Bosque

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Zacharyas se sintió enormemente agradecido cuando Rick dejó de acercársele. Sin embargo, parecía que el flamma todavía tenía cosas que decir. No solo seguía erre que erre con lo de que la besase para saber qué sentía, sino que además se ofrecía a darle unas frases "infalibles" y, no sabía por qué, espiarlos tras un árbol.
Si eso era lo que la gente normal entendía por amor, o lo que fuese, Zacharyas sentía que realmente era muy extraño, pues él no le encontraba ni pies ni cabeza.

-Gracias, pero no creo que sea neces... -. El caeruleus se interrumpió. Sabía que Rick insistiría, así que prefería acabar con aquello cuanto antes-. Claro... Las frases que tú quieras. Gracias.

A él le gustaba el dolor y el sufrimiento, pero en aquellos momentos estaba experimentando un sufrimiento, fruto del bochorno, que nunca hubiese imaginado.

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Por fin se abría un poco a mis enseñanzas. Eso era lo que tenía que hacer si quería ser un triunfador de amor como yo, y no cerrarse en banda como un zagal inexperto. Equivocarse era aprender.

Pasé una mano por el hombro de mi amigo, atrayéndolo hacia mí.

-Todas estas frases son alto secreto y quiero que sepas que eres el único al que se las he contado, así que no las vayas soltando por ahí, eh. Todas ellas han sido probadas y te aseguro que funcionan.

Empecé a caminar, llevándolo conmigo en una actitud muy confidencial.

-Tienes, para empezar, una muy buena que es...

*se van caminando y hablando*

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Siguiendo con mi trote, llego a la zona del bosque, más llena de árboles y pendientes. Me he recuperado bastante de las carreras, de forma que puedo continuar. En esta zona puedo entrenar más los reflejos, la agilidad y la adaptabilidad a un terreno irregular.
En esta zona me centro en mantener el ritmo mientras voy esquivando los diferentes árboles, arbustos y matojos que aparecen y, a la vez, trato de no resbalarme en las diversas cuestas ni meter el pie en agujeros o tropezar con piedras. Esto se dificulta más aún si añado el objetivo de ser sigilosa, de forma que lo dejo estar por el momento, intentando solo no hacer un ruido excesivo.

Mi respiración es regular, aunque más rápida que de costumbre, acusando el esfuerzo. Es importante tanto para no cansarse tanto y tomar el aire necesario sin irregularidades como para evitar puntos, que, al fin y al cabo, están relacionados con lo otro. El control de la respiración es tan primordial como cualquier otra cosa. Y no solo en la carrera. La propia respiración puede ser usada como arma de seducción, para amedrentar a un adversario o dar impresión de calma.

*se va trotando*

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Una sombra corre por la humedad del bosque. No lleva zapatos. Mira de un lado a otro un par de veces, frunce el ceño y se moja los labios, mientras su corazón se agita salvajemente.

Al fondo, las partes más elevadas del palacio podían verse a través de las umbrías copas de los árboles, por lo que se quedó viendo un par de minutos hacia ellas, para luego salir corriendo hacia palacio.

Ya tenía todo lo que necesitaba.

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Zacharyas atravesaba el bosque apaciblemente, dando un paseo nocturno. Por mucho que lo intentase, despertarse por el día y dormir por la noche, seguía sin acostumbrarse. Llevaba toda su vida viviendo de una forma contraria, pero si no seguía la rutina de aquellos guerreros terminaría viviendo como un ermitaño solitario únicamente con los de su raza. Gente que, por cierto, no había visto en exceso.

Aquellos árboles formaban asombrosas siluetas. Se dedicó a contemplar aquellas ramas, embobado, imaginando en ella brazos y piernas. Los árboles eran como monstruos que atrapaban la ropa con sus ramas.

Apacible, se sentó bajo uno de aquellos árboles y entrecerró los ojos, inspirando profundamente. Descansaría un rato y luego volvería a palacio. O dormiría allí. ¿Qué más daba? Realmente, no creía que muchos lo echasen en falta. Y aquello era al mismo tiempo entristecedor y un alivio para él.

Tras cavilar un buen rato en diversas cosas, Zacharyas se levantó y emprendió su vuelta a palacio.

*se va*

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Telma mugía feliz a ratos. En otros momentos comía hierba, ignorándome. Yo, mientras tanto, ponía a prueba mi fuerza, mi resistencia, mi... mi...

Boca abajo, mi cuerpo colgaba de un árbol al que me sujetaba con las rodillas. Tenía la cabeza roja tanto de la sangre que había bajado a ella por no sé qué efecto grave como por el enorme esfuerzo que llevaba realizando ya varios minutos. Con buen ritmo y ganas, mi cuerpo se doblaba una y otra vez por la mitad. Hacer abdominales colgado de aquella rama me traía buenos recuerdos. Era hora de reactivar mi organismo.

-Doscientos seis, doscientos siete... Doscientos ocho...

El sudor empapaba mi rostro, pero aquello me revitalizaba. Estaba fortaleciéndome. Lo notaba.

*se queda*

Tras mucho ejercicio, sensualmente sudoroso, me bajé de la rama y me fui.

*se va*

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Después de cenar, decido salir a los exteriores para dar un paseo nocturno, remedio de los Springer para conciliar el sueño. Atravieso los jardines, recorro el río y finalmente llego al bosque, sonriente. A diferencia del otro día, donde paseé con Massen Dew por los jardines, esta vez quiero dar un paseo más largo y aprovechar para conocer mejor esta zona de Palacio. Creo que ya he estado por aquí en varias ocasiones, pero apenas recuerdo cómo es el lugar. Por eso, decido volver a explorarlo. ¡Mithos sabe qué puede pasar! ¿Y si me pierdo un día? O peor aún: ¿y si guío a alguien por aquí y ambos nos perdemos? No podría perdonármelo. Además, cuánto más largo sea el paseo, mejor. Desde que hablé con Massen, no soy capaz de quitarme de la cabeza la idea de que hay alguien perverso en Ignis, y eso me hace ser incapaz de dormir tan bien como debería. Y como bien dice nuestro remedio, cuánto más cansado, mejor duermes, así que...

Conjuro un flagare en mi mano derecha y comienzo a adentrarme en el lugar, sonriente. Espero no encontrarme con ninguna bestia.

*se queda*

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Atravesaba el bosque pensando lo aliviado que me encontraba ahora que no estaba junto al chrysos. Estaba bien tener que decirles a tus compañeros lo que habían hecho bien, pero... Uf... Era Lyam, y el odio entre nosotros era pulpable.

Mientras atravesaba el bosque se apareció a lo lejos una especie de fuego fatuo flotante. Me volví hacia Telma, indicándole que se quedase quieta y me acerqué despacio hacia el monstruo o contrabandista. Cuando estuve suficientemente cerca de lo que fuese, salté sobre él.

-¡¡TE TENGO!! -berreé aún en el aire, cayendo hacia lo que fuese.

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He atravesado buena parte del bosque y ya me encuentro lo suficientemente cansado como para dar la vuelta. Un paseo nocturno está bien; una maratón nocturna ya no tanto. Sonriente, satisfecho conmigo mismo por mi gran exploración, me doy la vuelta, dispuesto a irme. Es entonces cuando, de la nada, aparece algo enorme, un monstruo de dimensiones gigantescas que salta hacia mí. Nervioso, y ahogando un grito, retrocedo, intentando alejarme lo suficiente de la bestia. El flagare se apaga, pero no tardo en conjurar otro en la mano izquierda y en acercarme al ser. No tengo intención de hacerle nada siempre que él no me haga nada, pero aún así, mantengo mi derecha próxima a la empuñadura de mi sable.

La bestia resulta ser un hombre, un flamma muy corpulento. Frunzo el ceño. Tal vez sea una mala persona.

—¡¿QUIÉN ERES Y QUÉ QUIERES?!

En ocasiones normales no le gritaría a un desconocido, pero es que este acaba de atacarme. Y después de lo que me contó Massen, no me fío tanto de la gente.

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Fruncí el ceño. La caída me había hecho darme un buen golpe en el mentón contra el suelo. La mandíbula se me había cerrado y los dientes me habían chocado.

El flagrare me iluminó el rostro. Cuando pude ver, me di cuenta de que el que me miraba no era más que un apuesto flamma de aspecto bonachón. Se me daba un aire con alguien, pero no lograba...

-Oh... -. Me puse en pie-. Lo siento. Creí que eras un contrabandista -. Extendí la mano y esbocé una sonrisa-. Soy Rick. Acepta mis disculpas, por favor.

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¡Oh, Mithos, qué he hecho! En cuanto el flamma se disculpa, no puedo evitar sentirme mal por haber dejado que se cayese. ¡Seth, por Mithos, qué esas cosas no se hacen! Mucho menos con gente mayor que tú. ¿Dónde está el respeto que te enseñó tu padre?

—Siento mucho que se haya caído, señor —digo, acercándome a él.

Parece que no le ha pasado nada grave, pero aún así, me siento culpable. ¡Pobre hombre! Y por lo que dice, todo se debía a una gran equivocación. ¡Equivocación de la que yo era culpable! Es que, evidentemente, visto desde su perspectiva, parecía un malvado contrabandista, caminando a oscuras por el bosque. La próxima vez que vaya a dar un paseo nocturno, intentaré no salirme de los jardines. Todo lo demás parece sospechoso.

Estrecho la mano que Rick me tiende, sonriente. Parece un gran guerrero. Imagino que lo es.

—No se preocupe, señor. Una equivocación la tiene cualquiera. —Sonrío ampliamente—. Me llamo Seth Springer. Un placer.

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Esbocé una sonrisa cuando estrechó mi mano, sin embargo se me escapó un tic nervioso al escuchar una palabra. Una palabra en concreto. Una cruel palabra en concreto.
Telma se acercó a nosotros para oler al extraño.

-¿Señor? Eh, nada de señor, Seth. ¿Puedo llamarte Seth? Llámame... Llámame Rick, ¿sí?

Esperaba que fuese un señor de respeto, no un señor de viejo. ¿Acaso mis días de mendigo me hacían parecer más viejo? Quizás debía echarme algo de crema en la cara...

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Parece que a Rick no le ha gustado que lo llamase señor. No lo decía por viejo, no del todo al menos, sino por respeto. Pero imagino que eso él no puede saberlo. Vaya hombre... Espero que no se haya enfadado, porque no era mi intención ofenderle ni nada por el estilo.

—Oh, de acuerdo, Rick. —Asentí fuertemente—. Te llamaré Rick. Y tú, por supuesto, puedes llamarme Seth.

Esbozo una amplia sonrisa. Luego añado.

—Lo de señor era por respeto, no por otra cosa...

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Di una palmada en el hombro del joven Seth. Estaba bien saber aquello, la verdad. Ya empezaba a preocuparme.

-Está bien ver a más flammas por aquí. Lo cierto es que no es por despreciar a las otras razas, pero creo que a la hora de la verdad no hay nada mejor para compartir una cerveza y unas risas que un flamma.

Aquel tal Nube, por ejemplo, era de lo más simpático. Otros hombres también merecían la pena, pero la simpatía flamma era ancestral.

-O bueno, con una buena dama -. Sonreí.

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Sonrío ampliamente. Rick tiene razón: compartir mesa con un flamma es lo mejor. Al igual que él, no lo digo por despreciar a los demás, pero es cierto. ¡No hay nada como charlar con alguien de tu país! Hay muchas más cosas de las que hablar, los temas salen con más facilidad, etc. Imagino que a los piscis les pasa lo mismo. De hecho, tal vez por eso Massen y Follow son tan amigos. ¡Si es que todo tiene sentido!

—Claro que sí, Rick. ¡No hay nada como compartir mesa con un flamma! Y es de lo más agradable toparse con más flammas.

Lo miro, convencido y feliz. Cuando menciona algo sobre damas, sin embargo, noto cómo me sonrojo un poco. ¿Por qué hablar de damas?

—Cl... Claro. —Sonrío—. Tienes toda la razón.

Lo cierto es que no sé si tiene razón en ese tema o no, pero, bueno, una mentirijilla no le hace daño a nadie. Y en caso contrario, ya pediré perdón.

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Puse las manos en jarras, encantado. ¡El muchacho sabía lo que decía! Vaya maravilla, por Mithos.

-Deberíamos hacer una cena de flammas -. Reí con ganas-. ¡No todas las razas pueden cocinar sus alimentos sin hoguera! Y he de admitir que no cocino nada mal, si me lo permites...

Su timidez posterior no me pasó desapercibida. Le di un codazo cómplice y sonreí de lado, pícaro.

-No me digas que le has echado el ojo a alguna. Hay chicas muy buenas por aquí... -. Pensé un instante. No sabía qué tipo de chicas le gustarían-. Tienes a la joven Massen, si no me equivoco... ¡Y a Lluvia! Es una aether encantadora... Y -. Mi pícara sonrisa se ensanchó- Si te gustan algo más experimentadas te recomiendo a otra aether que se llama Fier, aunque a lo mejor esa es mucho para ti.

Reí. Esperaba que no se lo tomase a mal.

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Asiento fuertemente. ¡Claro que sí! Hacer una cena de flammas es una idea fantástica. Ya me lo imagino, una infinidad de flammas reunidos frente a una hoguera, cocinando frente al lago mientras hablamos de nuestro Ignis natal. Casi me emociono al pensarlo. ¡Qué idea más brillante! Este hombre es un genio. Un genio como el señor Darvenwish.

—¡Claro! Esa es una idea fantástica. —Le sonrío—. Yo también cocino, pero supongo que no puedo hacer nada contra usted. Todavía tengo mucho que aprender.

Me brillan los ojos. ¡Jo, si es que es genial! No puedo esperar a que se produzca tan maravillosa cena.

Sus siguientes palabras hacen que me ruborice. ¿De qué habla? ¿Por qué me dice esas cosas con ese tono? ¿Quién es Lluvia? ¿Y Fier? Niego fuertemente con la cabeza, negándolo todo.

—Oh, no, no, no, no. No. —Frunzo el ceño—. No. —Lo miro, y sonrío un poco—. No le he "echado el ojo" a ninguna. Las chicas son muy majas, pero no... —Niego de nuevo—. No.

No, Mithos. Qué vergüenza.

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La verdad es que enseguida me di cuenta de que la idea de la cena había sido maravillosa. No sé por qué no la había tenido antes. Lo que no quitaba que mis otras ideas no fuesen maravillosas también.

-¡Planearemos la cena y la celebraremos! Será genial...

No podía dejar de imaginarme platos, bebidas, chistes... Ya era divertido en mi mente... ¡No podía esperar a vivirlo!
Cuando mencionó a las chicas le di una palmada cariñosa en el hombro.

-Tranquilo. Ya te harán caso. Eres muy simpático.

A ver... Seth no era tan guapo como yo, pero no estaba mal. Y a las chicas les gustaban los chicos así para ser algo pícaras.

-En fin... -. Telma mugió-. Voy a ir al lago a darme un baño nocturno, que esta no aguanta. ¿Te vienes, chaval?

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Asiento, con energía. ¡Claro que sí! Aunque yo creo que no conozco a ningún otro flamma. Frunzo levemente el ceño y me llevo una mano al mentón, pensativo. ¿Conozco a otro flamma? No lo sé. No conozco a demasiada gente y no recuerdo haberme encontrado con ninguno. Qué mal... No quiero cargarle con todo el trabajo a este simpático hombre.

—¡Claro! Aunque yo no conozco a ningún otro flamma... ¡Pero no te preocupes! Me esforzaré por encontrarlos.

Lo miro, serio. Sí, eso haré. Me dedicaré a buscar flammas para hablarles de nuestra gran cena. ¡Tienen que venir todos los que haya en Palacio, que seguro que son muchos! Cuánto más, mejor.

Rick vuelve al tema de las mujeres, y yo vuelvo a sonrojarme. ¡Mujeres! Si ni tan siquiera sé cómo hablar con ellas, cómo van a hacerme caso.

—Gracias —digo de todas formas. No deja de ser un cumplido y, como decía mi madre, los cumplido se agradecen. Es lo mínimo que uno puede hacer.

Cuando menciona que se va al lago, niego con la cabeza. Ya he caminado bastante y es algo tarde. Si me voy al lago, Mithos sabe a qué hora me despertaré mañana.

Me despido de Rick, estrechándole la mano. Luego, ambos abandonamos el bosque, cada uno en una dirección.

*se van*

Edad : 31 Mensajes : 613

Una vez encuentro el bosque me interno sin bajar la velocidad de mis pasos y, en cuanto tengo oportunidad, salto hacia un árbol para trepar y moverme por ahí. Supongo que así tardaré algo más de tiempo, pero no importa demasiado.

Me muevo por las ramas, saltando de una a otra y, cuando ya están algo bajas, saltando al suelo para caer rondado y volver a ponreme en pie para seguir corriendo. De vez en cuando utilizo algún árbol como fuerte, imaginándome que algún enemigo me persigue. Trato de ser silencioso, pero priorizo en mi rapidez por llegar a las termas.

*se va*

Edad : 34 Mensajes : 1331

Al fin en el bosque, ya puedo ralentizar un poco el paso. Camino con calma, disfrutando de las zonas de sombra y humedad alternadas con las de sol que se cuela por las copas más separadas. Miro hacia arriba, escuchando los ruidos de los pájaros y el crujir de mis botas entre las ramas del suelo. Me gusta el sol y me gusta el campo, pero para una temporada. Sin duda la ciudad ofrece grande comodidades, aunque un palacio como este, en medio de la nada, con todas las comodidades tampoco está mal. Si tuviera que encargarme del sustento y la comida posiblemente sería menos agradable, porque los viajes al pueblo o la ciudad deben de ser una lata.

Miro a mi alrededor. Nunca me ha dado miedo moverme solo. Quizá mi padre tenía razón y me lo tengo muy creído, pensando que podría cargarme a cualquiera. Río para mí, ese carcamal cobarde... Él nunca salía de casa pasadas las diez de la noche. Yo, al contrario, he vivido en Caligo así que la noche no representa algo peligroso. Quizás, al contrario que él, siempre he estado muy seguro de mí mismo o siempre me ha dado igual todo. Él siempre ha tenido miedo a morir o a que le pasase algo y su familia no pudiese hacer nada sin su ayuda, ni que fuese tan importante. A mí, sinceramente, me da un poco igual.

*se va*

Edad : 30 Mensajes : 3185

Llego al fin al bosque que rodea Brontë. Desde mi posición puedo ver el palacio. Me dirijo hacia él sin detener mis pasos, que se mantienen seguros. Pese a todo.

Mi mano no deja de agarrar y soltar el mango de mi kusarigama, como si esperase que en cualquier momento algo se lanzara sobre mí, atacándome. Pronto el final de los árboles se acerca, haciéndolo también mis obligaciones. Me consuelo pensando que todo acabará pronto, aunque supongo que no es más que un autoengaño para no echarme atrás.
Y, por más que lo pienso, no encuentro una forma de que todo esto salga bien.

*se va hacia el palacio*

Mensajes : 1439

Caminaba con pasos firmes pero silenciosos, con gesto entre asustado e insolente. Llegada a la última fila de árboles, se situó tras un tronco y asomó la cabeza, observando todo lo que se extendía más allá. Veía el palacio a lo lejos, casi más como una sombra que como un edificio real.

Entornó los ojos, frunciendo el ceño. Bufó.

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-Mierda para la merluza -masculló, escupiendo en el suelo-. Nos ha tenido que salir señoritinga, la pescada. Lo que faltaba. Viviendo en Palacio como una reinona. Será zorrángana... Calma chicha para cuando salga, eso le deseo yo a esta. A esta y a la fulana que la parió. Lo que hay que aguantar...

Y, tras mirar a su alrededor, se atrevió a salir a cielo abierto, aunque sin demasiada confianza. Mascullando maldiciones e insultos, echó a andar hacia el palacio.

*Se va*

Edad : 32 Mensajes : 2682

Siguiendo los consejos que Corbin me había dado el día anterior, decidí salir al bosque para una de esas pruebas de supervivencia. Sin armas, sin camisa, sin Telma... Yo solo con la naturaleza, con la oscuridad y con mi propio valor. Quizás consiguiera así enfrentarme a todas las dificultades para conseguir fortalecer mi cuerpo y mi espíritu. Las mujeres amaban a los hombres de espíritus torneados.

El aire olía a humedad, y las piedrecillas se me clavaban en los pies descalzos, en imitación de los de Corbin. Todo era como debía ser, y no importaba si un gran enemigo se abalanzaba sobre mí, pues estaba preparado para afrontar cualquier peligro.

Estaba seguro de que un nuevo Rick nacería de todo aquello. Nadie podría negar la invidencia cuando lo mostrase al mundo.

*se queda*

Jefe de Raza Edad : 33 Mensajes : 222

Los últimos días han sido de lo más aburridos, y eso no es algo que facilite el buen humor de Fera. Hasta el punto de que ha puesto en marcha su imaginación para entretenerse.

Cuenta con una ventaja: tiene un buen control de lo que pasa en Brontë. Sabe, por tanto, que hay una pequeña chrysos acechando el palacio, así como que un flamma que se niega a entrar en el edificio está vagando por los bosques. Y, aunque la primera no quiera admitirlo, es un elemento mucho menos interesante.

Así pues, se decanta por el segundo. Brillante y perfectamente visible en la noche, se aparece a un par de metros de altura, cómodamente sentada en una sólida rama, observándolo. Tiene una forma física propia de un guerrero, aunque su aspecto es un tanto extravagante. Fera sonríe, divertida. ¿Qué podrá ofrecerle?

Por si la luz no es suficiente para llamar su atención, lo reclama con la voz.

-Una extraña hora para pasear por el bosque, ¿no te parece?

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