Balcones

Corbin trató de hacer cuentas, pero no era sencillo. En primer lugar, porque no tenía muy claro qué implicaba conocer. Conocía a Falace, a Alehyss, a Inger y a Rick. Conocía a Violeta, a Tormenta de Fuego, a Enigma, a Eclipse, a Ferox, a Fortuna. ¿Debería añadir a alguien más a su lista? Quizás al caeruleus, su eterno enemigo. Pero ni siquiera sabía su nombre. Quizás a la caeruleus que le había hecho su encargo, pero tampoco de ella conocía el nombre. Por supuesto, se había cruzado con mucha más gente a lo largo de su vida (y no tanta), pero no estaba seguro de que aquellos contaran como conocidos.

-Supongo que, en mi caso, cuarenta es un buen número para aproximar. Aunque no podría asegurarlo -decidió. Quizás cincuenta o sesenta. No más, desde luego.

Corbin negó con suavidad. Sentimientos. No se le daban bien y lo sabía. Había visto reacciones incomprensibles en otros infinidad de veces. Sabía que eran la expresión de sentimientos, pero no sabía interpretarlos en muchas ocasiones. Tampoco sabía reconocer algunos de los suyos propios, y muchos quedaban sepultados. Falace le había enseñado bien, y los sentimientos no solían ayudar en la batalla. Más bien al contrario.

-Diría que más bien examino vuestro comportamiento -puntualizó.

Lo escucho, alzando un poco las cejas. No diría que bromea porque no tiene cara de que le guste bromear una puta mierda. De hecho, si examinas un poco su carácter, así, es como... tirando a... ¿No es ligeramente parecido...? Sí, ¿no?
Sí.

-Oye, ¿conoces a Buscador? O "el que busca". Follow... Un piscis raro con una máscara y el pelo negro... No sé cómo lo conocerás tú, si es que lo has visto-. Frunzo un poco el ceño, dubitativa-. Quizás deberías compartir con él esas ideas de la observación, de lo que es convencional y de lo que no... Pero no uses palabras muy complejas si lo encuentras -añado, llevándome las manos a la cabeza-. A lo mejor os lleváis bien.

¿Por qué?
No lo tengo claro. Para empezar, Corbin es evidentemente civilizado. Si Buscador lo fuese la mitad no tendría tantos problemas. A lo mejor es Lea la que debería conocerlo.

Suspiro.

-Bueno, yo creo que me abro ya. Está refrescando. Ya no te incordio más-. Hago un saludo militar con dos dedos. Es algo que Ben hace a veces-. Ya nos veremos, Corbin. Un placer-. O algo así.

Y vuelvo dentro.
Al menos esta vez no estoy que trino. Que, a todo esto, ¿por qué había sido?

*se va*

Corbin estaba a punto de negar, pero entonces se dio cuenta de que, de hecho, sí lo conocía. Asintió lentamente.

-Un chico difícil de entender -. Frunció el ceño, pensativo-. Aunque él tampoco parecía entender gran cosa. Tampoco daba muchas oportunidades de hablar.

Y tampoco le había llamado especialmente la atención. Demasiado críptico, incluso para su gusto. De todas formas, no iba a rechazarlo tampoco. Aceptaba, sin embargo, que él no se parase a hablar. No pensaba estar persiguiendo a nadie.

Asintió cuando la chica se despidió.

-Buenas noches -dijo solamente.

Se quedó un rato más contemplando el paisaje nocturno. Después, volvió dentro del palacio. Aún tenía una noche de entrenamiento por delante.

*Se va*

Apoyado en la barandilla, echo vaho al cielo con una sonrisa. Me encanta la nieve. Desde siempre me ha gustado (por extraño que parezca) más el calor que el frío. Sin embargo, cuando nieva, el frío queda en un segundo plano.

Me acuerdo de los inviernos en Aqua, jugando con mis hermanos en la nieve. Río con amargor. Han pasado demasiados años sin saber nada de ellos y, a pesar de que nunca tuve un apego exagerado por mi familia, empiezo a echarles de menos y querer saber de ellos. Sobre todo mis padres. Me relaja el saber que no están solos, pero empiezo a sentir cierta responsabilidad de madurez con respecto al cuidado de mis progenitores. Quizá debería volver a casa. Aunque el camino es tan largo...

Me froto la nuca y chasqueo la lengua. Asqueado conmigo mismo.
Tristán se revuelve dentro de mi ropa. A él desde luego, el frio no le gusta, por lo que utiilizo mi capa para taparlo algo más. -Ya no es tan fácil meterse en mi bolsillo, ¿eh?- Le susurro, observando que ha alcanzado una edad y un tamaño que ya no le permite meterse en los recovecos de mi cuerpo como antaño.

*se queda pensando en su vida*

Me acerco por su espalda y le aprieto los hombros con delicadeza, para luego, sin decir ni una sola palabra, colocarme imitando su posición descargando mi cuerpo en la fría barandilla.

No digo nada. Simplemente dejo que el viento meza mi pelo, el cual ya llega hasta la parte baja de mi espalda.
Aprieto los labios y le enseño mi mano metálica mientras hago pinza con ella.- No está mal.- Le veo sin reproche.- Ahora puedo dar buenos puñetazos.- Explico, encogiéndome de hombros.

Silvanus ahora mismo es un tigre asesino. Lo sé. Soy consciente. Pero sé también que está demasiado bien domado como para que sea peligroso acercarse a él. Siempre me han atraído los juegos peligrosos. Por suerte, soy consciente de que, por mucho rencor que me guarde (que quizá no lo haga) no me tocará ni un sólo pelo. El Silvanus alocado y bobo parecía haber desaparecido para siempre. Y eso me da ventaja y a la vez no. Por lo que aquí comienza mi juego, caminando sobre la cuerda floja. Me atrae demasiado el riesgo.

- Supongo que debo darte la enhorabuena.- Añado.

Sólamente su aroma despierta en mi la náusea más perfecta. Sin embargo, mantengo la vista al frente.
Respiro profundo, intentando encarcelar de nuevo todos los recuerdos que su presencia recupera de mi mente y al final me digno al ver su mano para luego aguantarle la mirada.- Espero que escojas bien a quien se los das.- Acabo por sonreirle.- Aún me acuerdo de alguno tuyo.- Le reprocho.- Creeme que no te hace ninguna falta ese puño.- Añado, con el fin qde recordarle la fuerza aplicada en sus castigos.

Devuelvo la mirada al horizonte.

-¿Por qué? ¿Por lograr tu objetivo?- Espeto sin dolor. - ¿Por ser la mano derecha del Lider Oscuro bajo estas paredes?- Se lo rebozo, para luego volver a verle.- ¿Sábes? Creo que empiezo a entender el por qué de tu prepotencia. Desde luego es gratificante observar a gente arrastrándose ante uno.Realmente gratificante. - Explico, mientras extiendo una mano para acariciar su mejilla.- Ahora yo mando, Alexander.- Hago una pausa algo tensa.- Te... domino.- Me lamo los labios y cruzo la vista con su prótesis y su cara.- Y si crees que esa mano -la cual ahora pudes mover- compensa todo el daño que me has hecho, créeme que estás muy equivocado.

Suspiro y me apoyo con los dos codos en la barandilla, apartando la vista de él hacia el bosque.- Me he vuelto caprichoso.- Me sincero.- Y mi capricho eres tú. - Le veo de nuevo.- Y no es un capricho agradable.- Le susurro, mientras mi tono adquiere un tono viperino, acompañado de un gesto de asco.- Tengo en mi poder el derecho a hacer lo que quiera contigo y, si no lo hago, es porque quiero. Así que deberías estar arrastrándote ante mi cada segundo libre que tengas por permitirte el simplemente vivir tranquilamente aquí.

Agarro su mano con fuerza.- Así que.- Aclaro con rudeza.- Desaparece de mi vista ahora mismo. No vuelvas a tocarme. Ni hablarme.- Rujo con voz grave.- No me observes y sobre todo: no abuses de mi benevolencia.- Le suelto con fuerza para, de golpe, desaparecer dejando un par de burbujas verdes en el lugar donde estaba.

*se va*

No respondo a su reproche sobre los puñetazos. Simplemente alzo las cejas, pensando el el rencor que guarda y que no me espero.
Abro más los ojos a cada palabra que da. Cuando me acaricia y habla, por mi mente pasan ciertas imágenes de sodomía donde yo no era el más beneficiado. Doy un paso hacia atrás. Sé hasta qué puntos llega el degenere de este -ahora hombre- y realmente me asusta.
Trago saliva.- Silvanus no... no era más que un crío.- Le susurro, con un tono algo apocado y sumiso, con voz temblorosa.

Sin embargo sus amenazas continúan y realmente mi piel adquiere una palidez incluso superior a la normal. Vuelvo a retroceder un paso, con temor, en cuanto agarra mi brazo. Me asombra su fuerza. Mis labios están tan apretados que carecen de cualquier grosor o color.

Asiento en silencio.
Desaparece delante de mi y acabo por tomar una bocanada de aire enorme en cuanto lo hace. Su presencia me estaba ahogando. Me paso ambas manos por la frente e intento calmar mi pecho. -De acuerdo Kettleburn...- Susurro.- Tú ganas...- Termino.

*se va*

No consigo dormir.

Apoyo los antebrazos en la baranda, inclinándome un poco hacia delante, y aunque contemplo lo que puedo del paisaje tengo los ojos y el cuerpo apagados. No es que necesite ver nada, realmente.
He rondado las mazmorras, pero no me he atrevido a bajar, finalmente. Supongo que es algo que ahora ya no me corresponde a mí. Es trabajo de los líderes, eso.

No he visto a Lyam desde la vuelta, claro. No es que lo vea todos los días. No es preocupante. Lo que no sé, entonces, es si ya se habrá enterado de la situación.
Es más que probable. No sé hasta qué punto le importará. No sé cómo se tomará él algo como esto.

Suspiro y dejo caer la cabeza, de forma que el pelo me cae ante la cara. Supongo que parezco algo abatida ahora mismo. No es que lo esté. Más bien estoy cansada. Puede que algo agobiada, pero nada más.

Me pone nerviosa haber participado en algo como esto. Como miembro de Brontë está justificado, pero a nivel personal considero que me ya he involucrado bastante en esto en el pasado. Pero ya es inevitable que siga adelante. Incluso aunque no se repita, ellos están ahí abajo.

De todos modos, no podía ser de otra forma. Yes una forma más de demostrar que me he enmendado, que cumplo las órdenes correspondientes.
Aunque hasta cierto punto. No me gustaría convertirme en el títere de nadie, y ya lo soy bastante.

Hace tiempo que madame Desmarais no me ronda. Quizás deba hablar con ella pronto.
Pero no ahora.

Debo volver a cama, aunque me haya desvelado. Mañana debería reinsertar la rutina, aunque sea en parte.

*se va*

A Corbin le llamaba la atención la lluvia. No habitualmente, sino aquel día en particular. Llevaba tanto tiempo nevando que se hacía extraño que la tregua de la nieve se sustituyera por lluvia. Habían subido algo las temperaturas, lo notaba. En cambio, había nevado tanto que a la lluvia le costaba derretir la nieve. En los caminos de los jardines ya no había rastro de ella, y al borde de los caminos hacía amago de deshacerse, pero eso era todo.

De todas formas, la lluvia seguía siendo fría. Corbin no tenía ganas de sufrirla, así que no se asomó al bordillo. Permaneció en la zona cubierta, observando. El aire fresco de la noche, en cambio, sí lo agradecía.

*Se queda*

Pese a que el tiempo no es el más apropiado para que lo haga, al ver a Corbin desde el pasillo termino por salir fuera, aunque dudo un momento antes de hacerlo. Abro la puerta con sigilo, aunque es inevitable que sea evidente que lo estoy haciendo, y me quedo en el marco, como si decidiese todavía si salgo o no lo hago.

-Buenas noches -saludo, con un tono monocorde habitual, aunque, concretamente hoy, se debe a que mi estado de ánimo de los últimos días no ha sido especialmente alto.

Desde el lugar que ocupo, le dedico una mirada, como si pidiese permiso para acompañarlo un instante. Quizás tomar un poco el aire me despeje, por otra parte.

Corbin no estaba tan abstraído con la lluvia como para no sentir la presencia de la chrysos en el momento en que se acercó al ventanal, antes incluso de abrir la puerta. Se volvió hacia ella para mirarla. Hacía tiempo que no la veía. A modo de saludo, le dedica una suave inclinación de cabeza.

-Buenas noches -respondió, en tono no menos monocorde-. ¿Cómo va todo?

Al ver que ella dudaba, dio un paso hacia un lado, dejándole más espacio. El balcón no era pequeño, pero Corbin tenía un concepto muy fijo de las distancias interpersonales.

Termino por entrar definitivamente cuando me cede un hueco, sin variar demasiado la expresión, dedicando primero una mirada a la baranda y lo que hay tras ella y luego a él, como si esperase ver algo suspendido en el aire junto al balcón.

-No diría que se trata de mi mejor racha -confieso, sin perder el tono neutro en ningún momento, ni al decir eso-. Participé en la incursión a Aqua, no sé si has sabido de ella. He estado algo incómoda desde entonces. Aunque no considero que el resultado de la misión en sí mismo haya sido negativo-. Me estiro un poco, desperezándome, y paso a mirarlo de reojo-. ¿Tienes tú alguna novedad?

A Corbin le brillaron los ojos con interés, sin que pudiera evitarlo, cuando la chica mencionó que había estado en Aqua. Y, sin embargo, pronto encontró sus preguntas, aún sin formular, truncadas por las palabras de la chica. No lo entendía. Si no había ido mal, ¿por qué no estaba satisfecha? ¿Podía no haber ido tampoco bien?

Frunció el ceño, tratando de comprender. En su cabeza, trabajaba en una forma de acceder a la información.

-¿Te ha acarreado problemas? -preguntó, con la esperanza de que de allí se derivara al tema que le interesaba. Una lástima. Él mismo podía haber ido a aquella misión. De todas formas, tenía la suya propia-. He participado en un duelo doble hace unos días -explicó-. Nunca había trabajado así. Los participantes tenían el nivel adecuado. Fue un encuentro muy estimulante.

Aunque no estaba seguro de cómo definir el resultado.

Veo el cambio de su expresión. A estas alturas ya lo conozco bien, así que no me sorprende, ni tampoco su pregunta. Llega a ser algo que espero, casi. Incluso, de alguna forma, como si yo hubiese querido provocarlo de forma deliberada. Aunque, de hecho, es un tema que sé que él no entenderá bien.

-No fue, admito, el mejor resultado de todos -confieso-. Logramos atrapar a tres de los adversarios, pero otros tantos huyeron. Además de eso, una compañera pudo haber perdido la vida en el combate, y no me sentí como si hubiese dado lo mejor de mí.

Podría añadir otros problemas que tuve. Unos más morales, que todavía me rondan la cabeza. Pero discutir eso con Corbin sería inútil.
Pasa entonces a hablarme de la suya, lo que me hace alzar las cejas. Massen llegó a comentarme algo.

-Fuiste con Massen Dew, ¿no es así? ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con ella?

Corbin escuchó la explicación. Lo pensó un momento y acabó por asentir, creyendo entender. Conocía aquella sensación de insatisfacción. Era incluso más frustrante que la sensación de derrota, ya que conllevaba no entender en absoluto el motivo de dicha sensación.

-Entiendo -dijo, sin insistir con sus preguntas-. Quizá un nuevo trabajo te ayude a limpiarte de esa sensación, aunque supongo que necesitará nuevos trámites.

Asintió a su pregunta. Por lo visto, estaba informada. Quizá fuera cosa de la chica.

Tuvo que pensarlo bien antes de responder. Al final, con más seriedad incluso de la habitual, fijó los ojos en los de Alehyss.

-Es muy fuerte -declaró, seguro-. No pude analizar bien su actuación en combate, ya que cada uno debía cubrirse de un enemigo, pero es evidente que sabe desenvolverse y utilizar sus puntos fuertes. Incluso imponerlos, diría.

Cuando dice eso me lo pienso un momento. Es cierto que un trabajo cumplido acabe con eso. Quizás la obtención de mi nueva arma me haga sentirme más satisfecha al respecto. Pero no puedo dejar de pensar que es evidente que las cosas seguirán unas direcciones a partir de ahora. Dejamos escapar a varios. Puede que tengamos que volver tras ellos. Y, aunque por una parte es cierto que me siento incómoda al respecto, delegar en otros y simplemente alejarme del tema no es una idea que me agrade, tampoco.

A su opinión sobre Massen no puedo evitar una sonrisa y un asentimiento. Supongo que, efectivamente, hablamos de la misma persona.

-Quizás te interesase entrenar un día con ella -le propongo-. Es una guerrera muy capaz, aunque a primera vista parezca lo contrario por su juventud. Le confiaría mis espaldas sin dudarlo.

Continuamos hablando un poco a la intemperie. En algún momento, sin embargo, nos trasladamos dentro para terminar la conversación. No es que haya mucho que ver en los balcones en un día como hoy.

*se van*

Ben, por su experiencia, sabía lo fácil que era descender. Cuando descendía, lo tenía todo a su favor. Y, de la misma forma, sabía que ascender requería de mucha habilidad, ya que era entonces cuando todo se ponía en contra. Desde la baranda del balcón, Ben había descendido, asida a los barrotes, de cara al exterior. Se había balanceado con los brazos, y había intentado sin éxito obligarlos a subir todo el peso de su cuerpo. Y, pese al fracaso, mantenía una sonrisa.

Ben sabía que para escalar, lo mejor era utilizar las piernas. Los brazos tiraba, pero las piernas empujaban, y empujar siempre requería de menos esfuerzo. Además, las piernas tenían más fuerza y eran capaces de sostener el peso del cuerpo, mientras que los brazos no. Al menos, los suyos; sabía de otros con habilidades diferentes, pero Ben jamás confiaba en sus brazos como confiaba en sus piernas. Si un brazo se le soltara en algún momento del cuerpo, a Ben no le extrañaría mucho; en el caso de las piernas, sencillamente, sabía que no sucedería.

Y, pese a ello, ejercitaba los brazos, sujetándolos bien a los barrotes y tratando de levantar el peso de su cuerpo con ellos, un ejercicio poco eficaz si no se ayudaba de las piernas. Pero las piernas estaban bien entrenadas. Ben acabó por utilizarlas también en aquella ocasión. Las balanceó a un lado y a otro, y acompañó el impulso que había dado con el peso de su cuerpo. Iba y venía al ritmo de una música que solo sonaba en su cabeza. Ben relajó entonces los músculos, soltó, en el momento adecuado, uno de sus brazos y lo acompañó con el cuerpo hasta otro de los barrotes. Prácticamente al instante, aprovechando la relajación del cuerpo libre, que aumentaba su agilidad, y la ligereza que le proporcionaba el impulso, repitió el proceso con la otra mano, afianzándola en el siguiente barrote. De aquella forma, quedó mirando de nuevo al exterior.

Repitió el proceso. Las piernas, impulsadas, iban y venían, iban y venían, y entonces conseguían la suficiente altura, Ben soltaba el brazo y, acompañándolo con su cuerpo relajado, lo llevaba hasta el siguiente barrote de la baranda y afianzaba allí los dedos, y hasta la muñeca al cabo de un momento, sujetándose con habilidad envidiable, para justo a continuación seguir el proceso con la mano contraria. Y de nuevo quedaba mirando al paisaje cubierto de nieve, hasta que volvía a soltar la otra mano y se daba la vuelta, quedando de cara a la pared solo un instante, antes de que el mismo impulso que a esa posición la había llevado le sirviera para avanzar la mano que había quedado atrás.

Cuando Ben llegó al borde del balcón, no le costó nada apoyar los pies en la pared del palacio, y su sonrisa se ensanchó al sentir cómo el peso de su cuerpo se repartía entre los cuatro apoyos y dejaba algo de descanso para los brazos. Después de un pequeño respiro, afianzó el apoyo de los pies y buscó con las manos en la pared hasta dar con los huecos que le permitieran trepar por ella. Una vez lo hubo conseguido, Ben subió por el muro con ligereza, hasta que obtuvo la altura suficiente y, de un salto, se lanzó al balcón.

Tras estirarse un momento, satisfecha, juntó las manos en la nuca y entró de nuevo al palacio, silbando una de sus cancioncillas.

*Se va*

Al final me he abrigado un poco y he salido, porque, de nuevo, no he logrado dormirme. Llevo un buen rato en cama, pero no he sido capaz. Creí que si me iba antes me entraría el sueño, e incluso he cenado sopa caliente para ver si eso ayudaba. Al final no ha sido posible.

Dejo ir un suspiro cansado, porque lo estoy pese a todo, y una bocanada de vaho se disuelve en el aire. Ni siquiera veo bien por la oscuridad, y he tenido que ponerme la capa, el gorro y una bufanda por encima del pijama porque vuelve a nevar.

Lo que yo creo es que el paseo no me va a dormir, me va a despejar. Pero estoy como inquieto...

No me quedo mucho. Hace frío y no creo que un resfriado me ayude a dormir mejor.
O sí, pero bueno...

*se va*

FdR- Lo saco y me entra el sueño a mí XD

Me asomo a los balcones enseguida. He escuchado un estruendo extraño. La reacción debe ser rápida. No obstante, por mucho que escudriñe la noche es demasiado oscura como para diferenciar nada.

Aprieto la mandíbula y vuelvo dentro. Primero me informaré, preguntaré a algún miembro del servicio si sabe si pasa algo. Y luego... Bueno, no hay muchas opciones, supongo. Lo mejor es prevenir, sea lo que sea.
Imagino que llevábamos mucho tiempo sin aventuras por aquí. Con suerte será solo una falsa alarma, nada más.

*se va*

El chrysos se pasó una mano por la cara y apoyó los brazos en la baranda, dejando caer la nieve al suelo al hacerlo. Había salido a los balcones a esperar porque nevaba y hacía frío y dudaba que la gente saliese a los balcones si nevaba y hacía frío, y no tenía intenciones de salir pronto, o al menos eso creía ahora que el interrogatorio de la líder piscis y el líder claritas ya había superado la hora y media. Los líderes no le habían permitido asistir, a pesar de que la piscis sí habían requerido de su presencia para hablar con los anteriores prisioneros, y aunque en un primer momento se había molestado y había protestado, ahora el chrysos agradecía no estar presente en las mazmorras o donde quiera que se estuviese produciendo el interrogatorio. Él no sabía mucho de interrogatorios a pesar de que había presenciado algunos y de que había participado en otros tantos, pero estaba convencido de que si no habían terminado aún, era porque ninguna de las dos había hablado todavía, y probablemente, aunque él desconocía los motivos, no lo hiciesen en ningún momento próximo.

Ayer había bajado a las mazmorras dos veces. La primera de sus visitas apenas podía llamarse así porque duró menos de un par de minutos y porque en ningún momento se dirigió hacia la celda de su amiga, pero la segunda, que se había producido cuando ya era muy de noche y que era el motivo por el que ahora bostezaba y tenía sombras más oscuras que ayer bajo los ojos, sí había sido una visita larga. El chrysos se había acercado con lentitud, con cuidado, como si se acercase a un animal herido y asustado, y había permanecido en silencio sentado al otro lado de los barrotes, con la ropa y el libro y la piel del bismonte sobre las piernas, hasta que ella se acercó y lo saludó. Entonces se volvió hacia ella, curvando los labios en un amago de sonrisa y tendiéndole todo lo que le había traído (la ropa, que a la flamma le quedaba muy grande, la piel de bismonte, con la que la flamma se cubrió cuando él se levantó para irse, el libro, que la flamma ni abrió), y entonces, y solo entonces, le preguntó con tiento cómo se encontraba y qué le había pasado antes, mientras su mano derecha se colaba por el hueco entre dos barrotes y le acariciaba con cuidado la mejilla, apartándole un mechón sucio y grasiento de delante de la cara, recogiéndose tras su pequeña oreja. La flamma no le respondió y él no insistió en ello, pero al cabo de un rato, después de escuchar solo el fuerte silencio que ya la noche anterior los había acompañado, el chrysos volvió a hablar y le preguntó por qué habían ido a Brontë, no porque la líder piscis le hubiese pedido que se lo preguntase, sino porque él mismo no era capaz de comprender qué las había llevado a atacar Palacio. Después de todo, durante aquel tiempo en el que se habían escrito él le había dicho que todos los ataques habían sido neutralizados, que la seguridad había aumentado tras los primeros y que los líderes vigilaban y cuidaban de Palacio, pero aún así ambas se había atacado Brontë, solas, sin más ayuda que la de seis bestias a pesar de que ambas sabían que ataques mayores habían fracasado. Dena no le respondió entonces, ni lo hizo cuando él preguntó por qué, si habían atacado, no se había defendido de los ataques de los guerreros, ni cuando le preguntó cómo era posible que los guerreros a los que se había enfrentado no tuviesen ninguna lesión, ni cuando le preguntó si hablaría con los líderes o si se mantendría callada como hacía con él, ni dijo nada cuando tras minutos y minutos y minutos y minutos en silencio él se levantó y dijo que de acuerdo, que ella debía descansar y que bajaría mañana sobre la misma hora.

El chrysos sopló la nieve que había caído sobre sus brazos y chasqueó la lengua. Se preguntaba si la muchacha hablaría en algún momento, si le diría algo en algún momento.
No entendía nada.

*se queda*

Al verlo en los balcones desde el pasillo me detengo un momento, pensativa. Tras un pequeño gesto de duda termino por abrir la puerta que da al exterior, aunque sin salir definitivamente. Mantengo una completa seriedad, casi inexpresiva, que me sirve perfectamente para mi propósito, y sin dejar que flaquee ni un poco despego los labios.

-¿Se puede? -le pregunto, con tono neutro, calmo, manteniendo aún la distancia entre ambos.

Estoy preparada para cerrar la puerta e irme si la respuesta es negativa. Y se me ocurren más respuestas que recibirían eso mismo por mi parte.
De momento espero.

Al escuchar cómo la puerta se abría, el chrysos frunció el ceño y se dio la vuelta, dispuesto a irse a cualquier otro lugar, pensando que probablemente quien acabase de acercarse fuese algún guerrero. Al girarse descubrió que, efectivamente, quien había abierto la puerta era un guerrero, pero no se movió, y en su lugar observó a la chrysos en silencio, con el ceño ligeramente fruncido, esperando que la muchacha hablase.

No tenía muy claro qué querría decirle Alehyss, pero asintió.

—De momento los balcones no me pertenecen. Pasa.

Desde luego, no parece del mejor humor posible. Es normal, dada la situación, por lo que no pongo queja. Cierro la puerta detrás de mí y camino hasta la baranda, dejando sitio entre los dos, apoyando una mano en ella. Está fría.

Supongo que no es momento para sutilezas, y yo tampoco tengo ganas de jugar. No es ni de lejos el mejor momento para hacerlo.

-¿Qué tal lo llevas? -le pregunto-. ¿Están bien tus heridas?

El chrysos frunció de nuevo el ceño al escuchar, mirándola de reojo, las preguntas de la chrysos. Por cómo había ido su última conversación, aquella antes del ataque, había supuesto que la muchacha no querría saber nada de él ni de aquel tema, cosa por otro lado completamente comprensible teniendo en cuenta que no hacía tanto a ella le había pasado algo semejante, y sin embargo, ahí estaba, preguntando.

Se encogió de hombros.

—Bien —respondió, sonriéndole un segundo. Luego se volvió, dándole la espalda a la entrada de los balcones, y apartó la nieve de la baranda, sentándose en ella después, sin preocuparse por lo fría que estaba. Asintió—. Mis heridas están bien también.

La miró de reojo.

—¿Tú cómo estás?

Asiento con sequedad. una muestra de aprobación. No creo que pueda recibir una respuesta mejor que esa, dada la situación. Aunque sea una evidente mentira. Al menos la primera parte.

Luego pregunta él. "Yo siempre he estado bien."

-Bien -respondo también-. No fui herida el otro día, de modo que no creo que pueda tener queja sobre nada.

No digo que otros sí lo fueron para que no piense en lo que Dena hizo, pero tampoco digo que por suerte el ataque no trajo heridos graves, porque sé que ella lo estuvo, de alguna forma, aunque pudiese repararse rápido, con magia.
Para él las consecuencias de todo esto no son solo las de Brontë.