Mazmorras

Por suerte para él, que evitaba, de alguna forma, pensar demasiado en su situación, la chrysos decidió cambiar de tema. Era un cambio algo brusco, y probablemente un tema de conversación más insulso, pero era mucho más fácil de explicar.

La miró a los ojos. Esbozó una pequeña sonrisa.

—Un día me dijiste que no te gustaban mucho los libros de ficción, así que cogí uno de no ficción haciendo caso a tu comentario. Y como también me dijiste un día que habías estado leyendo sobre la historia de Caligo, decidí coger algo similar —Frunció levemente el ceño—. Historia de Lumen, creo que era. —Se encogió de hombros—. Historia sé que es, pero no recuerdo cuál cogí al final.

Ensanchó la sonrisa. Suspiró.

—El otro va sobre la historia de un caballero que encuentra dragones y no sé qué más porque a mí me aburre leer libros de historia todo el rato. —Bajó la vista—. También pensé que sería más... No sé, menos de pensar. Y, bueno...

Se encogió de hombros. Carraspeó.

—Pero yo casi no lo he leído, eh, así que no sé cómo estará.

Historia de Lumen... Interesante... He leído alguna cosa, pero nunca muy a fondo. Quizás me sea útil, aunque solo sea para adquirir algo más de cultura general sobre el continente. Nunca está de más.
Cuando menciona el otro enarco una ceja un instante, teniendo que contenerme para no despreciarlo sin abrirlo. Son incapaz, por un momento, de no imaginarme a Rick Dehnel montado a caballo y narrando sus propias crónicas con estúpido deleite.

-Les echaré un ojo -murmuro, asintiendo para mí y para él.

Quizás si en algún momento me veo muy estresada y me aburro mucho podría tratar de leerlo. Otros lo hacen. No puede ser tan complicado.

-Gracias -repito, relajando de nuevo la expresión.

Volvió a carraspear y se llevó una mano a la nuca. Tomó aire.

—También puedo cambiarlos si quieres. No me importa. Quiero decir, no tengo ningún problema ni nada, y probablemente no haya escogido bien, así que...

Se encogió de hombros. Estaba ligeramente ruborizado. Nunca se le habían dado demasiado bien esas cosas. Hacer regalos, pensar qué podía gustarle a alguien, llevarle cosas a la gente de forma tan gratuita... Tal vez porque lo hacía poco, no lo sabía, pero siempre que pensaba en tener un gesto con alguien acababa mostrándose nervioso.

—De nada —murmuró.

La miró de reojo.

Niego lentamente, apretando un instante el zurrón, como haciendo referencia a él. ¿Habré hecho algún gesto excesivamente notorio que haya desvelado mi poca emoción por el segundo libro? Espero que no, pues de saber que iba a darse cuenta lo habría dicho y punto.

-No pasa nada. Estos están bien -murmuro, encogiéndome de hombros-. Tengo unos gustos muy concretos y complicados. No tiene importancia.

Desde siempre he sido así. Difícil de entusiasmar y con pocos gustos de los que hablar. Muchos lo consideraban borde o decepcionante, pero no es un atributo que haya variado mucho a lo largo de los años.

Frunció levemente el ceño, volviendo a apartar la vista.

—Bueno, pero si quieres, dilo... —Esbozó una corta sonrisa—. Puedo intentar buscar algo acorde a esos gustos tan concretos y complicados, que tampoco tengo mucho que hacer ni nada...

Observó el suelo. Chasqueó la lengua.

—No se me dan bien estas cosas —admitió.

Me atrevo a esbozar una escueta sonrisa, algo jocosa. No se trata de eso, desde luego.

-Cuando uno se refiere a Alehyss Lester, no importa lo bien o mal que se te den las cosas. Siempre fui complicada, y eso no ha cambiado. Mis gustos no están muy definidos. Disfruto más leyendo aburridos tomos sobre geografía que poemas de amor o intrépidas historias fantásticas.

El saber está por encima del entretenimiento para mí. De hecho, muchas veces se acerca más al entretenimiento el propio saber que lo que la mayoría interpreta como "divertido". Menos cuando se habla de sexo, por supuesto. En ese caso, poco me importa la cultura y mucho el placer, dejando a un lado el entretenimiento, sea cual sea.

-Supongo que tiene que haber gente de todo tipo en el mundo-. Me encojo de hombros. Incluso gente aburrida y borde, como yo.

Alzó las cejas, volviendo a mirar a Alehyss, cuando la chrysos habló. Escuchó sus palabras, prestando atención a cada una de ellas, y cuando terminó de hablar, se rió con suavidad.

—Que tú seas la complicación personificada no quita que a mí se me siga dando mal esto de hacer detalles, eh.

Sonrió. No le sorprendían demasiado sus palabras. Ya le había dicho que no le gustaba demasiado leer ficción, así que era evidente que preferiría la geografía a las historias fantásticas. Él, por su parte, opinaba que la geografía era bastante aburrida y que la ficción estaba bien para pasar el rato. No era, realmente, un gran lector.

—Yo nunca he leído demasiado. —La miró. Frunció el ceño y esbozó una sonrisa jocosa—. Pero la geografía es muy aburrida, Lester, por favor.

fdr. pls, lester, pls

Enarco la ceja izquierda un instante, como en un pequeño espasmo, recolocándola enseguida en su sitio.

-Obviamente no -replico-, pero nunca está de más tener todos los factores en cuenta.

Cuando dice lo de su poco afán por la lectura, o quizás sus pocas oportunidades para leer a lo largo de su vida, no puedo evitar recordar lo que escuché que hablaba con aquella amiga suya junto al río. No me sorprende demasiado, tampoco, que tuviese una vida "poco afortunada" donde leer no era lo más importante.

-Quizás parezca aburrida, pero es útil -respondo con cierta arrogancia-. Me ha servido de más que cualquier cuento.

Agarro uno de los barrotes con la mano, haciendo una ligera presión en él, distraída, como si quisiera comprobar que está bien asentado, pero sin tratar de arrancarlo.

Torció una sonrisa y alzó el mentón, orgulloso.

—Entonces tendré en cuenta que eres complicada cada vez que vaya a hablar contigo. Así si, por algún motivo, pasa algo malo, no pensaré que soy un inútil.

Se pasó el pelo, echándose el flequillo hacia atrás. Al hacerlo, se fijó en sus brazos que, a diferencia de su costado, ya parecían estar mucho mejor. Las quemaduras que Vatra le había hecho casi no se notaban, y ya no tenía que llevar vendas.

Cuando la chica volvió a hablar, el chrysos alzó ambas manos, mostrándole las palmas. Rió.

—Yo nunca dije que fuese inútil. —Sonrió—. Sólo que era aburrida. —Apoyó la cabeza en los barrotes que tenía al lado—. Aunque tampoco leí demasiada. A lo mejor lo poco que leí era aburrido y me estoy perdiendo el lado apasionante de esa ciencia.

Se llevó una mano al pecho, dramático. Luego miró la mano de Alehyss que estaba agarrando los barrotes. Alzó un poco las cejas.

Alzo ambas cejas, arrogante.

-No has tenido tiempo para darte cuenta, ni nada -murmuro para mí, jocosa, suficientemente alto como para que él lo escuche, pero fingiendo al mismo tiempo, por el volumen de mis palabras, que se trata de un pensamiento en voz alta.

Dejo ir una risa, que más bien parece un bufido, al escuchar su opinión sobre la geografía. No todo el mundo disfruta de las mismas cosas, por útiles que sean esas cosas. Hay el que disfruta más del simple ocio.

-Dudo que a estas alturas le encuentres lo divertido- comento, apoyando la cabeza sobre la mano que agarra los barrotes, como cansada, de forma que el pelo me cae delante de la cara.

Sonrió.

—Pero ahora ya tengo una confirmación, mujer —murmuró, en el mismo tono que ella había usado—. Antes sólo tenía hipótesis sobre cómo de complicada eras. Mucho, poco, nada y me lo estoy imaginando...

Volvió a reírse con suavidad al escuchar el bufido de la chrysos. Pese a que le hacía gracia su reacción, mentalmente anotó que, si por algún casual volvía por ahí, podía llevarle un libro de geografía. O algo semejante.

—Yo también lo dudo... —susurró.

Miró a la chica, que había apoyado la cabeza en la mano que sujetaba los barrotes. Parpadeó. Luego observó el pelo que cubría su rostro.

Asiento para mí, suspirando con descarado cansancio.

-Está bien que lo admitas- murmuro algo monocorde, con los ojos cerrados y la frente todavía apoyada sobre mi mano.

Tras un breve silencio en el que parezco sumida en mis pensamientos (Y, de hecho, lo estoy. No dejo de pensar que Fera ha debido dejarme una marca en el cuello y no me he parado a mirar si ha sido así o no) alzo de nuevo los ojos hacia él, todavía semiapoyada en los barrotes, con aire abatido. El frío metal contra la mejilla resulta de lo más desagradable.

Ojalá pudiese salir de aquí. Iría enseguida a Ventus, sin dudarlo... Cada vez parece más complicado que pueda hacer nada por Jager, y como alguien no vaya pronto a informar sobre la situación los jefes se enterarán de todo lo que está pasando y nos cortarán el cuello...

Asintió débilmente, sin decir nada, como respuesta a las palabras de la chrysos. Todavía apoyado en los barrotes, la observó, también en silencio. Se preguntaba qué hora sería. Pese a que él no tenía sueño, Alehyss parecía bastante cansada. Imaginaba que estar encerrada ayudaba a que diese esa impresión, pero también suponía que debía de ser bastante tarde.

La miró. Al notar cómo ella también lo miraba, bajó la vista. Carraspeó.

—Supongo que debería irme... —murmuró.

Sus palabras me hacen darme cuenta de todo: la hora, la situación, el lugar... Incluso quién soy, quién es él, qué le hice, Analyn, Kourt, Jager, Madame Desmarais, Heylel, Gabrielle... Todo se ha complicado demasiado, por mucho que logre relajarme a veces, o que él lo haga, o que pueda sonreír y tener una conversación distendida.
Las cosas han cambiado mucho desde mi llegada. Y nunca pensé que fueran a hacerlo de este modo, aunque... ¿Dónde esperaba acabar sino entre rejas? Qué expectativas tan altas tenías, Alehyss...

Pego la cara a los barrotes, como si fuese a intentar salir, aunque no me sea posible, agarrando con cada mano las barras adyacentes que se pegan a mi piel.

-En cuanto consiga ropa nueva te devolveré la tuya. Lavada -murmuro, mirándolo con cierto cansancio, pero seria, sin flaquear.

Ojalá pudiese tomar mi propia ropa, sin impedimentos.

Apartó la cabeza de los barrotes y, sin levantarse, arrastrándose de alguna forma por el suelo, se acercó a Alehyss cuando la chrysos se acercó a los barrotes, pegando su cara a ellos. Asintió.

—Espero que te sirva. —Sonrió—. Si no, puedo traerte otra diferente...

Se pasó una mano por la nuca. Pensativo, frunció levemente el ceño. Imaginaba que la ropa le quedaría algo grande, no demasiado (porque, francamente, tampoco él era mucha cosa), pero quién sabía. A lo mejor le quedaba muy grande, o muy pequeña, o cualquier cosa.

Negó con la cabeza y volvió a mirarla. Parpadeó. Lentamente, acercó una mano a su rostro, a su frente, buscando apartar algún mechón.

—Y, también si quieres hablar, puedo volver otro día... —murmuró, en voz muy baja, sólo lo suficientemente alto para que ella lo oyese—. No tengo mucho que hacer, ni mucha gente a la que ver tampoco...

Apartó la vista. A lo mejor se sentía un poco solo. No lo descartaba.

Se me forma una especie de extraño nudo en la boca del estómago. Es incómodo. Al final la culpabilidad siempre llega. Por eso mismo quería evitar a Lyam desde el primer momento.Tras lo que le provoqué... Incluso aceptarlo aquí es desagradable. Porque significa que él es idiota por volver pese a todo, y me recuerda todos los errores que he cometido con todo. Para empezar, el mero hecho de haber confiado ciegamente en Heylel hasta el punto de estar al borde del fracaso, pudiendo perder a mis compañeros en cualquier momento.

-Esta estará bien -mascullo sin mirarlo, pese a que se ha acercado. Aquí no necesito, precisamente, ir a "la moda".

Su mano, buscando apartar mi cabello... Sus palabras... ¿Cómo de mal se encontrará para buscar la compañía de alguien como yo? Esa sensación es tan frustrante. Debe de sentirse muy solo. Porque dudo que su estupidez llegue a un nivel tan masoquista.

Lo miro. ¿Qué decirle? ¿"Ven"? ¿"Esto es aburrido"? ¿"Sí, tienes razón, hablar conmigo es lo adecuado"? Pero... ¿Y lo contrario? ¿Quién me queda a mí ahora mismo? Madame Desmarais, interesada en que investigue a Massen mientras espero... Fera, agradable, amable, pero seguramente más interesada en lo que tengo entre las piernas que en conceptos altruistas...

Me acerco a los barrotes en los que se encuentra con lentitud y los ojos abiertos, apagándolos lentamente, pero mirándolo. Al alcanzar su rostro los cierro, besándolo apenas un instante en los labios y apartándome luego de los barrotes de metal, recuperando la luz de mis ojos, clavados de nuevo en él, sin pestañear. Me muestro completamente neutra, casi sin expresión.

Tras unos segundos retomo la palabra, como si nada hubiese sucedido.

-Yo no puedo moverme de aquí -digo sin más.

Venir o no, al fin y al cabo, es asunto suyo.

Asintió débilmente. No tenía mucho más que decir. Si a ella le valía, estupendo. Tampoco creía que le quedase mal del todo. De hecho, en comparación con la capa del tal Nille, probablemente le quedase menos floja. No conocía al chrysos, pero por lo que veía, por cómo le quedaba la capa a Alehyss, dudaba que tuviesen una complexión similar, y se imaginaba que el desconocido tendría la espalda más ancha que él (y, probablemente, también fuese más alto que él. Como casi todo el mundo en ese Palacio).

Observó a la chrysos, en silencio. Sentía una especie de nerviosismo, diferente al que había sentido la última vez que había visto a la chica. También una cierta expectación por su respuesta. No sabía si querría que volviese. A lo mejor le llegaba con la ropa y no quería hablar con él. O a lo mejor sí. A lo mejor no le molestaba. O a lo mejor sí le molestaba pero se sentía sola, como él. Cómo saberlo.

Tragó saliva cuando vio cómo se acercaba y entrecerró los ojos. Observó su recorrido, fijándose en cómo la luz que emitían sus ojos disminuía, y cerró finalmente los ojos cuando ella lo besó. Cuando notó cómo sus labios se separaban, intentó acercarse de nuevo, todavía con los ojos cerrados, pero no consiguió nada más que notar el frío metal en la cabeza.

Suspiró. Luego miró los barrotes y después alzó la vista para mirar a la chrysos. Pensó que le hubiese gustado que no existiesen esas malditas barras de metal. Escuchó las palabras de la chica en silencio, observándola.

—Entonces volveré... —respondió, susurrando.

Tras unos segundos en silencio, carraspeó y se puso en pie. Miró de nuevo a Alehyss y curvó los labios.

—Te dejo dormir... —Ensanchó la sonrisa—. Buenas noches.

Y tras dedicarle un último vistazo a la chrysos, salió de las mazmorras.

*se va*

Aunque se acerca de nuevo, buscando prolongar el contacto, no lo permito. Me alejo lo suficiente como para mirarlo sin que la distancia permita que se repita el gesto. Ya ha sido suficiente error... por un instante de debilidad puede que lo condene a más sufrimiento, y estoy harta de ser la puta que se dedica a maltratar a Lyam.

Asiento lentamente cuando dice que volverá. ¿Qué otra cosa puedo hacer? En el fondo es lo que quiero, es lo que he buscado... La soledad de este lugar me frustra, y más aún desde que me siento tan jodidamente frágil. Pero pese a todo no pienso sucumbir y llorar. No hasta que todo acabe.

-Buenas noches -respondo, algo ausente, a sus palabras, observándolo marchar sin despegar los ojos de él.

Cuando se va me quedo un par de minutos más inmóvil. Luego lanzo una mirada a la celda de Bocanegra. A ella no ha venido nadie a verla que no fuese una enfermera o el chico que nos trae la comida...

-Buenas noches -le digo también a ella, aunque desconozco si está despierta.

También ella está sola. Y pese a su última respuesta... No puedo evitarlo. Me compadezco de su situación. Puedo comprender, al menos, lo que significa estar abandonado aquí abajo.

Me tumbo sobre una manta algo sucia y me tapo con la propia capa de Nille. Otra noche igual de larga...

*se queda indefinidamente*

Los días han pasado lentamente. Tras leer los libros de Lyam me quedé sin apenas nada que hacer. Las escasas palabras que cruzo con Bocanegra y las visitas de Madame Desmarais... Poco a poco me han hecho darme cuenta de que es imposible que salga de aquí por mí misma. Mi confianza ha sido minada...

¿Estarán Jager, Analyn y Kourt vivos? Esto no es más que mi error hecho real. Si por lo menos estuviera con ellos podría saber cómo se encuentran. Pero aquí, encerrada, sin saber nada...

Hoy me han sacado un poco. Por lo demás, me he aseado y cambiado. Espero que pronto sepa algo. Madame sigue diciéndome que confíe en ella, pero cada vez es más complicado...

A estas alturas la organización tiene que haberse dado cuenta de la desaparición de Jager. Y si no lo ha hecho, pronto lo hará. El tiempo que nos queda de vida está contado.

Joder...

*se queda indefinidamente*

Lo había estado alargando, pero al fin me sentía con el valor suficiente para afrontar aquello y, para qué mentir, la curiosidad me estaba matando. Fue por eso que, después de cenar, me animé por fin a bajar las escaleras que llevaban a las mazmorras, con Tristán al hombro.

No me gustó lo que encontré. El lugar resultó ser húmedo y frío, y la baja iluminación creaba sombras un tanto siniestras que temblaban en el suelo y las paredes. Pese a que no parecía un lugar muy cuidado, tampoco parecía abandonado. Tragué saliva, algo incómoda. Pese a ello, no me eché atrás.

A pesar del aspecto del lugar, no esperaba encontrar a nadie allí. Si algo reinaba, era el silencio. Por ese motivo me impresionó tanto ver a Bocanegra en una de las celdas. Palidecí, deteniéndome en seco frente a ella. Hacía muchísimo que no la veía. ¿Acaso llevaba todos estos meses aquí? ¿Por qué? ¿De verdad podían los guerreros ser encerrados en aquel lugar de aspecto deprimente?

Ni siquiera me atreví a preguntarlo. No tenía buen aspecto, ni tampoco parecía estarme prestando atención. Carraspeé, nerviosa, y continué mi camino.

Había una figura en otra celda, un poco más allá. ¿Cuánta gente estaba presa aquí abajo? ¿De verdad habrían hecho algo que mereciera semejante trato? Al acercarme, descubrí que el otro preso era también una mujer. Una mujer que me pareció reconocer, pero cuya presencia en aquel lugar me negué a aceptar hasta que se hizo evidente.

Me detuve frente a Alehyss con el corazón en un puño. Traté de sacar saliva, pero tenía la boca seca. Abrí la boca para tomar aire y avancé hasta la celda, rodeando con una mano uno de los barrotes. Volví a intentar tragar saliva.

-¿Ha sido esa puta caeruleus? -susurré, con voz temblorosa. Parpadeé. Notaba los ojos húmedos.

Unos pasos me distraen mientras observo los barrotes, preguntándome quizás si alguno de ellos se romperá de pronto, haciéndome libre. Ya he comprobado muchas veces que son más sólidos de lo que, incluso, aparentan.

¿Vendrán a verme a mí? ¿A Bocanegra? No parece Madame Desmarais, pues no escucho sus tacones, y tampoco Fera, que la otra vez se apareció en mi celda. Quizás sea Lyam, o el servicio.

Al verla abro ligeramente los ojos, tomada por sorpresa.

-Massen -llamo, extrañada, apoyándome enseguida sobre la diestra para levantarme y acercarme a los barrotes.

La miro a medio metro escaso de la puerta. Hace mucho que no la veo. No me agrada demasiado que me vea aquí...

Me encojo de hombros, rozando un barrote con el dorso de la mano, como acariciándolo.

-¿Madame Desmarais? -murmuro algo apagada. Ella me mandó, ahora que lo recuerdo, buscar información sobre una muñeca...-. Podría decirse que estoy aquí por ella, pero como favor...

"Puta caeruleus"... Parece que no han hecho muy buenas migas.

A pesar de su situación, Alehyss parecía perfectamente tranquila. A su respuesta, fruncí el ceño y quise protestar, pero ni siquiera supe muy bien qué decir. Por su actitud, parecía entender perfectamente su situación, incluso aceptarla.

-¿Como favor? -repliqué, casi enfadada-. ¿En qué mundo es esto un favor? ¿Qué haces aquí? ¿Te han hecho daño?

De repente, ya no me sentía intimidada por aquel ambiente lúgubre. Más bien, me enfurecía el saber que no podía hacer nada. La incomprensión y la incompetencia. Incluso fuera de la celda, me sentía agobiada como si fuera yo la presa.

Por otra parte, me sentía humillada. Si Alehyss era aquello a lo que la señora caeruleus se refería, y teniendo en cuenta que parecía conocerla era bastante probable, estaba claro que me había manipulado. Lo que no sabía era qué interés podía tener ella en que yo viera a Alehyss en una situación así. ¿Y si pretendía amenazarme? ¿Chantajearme? ¿Por qué hacía esto?

Su incomprensión y su frustración son comprensibles, aunque he de admitir que me siento algo halagada, incluso. De todos modos, la vergüenza por mi situación, por mi traición, me hace bajar la vista.

-Estoy bien, tranquila. Al menos físicamente.

Es injusto que tenga que preocuparse por mí. Por alguien que ha tomado nota sobre ella, informado sobre ella y que incluso aquí tiene que hacerle preguntas sobre una estúpida muñeca. No debería estar permitido engañar a las personas buenas.

-Lo creas o no... Podría estar en lugares mucho peores, y el estar aquí lo impide, de alguna manera... Pero no te puedo dar muchos datos...

Supongo que si hace las preguntas necesarias lo acabará sabiendo, mal que me pese. Quizás ya sea público...

Mi mirada reflejaba preocupación. Físicamente... Esa aclaración no me dejaba mucho más tranquila; más bien lo contrario. La miré de arriba a abajo. Parecía realmente cansada.

Negué con la cabeza. No, aquello no tenía ningún sentido. De nuevo, clavé la mirada en sus ojos.

-También podías estar a este lado -repuse-. Pudiéndote mover por el palacio. No es peor ni más peligroso. De hecho, diría que es bastante mejor.

Pegué la cara a los barrotes. ¿Qué le habían hecho?

-¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Asiento lentamente, esbozando una sonrisa cansada. No quiero preocupar a Massen... Es de las pocas personas, ahora mismo, a la que no quisiera herir bajo ningún concepto. ¿Quién más me queda? A Heylel aún le guardo rencor, a Lyam ya lo herí, a mis compañeros... A saber qué es de ellos...

-Si estuviese ahí, donde tú estás, me iría sin dudarlo. Por eso estoy aquí. No se me permite abandonar Brontë ahora mismo.

Me siento tranquila, aunque cansada. La frustración continúa, pero ha cedido un poco. Es como si la hubiera encerrado en un oscuro punto de mi interior y la tuviese ahí retenida...

-Llevo... -. Hago memoria, alzando la vista al techo, pensativa-. Algo más de dos semanas, según creo...-. ¿Hace ya tanto? -. He perdido la cuenta...