Lago

Suspiró.

—Vale, vale. Ni tan siquiera pensaré en ello.

Bajó las manos y la observó. ¡Qué pesada! ¿Tanto le costaba acercarse? ¡Si ya le había dicho que no iba a tirarla al lago! Tragó saliva y luego carraspeó. Después, lentamente, intentando no mojarla en su avance, se acercó a ella y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, acercó sus labios a los de la chica.

Fdr. era obvio y evidente xD

Me siento extraña. Llevo un buen rato hablando con él y notándome debilitada, como si estuviese convaleciente de alguna enfermedad o llevase un par de días sin comer. Quizás es esa docilidad, esa especie de sumisión, la que hace que en un primer momento, simplemente, acompañe sus labios con los míos, correspondiendo a su beso de forma tan poco agresiva que tengo que hacer bastante memoria, obviando la prueba de Corbin, para recordar la última vez que un hombre me besó así. Y que yo se lo permití, claro. Sin embargo, el contacto me hace volver a la realidad en apenas dos segundos y cuando me aparto de Lyam lo hago retrocediendo un paso, impidiendo de nuevo el contacto mediante la distancia.

Lo miro. En mis ojos semiiluminados no se lee la amenaza, pero sí una advertencia. No quiero discusiones, pero tampoco quiero que esto siga por el rumbo que ha tomado.
Los músculos laterales de mi mandíbula se dibujan bajo mi piel, apretados.

Lyam frunció levemente el ceño cuando la chica se alejó tan... repentinamente. Ligeramente confundido, ladeó la cabeza y la miró, intentando averiguar qué le había pasado. Chasqueó la lengua. ¿Le había molestado? ¿O era otra cosa? No parecía molesta antes.

—¿Qué pasa? —susurró, acercándose un poco a ella, aunque sin llegar a estar tan cerca como antes.

Antes de que pueda acercarse más, endurezco mi mirada. Procuro controlar mi tono. No quiero sonar borde, pero tampoco quiero parecer tan sumisa como hace algunos minutos. Eso me llevaría, sin duda, por un camino que intento evitar.

-No quiero hacerlo -respondo, serena, mirándolo fíjamente a los ojos.

Alehyss, tranquila. Controlas la situación perfectamente, de modo que no pasa nada. Nadie se desnudará esta noche.

El chrysos chasqueó la lengua y frunció levemente el ceño. ¿Por qué no? ¿Qué problema había? Antes, mucho antes, no había problemas con eso, ¿por qué ahora sí?

—¿Por qué?

La miró durante unos segundos, serio. Luego negó con la cabeza. Qué más daba. Tampoco esperaba que le fuese a responder.

—Da igual. Olvídalo. No he dicho nada. Ni hecho.

Se alejó de ella y comenzó a salir del agua.

Frunzo el ceño, frustrada.

-No puedo hacerlo si sientes algo por mí. Es una norma que tengo.

Aparto la vista, observando de nuevo la superficie lisa del lago.

Nunca te acuestes con alguien que siente algo por ti, aunque lo que sienta sea apenas un atisbo. Si lo haces, de ahí solo saldrán malas costumbres y dolor. Y aquí, en Brontë, donde soy una espía, es en el lugar en el que menos debo incumplir esa premisa. Y menos aún con el principal sospechoso.

Romper la norma para saciar mis necesidades no sería más que una muestra más de debilidad por mi parte.

El chrysos se detuvo y observó a la chica por encima de su hombro. Torció una sonrisa. Aquello era gracioso. ¿De dónde había sacado que sentía algo por ella?

—Qué egocéntrica.

Rió. Realmente era gracioso. ¿Sentir algo él por ella? ¿Y qué más? Y aunque sintiese algo por ella, cosa que no era cierta, ¿qué había de ella? Ni que sus comportamientos fuesen tan diferentes.

—No siento nada por ti —dijo, serio, mirándola.

¿Ni él mismo lo sabe? ¿No percibe, desde dentro, ese brillo ocasional en su mirada? No he hablado de amor, pero algo...
Aquella vez en la sala de entrenamiento, por ejemplo, cuando iba a besarme. O ahora, hace un rato.

-En ese caso, busca a otra mujer y bésala a ella, acuéstate con ella y, si sientes lo mismo y vuelve a propiciarse algo, no tendré problema en admitir que me equivoqué y ceder en esa ocasión. Ahora mismo, sin embargo -. Mis ojos brillan un momento-, soy incapaz de creer tus palabras.

FdR- Arrogante X3

Apretó la mandíbula, molesto. ¿De qué iba aquello? ¿Cómo podía ella cuestionar lo que él, él, sentía o dejaba de sentir? ¡Qué demonios sabía o dejaba de saber ella! Si era tan arrogante, no era su problema, pero todo lo que decía era falso. Él no sentía nada por ella. En todo caso, sentiría lo mismo que había sentido por el resto de las chicas con las que se había acostado que, francamente, no era nada. Ella no era especial.

La miró.

—No hay chicas tan interesantes como tú por aquí. Y no tengo ganas de ir hasta el pueblo sólo para probar lo que siento o dejo de sentir por ti.

Frunzo el ceño. Esto ya es el colmo. Por favor... No sé que es peor... Sus patéticas excusas o que dentro de las propias excusas haya más pruebas que apoyan mi versión de los hechos.

-Por favor -. Sueno desdeñosa, desde luego-. No me creas si no quieres, pero si te vieses la cara en ciertas ocasiones no pensarías igual a no ser que estuvieras ciego.

Besa a una chica dulcemente y luego dile que es una cualquiera. Francamente, no sé si es peor negar que te gusta o tener los huevos de decirle a la mujer con la que quieres acostarte que es como cualquier chica que se pueda encontrar en el pueblo de al lado.

Cruzó los brazos. ¡Y ahora a decirle no sé qué de la cara! Cómo si él no conociese su cara. Llevaba veintidós años conviviendo con ella, con todos los cambios que se habían producido durante su crecimiento, así que sabía cómo era y cómo dejaba de ser y qué expresiones ponía y cuáles dejaba de poner.

—Sí, bueno. —Frunció el ceño—. Dudo mucho que mi expresión, en esas ocasiones de las que hablas, difiera mucho de las que pones tú a veces.

Apartó la mirada. ¡Venga ya! Que no hubiese hablado de ella con sus jefes, que no le hubiese hecho preguntas, que se preocupase por ella en alguna ocasión o que le llevase libros (inútilmente) a la enfermería no probaba nada. Frunció, de nuevo, el ceño. Era un poco peculiar, pero no tenía que significar nada.

Miró a la chica y la observó en silencio durante unos segundos. De pronto, apartó la mirada. No sabía muy bien por qué, pero quería desaparecer.

No puedo evitar poner los ojos en blanco. ¿Ahora va a empezar a ponerse infantil y acusador, a la defensiva? Vaya chorrada.

-Piensa lo que quieras. Yo ya he dicho todo lo que tenía que decir.

Mascullo un instante, para mí. Por muy halagador que sea que diga que soy la chica más interesante del palacio, hay varios hombres que, para su desgracia, sí son interesantes, así que, en cuanto consiga hacerme con uno, podré demostrarle que yo estoy muy por encima de él en lo relativo a sentimentalismos.

-Es algo tarde. Me voy a descansar -murmuro de mala gana, aunque termino con un gesto de buena fe, tratando de calmar la discusión. No quiero generar otro enfado-. ¿Vienes?

El chrysos miró a Alehyss de reojo, ligeramente ruborizado. Se sentía ridículo, ya no tanto por las acusaciones que la chica había hecho como por su reacción. Se había comportado como un crío y lo peor era que había sonado... ¿Cómo había sonado? Ni tan siquiera era capaz de definirlo.

Chasqueó la lengua, nervioso, y salió del agua. Admitía que había sonado un poco raro, pero él no sentía nada por ella. Nada especial. Nada muy especial, al menos. ¿No? Simplemente era interesante y le gustaba estar con ella; disfrutaba de su compañía, se divertía a su lado, pero eso no tenía por qué significar nada especial...

—Yo voy en un rato —murmuró, sin mirarla—. Siento lo que dije y, eh, yo... ¿Y mi calzado? —Frunció el ceño y observó a su alrededor. Cuando finalmente lo encontró, se acercó. Por encima de su hombro, miró a la chica—. Buenas noches...

Suspiro, casi forzando la exhalación para dejársela bien clara.

-De acuerdo, entonces me adelanto -. Luego niego en respuesta a su disculpa. Por una vez, no estoy de mal humor-. No pasa nada.

Por una vez, no me enfado. Pero que no se acostumbre. Es solo que hoy no estoy de muy mal humor y no quiero forzarlo, tampoco.

Voy a por mi calzado y me lo pongo. Luego le dedico una última mirada.

-Buenas noches, Lyam.

Niego para mí y me alejo del lago.

*se va*

FdR- XD

El chrysos asintió.

—Vale —murmuró, mientras se calzaba. Luego, cuando terminó, miró a la chica—. Buenas noches.

Observó cómo Alehyss abandonaba el lago, preguntándose si negaba porque creía que era estúpido o por otra cosa. Cuando se fue, chasqueó, de nuevo, la lengua. ¡Aquello no podía ser real! De ninguna forma podía ser real. Pero lo era. Las mejillas le ardían, se sentía estúpido y quería borrar aquella conversación, hacerla desaparecer y desaparecer con ella ya de paso. ¿Cómo podía ser posible? Y lo que era más importante: ¿desde cuándo? ¿Y por qué no se había dado cuenta?

No entendía nada. Aquella situación rompía todos sus esquemas y escapaba de su conocimiento. ¡Si ni tan siquiera recordaba haber tenido novia, ¿qué demonios era aquello?! Además, ¿por qué? ¡Si era una borde! Aquello no tenía ningún sentido.

Se echó el pelo hacia atrás. ¡Se sentía estúpido! Completamente estúpido. ¿Por qué nadie se lo dijo? Si parecía tan estúpido como la chrysos había dicho, alguien podría habérselo dicho. Entonces todo hubiese sido más fácil y no hubiese dicho tonterías. O sí, pero al menos no unas con tan poca base. O a lo mejor hubiese dicho las mismas tonterías, ¡qué sabía él!

De todas formas, aquello no tenía por qué ser grave. Era inesperado, pero ¿grave? No tenía por qué. Podía, simplemente, ignorarlo. De alguna forma, ya lo había hecho hasta entonces, así que ¿qué más daba?

*se va*

He caminado bastante para llegar al lago, pero creo que es un buen día para practicar natación. Así me libraré del ridículo y haré algo de ejercicio. Quizás, de ese modo, logre sorprender a alguno de los guerreros con mi nueva fuerza, o algo así.

Me desvisto lejos de la orilla, quedando pudorosamente en ropa interior. Por suerte he traído una toalla y si me ven podré cubrirme.
Tras dejar mis cosas a un lado, despacio, me voy adentrando en el agua, sintiendo el frío en toda mi piel. Me detengo, helado, al llegar a la cintura. Es más difícil de lo esperado.

*se queda*

Una caminata improvisada me llevó hasta un lugar en el que nunca había estado antes. Me detuve en seco, mirando aquel extraño espacio. Parpadeé. ¿Era agua?

Rauda, me acerqué hasta la orilla y me agaché a tocar el agua, que estaba fresca. Sonreí. Era como un lago, pero al aire libre. Agua quieta. Agua que no empujaba.

Sin pensármelo mucho, me deshice de Amatista, dejándola en la orilla, y me zambullí, con ropa y todo, en aquella masa fresca y líquida, salpicando un montón para mi pequeño tamaño. Solté un chillido de sorpresa al sentir que el agua estaba más fría de lo que esperaba.

Al emerger de nuevo, sacudí la cabeza como un animalito y miré a mi alrededor. Fue entonces cuando me fijé en una pequeña figura morena, de pie en el agua, un poco más allá.

-Hola.

Algo cae al agua y salpica lo suficiente como para empapar la mitad de mi cuerpo, haciéndome dar un respingo, repentinamente mojado y frío, notando que diversos músculos de mi cuerpo se contraen para tratar, en vano, de evitar las gotas que ya lo han alcanzado. Como un pequeño animal sorprendido al ser atacado por uno más peligroso, me vuelvo hacia el origen de la ola de agua. Es una parvus aparentemente vestida.

Respondo a su saludo alzando suavemente la mano.
Qué fría está el agua...

Di un par de palmaditas al agua con cada mano, como quien acaricia cariñosamente a un animal. A continuación, me lancé de nuevo al agua, esta vez en dirección al moreno, formado un violento oleaje con cada movimiento.

Me detuve de nuevo a un metro de él.

-Está muy buena -afirmé, con la seguridad y decisión de quien pronuncia un principio científico.

Retrocedo un paso algo temerosa al verla acercarse con todo ese oleaje, pero me mantengo, finalmente, en el sitio. No quiero faltarle al respeto. El agua que se mueve no hace más que mojar mi vientre y hacerme contraerlo también.
Cuando emerge la observo entre asustado, tímido y curioso. A su afirmación respondo con un encogimiento de hombros. Yo no diría tanto, pero tampoco estoy muy puesto en las temperaturas ideales del agua, ni nada de eso, así que no sabría qué decirle.

Ladeé la cabeza, mirándolo con curiosidad. Acabé por fruncir el ceño y adelantar el labio inferior, en forma de puchero.

Entonces saqué la lengua, mirándolo fijamente, y me la agarré por los laterales con ambas manos, sintiendo el cosquilleo del agua fresquita en ella.

-¿De ha coído da dengua ed necnia? -pregunté con genuina curiosidad.

Su referencia a mi lengua no hace sino recordarme que aquí, en el agua, no tengo forma de comunicarme por escrito. Obviaré ya lo verbal... Así pues, solo me quedan los gestos. Espero que comprenda.
Extiendo la mano, poniéndola paralela al agua, y la meneo un par de veces, indicando que "más o menos". Luego señalo mi garganta y niego. Finalmente me encojo de hombros y esbozo una tímida sonrisa.

No me molesta que la gente sepa que soy mudo. Muchos me piden perdón al enterarse, como si fuera culpa de ellos, pero es algo con lo que llevo viviendo toda mi vida y bueno... Estoy acostumbrado.

Reí a sus gestos.

-¿A ver? Haz así -y saqué la lengua con más fuerza, estirando el cuello, como si así fuera a salir una porción más grande de ella.

Luego vi como se señalaba la garganta y negaba y fruncí el ceño.

-Pero quítate eso, si no te deja -repuse, señalando su colgante.

Mi mirada estaba fija en él. Me tenía realmente intrigada.

Ensancho ligeramente la sonrisa y le muestro mi lengua. Lo cierto es que tiene una forma perfecta, y lo mismo de tamaño. No tiene absolutamente nada que ver con mi mudez. Es una lengua perfectamente normal. El problema está en mi garganta, en cambio.

Su referencia a mi collar me hace negar. Está muy pegado a mi cuello, casi como si estuviera pegado a él. Aún así, tiro un poco de la parte delantera y niego, tratando de hacerle entender que no puedo quitármelo.

De todos modos, tampoco el collar es un problema.

Sonreí al ver su lengua. Una lengua muy bonita, sí señor.

-Eso no lo ha tocado un mecña jamás -repuse, negando con la cabeza.

Entonces, de nuevo, negó con la cabeza, haciendo pequeños amagos de quitarse aquella gargantilla, sin éxito. Me acerqué más a él, cada vez más comida por la curiosidad. Parecía especial.

-¿Es un tesoro? -pregunté, con ojos brillantes.