Ser Lallyd de las Tierras Altas

Los aires arrogantes de Lallyd resultaban evidentes incluso en la distancia. Esperaba a Frikka de pie, apoyado en su lanza, con los ojos entrecerrados y una expresión adusta en el rostro. Las quejas, así como su desprecio a Frikka, no tardaron en hacerse notar.

-¿Me lo estás diciendo en serio? -recriminó, mirándola como si no se creyera que la tenía delante-. ¿De verdad que, después de años de pasar por alto mis capacidades, esto es lo único que Brontë va a ofrecerme? -. Soltó una carcajada jactanciosa-. Vaya, parece que dejar en ridículo a esos elitistas va a ser aún más sencillo de lo que creía. Bueno, niña, ¿estás segura de que quieres llevarte una paliza? No voy a ser más suave solo porque seas una chica.

Tomó la correspondiente distancia y la apuntó con su lanza. Puso los ojos en blanco, con aire aburrido.

-En fin, terminemos con esto para que puedas volver rápido a llorar a esa pocilga a la que llaman palacio -la apremió.

Es verlo a lo lejos y ya tengo ganas de decirle algo. Pero me contengo porque he de honrar a Brontë, o alguna mierda así.
La verdad es que después de lo de Memphys me daba palo meterme en algo, pero esto me ha parecido una buena opción. Aunque es un crío...
No ha abierto la boca ni dos segundos y ya estoy modificando mi imagen de él: crío de mierda. La precisión es importante.

-¿De qué guardería te han sacado, tío? -inquiero, alzando las cejas, pero no el tono. Estoy bastante tranquila, aunque no menos despectiva que él-. Te voy a patear el culo y luego te disculpas, ¿te parece?

Desenvaino, clavando los ojos en él. Por favor... ¿Y esto es trabajo? Me está enervando.

-Me estás aburriendo -gruño-. Déjate de charlas.

Comienzo a acercarme despacio, evaluándolo, aunque nunca rebasando la punta de su lanza con la de mi katana. Con un arma tan larga necesito pillar buena distancia.

Frikka no había hecho más que empezar a hablar, pero el jovencito que tenía ante sí ya tenía la cara completamente roja de indignación. Los nudillos, por efecto de la presión con que apretaba su arma, se le volvieron blancos, y empezó a temblarle el mentón, presa del repentino ataque de ira.

-¡¿Pero cómo te atreves a hablarme así?! -chilló, sin poder evitar que un gallo se le cruzase en la garganta-. ¡¡Te voy a enseñar a respetar a tus superiores, pordiosera malcriada!!

Las palabras de Frikka no consiguieron sino provocarlo, y acabó por lanzarse rápidamente a por ella. En un momento la enfrentaba, rozando el filo de su lanza con la katana de la chica, antes de apartarla con un fuerte golpe y lanzarse directo a por su pecho, con una torva sonrisa.

-¡Vas a tragarte cada una de tus palabras! -amenazó con voz maligna.

Cuando se le va la voz no reprimo el resoplido burlón. ¿A quién llama cría este niño imberbe? Si ni le habrán salido pelos por ahí abajo todavía.
¿Respeto, dice?

-Enséñatelo a ti mismo, en ese caso. No eres más que un niñato. Deberías esperar a que te cambie la voz para desafiar a nadie, ¿no lo crees, virgen?-. Eso siempre les duele.

Se lanza contra mí enseguida. Así que sucumbe a las provocaciones. De acuerdo... Qué suerte.
Me impulso hacia la izquierda enseguida, buscando evitar ese golpe tan directo, enviándole un garves y avanzando yo misma para lanzar un corte descendente a su mano derecha, jugando con las muñecas para hacer un aspaviento menor.

Niños... Qué poco me gustan.

Lallyd no parecía poder reflejar más furia en su rostro, pero de hecho, a cada momento su ira parecía aumentar un poco más. Sus movimientos eran rápidos, desde luego, pero también tensos. Y, cuando se vio ciego, no pudo sino cambiar de rumbo rápidamente para evitar recibir más daños.

-¡¡¿Y me lo dices tú, mocosa?!! -chilló cuando hubo ganado cierta distancia, furibundo-. ¡¡No necesito que me ciegues con sucios trucos baratos de taberna para no verte las tetas!! ¡¡Porque no hay nada que ver, por si tu cabeza sin cerebro no lo ha entendido!! ¡¿Y quién iba a querer que le calentara la cama una cría como tú?!

Retrocedía raudo, siempre con la lanza por delante. Cuando recuperó la vista, frunció el ceño y le lanzó un flagrare al pecho, antes de lanzarse de nuevo de frente.

Pero cómo chilla el cabrón. Me va a levantar dolor de cabeza.
Al menos ha evitado el primer golpe. Ya me reiría yo si cae a la primera. Empezaría ahora y no dejaría de hacerlo en días. En su cara.

¿No verme las tetas? ¿En serio? Dejo ir una carcajada, jocosa. Por favor...

-¿Habrás visto alguna teta en tu vida, tú? Bueno, la de tu madre, claro, que ha debido de dártela hasta hace poco-. Ensancho la sonrisa, burlona-. ¿Cama? Si tiene barrotes se llama cuna, tolay -le espeto.

Le envío un âchnam cuando aún está ciego y me aparto de la trayectoria de su hechizo en diagonal cuando lo invoca, lanzándome enseguida hacia delante para recortar distancias. Estoy preparada para invocar un benri en cuanto ataque para dejarlo a cuadros y rebasar su lanza para lanzar una estocada a su vientre.
Capullo.

Lallyd sintió cómo el hechizo pasaba a su lado, pero era evidente que la puntería de Frikka no era su mayor cualidad. Por otra parte, la de Lallyd tampoco era gran cosa, y no le costó evitar el hechizo del chico.

-Sí, ya he entendido que tú aún duermes en una cuna. Hablaba de camas ajenas, idiota -replicó, tratando de ganar compostura estirándose, muy digno, haciendo con la lanza una elegante floritura en el aire..

El chico contaba con encontrar el filo de Frikka en su camino, y no pudo evitar un claro desconcierto cuando ella desapareció ante sus ojos. Aunque en un primer momento no la viera, sí sintió claramente cómo su filo le cortaba la ropa y la piel, y se llevó una mano al torso, para encontrarla llena de sangre.

Se volvió a ella, incrédulo.

-¡¿Cómo te atreves?! ¡Esto te saldrá muy caro!

Cargó de nuevo, apretando los dientes, haciendo caso omiso de la herida.

Vaya un imbécil. Y, para colmo, tiene tiempo para hacer ribetes con la lanza. Muy bien. Me la sudan sus aires de estirado. Habría que ver de dónde sacan a estos para poder exterminarlos, por favor...

No le sigo el rollo con lo de la cuna y parece que sí lo sorprendo un poco más con mis habilidades. Incluso llego a alcanzarlo, pero no se pone a llorar como el crío que es. Aunque en lo personal diría que poco le falta.

-¡¿Que cómo me atrevo?!-. Afianzo el cuerpo, preparada para reaccionar al ataque, indignada-. ¡Creí que habías venido a luchar, no a lloriquear! -le espeto.

Venga, vamos a enseñarle a este niñato la diferencia entre un guerrero de Brontë y un mindundi como él. Espero al último instante para salirme de su trayectoria, pivotando sobre la derecha para apartarme hacia ese lado, girando la katana en las manos con un movimiento de muñeca para lanzar un golpe a su cabeza en cuanto me rebase, en diagonal. Que una cosa es que sea imbécil y otro matarlo, claro.

Lallyd no parecía poder estar más furioso.

-¡¡No estoy lloriqueando!! -se quejó mientras se acercaba.

Frikka ya lo esperaba, por supuesto, y no tuvo mayores problemas para evitar su golpe. Sin embargo, el chico tampoco iba a ponérselo tan fácil, y cambió el rumbo de su carrera en un instante, permitiéndose así mantenerse a la altura de ella. Con la lanza, paró el golpe dirigido a su cabeza, y luego aprovechó la distancia que esta le ofrecía para recorrer con ella el filo de la katana, concentrando un instante su fuerza para golpear la base de la misma.

Dirigió a Frikka una sonrisa entre burlona y maliciosa. Mientras, la sangre seguía tiñéndole la ropa.

Aprieto los dientes cuando lo veo reaccionar. Parece que no me puedo quejar del todo de su incompetencia. Pero eso no lo diré, claro. No se vaya a creer que es un guerrero que vale la pena, o algo como eso.

Cuando me intercepta tengo que pensar deprisa. Termino por impulsarme hacia atrás todo lo rápido que puedo, buscando que mi hoja resbale también contra su lanza antes de que me alcance, ayudándome de un benri para darme más retroceso. Espero que la actuación haya sido suficientemente rápida, porque he visto cómo lanzaba ese golpe a malas.

A continuación buscaré mantener una distancia entre ambos para ver por dónde atacar y desesperarlo un poco. Casi prefiero que se lance él, si va a dedicarse a hacer esas cosas. Debería encontrar un buen insulto para dedicarle a su madre...

La fuerza del golpe de Lallyd no alcanzó la base de la espada, pero sí consiguió darle un buen golpe a la misma, con lo que Frikka pudo sentir un dolor sordo en las manos. Por lo demás, su retroceso fue lo suficientemente rápido como para mantenerla a salvo del chico.

Lallyd la miró con desprecio, con una sonrisa de suficiencia.

-¿Siempre peleas escapando de tu enemigo, cobarde? ¿Sois todos en Brontë así de rastreros o es que me han enviado a la flor y la nata?

Mantenía su guardia ante ella, desafiándola a avanzar.

Hago una mueca ante el golpe, dejando ir un amago de gruñido, pero trato de recomponerme rápido. Que no me vea flaquear. Esto es más bien una batalla de intelectos, eh, gilí.
No me gusta nada la forma en la que me mira. Aprieto los dientes un segundo antes de responder para pensarme bien el insulto. No voy a soltarle la primera mierda que se me venga a la cabeza. Él merece algo más trabajado.

-¡No me toques los huevos!

Envío un âchnam a su pecho, impulsándome rápidamente hacia la derecha, en diagonal hacia adelante, para buscar su flanco izquierdo, sus costillas, en un golpe elástico en el que procuro retirarme antes de que responda.

Por mucho que me presione, si voy de frente tiene ventaja. Ya solo poniendo esa lanza suya de frente y esperando a que yo me ensarte sola... Pero es que es tan...
Joder.

Lallyd dejó ir una carcajada, al tiempo que se movía ligeramente a un lado para evitar el poco preciso ataque de Frikka. Cuando la chica se lanzó a por él, no tuvo grandes problemas en interponer su lanza entre el filo de ella y su cuerpo, aunque alcanzarla ya fue harina de otro costal.

De todas formas, parecía crecerse por momentos.

-¿Es ese tu problema? ¿Que querrías tenerlos? Supongo que te has quedado a medio camino de las dos partes... Terrible -comentó, burlón, haciendo una nueva floritura elegante con la lanza. No tardó en ponerla de nuevo ante sí, invitándola a intentar acercarse de nuevo.

Se está riendo de mí, y creo que ya ha sido suficiente de eso. Al fin y al cabo no es más que un crío de los cojones, y permitirle siquiera pensar que puede hacer algo contra mí (ya sea a nivel físico o verbal) es una gran irresponsabilidad por mi parte. Me estoy dejando llevar por una palabrería barata que dejará a Brontë a la altura del betún si no me centro de una puta vez.

Dicho esto… Venga, Fifi…

No querría tener cojones. Querría poder cortártelos, crío de mierda.
Así está mejor. Inspira hondo y a por él. Ni cobarde ni pollas.

Lanzo un garves en primer lugar, para cegarlo, y yo voy detrás, impulsándome hacia la izquierda para no toparme de frente contra su lanza. Envió entonces un corte hacia su costado derecho continuando el avance hacia delante, con intención de rebasarlo y quedar a su espalda para girarme enseguida.

FdR- Doooooooo!

En el momento en que recibió el hechizo, Lallyd maldijo y se echó a la derecha, buscando mantenerse en movimiento para evitar a la chica. La consecuencia de aquello fue encontrarse con la espada que venía hacia él, que soltó un sonido metálico al chocar contra la lanza.

-¡¿Contra un ciego pretendes hacerte la valiente?! -chilló, dejando ir con la voz un nuevo gallo.

Y de hecho, fue aquel ciego quien quiso aprovechar aquel fortuito encuentro con la espada para apartarla de un golpe y avanzar hacia donde, por lógica, debería estar quien la empuñaba, con la lanza por delante.

Un ciego los cojones. También él ve mejor de día que yo y no ha decidido esperar a una hora compartida por el bien de todos. No me voy a poner a seguirle el rollo porque creo que entonces me acabaré cagando en su puta madre y me olvidaré de lo que he venido a hacer. A ver a qué vienen todas esas puyitas. ¿Es que nadie le ha enseñado un mínimo de educación?
Lo peor es que con todo ni soy capaz de alcanzarlo.

Viene de nuevo y me impulso en diagonal hacia él, ayudándome de un benri para agrandar la distancia de mi desplazamiento, buscando esquivarlo con el desplazamiento lateral y rebasarlo con el avance. Si añado a eso su propio impulso hacia mí debería quedar a su espalda, situación que pretendo aprovechar para lanzar un golpe de canto a su cabeza de chorlito.
Podría atacar a la herida que le hice antes, pero no me gusta ensañarme. ¡Y me lo agradecerá? Nunca. Aunque lo supiese no lo haría.
Capullo.

Pese a sus intentos a ciegas, Lallyd no dio con la caeruleus. De hecho, para cuando recuperó la vista ella no estaba por ninguna parte. Abrió la boca para hablar, preparando ya nuevos improperios, pero no tuvo tiempo de pronunciar nada.

El golpe en la nuca le hizo soltar el aire en un gemido, trastabilló hacia adelante y cayó de rodillas. La lanza, que había soltado, cayó un poco más allá, y el chico trató de gatear hasta ella para recuperarla, mareado.

-¿Cómo te atreves? -trató de gritarlo, pero la voz le salió ronca y rasposa, más débil de lo que pretendía.

Vio la sangre en el suelo, de la herida que no dejaba de sangrar. Para cuando dio con el asta de su lanza, se estaba desplomando, demasiado mareado para ponerse en pie.

Mi reacción es inmediata. Ya está bien de todo esto, coño.
En cuanto cae al suelo me impulso hacia su lanza, aunque tenga que rebasarlo, ayudándome de un benri, para alejarla todavía más de él de un golpe. Que entienda que no tiene nada que hacer y punto. Prefiero acabar así que tener que pincharle un riñón, o alguna mierda cruel de esas. No obstante, a mitad de mi camino hacia el arma, con él tratando de alcanzarla también, ya me he dado cuenta de que la situación es más turbia de lo esperado. ¿O está tan cansado que...?

La puta.

Con un suspiro termino por acercarme a él, que casi se queda sin dientes, para acuclillarme a su lado. Tampoco sangra tanto, ¿no?

-¿No te rindes aún? -le pregunto, con tono tranquilo, alzando las cejas-. Creo que ya has demostrado bastante, ¿no?

Si da pena y todo.

Lallyd, al ver que su arma se alejaba sin que pudiera hacer nada, detuvo sus intentos por alcanzarla, con la vista fija en el suelo. Jadeaba. Apretó los dientes, ignorando el comentario de Frikka, y rebuscó en sus bolsillos hasta dar con una pulsera de plata, de eslabones finos y evidente calidad. Se la tiró a Frikka a los pies, y luego escupió en la misma dirección.

-Ya puedes largarte, aficionada -siseó.

Después, tambaleante, trató de ponerse en pie e ir de nuevo en busca de su lanza, dando el combate por terminado. Lallyd se iba a casa.

Pero será imbécil...

Tomo la pulsera con un gesto veloz, pero no me paro a comprobarla demasiado en un primer momento: solo un vistazo rápido mientras me dirijo hacia él. Aún está intentando levantarse, así que, sin demasiado cuidado -que se joda- apoyo la mano sobre la herida que todavía sangre, apartando un poco la ropa.

-Fuuruchi -murmuro, con tono algo asqueado, incluso. El corte externo quizás escueza, pero espero que el sangrado baje un poco-. Mira que eres crío, eh -añado, limpiándome entonces su sangre en la ropa-. ¿No quieres ir a tomar algo? Los guerreros hacen eso al acabar el trabajo, ¿sabes?, en vez de largarse mascullando. Pero bueno...-. Me encojo de hombros-. No será lo tuyo. Soy muy baja para compartir nada contigo, imagino -. Aunque no para patearte el culo, como has podido comprobar.

Me caería bien si no tuviese ese exceso de imbecilidad acumulada. Nadie es perfecto. Una pena.
Querría serlo.

Lallyd soltó un quejido seco cuando Frikka echó la mano sobre su herida, pero no se molestó en resistir. Mientras ella aplicaba el hechizo, mantuvo el gesto hosco, aún consciente de que el dolor remitía un poco, incluso de que la herida se llegaba a cerrar en los extremos. Cuando lo dejó ir, se alejó en un silencio digno a por su arma y la recogió del suelo, sin mirarla ni un instante.

-Pues claro que no tienes la categoría para acompañarme -respondió con arrogante desprecio-. Que yo sepa, Brontë no se dedica a regalar títulos. Y no hay ni que verte para saber que tú no te has traído uno de casa -. Hizo una floritura con la lanza, tan elegante como era toda su técnica-. Te daré el honor de acompañarme, para que puedas hablar a tus compañeros de la diferencia entre un vulgar guerrero y un señor. Está claro que nadie os la ha enseñado. Quizá así aprendas a respetar a tus superiores. Pero no me retrases o te dejaré atrás; me espera gente mucho más importante que tú.

Y, sin decir más, con la frente bien alta, echó a andar en dirección al pueblo.