Las bases pt1

Pronto emprendieron la marcha de nuevo, y en aquella ocasión, como hasta entonces, Ben se mantuvo en la retaguardia, tan lejos como podía de la luz que emitían sus compañeros sin que eso supusiera quedarse atrás. Junto a ellos, revisaba todas las salas, claras habitaciones de los que allí habían vivido. No quedaba nada.

En cambio, cuando llegaron a la sala más grande, Ben sí pudo ver un cambio que le hizo esbozar una sonrisa. En aquella ocasión, al menos a simple vista, había algo diferente, y eso significaba novedades que investigar. Sin esperar a sus compañeros, echó a andar hacia uno de los armarios, tan entusiasta como siempre.

FdR- Ben tiene la habilidad de abrir cualquier cerradura.

Lyam corrobora lo que ya he dicho. Es cierto. No me las he visto con esta clase de seres más que dos veces, pero no hay comparación de unos con otros. Me informaré más a fondo cuando regrese a Brontë. No tengo claro a qué se debe eso. Cualquiera de los motivos que Lyam expone, y alguno otro, me parecen válidos.

Me tiende una de las gemas que iban en las manos de las bestias. Es cierto que no tengo claro su valor, aunque, dado que también Ben se ha hecho con varias, no descarto que sirvan de algo. Y no creo que sea un excesivo lastre en caso contrario.
Acabo por aceptarla con un asentimiento suave y un gracias, mirándolo.

En cuanto nos hemos asegurado de que todo marcha bien, volvemos a ponernos en movimiento. Al final la propuesta de mantenernos juntos es la que rige. Lo hará todo algo más lento, pero más seguro. Y es más fácil que no nos pasemos nada por alto.
Aunque para mí el motivo principal es mantener a Lyam vigilado. No me gusta hacerlo. Solo sigo órdenes.
De hecho, si lo tengo vigilado en todo momento y no hace ninguna locura absurda es más fácil que la respuesta sea positiva. No querría verlo en problemas.

La mayor parte de las estancias que nos encontramos habían sido dormitorios. Es interesante ver la capacidad de albergar personas que ha tenido este sitio, aunque ahora esté vacío, en apariencia. El polvo y la humedad dicen que nadie ni nada ha venido por aquí en un tiempo.
En general, la investigación es bastante plana hasta que alcanzamos un cuarto más grande y diferente al resto. Con los ojos iluminados, recorro las diferentes partes, buscando todo lo que destaque a primera vista.

Ben se dirige a uno de los armarios y yo, como rutina, busco cualquier presencia de peligro posible: algo en el techo o en algún punto ciego o esquina, o quizás bajo algún mueble. En caso de no encontrarlo, me acercaré también a uno de los armarios, ya que Ben lo ha hecho primero con otro.
Pero la oreja a la madera antes de proceder. Quizás parezca neurótica, pero ya me he metido en problemas varias veces por no tomar precauciones. Luego extrayendo el puñal de la quimera de Prosper de la ropa, trato de usarlo para forzar la cerradura, dirigiendo antes una mirada a Lyam, buscando alguna respuesta que me alerte de no hacerlo o algo semejante.
Quizás no sea tan hábil como parece serlo ella abriendo puertas, pero es posible que hacer palanca en el punto indicado valga para que la madera ceda. Es bastante vieja.

No encontraron nada en su avance. Allí donde podría haber enemigos, no había más que polvo y humedad, y donde podrían haber encontrado cualquier tipo de efecto personal solo encontraron baúles vacíos y literas sin nada que esconder. Y pese a que aquello era lo que esperaba encontrar cuando los enviaron allí, el chrysos no podría sentirse ligeramente aturdido, confuso por la extraña imagen que aquel lugar tan conocido presentaba. Aunque cuando él había estado allí el lugar no albergaba a tanta gente como las literas daban a entender, entonces aún había gente, y ruido, y movimiento, y en todas las habitaciones uno siempre podía encontrar algo interesante al cruzar las puertas: libros desperdigados en los colchones, armas en los baúles, gente discutiendo en las literas, hablando sobre cuál sería su siguiente misión o sobre sus entrenamientos, gente limpiando, afilando las armas, cubriendo informes, dibujando quiénes sabían los rostros que imaginaban que tendrían aquellos a los que les habían mandado seguir. Él nunca había sido muy bueno con el dibujo, pero varias veces había visto a Guillem esbozando caras que luego poco tenían que ver con las personas que buscaban (pero a nadie le importaba que no se pareciesen; había muy pocas cosas que hacer ahí abajo encerrados).
Resultaba raro ver que ya no quedaba nada de aquello.

Una de las habitaciones en las que se adentraron no era un dormitorio, ni tampoco un lugar en el que el chrysos hubiese estado alguna vez. Se trataba de una sala amplia, ancha, igual de oscura que el resto de las estancias, pero con un aspecto más importante, diferente. Aún desde el umbral de la puerta, con los ojos ligeramente iluminados, el chrysos supo dónde se encontraban, y sin poder evitarlo sus labios se curvaron en una tenue sonrisa y sus ojos adquirieron un brillo curioso. Estaban en lo que antes había sido la sala donde los jefes se reunían y discutían y debatían y marcaban los planes que luego la gente como él seguiría. Había oído hablar de aquel sitio, todos lo habían hecho, pero nunca había conseguido el permiso para entrar ahí, y lo poco que realmente sabía de aquel lugar lo sabía por Dena. Tal vez por eso, no tardó mucho en seguir a la caeruleus, dispuesto a explorar. Lo primero que hizo, antes de adentrarse en la estancia, fue buscar, atento, cualquier tipo de peligro: trampas, bestias, algo escondido en alguna de las esquinas. Alehyss hacía lo mismo, y no parecía haber nada, al igual que en el resto de las salas.

Cuando Alehyss lo miró, se detuvo, clavando un segundo los ojos en los de la muchacha, ladeando un poco la cabeza y frunciendo levemente el ceño. Se acercó él también entonces a uno de los armarios, uno próximo al de la chrysos, y al pasar por su lado, murmuró, mirando al frente:

—No he estado en esta sala antes...

Desenfundó el puñal. Pegó la oreja a la madera del armario que había seleccionado, y durante unos segundos esperó, escuchando el silencio. Luego él también se dispuso a forzar la cerradura, con menos facilidad que la caeruleus, que parecía no tener problemas para abrir ninguno de los muebles que allí había.

Pronto el grupo terminó de inspeccionar la habitación, que se mostró tan vacía como el resto de los lugares que habían inspeccionado: así, mientras abrían los armarios, la caeruleus sin ningún tipo de esfuerzo y ambos chrysos como buenamente podían, nadie apareció en la sala, ni tampoco nada apareció en la mayoría de los muebles que abrieron: en buena parte de ellos, al igual que en las habitaciones, solo se encontraron con polvo acumulado, y en aquellos donde parecía que alguien hubiese olvidado algo solo se toparon con pergaminos en blanco, prueba de que allí, una vez, hacía ya mucho tiempo, alguien había estado, probablemente escribiendo, pero prueba que ahora a ellos de poco les servía.

La inspección continuó un rato más. El lugar era amplio, lleno de habitaciones que se revelaban como zonas de descanso o zona de entrenamiento, diferenciadas estas últimas de las primeras por el amplio tamaño que tenían y por la casi total ausencia de mobiliario que presentaban, solo guardando armarios de armas ya vacíos en su interior.

El grupo no tardó en volver sobre sus pasos, abandonando el lugar. Antes de retomar la marcha a Brontë, si las chicas se fijaban, podrían ver cómo el chrysos se detenía apenas un segundo a observar aquella pequeña casa que servía como entrada al abandonado mundo subterráneo del que acababan de salir.


Ben

Spoiler:

Alehyss

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Lyam

Spoiler: