La casa está encantada.

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Nadie. Ni si quiera ruido. No me gusta cómo ha pasado todo de golpe. Estarían tirando cosas y entonces...Una vez he salido me fijo mejor en el suelo.

-"Fuera"... -Qué deprisa lo han hecho...

De pronto la caldera se enciende y el fuego empieza a arder cambiando la iluminación de la sala. Me pego contra la pared, sobresaltado, justo para ver cerrarse la puerta de golpe. Joder, estaban aquí y no los he visto. Con el pulso acelerado por el susto miro fijamente la caldera, al momento el techo empieza a temblar como si estuvieran corriendo en el piso de arriba. Empieza a caer polvo y a enturbiarse el aire. Levanto las alas para cubrirme por si cae algo, aunque el polvo crea una nube de la que no me puedo tapar y empiezo a toser. Me cubro la boca y la nariz con la manga esperando a que se asiente un poco. El pulso acelerado me dificulta el evitar respirar tanto así que sigo tosiendo algo más.

Todo se queda en silencio a excepción del chirrido que me hace estremecer. Miro de reojo la puerta cuando se abre, como invitándonos a salir corriendo, y frunzo el ceño mosqueado. Evito también hacer un comentario grosero.

-Deberíamos ir arriba...-Aunque no me hacía ni pizca de gracia. Debían de ser mínimo tres.

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Aún no he tenido oportunidad de salir y ya veo cómo Adain se sobresalta. Sí tengo oportunidad de ver un par de cosas que consiguen alterarme los nervios. Para cuando quiero darme cuenta, tengo el vello de la nuca erizado. Hago grandes esfuerzos por evitar que se note cómo trago saliva, y llevo la mano al látigo que llevo junto a la pierna para tener algo que agarrar. Me fuerzo a mostrar una sonrisa, tan relajada como puedo. Yo también se jugar con magia. Que hayan escogido un buen escenario no los hace perfectos.

Llego a reír con suavidad cuando mi compañero habla, y niego suavemente, como si me riera de un chiste particular. Tranquilidad. Es evidente que está tan nervioso como yo. Necesito que vea que estoy tranquila o se pondrá histérico, y entonces yo tampoco me veré capaz de dar una imagen como esta.

-Bueno, hay que reconocer que la bienvenida está muy lograda -comento en tono normal, como si no me importara quién me pueda oírme-. Creo que nuestro anfitrión sabe perfectamente dónde estamos, así que no hay motivo para intentar esconderse.

Si llenamos el lugar con nuestra voz parecerá menos siniestro. Cualquier lugar deja de serlo si se llena de vida.

Miro alrededor, fijando la vista en la caldera y en la marca del suelo. Trato por todos los medios de ignorar los sonidos que vienen de arriba y me muevo un poco por la habitación, buscando algo que llame mi atención. En particular, busco una llave, pero no me importaría dar con otra cosa.

-Yo creo que si nuestro anfitrión hubiera querido echarnos, habría empezado por no dejarnos entrar. Parece perfectamente capaz, viendo lo que puede hacer -explico a Adain con voz dulce, fingiendo que todo me parece un juego-. ¿Crees que será el señor Edmond? Es un gran maestro de las artes mágicas. Estoy segura de que puede hacer todo esto él solo. Requiere empleo de mucha magia, pero parecía todo un erudito, ¿no crees?

Y también estoy segura de que, si está jugando con nosotros, le encantará oír cómo me deshago en admiración y alabanzas. Me vuelvo a mi compañero.

-Busquemos aquí -propongo-. Si no encontramos nada, podemos subir arriba. Quizá nuestro anfitrión quiera recibirnos, incluso. Sería un placer.

Trato de transmitirle tranquilidad, de demostrar que todo es un juego. No me importa salir de aquí con algunos rasguños, pero sí me importa salir con las manos vacías. De todas formas, la idea de subir arriba me parece excelente. Si este nido de moho se cae y estoy en el piso más alto, habrá menos techo para caérseme encima.

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Mientras hablaban, todo cesó de nuevo. Las primeras gotas salpicaron el cristal y las paredes, sustituyendo el silencio por el sonido de la lluvia al caer. Y la madera crujía dentro de la caldera. Pero nada más que eso, como si los sucesos hubiesen sido un espejismo.
Ni siquiera las palabras de Lea obtuvieron respuesta alguna. De hecho, el repentino silencio resultaba incluso perturbador. Porque en todos los lugares habitados solía haber algún sonido, pero en aquel momento ni siquiera las arañas parecían desplazarse.

En su revisión, Lea no vio nada particular. Ninguna llave y no más objetos que la madera almacenada y un atizador para el fuego que encontró bajo algunos troncos que ya estaban humedecidos, podridos. Tampoco Adain encontró nada que pudiese parecer útil en aquella situación. Finalmente, con las manos vacías, decidieron abandonar aquel cuarto.

Al abrir la puerta volvieron a encontrarse el breve pasillo de antes. A la izquierda estaba la puerta que los llevaría hacia la entrada, abierta de par en par, mucho más de lo que recordaban, como invitándolos. A la derecha, la puerta trasera, bloqueada, y las escaleras de madera que ascendían al piso superior, de aspecto descuidado, pero enteras. Finalmente, frente a ellos, la otra puerta cerrada que todavía no habían abierto.

Si subían, la situación no sería muy distinta a la de la primera planta: un pasillo largo los recibiría, cruzando la planta de la vivienda de lado a lado. Y en cada lado del pasillo, perfectamente paralelas entre sí, tres puertas, dando lugar a seis habitaciones cerradas.
Junto a las escaleras, hallarían otras, que subían todavía más hacia la tercera planta.

Solo había una ventana tras ellos y otra en la punta opuesta del pasillo y ambas, debido a la lluvia, daban una luz insuficiente, dejando el espacio en penumbra.

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Sonrío-Pues a mí me parecen trucos baratos, sería una decepción si resultara ser Eldmon... -No lo creía, pero si era Eldmon se ofendería...Y si no lo era pero sabía quien era también. En cualquier caso una provocación podría hacer que revelara su ubicación.

Algo más relajado salgo de la habitación junto a Lea, volviendo a la encrucijada de puertas de antes. Miro hacia las escaleras pero antes abro la puerta que queda cerrada. En su interior un cuarto lleno de trastos y polvo. Algunas de las cosas están cubiertas con sábanas que empiezo a quitar, buscando algo pero sin saber qué, rápido para no impacientar más a Lea.

-No parece más que un trastero pero a lo mejor hay algo...Vamos a echar un ojo antes de subir.

Obviamente no había ningún piano, por lo que era más que probable que estuviera en el segundo piso. Había una puerta en la cocina...Sería una despensa, no creo que se hubieran encerrado ahí a hacer ruidos de fantasma.

Reviso un par de cajas y hurgo en alguno de los baúles. Busco cualquier cosa interesante pero en especial una llave. No sabría decir si todo esto lo habían movido hace poco o no, al haber estado cubiertos por sábanas no se podía saber si habían usado alguno recientemente.

De no encontrar nada al menos habríamos tachado un cuarto más de registrar. Las escaleras esperaban y fuera quien fuera el gracioso debía de estar arriba.

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Parece que he conseguido tranquilizar un poco a mi compañero. Eso es agradable. Lo ideal será intentar mantener la conversación animada. Así se irán los nervios. Pese al aspecto aún siniestro del lugar, la tranquilidad que ha vuelto sigue siendo un consuelo.

Avanzo junto a él, dispuesta a subir las escaleras. Tengo que contener un suspiro exasperado cuando veo que abre la última puerta. ¿Pero en qué quedamos? ¿Qué cree que va a encontrar que no pueda estar en cualquier otro sitio? Mithos, buscamos una llave, ¿piensa dar con una entre semejante montón de bártulos? No niego que pueda encontrarla, pero desde luego, no parece lo más fácil.

-De acuerdo, pero será mejor que luego vayamos hasta arriba. Ya que tenemos que llegar al sótano, si queremos comprobar toda la casa, será lo más rápido -propongo.

Mantengo el flagrare encendido para darnos luz. No es la mejor luz del mundo, pero es algo. No me fío de encender una lámpara o una vela ni aunque demos con ella. Mientras reviso la habitación, insisto en mantener la charla. Y eso que dar conversación no es algo que se me dé muy bien.

-¿Es así normalmente el tiempo en Ventus? -pregunto-. Es la primera vez que vengo. Si es así siempre, tiene que ser muy oscuro en invierno. Aunque bueno, de Brontë no se puede decir algo mucho mejor, ¿no? Con las nevadas que han caído este año... -Niego con la cabeza, mientras sigo buscando-. En Ignis, el invierno es mucho más agradable. Aunque el verano llega a ser agobiante...

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Pese a que habían decidido que ascenderían en primer lugar, Adain detuvo la marcha enseguida, al encontrar en la habitación que habían dejado inexplorada un montón de bultos cubiertos por sábanas y diversos cacharros. Las ventanas, además, estaban tapiadas con maderas, de forma que la luz que entraba era aún más precaria, y a medida que retiraba sábanas y descubría muebles o baúles levantaba también una buena capa de polvo, que los hizo toser de nuevo varias veces.

Investigaron por un rato, sin excederse. En la mayor parte de los baúles había ropa o sábanas y, aunque sí dieron con algunas cosas interesantes, ninguna de ellas fue una llave: Adain encontró un colgante dorado con motivos de hojas que parecía labrado en oro; Lea, por su parte, una caja que contenía piedras de nébula en perfecto estado. Seis, en total.

Los sonidos de pasos extraños seguían en el piso de arriba, cada vez más potentes. Tanto que podría pensarse que su dueño sería, aquella vez, un hombre enorme y pesado, y no un niño, pero ágil pese a todo. Parecían buscar como objetivo una intranquilidad en ellos, más que un verdadero desplazamiento.

Cuando ya estaban a punto de marcharse, Lea levantó la tapa de una última cajita sencilla, de piedra, y allí encontró una encuadernación envejecida de cuero. Al abrirla, sin embargo, se topó con que las páginas habían sido arrancadas. Sí quedaba, sin embargo, el trozo de una de las primeras, que podría leerse todavía.

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No hay llaves por ninguna parte, pero sí otras cosas de interés. No voy a rechazar seis piedras de nébula que puedan sernos útiles, desde luego, así que saco una de la caja para metérmela en el bolsillo, y la caja con las demás en el zurrón. Después, sigo buscando, ignorando deliberadamente los sonidos que vienen desde arriba.

Interrumpo la conversación que he tratado de mantener viva con Adain para prestar atención a un nuevo hallazgo. Dejo ir algo de aire por la nariz, como una pequeña risa, y llamo a mi compañero.

-Creo que he encontrado pistas de quién puede ser nuestra anfitriona -le hago saber, tendiéndole el cuaderno.

"...e enfada muchas veces, y cuando lo hace la casa retumba. Creí que simplemente sería porque es agresiva, pero me he dado cuenta de que no se controla, simplemente. Quizás pueda enseñarle algunas cosas. Responde a algunos estímulos así que estoy seguro..."

No sé de qué estaba seguro el dueño del cuaderno, pero yo estoy segura de que lo que falta de texto lo ha cogido ella, sea quien sea. Y también de que tiene inteligencia y no le gustan los extraños. Habrá que portarse bien para no alterarla más de lo debido. No queremos que se descontrole más de la cuenta, después de todo.

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Me detengo un segundo cuando empieza a hablar, extrañado. Sin girarme retomo la búsqueda y respondo.

-Es variable, sí. Pero con el viento que suele hacer las tormentas no suelen durar, aunque sí son fuertes. -¿Será que está nerviosa? No negaré que llevo un buen rato intranquilo sabiendo que alguien está intentando jodernos, pero Lea...-Pero también hace sol. Está mucho más arriba así que hablando del tiempo es...más extremo. Aunque en Fulmen creo que llueve más, no sé, no llevo mucho viviendo allí.

Levanto el colgante observándolo con curiosidad, pasando un pulgar por una de las hojas labradas y notando su textura. Parece de oro...En cualquier caso es bonito y creo que antiguo... Me giro al oír a Lea llamándome. Cojo el cuaderno y lo leo un par de veces de una pasada. Miro al techo, los golpes continúan.

-No creerás que...-¿Cómo de viejo será este escrito?-Yo he encontrado este collar, pero a parte de parecer viejo no me dice mucho. No parece algo que se pondría un mago, ¿crees que viviría con alguna mujer... o otra cosa? -No parecía algo que pusieras a un perro o así pero... El escrito no dejaba claro qué era la criatura, sólo que era "ella". Guardo el colgante en un bolsillo en el pecho de la chaqueta y me incorporo, cerrando el baúl que estaba mirando. -Subamos a ver si el ruidoso es un experimento de magia negra o un tipo que se aburre demasiado.

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Tras sus hallazgos, los guerreros decidieron que aquella habitación, al menos en principio, no tenía más que ver. Retomaron la idea de subir al segundo piso, entonces, del que venían unos sonidos cada vez más altos que no parecían acobardarlos.
Un par de truenos sonaron, aquella vez encima de ellos. La tormenta ya descargaba con fuerza, y el viento azotaba las ventanas.

Las escaleras los esperaban, sombrías. A cada paso que daban, crujían de forma sospechosa, pero aguantaban perfectamente. Sin embargo, cuando ya iban por la mitad, Lea notó cómo algo parecía rodear su pie por un instante, y perdió el equilibrio, chocando contra su compañero y estando a punto de hacer que ambos cayesen. Sin embargo, no halló nada cuando buscó aquello que la había obstaculizado.

En la segunda planta se encontraron con aquella disposición: el pasillo, seis puertas cerradas y otras escaleras que ascendían a una zona completamente oscura.

La madera chirriaba sin motivo alguno. El suelo llegaba a vibrar bajos sus pies, como si la propia casa estuviese furiosa. Pudieron ver, entonces, cómo en la primera de las puertas de la izquierda, la que tenían más cerca, comenzaba a dibujarse una muesca profunda, y una tira de madera caía al suelo. Tras aquella fue otra, y luego una tercera.
Ante ellos se escribía la palabra por sí misma, de nuevo: "Fuera". Cuando estuvo completa, el proceso comenzó de nuevo en la puerta de la derecha, con trazos más violentos.
Una a una, el mensaje iba apareciendo en todas ellas.

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El primer trueno me sobresaltó y di un ligero respingo, contrastaba bastante con los golpes que seguían oyéndose arriba. El segundo casi ni lo oí porque de pronto Lea cayó sobre mi. Me agarré a la barandilla y por instinto a su brazo, por suerte ella consiguió recuperar el equilibrio.

-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? -Digo algo sobresaltado. Miro hacia abajo pero no parece haber nada. Por suerte no me ha quemado con la llama esa que lleva de linterna... Suelto un suspiro y le suelto el brazo mientras miro el camino que nos queda, un par de escalones antes de llegar al piso de los golpes. -¿Apostamos quién es el que da los golpes? -Sonrío, algo tenso, y noto el peso de los puñales en las mangas. Creo que podría reaccionar rápido, en cualquier caso con más precisión que con la espada...

No puedo evitar abrir la boca ante el espectáculo. Voy siguiendo el trazo de las muescas por toda la estancia, saltando de una puerta a otra hasta que completa las 6. Cómo cojones...

-Son... trucos bastante buenos... -Miro a Lea extrañado, buscando una explicación. -Deberíamos seguir los golpes...-Digo el comentario mezcla de afirmación y pregunta. Esto es muy raro.

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Observo el collar con curiosidad. Ella es agresiva. Quizás alguien decidió que un colgante podía contentarla un rato. No sabemos si se equivocaba o no, así que no hay motivos para rechazar la idea.

-Guárdalo -propongo, encogiéndome de hombros-. Quizás puedas ofrecérselo a nuestra amiga en algún momento. Aunque imagino que, si es ella la que está aquí, ya es suyo. Ahora que lo pienso, nos hemos olvidado de preguntar a Edmond a quién le compró este sitio si el propietario había muerto...

No sé si es el comentario más adecuado, pero acaba de venirme a la cabeza.

Mientras subimos las escaleras me encuentro con un nuevo incidente. Buena suerte que Adain está detrás. Aunque no dejo de pensar que, sea quien sea, intenta no hacernos daño. Es evidente que podría hacerlo si quisiera. Y nunca ha habido muertos.

Sonrío a mi compañero.

-Lo siento -me disculpo, negándome a dejarme poseer de nuevo por la intranquilidad de haber sido agarrada. Porque sé que me han agarrado-. Debo haberme enganchado con algo. En unas escaleras tan viejas... Agárrate bien, no te vaya a pasar lo mismo.

Pero no vuelve a suceder. Pronto nos encontramos arriba, y entonces puedo ver otro de los extraños fenómenos antes de tener la oportunidad de responder a mi compañero. Con paciencia casi religiosa, me mantengo quieta hasta que ha terminado. Desde luego, es espeluznante. Pero mantengo una sonrisa divertida.

-Menuda aventura, ¿eh? -comento, con tono despreocupado-. Yo apuesto por nuestra amiga del diario. Desde luego, sea quien sea, responde, como mínimo, a un estímulo.

Niego despacio.

-Los golpes cambian de sitio. Ya has visto las puertas. No necesitan que nadie que veamos las raye -. Nadie que veamos. ¿Y si es un hechizo de invisibilidad? Aunque mover objetos a distancia sigue pareciéndome más factible-. Vamos hasta arriba y empecemos desde allí y hacia abajo. Es más sencillo que pararnos a cualquier cosa que nos llame la atención. Estoy segura de que ella tomará buen cuidado de venir con nosotros. Creo que, aunque a Edmond no le importe, es mejor que intentemos no destrozar la casa. Hay alguien que quiere que la dejemos como está.

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Pese a los sucesos de la segunda planta, Adain y Lea no se detuvieron. Guiados por las palabras de la segunda, ascendieron al tercero y último de los pisos. Mientras lo hacían, pudieron sentir cómo los sonidos crecían y el crujir de la madera se hacía más intenso incluso allí donde no pisaban. Y eso resultaba muy patente, pues a excepción de los muros que daban al exterior, el sótano y algún detalle más, el resto de la casa estaba prácticamente construida en madera. Madera que vibraba bajo sus pies, como amenazando con ceder y dejarlos caer al vacío, pero sin llegar a hacerlo nunca.

Aquel piso era el único diferente, en estructura. Se hallaban en un recinto pequeño, como un recibidor, con una única puerta. Y aunque estaba oscuro, la humedad era menos patente. El techo y las paredes parecían nuevos. La madera estaba reluciente y, en algunas zonas, incluso salían pequeños brotes.

La puerta estaba firmemente cerrada. En ella había colocada una letra de madera, una "L" mayúscula, que parecía hecha artesanalmente. Había, además, rastro en la madera, como una sombra, que indicaba que podía haber habido hasta dos más a continuación, por algunas muescas, pero nada reconocible como para formar una palabra.

De dentro de aquella habitación cerrada venía un sonido constante, como un chirrido continuo de algo que se balanceaba suavemente.

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Seguía pensando en el comentario de Lea. No sabíamos a quién le había comprado la casa pero parecía llevar mucho más abandonada. Notaba el colgante en el pecho. Si pertenecía al causante de los ruidos...¿qué era? Cuando Lea se incorpora del tropezón frunzo el ceño pero no le doy más vueltas.

-Yo creo que es alguien que ha sabido montarse una buena historia.-Eso explicaría las páginas arrancadas, ideas para crear una historia creíble. -Pero no entiendo con qué motivo.

Trucos de teatro, me digo una y otra vez. Pero son trucos muy buenos. Los ruidos que hace la madera son bastante molestos, parecen venir de nuestros pies, de más a delante, de más atrás...Es como que toda la casa cruje, como si alguien nos siguiera. ¿Habrá alguna forma de volverse invisible con magia? Pensé en los líderes de Brontë que aparecían y desaparecían a placer. En ese caso será mejor no darle muchas indicaciones de lo que vamos a hacer...

Finalmente llegamos arriba, otra puerta cerrada, también bastante nueva. Miro toda la habitación, del techo al suelo, es un contraste. Me fijo en la L y las dos marcas de la puerta.

-Je, ¿no serás tú el fantasma, no? -Le dedico una sonrisa, algo más relajado. No tardo en oír el sonido que viene de dentro. -¿Oyes eso? ¿Crees que podrás abrir esta? -Disimuladamente vuelvo a sacar el puñal y se lo alcanzo. -Supongo que mientras podamos evitar quemarla...La casa es entera de madera. -Un incendio no, gracias.

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Extrañamente, empiezo a ver unos patrones y eso me tranquiliza. Aunque mis patrones indican que estamos rodeados. No me preocupa. Por más que la madera cruja, o se mueva, se rasgue, arda... Sigue siendo todo madera, como Adain mismo ha dicho. Yo tengo fuego y puedo quemarla, como también ha dicho. Él puede volar si el suelo cede. Sea lo que sea lo que controla todo esto, yo tengo cierto poder sobre él.

-Pues yo creo que quemándola acabaríamos antes -comento con tranquilidad, casi frívola. Responde a algunos estímulos. Espero que me respete-. El sótano es de piedra y con puerta metálica. Y lo que queremos está allí. En realidad, podríamos dejarla a ella tranquila y centrarnos en todo lo que no ha tocado.

Quizá me esté pasando, pero a medida que pronuncio las palabras, nuevas ideas vienen a mi mente. No pasó nada en el piso del sótano. Ella nos ha sacado de allí con sus ruidos y amenazas. Quizás el aspecto de la casa no sea por lo vieja que es tanto por cómo ella la trata. Quizás en el piso más bajo era donde estábamos más seguros. Contengo un estremecimiento y le dedico a Adain una sonrisa.

-Pero en fin, ahora ya da igual, ¿no? Me has pillado. Supongo que lo del nombre ya era demasiado evidente -bromeo, rechazando el cuchillo. Que ella haga lo que quiera con su madera. Yo tengo otros recursos.

Quizás pueda parecer estúpida, pero suelo aferrarme a lo que veo. Y, a fin de cuentas, me da igual lo que le pueda parecer al emplumado de al lado. O a cualquier otro.

-Ele, preciosa -la llamo con voz dulce. Es irónico. Así es como me llama Daín, después de todo-. ¿Estás ahí? Vamos a entrar.

E intento abrir la puerta con suavidad.

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Cuando Lea mencionó el comentario del fuego, un crujido especialmente sonó y entonces pudo notar cómo el suelo bajo ella se movía, desplazándola hacia atrás, hacia las escaleras, aunque al comprobarlo no había quedado hueco alguno. Era como si la madera se hubiese cambiado de sitio, simplemente, de forma circular.
Luego el movimiento y el sonido cesó y un nuevo trueno retumbó en las tejas, en aquella ocasión. A los pocos segundos, aquel chirrido que venía del interior comenzaba a sonar de nuevo, más rápido, inquieto. Y, a las palabras de Lea, cesó otra vez de forma repentina.

Durante varios segundos no hubo ningún sonido más. El siguiente que escucharon se encontraba junto a ellos, en el mismo habitáculo. Fuese lo que fuese aquello que habitaba en la casa, había abandonado aquel cuarto.
Se notaba una presión extraña en el aire, de alguna forma. Como una evidencia de su presencia, quizás por tratarse de un lugar tan pequeño. Y, de alguna forma, los guerreros podían notar cómo aquella presencia se movía: a veces los rodeaba, otras vibraba en el suelo, bajo sus pies...

Del suelo, tras ellos, emergieron unos pequeños picos, como ramas flexibles, que sujetaron por detrás el pantalón de ambos y tiraron de ellos, invitándolos a retroceder. Acto seguido, las escaleras crujieron, de arriba abajo, al ritmo de pasos ágiles. Y entonces pudieron escuchar cómo en el piso de abajo se abría una puerta.

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Cuando me veo arrastrada no puedo evitar el impulso de agarrarme a la pared de madera, pero pronto recupero la cabeza fría y acerco a ella la mano del flagrare, asegurándome de hablar con rapidez. Vamos a negociar, Ele, porque sé que me has entendido perfectamente.

-No quemaré nada si te portas bien -advierto, asegurándome de mantener un tono tranquilo pero seguro-. Vamos a colaborar, Ele. Cuanto más colabores, antes nos iremos. Te lo prometo.

No deja de resultar absolutamente escalofriante la forma en que interactúa con nosotros, pero parece que he confirmado algo. Eso, o alguien está jugando con nosotros y sabe muy bien las reglas del juego. Demasiado bien para que tome por encima esa posibilidad. Ele se tranquiliza y puedo seguir con mis ideas.

Los siguientes gestos son diferentes. No sé si era agresiva o no, pero a mí no me lo parece. Diría más bien que intenta protegerse. Lo veo lógico. Me obligo a contener el suspiro de alivio que quiero dejar ir. No debe ver mi debilidad. Sonríe, Lea.

-Gracias, Ele -digo con voz dulce.

Y, con cuidado de no pisar los picos, bajo los escalones bien agarrada al pasamanos. Un pasamanos de madera, lo cual no es muy tranquilizador. De hecho, lo único tranquilizador que hay aquí es el flagrare que tengo en la mano. Desciendo hasta la puerta que ha abierto y me asomo, iluminando suavemente la estancia.

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Veo claramente cómo Lea es desplazada hacia atrás, como si la madera cambiase. Eso no es que se ha enganchado en algo. Agacho la cabeza por el trueno, casi como un instinto. Ha caído cerca.
El temblor de las tejas está acompañado de algo tras la puerta, pero Lea parece calmarlo. Negocia con la cosa, obviamente el factor fuego va a ser crucial.

Cuando el sonido vuelve miro a mi alrededor, girando, intentando seguirlo. De pronto el aire cambia y se hace evidente que algo está en la habitación, como cuando estaba en el salón pero más fuerte. Lea continúa su intercambio de opciones: o todo queda bien y bonito o acabamos estrangulados y en cenizas. Lea parece más sensata que eso pero...Un incendio en esta casa se entendería rápido. Miro a Lea con más detenimiento, en el caso de tener que salir por una ventana podría cargarla volando, aunque pensar en la situación que tendría que darse para llegar a tal extremo no me tranquiliza.

Ahogo un grito cuando algo me agarra el pantalón, dos trozo de madera, como raíces que nos empujan hacia la salida. Intento dar un salto hacia atrás, agitando ligeramente las alas para hacer más fuerza, puede que un acto exagerado pero la situación no me permitía medir si me estaba pasando.
Los pasos se alejan, son claros y el sonido de la puerta ayudará a saber por dónde ha ido, aun así...

-Hagamos lo que dijiste, a pesar de...esto... Primero este piso y luego vamos... -Lea comienza a seguir los pasos. Respiraba algo más fuerte de lo normal pero controlaba mis reacciones, aun así me sorprende la suya.

Miré hacia la puerta, deteniéndome en la L de madera y torciendo el labio. Finalmente sigo a Lea. Bueno, antes fui yo el que se desvió del camino, concedo.

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La siguieron, bajando de nuevo a la planta del medio. Se encontraban de nuevo frente al largo pasillo con seis puertas y, de todas ellas, la segunda de la izquierda estaba abierta. Lea se asomó en primer lugar, y lo que vio era un dormitorio sencillo, con una cama para una sola persona. Había un armario a la derecha, contra la pared, y una mesilla de madera con un cajón a la izquierda de la cama. Sobre ella había un marco con un retrato, que cayó de pronto, ocultando la imagen contra la madera de la mesa en cuanto Lea se asomó.

Al fondo de la sala había otra puerta. Aquella tenía algunos cristales, y a través de ellos entraba la luz del exterior, escasa por la tormenta. Parecía, sin haberla abierto, dar a una habitación especialmente iluminada.

Aquello era todo lo que la extraña presencia les ofrecía. En cuanto amos estuvieron dentro del cuarto, la puerta se cerró a sus espaldas, con firmeza pero sin violencia.
No tenía cerradura, pero si probaban a abrirla no serían capaces.

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No me gusta mucho la forma en que nos guía. Me gustarían datos más claros, aunque no parece muy dada a hablar. Suspiro, con una sonrisa resignada.

-Ele, ¿por qué no me escribes tu nombre en algún sitio? No me gusta poner motes a la gente -. Miro por la puerta con cristales y río con suavidad-. Me parece muy bien que nos des luz. Seguro que Adain te lo agradece mucho. Pero no voy a apagar el fuego, ¿vale? No quiero trampas ni juegos. Vamos a hacer esto bien, y luego nos iremos.

Tampoco me gusta que haya cerrado la puerta, ni ese retrato boca abajo. He oído cómo lo baja. No voy a ir contra ella, pero no deja de ser un poco hostil. Aunque está en su derecho. Hemos invadido su casa. No puedo evitar empezar a ponerle cara en mi mente.

Con la mano libre, abro la puerta frente a mí y observo lo que hay más allá. Si es que es eso lo que intenta decir, porque no lo tengo claro. Bien podría haber abierto ella la puerta, si era lo que quería.

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El portazo es casi irónico, estoy más cerca de la puerta así que intento abrir.

-Está cerrada...Supongo que quiere que no nos distraigamos. -Suelto el picaporte y echo un vistazo por la habitación.

Me fijo en la puerta de cristal, que parece dar a otra estancia con mucha más luz. Lo ignoro por el momento. Reviso el armario, nada. Perchas y un par de mantas dobladas. Me dirijo a abrir el cajón pero algo sobre la mesa llama mi atención, deduzco que es el ruido seco que oí al alcanzar a Lea.
La miro extrañado, de pronto parece que conecta con todo lo que pasa, es como si jugara con un niño pequeño.

Me tenso ante el comentario, indignado. No me ha molestado la iluminación desde que entramos... Echo un vistazo al cajón de la mesa y miro el retrato que hay sobre ella. Alargo la mano pero decido dejarlo, no quiero que la espiritista se aleje mucho. La alcanzo con un par de zancadas, quedándome tras ella.

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A las palabras de Lea, la madera crujió, inquieta, y las paredes y el techo temblaron un poco, pero no aparecieron palabras en ninguna parte. No obstante, el aire se notaba revuelto, y la presión de la presencia aumentó ligeramente.

Cuando Lea abrió la puerta, dio finalmente con el cuarto. Era una habitación cerrada, con los muros de piedra de un lado y de madera del que estaban, y grandes ventanales eran los que dejaban pasar tanta luz que, de hecho, podía considerarse un balcón, aunque estaba cubierto. Desde allí podía verse el campo húmedo de un lateral de la casa en el que no habían estado.
En el lugar había una mesita con una gran maceta de lirios, tan bien cuidados que parecía que acabasen de regarlos, y una mecedora que se movió de pronto, suavemente, por sí misma, comenzando con un balanceo agradable.
Había algunas plantas más en el suelo, sencillas de grandes hojas verdes, sin flores. Y en la rama de una de ellas, una llave demasiado grande como para ser de la puerta del sótano.

Adain, por su parte, abrió el cajón. Dentro halló un pequeño cuaderno envejecido. Dentro tenía una colección de hojas secas, cada una de una planta diferente, y bajo ellas estaba escrito el nombre de la especie, con una letra picuda y cursiva, no muy buena. La misma de la nota que habían encontrado en la planta baja.
Además de aquello pudo ver algunos trozos de papel que, por color y trazo, también correspondían con aquel cuaderno sin hojas que habían hallado.

Spoiler:

Todo se mantuvo en calma hasta que Adain acercó la mano al marco. En aquel instante, las paredes crujieron, tensas. Por suerte, el aether se detuvo a tiempo.

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Parecía buena idea no haber tocado el marco por la reacción de la casa. Según me acerqué a Lea ojeé el cuaderno lleno de hojas cuidadosamente clasificadas.

-Esto no es de alguien que se dedica a la magia negra...-Algo no encajaba. ¿Hojas? De pronto noté cómo algo hacía fuerza desde dentro, un pequeño montón de hojas que hacía que el cuaderno se abriera por esa zona. Las leí en un momento, extrañado, eran fragmentos del libro de antes. "...creí que era un fantasma...", "...he aparcado mis estudios..."... ¿Sería nigro de esos y lo dejó por ella o ella le dio la fama de hacer magia negra? El cuaderno de hojas planchadas no encajaba mucho en lo que nos habían contado del antiguo dueño. Sonrío con la última parte, soltando algo de aire en una especie de carcajada.

-¡Lea! -Llamo con suavidad sin apartar la vista del cuaderno. -Lis... -Levanto el cuaderno para que vea las hojas arrancadas. "He retomado el piano para ella". Tras reflexionar un momento empiezo a silbar una canción de Ventus. Solía oírsela a mi abuela y hablaba del campo y el viento entre las hojas. Era alegre, pero lenta. Me parecía más apropiada que una canción triste y por su puesto más que una rápida, no quería que se alterara demasiado.

Según silbo miro por el cuarto iluminado, parece más cuidado que el resto de la casa. Señalo la llave sin dejar la melodía, con gesto de duda. Esa es obviamente la llave de otra puerta.

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Asiento, con un suspiro. Lástima.

-De acuerdo, Ele. Tendré que llamarte así -accedo.

Ante mí hay una habitación de aspecto idílico, diferente al resto de la casa, que parece abandonada. Esta está llena de plantas y tiene mucha luz. El lugar ideal para una planta. Es normal que no se limite a la madera muerta.

Estoy a punto de entrar cuando un crujido me hace darme la vuelta, y miro a Adain con gesto alarmado. ¡¿Pero será idiota?!

-No -digo rápidamente, tratando de detenerlo, aunque parece que ya había dejado el gesto-. Tiene miedo. No hagas nada que no quiere.

Miro un momento mi mano, y luego la galería.

-Voy a apagar el fuego, Ele -accedo-. Pero no quiero trampas.

Así estará más tranquila. Parece una niña en su forma de comportarse. Desde luego, es mejor que no tenga motivos para una rabieta. Después de deshacer el flagrare, avanzo por la galería hacia la hamaca, mirando alrededor todo lo que hay. Me fijo en la llave y me agacho despacio a cogerla. Se ve a simple vista que no es la que queremos. Que me lo haga saber si considera que no debo hacerlo.

-¿De dónde es esto, Ele? -pregunto al aire-. No es la llave del sótano.

Entonces Adain me llama y lo miro. ¿Lis? Me acerco mientras él empieza a silbar. ¿Qué está haciendo? ¿Qué es eso? Cojo el escrito y lo leo. Asiento para mí. Así que Lis... Lástima no tener dulces para ella. Se me ocurre algo, pero no lo digo. La música es otra opción, supongo.

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La presencia pareció tranquilizarse un poco cuando Adain se apartó del marco, y los temblores se suavizaron hasta cesar. Permitió que Lea obtuviese la llave, aunque había una tensión patente en el aire, después de que el fuego se apagase. Y cuando la flamma preguntó pudo sentir varios topetazos contra la pared y, de pronto, aquellos pasos irregulares, como saltos aleatorios, venían del piso superior.
Enseguida la mecedora se movía de nuevo, más relajada, ociosa.

Fue Adain el que obtuvo la primera reacción diferente, al pronunciar una palabra, un nombre: Lis. De la mecedora salió un sonido, una especie de exhalación sorprendida, que no sonaba del todo humana, pero femenina de alguna forma. La silla se movió con más violencia, como si alguien la hubiese abandonado de un salto, y el suelo vibró hasta alcanzar a Adain, situándose bajo él.

Cuando el guerrero empezó a silbar, el suelo tembló un momento, con suavidad. Entonces, abruptamente, se empezaron a trazar a un lado unas líneas, casi con fiereza, y en unos segundos se había tallado un pentagrama en el que empezaron a aparecer, salpicadas, algunas notas.
Los trazos eran torpes, pese a todo, pero exactos.

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Miro arriba al oír los golpes. Su habitación. ¿Es eso? Va a dejarnos entrar en su habitación. Qué confianzas...

Aunque el asunto deja de importarme en el momento en que veo su reacción. Corre hacia Adain como una exhalación al oír su nombre. Y, cuando él silba, comienza a dibujar en el suelo. Ya veo. Para unas cosas mejor que para otras. Desde luego, su inteligencia es humana, sea lo que sea ella.

Me mantengo quieta donde estoy, repasando el diario. Lo de los dulces sigue sonándome demasiado bien... Veamos si nosotros podemos atraerla. Aunque creo que para eso yo tendría que echarme un chorro de agua helada por encima de la cabeza.

» La casa está encantada.