Silvio Moderador
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| Tema: Ficha de Silvanus Sáb Ago 06, 2011 8:18 pm | |
| Nombre: Silvanus Apellido: Kettleburn Edad: 18 años Descripción física: Pelo rubio y corto, ojos verdes y expresivos; complexión mas bien mediocre, habitualmente viste una camisa blanca y pantalones vaqueros con tirantes colgando. Generalmente lleva un pañuelo en la cabeza porque fue un regalo de su familia cuando partió. Su mochila esta cargada de recuerdos maravillosos, aunque también guarda alguna que otra sorpresa. Lleva unos guantes de piel de dorlopps que le robo a unos Parvus en una taberna. Descripción psicológica: Alegre, completamente despreocupado y quizás un poco fanfarrón. Le horroriza que se utilice la violencia como medio de escape en cualquier situación, si puede evitar el contacto directo con vísceras y derivados mejor, ya que es extremadamente sensible a todo lo que no siga un camino ética y políticamente correcto. Arma inicial: Daga, se llama Altheda en honor a la protagonista de su libro favorito. Otras cosas: Le da un poco de asco la piel de los Flamma, y se acobarda rapidamente ante el poder de sus lideres, prefiere estudiar las distintas plantas que se encuentre para preparar útiles medicinas utilizando algas y demas, o preparar potentes venenos. Tiene un lunar en el cuello y uno en el interior de la nalga. Raza: Piscis. Stats: - Fuerza: * * - Resistencia: * * * - Velocidad: * * * - Agilidad: * * * - Inteligencia: * * * * - Técnica: * * - Puntería: * * * Habilidades: -Impúdico: Ofrece su cuerpo sin reparo para conseguir beneficios. -Autoaliento: (Líder Caeruleus) Una vez se ve derrotado o decaído, saca sus últimas energías si algo evoca al líder Darvenwish. -Gran dibujante: Capacidad para relaizar buenos dibujos de forma relativamente rápida. Defectos: -Problemático: Atrae a los enemigos de forma predilecta por ello tendrá más probabilidades de ser el primero en recibir daños o ser el mas perjudicado. Su suerte se ve reducida. -Oreja sesgada: Al tener solo una membrana auditava su capacidad para sentir vibraciones está menguada. Trasfondo: - Spoiler:
Silvanus Kettleburn nació en un pueblo cerca de los Prados de Lilliom. Tiene cuatro hermanos más: su hermana mayor se llama Ariel y Silvanus siempre ha sido su “juguete favorito” siempre lo utilizaba de bebé para sus juegos y lo “obligaba” de alguna manera a jugar con ella a las muñecas, y esas cosas… quizás ese sea el motivo de por qué no ha tenido amigos durante su infancia: Su hermana lo absorbía por completo, haciéndole hacer todo el rato cosas de chicas. Ariel siempre quiso tener una hermanita pequeña, pero después de que sus padres tuvieran a los tres hermanos mayores de Silvanus, Ariel estaba cansada de tanto chico y decidió tratar al siguiente, es decir a Silvanus como su muñeca particular: le enseñó todo lo que tenía que hacer si le gustaba un chico, le enseñó a cómo pintarse las uñas, porque así, mientras ella estudiaba, el pequeño Silvanus, ya con 5 años, le pintaba las de los pies. Ariel fue y es una persona muy importante en la vida de Silvanus. Este la quiere con locura, y, aunque para él es la mejor hermana del mundo, en el fondo él cree que ella ha tenido parte de culpa en su bajo número de amigos. Ariel no lo hizo por mal, pero sinceramente, la chica le hizo más mal que bien a nuestro joven piscis… A veces el amor puede ser peligroso.
Con seis años comenzó en el colegio. Era un niño extremadamente menudo, sobre todo por la falta de ejercicio, ya que perfería peinar a las muñecas de trapo de Ariel que jugar con sus brutos y desgarbados hermanos, que lo trataban de una forma bastante irrespetuosa. El primer recreo del primer día de clase, fue bastante traumático para Silvanus: los chicos jugaban con un balón mientras él se comía un bocadillo de… bueno: de pan. Entonces, mientras miraba como los chicos jugaban, un grupo de niñas se le acercó tímidamente. El salió corriendo despavorido ante el primer “hola” pronunciado por ellas: nunca antes había hablado con nadie de su misma edad. Desde aquel día, las chicas pasaron de él, y los chicos, aparte de pasar de su rubia cabeza, se dedicaron a golpearla. Así pasaron los siguientes seis años, llegando así a los doce. Con doce años, Silvanus comenzó a faltar a clase más de lo habitual… nunca iba a clases de algebra ni a clases de lenguaje: solo iba a combate, música y artes. Por esto, recibió numerosas regañinas de sus padres, pero estos estaban demasiado ocupados admirando los trabajos, las victorias en duelos y las novias y novio de sus otros hijos como para atender al quinto, que había venido de penalti en una noche quizás demasiado animada. Además, comenzaron a desatenderlo, por lo que Silvanus, en plena adolescencia pasó bastante hambre y se alimentaba robando frutas de las casas de los vecinos y de bocadillos ajenos cuando podía robarlos de sus mochilas. Silvanus nunca reprochó a sus padres la desatención brindada, sino que se resignó, pensando que todos los padres eran como ellos… aunque cuando veía que los otros padres abrazaban a sus hijos, los llevaban al parque etc, no podía evitar sentir una extraña presión en el pecho y cierta sensación de desamparo. Con catorce años, tuvo su primer contacto sexual… no muy agradable: su profesor de combate tenía cierta fijación con los jovencitos ingenuos, delgaduchos, rubios y de ojos con color, por lo que Silvanus fue la presa perfecta. Al principio solo le rozaba el cuerpo con su velludo brazo, que estaba realmente musculado, pero como el pobre niño no decía nada, este continuó acercándose más a él, quedándose en los vestuarios con él a solas, charlando sobre las clases, etc. Una vez que fueron de excursión, Silvanus no pudo llevar mantas, ni tienda de campaña ni nada, porque sus hermanos estaban en una competición de natación en el Río Assech, por lo que al principio le dijeron que no podría ir, y este se puso a llorar desconsoladamente, pero dicho profesor, se ofreció a llevar el unas mantas y una tienda para él. Llegado el día de la acampada, el hombre puso la excusa de que se le había olvidado las mantas y la tienda, por lo que tendrían que dormir juntos. Silvanus aceptó sin ningún tipo de problema, con una sonrisa en los labios, pues tenía la mente propia de un niño sin juicio y pura.
Desde aquella noche, Silvanus dejó de ir también a clases de combate.
Con dieciséis años, Silvanus solo iba a clase de artes muy de vez en cuando… dibujar y pintar era lo único que se le había dado bien durante toda su vida. Y, ahora que Ariel se había marchado de casa, sus hermanos habían tomado el control, haciendo que el pobre pasase más tiempo deambulando por las calles que en su propia casa… no tenía amigos, su familia se olvidaba de el para todo… Silvanus comenzó a plantearse otra visión de la vida… se estaba estancando… quizás si hiciera algo que los demás chicos hacían, se volvería un poco más popular. Iba caminando por la calle, con las manos en los bolsillos dándole patadas a una piedra, cuando vio a un grupo de piscis que le sacaban como tres cabezas y vio que estaban fumando. Silvanus se acercó a ellos y les pidió tímidamente un cigarrillo. Los chicos se rieron y se lo ofrecieron “¡cómo no!” dijeron. Por primera vez, Silvanus se sintió medianamente integrado en un grupo… no era un grupo de amigos normales… muchos eran personas que le sacaban 15 o 20 años, pero por lo menos, podía estar sentado en una esquina, escuchando sus aventuras de como escaparon algunos de la cárcel, o de cómo le habían abierto la barriga en canal a alguno en una pelea callejera. Silvanus oía y se callaba, sentadito en una esquina del parque, escuchándolos atentamente y perguntándose porqué él no podía ser también uno de esos chicos… que apuñalaban gente, con brazos tatuados y hermosas mujeres a su alrededor. Así fue como Silvanus comenzó a fumar. Haciendo que sus preocupaciones se las llevase el viento en forma de humo.
Con diecisiete años, la situación era insostenible: Sus hermanos se portaban bien con el cuándo sus padres estaban delante, pero en cuanto lo encontraban solo en su habitación, comenzaban a llamarle “mariquita”, “subnormal”, “Deficiente”, “Sarasa”, ”hermano indeseado” y una sarta de insultos que, poco a poco, fueron haciendo mella en su joven cerebro. Silvanus ya no iba a la escuela: se escapaba de casa a las siete de la mañana sin ningún problema, ya que su pequeño cuerpo cabía perfectamente por el ventanuco de su habitación. Realmente se había quedado bastante raquítico en comparación con sus fuertes y atléticos hermanos, que ganaban premios y competiciones en todo tipo de maratones alrededor de Mithos: Eran unos atletas formidables. Se pasaba todo el día por la calle. Poco a poco se había ido distanciando del grupo de “amigos” ya que, poco a poco, las drogas y la cárcel, fueron terminando con ellos. Estaba solo. Todo el día. No iba a casa ni para comer, simplemente robaba: robaba el pan que el repartidor dejaba colgado en los portales de las casas, robaba frutas de los árboles y su pobre y escasa dieta hicieron que se sintiera débil y sin fuerzas la mayoría de los días. Un buen día, una vecina suya, que era dos años más pequeña que él (aunque le sacaba media cabeza) le vio robar unas peras de uno de sus árboles, por lo que esta le chatajeó: le dijo que quería un beso en los labios si no quería que se lo dijese a su padre. La chica se llamaba Zena Boblesi, y era una niña malcriada y caprichosa. Silvanus fue reticente a aceptar su chantaje, pero al final lo vio razonable y la besó en los labios sin ninguna pasión. Ese fue el primer beso de Silvanus Kettelburn: un beso robado, absurdo y sin ninguna razón de ser. Luego, Silvanus saltó la valla de la casa y se fue, con su desaliñada ropa, como siempre. Para no volver a ver a aquella chica. Un buen día recibió el mensaje de Brontë y vio la posibilidad de huir de ese lugar, por lo que se lo dijo a sus padres. Su madre le dijo que no fuera tonto, que no iba a ir a ninguna parte: se quedaría en casa y continuaría con la pastelería de su padre. Su padre, en cambio, dijo que ya era lo suficientemente mayor para tomar mis propias decisiones, pero que alguien debería quedarse con el negocio familiar, y todos sus hermanos tenían brillantes carreras: Ariel como escritora y sus otros hermanos como deportistas, por lo que al final, dijo “no” a la proposición del chico. Sus hermanos, sin embargo, se reunieron con él en su habitación aquella noche, dándole falsas esperanzas y alabándolo como nunca lo habían hecho hasta la fecha, todo mentira, por supuesto: lo que querían era que el enano piojoso se fuera de casa para tener una habitación más libre: una en cual poder llevarse a las chicas que traían a casa y utilizar la habitación del pequeño como picadero… más que nada para no deshacer sus camas. Entre los tres, compraron una daga y se la dieron. Realmente ese fue el único regalo de cumpleaños decente que había recibido en diecisiete años, por lo que se le encharcaron los ojos de lágrimas y les dio un beso a cada uno de sus hermanos, a lo cual, estos respondieron con una somanta de golpes. Pero bueno… Silvanus era feliz: ya tenía un arma. Le llamó Altheda, como su personaje de ficción favorito: una superheroína piscis justiciera que repartía justicia, bondad, alegría y abundancia por donde ella pasaba. Así que el día que cumplió dieciocho años, hizo su maleta, cogió su mochila marrón, se coló por su ventanuco y se fue camino a Brontë, dejando solo una nota explicativa:
“Os quiero. Un beso. Me voy a Brontë. Volveré algún día.” “Silvanus Kettleburn”
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