquello tuviera nada que ver con servir a Brontë, y sabía que sin sus compañeros sus posibilidades de supervivencia se reducían drásticamente. Por eso, pese a todo, atacó. Y eso llamó de nuevo la atención de las sombras hacia ella, provocándole un escalofrío.

Su magia no era buena. Su puntería era aún peor. Seguía sin atreverse a dar uso a su arma y tocar a las sombras, había dicho Alehyss, no constituía una opción. Decidió, pues, convertirse en un elemento de distracción.

Se movía en las sombras en silencio. Se desplazaba aprovechando sus capacidades de sigilo para evitar que las sombras la localizaran. Y, cuando veía que sus compañeros se veían asediados, lanzaba un âchnam a la sombra que estuviera dando problemas y cambiaba de posición para no ser localizada.

Fdr- soy support 8D

Aunque la segunda parte de mi ofensiva no resulta muy letal, al menos he acertado con la primera. Y viendo que los enemigos no parecen demasiado poderosos, prestando atención a ese detalle, que podría significar que están faltos de alimento o que han luchado anteriormente, me lanzo, aprovechando que los he enredado. La mano armada se desplaza velozmente, buscando realizar un corte diagonal que seccione lo que sería la cabeza del primero de los horrdtes, mientras que con la izquierda tiro de la cadena hacia mí para mejorar el agarre y evitar que se deshaga.

Lo más importante es que me mantenga alejada de la gema de sus manos, incluso aunque deba liberarlos para poder alejarme completamente. Si en algún momento veo que pierdo terreno, sacrificaré mi capacidad ofensiva en pos de generar una distancia entre ellos y yo. Pero mientras los tenga enredados en mi cadena, aprovecharé esa ventaja para tratar de acabar con ellos, impidiéndoles con ella que tengan libertad de movimiento.

FdR- Siento la cutrez, pero estoy algo enferma y no me da mucho la cabeza XDU

Al ver caer el brazo de una de las bestias, el chrysos sonrió, satisfecho, y al momento continuó con su ofensiva, aprovechando el momento de duda que ambas bestias tuvieron. Así, con un movimiento veloz, el chrysos buscó atacar a la bestia a la que ya había rebanado el brazo, buscando esta vez su cuello, intentando terminar con ella con un golpe rápido y certero que le seccionase cabeza.

Independientemente del éxito de su ataque, nada más realizar el movimiento el chrysos retrocedería, alejándose con rapidez de la otra bestia, preparándose para esquivar o defenderse con la espada de algún posible ataque. A pesar de que terminar con el otro Horrdet sería satisfactorio, lo primordial era evitar que alguno de los dos llegase a tocarlo.

La torpeza y lentitud de las bestias resultaba extraña, y de alguna forma invitaban a tener menos reparo, pero seguían siendo Horrdets, y los Horrdets eran peligrosos, y él tenía que terminar varias cosas antes de dejar que un bicho chungo le quitase el alma.

Resultaba evidente que las habilidades de los guerreros eran superiores a las de los Horrdets, que encajaban todos los golpes de los muchachos. Así, las ofensivas de ambos chrysos resultaron satisfactorias, logrando ambos rebanar la cabeza de dos de sus enemigos. Todavía enredado en la cadena de la muchacha, el Horrdet restante se revolvió, intentando liberarse, sin éxito; mientras, a unos metros, el Horrdet al que se enfrentaba el chico retrocedió, probablemente asustado.

Mientras tanto, desde las sombras Ben se encargaba de mantener a raya a los dos Horrdets restantes, evitando que estos se sumasen a los combates que sus dos compañeros libraban ahora mismo. Los Horrdets a los que la caeruleus se enfrentaban se mostraban extremadamente confusos, avanzando y retrocediendo, buscando sin resultados a quien les estuviese atacando.

Ben se sentía algo más tranquila a medida que veía que el peligro del que Alehyss le había advertido no era tanto. Después de todo, las criaturas no parecían muy avispadas, así que no había mucho que temer de ellas. O al menos, eso parecía. Sus compañeros, más experimentados, ya habían acabado con un par de ellas, y Ben veía cómo la ventaja numérica de sus adversarios no era un problema para ellos.

Por su parte, no iba a arriesgarse más que lo justo. Se sentía protegida, y por lo visto, podía seguir ganando tiempo. Continuó con su estrategia, escurriéndose de un lado a otro, atacando a sus enemigos desde distintos puntos y sin separarse de la pared, siempre desde lejos y con magia. No veía motivos para acercarse.

El primero de los dos cae sin demasiado esfuerzo. Llega a sorprenderme la facilidad con la que lo he conseguido, pero no me lo tomo con menos seriedad contra el segundo. Todavía lo tengo atrapado y, de nuevo, como con el anterior, me lanzo a cortar, a decapitar otra vez. Son más fáciles de cortar que otros seres vivos, por lo que he podido averiguar con la experiencia.
No tengo claras sus funciones vitales, por otra parte. No sé cómo se reproducen, por ejemplo, o si se relacionan entre sí. Me resultan unos seres extraños.

Si mi primer ataque falla procuraré, manteniéndome siempre lejos de sus garras, lanzar otro al cuerpo, que lo corte en dos. Si acabo con él, sin embargo, procederé a apoyar a mis compañeros.
Lyam parece estar llevándolo bien, de momento, por lo que he podido ver. A Ben, por otra parte, no puedo ubicarla tan bien desde donde me encuentro, pero diría que las cosas, por ahora, están saliendo mejor de lo que esperaba en un principio.

Tampoco debo confiarme por esto. No hemos acabado aquí. Esto puede ser solo una primera prueba.

Resultaba sorprendente la facilidad con la que los bichos caían, pero no por ello el chrysos pensó en relajarse, consciente de que, pese a su debilidad, seguían siendo Horrdets y que, por tanto, constituían, al menos a sus ojos, un peligro mayor que otras bestias. Además, cuanto antes terminasen con aquello, mejor. No quería enzarzarse en un combate eterno.

Así, tras comprobar que la inmediata reacción del Horrdet había sido retroceder, el chrysos se lanzó contra él, aprovechando lo que debía de ser un momento de duda o miedo de la bestia. Su objetivo era el mismo que el de antes: en vez de buscar cortar el brazo como había hecho al principio con el primero de los Horrdets, el chrysos, aprovechando que ahora conocía la lentitud y torpeza de los Horrdets, buscó cortar el cuello de la bestia, decapitándolo en un movimiento horizontal rápido y seguro. Si la ofensiva no funcionaba, intentaría, siempre atento a las garras de la bestia, un nuevo corte; si funcionaba, sin embargo, se lanzaría contra los otros Horrdets, esos que parecían tan confusos y que no habían hecho, de momento, nada. Contaba, en el segundo de los casos, con que las bestias no se esperasen un ataque por su parte, y pensaba que, tal vez, podría acabar rápidamente con una de ellas.

De nuevo, los ataques de los chrysos tuvieron los resultados deseados, y ambos Horrdets acabaron decapitados, dejándolos libres para dirigirse hacia los dos restantes, que estaban, como habían estado desde el principio, siendo asediados por los hechizos de la caeruleus. Ambas bestias restantes seguían mostrándose confusas: sus movimientos eran dudosos, sus intenciones se debatían entre seguir buscando o alejarse, centrarse en los otros dos guerreros, dejándolos en una posición intermedia donde ni abandonaban la procura de Ben, ni llegaban a encontrarla.

Aquella situación probablemente ayudó a que los chrysos no tuviesen problemas para sorprenderlos, atacarlos, y derrotarlos. La ayuda de los hechizos de la caeruleus, que continuaban apoyando las acciones de sus compañeros tal y como habían hecho hasta ahora, sirvió para mantener la confusión de las bestias y rompió sus pobres intentos de defensa. No fue un combate complicado, aquel, y pronto los tres guerreros se vieron solos en la estancia, con las capas que quedaban de lo que habían sido los Horrdets en el suelo como el único recuerdo del combate.

Tenían ahora ante ellos dos opciones: dividirse para explorar, o continuar su misión juntos. Los diferentes caminos en los que la sala se bifurcaba parecían indicar que se encontraban dentro de una base de gran tamaño. No obstante, tenían tiempo. No parecía que su presencia hubiese alarmado a nadie, no parecía que nadie fuese a ir a buscarlos. Los únicos peligros a los que se enfrentarían, por tanto, serían aquellos que se encontrasen ya dentro del lugar.

No tardamos demasiado en acabar con los dos restantes, tras encargarnos de los nuestros. Contemplo cómo los restos de las bestias terminan en el suelo exánimes. No tengo claro qué da vida a una capa, o si el ser es simplemente el que la habita, porque todos parecen tenerla. Quizás es como la carcasa, como la concha de un cangrejo, que dura más que la carne que la llena.

Pese a todo, no me relajo. Miro al rededor, busco entre las sombras, en el techo, iluminando ahora mi cuerpo, por completo, y apuntando con los ojos a los diferentes rincones. Llego a pedir a Ben que mire ella, apagándome. Con su visión a oscuras la eficiencia será mayor.
Pero estamos solos, al parecer.

No enfundo el arma, pero sí la repliego.

-Esas bestias eran extrañas. Más débiles que las últimas -murmuro, mirando a Lyam un momento. Me vuelvo entonces hacia Ben, comprobando que no ha sido herida sin mediar palabra-. Debemos continuar.

Podemos dividirnos o seguir juntos. Por suponerse que este lugar está abandonado, la idea perfecta sería que nos dividiésemos. Aunque eso reduciría nuestra fuerza.
A mí no se me da especialmente mal pasar desapercibida, y mis compañeros en esta misión tampoco son especialmente ruidosos, pero si hubiese alguien, que aunque sea improbable es posible, ya habría escuchado el combate y podría estar esperando tranquilamente para girar en la butaca de alguna habitación cuando uno de nosotros entrase, en un golpe de efecto.
Ese no es el mayor problema. Se supone, más allá de todo eso, que debemos mantener a Lyam vigilado.

Miro a mis compañeros, primero a ella y luego a él.

-Creo que, al menos en principio, deberíamos ir juntos. Nada indica que no hubiese más bestias como esas. Y aunque no eran muy poderosas, es posible que de tratarse de nuevo de seis contra solo uno no saliésemos tan bien parados. Además, si lograsen vencer a uno de nosotros, esa persona no tendría forma de llamar al resto ni de salir de aquí por su propio pie.

Se convertiría en una carcasa humana. Un recién nacido gigante.
Aunque ese motivo solo pretenda convencerlos de la necesidad de seguir juntos, es una realidad a la que atenerse. Me resulta desagradable la idea de que algo como eso pudiese pasarme.
Confío en mis capacidades, pero estas no siempre son suficientes para salir con vida de todas las situaciones.

Cuando sus compañeros acababan con los horrdtes que los asediaban, Ben vio que se dirigían a por los que ella mantenía confusos. No tardaron mucho en acabar con ellos. Parecían acostumbrados a aquella clase de enfrentamientos, así que Ben no tuvo que hacer más que dar un apoyo parcial desde las sombras. Y, cuando las bestias cayeron, dejó de usar el hechizo que la mantenía oculta, ofreciendo a ambos una amplia sonrisa.

A petición de Alehyss, y aprovechando que le cedían una agradable oscuridad, Ben exploró rápidamente la zona para asegurarse de que nadie ni nada los acechaba. Con su habitual sigilo y siempre con cautela, recorrió toda la sala con la mirada, asomándose también a los túneles por si distinguía en ellos algo de interés. No encontró ningún motivo de alarma.

Mientras su compañera hablaba, Ben se dedicó a examinar a los extraños caídos, usando la tela de su ropa para tomar gemas que habían quedado por el suelo, con los cuerpos. Miró a Alehyss y asintió, aún con su sonrisa bien amplia.

-No tenemos prisa -apuntó-. Y además, puede que haya algo o alguien por ahí que haya dejado así de raros a estos bichos. A mí no me gustaría quedarme igual que ellos.

FdR- Como buena ratilla, Ben recogerá todas las gemas si sus compañeros no lo hacen, eh, Alehyss, eh.

Aún cuando terminaron con las bestias, el chrysos mantuvo una especie de tensión en sus movimientos, atento, todavía, a su alrededor, que observaba con especial interés, buscando desde su posición algo que indicasen que estaban solos. No obstante, cuando Alehyss pidió a la caeruleus que explorase, Lyam, tras un momento de duda en el que observó primero a la chrysos y luego a Ben, apagó la luz que emitía, y esperó, paciente, a que la muchacha informase.

No parecía haber nada, pero el chrysos no enfundó el arma. Lo que sí hizo fue acercarse a los restos de los horrdets. Recordaba que hacía tiempo había buscado información sobre aquellas bestias, y ahora que por fin se encontraba ante lo que quedaba de ellas no iba a marcharse sin, al menos, comprobar qué había debajo de las capas. Utilizando la espada, el chrysos movió las telas, descubriendo que bajo ellas no quedaban más que las gemas. Ben, que también se había acercado, las estaba recogiendo con la tela de su propia ropa; él hizo lo mismo, pero en vez de guardar todas las que la caeruleus no había cogido, le tendió, mirándola desde el suelo con gesto interrogante, una de ellas a Alehyss.

—Mucho más débiles que las últimas —murmuró, una vez estuvo en pie, dirigiéndose a la chrysos. Frunció un poco el ceño—. Tal vez fuesen jóvenes, o a lo mejor simplemente llevaban mucho tiempo sin comer o algo así.

Él no sabía mucho acerca de aquellas bestias. Lo que había buscado en el pasado no le había descubierto demasiado, no le había servido para nada. Pero aquellas eran las únicas opciones que se le ocurrían; dudaba que alguien los hubiese hechizado para volverlos más débiles.

Lyam observó la estancia en silencio, posando su mirada en las entradas de los diferentes pasillos que había a su alrededor. Podían, ahora, ir juntos o separados. Juntos podrían defenderse mejor de las posibles bestias que ahí hubiese; pero separados terminarían antes, y separados cada uno podría ir a donde quisiese. Él sentía especial interés en algunas salas, salas que con total seguridad no guardaban ningún tipo de secreto o bestia, nada que a la líder piscis podría resultarle interesante. Si se separaban, podría permanecer más tiempo en ellas; de ir juntos, lo lógico sería avanzar sin detenerse en ellas.

Pese a todo, en cuanto escuchó las opiniones de sus compañeras, no se opuso. Cuando Alehyss lo miró, él le devolvió la mirada, frunciendo levemente el ceño, en un gesto que no parecía ni molesto ni confuso, y asintió lentamente, apartando la mirada después hacia Ben.

—No creo que haya nadie. Este sitio parece bastante abandonado. Pero sí es más seguro ir juntos. —De reojo, miró a la chrysos, apenas un segundo—. Con un poco de suerte, no obstante, no nos encontraremos con más bichos de estos.

Con la espada, señaló las capas de los Horrdets.
Y luego, comenzó a avanzar.

Una vez decidieron mantenerse unidos, el grupo comenzó a avanzar, adentrándose en el lugar. A diferencia de antes, el chrysos no caminaba muy por delante de las chicas: aunque seguía manteniendo  una actitud de liderazgo, manteniéndose apenas un par de pasos por delante de ellas, el chrysos se detenía ahora a escuchar las opiniones de sus compañeras, decidiendo en base a estas qué pasillo tomar y hacia dónde girar. El grupo avanzaba así guiado por las opiniones de los tres, descubriendo en su investigación un laberíntico lugar deshabitado, con síntomas de llevar tiempo abandonado. Varios de los pasillos por los que caminaron se bifurcaron, y al tomar esas bifurcaciones el grupo descubría pequeñas salas oscuras, bajas y sin ventanas, llenas de literas y baúles, todos ellos vacíos: el polvo se acumulaba en las esquinas, y las paredes, el techo y hasta el suelo presentaban grandes manchas de humedad. En aquellas salas no descubrieron nada, y apenas se detuvieron en ellas. El chrysos, a pesar de su semblante serio y de la diligencia con la que avanzaba, en una ocasión observó con gesto perdido la estancia en la que se encontraban, olvidándose momentáneamente de inspeccionar la sala; no volvió, no obstante, a repetir aquello, y pronto el grupo llegó a un lugar más amplio e interesante.

La estancia en la que se encontraban era igual de oscura que las habitaciones, y también presentaba profundas marcas del paso del tiempo. Había, no obstante, un algo que parecía indicar que aquel lugar había sido importante: no había camas, no había baúles; en su lugar, el grupo se encontró con una especie de despacho: una mesa, sillas, armarios de madera, ahora húmeda, cerrados. El chrysos alzó las cejas, y en su expresión las chicas, si miraban, podrían ver por primera vez curiosidad y un atisbo de sonrisa.