Balcones

Edad : 32 Mensajes : 524

La veo con los ojos entornados. Esta mujer no tiene ni idea de ironía ni sentido del humor. Y aún por encima me degrada a desviado.
Guardo silencio, no sin ganas de comenzar una pelea.
Sin embargo mi historial está tan sumamente negro y estoy con el agua tan hasta el cuello que debo morderme la lengua y permitir que esta mujerzuela hable sin saber.

Cama... camarero...
Mis dedos se crispan alrededor de la bandeja de plata y un tic nervioso comienza a invadir mi ojo derecho.
Tranquilo.
Piensa. En algún. Sitio. Relajado.

No la mires. Mira al infinito.
- No creo que tengas rando suficiente como para conocer mi estatus en este lugar...- Resuelvo cortante, observándola con indiferencia finjida, pues no es indiferencia sino rabia lo que siento.

Acepta mi consejo. Me tomaré mi venganza entonces. Agarro su mentón con suavidad.- Deberías dejar de... vestir como una... fulana.- Reprocho con rabia.- Hay mucho hombre malvado suelto por aquí.- La amenazo. No le voy a hacer nada, pero ella no lo sabe. -Y tú con esas pintas vas buscandotelas.- Desde luego a Summer nunca la había visto vestida de aquella manera. Las mujeres deben ser recatadas para deslumbrar a su hombre en la soledad de su cuarto.

Dicho eso, giro sobre mis puntas y me largo del lugar, solemne y taciturno. De mala leche.

Maldita niña...

*va se*

FdR: e.é XDDDDDDDDDDD ta picao.

Edad : 29 Mensajes : 269

-Uhh, qué misterioso -piensa la joven tras la respuesta. -Seguro que es sirviente de un pez gordo y no le tenía que haber visto husmeando por ahí. O se está escaqueando del trabajo y no quiere que lo comente por ahí...En cualquier caso es un fantasma, sí que parece que este castillo está encantado.
No puede evitar que una ligera sonrisa se le escape a los labios.

Apenas se inmuta cuando le agarra la cara aunque se le ocurren unos 50 motivos por los cuales preferiría que no la tocara. Se dispone a apartar la mano de un golpe cuando el hombre empieza a hablar y no puede evitar mirarle a los ojos, expectante.

Ni si quiera nota cuando deja de agarrarla o cuando se va. Simplemente estalla en otra carcajada y se agarra a la pared junto a la puerta para evitar caerse. -No lo puede decir en serio, sí que es un cachondo el tío este.- piensa entre risotadas agudas que la van dejando sin aire.-Y yo que creí que era una noche aburrida. Cuando por fin se recompone y se dispone a felicitarle por lo sentido de su actuación y devolverle la puya con algún comentario cortante se da cuenta de que no está.

-Vaya -piensa,- pues sí que me rehuyen los hombres en este sitio. Estaré perdiendo facultades.

Se aguanta otra carcajada, soltando sólo un ruido sordo y se coloca un mechón de pelo que se le ha movido con la risa. Aún con una mueca en la cara por el esfuerzo de no seguir riendo decide ir a dar una vuelta antes de retirarse por ese día; ya empezaba a hacerse tarde.

*se va*

Edad : 28 Mensajes : 711

El día de trabajo ha sido largo. Aunque aún no ha terminado la jornada, me acerco a los balcones a por un poco de aire. Aunque los dedos estén acostumbrados a la costura, lo cierto es que terminan doliendo un poco cuando ya llevo demasiadas horas de práctica.

Me apoyo en la baranda, con las manos desnudas, sintiendo pronto el frío que transmite a la piel. Los ojos, encendidos tras las gafas, enfocan un poco los alrededores, aunque no llegan a alumbrarlo todo: no tienen la suficiente potencia.

Me mantengo seria, hoy, sin una sonrisa. El gesto parece, más bien, concentrado, pensativo, un tanto ausente.

*se queda*

Edad : 31 Mensajes : 911

La velocidad a la que anochecía llegaba a resultarme desagradable. Aquel día había terminado la jornada temprano, y aún así era ya de noche cuando había decidido dejarlo. Nýa había vuelto a escribirme, y eso me crispaba los nervios. Aquella niña tonta no entendía cómo funcionaban las cosas, pero creía que sería capaz de entender un poco más, aunque fuera. Por lo menos para ser algo más discreta de lo que se desprendía de su carta que estaba siendo. ¿Nadie le había enseñado un mínimo de sutileza?

Una vez más, me apetecía tomar un poco el aire sin ir demasiado lejos, aunque aquella vez encontré mi objetivo ya ocupado. De todas formas, la modosa costurera no era un problema. Salvo que se emocionara, era más bien callada. No me importaba si era a causa de su propia voluntad o de su falta de imaginación para mantener una conversación casual: implicaba silencio.

-Buenas tardes -saludé, saliendo al balcón-. O quizás debería decir buenas noches. Hace ya más de dos semanas del solsticio, pero no lo parece en absoluto.

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Me vuelvo al sonido de la puerta. Al ver salir al señor Cogo esbozo una sonrisa, enseguida, adoptando la expresión educada y amable de siempre, sin demasiado reparo.

-Oh, buenas noches a usted también-. Dejo ir un resoplido cuidado, contemplando de nuevo la oscuridad como si no me hubiese dado cuenta de ella-. Es usted muy concreto. Piense que al menos han cesado las lluvias. Ha nevado hace cosa de un mes, pero ahora parece que el tiempo ha aflojado. Si se lo confieso, prefiero la oscuridad que el frío, aunque no creo que sea una sorpresa -reflexiono, con una sonrisa algo más apagada, pensativa.

Desde que ha entrado, he ido incrementando la luz de mi cuerpo, de modo que ahora, al menos en lo que me rodea, la visibilidad es bastante buena.

-¿Cómo ha estado, señor Cogo? -llego a preguntar, tras un breve silencio.

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Enarqué una ceja, sin entender muy bien a qué venía el comentario. No había dicho nada de extraño, pero aquella mujer tenía esa clase de simplezas, sencillamente.

-Sí, eso es una ventaja -coincidí-. Aunque no me parece que el frío haya ido a menos. Probablemente un poco de lluvia subiría las temperaturas. No hace un frío insportable, pero tampoco me parece que esta sea la temperatura ideal.

Tampoco entendía qué tenía que ver la oscuridad en aquella conversación, pero ya era lo suficientemente simple como para rebatirle argumentos, así que me limité a asentir. La verdad, contar con una farola no era desagradable, aunque esa farola fuera humana. Que más me valía no decirle algo así a Gerald, bien pensado, o se pondría insoportable.

-Bien, gracias -respondí-. Aunque reconozco que la rutina no podría ser más anodina. ¿Y tú?

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Alzo las cejas, llegando a parecer sorprendida.

-¿No? Me da esa sensación... Quizás sea la diferencia de humedad-. Me calo un momento el jersey, acomodándolo, palpando la lana-. Si lloviese seguramente subirían, pero entonces tendría que lidiar con los pies helados por la tierra húmeda cada vez que salga-. Dejo caer la vista un momento a sus pies, en un gesto veloz, y termino por dibujar una sonrisa suave-. Aunque su calzado será bueno, quizás ni lo note.

No se explaya demasiado en la respuesta, pero no lo interrumpo. Me mantengo risueña, aunque es una sonrisa que, de alguna forma, concuerda con sus palabras, dándole la razón. Como el asentimiento que le sigue.

-Podría decir lo mismo, aunque prefiero no hacerlo. He estado trabajando mucho últimamente en mis corazas, y menos en otros asuntos. Ha sido un mes intenso si hablamos de costura, pero se me ha hecho incluso repetitivo. Tengo la sensación de que he entrado en un bucle y no tengo nada que rompa la inercia-. Me acomodo las gafas, riendo algo apurada-. Pero bueno, no va mal, pese a lo que me oye decir. Gracias por preguntar, señor.

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La miré un momento, sorprendido por el comentario. Aquello sí que no lo esperaba. No de ella, al menos.

-¿En serio? -pregunté, algo escéptico-. Creí que una joven tan preocupada por la vestimenta como tú contaría con un buen calzado de cuero. Nunca sobra en invierno. Al igual que una buena suela de madera que aísle del frío. Supongo que no debería darlo todo por hecho.

Asentí, sin más. Era una sensación que me resultaba familiar. En Brontë solía sentirme de aquella forma, y más después de mi viaje con Gerald, que me había mantenido tanto tiempo fuera del bucle.

-No hay de qué. Te entiendo -respondí-. Creo que es lo mismo que me pasa a mí. Yo suelo romper el bucle con alguna misión que cambie el ritmo a las cosas.

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No tardo en reír, esta vez más desenvuelta, cubriéndome los labios con el nudillo del dedo índice, levemente flexionado. Mientras lo hago, niego un par de veces.

-Oh, no me malinterprete. Tengo buen calzado. No excelente, pero sí bueno. Aunque el calzado lo compro, no me lo hago, por lo general. No obstante, incluso con ello se nota la humedad. Y si no la noto en los pies, la noto en las manos-. El tono no es de queja, es más bien divertido, de alguna forma. Abro y cierro las manos, que hoy van desnudas, y termino por frotar una con la opuesta, calentando un poco los dedos-. Soy friolera, como ha podido deducir -añado, risueña.

A su respuesta, le sostengo la mirada. Luego, despacio, la bajo a mis pies. Cambio el peso de lado y contemplo el movimiento que se genera en estos. No pierdo la sonrisa, aunque sí cambia sutilmente, de modo que la conservo cuando lo enfoco otra vez.

-No me juzgue, por favor, si le digo esto. O hágalo. Tiene todo el derecho de el mundo...-. Mientras hablo, tomo uno a uno los dedos, que oprimo uno a uno, delatando el nerviosismo-. Yo vine aquí y, ya me ve... No parezco guerrera ni de lejos. No digo que haya que parecerlo para serlo. He conocido a gente, y no todos daban, a primera vista, la impresión de serlo. E incluso yo, le sorprenda o no, señor Cogo, tengo ciertas habilidades para el combate. Quizás no sepa desenvolverme en él, pero sé que puedo hacer cosas que otros no podían allí donde viví. Y le juro que me he esforzado un poco más desde que llegué. Y, pese a mi aspecto y mi carácter, yo quiero permanecer aquí. Pero nunca he plantado cara a un peligro. Y simplemente no termino de sentirme preparada para plantarme frente a un hombre armado por mí misma.

El tono ha ido decayendo, la voz se ha ido tensando, de forma inconsciente. Relajo la rigidez muscular y sonrío como siempre, aunque sin el mismo efecto.

-Se estará usted preguntando que qué le cuenta esta mujer. No ha salido para que me desahogue, estoy segura. Discúlpeme.

Con un suspiro algo agobiado me vuelvo de nuevo hacia la baranda y me apoyo, con gesto más grave.

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No entendía el sentido que tenía aquella mujer de un buen calzado si no era capaz de aislarla del frío y la lluvia. Pero tampoco iba a insistir. No iba a dejarla en evidencia por una tontería semejante. Era asunto suyo, después de todo, y yo no tenía información suficiente para juzgar su sentido de la calidad.

Lo cierto era que su forma de hablar pedía a gritos un "vuelve a tu casa", pero no fue eso lo que dije. Aunque no me interesaban en absoluto, como ella decía, sus problemas, la escuché hasta que dio su explicación por terminada. Desde luego, no veía qué la ataba tanto a aquel lugar. Quizás, sencillamente, no fuera diferente a lo que la esperaba si volvía.

-Sobre eso no puedo decirte nada -respondí-. Como hijo de nobles, se me ha educado en el arte de la guerra. Una costumbre un tanto absurda, si me permites la opinión. La mayoría de los nobles se dedican a los negocios hoy en día. La guerra es para mercenarios y soldados; gente que tiene menos que perder. O ese es el planteamiento, me parece. A mí sí me ha servido de algo, supongo. De todas formas, tampoco había tenido un enfrentamiento real hasta que llegué a Brontë. Solo una preparación férrea desde muy temprana edad y una indudable disciplina -. Hice una pausa-. Enfrentarse un peligro por primera vez supone, en el futuro, haberse enfrentado a un peligro. En eso consiste. Aunque, si no te sientes preparada, es muy posible que no lo estés. Brontë te ofrece una serie de elementos con los que prepararte, pero por lo que he visto, debe hacerse a voluntad y por uno mismo. Te diría que te fueras, pero no parece eso lo que quieres. Supongo que esforzarse un poco más no es suficiente. Aunque yo no estoy encargado de decirte eso. Son los líderes los que deben llamarte la atención si consideran que no estás haciendo tu trabajo. Pese a tus esfuerzos por respetar lo contrario, yo estoy aquí a tu mismo nivel.

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Cuando habla llego a mirarlo, volviendo el rostro hacia él un momento, dejando que el cuerpo se mantenga al frente de todas formas. Y también la cara, al final, hace lo mismo, mientras sus palabras me alcanzan. Aunque llevo las gafas puestas no enfoco nada, realmente, y la mirada es algo turbia, difusa.

Los dedos se me crispan un momento sobre la baranda. Los ojos se estrechan un poco. Acabo por quitarme las gafas con la diestra para frotarlos con la izquierda, cerrándolos un momento.
Daré imagen de cansada.
Lo supongo. Supongo que parezco algo cansada ahora mismo. Supongo que estoy algo cansada ahora mismo.

-Hasta la fecha, señor Cogo, he sido muy independiente. Desde niña, recuerdo exactamente el día, he sido muy independiente, en mi opinión. Casi siempre he avanzado yo sola. No es que no necesitase ayuda algunas veces, pero la buscaba, la pedía, y trataba, en la medida de lo posible, de arreglármelas por mí misma. El trabajo es lo que distingue a un triunfador de los demás-. Frunzo los labios, aséptica-. La gente me conoce así: responsable. Y admito que basarse en que me han llamado de Brontë, en que he adquirido esa responsabilidad, para quedarme incluso aunque no me sienta completamente cómoda... Eso es algo muy irresponsable. Tengo una vida fuera de aquí, un trabajo... Y le juro que hay motivos suficientes que tiran de mí hacia casa. Pero ya no me baso solo en el motivo por el que vine. Yo no dejo de tener la sensación de que hay algo que quiero hacer aquí. Y no lo encuentro-. Lo miro, aunque sin las gafas apenas lo diferencio correctamente-. No sé si me explico, señor. No se me da muy bien, en mi opinión, la dialéctica.

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Asentí en silencio, pensativo. No tenía muy claro si estaba siendo víctima de un desahogo por una casualidad o si yo mismo me lo había buscado. Por extraño que pudiera parecer, me recordaba a Gerald en aquel momento. Siempre guardándose todo para sí, y luego vomitándolo sin que nadie se lo pidiera.

Me permití un amago de risa.

-Opino lo mismo -confesé, cuidando que el tono no fuera ofensivo-. Sin ánimo de inmiscuirme en lo que no me incumbe, ¿qué has probado a hacer? Por lo que cuentas, no gran cosa. Corazas. Eso ya lo hacías antes de venir. Has entrenado algo. Un poco más. No sé qué buscas, pero no creo que venga a ti simplemente porque lo esperes aquí. O quizás solo estás confusa y te has tomado una petición como una orden. Brontë no obliga a nada. Ofrece y exige a cambio. Basta con no aceptar la oferta para no dejar a deber. Pero no creo, repito, que yo sea nadie para explicarte nada al respecto. Nada que no sepas ya, al menos.

Era su vida, y yo no tenía nada que ver en ella. ¿Qué buscaba? ¿Consejo? No lo parecía. ¿Ayuda? ¿Para qué? En cualquier caso, nada que yo pudiera ofrecerle, desde luego.

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Mientras habla, lo miro. Ya no hay rastro de sonrisa, aunque de eso ya hace algo de tiempo, y el rostro se mantiene algo tenso esta vez. Pero no incómodo.
Tenso. Sereno. Serio.
Siempre he aceptado las críticas, en mi opinión. No es del tipo de cosas que escapaba, aunque todo el mundo lo hace. Pero sabía aceptarlas. No temo a las críticas, podría decirse, para ser más correctos.

Me coloco las gafas. Entonces lo veo con más nitidez.

-Supongo que tendré que pensar en ello -digo, más como una reflexión en voz alta, una conclusión-. Siento haberlo aburrido con esto. Realmente no tiene que ver con usted, señor Cogo. Solo se ha encontrado conmigo un día que estaba especialmente frustrada.

Consigo, al final, recuperar la sonrisa, esta vez cansada. Le dedico una leve reverencia al señor Cogo.

-Creo que me iré retirando, si no le incomoda. Me encuentro algo agobiada. Siento haberlo atosigado con mis problemas. Y muchas gracias por haberme escuchado, señor Cogo. De verdad.

La despedida es algo abrupta. No obstante, le dedico una sonrisa bastante sincera.
Pese a todo, con una reverencia educada y pocas palabras más, pronto regreso dentro. hace algo de frío.

*se va*

Edad : 31 Mensajes : 911

Cuando por fin decidió dejar el tema y retirarse no supe si me sentía ofendido o aliviado. No podía esperarse más que un agradecimiento por haberla escuchado, y de alguna forma, lo esperaba. No habría sabido decir que, pero su actitud cortante me resultó desagradable. Por otra parte, ni había pedido ni quería escuchar problemas que no tenían nada que ver conmigo.

Como correspondía, la despedí rechazando sus disculpas, que yo debía tomar como innecesarias, y deseándole una mejora en su ánimo, que realmente me era indiferente. También le dediqué una reverencia antes de, por fin, quedarme solo con la noche.

Observé un rato más el paisaje nocturno, disfrutando del frío y del silencio. Después de un buen rato de acompañarme a mí mismo, me retiré yo también.

*Se va*

Edad : 30 Mensajes : 3185

Nada más asomarme arrugo la nariz y entrecierro los ojos cuando el frío me da en la cara. Hoy es especialmente notorio. Voy más abrigada de lo normal, pero incluso así se nota. Es el día perfecto para entrenar la resistencia a la nieve, pero lo cierto es que no me apetece nada salir. Llevamos ya varios días de nevada y las temperaturas de hoy deben de ser de las más bajas.

Qué frustrante. Quizás el otro día salí a nadar, pese al frío, porque una parte de mí anticipaba algo como esto. Sea como sea, lo único que apetece es abrigarse en la sala común frente al fuego.
Al menos dentro de Palacio la temperatura es aceptable.

Dejo ir un poco de vaho y vuelvo dentro. Creo que, por lo que es hoy, puedo darme por aireada.

*se va*

Edad : 32 Mensajes : 1068

Había dejado de nevar, y en su lugar llovía. Y Corbin, aparentemente inmune al frío de la noche, aparentemente capaz de ver el paisaje, descansaba tranquilamente, viendo, o fingiendo ver, cómo la nieve se derretía bajo el agua. Un invierno duro, desde luego, aunque no tanto como podría serlo. Siempre podía ser peor. Y el agua pronto subiría las temperaturas, de eso estaba seguro.

Repasó la barandilla con la mano desnuda. Ya no había marcas de nieve allí. Solo quedaba la humedad del agua. Alzó la vista al cielo. Era una noche buena para poner a prueba la orientación. El cielo estaba cubierto y la lluvia alteraba los sentidos. Sin embargo, ya conocía demasiado bien los alrededores como para siquiera jugar a perderse. Necesitaba alguna otra clase de reto con el que practicar.

Un aullido hendió la noche. Corbin volvió la vista a la masa negra que era el bosque, con repentina atención.

*Se queda*

Edad : 27 Mensajes : 1436

Al verlo de espadas decido salir a molestar porque me aburro. ¿Cómo era su nombre? ¿Cosin? ¿Corin? ¿Co-mpleto maleducado?
No me acuerdo por qué, pero algo había hecho. Bueno, es que según mi criterio también cualquiera se salva...

-Buenas noches, claritas. ¿No es algo tarde para ti? -inquiero desde la puerta, llevándome las manos a la nuca, hablando con cierta pesadez.

No me digas que hoy me toca día jodón. El karma me maldecirá con un día extra de regla este mes, o algo así. Que últimamente solo hago meterme con la gente.
¿O será que la madurez me hace verlo?

Edad : 32 Mensajes : 1068

Corbin se volvió hacia ella en un gesto fugaz. La oscuridad no le permitía ver. La lluvia tapaba los sonidos y el olor. Quizás, incluso, había bajado la guardia. O ella se había valido del aullido del lobo... No, debía preocuparse de su incapacidad, no de la capacidad de otros.

Inclinó suavementa la cabeza en un saludo.

-Buenas noches -respondió-. Nunca es tarde. Ni pronto. Es la hora que es, independientemente de quién sea yo.

¿Quién había dicho eso? ¿Falace? ¿Lo habría sacado de algún libro? No lo recordaba, pero sonaba muy solemne para habérsele ocurrido sin más. Demasiado solemne. Pero cierto, a fin de cuentas. Se había levantado tarde. Se acostaría tarde. Y, mientras tanto, seguiría despierto, y a ser posible más atento que hasta entonces.

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Cuando habla no puedo evitar la mueca. No me lo puedo creer. No me puedo creer que acabe de decir algo como eso. No sé si pretende ser un puto tío guay o algo así, pero acaba de parecer...
No sé.

-Qué filosófico... -comento, irónica, para él y para mí; mitad y mitad-. Me has dejado de piedra...-. ¡Corbin, eso era! Me estiro, satisfecha de mí misma-. Aunque supongo que es cierto. Yo ahora me levanto a horas que en Caligo me hubiesen parecido absurdas, también -le comento-. ¿Mirabas la lluvia? Porque ya ha parado -le señalo.

¿Soy tonta? Sí. Tengo que serlo. La conversadora más puta mierda del mundo. Que alguien me aplauda la cara y me mande al baño a lavármela, por favor.

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Corbin asintió. Aquello no tenía nada de malo. De hecho, aunque pudiera no parecerlo, podía llegar a ser muy saludable.

-Los cambios de horario son muy útiles -explicó con voz segura-. Permiten que uno se acostumbre a adaptarse a las exigencias de cada ocasión. Ayudan a acostumbrarse al frío, al calor, a la luz, a la oscuridad, a estar cansado y a no estarlo... Cuando llega el combate, es probable que no puedas prevenir cómo estarás. Si sabes actuar bajo cualquier circunstancia, tu estado no afectará a tus capacidades.

Era una de las lecciones que más a fuego le habían grabado los años de entrenamiento. Ninguna situación era excusa para rehuir un entrenamiento, ni tampoco para tomárselo a la ligera. Siempre debía haber la misma concentración en todo.

Volvió un instante la vista al exterior, antes de fijarla en la chica de nuevo.

-Miraba el paisaje -corrigió.

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Mientras habla lo miro. Termino por fruncir un poco el ceño. Cómo se enrolla. Es un poco muermo, el tipo. Como que tiene mucho que decir pero todo suena a profesor, o alguna mierda así. Quizás sea yo, que soy muy quisquillosa. Quién sabe.

El paisaje, vale. ¿Nada más?
Suspiro con cierta brusquedad.

-Ya lo pillo, ya lo pillo. Que quieres estar solo -murmuro, poniendo las manos abiertas entre ambos, como marcando una distancia-. No pasa nada. Entiendo que me hayas cogido cierta tirria de las otras veces. Venga... Si tal la próxima vez lo intento con más entusiasmo. ¿Alguna recomendación?

O me rindo directamente. Estoy haciendo el ridículo.
Si es que hay días tontos que...

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Corbin frunció ligeramente el ceño, extrañado y sorprendido. Aquella chica... Ya la había visto otras veces, y siempre le costaba seguirle el ritmo. Era como si tuviera un lenguaje cifrado, como si hablara en otro idioma.

-No he dicho que quiera estar solo -negó. En realidad, tampoco se moría por la compañía, pero no le resultaba desagradable-. Y tampoco te tengo... tirria. ¿Crees que tengo motivos para ello?

¿Cómo se llamaba? Recordaba haber dicho que no lo olvidaría, pero... Mithos, aquello era un error tremendo por su parte.

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Claro que no lo has dicho, pero ayudas a conservar la compañía, que es una pasada, joder. De nada. ¿Nunca te lo han dicho? ¿O es que con el resto eres el alma de la fiesta y quieres ser educado para que me vaya yo sola? Y luego ni podré echarte la culpa porque, eh, tú no querías estar solo.

-Bueno... -comienzo, medio mascullando-. No diría ni que sí ni que no. Supongo que mi comportamiento en torno a ti no ha sido muy convencional. Diría que no sería raro que te hubieses preguntado "¿y esta tía de qué va?", o alguna mierda así. No serías el primero. Que no te confundas, a mí me pasa continuamente -me defiendo antes de que ataque. Por si acaso.

Edad : 32 Mensajes : 1068

Corbin estaba de acuerdo en que no habían tenido encuentros muy convencionales. Y, pese a ello, no eran encuentros que le hubiesen dejado una gran marca. En cualquier caso, por una vez mantenían una conversación, y Corbin se esforzaba por seguirla. Así que ella consideraba que era su responsabilidad. Curioso.

Acabó por encogerse de hombros.

-Supongo que he conocido a demasiada poca gente a lo largo de mi vida para estar seguro de qué es lo convencional -explicó, muy serio-. Intento juzgar a cada persona en particular, y no como parte de un todo. Me resulta más sencillo.

Él encontraba comportamientos inesperados a cada momento, así que no podía haberse fijado en ella en particular. Quizás, se encontró pensando, la encontrara más normal que a otros, de hecho. Y eso que seguía sin tener un concepto claro de normalidad.

Edad : 27 Mensajes : 1436

Suelto un bufido, divertida.

-¿Poca gente? ¿Cuánto es "poca gente"? -inquiero-. Supongo que no todo el mundo tiene muchos amigos, o mucha familia... Pero incluso si solo cuentas a los conocidos, diría que se cree que son menos de los que realmente son. Cuando te das cuenta, llevas cuarenta personas y no son ni la mitad, ¿no?-. Ni de lejos, diría yo.

Me estiro un poco. No sé bien qué hablarle, ni por qué hablarle. Venía a molestarlo, pero me ha chafado un poco sentirme responsable de alguna mala comunicación.

-Supongo que ese es un buen mecanismo. Aunque hacer grupos simplifique las cosas... Tu visión ayuda a tener la sensación de que todos tenemos sentimientos, o algo así, de alguna forma.

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