Adelina.

PARTICIPANTES:
Marik Loutka
Aloe
Gabriel Kettleburn

Era mediodía. Por suerte, la villa Colina Plateada no estaba muy lejos de Brontë, por lo que la carreta que transportaba a los muchachos no tardó demasiado en llegar a la ciudad.

Los chicos tuvieron tiempo en charlar durante el camino. El cochero rápidamente les indicó que habían llegado y todo bajaron. El Conde de Colina Plateada les esperaba impaciente. Parecía llevar bajo la lluvia todo el día, impaciente por la llegada de los Guerreros. A pesar de que un sirviente lo cubría con un paraguas de cuero de buena calidad, el padre de Adelina tenía los pies empapados.
—¡Ay! ¡Aquí estáis! —salta en el sitio, impaciente—. Por favor, encontradla —señala a un bosque lejano— la última vez que la vi se dirigía al bosque a dar un paseo con su corcel. Espero que con vuestras habilidades, podáis dar con ella y tengáis más suerte que nosotros.


[...]


El trío llega a la entrada del bosque. Sin embargo, para penetrar en él, antes hay que pasar un peligroso río y el único modo de hacerlo es por un puente de madera renqueante y bastante podrida por la humedad del invierno. Cruzar aquel puente sería su primera prueba y deberían tener mucho cuidado si no querían acabar arrastrados por la corriente hasta sabe Mithos dónde.

Dado: 5.

Al final me he anotado a una misión sencillita. Rescatar a una chica perdida en el bosque debería ser algo asequible. No debería haber excesivos peligros. Solo necesitaríamos suerte para encontrarla. Además, cuando leí el tablón de las misiones, pude ver el nombre de Aloe anotado, lo cual me dio el empujoncito de valor que necesitaba para apuntarme.
Estoy contento de haberlo hecho. También viene con nosotros el hombre piscis desgarbado. Lo recuerdo de la enfermería, pero poco más. Por lo visto se llama Gabriel. Intentaré no olvidarlo.
Conmigo viene además, Kaguya. Mi preciosa Kaguya. Es mi más valiosa marioneta y la única forma de combatir que tengo. No espero tener que utilizarla en combate, pero sus trucos serán muy útiles para explorar los bosques. Yo no puedo moverme bien sin ella.
Kaguya es una marioneta del tamaño de un humano y está perfectamente adaptada para todas mis necesidades. Además, en su interior tiene un sillín muy cómodo.
Llegamos.
Bajo del carruaje el último, pues tengo que cargar a Kaguya a la espalda en su mochila transportadora. La lluvia ha caído durante todo el viaje y el suelo está empapado. Bajo lentamente del carruaje y escucho en silencio las explicaciones de padre, que parece muy preocupado. No es para menos... tres días perdida en el bosque. Es mucho tiempo.

La caminata hasta el bosque es larga.
—Chicos, dadme... un minuto, por favor —les pido mientras coloco a Kaguya en el suelo y la rodeo, para meterme en su interior. Cierro la puertecilla posterior y tiro de una palanca.
Un par de ruedas sustituyen a los pies de Kaguya y yo empiezo a pedalear desde el interior. Así se va mucho más cómodo. Abro una compuerta a la altura del pecho de Kaguya y asomo la cabecita. Sonrío a Aloe desde allí—. Kaguya es... muy práctica —concluyo.

[...]

Nuestro primer obstáculo se nos presenta. Frunzo el ceño.
—¡Caray! ¡Menudos vagos están hecho este pueblo! —Hebilla rápidamente dice en alto lo que todos estamos pensando—. ¿Cómo tienen este puente así? —Hebilla parece preocupado.
—Busquemos una manera segura de cruzar. ¿Se... os ocurre algo? —pregunto tímidamente, sopesando la situación en la que nos encontramos—. No creo que este puente soporte el peso de los tres. Si queremos pasar, deberíamos hacerlo de uno en uno. ¿Qué os parece? —Kaguya pesa mucho. No... no estoy seguro de poder pasar con ella. La madera parece tremendamente resbaladiza. Trago saliva. No quiero dejarla aquí.

Llegan al pueblo desde el que se ha pedido la misión y el hombre que ha enviado el mensaje, padre de la muchacha desaparecida, explica las circunstancias de su desaparición de forma muy somera.

—¿Sabe si iba con alguien más o a dónde se dirigía? ¿Hacía mal tiempo? —Pregunta amablemente, interesada por toda la información que puedan darle. Sin embargo, el hombre parece demasiado alterado como para resultar de ayuda.

Al llegar al río no tarda en darse cuenta de que ya tienen un problema. La crecida del río es considerable y el puente no parece practicable. Suspira.

—Como haya intentado pasar por aquí tendremos que buscarla río abajo —Comenta con escasa esperanza—. Ha habido fuertes lluvias últimamente, no sé si la encontraremos viva —Piensa en voz alta. "Aunque puede que en esta zona de Fulmen el tiempo no haya sido tan malo".

Cuando Marik se sube a su marioneta y la saluda ella le dedica una sonrisa amable. "Es un trasto muy chulo".

—No sé, puede que ni siquiera tengamos que cruzar porque dudo que un caballo pudiese con ese río y mucho menos pudiese cruzar ese puente... —miró a su compañero parvus— ¿podríamos cruzar con tu máquina? Yo igual puedo intentar saltar por el puente porque soy pequeña, pero no las tengo todas conmigo y tampoco resultaría muy útil separarse sin no tenemos forma de comunicarnos —Reflexiona mirando a sus compañeros— pero tampoco sé si será necesario... Mi propuesta es qu sigamos el río abajo para ver si baja el nivel y se puede cruzar, si no dudo que ella haya podido. Aunque si ha estado despejado varios días puede que el río no estuviese tan bravo... ¿qué decís? —

Estoy un poco de morros. Creí que podría hacer esta misión a solas con Aloe para afianzar nuestra relación. Podríamos acomodarnos juntos en este carro. Yo le daría calor y ella suspiraría sobre mi pecho.
Pero no. Tuvo que venir el piojo trastornado este a aguarme la fiesta. "Mimimi, soy Marik y canalizo mis emociones a través de un calcetín con ojos". Aunque lo que más rabia me da, es que a Aloe parece caerle bien. A ver, Gabi. Ese "mediometro" no tiene ni una solo oportunidad de robarte a Aloe.
Me toco el bíceps para asegurarme que mis músculos aún están donde tienen que estar. Bien.

[...]

Bajamos y veo cómo el croqueto este se echa a la espalda una muñeca más grande que aloe. Decido no hacer ningún comentario por ahora y dejar a cada loco con su tema.
Atiendo al padre de la chica y luego partimos.
Cuando veo al piojo meterse dentro de la muñeca humanoide y pedalear, se me escapa un "pffff" de risa burlona. ¿Este tipo no tiene vergüenza o qué? Quiero decir... ¿no ve lo ridículo que es? El aguililla este le sonríe a Aloe desde dentro de la muñeca. Parece muy confiado con ese matraquillo. Ya verás la risa que te va a dar cuando te quedes enredado en las hierbas del monte y nos pidas ayuda.
Camino con las manos en los bolsillos, detrás de ellos. Tsk... me siento algo cohibido. No me sale hablar con Aloe de forma natural estando el pinchauvas aquí. Me corta todo el royo.
Sin embargo, recuerdo las lecciones de Abaddom: "Cuando salgas a una misión, debes centrarte en la misión".
Aprieto los puños. Venga, Gabo, tonto. Céntrate.
Justo cuando voy a intervenir, un río gigantesco me quita todo el protagonismo.
Silbo impresionado al verlo.
Respondo a Marik, enfadado, cuando se expresa a través de su estúpido calcetín.
—Oye, lamemuros, estamos en una misión importante. La vida de una chiquilla corre apuro, así que deja de jugar con esas tonterías —hay que imponerse. Marcar terreno. Aquí el macho soy yo.
Escucho ambas aportaciones posteriores. Marik esta vez parece hablar como una persona normal y comenta que deberíamos pasar de uno en uno.
Aloe, por su parte, no parece muy convencida de que la moza siga con vida.
—Venga, Aloe, no seas tan negativa. No podemos rendirnos tan pronto. Un poco de fe, criatura —la rodeo con mi brazo por los hombros y la sacudo un poco, para que deje esa actitud atrás.
Luego presto atención a la retahíla de la claritas, cuya propuesta parece ser dar un rodeo río abajo y buscar otro lugar por el que cruzar.
Sin embargo, decido tomar la voz cantante y demostrar que soy un líder "echao pa'lante" y doy un par de pasos sobre el puente. Lo tanteo con la vista.
—Nah, ese puente es como Abaddom —me explico—: tiene pinta de que no sirve para nada y está viejo, pero juraría que puede con nosotros sin problema.
Entonces doy un salto en el sitio para comprobar si  mi afirmación es correcta.

A las preguntas de Aloe, el hombre no supo responder, pues él estaba en un consejo popular el día que Adelina salió a pasear, así que no pudo aportar demasiado.

[...]


Las ganas de impresionar a la chica le juegan una mala pasada al piscis que, a pesar de que su teoría resultó ser cierta -pues el puente aguantó el poderoso salto de Gabriel-, el hombre no respetó la humedad de la zona ni las recientes lluvias, por lo que al terminar su salto, sus zapatos resbalaron y cayó al río de forma inevitable, magullándose lo suficiente como para abrirse una ceja, torcerse una muñeca y magullarse un tobillo. Lesiones que, sin duda, condicionarían el resto de la misión. Por suerte, Kettleburn contaba no solo con su raza, sino con sus habilidades impresionantes en el agua, lo cual le permitió amarrarse con fuerza a una roca a un par de metros de su caída. No obstante, el hermano de Silvanus estaba en problemas. Sin duda, la falta de experiencia en misiones al aire libre así como su toma de decisiones alocada e infantil, le enseñaron una dura lección contra la roca.

Dado: 5.

Frunzo el ceño en el interior de Kaguya al escuchar al piscis. No entro al trapo. De hecho, me lo guardo en el bolsillo, dejando a Hebilla a un lado. No es que le esté dando la razón, pero no quiero comenzar una discusión entre compañeros.
Me uno a las palabras de ánimo que el piscis le da a la buena de Aloe.
—Sí, Aloe... no te preocupes. Verás como Adelina está bien...—no sueno muy convencido, pero es lo que tengo que decir.
Escucho a la cláritas. Es una chica muy sensata e inteligente. Baraja todas nuestras opciones a la perfección. Sin duda, una compañera valiosísima en esta situación. Justo voy a intervenir para votar a favor del sentido común cuando el descerebrado de Aqua decide ponerse a saltar sobre el puente.
—Gabriel... ten cuidado, podrías... —no termino la frase cuando lo veo rodar río abajo. Avanzo en Kaguya hasta el borde del río y lo veo allí, encaramado a una roca filosa completamente empapado. Bufo.
Se lo tiene bien merecido... por cabezahueca. A quién se le ocurre... sin embargo, decido quedarme con la parte positiva.
—Al menos el puente parece más resistente de lo que nos pensábamos... —redondeo—. Si es así, entonces podemos intentar cruzarlo.
Raudo, tiro de una palanca y frunzo el ceño. Guiño un ojo para no errar el tiro y apunto a un árbol grueso de la otra punta del río. Activo el disparador de Kaguya y la marioneta abre la boca por completo. De ella sale un punzón larguísimo atado a una cuerda gruesa. Este es, por ahora, mi único ataque con Kaguya. Con el tiempo, deberé implementar más mejoras, pero por ahora esto es todo lo que tengo. Un arpón-proyectil.
No debería fallar el tiro contra un árbol pero si lo hiciese, repetiría el disparo hasta acertar. Si total no tengo apuro.
Una vez hubiese logrado el disparo, recogería cable para tensar la cuerda que pasaría justo por encima del puente.
—¿Qué te parece Aloe? —le sonrío, azorado mientras clavo los frenos de Kaguya en el suelo con ahínco—. Creo que... creo que si te agarras de esta cuerda y cargas tu peso en ella, podrás pasar por el puente sin miedo a que se caiga. Si ha soportado el salto de la "ranita" —me siento algo malvado poniéndole un mote a un compañero, por lo que lo digo bajito—, podrá contigo sin dudarlo. Pesas poco. Podrás conseguirlo.

Aquello era todo lo que podía ofrecer ahora mismo. Que Aloe pasase no era el problema. El problema era hacerlo yo con Kaguya y...
Vuelvo a ver al fondo del río.
Sacar a la rana del agua.
Suspiro, agotado.
Espero que no me dé el sueño justo ahora...
Aprieto el amuleto de Nagorr Brumm con fuerza, preocupado. ¿En serio estamos tan verdes? ¿Va a ser un simple río el que nos impida cumplir esta misión? No puede ser... tenemos que ser valientes y listos.

Me froto un ojo y bostezo.

Mira alternativamente a sus acompañantes y su cara cambia de amable a cansada con cada ataque que se envían. Trata de prevenir a Gabriel de su acción en el puente, pero éste ignora el consejo de sus compañeros y salta sobre el puente hasta caer al río. Aloe corre en su ayuda para sacarlo.

Al acercarse a la orilla del río, se arrodilla frente al borde de forma que una de las rocas del margen hace de tope y estira la mano hacia el piscis para agarrarlo.

—Venga, agárrate y sal rápido —Mira a Marik, que se entretiene lanzando la cuerda hacia la otra orilla—. Marik, podrías ayudar primero a sacarlo de aquí. Ponle un muro o algo con el que pueda acercarse a una orilla —Sermonea, molesta. No está dispuesta a que la misión se venga abajo porque sus dos compañeros no se apoyen.

—Si queréis cruzar, cruzaremos, pero hacedlo con cabeza, por favor. Somos compañeros los tres, no estamos aquí para hacer el idiota, así que concentraos. Si no nos ayudamos, no conseguiremos nada y estamos buscando a una chica desaparecida, no de picnic en el bosque— Su tono es muy molesto. La actuación del piscis y el parvus ha acabado con su paciencia.

No quería que hubiese caos nada más empezar la misión. Si ambos querían intentar cruzar, entonces utilizaría la cuerda de Marik para cruzar el puente con cuidado de no resbalarse. Pero si Marik no conseguí cruzar con su artilugio, entonces habría que buscar otro paso.

Maldito el día en el que le compré estos zapatos a aquel buhonero. "No, no resbalan. Cómpralos, cómpralos" dijo el muy tunante.
Ahora aquí estoy. Amarrado como un vulgar renacuajo a esta piedra mientras un chorro de agua me abofetea la cara. Noto leves pinchazos en mano y tobillo, pero creo que estaré bien. Me saco los malditos zapatos ayudándome de frotar el uno contra el otro y así dejo mis pies libres. Despliego mis aletas de los pies y comienzo a nadar contracorriente para intentar mantenerme en aquella roca mejor. Tengo la punta de los dedos de las manos completamente blancas de la fuerza que hago. Maldición, no sé cuánto tiempo podré aguantar aquí.
Aloe, como una compañera normal, se acerca para ayudarme, aunque el tonto de Marik parece demasiado entretenido con sus cacharros. Entre bofetón y bofetón de agua, observo el cable que lanza. ¡Bien pudo habérmelo tirado a mí!
—¡Marik, imbécil! ¡¿Por qué no me has tirado esa cuerda?! —escupo agua justo antes de resbalarme un poco más.
Hago lo que puedo para intentar enganchar la mano de Aloe, así que me estiro a más no poder. Sus tetas caen hacia delante y se le ha mojado un poco la ropa. ¡Gabi, vas a convertirte en puré! ¡Céntrate!
—¡Marik, ayúdanos!

Marik no tomó una buena decisión. Sin duda el parvus debía poner en orden las prioridades en una misión, pues utilizó el espetón de hueso proyectado de kaguya para crear un puente de cuerda justo por encima del de madera, de modo que el problema del peso sobre el puente quedaba resuelto.
El parvus había tenido en su mano la oportunidad para salvar a Gabriel de una forma segura pero la había dejado pasar en pos de asegurarse un camino hacia el bosque.
Ahora, tanto Aloe como Gabriel se lo echaban en cara.
Marik aún tenía una oportunidad para salvar a Gabriel: conjurar un Pervatia bajo los pies del piscis le daría la oportunidad a Gabriel para salvarse.

Tirada de dados para acción de Marik por parte de Narrador: 3.
Marik se queda dormido.

Sin embargo, la inoportuna enfermedad de Marik aparece cuando menos se lo espera y el parvus queda dormido justo antes de convocar el Pervatia.

*Marik está fuera de combate en el siguiente turno por lo que no podrá postear*

Por su parte, Aloe, hacía lo que podía. Intentó echarse más hacia delante para alcanzar a Gabi y al fin, ambas manos se juntaron. Sin embargo, la poca Fuerza de la chica (*) no fue suficiente para empujar con éxito al piscis fuera del agua.
Gabi, en un intento por alcanzar a Aloe, tuvo que soltarse durante un instante de la roca que lo sujetaba, por lo que al no tener ya un punto de apoyo y pese a haber conseguido amarrar la mano de su compañera, la fuerza del río fue tal que ambos cayeron al agua.


Vapuleados contra rocas durante varios minutos, la pareja llegó a una zona mucho más tranquila, donde el agua solo cubría por las rodillas y el río se había abierto lo suficiente como para que la corriente fluyese muy tranquila y suave.
Gabriel se magulló todavía más. Tenía sangre por la frente, en su espalda dos golpes importantes. Además, tenía las rodillas peladas y magulladas.
Por su parte, Aloe se hizo un corte en el brazo derecho y sus piernas estaban llenas de cortes y magulladuras. Además, tenía un fuerte golpe en una ceja que le cubría media cara con sangre. Sin embargo, ambos estaban conscientes.

En frente tenían la entrada al bosque.
Comenzó a caer de nuevo una lluvia muy fina y suave, como una manta líquida sobre ellos. Sin duda debían refugiarse en el bosque.



Sin duda, aquel grupo de novatos debía aprender a trabajar en equipo en futuras misiones. Sobre todo, los chicos.

Estado físico de Gabriel: 6/10
Estado físico de Aloe: 8/10
Estado físico de Marik: 10/10

El parvus no reacciona y el piscis no parece hacer uso de sus grandes habilidades de nado para salir del río. La fuerza de Aloe no es suficiente para tirar sola de Gabriel y menos en aquellas aguas con lo que cae con él y va río abajo.

Cuando por fin puede reponerse, tose toda el agua y dedica unos momentos a comprobar qué le duele y qué no. Se lava la cara con el propio agua del río para quitar la sangre que le molesta y presiona con fuerza el corta de la ceja para intentar que deje de sangrar tanto. Una vez se sitúa, mira a su alrededor y descubre que han llegado a una zona donde podrían haber cruzado el río dando un paseo.

Mira a su compañero comprobando que tiene magulladuras como las suyas, pero nada grave y se levanta de forma seca. Se saca las botas en un intento de vaciar el agua que les ha entrado y se vuelve a calzar. La lluvia ya no importa, total ya está empapada.

—Voy a buscar a Marik para que cruce por aquí y tú no hagas ninguna tontería más porque a la próxima no pienso ayudarte —Sentencia casi sin mirarle, con evidente enfado, para luego irse en busca del parvus colina arriba.

—¿Marik? ¡¿Estás ahí, cabeza de chorlito?! ¡Agh! ¡Espabila! —odio esta situación. Odio a Marik. ¡Si salgo de esta juro por la tumba de mi hermano que lo voy a matar! Aunque lo que más rabia me da de todo esto es que en el fondo, sé que esta situación es toda culpa mía. ¡Joder! Todo por intentar ir de sobrado!
Me centro en coger la mano de Aloe que parece la única que es una persona decente.
Nota mental: no volver a hacer el gilipollas en una misión.

—No... —susurro al verla caer al agua.
Mi primer instinto es rodearla con mi cuerpo. Esto es todo culpa mía. La intento abrazar y proteger con mi cuerpo, aunque no puedo protegerla de toda la virulencia del río.
Mierda... mierda... esto no está bien.

Al final, llegamos a una zona muy tranquila, donde el agua fluye en una zona del río mucho más ancha y apacible. Me quedo a cuatro patas, boca abajo, tosiendo agua y tratando de recomponerme. Maldición... un par de golpes eran aceptables, pero ahora estoy destrozado.

Escucho a Aloe y asiento, en silencio, mientras me arrastro fuera del río. No me atrevo si quiera a verla a los ojos. Tuvo razón todo el tiempo. Desde el principio. Y nosotros... nosotros nos dedicamos a tirarnos puyas y a ignorarnos por... no sé por qué. Porque... los tíos somos imbéciles, supongo. No se me ocurre otra excusa.
La veo irse. Quiero ir con ella, acompañarla, pero ni me atrevo a abrir la boca. Además: necesito un descanso. Tomar aire.
Observo el bosque que se abre frente a nosotros y trago saliva. Aún nos queda... encontrar a Adelina.
Me veo las heridas y siento un poco de miedo.
Silvanus... ¿tuviste que pasar por cosas como estas tú también? Igual... igual no eras tan marica como pensaba.
Trago saliva y espero a que Aloe regrese. No... no puedo ni quiero hacer otra cosa. Me quedo pues, reflexionando sobre mi comportamiento.

Marik ya puede postear.
Gabriel se quedó solo y aprovechó, una vez se hubo recuperado, para explorar la entrada al bosque. Pudo apreciar que no era un bosque normal y corriente, pues la luz en su interior era casi inexistente. ¡Era un bosque mucho más oscuro de lo normal! ¡Parecía como si algo estuviese robando la luz del interior! El bosque daba la impresión de ser una gigantesca habitación negra que absorbía toda la luz que penetraba por entre las copas de los árboles.
Gabriel decide esperar a sus compañeros antes de poner un pie en el interior. Ha aprendido la lección. Puede observar en la tierra húmeda las huellas de varias herraduras. Sin duda parece que aquel lugar fue visitado por una montura.


Mientras, río arriba, Aloe y Marik se encuentran a mitad de camino.

Genial. La entrada a este bosque parece el inicio de una historia de miedo.
Me asomo, agarrándome un costado con gesto doloroso, pero no me atrevo si quiera a meterme. No sin mis compañeros. Recuerdo las palabras de Aloe: "no hagas ninguna tontería más porque a la próxima no pienso ayudarte". Trago saliva. Decido esperar. Entonces veo el suelo del bosque.
¡Huellas!
Bueno, a ver no son humanas, son de algún caballo, burro o... algo así.
Rápidamente me acuclillo para apreciarlas mejor y la voz del Conde resuena en mi cabeza: " la última vez que la vi se dirigía al bosque a dar un paseo con su corcel."
¡TE TENEMOS ADELINA! ¡Por fin buenas noticias!
¡Estoy expectante para poder contárselo a todos!

Decido regresar al río mientras, para beber agua y limpiarme las heridas de la mejor manera que puedo. Además, el agua está fría y eso ayudará al dolor de los golpes, por lo que me quedo tumbado boca arriba, remojando todo mi cuerpo con los ojos cerrados mientras la lluvia me cae por encima.
Qué bueno es ser piscis.

Aloe encuentra a Marik a mitad de camino, bajando ya con su máquina por el río y se toma un momento para recuperar el aliento.

—¿No te has puesto a cruzar con tu cuerda? —Pregunta a modo de reproche. Luego suspira y trata de calmarse—. Olvídalo, pero tenemos que trabajar en equipo, no ir por libre, ¿vale? Vamos, Gabriel está más abajo. El río pierde profundidad y se puede cruzar a pie perfectamente —Se da la vuelta y se dispone a rehacer el camino que había hecho hasta el momento.

En cuanto llegasen junto a Gabriel por fin podrían empezar.

Al fin el grupo se reúne de nuevo.
Todos se juntan en la entrada del bosque, justo en el lugar en el que Gabriel encontró las huellas de herradura.
Sin duda aquel bosque no era algo para tomarse a la ligera. Para empezar, los chicos debían encontrar la manera de cruzarlo de un modo seguro.



Las opciones que se abrían frente a ellos no eran demasiadas. Avanzar a oscuras era una opción. Peligrosa, pues el riesgo de perderse en aquel lugar y convertirse en las nuevas Adelinas era una opción muy plausible. No obstante, llamar demasiado la atención cortando maleza o utilizando magia podría atraer a invitados desagradables. Los chicos debían tomar una decisión para avanzar. Por ahora, todo parece tranquilo.
Gabriel era el más perjudicado de todos y debía permanecer muy alerta si no quería debilitarse demasiado. Marik por su parte, se encontraba en plena forma. Sin embargo, la molesta manía de dejar colgados a sus compañeros no lo convertían en un buen líder. Aloe por su parte, parecía molesta con sus compañeros de misión. Sin embargo, todos debían tomar una decisión de cómo abordar aquel nuevo obstáculo siniestro que tenían delante de sus narices.

Estado físico de Gabriel: 6/10
Estado físico de Aloe: 8/10
Estado físico de Marik: 10/10

Sonrío fugazmente cuando observo a Aloe, aunque rápidamente la borro de mi rostro. Lo que ha ocurrido no ha sido gracioso.
—Lo siento... —me disculpo. No añado mucho más—. No estoy acostumbrado a... todo esto y tomé una mala decisión —resuelvo—. Me disculparé con Gabriel en cuanto lo vea —remato—. Gracias por venir a por mi.

[...]

Una vez llegamos al lugar, pedaleo para acercarme a Gabriel.
—Hola... ¿Qué tal estás? —asomo mi cabeza por el rectángulo a la altura de los pechos de Kaguya e inspecciono las magulladuras del piscis—. Quería disculparme... —pido—. ¿Podrías aceptar mis disculpas? Tomé una mala decisión... —Aloe tiene razón. No podemos tirarnos de los pelos entre nosotros. Tiro de una palanca y la mano derecha de Kaguya se extiende delante de la cara del piscis—. ¿En paz? —espero te tome mi mano y todo este mal trago quede en el olvido.

Observo las huellas que se nos presentan. Sin duda tienen que ser de Adelina. ¿De quién sino? Eso me motiva. Sin embargo, el horror negro en el que nos vamos a tener que meter para sacarla, me hace tragar saliva sonoramente.
—Tengo miedo —confieso—. ¿Por qué vendría a un lugar como este Adelina? —pregunto en voz alta—. Sea como sea, debemos avanzar. Parece que no se ve nada ahí dentro... ¿Y si cortamos algunas ramas para que entre la luz del día? —pregunto.
—Sino... —observo a Aloe—. ¿Qué opinas tú, Aloe? —no quiero volver a tomar la iniciativa de nuevo, al menos por ahora. No quiero más meteduras de pata por mi parte, así que haré lo que se decida.
—Si queréis, puedo lanzar el arpón de Kaguya a las ramas superiores de los árboles y luego tirar con fuerza. Podríamos arrancar las ramas más altas para que la luz penetre más. No sé... —es lo que se me ha ocurrido.

Al fin están de nuevo juntos y Marik parece haber aprendido la lección, no tanto Gabriel. Sin embargo, Aloe intenta permanecer concentrada.

—No creo que sea buena idea dejar caer las ramas a lo loco, no sabemos si Adelina está ahí dentro. Imagínate que romper las ramas y la aplastas —Comenta concienzuda. Escucha a Marik, pero evita hacer ningún comentario. La oscuridad es una de sus mayores debilidades, una vez entre ahí dentro no sabe si podrá mantener la cabeza fría. Mira con ceño a Gabriel.

—Tu "valentía" ya nos ha salido cara, así que estate tranquilito —Le reprocha. Luego aprieta los ojos y toma aire profundamente, echando la cabeza hacia atrás. Debe mantenerse lo más tranquila que pueda. Al mirar al fondo negro las piernas se le debilitan un poco.

—No tengo conjuros con los que iluminar todo esto, sólo puedo utilizar un Clair ëm yäk para que nos sirva de luz. Si vemos algo raro, puedo cegarlo. Pero si no os metéis detrás de algo, también vais a quedaros choscos —Explica. Toma aire de nuevo— Pero tenemos que entrar y cuanto antes lo hagamos, antes sabremos lo que hay ahí dentro—Trata de sonar segura, aunque todos los poros de su piel le gritan que salga corriendo de esa oscuridad. Está tentada de agarrarse a alguno de sus compañeros, pero tal y como estás las cosas prefiere evitar más distracciones— y ni se os ocurra separaros —Sentencia.

Conjura un Clair ëm yäk para empezar su incursión.

Camina tratando de mantener la compostura en esa oscuridad densa y desalentadora. Siente que su magia se va drenando de ella, que algo va quitándole la fuerza del hechizo. Aloe procua ir muy pegada a sus compañeros, tratando de que cada movimiento se roce con uno de ellos para asegurarse de que siguen ahí. No quiere ni pensar en mirar hacia atrás. Siente la espalda llena de sudor. Marik le habla con su marioneta, pero está demasiado concentrada en no perder los nervios.

Y de repente el hechizo se apaga.

Aloe tiembla sin poder evitarlo, nota como la respiración se le entrecorta y le cuesta coger aire, pero debe controlase. Se agarra fuerte al brazo de Gabriel -es el que le queda más a mano- y lo aprieta para tratar de tranquilizarse. Todavía hay un poco de luz en las setas que ve frente a ella.

—¡He oído algo! —No llega a gritar porque la voz se le rompe, pero da un respingo al tiempo que informa a sus compañeros. Marik dice algo, pero ella no es capaz de pensar con claridad. Quiere gritar y correr, pero al mismo tiempo no quiere hacerlo —No sé, ¡no sé! ¿Y si son venenosas? Si son las que se llevan la luz, ¿por qué hay tan pocas? No sé... Quiero irme de aquí rápido, hay algo cerca de nosotros... Igual si las arrancamos ya no absorben la luz... Pero igual nos quedamos completamente a oscuras —Habla deprisa y entrecortadamente porque tiene un nudo en la garganta. Los ojos y la cabeza empiezan a dolerle.