Tela de seda magnética. [Nagore-Marik]

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Los parvus abandonaron Brontë sin prisa. El viaje se les hizo relativamente ameno. Primero en carro, luego en carruaje, un poco a pie y otro poco en burro. Los parvus se las ingeniaban para conseguir transporte hasta llegar cerca de los valles que Marik buscaba.
Cuando llegaron al valle, descubrieron que se trataba de un emplazamiento tranquilo. Las casas eran de madera con techos de paja y estaban suspendidas sobre cadalsos de madera. Daba la impresión que en invierno la zona tendía a inundarse y de aquel modo, los hogares de los chrysos permanecían secos.
Los habitantes del pueblo recibieron de buen agrado a los guerreros de Brontë, aunque algunos parecían confusos ya que el valle solía ser un lugar tranquilo y sin problemas, por lo que su presencia puso nervioso a algunos, que creían que algo malo estaba ocurriendo. Generalmente la gente prefería tener lejos a los guerreros, pues allá donde aparecían, siempre era para luchar contra algún enemigo o resolver algún problema por lo que su aparición en el valle levantó cierto revuelo.

─Hola, soy Cristein, el alguacil del valle ─un hombre mayor los recibió─. ¿Ocurre algo? ─les preguntó en cuanto fue informado de la presencia de los parvus. El hombre parecía preocupado. Era un señor de barba cana y un cazamariposas como bastó

n.

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DADO: 1

La compañía de Nagore me vino de perlas, pues me quedé dormido en más de una ocasión. Si hubiese ido solo, me habría perdido por los caminos casi con total seguridad.

Al fin hemos llegado al valle donde se manufacturan las telas que busco. Estoy contento. Bajo del carro con Kaguya a la espalda y acelero el ritmo. Es extraño sentirme tan animado. Generalmente y debido a mi enfermedad, casi siempre estoy mustio y apagado. No obstante, ahora me encuentro muy excitado.
Troto hacia las casas.
─Mira, Nagore. Este es el valle que buscaba. Aquí podremos hacernos con un pedazo de tela magnética para Kaguya. ¿No estás contenta?

Caminamos por el pueblo y la gente sale a nuestro paso. No parecen acostumbrados a tener visitantes y menos parvus, y menos parvus tan pintorescos como nosotros.
El mandamás se nos presenta.
─Un... placer ─sonrío contento─. Oh, no se preocupe. Verá, venimos del Palacio de Brontë en busca de tela magnética. Nos preguntábamos si podrían vendernos un par de rollos de tela ─resumo─. Qué lugar más bonito este... ─divago, viendo a todos lados mientras hago botar a Kaguya a mi espalda para recolocarla─. Esta es mi compañera Nagore ─explico.

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─¡Al fin! ─me llevo las manos a la cabeza─. Menudo viajecito que me has dado. Empiezo a entender por qué no sales mucho a misiones ¿eh? ─la verdad es que estoy cansada. He tenido que estar pendiente de la ruta y de que Marik no se me quedase dormido en cualquier esquina─. Bueno, no solo para Kaguya, ¿eh? Si la tela es bonita, yo quiero hacerme un vestido o algo ─expongo en voz alta y firme─, que una es buena pero no tonta.

El jefazo del sitio se nos presenta y pregunta a qué hemos venido. Marik se lo explica, yo paso. Sin embargo, quiero matizar un punto importante.
─Compañera de compañía solamente eh, no se piense nada raro ─estiro el cuello y me separo un paso lateralmente para alejarme de Marik─. ¡Hum! En fin, que hemos venido a por tela de esa atrapametales. Denos unos cuantos metros y nos iremos con viento fresco ─aclaro.

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─¿Perdón? ─el viejo Cristein parecía confundido. Se rascó la cabeza y sopesó la situación─. Ah, así que era solo eso... ─divagó─. Por un momento me había asustado. No nos gusta ver Guerreros de Bronte en general. Cuando están cerca, implica que hay peligro o problemas al caer. No es vuestra culpa, por supuesto, pero entended que si os vemos aparecer en nuestro pueblo, es posible que haya un asesino cerca o un oso salvaje que quiere comernos. Sin embargo, si lo único que queréis es nuestra tela, eso tiene fácil solución.

El hombre los llevó al interior de la cabaña principal y puso delante de la pareja parvus un par de rollos generosos de tela magnética.
─Aquí los tenéis. Son 500.000 mithones ambos rollos ─dijo apartando las telas a un lado y poniendo sus palmas hacia arriba exigiendo el dinero.

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Escucho con interés lo que dice. Lo entiendo, aunque me hace sentir mal.
─Discúlpenos por parecer pájaros de mal agüero, señor; pero le aseguro que en esta ocasión, únicamente venimos a por material. Solo eso ─resumo, frotándome las manos con ganas al escuchar la afirmativa del anciano.

Nos lleva a una casa y nos presenta dos royos del preciado material.
─¡Eso es! ¡Es tal y como la quería! ─sin embargo, se me hiela la sangre al escuchar el precio. ¿Cuánto ha dicho? le dedico a Nagore una mirada furtiva, cierro el puño y me lo llevo a la boca. Carraspeo.
Rebusco en el bolsillo y saco un calcetín amarillo.
Le doy la vuelta y vierto sobre la mesa un puñado de monedas. Le hago un gesto con la cabeza a Nagore.
─Tú eres noble, ¿no? paga el resto, venga... ─le susurro. Por todos los templos de Mithos. Qué precio más desorbitado...

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─

¡Debería estar agradecido de tener a los guerreros cerca! ¿¡Será posible!? ─me molestó su comentario. Si es que aún por encima de estar luchando para que este mundo no se vaya a la porra, los campesinos se nos echan a la chepa. ¡Lo que me faltaba!

Entramos en una cabaña bastante grandota. No está mal, parece bastante acogedora. Entonces el señor nos hace entrega de dos royos de tela magnética. La verdad es que estoy impresionada.
Estiro la mano y la toco. Es extremadamente suave y brillante. una chica es capaz de apreciar una buena tela y esta es sin duda, una excelente.
─¡Miércoles avinagrados! ¡Qué precio más exagerado! ─chillo enfadada. Sin embargo, estoy tranquila. Marik dará buena cuenta del precio. Al fin y al cabo, si ha venido hasta este lugar es porque sabe lo que cuestan las cosas, ¿verdad? Estará enterado.

...

Observo los cuatro duros que tiene y me pide ¡a mi! que pague el resto.
─¡¿COMO?! ─ahora lo entiendo todo─. ¡Así que este era el interés para que yo viniese a esta misión!, ¿cierto? ¡Serás cabrito! ¿Pues sabes qué? Yo esperaba que tú pagases las cosas que para eso eres el interesado, así que no he traído ni un solo mithón. ¡Ea! ¡Mira tú qué bien, tanto viaje para nada!

─Y usted, usurero, ya le vale. Menudos precios. ¿Sabe acaso cuanto le cuesta a la gente ganar tres perras? Nadie podrá comprar esos rollos de seda jamás. Está loco. ─soy rápida. Podría coger uno y largarme. Sin embargo, Marik es una castaña y tampoco puedo dejarlo aquí tirado ni que acusen a Bronte de ser unos ladrones. Tsk...─ dénoslos. Es una orden. El palacio de Bronte necesita estas telas para crear armas y proteger al mundo. Si no lo hace, tendrá problemas con todas las naciones ─me tiro un farol.

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─¿Qué broma es esta? ─el hombre se enfada, recoge las telas de delante de la vista de los parvus y se cruza de brazos─. ¿Pensabais que os iba a salir gratis o algo así? ¡Pues vais aviados! ─se centra en Nagore y la acusa con un dedo que sube y baja─. ¿Sabes acaso cuánto cuesta hacer esta tela? ¡Y si el palacio de Bronte necesita mis telas, se las venderé encantado! ¡Que vosotros viváis de nuestros impuestos no significa que el resto lo hagamos! ¡Ni hablar! ¡De hecho, largo! ¡Venga!

El hombre empujó a la pareja fuera de casa de mala gana. Fuera, un grupito de seis personas se arremolinaban para saber qué ocurría.
─¿Son estos los guerreros? ¿Por qué los echas así? ─pregunta un hombre.
─¡Quieren las telas gratis! ─responde Cristein.
─¡Esa si que es buena! ─ríe el hombre─. Eso es imposible, aunque quizá puedan ganarse unos pedazos si pagasen con mano de obra. Al fin y al cabo, son de Bronte. Les debemos mucho ─medita─. ¿Qué os parece? ¿Aceptáis cumplir con los encargos del pueblo? Si conseguís la aprobación de tres aldeanos, os daremos un pedazo de tela a cada uno. Un rollo es imposible, pero sí el suficiente para que os sea útil. ¿Qué decís? Escoged a uno de nosotros. Seguro que tenemos algo pendiente que hacer ─señala al grupo de seis personas.

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Dado 2

─... ─nadie parece conforme con la situación. Nagore se le pone a chillar y se enzarzan en una pelea verbal. Al final terminamos fuera, expulsados. No sé qué decir, así que simplemente los sigo al exterior.
Por suerte, otra persona interviene y nos propone una forma de conseguir las telas. Trabajar por ellas. Suena justo, supongo. Aunque ojalá hubiesen cedido a las exigencias de Nagore y nos hubiesen dado uno de esos royos para Brontë.

─Me parece... bien ─recalco mi postura y me dirijo a uno de los aldeanos─. ¿Qué puedo hacer por usted? ─pregunto rápidamente mientras me froto un ojo, somnoliento.

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Mierda.
No parece que vayamos a tener opción. Aprieto los puños, enfadada. Maldita sea, Marik... en menudo lío nos has metido. Ahora tendremos que ir por ahí mendigando recados para ganarnos el favor de esta gente.
─Qué remedio... ─gimoteo, mientras sigo a mi compañero parvus. Estoy un poco alicaída por cómo han ido las cosas, así que dejo que Marik lleve la voz cantante, que él escoja el granjero que quiera y todo eso. A mi me da igual. Solo quiero largarme de este sitio y... todavía acabamos de llegar─. Qué pereza... ─musito.

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─Pues mirad, la verdad es que me venís bastante bien. Sois parvus, así que se os tiene que dar bien eso de rebuscar por la tierra. Hay un ratón gigante en mi campo y está terminando con toda la cosecha. Ya he probado de todo, pero es imposible capturarlo con trampas tradicionales. Parece ser muy viejo y conocerse todos los trucos. Venid. Os llevaré.

El campo del granjero no estaba lejos. La mitad del sembrado estaba en buenas condiciones, pero la otra mitad estaba roída y con muy mal aspecto.
─Aunque parezca que haya muchos, es solo uno. Una vez lo vi y es tan grande como tú ─señaló a Marik─. Así que tened cuidado. Nosotros nos esconderemos y estaremos observando desde el refugio. Si no conseguís librarnos de ese ratón gigante, no podremos daros las telas.

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¿Cazar ratones? ¿En serio? ¿Tan bajo iba a caer la sobrina de Nagorr Brumm? Resoplo completamente asqueada.
─Marik... a mi los ratones me dan mucho asco... ─gimoteo a su espalda─. ¿Puedes ocuparte de esto tú solo? ─intento escaquearme. Me acerco a un agujero enorme en el suelo del cultivo─. Mira, me quedaré aquí cubriendo esta entrada y si sale, le tiraré un Terra Der a la cabeza. ¿De acuerdo? Pero no me pidas que me meta en este lodazal a rebuscar un ratón gigante... ─lloriqueo mientras me coloco en el sitio indicado y le cargo el muerto a Marik.
Miro a los campesinos de reojo. Espero que no piensen que soy una aprovechada.

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Dado 1.

Tomo una buena cantidad de aire. Esto ya me lo venía venir yo.
─Está bien. Está bien. Déjame pensar un momento. No, mira. mejor, quédate allí con los demás y no molestes ─tengo un plan─. Tú observa cómo trabajo y punto ─eso va a ser lo mejor. Con lo escandalosa que es, el ratón gigante no va a salir en la vida.

Arrastro a Kaguya al centro del sembrado y le pongo en las manos una buena cantidad de comida. Los brotes y mazorcas más jugosos que puedo coger. Los campesinos refunfuñan un poco, pero rápidamente les explico lo que quiero hacer.
─La atraeré fuera y la mataré delante de todos vosotros, pero necesito silencio absoluto y que nadie se asome ─informo.
Así se hace.
Tras cargar las manos de Kaguya con una cantidad generosa de comida, me meto dentro. Sin duda ese ratón podrá ser muy listo y conocerse todas las trampas del mercado, pero Kaguya sólo hay una en el mundo y dudo que conozca todas sus triquiñuelas. Me meto dentro y espero.

En cuanto salga y lo tenga a tiro, lo ensartaré con el espetón de hueso de Aqua y habremos completado la primera de las misiones.

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Al ratón no tardaron en rugirle las tripas y tras asegurarse que en la superficie no se escuchaba nadie, decidió sacar el hocico por la madriguera. Allí se encontró como siempre, el sembrado a medio comer aunque en aquella ocasión había algo más. Una figura inerte con forma humana en el centro del campo que sujetaba apetitosa comida. El ratón entornó los ojos. Había visto muchos espantapájaros a lo largo de su vida pero ninguno tan elegante ni de ese estilo y muchísimo menos, que le ofreciese comida.
Se confió.
Se confió y comenzó a acercarse lentamente. No ocurría nada. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le se puso sobre las dos patas traseras y olisqueó las mazorcas. Sin duda eran excepcionales.
Con un dedillo, tocó una y salió corriendo hacia atrás, listo para que algún tipo de trampa o mecanismo se activase. Nada ocurrió.
El ratón avanzó de nuevo y valiente, tomó una mazorca y comenzó a comérsela con tranquilidad delante de Kaguya.
Nada.
El ratón cogió una segunda mazorca y se dio la vuelta para volver a la madriguera. Estar al descubierto era peligroso. La entrada de su cueva fue lo último que vio, pues murió en el acto atravesado por el espetón de hueso de Kaguya.

Todo el pueblo corrió alrededor de Marik para alabar su gran ejecución. Habían superado la primera misión.
─¡Ahora yo! ─una mujer intervino, muy feliz por el éxito de los guerreros─. Veréis, mi casa está situada en una zona muy baja y cuando llueve se inunda casi siempre. Me preguntaba si vosotros, parvus, podríais elevar el terreno de mi casa para que en la próxima crecida no se me moje el salón. ¿Qué decís? ¿Podréis hacerlo?

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Nos dirigimos al siguiente recado. Atiendo a la petición y me apetece decirle: "señora, por qué la construyó ahí abajo?" En fin. Habrá que hacer algo.
─Nagore, se me ocurre que podríamos convocar dos Pervatias. Tú a un lado de la casa y yo al otro y levantar así las 4 esquinas, subiendo la casa en peso. Es la única manera que se me ocurre para solucionar esto. ¿Qué te parece? ─me rasco la cabeza, intentando pensar algo mejor.
La verdad es que esta situación pone de manifiesto todas las flaquezas que tengo en batalla. Como parvus, debería poder levantar un poco el terrero de forma permanente, como mínimo.
Soplo.
Kaguya tampoco puede hacer nada en esta situación. Espero que Nagore tenga algo mejor en la cabeza.

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─Mmmm... la idea no es mala, Marik, pero te recuerdo que si solamente usamos los Pervatia, estos terminarán por desaparecer. Al fin y al cabo la magia tiene efectos finitos ─pongo los brazos en jarra y señalo con energía a los pueblerinos que escuchan con atención.
─¡A ver, vosotros! ¡Marik y yo solucionaremos esto pero necesitaremos vuestra ayuda, ¿de acuerdo?! Levantaremos la casa con nuestra magia y mientras los Pervatia la sostienen en peso por las cuatro esquinas, tendréis que ser vosotros, con palas, quienes rellenen el hueco de debajo de la casa con tierra para que, cuando retiremos los Pervatia, la casa quede más elevada. No hace falta rellenar todo el alto de los Pervatia, simplemente con unos cuantos centímetros será suficiente para que la casa se eleve. ¡Pero para eso necesitamos la colaboración de todo el pueblo, sino será imposible! ─explico con energía.

Vamos allá.
─¡Pervatia! ¡Pervatia! ─invoco, esperando a que Marik haga lo mismo.

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Los dos parvus se ponen manos a la obra y elevan la casa. El pueblo, agradecido ante la idea de ayudar a su vecina, se arman con sus palas y comienzan a rodear la casa, cavando un foso alrededor de esta y echando la tierra justo debajo de donde ahora flota. De este modo, no solo se eleva el nivel de la casa sino que se forma un foso alrededor de esta que recogerá toda el agua que llegue al lugar.
Tras varias horas de trabajo, la casa toca suelo por fin elevada casi medio metro de la posicion original y con un foso a su areldedor que sin duda quedará precioso cuando se llene de agua.

Ahora que han concluido las dos tareas, un crío se asoma de entre la multitud.
─¡Quiero que peleeis entre vosotros! ─pide.
Todos miran confundidos al niño.
─¡Sí! ¡Este pueblo es muy aburrido y yo quiero ver una pelea entre guerreros de Brontë! ─se cruza de brazos y asiente─. Ya no quedan más cosas que hacer en la villa, ¿verdad? ¿pues por qué no vamos a poder usar el tercer recado para divertirnos un poco? ─frunce el ceño, firme en lo que dice.

Todos callan y se ven los unos a los otros. La verdad es que no quedaban muchas cosas que hacer en el pueblo, por lo que sentarse a ver un combate parecía una manera eficaz de terminar el día. ¿por qué no?

Todos comenzaron a aplaudir la idea. Los parvus fueron llevados a una zona de campo abierta y todo el pueblo los rodeó. Algunos incluso comenzaron a hacer apuestas entre ellos para ver cómo transcurría la pelea.

(testeo de sistemas de combate):

Nagore
Vida: 14
Fuerza: 2
Resistencia: 1
Velocidad: 5
Agilidad: 1
Magia: 5
Técnica: 1
Puntería: 1

Marik:
Vida: 13
Fuerza: 2
Resistencia: 5
Velocidad: 1
Agilidad: 1
Magia: 5
Técnica: 1
Puntería: 5

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¿En serio? ¿Un combate contra Marik? Si queremos esa tela no vamos a tener más opción que ceder ante las presiones del pueblo.
─Tsk... está bien, supongo... ─arrugo el morro. No me he enfrentado nunca a Marik y aparte de Kaguya no sé cuál es su fuerte. No parece especialmente poderoso, a decir verdad. Aunque no es la primera vez que salgo escaldada por subestimar a mis aliados.

El ruedo ya está listo y Marik parece tan compungido como yo.
─Marik ─lo llamo─. Vamos a ganarnos esa tela en condiciones, ¿de acuerdo? hasta que alguno de los dos diga basta, pelearemos como guerreros y le demostraremos a estos pueblerinos de qué esta hecho el ejército de los 7 colores ─intento animarlo, aunque la verdad, no me apetece demasiado pegarme con él y por lo que sé de su caracter, no creo que esto le haga especial ilusión. Es por eso que decido tomármelo en serio para acabar cuanto antes─. Vamos allá ─para empezar, saco una bolsita de púas metálicas y efectúo mi primero movimiento, cubriendo su parte del campo con una ristra de metales puntiagudos que sin duda limitarán sus capacidades de movimiento. Ahora, invoco un Terra Der y lo envio directo a su estómago. Con suerte, caerá al suelo y todo terminará pronto.

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Es rápida. Muy rápida. Cuando me doy cuenta, estoy rodeado por una ristra de púas que evita que pueda moverme. No me afecta demasiado, pues no es que sea excesivamente rápido. Invoco dos Terra Der y los dirijo directamente hacia ella. ¿Cómo es posible que sea tan rápida y yo tan lento?
Observo al público. Parece entusiasmado con la pelea. A mi la verdad no me apetece nada, pero todo sea por la tela magnética.

Espero que si acierto los hechizos, no le duelan demasiado. Mi magia no es la mejor. Nunca lo ha sido ni tiene pinta de que lo será. Sin embargo, es todo lo que tengo ahora mismo para atacarle. Dudo mucho que Nagore tenga la osadía de ponerse a rango de mis puños. No debería si quiere mantener esa sonrisa tan bonita.

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Las púas de Nagore redujeron la capacidad móvil de Marik más si cabe, por lo que su hechizo le dio de lleno al Parvus, que lo hizo rodar por el suelo un par de metros y haciendo que alguna de sus púas se clavasen en él.

Marik, por su parte, devuelve el ataque con dos hechizos de bola de tierra hacia la chica, pero en comparación con los de la sobrinísima, carecen de potencia o energía. Nagore no tuvo problema alguno para evitarlos por completo. Sin duda la diferencia entre ambos guerreros quedó patente desde los primeros movimientos del combate.

Los pueblerinos animaban a unos y a otros. Algunos hasta se encogían de dolor al ver los golpes a Marik o se reían de él al ver su magia tan vaga y se preguntaban entre sí como aquel pequeñajo era un guerrero de bronte.

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Pan comido.
No sé si es que no quiere hacerme daño, si es que combatir directamente en uno contra uno o si simplemente soy la repera. Lo que sí sé es que este combate está sentenciado.
Sé que este no es todo el potencial de Marik. No ha usado su marioneta. Desde luego el estilo de combate de Marik no está diseñado para el más puro uno contra uno. Me pregunto qué se tendrá guardado bajo la manga.
Bah, da igual. Vamos a terminar con esto de una vez.
Salto en el aire y giro sobre mí misma mientras conjuro un par de Terra Der en ambas palmas que salen disparadas hacia él. Primero una y después la otra, zumbando.

Listo. No creo que le quede mucho más.

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Mm... no parece que pueda hacer nada contra su velocidad. Simplemente es una guerrera mejor. En cuanto me reincorporo dolorido por los pinchazos de las púas, me aterrizan en la crisma los otros dos hechizos.
Intento incorporarme, pero me tiemblan los brazos. Estoy agotado. No puedo más. Me rindo.

Termino por relajar el cuerpo y quedarme allí, respirando contra el suelo. Soy un guerrero bastante patético. Sin compañeros, no soy útil.
─Siento haber dado tan poco espectáculo pero... soy novato ─aclaro en voz alta para que todos puedan entender mi situación─. Lo siento ─ahora temo que no nos acepten la prueba por culpa de mi debilidad y todo haya sido en vano.
Trago saliva.
Espero que no.
Por favor. Espero que no.

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Definitivamente la idea del combate entre ambos guerreros, a pesar de haber resultado muy tentadora en un primer momento, rápidamente dejó de serlo al ver el destrozo que Nagore le hacía al pobre Marik que con esas reglas de juego, le era imposible vencer; por lo que fue la propia Nagore quien puso punto y final al combate.

El publico, aunque algo molesto por no haber obtenido un combate a la altura de las expectativas, se contentó en general con los guerreros pues sus servicios les habían servido de mucho. Es por eso que aplaudieron de igual modo. Al fin y al cabo, la ejecución de Nagore había sido bastante agradable de ver y resultó mucho más lucida de lo normal teniendo a Marik como rival. Este, por su parte, recibió un par de abucheos azarosos por parte del público.

El jefe de la aldea los hizo llamar y les entregó lo prometido. Un par de pedazos de Tela de Seda Magnética a cada uno. Marik, a pesar de las magulladuras, parecía el más feliz de los dos sin duda. Tras un descanso, ambos guerreros pusieron rumbo a Brontë de nuevo.

*FIN DE LA MISIÓN*

Recompensa: Tela de Seda Magnética.

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