Mazmorras

Entorno los ojos con ciert fastidio, sin dejar de lado la media sonrisa que había adoptado. Sí, debe de ser ese encanto. El que deberías derrochar por ahí y no cuando ambos estuviéramos borrachos junto con ese aire de controlador que le pones al asunto.

Lo sostengo durante un momento más y finalmente lo acabo soltado, soltando luego un ligero suspiro por la nariz. Eso o iba a exprimirme el cráneo contra los barrotes. Vuelvo a coger la cerveza y a dejar caer lo que queda sobre mi lengua, como un animal que bebe de una manatial, pero con menos capacidad para hacerlo.

—Recuérdamela cuando salga de aquí, ¿vale? —Anuncio, entretenido, en refenrecia a la dichosa pregunta. —A poder ser con más cerveza —Añado, dejando la botella en el suelo y dándole un capirotazo al cuello de ésta para tirarla.

Levanto la vista hacia él de nuevo, curioso. Parece que esta vez no se da por satisfecho con mi retirada. Me paso una mano por el pelo, con una sonrisa resignada, y luego saco una mano entre los barrotes, abriéndola y cerrándola un par de veces para que me pase la botella que queda.

—Pues si te olvidas es que tu curiosidad no es tan gande —Le digo, viniéndome un poco arriba gracias a la réplica. Ladeo una sonrisa picajosa. —Pero tranquilo, estoy seguro de que no te olvidarás —Luego repito el gesto, algo más apurado y altanero.

Parece frustrado y frunzo el ceño con cierto chiste cuando me da la botella. Parece realmente enfurruñadoy eso es algo muy extraño en él. COjo la botella y la abro, bebiendo un poco sin dejar de mirarlo y poco a poco me entra más la risa.

No puedo evitar soltar un resoplido por la risa cuando hace el comentario. Es hasta adorable.

—Prrffff... Ea, ea, ea... No te me enfurruñes, Cierzo. ¿Quién va a saber más que tú mis secretos inconfesables? —Pregunto con tono tontorrón. Con ese que las abuelas hablan a sus nietos recién nacidos. Cuando lo veo quedarse así de morros, mirando la botella, vuelvo a reír.

—¡Cierzo! —Lo llamo, divertido, para que espabile. —¿Tanto te molesta, hombre? —Pregunto. —¿O es que esperabas algo más? —Añado, imitando mi tono anterior poniendo morros por un momento. Luego bebo otra vez. Tengo la sensación de que podemos turnarnos así toda la noche.

No puedo dejar de reírme un poco por lo bajo al verlo así. Porque yo soy como un crío y hago estupideces como esa, pero él es un hombre hecho y derecho, hombre.

Al poco parece reaccionar y se acerca con su cara de cabreo hasta darme un toque en la frente, al que respondo frotándomela con la mano tras un "ouch". Luego amplío una sonrisa, llegando a cerrar los ojos un momento incluso.

—Pero eso ya lo sabías, tontorrón —Comento, mirándolo con picardía. —Si te encanta que me pase el día saltando a tu alrededor para que me hagas caso —Añado, seguro y juguetón. Doy otro trago a la nueva cerveza. Luego suelto un gran bocanada de aire.

—Sep, me encanta tenerte pendiente de mí —Concluyo como si hubiese realizado una intensa investicación para lelgar a tal respuesta.

Doy un sorbo mientras habla, volviendo a mi posición primigenia, con la sien apoyada en uan de las barras. Luego alargo la mano libre para frotarle la cabeza a través de los barrotes.

—Hablas de mí, pero tú en seguida te pones gruñón si no consigues lo que quieres —Comento entretenido. Tiene un pelo mullido, oye.

Me quedo así un rato, bebiendo de nuevo mientras le rasco la cabeza. Es como el pelo de un animal, relajante al tacto. Dicen que cuando acaricias a tu animal de compañía, éste te transmite tranquilidad. Algo así sería con tu humano de compañía.

Doy un último trago largo a la botella, recogiendo con la lengua una gota que se me queda en el labio. Luego lo miro de refilón un momento, con el hombro encajado entre los barrotes. Ya ni me acordaba de la molestia de la espalda. Ahí sigue, con su cara de resignación inaceptada. Pobrecito.

Acabo por girarme un poco hacia él y aprovechar la caricia capilar para agarrarle de la pelambrera. Entonces voy a por él con cierta serenidad. No sé en qué momento esto empezó a parecer tentador. Supongo que a la tercera cerveza. Ya que estoy aprovecho para tirarle bien del morro. Total ya lo he hecho una vez, no creo que se vaya a perder mucho.

Un poco como la vez anterior, me agarra con más fuerza que yo a él y eso me hace soltar un sonido áspero, contenido en la garganta, pero también me hace sentir cierto escalofrío.

Cuando me responde con más entusiasmo no me quedo en menos, le sigo el ritmo y le cedo el paso, notando cómo sabe la cerveza para él. Me giro por completo hacia él, acomodándome sobre las rodillas. No lo suelto del pelo, sino que tiro un poco más, peleando un poco con él para ver quién maneja el cotarro. Noto los barrotes apretar y aflojar sobre mi cara, dependiendo del movimiento y el tirón. Al final esta celda me va más malo de lo que estaba.

Suelto un quejido cuando me hace clavarme los barrotes en la cara. Pese a todo no pierdo punto en la que ya parece una lucha encarnizada y devuelvo su saña y su agresividad, llegando a agarrarme al metal con la diestra que tenía libre hasta ahora.

Parece que coge posición para una última embestida rabiosa y llego a sacar los dientes para morderle en alguna zona entre el labio y la lengua, sin tener muy claro cual. Tengo una sensación contradictoria, con la sangre corriéndome por el cuerpo a gran velocidad y avispando mi cabeza y, a la vez, sintiendo una nube distorsionada y estanca que me mantiene mareado. Cuando me empuja me echo hacia atrás y evanto el mentón, notando sus nudillos casi clavados en mí como si me estuviese amenazando con un arma y lo miro con algo de ceño, como si la situación más coherente a continuación fuese permanecer en tensión.

A su comentario relajo un poco el gesto, en un amago de sonrisa algo tirante, y dejo salir algo de aire por la nariz.

—Pues el que tú me das, alpiste —Respondo, notando como se me infla y desinfla el pecho con rapidez.

Doy un suspiro más relajado cuando me suelta y me reacomodo en el suelo, como él, volviendo a sentarme, ahora con las piernas abiertas.

Suelto una carcajada, volviendo a por mi propia cerveza, de la que todavía me queda algo aprovechable. Le doy un trago antes de hablar.

—Demasiado tiempo solo contigo, dirás —Aclaro, con las últimas risas. Vuelvo a beber, dando ya un trago largo para acabarme lo que queda y apoyar la botella en el suelo.

—Piensa que aquí dentro estoy controlado —Añado, apoyando las manos en el suelo, echándome algo hacia atrás. Suelto un quejido suave. El alcohol ha adormecido el dolor, pero se ve que no lo suficiente.

Los cotilleos corrieron como la pólvora y llegaron inexorablemente ante los oídos del parvus, por lo que, al cabo de unos días, decidió ir a comprobar si realmente el chrysos estaba allá donde la gente decía.

Bajó las escaleras y llegó a las mazmorras.

Caminó en silencio.

Les vio.

Su cara se estriñó en un gesto disconforme y, con los labios apretados, dio la vuelta y se fue. Algo ofendido y molesto.


*se va*

Se me escapa una sonrisilla de la comisura cuando lo veo asentir como si aceptase una teoría firmemente argumentada Luego frunzo el ceño, igualmente entretenido, cuando hace el comentario. Me siento divertido. Esa es exatamente la palabra. El mareo agradable del alcohol se mezcla con el cosquilleo nervioso de la situación anterior.

—Al contrario, te digo que esto te mantiene a salvo —Comento, jocoso, dando un golpe con el pie a los barrotes a los que me refiero. Vuelvo a reír un poco más al escucharlo.

—Eso es cierto, hagan lo que hagan voy a salirme con la mía —Comento, conforme, asintiendo pesadamente. —Pero caigas o no en mis tretas, el caso es que acabas cayendo —Lo pico, alzando las cejas y el mentón, casi victorioso. Al final parece que hubiese empezado a propósito y todo.

Mi reacción inicial es encogerme de hombros, pero nada más sentir el escozor el mazazo en la espalda decido evitar el gesto y resumirlo en una sonrisa pícara junto con la que llevo los ojos hacia un lado, como despistado.

—Visto lo visto, más me vale tenerme cierto respeto. Nunca se sabe cuando puedo atacar a traición —Aclaro, ya indolente, mascando el aire, divertido. Llevo ya un rato pasado de vueltas y me la empieza a sudar mucho todo.

Vuelvo a fruncir el ceño con su negativa, ahora escéptico. Que no, dice. Alzo las cejas con incredulidad.

—Oh, perdona, quizá resulte que todo está ideado por tu mente calenturienta. El gruñón y respetable Cierzo, ¿quién iba a sospechar que en el fondo es un maquiavélico pervertido? —Río, recogiendo los brazos y volviendo a dejarme ir un poco hacia adelante, descansando la espalda.

Río con él cuando niega. Una de las cosas que más me gustan de emborracharme con él es escucharlo reírse tranquilo, de esa forma áspera y característica.

—Oh, pero tampoco haces comentarios al respecto —Indico. —De todas formas, sí, todavía estamos demasiado enteros como para responder con tanta facilidad —Añado, entretenido, llevándome las manos a la cara para frotármela. Luego resoplo y respiro tranquilo.

—Me alegro de que estés aquí —Comento tras una pequeña pausa, satisfecho. Creo que ya se lo he dicho alguna vez... Miro al pequeño hueco enrejado que hay cerca del techo, una de las pocas zonas por las que entra la luz -cuando la hay-. No creo que quede mucho para que salga el sol. Doy un suspiro cansado.

—Aunque ya va siendo hora de que te vayas —Indico, un poco entre dientes a causa del esfuerzo para levantarme. No es que me refieriese a este "aquí", pero ha sido útil para enlazar ideas. Me acerco a los barrotes, ahora de pie, y apoyo los brazos en ellos, mirándolo. —A no ser que quieras quedarte a dormir en estos fabulosos y cómodos aposentos conmigo —Bromeo.

Sonrío y asiento, conforme. Ya lo había hecho pasar una noche incómoda por culpa de mis problemas, en breves podríamos emborracharnos y charlas de cualquier cosa cuanto quisiéramos.

—Aquí enterito te espero, bribón —Me despido, animado. Lo miro perderse por las escaleras, con paso algo menos seguro que el acostumbrado. O mejor dicho, con el paso acostumbrado tras las noches de muchas cervezas.

Yo hago lo propio y le doy la espalda a las rejas, dándole con el pie a la última botella en pie para tumbarla. Luego me acomodo cerca del fondo para dormirme. Mañana la espalda me recordará esta noche.