Claro del bosque

Para mi sorpresa, la respuesta es exactamente la que quiero oír. Nada de experimentos. Nada de utilizarlos como armas. Tan perfecta que casi parece hecha para evitar que ponga objeciones. No es que pueda ponerlas, me parece, pero incluso así.

Asiento, conforme. Reconozco que no esperaba un razonamiento tan adecuado. Me pregunto si la decisión es particular o conjunta. Lo segundo resultaría casi esperanzador. Aunque lo de hacerse ilusiones no está en mi mentalidad. Bastante bien me amputaron esa posibilidad, así que dudo que vuelva a darse.

Su pregunta, repetida, refleja la falta de interés en la respuesta. Una muestra clara de que se trata, sencillamente, de una fórmula de educación, una frase pensada para salir del paso. De nuevo, la respuesta es asentir, ignorando el hecho de que ya he respondido, y mostrar una sonrisa amable.

-Bien, señor -repito, siempre dócil-. No sufrí ningún daño en el ataque.

¿Será eso lo que quiere oír?

Asiento. No sufrió daños en el ataque, eso era lo que quería oír. En parte. Me pregunto si habrá leído el comunicado que he escrito, qué opinará. Es algo a lo que ahora debemos enfrentarnos Blues y yo, a la respuestas de los guerreros y de los propios líderes. Debimos haber informado de esto antes. Me siento extrañamente culpable.

—¿Y cómo vio el ataque? —pregunto, amable—. No pretendo ser molesto, pero, como comprenderá, sus impresiones podrían ayudarnos. A pesar de que hemos visto cómo se desarrollaban los acontecimientos, apreciamos vuestras impresiones y opiniones.

La miro un segundo. Luego añado:

—Si hay alguna pregunta más que desee hacer, por favor, no se corte.

Me pienso un momento la respuesta. Ha sido extraño. Me he sentido tremendamente en peligro, pero no he recibido ni un rasguño. Y, exceptuando al parvus y al chrysos, no he visto que ninguno de mis compañeros sufriera daños tampoco.

-No había participado en algo así hasta ahora. Nuestra enemiga parecía sobrepasarnos en poder, pero tampoco parecía tener mucho interés en atacarnos. Parecía más que nos estuviera poniendo al tanto de su fuerza que que quisiera hacernos nada -. Desde luego, o es estúpida o está loca-. No entiendo qué pretendía, realmente. Aunque me ha parecido que la actuación de líderes era indispensable para poner fin al encuentro.

Lo cual no dice mucho a favor de los guerreros.

Niego a su ofrecimiento. La verdad es que no es un asunto que me interese más que lo justo. No considero que me corresponda a mí tratarlo. Aunque sí hay un par de detalles que prefiero comentar.

-Reconozco que mi mayor preocupación eran los yetis, aunque pueda parecer poco profesional -confieso, con una sonrisa suave-. Aunque me gustaría saber si este ataque aumentará la protección y vigilancia del palacio. Por fallido que haya sido, sigue habiendo sido un intento por atacar. Uno más hábil quizás habría podido llegar más lejos -. Hago una pausa antes de cambiar de tema-. Anteayer conocí a Lyam, el chrysos que defendió a la atacante flamma. Estuvimos hablando un rato, y acabó por referirse a lo mucho que hacía que no atacaban el palacio. Visto lo que ha pasado y su actitud, me pregunto si no estaría lanzándome alguna indirecta. No sé hasta qué punto está controlado, pero su actitud me parece ambigua y peligrosa, con su permiso.

Visto en retrospectiva, no me inspira demasiada confianza.

Escucho con atención sus palabras, dejando ir una suave sonrisa cuando menciona a los yetis. No seré yo quién la culpe por tener esas preocupaciones, es más, probablemente yo sea la persona menos indicada para reprenderla. A mí también me preocupaban los pobres animales, a fin de cuentas.

El asunto de la flamma y el chrysos es más... Complicado, y eso hace que adopte una expresión más seria. Sé que para Blues no sería complicado, que lo vería todo muy fácil, pero para mí sí lo es. Blues y yo somos muy diferentes: tenemos visiones que no suelen coincidir, a pesar de que seamos amigos. Por suerte para el chrysos. Debería estarme agradecido.

—No creo que estuviese lanzándote una indirecta —admito, pasados unos segundos, mirando a la flamma. Me permito tutearla. Ella puede hacerlo si quiere también, aunque, francamente, dudo que lo haga. Soy un príncipe, a fin de cuentas—. Aunque es cierto que tanto él y la flamma atacante se conocen desde hace mucho tiempo. Son íntimos amigos, si no estoy equivocado, o lo eran. Lo cierto es que no estoy seguro de su relación exacta, pero sí se que llevaban más de un año sin hablarse.

Yo no tendría por qué explicar estas cosas. El chrysos debería hacerlo. Pero de nuevo, yo no soy Blues. No quiero hacerle la vida imposible si no me da motivos para hacerlo.

—Digamos que el chrysos es alguien que se ha cambiado de bando. Al menos es así como yo lo considero. Lleva varios meses ayudándonos a mí y a Blues, dándonos información sobre la banda atacante. Gracias a él fuimos a investigar una antigua base donde antiguamente se reunían sus antiguos compañeros, y pronto iremos a investigar más.

Suspiro.

—Eso no quiere decir, claro, que confiemos plenamente en él. No lo hacemos, especialmente Blues, quien se encarga de vigilarlo. —Me acerco a uno de los yetis—. Sé que, además, ayer, tras el combate, tuvieron unas cuantas palabras, pero no sabría decirte cuáles exactamente. —Coloco una mano sobre la pata del yeti. No parece molestarle. Al momento, envío un hechizo curativo—. Yo estaba ocupado con los yetis, a fin de cuentas.

Cuando he terminado, retrocedo, volviéndome hacia ella. Mi semblante es tranquilo, amable.

—En cuanto a la flamma, nosotros también desconocemos qué la llevo a actuar de esa forma, pero visto el resultado, quizá podamos deducir que, simplemente, no quería pelear. —Ladeo la cabeza—. ¿Os atacó ella primero o fuisteis vosotros quiénes iniciasteis el combate?

Sé a ciencia cierta que si la flamma habla con Blues, recibirá otra versión. Pero no me preocupa.

Su respuesta me resulta estúpida, vacía. Y más, teniendo en cuenta la información que ofrece para explicar su posición. Quizá se esté dejando algún dato, pero si se ofrece a resolver dudas, no veo por qué se va a dedicar a mentirme. ¿O es esto algún doble juego? Íntimos que se defienden pero no hay posibilidades de engaño. Aquí hay algo que falla. No me gusta, pero mantengo el gesto amable, tranquilo, el inofensivo.

-¿Existen garantías de que no sea un espía doble? -pregunto, con voz casi inocente-. Podría estar aprovechando la confianza que le supone ofrecer información a Brontë para indagar más en el ejército e informar también a la organización, con datos más exactos. Por lo que he oído, a mis compañeros no les fue tan bien en Aqua como debería. Se dice que el problema fue que se les dio información inexacta.

También se dice que su identidad salió a la luz sin que fuera su voluntad y que se vio obligado a cambiar de bando por las circunstancias. En realidad, he oído rumores muy diversos. Por desgracia, se trata solo de rumores. Una guerrera de rango raso no va a recibir información confidencial, evidentemente, y no es alguien cercano.

Al menos acaba por confesar que está vigilado. Aunque, por sus palabras, no tengo muy claro si es cierto o lo dice por barrer unas cuantas preguntas engorrosas. La verdad es que no inspira mucha confianza la forma en que tratan este asunto, pero me gustaría mantenerme lo más alejada posible de él.

Pienso un momento cuando habla, pero acabo por negar.

-Siento decir que no tengo un recuerdo claro -confieso-. Fue una batalla caótica. No sabría decir quién hizo el primer movimiento.

Es posible que no fuera ella, aunque eso no quiere decir que no estuviera invadiendo el terreno del palacio, y de paso, destrozándolo con su avance. Tampoco puedo decir que no haya sido ella la que empezó. De verdad no lo recuerdo.

La miro, serio.

—La información inexacta fue culpa nuestra —admito—. Él desconocía que un grupo se dirigía a Aqua. —Miro al frente—. No trato de defenderlo, aunque lo parezca, pero si la misión de Aqua no salió tan bien como esperábamos, fue, simplemente, porque la guarda de Aqua se confundió en sus datos. No contaron con la presencia de los otros miembros, que fueron, por otro lado, los que acabaron siendo capturados.

Suspiros.
¿Un espía doble? La posibilidad está ahí, pero si realmente lo es, entonces es un espía doble bastante pésimo.

—Si es un espía doble, lo acabaremos descubriendo. Como ya digo, la líder piscis lo tiene vigilado. —La miro—. Es un hechizo sencillo, una especie de sello. Lo colocas y sabes dónde está esa persona en todo momento, también escuchas sus conversaciones sin problemas. De momento, creo que sirve como vigilancia, especialmente porque no queremos que sepa que lo vigilamos, ¿no crees?

Cuando responde a la pregunta de la flamma, acabo asintiendo.

—Entiendo. No te preocupes. —Le sonrío. Luego me acerco a uno de los yetis—. Fuese como fuese, era una enemiga, así que está donde le corresponde. Y tarde o temprano entenderemos su comportamiento.

Él dijo que desconocía que un grupo se dirigía a Aqua. No creo que si se dedica al espionaje se limite a lo que le dejen saber. Estando en el palacio y en contacto con la organización, no me parece difícil que descubra más de lo que de él se espera. Y la información inexacta, si entiendo bien, lo tenía a él como fuente.

Así que no queréis que sepa que lo vigiláis. En primer lugar, si es un espía doble es más que probable que cuente con la posibilidad. En segundo lugar, si a todo guerrero que se acerca a preguntarte se lo cuentas tan a la ligera, te aseguro que no tardará en enterarse de que lo vigilan. ¿Y si yo voy ahora y se lo cuento? Podría escribirle una nota y dejársela leer. Después solo tendría que quemarla. Él estaría informado y nadie me habría oído decírselo. ¿O también tenéis un ojo puesto en él? Como hagáis eso con todos, vais a acabar volviéndoos locos.

Me limito a asentir, en cualquier caso. He cumplido con mi parte, la defensa del palacio. Y, por lo que sé, no ha habido grandes heridas. Aunque Rick ha vuelto un tanto magullado, la verdad.

-De acuerdo, señor -respondo, con una inclinación de cabeza.

No puedo evitar volver la vista a los yetis. Son magníficos.

No sé yo si estará muy convencida o no, pero no voy a insistir. No tengo por qué hacerlo. No le debo nada, y por pena que me dé, no es mi problema. Yo ya he dicho lo que sé, y lo que opino. No voy a hacer más.

En cuanto noto su mirada en los yetis, sonrío.

—¿Quieres ayudarme? —Inquiero, mirándola, amable—. Básicamente ahora voy a curarles las heridas.

Cuando me propone ayudarle dejo ir una risa suave, dulce, y le dedico una sonrisa agradecida, avanzando un paso. No hago más, sin embargo.

-Lo cierto es que me encantaría -confieso, y por una vez, le soy totalmente sincera-. Pero no creo que mi ayuda sea demasiado útil. Mis habilidades curativas son bastante limitadas. Aunque me gustaría ver cómo lo hace, si me lo permite.

Me acerco un poco más, alzando una mano hacia uno de los yetis. Ya sé que su vista no es muy buena, pero prefiero que lo que distinga de mí no sea agresivo. En un gesto lento, voy acercando la mano para acariciarlo, si me lo permite. No voy a forzar nada. Sé cómo tratar estos asuntos.

Asiento.

—Por supuesto, quédate el tiempo que quieras —respondo, sonriendo—. Aunque los curaré con hechizos. Me resulta más cómodo.

De nuevo, me acerco a uno de los yetis, y rápidamente conjuro un Furuuchiade. La diferencia con el anterior es que esta vez pronuncio el nombre del conjuro en voz alta, para que ella escuche y sepa qué esto haciendo. Las heridas del yeti al que el flamma Kyoti le ha clavado las flechas van curándose con bastante rapidez, aunque la velocidad de curación se deba más a mi poder mágico que al hechizo en sí. Si fuese Lea quien lo hiciese, probablemente tardaría más.

—Los yetis permanecerán aquí durante un tiempo. Si quieres venir a verlos, eres bienvenida. Tienes mi permiso. —La miro—. Sé que te gustan los animales, y que en ningún momento les intentaste hacer daño.

Asiento. Contaba con que lo hiciera con magia. Svend Rybner tiene fama de ser un buen mago, y aunque no dejen de ser descomunales, ocuparse de esto con magia parece bastante más sencillo que hacerlo manualmente. Aunque supongo que la magia siempre tiende a dar esa sensación de sencillez.

No conozco los hechizos que utiliza, y por la velocidad a la que actúan, no creo que estén a mi alcance. De todas formas, observo y escucho, asimilando lo que hace.

Niego con suavidad a su invitación. Creo que los exhibe demasiado, por informado que esté sobre mí.

-No quiero molestarlos. Ya los han molestado bastante -apunto, suave.

No tardo mucho en aplicarle el hechizo a los yetis. El manco es el que dejo para el final, principalmente porque no tengo claro qué hacer con él. Lo acaricio con cuidado, mirando, de reojo, el muñón que tiene. Me resulta imposible injertarle la mano de nuevo, por mucha magia que tenga. Suspiro. Supongo que habrá que pensar otra cosa. De momento, tiene la herida cerrada y no hay posibilidad de que gangrene.

—Por suerte, salvo este, no han sufrido grandes heridas —digo, mirando a la flamma—. Y me he cuidado de que no tengan grandes secuelas por culpa de la magia negra, que no les afecte de ahora en adelante. Pero —Suspiro— me preocupa que les estén haciendo lo mismo a los que estén en el glaciar nevus.

Siento que un escalofrío me recorre al oírlo. Lo que dice trae dos problemas cíclicos. El primero, el propio daño a los yetis. El segundo, las dificultades que suponga su control si vamos a intentar dejarlos en libertad. No sé qué haría si tuviera que enfrentarme en Nevus a quien los esté controlando. Porque el líder parece convencido de que hay más, y no dudo que tenga razón.

-Supongo que investigar en estos la forma de contrarrestar la magia negra será una gran ayuda para proteger a los que estén allí.

Es todo lo que se me ocurre aportar. E implica una investigación de la que me encantaría liberar a estos pobres animales. Siento cómo mi falta de poder me deja completamente fuera de lugar. Es una falta de control de lo más desagradable.

Al menos, hay seis que están protegidos, aunque no estén donde deben. Espero que puedan volver pronto, a pesar de las crecientes dificultades.

Asiento.

—El problema es que tal vez para cuando lleguemos ya estén siendo controlados. —La miro—. Sería una lástima.

La magia negra nunca está bien usarla. Debería estar prohibida. En cuando Blues decida que podemos interrogar a las prisioneras, yo mismo preguntaré por esto. Cómo y por qué lo han hecho, cómo han descubierto el hechizo. No todo el mundo tiene acceso a esa clase de magia. Es magia negra por algo, a fin de cuentas.

Me acerco a la muchacha.

—Por el momento, ya está. El hechizo les ayudará. —Ladeo la cabeza, y rozo un segundo su brazo, haciendo que note un leve chispazo—. Creo que tu nivel mágico no es excesivamente bueno, pero si practicas, podrías llegar a aprender hechizos como este. Búscame si estás interesada. Buenas noches.

No digo mucho más y al momento desaparezco.

*se desvanece*

A lo que me refiero es precisamente a aprender a contrarrestar el hechizo que los controla cuando los estén usando contra nosotros. A liberarlos. Pero, tal y como habla, imagino que no es algo tan sencillo como lo es decirlo.

No me inspira ninguna confianza su gesto. ¿A qué ha venido eso? ¿De verdad es necesario? ¿Es algo así como un intento de demostración de poder? No necesito experimentar su magia para saber que es más poderosa que la mía, igual que no necesito que me lo diga. Me parece algo evidente por sí solo.

Mis pensamientos al respecto se van acallando a medida que siento cómo me invade una extraña sensación de poder. No sé qué ha hecho exactamente, pero es como si me hubiera insuflado energías. Una parte de mí, curiosamente, parece tener muy claro qué es lo que tengo que hacer.

Acabo por asentir.

-Reconozco que estoy más centrada en la lucha con armas -respondo-. Pero no por ello rechazo la magia. Haré cuanto esté en mi mano, señor. Gracias.

Una vez se ha ido, dejando allí a los animales, me tomo la libertad de acercarme a ellos, uno por uno. Parece evidente que no me harán daño. Me permito algunas palabras dulces, unas cuantas caricias y algunos comentarios. Vilo está tan asombrado como ayer, y no sabe muy bien cómo actuar. Finalmente, decido dejarlos tranquilos. Es más que probable que necesiten descansar, e imagino que lo harán mejor sin mí vigilándolos.

Acabo por alejarme y seguir con Vilo mi paseo nocturno, de nuevo practicando movimientos con la espada. Me alejo de la zona con movimientos técnicos simples, pendiente de Vilo. De todas formas, voy encaminando el paseo hacia el palacio.

*Se van*

Me aparezco en el claro del bosque justo al lado de los yetis y al momento pronuncio un hechizo para cubrirlos de la lluvia. No sé muy bien qué opinión tienen los yetis de la lluvia, pero a mí no me gustaría mojarme porque no tengo donde esconderme, y ellos ahora mismo no solo están en un lugar al que no pertenecen, sino que no pueden moverse, y como eso es parcialmente culpa mía (no quiero que causen muchos destrozos, así que los tengo de alguna forma cercados con un indoloro hechizo que impiden que se acerquen mucho a Palacio), decido que lo mínimo que puedo hacer es protegerlos del agua. Si quieren mojarse, no obstante, siempre podrán hacerlo, pues lo único que he hecho es cubrir una zona con una especie de manto invisible sobre el que el agua rebota.

Suspiro. Pronto yo mismo viajaré al glaciar para devolverlos a su lugar de origen, aunque antes me gustaría saber cómo es la situación en el lugar. Quizá si los devuelvo ahora, lo único que consiga sea que vuelvan a utilizarlos, y eso es lo último que quiero.

Camino acariciando a los animales, que se muestran tan inofensivos como siempre. Blues sigue en el interrogatorio, así que ahora mismo no tengo mucho que hacer. Llevo conmigo el prototipo del comunicador en el que estoy trabajando, aunque ahora mismo no pueda darle ningún uso. Pero temo perderlo porque es extremadamente pequeño, así que lleva ya varios días pegado a mi oreja.

*se queda*

Thor se me ha escapado en medio del paseo. Nota mental: no vayas con él suelto por el bosque, es peligroso. Aunque tampoco lo voy a atar como si fuese un animal. Que, bueno, es un animal. Pero no es como si fuese mi perro, o así...

-¡Thor, vuelve!

Ni que me entendiese.
No tardo en ver la primera mole, a medida que avanzo. Así que están por aquí los macacos. Algo de eso había oído. Imagino que, entonces, eso lo habrá traído hasta aquí.

Busco a Thor con la mirada y lo encuentro al lado de un tipo que...
Oh, mierda. Thor, fuera, joder. Ven. Thor...

-Disculpe, señor... Se me ha escapado -comento, mirando al líder, sin acercarme demasiado, alternando los vistazos entre él y el escamoso impertinente.

Que este es de los importantes importantes, ¿no?

FdR- Que creo que no conozco a Svend XD (Solo con Naggy)

Sé que el animal se está acercando antes de que llegue hasta el propio claro del bosque, así que no me sorprende cuando me giro y lo encuentro.

—Buenas noches, pequeño —saludo, acercando una mano al animal, pero sin llegar a tocarlo: espero su reacción antes de hacer algo, no vaya a ser que se moleste.

La dueña no tarda mucho en llegar. No he hablado nunca con ella, pero evidentemente sé quién es. Le sonrío.

—No se preocupe. No me molesta.

Thor parece no entender eso de lo que son las clases y los rangos, porque se acerca al señor líder príncipe sin reparo. Parece que espere que se saque una sardina del bolsillo, o algo así...

"No se preocupe". Uf, qué escalofrío... Suena como raro... Yo de usted. Qué...
En fin...

-Diría que no es muy obediente, pero no sé bien cómo arreglarlo -confieso-. No tengo claro que sea un animal muy domesticable, pero hago lo que puedo...-. Dedico entonces un vistazo a los monos, algo... impresionada porque a ver... Es el príncipe-. Son los que atacaron el otro día, ¿no? ¿No resultan peligrosos aquí, tan cerca? -señalo, manteniendo aún la distancia.

Va, Thor... Ven.

Al ver que el animal se acerca, me acuclillo y acerco de nuevo un mano hacia él, buscando acariciar su cabeza, sonriendo, tranquilo. Qué criatura más simpática.

—Si os conocéis desde hace poco, es normal que todavía no atienda a sus órdenes, ¿no? —digo, mirando, aún acuclillado, a la caeruleus, esbozando una nueva sonrisa—. Y mientras no ataque a nadie, supongo que no resultará un problema.

Aunque no parece muy agresivo: solo simpático. Y, además, ni siquiera parece tan mayor.

—Los yetis siempre son inofensivos, a no ser que se sientan amenazados —respondo, volviendo a mirarla—. O a que estén controlados por magia, como fue el caso de estos pequeños. Puede acercarse, no se preocupe: no le hará nada.

Como mucho, la buscarán con la mirada.

La verdad, hay que admitirlo, estoy algo cortada. Y Thor tranquilo. No es por mal, pero...

-Ah, bueno... Hace apenas una semana. Si creo que lo raro es que me siga con tanta calma. Aunque me he informado y parece que no es tan raro que sean así si no se sienten amenazados.

¿Qué le estoy contando aquí? Si sabrá él más que yo... Pero... A ver...
Miro entonces los ¿yetis? con curiosidad. Dirá lo que quiera, pero son grandes de cojones. Aunque es cierto que ahora parecen estar bastante tranquilos.
Termino por acercarme, algo insegura, sin dejar de mirarlos de reojo. Con una de esas manos me quedaría como la hoja de un libro.

-¿Cómo se controla una cosa tan grande con magia negra? Si parece que se te puedan comer sin querer. Seguro que han llegado a matar a alguien por sentarse sin mirar...

Le sonrío de nuevo.

—Entonces debería darse un tiempo antes de sacar conclusiones, ¿no cree?

Ensancho la sonrisa, y de nuevo, acaricio al animal. Es de lo más simpático. Ojalá tuviese yo uno, pero no puedo permitirmelo. O sea, monetariamente sí puedo, claro que puedo, por favor, cómo no voy a poder, por favor, soy príncipe, pero ahora mismo tengo cosas que me quitarían tiempo y no podría dedicarme a un animal así tanto como me gustaría.

Me yergo finalmente, volviéndome hacia la caeruleus cuando esta se acerca.

—Siendo muy buen mago, sin duda —respondo, serio—. O al menos, teniendo un gran dominio sobre ese tipo de magia. —Apoyo una mano en uno de los yetis—. Para su desgracia, no son animales violentos y se mueven con bastante lentitud. Si uno es rápido, buen mago y no representa una amenaza en un primer momento, no es difícil hechizarlos.

Asiento. No le voy a quitar la razón en eso, claro...
Por su parte, no parece molesto por Thor. Pues qué alivio, porque el escamoso parece más interesado en él y los yetis que en su querida protectora. Ya veo lo rápido que se cambian las chaquetas, o las pieles.

-Joder-. Me muerdo la lengua. Algo tarde-. Pues pobres, ¿no? ¿Eso quiere decir que aquellas mujeres se hicieron sus amigas para luego utilizarlos?-. Reviso a los animales con algo más de interés. Uno no tiene una mano, cortesía de Cierzo-. ¿Y hay comida suficiente para ellos por aquí? Tienen que tragar como...

Parezco tonta, hoy. Lo que digo no me interesa ni a mí misma, joder... Es como que una se aturulla con ciertas cosas...

fdr- Es el príncipe, por dioh!

Asiento.

—No estoy seguro del todo, pero imagino que sí.

Suspiro. Pobres criaturas. Si es que no se lo merecen. Y aún encima, pocos fueron los guerreros que se dieron cuenta de que ellos no eran los culpables. Aunque no culpo a los guerreros: es normal que no lo supieran. Pero aun así los yetis me dan pena.

—En cuanto a la comida, yo mismo me encargo de alimentarlos, así que no se preocupe: tienen todo cuanto pueden desear. —La miro de reojo—. ¿No se ha dado cuenta que cerca de ellos no llueve? —añado, sonriendo enigmáticamente.

Si es que soy un príncipe encantador.

Tuerzo el gesto, mirando a los macacos. Dicho así parecen unas víctimas... Aunque la víctima fui yo, que no les había hecho nada y ya estaba sufriendo el peso de sus brazos. No tengo muy claro cómo pude sobrevivir a algo como aquello, pero no he hecho ningún propósito de estos que se hacen cuando vuelves a nacer...
Es que ya he vuelto a nacer un par de veces desde que estoy aquí y no es plan...

-En ese caso me da algo de palo haberles atacado. Aunque no sé si yo les haría mucho...-. Pero Cierzo...-. ¿No hay una forma de saber esas cosas de control mental? Para la próxima...

Dice lo de que no llueve y frunzo el ceño, fijando más la vista. ¡Pues es cierto! Termino por acercarme un poco, ya que es tan majo, a taparme también de la lluvia. Si va a ser que por eso vino Thor, ¿no?

-Qué suerte entonces. Es como un paraguas mágico. Yo me mojo y luego me baño, que es otra opción-. No le cuentes tu vida, Fifi. No le importa-. Soy Frikka Njorthrbiartr, por cierto. Que no he sido muy educada -comento.