Claustro.

Los incesantes gateos de Lyo no daban respiro a Cassandra, que se pasaba las tardes persiguiéndole de un lado a otro y poniendo gran atención en mantener al pequeño alejado de los múltiples boros que mantenían en óptimas condiciones al palacio que, en los últimos meses, no había sufrido una buena racha en cuanto a conservación y estructura. La madre realizaba este control exhaustivo no por la seguridad de su hijo (que cada vez se parecía más a su padre) ya que era consciente de la inofensibidad de aquellos monstruos sino por la seguridad de los mismos y de sus tentáculos, tan jugosos y apetecibles para cualquier infante de la edad del chrysos.
Cassandra lo levantó del suelo y se acercó a la fuente central que coronaba el claustro del palacio para que el pequeño pudiese interactuar con su reflejo y con el agua mientras su madre le hablaba en tono impresionable, como si ella también se viese sorprendida por lo fría que estaba el agua y sus reflejos. Sin embargo, su mente ocultaba una preocupación que día a día, crecía un poco más. Quizá se estaba demorando demasiado. ¿Sería ya la hora de visitar a Kane? Bufó. Ahora servía a palacio y necesitaba el consentimiento de aquella rubia mujer.
Realmente no sabía qué hacer. Quizá debería consultarlo con alguien pero. ¿con quién?

Al parecer el destino les había hecho coincidir de nuevo. Sonrió al verle. Era aquel hombre tan grande como bonachón. - Por supuesto.- Dijo Cassandra contenta. La verdad es que desde el parto, había ganado peso y comía con una regularidad que ya ni recordaba. No hacía mucho que la Capitana podía pasarse un par de días a base de whisky sin inmutarse, por lo que ahora había perdido su costillar visible y vientre (quizás) demasiado plano por una imagen algo más saludable. Sus pechos también habían ganado en salud. Toda ella, en general. Sin embargo, aún no era capaz de eliminar el alcohol del todo de su vida y, a la hora de la cena, solía tomar un vaso de vino blanco pues aún tenía algo de síndrome de abstinencia después de haber sido adicta durante tantos años.

Después de darle un mordisco a la manzana, partió un cachito pequeño y se lo dio a su hijo para que lo chupase entretenido.- Ea, muerde ahí un poco. A ver si te salen los dientes. O algo.- Dijo dándole una colleja cariñosa con el índice al pequeño. - Pues ahora mismo creo que... cagado.- Rió.- Estoy por meterle el culo en remojo en la fuente, aunque eso sería poco... agradable para el resto de gente de palacio.- Concluyó sonriente.

-¿Qué tal la vida, Rick?- Dijo recordando el nombre del caballero. Tenía un gran porte. - Creo que todos... nos hemos enterado de lo de ese loco. Al menos eso he escuchado a manos del servicio.- Mordió de nuevo la fruta.

-Qué suerte que tenéis los hombres que no tenéis que tener una bola de carne pegada a los pezones cada seis horas.- Dijo suspirando.- Estoy deseando que le salgan los dientes y ponerlo a pastar.- Dijo con una sonora risa.

Se le erizó el pelo de la nuca al pensar en las mazmorras. Rápidamente alejó aquel lugar de su mente por completo. - Dicen que mala hierba nunca muere.- Respondió a su comentario, con una risa picarona. - Bueno, bueno, no vayas de chulo, guerrerillo.- Le picó. Que hubiese dejado atrás su antiguo modo de ser no era excusa para volverse una dulce fémina bajo el brazo de cualquier hombre.- Que aquí, aunque seamos mujeres con críos, todos somos guerreros.- Dijo hinchando el pecho como si de un Dehnel se tratase.- Si algún día me encuentro con ese tipejo, le desafiaré a un duelo. Veamos qué puede hacer cuando le vienen de frente y no de espaldas.- Actualmente no llevaba consigo a Korvas. Hacía tiempo que la había dejado en su baúl junto son su viejo sombrero y sus botas de cuero y sal.
Ahora vestía simplemente vestidos cómodos y sueltos que le permitiesen sacarse la teta a gusto por si al señorito le entraba el hambre.
-Pues con algo de preocupación. Necesito encontrar a la responsable del palacio para que me autorice salir del palacio a buscar al padre de la pulga. Está esperando en algún lugar cercano a Brontë y me gustaría encontrarle antes de que se marchase. Sin embargo, es difícil. Le debo cuentas a Brontë. Demasiadas.

- No. O al menos eso se me dijo la última vez. No sé si puedo salir.- Rectificó.- Pero si puedo, quiero saberlo. No quiero más problemas...- Aprieto los labios con algo de resquemor.

Ante su proposición, se quedó un poco bloqueada. ¿Cómo reaccionaría Kane si se presentaba con aquel tipo? ¿Cómo reaccionaría la pequeña Cora? A primera vista no parecía una buena opción. Sin embargo, le proporcionaría algo de protección y ayuda con el bebé... No. No podía aceptar aquello.
Por otra parte, se le ocurrió una gran idea. - Oye Rick, ¿tú tienes pareja? ¿Una chica a tu lado?- Cassandra deseaba que dijese que sí. Dependiendo de su respuesta, daría ella una u otra. Atendió.

-¡Genial!- Dijo entonces dando una palmada al frente.- Pues quédate con él entonces.- Se explicó dándole una palmada en la espalda del joven. -Así yo tendré tiempo para buscar a la líder que necesito.
Cassandra se golpeó los hombros, fingiendo cansancio. - Además, necesito despejar la mente. Tengo los hombros muy cargados y los pezones en carne viva.- Bromeó, poniendo las manos en la nuca y estirándose, perezosa.
-Le toca la toma dentro de unas dos o tres horas. Si no sabes qué darle... déjale chupar un bistec, o algo. Sino ve a junto de los enfermeros. Ellos sabrán qué hacer. O sino: tu novia.- Dijo haciendo el signo de victoria con los dedos con chulería.- Estaré de vuelta en un mes más o menos... Lo cierto es que si tengo tiempo para mí, podré dedicarme a buscar con más brío y podré irme y volver más rápido. - Se explicó.- Y bueno... así descanso un poco de ese parásito.- Dijo echándole la lengua a su hijo y bajándose el párpado inferior de uno de sus ojos haciéndole la burla al pequeño. Vio entonces a Rick.- Promesa de de princesa marinera~- Dijo con una voz fingidamente repipi.- Bueno.- Dijo volviendo a su tono normal. - Ahora en serio.- Si me haces este favor, te prometo pagarlo con una paliza a ese que te ensartó por la espalda.- Dijo sorbiendo por la nariz. - Pero pídele ayuda a alguna mujer. ¿Eh? Que por muy sexys que os hagan los bebés, no dejáis de ser unos manazas.- Y entonces echó a reir.

-Ea, te dejo ahí a la fábrica de caca. Yo me voy a dar un baño. De tres horas. Yo sola. Mithos qué placer. Adios, pareja. ¡Rick, confío en tí!- Dijo caminando de espaldas con una enorme sonrisa.- Pero como le pase algo a mi hijo te cortaré las pelotas.- Dejó caer desde la distancia ya, con una sonrisa amable y conciliadora.

Ahora: a descansar la espalda un poco.


*se va. Con dos cojones*