Camino de entrada

Cuando veo a Brontë alzarse casi siento que podría llorar. Pero entonces recuerdo mi moderada capacidad de expresión emocional.

Estoy agotada. Entre el viaje, los adolescentes, la caja y todo lo demás siento que podría dormir diez horas seguidas. Que conste que, para mi alivio, Keith y Fran se han portado mejor desde que sucedió el incidente. No sé si por culpabilidad o por respeto. Espero que por ambas. Porque he llegado a querer estrangularlos yo misma.

Miro a Massen, que conduce el otro caballo, y esbozo una sonrisa. No diré que hemos llegado a casa, porque solo de pensar en ese tipo de comentario se me revuelve el estómago. Pero sí es cierto que me he sentido un poco más en casa desde que nos encontramos en Ventus. Y no es menos cierto que ahora, al ver esas piedras apiladas dando forma al lugar en el que he pasado tanto tiempo, siento como si cierta carga que pesa sobre mis hombros se aligerase de golpe.

-Bienvenidos a Brontë -declaro, sin poder ocultar cierto tinte alegre en la voz.

Estoy deseando darme un baño caliente.

Por fin, el palacio apareció ante nuestros ojos. Intercambié una mirada y una sonrisa con Alehyss, y pude comprobar en el gesto que tenía las mismas ganas de llegar que yo. Estaba deseando recuperar mi cama, ponerme al día con la correspondencia y volver a hacerme al lugar. Me preguntaba quién estaría estos días, si habría mucha gente fuera, o mucha gente con la que todavía ni me hubiese cruzado. Con todo el tiempo que llevaba sin pasar por allí, era bastante probable.

Las palabras de Alehyss hicieron que se me ensanchase la sonrisa y se me subiese un cosquilleo de nerviosismo por el estómago que me costaba ubicar. Me sorprendía un poco me me hiciera ilusión estar de vuelta hasta aquel punto. Aunque, dado lo accidentado de nuestro viaje, saberme de vuelta en un lugar familiar y seguro me provocaba sensaciones de alivio que sí podía entender.

Arreé suavemente la montura que dirigía para que avanzase un poco más rápido, y en seguida nos encontramos a las puertas de Palacio.

*Llegan*

De todos los días que tengo que llegar, evidentemente tiene que ser el día frío. Supongo que esa es mi suerte, a fin de cuentas. Aunque después de todo el tiempo que he pasado en Aqua, me encuentro con que la nieve y el clima de aquí es mucho más benigno de lo que recordaba. Hace años no hubiese sido apenas capaz de salir de la cama, y lo haría arrebujado en una capa tan gruesa como una manta de invierno.

No me puedo creer que esté aquí. Siento hasta cierta opresión, como un cosquilleo, en la boca del estómago. Aún recuerdo la primera vez que vine. Qué asustado estaba. Se me hace raro recordarlo. El miedo que me daban los guerreros, el miedo que me daba estar, simplemente, lejos de casa.

Acomodo la mochila que llevo a los hombros, cargada de todas las cosas que he considerado oportuno traer, que no son pocas, y sigo avanzando.

*llega*