Lo que habita en las profundidades

Johan recibe el aire con un gozo especial, inspirando hondo, llenándose, cuando al fin rompe la superficie. Espera un poco, a que la respiración se normalice, en lo que echa un vistazo a la zona en la que se encuentra. Se le pasa por la cabeza repasar el exterior, ya que sabe que Ben no puede hacerlo, pero enseguida recuerda que le han dicho que el problema está debajo del agua, así que vuelve a barajar sus posibilidades.
Derecha e izquierda. Mira a ambos lados. Un pitillo no le vendría mal, piensa. O una moneda que lanzar al aire.
Al final escoge a izquierda, por ejemplo, y en la superficie se coloca la otra garra, para estar preparado. Al menos ya sabe dónde i a tomar aire si le hiciese falta.

Inspira de nuevo y comienza a bajar por el pasillo, dejando que el agua lo cubra poco a poco mientras avanza. Una vez dentro, despliega otra vez las membranas, preparado para percibir lo que sea que puede haber. No vaya a ser que reciba otro de esos ataques misteriosos.
Pero ahora Johan está fresco, y eso lo anima. A ver qué encuentra.

Ben cerró los ojos, de nuevo molesta por la luz. Y, cuando los abrió, no estuvo del todo segura de si quería de verdad mantenerlos abiertos. Aquel bicho parecía tener los ojos fijos en ella, y Ben sintió que ni siquiera tenía tiempo para ocultarse. No, aquello no servía. Y, aún por encima, le haría perder tiempo para encontrar aquello tan luminoso. ¿O era aquel bicho lo que se iluminaba?

Bien pensado, parecía un buen candidato para acabar con la pesca, aunque a Ben le parecía un poco pequeño para hacer algo a las mareas. Invocó un âchnam y se lo lanzó, buscando atontarlo, distraerlo, lo que fuera con tal de quitárselo de encima.

Una vez se hubo recuperado, Johan continuó con su exploración. Iba ya bien armado, y fresco gracias a su pequeño descanso. Una vez bajo el agua de nuevo, todo parecía tranquilo. Las corrientes ya no daban más señales, y el barco estaba en calma. Johan fue descendiendo hacia la profundidad, mientras buscaba señales de su interés. Tardó un poco en encontrar alguna, pero, al final, apareció frente a sí un elemento inequívoco al que prestar atención.


Ben, por su parte, decidió enfrentarse a la criatura, que tenía los ojos fijos en ella. Le envió un âchnam, y su contrincante se mostró, a pesar de su constitución, ágil en el agua. El hechizo lo rozó por la derecha, creando ondulaciones en el agua. Ben sintió que se desataba una nueva corriente, directa hacia ella. Por el otro flanco, iba directa hacia ella la criatura.

Solo le ha faltado tiempo para un cigarro, pero en aquellas circunstancias Johan puede obviarlo. Se siente ágil y cómodo, y el hecho de tener un camino delimitado le facilita mucho el avance. Aunque eso no quita que tenga que estar totalmente pendiente de su entorno.
Johan no se agobia con facilidad, y todavía no han explorado (al menos él) todo el barco, pero sí lo intriga un poco el desconocimiento. Todavía no tiene nada claro sobre su misión. Y menos aún idea de cómo solucionar las cosas.

Y entonces, como si su pregunta hubiese tomado forma, algo extraño se le planta delante. Es una especie de tritón humanoide y algo transparente. Desde luego, el encontrarse algo así bajo el agua lo impacta un poco, pero lo justo.
Permanece inmóvil un par de segundos, observándolo, y termina por dar algunos golpes en la pared cercana con la garra derecha, moviendo algo el agua y examinando a la criatura.
¿Será peligrosa? Quizás, piensa de nuevo, separarse haya sido una mala idea. Una idea pésima.

Ben no tardó en sentirse ligeramente acorralada. Era cierto que su sangre piscis estaba de su parte, así como la rampuza. Pero la rampuza no dejaba de ser un elemento externo, en el cual no era recomendable apoyarse más de lo preciso, y su sangre piscis, en comparación con la naturaleza acuática de aquel ser, parecía risible. Ben hizo uso de su agilidad lo mejor que pudo para escurrirse por debajo de aquella corriente sin ir a dar de bruces con la extraña criatura. ¿Le convenía enfrentarse a ella? ¿No sería mejor intentar despistarla?

Pero la chica sentía curiosidad, y empezaba a relacionar ideas, así que no se escabulló de lo que tenía delante. Trató de ponerse a la altura del ser y lanzó un nuevo âchnam contra él, poniendo a prueba sus habilidades mágicas. Ben era consciente de que tenía habilidades mejores. Pero en el agua la oscuridad jugaba a su favor, y en cambio, manejar instrumentos podría volverla lenta. Probaría con la magia por el momento.

La extraña criatura que Johan tenía ante sí permaneció inmóvil un momento, con sus extraños ojos acuosos aparentemente fijos en él. No pareció alterada por los golpes del chico. Sin embargo, sus movimientos sí que llamaron su atención. Y, de un momento a otro, a una velocidad un tanto peligrosa, pasó de estar completamente inmóvil ante él a lanzarse contra el chico, abriendo unas fauces más grandes de lo que cabía esperar de él, y adelantando a su encuentro unos afilados colmillos.


En el caso de Ben, la criatura que la enfrentaba no fue capaz de evitar los hechizos de la chica, ya que se estaba lanzando directo contra ella. Pero estos tampoco la detuvieron. Aunque el golpe la refrenó un momento, el efecto más notable que consiguió fue revolver el agua con más fuerza, aumentando el caos que generaban aquellas corrientes. Y la criatura siguió su camino contra ella. Aunque, de hecho, a Ben le pareció que se había vuelto un poco más pequeña.

Reacciona. Y lo hace de la forma que Johan esperaba. No lo esperaba porque sea un experto en esas cosas, sino porque en momentos de tensión como ese suele preferir ponerse en lo malo para alegrarse si no pasa. Pero parece que ese tampoco es su día de suerte, de todas formas.
Aprieta los puños y se impulsa contra el suelo, hacia adelante, dando un par de patadas potentes, además, para tratar de ponerse a la altura de la violencia de la criatura.La garra izquierda va delante, en dirección a la boca de ese ser extraño, para plantar cara a las fauces, ya sea deteniéndolas o destrozándolas, eso ya no le importa. La derecha, por otro lado, algo más plegada, prepara un golpe que lanzará al cuerpo, a la zona del pecho, cuando vayan a impactar, para traspasarlo.

Se trata de una criatura de agua, o eso le parece a Johan. Se pregunta si, para empezar, un mordisco de una criatura de agua resulta doloroso. Pero no quiere comprobarlo. Le duele la espalda lo suficiente como para no querer experimentar en un tiempo.

Viendo que no encontraba la manera de detener a la criatura que se lanzaba contra ella, Ben se echó hacia un lado, introduciéndose de lleno en una de las corrientes, y se dejó arrastrar por ella para alejarse de la criatura, sobrepasándola. Trató después de salir del alcance de la corriente para continuar atacando.

Porque, después de todo, Ben dudaba mucho que la criatura fuera a dejarla estar, y prefería no darle un respiro.

Johan se lanzó también contra la criatura, sin dejarse amilanar por su actitud agresiva. Con las garras por delante, la enfrentó con decisión, reaccionando rápidamente. Y, de hecho, pudo sentir cómo sus garras atravesaban aquella extraña masa que formaba el cuerpo del monstruo acuoso. Lo cortó de lado a lado con facilidad, y el ser se quedó inmóvil. Entonces, de pronto, se deshizo como si nunca hubiera existido... y pasó a convertirse en una corriente de agua que empujó a Johan, haciéndolo chocar contra una pared.

El piscis, a pesar del golpe, pudo sentir una vibración especial en el agua, más allá... Una difícil de definir, pese a todo.


Ben, por su parte, se vio arrastrada por la corriente a la que se había lanzado, que la golpeó y la lanzó contra la pared del pasillo, de la que obtuvo un segundo golpe no menos desagradable. Ben sintió que se quedaba sin respiración debido al golpe, y tuvo que hacer un esfuerzo para reponerse a tiempo de seguir atacando.

Aunque la bestia a la que se enfrentaba era robusta y ágil, los hechizos la iban afectando, haciéndola más pequeña y difusa. Al final, un âchman de Ben acabó por deshacerla del todo, y la chica sintió una repentina calma... breve, antes de que lo que antes era una bestia que la atacaba se convirtiera en una corriente más. No tuvo mucho tiempo de examinar aquel efecto, porque algo llamó su atención un poco más allá.

Lo que llamó la atención de Ben:

Apenas un instante después, había escapado flotando.

La sensación que Johan siente cuando atraviesa a su enemigo es como si este se hubiese disuelto en el agua. Se queda extrañado un instante, pero enseguida es golpeado por una nueva corriente y se encoge para evitar golpearse la espalda al chocar contra la pared del barco hundido.
No tiene tiempo para quejas, y debajo del agua no puede hacerlo. Un movimiento extraño lo hace ponerse alerta de nuevo, y el piscis aprieta los puños, moviendo un poco la cabeza, como buscando captar mejor esa sensación que el agua le transmite.

Le hubiese gustado poder respirar hondo. Quizás cuando salga, se dice.

Johan avanza hacia el origen de la perturbación, nadando sin armar mucho alboroto, aunque sabe que es imposible que en un espacio tan pequeño las aguas permanezcan inmóviles. Se mantiene pendiente por si el movimiento cambia, por si su enemigo regresa o por si algún otro decide aparecer a su espalda.
Mantiene las manos en guardia, preparado para cortar cualquier corriente que aparezca, aunque tenga,de nuevo, la forma de una bestia acuática.

Ben no pudo contener una mueca cuando su espalda dio contra la pared. Le dolía todo el torso, por fuera, por los golpes, pero también por dentro, por todos los cambios que había sufrido su respiración en tan poco tiempo. Esperaba que aquello no tuviera consecuencias.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para volverse a la criatura que la enfrentaba. Esta, por extraño que pudiera sonar, parecía estarse desvaneciendo en el agua. Cuando acabó de desaparecer, Ben no pudo evitar preguntarse si de verdad lo había hecho o si solo se había vuelto invisible a sus ojos. Esperaba que se tratase de lo primero.

La corriente que la golpeó entonces le hizo plantearse que, quizás y por desgracia, la opción correcta fuera la segunda. Sin embargo, esta corriente no parecía distinta a las anteriores. Trató de zafarse, como ya había hecho otras veces, para recuperar el control de sus movimientos.

En la confusión de la corriente, a Ben le pareció ver algo que desaparecía a lo lejos. Si conseguía liberarse, su siguiente movimiento sería echar a nadar detrás de aquello. No fuera que tomarse un momento supusiera bajar la guardia. Quería evitar más golpes, en la medida de lo posible.

Tanto Johan como Ben decidieron que no convenía tomarse un respiro, y se pusieron a perseguir aquello que les había llamado la atención. Johan continuó en sentido descendente, persiguiendo aquella extraña presencia que tanto le escamaba. Con sus armas dispuestas, recorrió todo un pasillo, internándose en aguas más profundas, hasta doblar un recodo.

Ben, por su parte, también siguió a aquella sombra que le había parecido ver, en busca de algún tipo de respuesta. Ascendió por un pasillo, nadando tan rápido como podía, pero a la vuelta de una esquina perdió de vista la sombra.

De hecho, al doblar la esquina casi se dio de bruces con Johan. Ninguno de los dos vio rastro de lo que perseguían hasta el momento antes de encontrarse. Lo único que había entre ellos, en aquel corto pasillo, era una puerta de madera podrida, situada a la izquierda de Ben y a la derecha de Johan, que parecía cerrada.

Johan se mueve con tanta decisión que cuando se topa con la chica del piano está a punto de preparar un ataque, preocupado de que sea un nuevo enemigo acechante. Le alivia ver que es ella, sin embargo. Y más aún de ver que se encuentra bien.

Tras un momento de duda en el que también se esfuerza en relajarse, intenta explicar con un gesto que estaba persiguiendo algo por el pasillo. Y tras pensarlo otro segundo, le señala la puerta que tiene a su derecha.

Es lógico pensar, por a ubicación de Ben, que lo que sea que Johan estaba persiguiendo no le ha dado un golpe y ha seguido su camino por el otro pasillo. Y en el lugar en el que se encuentran no hay muchas más posibilidades que esa puerta, por tanto. Realmente le gustaría comentarle su opinión al respecto, pero de momento no existen membranas que le permitan hablar.

Con determinación nada hasta la puerta y espera a que Ben se coloque como desee antes de abrirla. No sabe si van a encontrar algo, pero si lo encuentran es más que probable que no sea amigable. De hecho, le hace un gesto para que no se ponga justo ante la puerta. Si algo los ataca, es preferible que solo uno de ellos se coma el golpe.

O incluso mejor si ninguno de los dos lo recibe.

En guardia, Johan acerca la mano al picaporte, lo gira e intenta abrir la puerta por completo de un golpe seco. Si no lo consigue, lo intentará con las garras.

Ben está a punto de darse de bruces con su compañero y, cuando lo ve dispuesto a atacar, su primer instinto es hacer lo mismo. Por suerte, ambos se contienen antes de que ocurra una desgracia. Comunicarse bajo el agua no es nada fácil, pero Ben intenta explicarle cuál era su situación, como puede y sin entender gran cosa de lo que intenta contarle él.

Supone que, si Valter hubiera visto lo que ella estaba persiguiendo, le diría algo al respecto, pero no parece el caso. Y, cuando le señala la puerta, no tiene muy claro qué pretende encontrar tras ella, pero supone que no es una mala apuesta de dónde podría haber ido a parar lo que perseguía.

Quiere ofrecerse a intentar abrirla, pero Valter parece convencido de hacerlo él, y a Ben le parece una tontería perder el tiempo en discutir. Así pues, se hace a un lado y deja que su compañero lo intente, afianzando su posición, lejos del rango que podría ocupar una corriente que saliera tras ella (como ya había ocurrido antes) y preparando un âchnam, por lo que pudiera pasar.

Tras el reencuentro y una comunicación más o menos exitosa, Ben y Johan se prepararon para enfrentarse a lo que se encontrase tras aquella nueva puerta. Fue Johan quien tomó la iniciativa para abrirla, así que Ben se echó a un lado y esperó, atenta. El primer intento del piscis fue en vano, ya que la puerta estaba atascada y no había modo de abrirla con normalidad. Recurrió, pues, a las garras.

La madera, medio podrida, cedió en un par de golpes bien dados. El problema fue que no fue el filo de su arma el que terminó de abrirles paso, sino la nueva corriente de agua que salió del interior de la habitación en cuanto Johan abrió un poco el camino, levantando astillas de la puerta de golpe y llevándose por delante todo lo que quedase en su camino.

La corriente mantuvo su fuerza constante durante unos cuantos segundos, antes de remitir por completo, dejándolo todo en calma. Quedaba, pues, ante ellos, el marco de la puerta, prácticamente ya sin más que restos de la misma pegados, y dejando una vista bastante clara del camarote, que no era particularmente grande.

Cuando pudieron por fin echar un vistazo, lo primero que llamó la atención de ambos fueron los dos anchos brazaletes dorados que destelleaban en el suelo. En la penumbra, Ben pudo apreciar que el brillo uniforme de la superficie broncínea de uno de ellos parecía quedar interrumpida por un hueco oscuro, como si le faltara una pieza. Del otro, que yacía a su lado en el suelo en otra posición, no se podía apreciar si se encontraba en las mismas circunstancias.

Ninguno de los dos tuvo demasiado tiempo de apreciar las cualidades de las joyas, porque al poco de desaparecer la corriente, el armario que se apoyaba en la pared del camarote frente a ellos cayó pesadamente hacia adelante, enturbiando las aguas y cayendo sobre los brazaletes. Sobre su superficie trasera, que quedó al descubierto, los guerreros pudieron observar a dos criaturas similares, si no idénticas, a las que ya habían enfrentado.

Por detrás de las mismas, una sombra desapareció rápidamente, escabulléndose bajo el armario caído.

La sombra:

Johan acaba de hundir las garras en la madera podrida con éxito cuando se da cuenta de que debió haber previsto otro desenlace para esa situación: que lo que le atacase no fuese algo vivo, sino el agua, como hasta ese momento. Nota que la corriente empuja por los huecos que ha abierto en la madera y, dudoso de si podrá apartarse, encoge el cuerpo y cruza los brazos para cubrirse con ellos, situando las garras metálicas delante de la cara y el cuello, zonas especialmente sensibles.

Una vez pasa todo, el piscis echa un vistazo a Ben para comprobar si ha sufrido algún percance. Pero inmediatamente después se fija en el interior de la estancia. Duda un momento antes de nadar hacia el interior, y lo hace con la garra derecha en guardia, usando solo los pies y el brazo izquierdo para avanzar.

Un destello llama su atención y centra los ojos en los brazaletes que ve en el suelo. Avanza un poco más, con intención de acercarse a ellos, estudiando atentamente el entorno, preparado para otra corriente. Pero apenas se ha empezado a mover cuando ve un movimiento en el armario que hay un lateral y se detiene para verlo caer. Y para ver, frente a sí, a una criatura similar a la que ha enfrentado hace algunos minutos y a otra que no había visto jamás. Y algo más...

Tras un momento de duda, señala a Ben el armario y se lanza a por los seres acuosos impulsándose solo con los pies e intenta cortar en dos al cuadrúpedo como hizo anteriormente con el otro. Tiene la esperanza de que no sea una locura cargar de ese modo, pero también teme que si pierde un segundo les ganen terreno.

Ben estaba fuera de rango de la corriente cuando esta golpeó a su compañero pero, de todas formas, tuvo que afianzar su posición para que no la arrastrase la inercia del agua. Esperó a que pasase, sin poder hacer gran cosa ante la fuerza de la corriente, y después comprobó que su compañero no hubiera sufrido graves daños.

Cuando por fin pudieron asomarse, Ben se fijó en los dos brazaletes que había en el suelo. Le pareció extraño. Por mucho que el barco llevara allí años y el mar pudiera haberlo deteriorado, todo parecía relativamente en su sitio, quitando algunas cosas torcidas o caídas.

No tuvo tiempo de analizar la situación, porque un armario que hasta entonces se mantenía en pie al fondo de la habitación cayó sobre ellos y los cubrió, dejando al descubierto las dos criaturas que se ocultaban tras él. Ben pensó que tenían que haber sido ellas las que habían tirado el armario al suelo.

Vio que Valter le señalaba el armario, pero no supo muy bien qué pretendía decir con aquel gesto. Quizás señalarle los brazaletes. A Ben también le había parecido que convenía examinarlos, pero tenían otras prioridades. Como él se lanzó a por la bestia que tanto se parecía a la que Ben había enfrentado antes, ella dirigió un âchnam a la criatura de aspecto más humanoide.

Johan consiguió protegerse de la mayor parte de los daños que podría haber sufrido con el golpe de agua, con lo que solo se llevó algunos rasguños en los brazos, cortesía de las astillas, y un golpe sordo en la espalda al chocar contra la pared del fondo del pasillo, cortesía de la corriente. Sin embargo, pudo recuperarse pronto y asomarse al camarote que tenía ante sí sin verse demasiado afectado.

Tampoco tuvieron mucho tiempo de actuar tras la corriente, cuando dos nuevos enemigos se presentaron ante ellos. Ya más experimentados tras anteriores encuentros, se lanzaron a por ellos. Johan se centró en la bestia más robusta, que se dirigía a él con las garras por delante y los colmillos a la vista. Sin embargo, como había sucedido con en el primer enfrentamiento, Johan se encontró con que la bestia no llegaba a tocarlo. Su garra la atravesó de parte a parte como si nada más que el agua opusiera resistencia, y el ser se desvaneció como si nunca hubiera estado allí.

Ben se encaró con el ser humanoide, que se lanzó hacia ella con las fauces abiertas. El âchnam de la mestiza no lo hizo desvanecerse, como la otra bestia. En su lugar, el agua a su alrededor pareció alterarse, como si temblara y se desdibujara un momento, y la bestia pareció volverse más lenta, aunque sin llegar a detenerse.

Tras acabar con su enemigo de la misma forma que la vez anterior, no sabe si frustrado o extrañado, Johan decide un cambio de estrategia. Había pensado que quizás al tratarse de un enemigo diferente se habría encontrado otro desenlace, pero no ha sido el caso. Y le duele la espalda de los golpes y los cortes de moluscos, y también los brazos por las astillas de la puerta. La sal le pica en las heridas, aunque se ha acostumbrado un poco a eso. Y aunque tiene aire para un rato más, tampoco quiere pasarse el día entero sumergido.

Está empezando a frustrarse.

Viendo que Ben se encarga de la criatirua igual a la que él enfrentó, sabiendo que le cubre las espaldas (o eso espera, porque ya la tiene suficientemente magullada) se dirige definitivamente al armario con gesto serio y la firme intención de afianzar los pies en el suelo del barco y valerse de su fuerza para, con ayuda del agua salada, revelar lo que ha visto correr hacia ahí o, por lo menos, los brazaletes. Llegará, espera, con levantarlo un poco, retirarlo a un lado y ver lo que hay debajo.

Ben ve por el rabillo del ojo cómo Valter queda rápidamente liberado de su enemigo. ¡¿Tan fuerte es?! ¿Cómo lo ha hecho tan rápido? Supone que, si no hay más atacantes, vendrá a ayudarla, pero se equivoca. Valter parece ocuparse en otras cuestiones, dejando en manos de Ben la defensa del grupo.

Tampoco tiene mucho tiempo para contemplaciones, porque su enemigo ni siquiera ha retrocedido. Vistos los resultados de su compañero, decide optar por otro método y recurre a la alfanje, desenfundando y lanzando un tajo horizontal a su oponente. Se prepara para un nuevo ataque, por si ese no surte efecto.

Al ver el éxito de su compañero, Ben decidió cambiar su método de combate y optó por la alfanje que llevaba consigo. Tal y como había sucedido en el caso de Johan, sintió cómo su arma parecía atravesar solamente la masa de agua que los rodeaba, sin dar con un cuerpo sólido. Tampoco vio herida ni muerta a la bestia; esta desapareció, sin más, como si nunca hubiera estado allí.

Entre tanto, Johan se había vuelto a preocuparse por el armario que, en el agua, no resultaba un peso demasiado importante para levantarlo. Subió sin problema ante el empuje del chico, revelando, por una parte, los dos brazaletes que habían visto al entrar, y por otra, dos criaturas diminutas que lo miraron asustadas antes de escabullirse y desaparecer de nuevo tras el armario.

Las dos criaturas huidizas:

Por lo demás, el camarote permaneció en calma, sin más corrientes ni bestias que les salieran al paso. Empezó a caer sobre ellos un pesado silencio.

Johan se sobresalta cuando ve a las criaturas que hay bajo el armario. Desde luego, podría asegurar que no son el tipo de seres que esperaba encontrar. Y también que nunca antes ha visto ninguno parecido. La visión, de todos modos, no dura demasiado, pues nadan veloces y se refugian de nuevo.

Gira el rostro hacia su acompañante, como esperando que se ponga a hablar de pronto y le explique la situación, pero evidentemente no pueden hablar en ese lugar. Entonces se aproxima a los brazaletes que siguen en el suelo para tomarlos y se los acerca a Ben, mientras los gira entre sus manos, estudiándolos. No sabe si tienen alguna utilidad, pero en cualquier caso puede que sean valiosos.

No pierde de vista el armario, aunque sea de reojo. Por desgracia tuvo que destrozar la puerta para entrar en el camarote y hay una vía libre para que los extraños animalillos huyan. No quiere que escapen sin que se dé cuenta.

Cuando la bestia que enfrentaba desaparece, Ben no puede evitar preguntarse qué está pasando. No sabe mucho de criaturas marinas, pero juraría que así no es como funcionan. Mira a su alrededor para asegurarse de que no haya más atacantes, pero parece que todo ha quedado en calma.

Se vuelve hacia su compañero, que tiene en las manos los dos brazaletes que vieron al entrar y se los está mostrando. Ben los examina con curiosidad. No parece que tengan nada de particular; probablemente, ni siquiera tengan mucho valor. Pero entonces ve la hendidura en el centro de uno de ellos y recuerda, de pronto, las piedras que tiene en el bolsillo.

Se las muestra a su compañero y le da una al azar y, cogiendo la otra, que resulta ser la lisa, la coloca en la hendidura del brazalete, por ver si encaja.

La piedra resultó encajar en el brazalete a la perfección. En el mismo momento en que quedó fijada, un brevísimo fogonazo de luz procedente de la parte oculta del armario llenó la sala. A pesar de ser una iluminación capaz de abarcar toda la estancia, la luz era débil, tanto que ni siquiera Ben se vio particularmente afectada. Al instante, una chispa de luz salió de detrás del armario a toda velocidad, directa al brazalete, e impactó contra la oscura gema, que se volvió blanca.

Tras una momentánea calma absoluta, una nueva corriente de agua los golpeó desde la misma dirección. Esta vez, sin embargo, la corriente era mucho más débil, y aunque sentían claramente el movimiento del agua, no tenía la fuerza para empujarlos ni arrastrar objetos de gran tamaño.

Johan, siguiendo el ejemplo de Ben, colocó la otra piedra en el brazalete que aún sostenía, y que resultó tener en su centro una hendidura semenjante. La corriente, que hasta entonces había ido dirigida directamente a ellos, cambió de pronto, y se transformó en una serie de débiles remolinos que perturbaban y enturbiaban el agua a su alrededor. Al instante, una diminuta sombra salió disparada desde detrás del armario, directa al brazalete de Johan y, al entrar en contacto con la gema, hizo que esta se volviera de un bonito azul aguamarina, punteado por motas de color más brillante.

La sala, de nuevo, quedó en la más absoluta de las calmas y el pesado silencio se les echó encima de nuevo. Entonces, Ben empezó a sentir un leve dolor en el pecho, que se iba intensificando por momentos. Empezaba a costarle respirar.

Si alguien se lo pidiese, Ben no sabe si podría explicar exactamente lo que había pasado, pero el caso era que las piedras parecían reaccionar al contacto con el brazalete. Algo muy a su favor, por lo visto, porque lo que siguió al extraño contacto fue una calma que hacía tiempo que echaba en falta.

Quiso investigar el camarote un poco más, en busca de otros elementos de interés, pero antes de que pudiera expresar su intención a su compañero, un creciente dolor en el pecho le hizo entender que tenía otras prioridades.

Con cara de pánico, se llevó una mano a la garganta y señaló hacia arriba, mirando a Valter un momento, antes de ponerse a buscar, frenética, cuál podría ser la salida más rápida a la superficie.