Claro del bosque

Mis húmedos ojos centellean un instante.

-¿Bardo? -pregunto, no sé si para él o para mí-. ¿Pero puede ser bardo un mendigo?

Me froto la barbilla con los dedos pulgar e índice, planteándome seriamente la idea.

-La verdad es que tengo una gracia innepta y mi voz es maravillosa, pero no sé yo...

Sacudí la cabeza varias veces. Rick el Bardo sonaba bien, pero yo lo que necesitaba era ponerme a buscar buenas acciones que me renombrasen como Dehnel.

-Oye, Corbin... ¿Hay alguna historia en tu pasado o alguna inalcanzable dama en tu vida? -pregunté.

Quizás aquel hombre fuera mi candidato perfecto.

Corbin se encogió de hombros ante la pregunta. Lo cierto es que no se lo había planteado, pero no le parecían del todo incompatibles. El estilo de vida era, o eso creía él, parecido.

-Estoy seguro de que tendrías un gran éxito. Y no te impediría recuperar tu nobleza. -apuntó Corbin, rememorando algunas grandes figuras de letras y armas de sus novelas.

Sin embargo, el cambio de tema le hizo borrar su sonrisa y estremecerse un poco. Se preguntaba a qué venía aquello, y si el hombre pretendía conseguir una historia a cambio de la suya. Pero él ya había pagado por la historia, y la suya propia debía permanecer bajo llave.

-Mi pasado está cerrado e inmóvil. Nada se puede obtener de él -murmuró en tono algo frío, a la defensiva.

Bebí lo que quedaba de la bota y asentí.

-Supongo que si has tenido una vida aburrida no es culpa tuya... Es que, ¿sabes? He decidido que recuperaré mi nobleza, y para ello debo ayudar a la gente, así que pensé que quizás pudiese ayudarte a ti...

Me quedé pensativo un instante y me sequé los ojos, aún húmedos de la emoción sentida, con mi sucia capa.

-Tú no sabrás de alguien que necesite ayuda, ¿verdad?

Corbin escuchó con atención, y asintió, comprendiendo. Aquello le daba a la historia de Rick un nuevo tono, un tono muy interesante. Era un hecho muy común en las historias que cantaban los bardos; las tres pruebas impuestas al héroe para recuperar su nombre y honor. No pudo evitar alzar las comisuras de los labios, en un gesto de interés.

-Lamento decir que no, amigo -contestó finalmente-. Ni yo tengo problemas ni sé de nadie que los tenga. Pero estaré pendiente de lo que oiga. Te informaré si encuentro algún desdichado al que puedas prestar apoyo.

La mente de Corbin no dejaba de trabajar en torno a una idea. Jamás se había propuesto escribir antes, pero ante él parecía hallarse una ocasión demasiado buena como para rechazarla. Algo en su interior ardía de impaciencia.

Bajé la vista entristecido. Al menos me ayudaría a buscar, pero eso no quitaba que me estuviese siendo más difícil de lo pensado encontrar a quien ayudar.

Miró a Corbin con una triste sonrisa.

-Espero poder recuperar aquel nombre que tuve, digno de cantarse. Aunque, ¿a quién podría interesar ayudar a un pobre mendigo a ayudarse a sí mismo? La gente tiene sus propios problemas...

Corbin no pudo evitar una mueca de tristeza, compadecido. Era probable que aquel hombre tuviera razón. Sin embargo, aquello no era un motivo para rendirse, ni mucho menos. Era todo un reto, la clase de reto que todo buen caballero debía empeñarse en superar. Aquel hombre no debía rendirse.

-No debes dejarte vencer por la dificultad, Rick -dijo en tono serio y firme-. No te rindas y encontrarás el camino. Recuperarás tu nombre y tu honor, tendrás de nuevo a tu dama. Aunque tú no puedas acercarte a ella ahora, estoy seguro de que aún te espera, y te esperará. Sigue adelante y la tendrás de nuevo a tu lado.

Por supuesto, y eso era algo de lo que Corbin no debía olvidarse, todo buen caballero tiene una dama por la que luchar. Se preguntaba quién sería la dama de aquel pobre hombre. Tal y como la había descrito, debía ser tremendamente hermosa y encantadora. Le hubiera gustado conocer al objeto de los amores de su compañero, y en su cabeza la recreaba de una y mil maneras, dejando volar su imaginación a falta de datos.

Noté enseguida cómo las lágrimas regresaban a mis ojos, pero esta vez lágrimas de emoción. Emoción al escuchar las palabras de aquel tipo que, sin saber más de mí que mi magnífica historia, me animaba a luchar por ello. Aquella era la energía que yo necesitaba recuperar, la de aquel soñador.

-Lucharé por ello -le dije, notando que la nariz me moqueaba-. ¡Lucharé por mi dignidad y me enfrentaré a mil dragones si hace falta!

Me froté la nariz con la mano y mi sonrisa se apagó.

-Aunque ella no querrá verme. La última vez que nos vimos no parecía dispuesta a esperarme... Aunque, ¿quién lo haría? Desaparecí sin más...

Corbin negó con la cabeza, entristecido. Aquella historia estaba repleta de sentimiento, eso era indudable. Suspiró. Las doncellas podían resultar caprichosas y altaneras, pero era por todos sabido que guardaban un apasionado corazón bajo esa máscara de dureza.

-No te dejes llevar por la impresión, compañero -le dijo con convencimiento-. Las damas son impacientes y algo duras a veces, pero eso no quiere decir que no amen. Incluso puede que ella crea que no te espera ya, cuando sí lo hace. Deberás ser tú mismo quien le demuestre que eres digno de ganarte su corazón una y mil veces.

El claritas casi tenía el impulso, a aquellas alturas, de pedir a Rick pluma y papel y comenzar a escribir allí mismo, aún estando a oscuras.

Una lágrima rodó por mi rostro, dejando el correspondiente surco sobre mi escamosa piel.

-¿En verdad así lo crees? Pareces un experto en estas cosas... ¿Cuántas doncellas has tenido ya que suspirasen por tus huesos, buen amigo? Enséñame a entenderlas...

Desde luego, hablaba como un maestro. ¡Me emocionaba tanto escuchar cada sabio consejo, cada palabra, de sus labios que parecían haber vivido miles de historias como aquella. Incluso más.

Corbin negó con la cabeza, poniendo una mano en el hombro de Rick.

-¡Oh! No creas. Soy un simple observador. Confío en los sentimientos humanos -se limitó a decir, divertido. ¿Él un conquistador? Desde luego, había conquistado a Falace en su día, no cabía duda, pero en absoluto como amante.

A decir verdad, Corbin apenas había tenido contacto humano en toda su vida. Había tenido más en los últimos meses de lo que era capaz de recordar. Y, pensándolo con frialdad, parecía muy lejos de cualquier clase de relación amorosa.

Se me iluminaron los ojos de nuevo.

-¿Un observador? Quieres decir... ¡¿Un estudioso ermudito?!

Sin duda, aquello era mejor que un amante. Quizás no fuese experimentado, pero podía enseñarle muchas más técnicas que cualquier palurdo ligón de poca monta, como Lyam. Sin duda nunca le pediría consejo a Lyam.

-¡Ayúdame, amigo!

De nuevo, Corbin negó con la cabeza.

-No puedo sustituírte. Lo que es tuyo, es tuyo, y lo que tú debes hacer solo tú puedes hacerlo -respondió con convicción-. Me tendrás en el Palacio si necesitas algo. Comida, bebida, una buena conversación. Pero en cuanto a tus acciones, te pertenecen tan solo a ti. Haz tuyo Mithos y recupera a tu dama. Aunque no pueda expresarlo, ella lo está esperando.

Corbin se levantó. Era hora de volver al Palacio. Y de poner en orden sus ideas. Aquella historia habría de revolucionar el mundo de las novelas de caballerías.

-Y recuerda, Rick el Sin Nombre, que el destino espera grandes cosas de ti.

Corbin se sentía ya como un personaje de cuento. Dio media vuelta y echó a andar por el bosque. Esperaba volver a encontrarse a aquel hombre, y que éste siguiera adelante con sus hazañas. En el fondo, historias a parte, le había caído muy bien aquel tipo, y tenía la esperanza de conocerlo también como noble, cuando su vida se hubiese restituído.

*Se va*

Aunque al principio las palabras de Corbin me desanimaron, me hicieron sentirme nuevamente solo, después de que se fuera me quedé tendido, mirando al cielo, y mordisqueando un trozo de pan y contando las estrellas con mi torso desnudo apoyado sobre la tierra. Sin embargo, mientras miraba la inmensidad, la conversación rebotaba en mi cabeza y se entremezclaba con mis propios pensamientos.

Entoné una pequeña y dulce canción que arrulló a Telma y me hizo de nana a mí mismo.

"Sin nada que ofrecer...
Sin nada que perder...
No tengo nombre ni un lugar
en el que perecer...

Fui un hombre de bien...
Y ahora nadie soy...
Sin Nombre y sin condición
entono esta canción...

Al el cielo mirar...
Tan solo puedo ver...
Lo grande que es el mundo
y lo poco que sé...

Y ahora debo buscar
el hombre que un día fui...
Telma, tú y yo
sin nadie más
que cuide de mí...

¿Que fue de lo que fui?
Ya desapareció.
¿Quién recuerda mi nombre ya?
Yo mismo lo olvidé...

Me quedé dormido lentamente, mientras cantaba.

No recuerdo qué soñé, pero hacía frío y todo estaba oscuro. Sin embargo, nadie me tomó de la mano para guiarme esa noche.

*se duerme*

Tras amanecer, el sol me despertó. Dije a Telma que nos veríamos ahí de nuevo más tarde y me fui a hacer algo de mí.

*se va*

En días como hoy parecía olvidarme de que era un mendigo, pues en el claro hacía tanto frío que ni la manta ni el calorcillo de Telma me daban ganas de permanecer allí.

Estornudé. Los dientes me castañeteaban.

-Esto es terrible, Telma... -gemí.

Ella estaba enroscada a mi lado, aprovechando su pelaje, muy útil en aquellos momentos. Una hoguera crepitaba entre ambos, aunque no servía de mucho.

*se quedan tiritando y haciendo cosas XD

se va**

Los terrenos que bordeaban Palacio eran más amplios de lo que Lluvia había pensado. La aether había salido a explorar los exteriores de Brontë justo después del almuerzo, motivada por la ausencia de lluvia, y ahora mismo se encontraba en mitad del bosque, en una zona donde la débil luz de la tarde se filtraba por el follaje de los pocos árboles que allí había, mirando en rededor. No sabía muy bien cómo había llegado hasta allí, pues mientras caminaba había estado más pendiente del paisaje que de los pasos que daba, así que se sentía un poco perdida.

Suspiró y soltó una maldición en voz baja, despotricando sobre sí misma y su falta de atención. Luego bajó la cabeza y frunció el ceño, pensativa. Podía ser peor, reflexionó, todavía con el ceño arrugado. Aún era relativamente temprano, así que tenía tiempo para buscar el camino de vuelta antes de que anocheciese.

Tras probar diferentes recorridos, finalmente la chica distinguió la zona donde el bosque pasaba a ser jardín. Rápidamente, pues la lluvia había empezado a caer de nuevo, corrió hacia allí, deseando cobijarse en el palacio.

*se va*

Los días en el palacio comienzan a ser rutina, y eso es algo que no puedo tolerar. Todo esto debería ser nuevo y novedoso, ¡no un reflejo de mi antigua vida! Así que no dejo pasar la oportunidad de este día relativamente cálido y salgo a los terrenos en busca de un buen lugar donde dormir.
Armado con un par de mantas (que por cálido que sea el día no deja de ser frío en comparación con los que viví en Ignis) paseo con calma, buscando sin buscar demasiado un lugar donde echarme a contemplar las estrellas. El bosque puede resultar un tanto tenebroso a estas horas, pero por suerte hallo un claro lo bastante cómodo como para pasar la noche.
El cielo está casi raso y sonrío ampliamente, sintiéndome libre. Me tiro al suelo, envuelto en mis mantas como un crío. No recuerdo la última vez que pude disfrutar de una noche entera al aire libre. Probablemente fue antes incluso de que nacieran mis hermanas. ¿Si me quedo muy quieto podré ver algún animal? Río, simplemente feliz. No había podido tener mejor idea esta noche.

*se queda*

Camino alegremente por el bosque, con un flagare conjurado en la mano derecha y silbando conforme avanzo. Pese a que he estado un par de días decaído por lo que había pasado con Nagore, ahora mismo estoy feliz porque ayer recibí mi primera carta desde que estoy en Brontë. Era de mis padres (¡cómo no!) y en ella me felicitaban por mi cumpleaños, otro motivo por el que estar animado. ¡Había cumplido diecinueve años! Y esa es una de esas cosas que sólo pasan una vez en la vida (es lo que tienen los cumpleaños).

Llego a una zona donde el número de árboles a mi alrededor disminuye y me fijo en que hay alguien ahí, tirado en el suelo. Lo primero que pienso es que es alguien herido, pero al acercarme me doy cuenta de que el hombre, pues la persona ahí tirada es un hombre, está riéndose. Suspiro aliviado y con un par de zancadas me coloco a un par de metros de él.

—Buenas noches, señor —saludo, sonriente.

No recuerdo haberlo visto antes, pero yo me llevo muy mal con las caras y los nombres, así que no sé si es nuevo, si no y lo que pasa es que nunca lo he visto o si me he olvidado de él.

fdr. hola : D

Una voz a mis espaldas me sorprende. Me inclino sin dignarme siquiera a levantarme echando la cabeza hacia atrás. Un chico me mira y sonríe... Otro flamma, deduzco por la bola de fuego que ahora ilumina el claro.

- ¡Buenas noches!- contesto, devolviéndole la sonrisa. No esperaba encontrar a nadie aquí, pero la compañía siempre es bien recibida. Me desprendo de una de mis mantas y la extiendo junto a mí-. ¿Has salido también a disfrutar la noche, chico desconocido? ¡Bienvenido seas!
FdR: Buenas :3

El desconocido me llama chico desconocido, así que deduzco que nunca nos hemos visto y suspiro. Es todo un alivio saber que no me he olvidado de un compañero.

El flamma, pues el desconocido es un flamma, extiende una de las mantas en las que está envuelto y yo ensancho la sonrisa. Parece un tipo simpático. Sin duda alguna, parece mucho más abierto y sociable que Follow el ninja.

—Así es, señor. He salido a disfrutar de la noche —respondo mientras me acerco. Me pregunto si habrá extendido esa manta para invitarme a sentarme a su lado, pero ni pregunto ni tomo asiento. En su lugar, permanezco de pie, al lado de él. Cuando el flagare se apaga, conjuro uno nuevo y vuelvo a sonreír

—Seth Springer. Un placer conocerle, señor desconocido.

Me pregunto de qué parte de Ignis será el flamma. Es el primer flamma que conozco, así que siento mucha curiosidad. ¡¿Y si he pasado cerca de dónde él vive?! ¡¿Y si conocemos los mismos sitios?! ¡Cuántas posibilidades!

El chico parece dudar si sentarse a mi lado o no. Me alegro de poder pasar cierto tiempo con alguien cuya edad sí sepa calcular, ¡la pequeña monada me tiene totalmente desconcertado!

Este flamma parece algo más joven que yo, pero al menos no es un niño. Sonríe mucho y me siento casi obligado a sonreír de vuelta. Golpeo el suelo, indicando que se siente a mi lado.

- Un placer- respondo cuando se presenta-. Yo soy Narbe Meister, y no muerdo- mi sonrisa se amplia-. Siéntete libre de sentarte a compartir la noche conmigo. Prometo portarme bien.

Susurro "flagare" y convoco otra bola de fuego que haga compañía a la suya, para que el claro quede algo más iluminado y podamos vernos las caras con claridad. ¡Me encanta hacer amigos!

Tomo asiento a su lado, apagando antes el flagare porque no me apetece tener un posible accidente relacionado con incendio, en cuanto el desconocido golpea el suelo y sonrío. El desconocido se presenta como Narbe Meister, así que no tardo en exclamar:

—¡Encantado, Narbe Meister!

Luego ensancho la sonrisa y observo cómo invoca un flagare. Segundos después, imito su gesto, por lo que la zona queda más iluminada que antes. Estoy emocionado por haberme encontrado con un flamma. ¡Un flamma! Hasta ahora he visto piscis (he visto muchos piscis), parvus y una chrysos morena, pero nunca un flamma, así que tengo muchas ganas de hablar con él sobre Ignis.

—¿Llevas mucho tiempo aquí? ¡¿De qué zona de Ignis eres?! —pregunto, claramente emocionado. Llevo casi un año fuera de casa, fuera de Ignis, y lo cierto es que lo hecho de menos. No es que no esté contento en Brontë, pero en días como los de ayer añoro estar con mis padres, recorriendo el desierto de Ulunqür y todo el continente en general. Me apetece hablar de Ignis un poco, recordar un poco. Nunca había estado tanto tiempo alejado de allí.

FdR. "¡¡MIRTOS MÍO UN FLAMMA AAAAAAAH. GRITO!!!1!!!" <- Básicament eso es Seth ahora xD

Seth parece tan entusiasta como la pequeña parvus y me bombardea a preguntas.

- Acabo de llegar- suspiro-. Aún estoy acostumbrándome a la vida en Brontë. No hará ni una semana que estaba aún de viaje... ¡Todavía estoy cansado! Soy de un pueblo costero al oeste de la ciudad capital, por no salir no sale ni en los mapas- me río, pero de pronto siento una cierta nostalgia por el hogar. Por las noches que siempre parecían verano y el sol, por mis hermanas y mi madre. ¿Cuánto tiempo tardaré en volver a verlos? ¿Se acordarán mucho de mí? Soy el único hombre de la casa, ¡más vale que lo hagan! Me sacudo la morriña de encima con un gesto de cabeza antes de volver a sonreír- ¿Tú de qué zona eres?

FdR: ¿Por qué siempre me tocan los personajes zumbados e histéricos? ¡Qué monos son! *w*

Escucho con interés sus palabras. Por lo que dice es nuevo, y proviene de un pueblo costero cercano a la capital. Pienso en todos los sitios a los que mi familia y yo hemos viajado, y estoy casi convencido de que no hemos estado nunca en su pueblo. Más que nada porque no solíamos frecuentar la capital ni detenernos en pueblos pequeños.

—Creo que nunca he estado en tu pueblo —respondo, esbozando una amplia sonrisa. Luego explico de dónde soy—: Yo soy un nómada del desierto, así que no soy de ningún sitio fijo. Mi familia y yo vamos recorriendo las zonas de Ignis y rara vez estamos más de un par de veces en el mismo sitio. —Ensancho la sonrisa—. Hasta que vine a Brontë, jamás había estado tanto tiempo parado en un mismo sitio. Que, ¡por cierto!, ya verás cómo te acostumbras rápido. ¡La gente de aquí es muy muy maja! ¿Conoces ya a alguien?

FdR. porque abundan 8D Además, los flammas son todos así (?) xDD

- ¡Dudo que nadie haya estado jamás en mi pueblo!- bromeo-. Tu modo de vida sí que parece interesante. ¿No es muy difícil para ti estar ahora aquí, tan lejos del desierto? Siempre me encantó el desierto... ¡Tan, tan grande y tan vacío! Todo un mundo de posibilidades.

Me tumbo sobre la manta para poder mirar directamente el cielo. Eso es igual en todas partes, cuando se tiene un poco de suerte: miles de puntitos blancos sobre un techo muy negro. Nunca he sido un gran entendido en astronomía así que no sé si son las mismas estrellas que he visto en mi hogar, pero es reconfortante de algún modo.

-Conozco... conozco a una chica parvus. No sabría decirte la edad, se me dan fatal los parvus. Y las chicas, en realidad. Nunca sé calcular cuántos años pueden tener. Muy simpática, muy... entusiasta. Me regaló esta piedra- saco orgulloso mi amuleto y se lo muestro. Se ha convertido para mí en un recordatorio de que nada puede ir mal si se empieza con buen pie-. Por lo demás, no he conocido a nadie más. Me dedico a vagar por el palacio, sin más. ¿A qué se dedica la gente aquí?

FdR: ¡Yuhu, me he ido a meter en la secta de lunáticos!

Me echo a reír.

—¡Pues sí que debe ser pequeño tu pueblo entonces! —exclamo, entre risas. Luego me pongo más serio y respondo a sus preguntas —. Al principio sí que me fue un poco complicado, pero ¡decidí que no podía estar tristón porque había decidido yo venir a Brontë! Fue idea mía, así que no podía dar marcha atrás. —Sonrío—. Así que al poco tiempo me acostumbre. ¡Además, la gente es muy maja!

Veo cómo observa las estrellas y decido alzar yo también la vista hacia el cielo. Lo cierto es que la astronomía nunca me ha llamado la atención, pero las estrellas son bonitas. Cuando vuelve a hablar, lo miro. Por lo que dice, creo que conoce a la coleccionista de tesoros. Observo la piedra que me muestra y ensancho la sonrisa. Sin duda, conoce a la coleccionista de tesoros. ¡Nadie más que ella puede regalar esas cosas!

—Creo que conoces a la coleccionista de tesoros. No sé su nombre, sólo que colecciona tesoros, pero es muy maja —digo sonriente. Luego frunzo el ceño, pensativo—. Bueno... Depende de con quién te encuentres —comienzo a decir, imaginando a las personas que conozco—. Follow el ninja entrena mucho, Massen es muy maja pero no sé qué hace, y lo mismo sirve para Nagore y la chrysos morena. —Me río—. La verdad, yo tampoco conozco a mucha gente, pero la gente que conozco es muy maja.