Comedor

Escuché la historia con cierta curiosidad. La verdad es que empezaba pensar que Gerald, o tenía una vida muy curiosa, o no sabía cómo hacía para acabar siempre en situaciones tan extrañas. Porque, hasta ahora, todo lo que sabía de sus encuentros sexuales era para escribir un libro.

Cuando terminó me llevé una mano a la cara y solté una sonora carcajada.

-Bueno, enhorabuena, hombre -felicité, divertido-. La verdad es que otra cosa no, pero tienes cada encontronazo que las descargas de adrenalina deben ser interesantes. Aunque lo de la tía malencarada suena bastante interesante. Que tenga genio tiene más gracia que que sea una mosquita muerta...

No podía creer que atribuyera todo a un par de comentarios de un borracho. A lo mejor debería yo empezar a seguir mis propios consejos.

-La verdad es que no la conozco, pero mira, si me encuentro con ella ya sabré qué esperar...

Alcé ambas cejas, con mi particular encogimiento de hombros. Luego hice un gesto, quitándole importancia.

-Si estaba tan alterada era que le hacía buena falta el polvo -opiné, convencido-. Espero que te aseguraras de dejarla a gusto, no sea que luego no quiera repetir. Porque no digo yo compromiso, pero dudo que rechaces el sexo casual... Un par de buenos orgasmos y seguro que se le pasa rápidamente la tontería.

Ambos terminamos la cerveza, y luego me levanté. Ya estaba harto de tanta silla.

-En fin, vamos a dar una vuelta, o hacer algo, que estoy harto de estar tan quieto.

Gerald se levantó también, y continuamos nuestra charla mientras salíamos del comedor.

*se van*

Entro en el comedor, bien abrigado, incluso con una bufanda al cuello, y me siento en una mesa. Una de las chicas del servicio sonríe al verme, y le devuelvo la sonrisa, tímido. Hacía mucho que no la veía, pero la conocí antes de regresar a la torre. Es bastante amable y siempre me traía algo especial con la comida.

-Hola, Jun -me saluda, viniendo a mi lado-. Cómo has crecido, eh. ¿Y esa nariz roja?-. Rió, meneando la cabeza, moviendo sus bucles negros de un lado para otro-. No habrás estado a la lluvia, ¿verdad? Mira, te voy a traer una sopa para que te reconforte.

Le sonrío y asiento, conforme. Luego ella se va y me quedo esperando, contemplando los alrededores. Con tanta gente y adornado, en la fiesta de cumpleaños del señor Brumm este parecía un sitio completamente diferente.

La chica del servicio viene poco después con una deliciosa sopa, que tomo con gusto. Sí que sienta bien, la verdad. Y como no hay demasiado movimiento ahora mismo charlo un poco con ella mientras como. Luego salgo.

*se va*

FdR- Womanizer

Entré en el comedor sin demasiado ánimo y me senté en una mesa pegada a la pared. Pronto vino un muchacho, con el que intercambicé un par de frases sobre el mal tiempo que había últimamente. Tras aquello, pedí algo de estofado y una botella de vino tinto. En casa teníamos una buena cosecha, y hacía ya bastante que no lo probaba. No creía que fuese delicioso vino ardiente de Ignis, pero me serviría.

Cuando el chico regresó con la comida, la botella y una copa me serví, bebiendo un largo trago. Dulce y rico.
Y comencé a comer.

*se queda*

Llevaba un día bastante desastroso, en el que me había levantado tarde, tan tarde como para no llegar a desayunar. Un comienzo de día así había retrasado todo lo demás, con lo que apenas había aprovechado el día. No había entrenado, e incluso se me había ocurrido salir a hacer un entrenamiento nocturno, pero incluso había acabado por rechazar aquello. Quizá tras la cena (que también se retrasaba) me animara a salir, aunque lo dudaba bastante.

Encontré el comedor casi vacío, pero en una mesa estaba sentado Rick. Había hablado algo con él desde mi vuelta, y me acerqué a charlar un poco más. No tenía una relación muy estrecha con el flamma, pero no dejaba de ser una de las primeras personas que había conocido en Brontë, con lo que tenía cierta confianza.

-Buenas noches, Rick -saludé-. ¿Molesto?

Me senté frente a él y pedí una tortilla con arroz para cenar.

Ya me había acabado el plato y media botella cuando Massen llegó. Para entonces, contemplaba el interior de mi copa, casi vacío, con la mirada perdida. Al verla, sin embargo, sonreí. Incluso creo que mis ojos brillaron ligeramente, con cierta ilusión.

-¡Massen Dew! -exclamé, como pude, dibujando una gran sonrisa-. ¿Cómo vas a molestar? Las muchachas honestas jamás molestan a ningún caballero-. La sonrisa, algo tirosa, disminuyó. Indiqué un asiento con un gesto -. Adelante.

Me serví un poco más de vino, dejando la botella en un tercio, y contemplé la copa un segundo más, sin llegar a llevármela a los labios.

-¿Qué tal? -inquirí entonces, pasando a ella mis pupilos.

Al sentarme frente a él me fijé en que tenía un aspecto algo extraño, como si, pese a sus esfuerzos por disimularlo, estuviera decaído. El hecho de que tuviera al lado una botella de vino por la mitad no ayudaba mucho a mejorar esta impresión.

-Bueno, bastante bien -respondí-. Aunque tengo la sensación de que no estoy trabajando mucho. Debería ponerme las pilas...

Pronto tuve mi cena, que ataqué con ganas.

-¿Y tú? ¿Va todo bien? -pregunté, con tacto.

Entré en el comedor con una tenue sonrisa, había sido un día muy duro, la verdad, y ya casi no me quedaban fuerzas. El estómago me rugía un poco, ¿y qué mejor que tomar algo?
Me sorprendí un momento al ver a dos personas hablando en una mesa al lado de la pared, ¿qué horas eran? Traté de dirigir mi mirada hacia el frente, evitando cualquier contacto con ellos, mientras estaba a una distancia considerable. Mientras me adentraba en las profundidades del comedor, y al mismo tiempo me acercaba hacia aquellas dos personas, una sirvienta se me acercó.

- Una manzana, por favor - pedí sonriente. Sólo quería picar algo, sentir algo en mi estómago. No necesitaba gran cosa -. Y si puede ser, de tono rosado, son las más dulces.

Fue entonces -y no antes- cuando con un lento giro de cabeza, que arrastraba consigo una espiral formada por mi ondulado cabello, posé mi mirada sobre mis... "compañeros". Sería muy descarado ignorarlos.

Sonreí de nuevo, acercándome a ellos con paso elegante y firme.

- Muy buenas noches - sonrisa perfecta para una chica... bueno, ya sabes.

Las palabras de Massen Dew me conmovieron. Era una guerrera de verdad, hasta tal punto que se preocupaba por su entrenamiento en primer lugar y por el resto de cosas en segundo. Era maravilloso hallar a gente con tanto arrojo. Yo siempre había sido de aquella forma, aunque recientemente me hallase algo alicaído. Pero su forma de demostrar que hasta los más jóvenes estaban dispuestos me arrancó una sonrisa. No podía ser un mal ejemplo.

-Si quieres un compañero de entrenamiento un día, cuenta conmigo- ofrecí, risueño, dando un trago al vino.

Su pregunta me hizo torcer el gesto un instante, pero mi anterior pensamiento me obligó a recuperar la sonrisa. Rick, por favor... ¡Por lo menos mantener los labios curvados hacia arriba! No quería hacer de aquello una tragedia dramatúrgica.

-No tan bien como me gustaría, he de admitir, pero sobreviviré -respondí, invitándola con un gesto a tomar algo de vino.

Entonces una parvus entró, y no la pequeña de siempre, sino otra. Una rubia y bien vestida. Parecía bastante refinada, como una pequeña dama en miniatura...
Me sonaba, pero al mismo tiempo... ¿Quizás en una misión? ¿Por los pasillos? Rick no olvidaba...

-¡Buenas noches! -respondí, cuando se acercó a nosotros, echándome a un lado para cederle un asiento-. Veo que hoy esto se llena de mujeres hermosas.

Esbocé una sonrisa, aunque un Dehnel hubiese dejado ir una carcajada jolgoriosa en una situación normal.

Sonreí ampliamente ante su propuesta. Rick era fuerte, tal y como decía su constitución, y aunque a veces parecía atolondrado, sus impulsos tenían un origen bueno. No había olvidado su intervención cuando rescatamos a Silvanus, enfrentándose a aquel flamma tan siniestro, y aún se lo agradecía. Aún así, me preguntaba hasta qué punto podríamos enfrentarnos él y yo, y si tendría algo que hacer contra él. En cualquier caso, entrenar en compañía siempre sonaba más divertido.

-¡Genial! -acepté.

No se me escapó su expresión triste, y me pregunté qué habría pasado. Sin embargo, no parecía tener ganas de dar muchos detalles. Recordé el reciente ataque al palacio, y me pregunté si no habría pasado algo allí.

-Hay buenas y malas rachas -comenté, tratando de animarlo-. Si quieres hablar, puedes contar conmigo.

Bien pensado, no tenía ni idea de qué podía decirle para hacerlo sentir mejor, pero lo mínimo era intentarlo. Era extraño verlo así, porque normalmente era muy alegre. Aunque, por otra parte, lo recordaba con aquellos extraños harapos; al menos, parecía haber superado aquella extraña fase.

Me volví al escuchar una voz femenina, y me encontré con una pequeñísima rubita que se acercaba a nosotros. La reconocí de inmediato, pese a que apenas me había encontrado con ella y hacía muchísimo que no la veía. Era difícil olvidar a la pequeña, y más con tan pocos parvus en el palacio. Aún así, no recordaba su nombre. ¿Elena? ¿Esmeralda? Era algo por el estilo.

-Buenas noches -saludé yo también-. ¿Quieres sentarte con nosotros?

Tanto el flamma como la piscis me recibieron con una sonrisa en la boca. ¿Se debería a causa de ver la mía, y reaccionar inconscientemente, o era su pura simpatía la que se reflejaba en sus caras? Mantuve mi sonrisa fiel hacia ellos, era protocolo.

Solté una pequeña carcajada ante el comentario del chico, llevándome la mano para taparme la boca y suavizar el gesto -y no para evitar vomitar-.

- Muy amables - comenté uniéndome a ellos, sentándome en una silla con delicadeza -. Aunque tampoco quiero interrumpir nada.

Miré entonces de arriba a abajo -al menos lo que podía- a la joven piscis. No me sonaba haberla visto, probablemente sería nueva en el palacio.

La sirvienta se me acercó con una manzana perfectamente rosa y brillante. Tenía un aspecto delicioso, podía ver mi cara reflejada en ella.

Massen Dew parecía dispuesta a entrenar conmigo. Me alegraba aquello. La había visto luchar varias veces, y sabía que aquel envoltorio de niña no era más que una mentira. Realmente era bastante poderosa. Seguramente se convertiría en una heroína de la que los cuentos hablasen cuando creciesen.

Iba a confesar un poco más de mis penas (el vino ayudaba) cuando apareció la parvus, lo que me hizo cambiar la atención a ella. Parecía tan simpática y sonriente como en el primer momento.

-Tranquila. No interrumpes -aseguré, aunque pronto miré a Massen Dew, para corroboralizarlo-. ¿Cierto?

Di un trago al vino, terminando la nueva copa. Aquel calorcillo en mi barriga era agradable para pasar el invierno.

-Mi nombre es Rick Dehnel -añadí, con gesto alegre.

Si me permitía su mano, la besaría como un buen caballero debía hacer con una damisela. Seguía sin comprender aquella aura de importancia que tenía... Era como si perteneciese a la alta nobleza... Aquella clase...

FdR- Habilidad de Elektra activada.

Asentí con energía a la pregunta de Rick, confirmando así sus palabras.

-En absoluto -remarqué, echándome a un lado para dejar más espacio a la parvus.

Pronto tuvo su cena también, y yo me limité a la mía, sin hacer ningún gesto que implicara que estaba cerrando la comunicación. Observé cómo Rick se presentaba, mostrándose encandilado por la coqueta parvus. La verdad era que tenía un algo especial, aunque no hubiera sabido decir qué.

Me pregunté si se acordaría de mí o si debería presentarme yo también.

Entonces el "apuesto caballero" me agarró la mano y, con sutileza, se presentó y me propinó una digna presentación para una princesa. Sonreí sonrojada mientras llevaba la mano que tenía disponible hacia mi mejilla, para tratar de evitar el rubor de mi cara. "Aguanta un poco..."

- Mi nombre es Elektra - comenté recolocándome en el asiento, recuperando la postura inicial- Elektra Samon.

Mi sonrisa se desvió desde el flamma hasta la joven piscis, haciendo una pequeña pausa. Entonces mis labios tersos acariciaron con suavidad la piel de la manzana. Exquisito.

- Es un placer

Sonreí.

Elektra Samon... Parecía un nombre muy chrysos. Me había esperado algo más delicado, más digno de su clase, como Catthaline o Abbie, pero cada padre ponía a sus hijos el nombre que prefería, y una mujer no debía perder el interés por un simple nombre. Era su sonrisa, y eran sus modales, lo que verdaderamente importaba.

-Me temo que no te había visto antes -comenté, no muy seguro. El vino me nublaba la sesera-. ¿Me equivoco? ¿O has llegado hace poco? ¿Quieres vino? -ofrecí, acercándole la botella, aunque no había copas limpias.

Miré a Massen de reojo, esbozando una sonrisa amena. Parecía que los problemas de amores quedarían para más adelante. Mucho mejor. No quería amargar a nadie.

-Como siga lloviendo nos inundaremos -murmuré, mirando un momento por la ventana.

En el momento en que dijo su nombre tuve el impulso de exclamar "¡eso!", pero me contuve. Efectivamente, Elektra, aquel era el nombre, ahora lo recordaba perfectamente. Cuando me miró, esbocé una rápida sonrisa y me apresuré a presentarme también. Cada vez tenía más la impresión de que no me recordaba.

Se sentó con nosotros. Era extraña, tenía un halo especial que la hacía parecer por encima del resto, pero al mismo tiempo resultaba muy misteriosa, como si no tuviera ni idea de en qué estaba pensando.

Me volví a Rick cuando me habló, sintiendo que no sabía qué decirle a la parvus. Sonreí al comentario del flamma.

-Bueno, bueno, ¡pero si esto no es nada! -bromeé, en referencia a Aqua, donde el tiempo de Brontë sería considerado "unos chubascos de verano"-. Me gustaría que nevara un poco más.

Miré al flamma, era cierto que nunca nos habíamos visto, o al menos eso pensaba yo. Negué con la cabeza, reafirmando lo que él había dicho.

- Ya es mucho el tiempo que llevo aquí - respondí manteniendo mi postura cordial, pero prefiriendo no hablar más de lo debido -. Una vida entera.

Entonces miré a Massen Dew, que acababa de presentarse.

- El tiempo en Hummus también es... muy... húmedo - comenté, bajando la vista un instante. Apreté los dientes con fuerza. Disciplina.

Levanté la vista, recuperando la compostura, incluyendo la sonrisa. Aunque esta vez, le prestaría más atención a mi manzana. Menos palabras que formular.

Abrí mucho los ojos, dando un pequeño golpe en la mesa con la palma abierta. ¡¿Una vida entera?! Ni siquiera podía negárselo, porque sí tenía como la sensación de haberla visto alguna vez... ¿Acaso había olvidado a una damisela con tanta clase como aquella? Me parecía extraño... Quizás por una maldición o...

-¡Espero que podamos vernos más a menudo entonces, Elektra! Había propuesto un entrenamiento a Massen Dew. Podrías participar, si quieres. ¿Te apetecería? -. Reí, para mí-. Pareciera que últimamente me vaya a dedicar a batirme con las damas. El otro día, justamente, me enfrenté a una.

No sabía si cualificar aquel día como horrible o como bueno... Todavía no lo había decidido.

-Pues Ignis es más seco y cálido que esto. Mucho más. Por suerte me gusta entrenarme en medios arisciosos, de modo que no me molesta ni el frío ni la lluvia si me hacen más fuerte.

Miré por la ventana un momento. La verdad era que la lluvia estaba siendo muy insistente en Brontë desde mi vuelta, y los breves momentos en que se detenía, lo hacía para ser suplida por la nieve. Pero el frío no era excesivo, y la humedad era muy agradable. Se me ocurrió entonces una idea. Quizá al día siguiente...

-El calor de Ignis es excesivo -opiné, volviéndome a Rick al decirlo.

Terminé mi plato y, sin esperar mucho más, me levanté.

-Hoy me he quedado dormida -confesé a mis compañeros, con cierta vergüenza-. Y me apetecería mucho quedarme a hablar con vosotros, pero no quiero que se repita, así que creo que mejor me voy a dormir. Ya nos veremos más. Ha sido un placer, Elektra. Y no me olvido del entrenamiento, Rick. Me prepararé para él. ¡Buenas noches!

Y, contenta, abandoné el comedor. Qué buena idea.

*Se va*

Sonreí ante mis dos compañeros, los dos se mostraban muy entusiastas y... cercanos. Aparté la mirada de lado un momento para luego despedir a la piscis con una gran sonrisa.

- El placer ha sido mío.

Mis ojos retornaron al punto de partida, el flamma que estaba sentado a mi lado.

- Sería fantástico poder entrenar con vosotros dos, aunque quizás no esté a vuestro nivel - mi sonrisa se volvía cada vez más forzada. La costumbre me estaba pasando factura y la mandíbula comenzó a molestarme. Con la mano derecha, no pude evitar masajearme un poco la zona.

Ya no podría seguir comiendo la mazana, así que opté por quedármela en la mano hasta poder tirarla en cualquier sitio.

- Pero tendrás que recordármelo en un futuro - comenté intentando alargar un poco la conversación. Odiaba admitirlo, pero hacía demasiado tiempo que no mantenía una conversación con alguien.

Despedí a Massen animado. Después de verla tan entusiasmada con entrenar no podía, sin más, dejarla ir. Acumularía un combate contra cada guerrero, batiéndome con todos ellos. Sería una buena forma de entrenarme. Aunque dudaba que el entrenamiento pendiente con Inger...
Mi rostro se ensombreció un instante y clavé la vista en la copa. ¿Estaría bien la caeruleus? La verdad era que tras tantos meses sin verla me había habituado un poco a su ausencia, pero su regreso y todo lo demás me habían vuelto a hacer sentir un poco de...

En aquel momento Elektra hablaba de nuevo, obligándome a aparentar un poco más de ánimo. Ya no éramos tres, sino dos, y no podía ser que yo deprimiese la conversación.

-Eso no lo sabrás hasta que no lo intentes -. Sonreí-. Estoy seguro de que entrenar juntos nos vendría bien a los tres. Hay estrategias que no puede practicar uno solo.

Charlamos un poco más. Ninguno de los dos parecía inspirado, y yo traté de evitar temas tristes, como el ataque, procurando que nos sintiésemos cómodos.
Algo más tarde, vista la hora, nos fuimos.

*se van*

No cuento más que con un brazo para comer, pero me apetece algo consistente, que me llene bien el estómago y me deje descansada. Esa es mi principal preocupación cuando llego al comedor, y pronto me dirijo a una chica del servicio. Acabo por pedir escalope de ternera con patatas y ensalada, y le pido que por favor venga troceado. Quiero carne, pero no puedo cortarla.

Tras el encargo, me voy a una mesa alejada y me siento en ella, a la espera de mi cena. Pronto llega, acompañada también de una hogaza de pan y agua. Los trozos de filete no son demasiado grandes, y la ensalada ya está aliñada. Tengo que reconocer que son eficientes, aunque todo está mejor cuando lo hace una misma.

*Se queda*

Entro con pasos lentos, sinuosos, seductores. Cada uno de ellos resuena elegante en el pavimento, lanzando un hermoso y poderoso eco al aire. Me encuentro de tan buen humor hoy que incluso me he dignado a pasar por el comedor, donde se juntan los guerreros. Una pena que esté tan vacío... Pero está ahí la chica flamma, con un aspecto bastante penoso.

Me siento en una mesa cercana a la suya, aunque no en la misma, desde la que puedo tener contacto visual con ella. Cuando viene una muchacha, algo impresionada por mi presencia, le pido una botella de vino rosado, del cultivo especial para líderes e invitados importantes, como yo, y algo de comer digno de mi paladar.
Cuando se va, dirijo, perezosa, mi mirada hacia la guerrera lisiada.

-Buenas noches, Lea Seimz -pronuncio, con deleite, acomodándome la boa y esbozando una sonrisa edulcorada-. Veo que, lejos de mejorar tras el ataque, tu salud empeora. ¿Te has metido en peleas?

Cuesta creer que, dado su estado, alguien pueda considerar que su misión ha sido un éxito.