Justo Malik (I)

Pris no tardó en dar con el ayuntamiento. Llegó a él adentrándose de nuevo en el pueblo, y mantuvo la entereza y la educación tan bien como podía. Al llegar, fue un chico algo mayor que ella quien la recibió.

Le sonrió.

─Buenos días ─empezó─. Me llamo Priscilla Flegrell y he venido desde Brontë. Me gustaría hablar con el alcalde, si es posible.

Esperaba que la cuestión no se complicase mucho más.

El chico pestañeó, y enseguida se levantó de un salto. Caminó hasta ella e hizo una pequeña y algo torpe reverencia.

-¿De Brontë? Espero que no haya pasado nada malo, oh señor... El invierno ha quemado parte de los cultivos, como ahora resulte que se acercan unas alimañas... Sígueme, por favor-. La llevó hasta una discreta puerta que había en el fondo del pasillo y llamó varias veces-. ¡Pequeño! ¡Pequeño, ha venido una guerrera de Brontë!

La puerta se abrió algunos segundos después y una figura, más alta que todas las que se había topado hasta entonces, apareció ante ella. Tenía las orejas ligeramente puntiagudas y la piel muy pálida, y aunque no llegaba a la altura de Pris, se le acercaba. No tenía un solo atisbo de barba en el rostro y Pris pudo calcularle unos cuarenta años.

-De Brontë... -murmuró, mirándola de arriba abajo-. ¿Ha pasado algo? Soy Henrr Pequeño, el alcalde. Si hay algo que pueda hacer por ti...

Pris quiso tranquilizar al joven, que parecía haberse alterado mucho con su presentación, pero este ya había ido corriendo a llamar a... ¿Pequeño...?

... Que resultó ser el hombre más alto que había visto hasta el momento en el lugar.

─Espero no robarle demasiado tiempo, señor alcalde ─empezó Pris─. Se trata de Justo Malik. Se puso en contacto con el palacio para solicitar un guerrero, así que he venido yo en representación de Brontë. No dio muchos detalles acerca de lo que necesitaba, pero parece ser que lo que busca es un abogado. No he conseguido entender por qué recurrió a Brontë para ese tipo de servicios, ya que Brontë no está especializado en derecho, pero por más que he intentado explicárselo, no atiende a razones. Según me ha dicho, usted será el juez en el juicio que debe celebrarse. Como entenderá, si yo acepto lo que Justo Malik pide no puedo asegurarles la cualificación de abogacía para contribuir a un juicio justo. Esperaba poder aclarar el malentendido con usted.

Calló, esperando la respuesta del alcalde.

La mera mención del nombre de Justo Malik pareció arrancar una clara mueca a Pequeño, que con un gesto indicó al joven que se retirase. Incluso después de que él y Priscilla se hubiesen quedado solos, el calcalde se seguía frotando la frente con gesto cansado. Carraspeó y la miró por varios segundos hasta que se dispuso a hablar.

-Verás, joven...-. Suspiró-. Justo Malik es un problema que tenemos desde hace tiempo. Digamos que es un vecino, pero también... un problema. Se ha pasado los últimos años diciendo que traerá la justicia al mundo convirtiéndose en el mejor fiscal que haya pisado la faz de la tierra, pero... No tiene formación alguna. Después de que todo este asunto surgiese, lo de la cabeza de la estatua, empezó enseguida con su palabrería de siempre sobre juicios... A nadie le importan los juicios, aquí nunca pasa nada malo... Somos un pueblo tranquilo, ¿sabes? Pero Justo siempre está viendo injusticias por todas partes e insiste en tratar de arreglarlas... Y ahora con todo el tema de la estatua quiere demostrar que es justo hasta el extremo de ser el fiscal en el caso contra sí mismo-. Pequeño hablaba con cierta desgana, como si aquello le supusiese una molestia-. Me dijo que traería a alguien de Brontë para hacer de abogado. Os respeta mucho, siempre habla de que la unión de razas creada en Brontë hará que el mundo sea mejor... Yo le dije que yo mismo haría de juez si fuese necesario, para que se callase y se dejase de tonterías, ¿sabes? Pensé que era la palabrería de siempre. Jamás pensamos que... Que fuese a pedir de verdad que alguien viniese por aquí. Y mucho menos, que le hiciesen caso...

Pris parpadeó un par de veces, confusa. ¿Cómo iban a no hacerle caso a una petición de ayuda?

─En Brontë intentamos atender todas las llamadas de auxilio que podemos, siempre que esté en nuestra mano ayudar ─explicó─. Pero no estoy segura de que me hubiesen mandado aquí si hubiéramos tenido más detalles del caso... Bueno, en realidad no lo sé. Puede que sí. Entonces... ¿cuál es su idea con respecto al juicio? ¿Pretende celebrarlo de verdad?

Pris empezaba a dudar de sus propias capacidades. Aquella era su primera misión, pero no parecía una misión al uso. Al menos, si tenía en cuenta lo que había oído en el palacio. ¿Qué debía hacer una guerrera de Brontë en aquellas circunstancias?

-Pues...-. Pequeño carraspeó. Parecía casi tan perdido como Pris. Se rascó la frente, pensativo-. Conociendo a Justo, parará antes si le damos lo que quiere... ¡Pero no quiero meterte en todo este problema, joven!

Pequeño dio un par de vueltas por el pasillo en el que estaban hablando. Parecía vestarle dando vueltas verdaderamente intensas a algo. Miró en varias ocasiones a Pris, pero siempre terminaba negando y dando una nueva vuelta inquieta.

-¡Verás...!-dijo finalmente, deteniéndose-. Si quieres participar en esto, estoy dispuesto a llevar a cabo el juicio. Simplemente... te mueves un poco por el pueblo, buscas algo que decir para defender a Justo, dejas que se luzca con la acusación y listo. Pero si prefieres no verte envuelta en esto, que lo puedo entender... Siempre puedes volver a Brontë, ¿no? Haré que Justo escriba una carta indicando que la misión no era... ortodoxa. O lo haré yo mismo, si hace falta.

Pris no sabía qué hacer. Por una parte, no quería volverse una impostora. Pero si aquello no era un juicio real, sino... una manera de ayudar a alguien a reconciliarse con su propia situación... Eso si entraba en su papel como guerrera, ¿no? Y, desde luego, volver a Brontë rechazando una misión por considerarla inadecuada no era algo de lo que hubiese oído hablar nunca. Eso sí sería poco ortodoxo...

Finalmente, negó con la cabeza.

─Les ayudaré ─decidió finalmente─. Si pudiera... En fin, darme algo de información con respecto a la situación... Una jovencita me explicó que se había roto la estatua de la plaza, y si he entendido bien, Malik se considera responsable.

A grandes rasgos, eso era lo que había podido entender de la situación. Ni siquiera sabía si de verdad Malik era el responsable de aquello o si era solo algo de lo que se había convencido a sí mismo para poder seguir adelante con aquello.

Pequeño pareció tremendamente aliviado cuando Pris declaró que les ayudaría. Incluso dejó ir un sonoro suspiro. Luego asintió múltiples veces, mientras ella hablaba.

-A ver... A ver... Yo sé una parte, solamente. Hace unas noches hubo una fiesta en el pueblo. Pronto será la fiesta del cien aniversario de la fundación, estamos preparando muchas cosas para celebrarlo... Me eligieron como alcalde porque me preocupo por el bienestar de la gente, ¿sabes? Es importante la cosecha, mucho, pero también lo son las celebraciones. Alcaldes de otros pueblos se centran a veces demasiado en el trabajo y no se paran a pensar en el bienestar emocional de sus convecinos...-. Carraspeó-. Disculpa... La cuestión... La fiesta fue más larga de lo que esperábamos y yo me retiré. Ya tengo una edad... Y bueno... Recuerdo que quedaban allí Justo Malik... Arrda, la hija del zapatero. Una joven encantadora... Ozoldo, un granjero algo huraño... Sorki...-. Se acarició la cara, pensativo-. Mira, no sé, quedaban algunas personas todavía. El licor de trufa hace estragos... Y a la mañana siguiente, más temprano de lo que hubiese deseado, me despertaron a golpes en la puerta. Justo Malik estaba fuera con la cabeza de la estatua declarando que la había cortado por la noche y que tenía que haber un juicio o algo similar... Ese chico no tiene arreglo-. Miró de nuevo a Pris, pensando un momento más-. Si necesitas ver la estatua siéntete libre... Lork, el herrero, está buscando una forma de solucionar el tema de la cabeza, por lo que la tiene él. No tenemos a nadie que trabaje la piedra en el pueblo. Y seguro que Arrda puede decirte mejor que yo quién estaba allí la otra noche.

Pris quiso prestar toda su atención a la explicación, pero eran ya tantos datos que empezaba a perderse un poco.

─¿No tendrá una libreta y un lápiz que me pueda dejar? Para ir tomando notas sobre la investigación.

¿En qué momento se había convertido en detective? ¿Las abogadas solían investigar los casos? No lo tenía muy claro, pero lo mínimo que podía hacer si iba a aceptar aquel encargo era tomarse en serio su papel. Y el alcalde parecía muy aliviado de que hubiese decidido seguir adelante con la misión, así que no quería defraudarlo.

Una vez se sintió preparada, salió del ayuntamiento en dirección a la plaza. Lo primero era ver la estatua, examinar la cabeza y hablar con el herrero.

Pequeño enseguida entregó a Pris lo que le pedía: una pequeña libreta con algunas hojas arrancadas, pero con las suficientes como para poder tomar todavía una buena cantidad de notas, y un lápiz de tamaño medio y bien afilado. Con aquello en las manos, despidiéndose del alcalde, salió del ayuntamiento y puso rumbo a la plaza.

Le tomó poco tiempo llegar allí, algo más de tres minutos, ya que estaba muy cerca del ayuntamiento. Una vez allí se encontró con lo que ya había visto. La plaza era un espacio pulcro con bancos y flores. En el centro del lugar un bulto enorme cubierto por una lona atada con cuerdas era, más que probablemente, la susodicha estatua. Algunos rostros asomaban a las ventanas de las casas colindantes, contemplándola con curiosidad. Había, además, una única persona en aquel lugar: una anciana de cabello blanco que daba granos de maíz a unos pequeños gorriones que se arremolinaban a su alrededor con voracidad.

Priscilla tomó notas de todo lo que el alcalde le contaba antes de despedirse de él. Le preguntó, a la salida del ayuntamiento, dónde podía dejar su montura mientras recorría el pueblo para investigar, y el alcalde le ofreció dejarla en aquel mismo lugar. Así pues, la joven partió en dirección a la plaza.

La estatua ocupaba una posición llamativa en el lugar, tal y como estaba, cubierta por una tela. Aunque Pris no tenía la menor intención de descubrirla sin permiso, se acercó a rodearla y examinarla, sin tocarla. Se fijó bien en la zona en torno a la estatua, por si aquello le pudiera dar alguna pista. Una vez se dio por satisfecha, se dirigió hacia la anciana que alimentaba gorriones a poca distancia. Pris se aseguró de acercarse despacio para no espantarlos.

─Buenas tardes, buena mujer ─saludó─. Estoy buscando a Lork, el herrero. ¿Sabría decirme dónde puedo encontrarlo?

Sin descubrir la estatua, Pris no pudo hacer mucho más que imaginar su envergadura y hacerse una vaga idea de su forma, pero no de su aspecto. Alrededor de la estatua, formando un círculota de unos centímetros de ancho, había un parterre de flores y plantas bien cuidadas. Sin embargo, al revisar la zona con más atención, descubrió que en una parte en concreto había algunas flores aplastadas y, al buscar entre ellas, encontró un bonito botón azul con brillantes. Nada más de aquello llamó su atención.

Cuando se dirigió a la anciana, esta la miró con una sonrisa tierna y los ojos brillantes.

-Ay, jovencida, repíteme, por favor -le dijo con voz temblorosa, en cuanto Pris le habló-. Ay, sí, claro, el herrero, sí. Lork es un buen hombre, sin duda. Siempre me afila los cuchillos cuando se lo llevo. Ah, ¿su casa? Sí, claro.

Enseguida le explicó, aunque con calma y más datos de los necesarios, dónde quedaba aquella casa. Pris no tardó más de cinco o seis minutos en encontrarse frente al lugar: una construcción de madera de dos pisos con una puerta normal en la planta inferior y otra más grande en un pequeño edificio adjunto, que parecía el taller.

Pris se agachó en la zona donde las flores estaban aplastadas, tratando de no pisar ni estropear nada. Buscaba huellas, marcas de algún tipo que le pudieran dar una pista. Encontró, finalmente, un botón y, tras examinarlo detenidamente, se lo guardó en un bolsillo y tomó una nota en su cuaderno. Podía ser útil más adelante, si averiguaba a quién pertenecía.

La mujer pareció un poco confundida al principio, y Pris le repitió sus preguntas, paciente y sin perder la sonrisa. Cuando la mujer comenzó a hablar, Pris prestó total atención, anotando la información que le parecía más relevante y asegurándose de que el camino a la casa del herrero le había quedado claro.

─¿Sabe usted algo de la fiesta que se celebró en la plaza hace algunas noches? ─preguntó. No quiso hacer referencia a la estatua directamente, pues parecía que era un tema delicado.

Cuando hubo terminado su conversación con la buena mujer, se dirigió a la casa que le había indicado. No tardó mucho en dar con ella. Junto al edificio principal había lo que parecía un taller, y Pris decidió empezar preguntando allí. Si no tenía suerte, llamaría a la puerta principal.