Río

Asiento. De momento no hay novedades, por lo que veo. Y no me ha hecho falta preguntar. Lo veo muy abierto, hoy. Está empezando a despertar mi curiosidad al respecto. Y no porque me dé información nueva. Es, más bien, porque me hace pensar en ello de nuevo.
En cuanto al pueblo, esbozo una sonrisa. Tanto como algo interesante... Bueno, depende de lo que consideres interesante. No creo que haya mucho interesante para alguien como él.

-No necesariamente. Ahora mismo las reparaciones, como mucho. Es más bien un buen lugar en el que relajarse un poco. Distendido... -. Me encojo de hombros. Yo tampoco soy de visitarlo sin motivo, aunque de vez en cuando me pase-. De todos modos, no es un ambiente que te pegue mucho -termino, con un tono que roza la burla suave.

Demasiado social para ti, Corbin.

La escuchó, pensativo. Reparaciones. Exactamente igual que el Brontë. Interesante desde el punto de vista del trabajo, aunque nada que no tuviera a mano en un entorno más cercano. Quizá fuera interesante para estudiar el terreno, aunque tenía pinta de ser un lugar en el que no se pudiera trabajar en solitario. Aún así, los núcleos de población inspiraban a Corbin una cierta curiosidad.

En cualquier caso, seguía sin incluir entrenamientos ni libros. Se preguntaba si de verdad valdría la pena. Se encogió de hombros, recogiendo los destrozos a su alrededor.

-No sabría decir si me parece interesante -murmuró, más para sí que para su compañera.

Ladeo la cabeza al mirarlo, con curiosidad entretenida. Luego me agacho en una nueva zona para ponerme a recoger. Es bastante tarde, así que espero que esta sea la última tanda.

-La sociedad existe -comento, encogiéndome de hombros-. Quizás algún día tengamos que luchar en el pueblo, o simplemente utilizarlo con algún otro fin. Aunque sea simplemente con un interés profesional, deberías ir un día a echarle un ojo.

Le vendría bien relajarse y abrirse un poco a la humanidad. Venga, Corbin, estás por delante de Follow. Desmárcate. No tienes que ser siempre tan serio, solo que no lo sabes.
Aunque si sigue mis instrucciones terminará yendo solo para comprobar el terreno y la disposición de las casas. Es un paso. Al menos determina hasta qué punto puedo introducir nuevas ideas en su cabeza para manipularlo.

Corbin contuvo el impulso de negar con la cabeza. La sociedad. Él no sabía lo que era la sociedad. Lo más cercano a una sociedad que había conocido nunca era Brontë, y la gente solía decir que los comportamientos allí eran inusuales. Así que la sociedad, para Corbin, bien podía ser algo de otro planeta. Aunque seguía sintiendo curiosidad.

Asintió, finalmente. Conocer el terreno. Eso sí era algo en lo que había pensado.

-Tal vez vaya alguna vez -sugirió, por responder algo. Tampoco era una idea muy cómoda. Sabía que tendría problemas para desenvolverse.

Bueno, parece que se anima. No sé por qué me he propuesto convertir a Corbin en alguien más normal, por decirlo de algún modo, pero me siento hasta comprometida con la causa. Será porque siempre que lo veo está solo, y cuando somo más de dos su presencia se desvanece. Me siento... No sabría explicarlo. Pero me apena.

-Si lo deseas, te acompaño -me ofrezco, concetrada en mi trabajo-. He estado varias veces. Podemos ir juntos una vez.

Así me aseguraré de que haga algo más que reconocer los callejones, por ejemplo.
Lo miro un instante, lo justo para verlo asentir fugazmente. Luego trabajamos un poco más, pero no demasiado. Ya había caído la noche.

Tras dejar los restos en uno de aquellos montones nos marchamos.

*se van*

Salí hasta el río para ayudar a los chicos del servicio a reparar aquella zona y, de paso, pasar una tarde con Telma, que entraba y salía del agua a ratos, nadando contra corriente con ganas. El tiempo era tan agradable que casi daban ganas de irse a los jardines a tomar el sol, pero el trabajo era necesario, y ya había estado bastantes días descansando por culpa de Browen.

Me dediqué a cargar con los troncos y las rocas con las que los chrysos no podían. La fuerza Dehnel sería recordada por todos ellos como poderosa y amable.

*se queda trabajando*

Cargaba una gran roca cuando se me acercó un piscis de pelo negro. Era el que había luchado junto a Lea y junto a mí durante el ataque de aquellos niños verdes.
Dejé la piedra junto al resto de los montones y me volví hacia él. No tenía mucha idea de qué me estaba diciendo. Fruncí el ceño, confuso.

-¿No fue necesario preparar todo aquello? -repetí, mirándolo extrañado. Quizás hablaba del ataque.

Asentí, distraído, pensativo.
Al sentir la palmadita recuperé la sonrisa. Le di también una, en el hombro, con gesto amable.

-Buenas tardes, compañero. ¿Has venido a arrimar el hombro? Hace un día excelente para trabajar.

Me rasqué la patilla derecha, satisfecho.

Miré al cielo con él, con gesto satisfecho, pero no encontré más que un azul hermoso y noble y alguna nube blanca. Volví los ojos al agradable piscis, con una sonrisa.

-Ayer también lo fue, por supuesto -exclamé, con ánimo-. Desde la tormenta el clima es perfecto para el trabajo. ¿No te parece que esta brisa levanta el ánimo y curte el corazón?

Telma se acercó a nosotros. Miró curiosa al piscis y olió un poco su ropa, con desinterés.
Yo, por mi parte... ¿Caoba? ¿Ritual? ¡Mithos! ¡Por supuesto! El espíritu del mirador. ¿Era acaso un familiar de aquel muchacho? Aquella era una noticia magnífica.

-Me alegro mucho de que funcionase pese a todo. Ahora estará en un lugar mejor -. Asentí, con los brazos en jarras.

Asentí, cruzándome de brazos.

-Un lugar mejor, cerca del cielo, o bajo la tierra. No sabría decir realmente dónde está, pero es un lugar bueno y cálido, estoy seguro -dije, con una sonrisa afable, dándole una palmadita en el hombro, para levantarle el ánimo. Estar triste era normal, pero el dolor se había acabado. Y al mencionar a Massen Dew, sin embargo, alcé las cejas, confuso-. No la he visto hoy. Deberás buscar en otro sitio. La avisaré si la encuentro.

Me rasqué el pelo, pensativo. Bueno, ya que estábamos buscando a gente, quizás fuese el momento.

-¿Has visto a Zacharyas? -inquirí, con curiosidad. Llevaba tiempo sin verlo, y teníamos asuntos de hombres de los que hablar.

Desde luego, Mithos, necesitaba unas cervezas con hombres. Hombres que no fuesen Browen. ¿Dónde estaría Goco? Hacía tanto que no lo veía... O aquel flamma tan simpático... ¿Nubel?

Miré a Telma, confuso, como si esperase que ella me diese la respuesta a las preguntas de aquel piscis. Ella mugió con gravedad, mirando de reojo al piscis, y se puso a rumiar, dejándome solo en aquella complicada conversación que no terminaba de comprender.

-La última vez que la vi, hace unos días, estaba en el pueblo, pero creo que luego regresó. Debe de estar trabajando en algún lugar de Brontë ahora mismo. O tal vez haya vuelto al pueblo.

Con Lester, si mal no recuerdo... Quizás Lester se la había llevado. Aquello sería horrible, Mithos. Aunque en el rescate de Silvanus la había protegido, así que, por mucho que pensase mal de Lester, creía que se llevaban bien, pese a todo.
En cuanto a Zacharyas...

-Es un caeruleus alto y ojeroso. Tiene el pelo oscuro y parece que no haya visto el sol en su vida -expliqué, con una sonrisa.

Visto así, cualquier libro de caballeros lo hubiese puesto como el más poderoso y malvado mago enemigo. Aunque a Zach le faltaba mucha sangre en las venas para ser un malvado mago asesino.

-¿Cuál es tu nombre, por cierto, compañero?

¿Quemando unos animales? Aquello no sonaba a nada que mi buen amigo Zacharyas haría. Quizás hubiese un caeruleus semejante por los alrededores. Un noble y simple guerrero como yo no podía conocer a todos los moradores de aquellos muros.
De todos modos asentí, con una sonrisa afable. Agradecer las cosas nunca estaba de más. Era la base de la buena caballerosidad.

-Muchas gracias. Procuraré buscarlo.

Me sorprendió cuando me dijo que no tenía nombre, y me quedé mirándolo, inmóvil, por un par de segundos. Parecía muy triste aquello de no tener un nombre. ¿Nunca nadie lo había querido tanto como para dárselo? ¿Quién recordaría sus hazañas si no tenía un nombre bajo el que obrar? Ya solo fuese el de su familia, o el suyo propio, necesitaba un nombre para ser recordado.
Los Dehnel éramos recordados. Y yo sería recordado con ellos como Dehnel, pero también como Rickiard. Como Rick. Esperaba que me recordasen por mis hazañas con ambos nombres.
¿O no?

-Buenas tardes -murmuré, con extrañeza.

Lo vi marchar, con gesto pensativo. ¿Acaso aquella era la clave de la verdadera nobleza? No ser recordado... Un noble de verdad, un buen hombre, trabajaba para otros sin querer más mérito que el que él mismo sentía. La satisfacción... ¿No era el recuerdo, sino la propia sensación de haber cumplido?

Miré a mi alrededor. Tantos chrysos trabajando, codo con codo, y yo apenas sabía el nombre de un par de ellos. ¿Y no eran todos igual de valerosos? ¿Acaso valía yo más que ellos por conocer mi nombre?
No.

Me froté el pelo con la mano, volviendo al trabajo. Si aquello era así, entonces daba un nuevo sentido a mi vida. Debería pensar en ello con calma. Quizás me hallase ante la mayor sabiduría del mundo.
¿Cuántos héroes habría habido, disfrazados de personas normales, viviendo una vida feliz sin gloria, satisfechos con ellos mismos...?

*se queda trabajando*

Estuve allí buena parte de la tarde. Luego abandoné el río para darme una ducha y tomar una buena cena. No estaba bien que un convaleniente se esforzase de más.

-Venga Telma -llamé, animado.

*se van*

Sabía que hacía falta mano de obra para trabajar en el bosque, pero acercarme a la zona del río resultaba muchísimo más tentador. Pese a que el tiempo había mejorado indudablemente, el agua seguía turbia y bañarse no parecía una buena idea. Así pues, la idea, por una parte, de escuchar el agua correr mientras trabajaba, y por otra, de limpiar la zona cuanto antes, me habían animado a presentarme allí.

Me uní a los obreros después de comer, y como en zonas del bosque, se dedicaban a limpiar la zona de deshechos y escombros. Pronto yo misma me puse manos a la obra, colaborando en la tarea.

*Se queda*

Oí un ruido a poca distancia y al volverme vi ya Follow viniendo hacia mí. Me quedé muy quieta cuando me abrazó, sorprendida. ¿Qué...? ¿Por qué...? ¿No le habría dicho alguien...? No, pero no haría eso, y además, ¿quién iba a decírselo?

-Buenas tardes -respondí, algo sorprendida, correspondiendo al abrazo.

Entonces se separó y, después de rebuscar un poco en su ropa, me ofreció algo de fruta. Sonreí un poco. Un momento. ¿La gusa? ¿Pero qué...?

Tras pensármelo un instante, tomé el melocotón, algo cohibida. Era suave al tacto.

-Gracias... ¿Cómo estás? Te echaba de menos...

Desvié la vista a la fruta, y tras pensármelo un momento, la froté un poco y le di un mordisco.

Lo observé con curiosidad. Había estado observando... Tenía sentido, porque estaba actuando de forma un tanto extraña, y aquel podía ser perfectamente el origen. Aunque, por otra parte, era raro que no hubiera observado hasta entonces. ¿Cuánto tiempo hacía que había dejado su tribu? Teniendo en cuenta cuándo lo conocí yo... Había tenido mucho tiempo para observar.
De todas formas, nunca era tarde para intentar adaptarse.

Asentí, con una pequeña sonrisa divertida.

Me puse seria de nuevo cuando se acercó, preguntando. Desvié la vista. Enferma... Era una forma de decirlo. Aunque no estaba bien, pese a lo que pudiera parecer. Claro que no quería hablar aquel tema con él, porque conocía su opinión al respecto y no quería oír lo que tuviera que decirme.

Negué con la cabeza.

-No estoy bien -repliqué. Eso sí podía saberlo. De hecho, era mejor que lo supiera-. Estoy mejor, supongo, pero no estoy bien. De todas formas, no... podemos hablar de ello. No puedes preguntar. Nunca -. Era mejor así. Si quisiera decírselo, yo misma elegiría el momento. Puse una mano sobre la suya y esbocé de nuevo una sonrisa, esta vez un poco forzada-. Estoy mejor si te encuentro -expliqué.

Su confesión me hace mirarla extrañado. No está bien, pero tampoco parece estar mal. Si es así, será fortaleza. Dice que no debo preguntar nunca y asiento. Estoy conforme con sus peticiones, pero entonces me acuerdo de la chrysos mencionando que quizá yo no era apto a ojos de Massen Dew. Y Massen Dew había estado mucho tiempo acompañada por la chrysos.

—¿Es porque no soy digno de saberlo, Massen Dew? —Pregunto con tono neutral. Es posible que mi ausencia durante los estruendos del cielo hubiesen hecho pensar a Massen que hay machos mejores.

Noto su mano en la mía y la miro, escuchando luego lo que añade. Si está mejor al verme entonces no debe de ser eso. Me acuerdo de la caeruleus hablando en el árbol y entonces vuelvo a abrazar a Massen Dew. Es cálido cuando lo hago.

Lo miré un momento, alzando las cejas, sorprendida. ¿Por qué decía eso? Pero si yo... Negué rápidamente, alarmada. Mithos, qué complicado... Pero no podía contárselo. ¿Tan malo era guardarme un par de secretos? Si era lo mejor...

-No es nada de eso -rechacé, muy seria-. Es como... Como cuando me seguiste. No debes seguirme cuando me voy. Tampoco debes preguntar esto -. Bajé la vista, algo desanimada. Bien pensado... - Son cosas que están relacionadas, por eso son asuntos solo míos.

Y entonces me abrazó otra vez. ¿Pero qué le pasaba? Por más que observara a la gente a mi alrededor, no había tantos abrazos... ¿A quién había estado observando que abrazaba tanto?

Aunque, la verdad, no pensaba quejarme. Me gustaba. Me sentía bien. De nuevo, lo abracé yo también, apoyándome un poco en él y apretando el gesto un momento.

-Me gusta que hagas esto -comenté. Ya que iba a hacerlo, era bueno que lo supiera.

Fruncí el ceño, intrigada. ¿Por qué iba Alehyss a decirle algo así a Follow? ¿No lo habría malinterpretado? Me parecía extraño... Aún así, me limité a negar con la cabeza. No, claro que no era por eso. Sencillamente, Follow pensaba de manera demasiado distinta, y yo no creía que lo fuera a entender. Eso era todo.

Correspondí al beso, aunque me resultaba un poco extraño el contacto a través de la tela. Aún así, la calidez al otro lado resultaba agradable. Sonreí.

Entonces hizo su propuesta, pillándome por sorpresa. Consciente al momento de a qué se refería, sentí un cosquilleo en el estómago al recordar la noche que había compartido con él en las termas. Me sentí enrojecer. Asentí, algo cortada.

Desviando la vista, me concentré en dar un mordisco al melocotón, sin mirar a Follow.