Taberna.

Me reúno con él en la habitación.- Míralo.- Digo poniéndolo delante de sus narices.- Lyo, dile hola a papá.- Lo agito delante de su cara.
El niño ríe.
-Bueno, supongo que ahora toca esperar un poco...- Le comento, apartando el crío y sentándolo en la cama, para luego darle un cacho de manzana para que chupe y muerda.

-¿Qué tal en la Posada?- Pregunto dejando caer los hombros. No quiero mencionarle nada de Blues Splash por el momento. -¿Estás bien? En serio, siento mucho todo lo que te ha pasado.- Quiero decirle que lo siento por Cora también, pero no quiero meter el dedo en la herida.

Kane, recostado en una silla, observaba al niño con cierto desinterés, incluso con cierto desdén, por lo visto indiferente a su muecas y a la insistencia de su madre. De todas formas, aún mantuvo la mirada fija en el crío un momento más cuando Bocanegra lo dejó en la cama.

-¿Y estás seguro de que tiene algo que ver conmigo? -replicó, con voz burlona-. No reconozco esas orejas. Deberías llevar mejor la cuenta de con quién te metes en la cama, capitana.

Acabó por soltar un suspiro, rascándose la barba con cansancio. El niño le recordaba vagamente a Cora. Pero eso no era un dato relevante, a su parecer.

-No tienen un ron maravilloso, que se diga -respondió, con voz rasposa-. Aunque tampoco estoy en situación de rechazar una botella.

La miró fijamente, con cierto aire molesto.

-Preocúpate de que no nos encierren y deja estar lo que me ha pasado -replicó-. ¿Tienes algo más que hacer o podemos irnos? Como no vuelva a los negocios acabaré peor que un mecña callejero.

-Esas orejas son las de mi madre.- Le digo con los ojos entornados y los labios apretados.- Y son unas orejas preciosas.- Me agarro las mías propias con algo de recelo.- Me... gustan.- Acabo por decir.

-Con un zarrapastroso.- Le espeto sin dudarlo ni un segundo, empujándolo hacia atrás en la cama.

Chasqueo la lengua cuando menciona el ron.- Que no bebas.- Le ordeno.- ¿Qué demonios tengo que hacer para que no lo hagas?- Cojo al niño en el regazo y le doy un beso en la cocorota.- Un amigo... Rick Dehnel... se ha ofrecido a darnos dinero para el crío. Fue el que lo estuvo cuidando mientras estuve buscándote... Es un noble ignita. Tiene dinero y bueno, le he dicho que aceptaría el dinero para Lyo. Pero por ahora no lo necesita, ¿no? Nos apañamos bien. Podemos... puedo darte parte del dinero que me reporte con una condición.- Hablo extremadamente seria. Me siento muy mal haciéndole esto a Rick.

En cuanto pregunta qué va a pasar ahora, respondo de inmediato.- Tengo que volver a Palacio. Con suerte irán a la Isla.- Explico.- Y si van yo debo ir. Mientras tú te quedarás por el pueblo. Ni te acerques a Brontë a husmear ni hables con nadie raro ni nada.- Le ordeno.- Además: tendrás que quedarte con el crío.- Acabo.

Kane la miró de reojo, aún con cierto aire burlón.

-Ah, osea que encima sale afeminado, ¿ah? -replicó, aún con cierto desprecio en la voz-. Una joya, por lo que veo. Aunque tú estarás contenta con ello -. Había cierto amargor en aquella última frase que revelaba que no estaba pensando exactamente en la piscis.

Dejó ir una carcajada mordaz.

-No vengas con aires, Bocanegra -respondió con sorna-. Entonces tú estabas a mi altura. Lo que me pregunto es cómo has podido cambiar tanto. Y creértelo tan rápido.

Ante la perspectiva del dinero, no llegó a replicar respecto a la bebida. Se limitó a escuchar, en silencio. No era algo que pudiera rechazar así como así, pero no acababa de estar muy contento con todo aquel asunto.

-Veo que te lo has tomado en serio -comentó, con voz venenosa-. La suerte será si vuelves con vida. No creas que son cuatro parásitos -. Hizo una pausa-. Y, si das con el cadáver... entiérralo allí -. Desvió la vista-. Es lo mejor para ella.

Miró un momento más al crío. Luego se levantó y se acercó a él con desconfianza. Llegó a esbozar una mueca sombría, buscando provocarlo.

-Puedo evitar hacer todo eso que me has dicho, pero... ¿Estás segura de que quieres que me quede con esta pescadilla? -inquirió, malicioso.

Giro la cabeza, con tensión.- ¿Qué quieres decir?- No he entendido su reproche. Sin embargo, no le dio mayor importancia.

Cuando rió con aquel tono, me pongo en pie.- El pasado pasado queda.- Le digo sin más.- Es cierto que he cambiado, aunque lo he hecho menos de lo que os parece al resto del universo. Yo sigo siendo yo. Pero sin estar drogada todo el día.- Me defiendo, siendo acusativa al mismo tiempo.

No dijo nada respecto al dinero.- Me lo tomaré como un sí. Pero debes cumplir con tu parte del trato: no bebas. Y menos delante del crío.- Le explico.- Si lo haces, el dinero será tuyo. Al menos una parte.

-No soy tan débil como tú te crees.- Me defiendo.- Eso sí, no podré ir con vestido, eso desde luego.- Río, algo más relajada.
Cuando hace referencia a Cora, alzo la mano (como hice con anterioridad con Blues) para darle una leche. Sin embargo no lo hago. Lyo me mira con confusión en silencio. No pienso pegar a nadie delante de él.- Ya le puedes dar las gracias al enano.- Le digo con desprecio. No voy a permitir que hable de Cora tan a la ligera. No está muerta. Yo sé que no lo está.


FDR: Cora es Marco 2.0

Le agarro la quijada con fuerza.- Más te vale cuidarlo bien.- Le amenazo con una sonrisa.- Porque por mucho que huyas, daré contigo de nuevo y esa vez no seré tan benevolente. ¿Lo pillas?- Comento alzando una ceja.- Báñalo todos los días, pero no te distraigas o se ahogará. Dale de comer todos los días, pero no mucho o se pondrá malo de la barriga y tápalo bien por las noches o se pondrá malo. - Hago una pausa.- Y todo eso es extensible a ti. Puerco.- Le digo intentando ocultar una sonrisa que se me quiere escapar.
Lyo le salta encima.

Estoy nerviosa. Por esto. Por todo.

Kane volvió a dirigir una mirada al crío, evidentemente poco convencido. Acabó por poner los ojos en blanco, con un suspiro exasperado. Desde luego, su destino era cuidar críos.

-Bien, la sardina se queda conmigo -gruñó-. Pero si pretendes que tenga alguna forma de cuidarlo, necesitaré ese dinero -. Llegó a esbozar una mueca maligna-. Eso lo dices porque no sabes lo bien que duermen con un poco de alcohol en sangre.

La miró de arriba a abajo cruzado de brazos. Entornó los ojos, con evidente desdén.

-Desde luego, impones bastante menos que en pantalones -murmuró entre dientes, despectivo.

Alzó una mano hacia ella al ver la suya, agarrándola por la muñeca. Se le acercó, con gesto sombrío y ceño.

-Ten cuidado con las libertades que te tomas, Bocanegra -siseó, muy cerca de su cara-. Podrías acabar peor parada de lo que crees.

Acabó por soltarla, alejándose de nuevo, cruzado de brazos y con la espalda y un pie apoyados en la pared. La observó largamente, dejándola hacer, aunque sin inmutarse lo más mínimo ante sus amenazas.

-No me des lecciones, capitana -se quejó, ya harto de tanta orden-. He cuidado un crío más años que tú, y el resultado fue un diamante, así que no intentes enseñarme cómo se hace.

Apartándola, cogió al crío y lo tumbó contra la cama, sujetándole el torso con una mano para impedir que se levantara. Luego se echó sobre él, con aire amenazante.

-Empezaremos por aprender quién dirige la tripulación, ¿verdad, hueva de partón? -gruñó-. Y por darle dinero al capitán.

El crío se quedó muy quieto un momento, llegando a hacer amago de ir a llorar, pero acabó por alzar una mano y tirarle del pelo. Luego se revolvió.

-¡Eo!

Kane se incorporó de nuevo, soltándose de su agarre y dejándolo incorporarse.

-Ya aprenderás, intento de almeja -gruñó.

- Lo tendrás.- Me tenso al escuchar aquella atrocidad.-...- Me quedo callada.- Ni se te.. ocurra.- Si pudiese verse, la ira me rodearía con un sin fin de llamas a mi alrededor. - Kane...- Le amenazo con el puño.



Pestañeo un par de veces y dejo atrás aquel ataque de ira asesina cuando me dice lo de los pantalones. Le veo con los ojos bien grandes.- Creí que te gustarían las faldas.- Ahora me siento algo ridícula.- Bueno, la verdad es que quise... cambiar un poco de aires.- Le explico.- Por eso cambié un poco mi ropa. Aunque los vestidos son realmente incómodos...- Me quejo.


Quiero reprocharle muchas cosas en cuanto a la educación de Cora... pero ni me atrevo. Es sólo una cría.



Veo con terror lo que le hace a Lyo, pero al ver cómo le tira del pelo acabo por llevarme una mano a la boca para intentar ocultar una risa que quiere salir a borbotones. Espero que mientras esté entretenido con el crío se olvide un poco de la botella.

Me acerco a ambos y les agarro las cabezas.- Bueno, esta noche me quedaré aquí.- hago una pausa.- Pero mañana por la mañana me iré a Brontë de nuevo. No sé cuando volveré, pero dad por seguro que lo haré.- Le doy un beso a mi pequeño en la nariz y luego le pongo la mejilla a Kane mientras le veo de reojo con una ceja alzada.

Kane se limitó a dedicarle una mirada escéptica, sin llegar a decir nada. Al fin y al cabo, lo importante de la ropa que llevara una mujer era quitársela, así que, sinceramente, le daban bastante igual los detalles.

-Pues tú has creado el problema y tú tienes la solución -se limitó a decir, bastante indiferente.

Rotó los ojos, algo aburrido de tanta planificación y, en general, de tanta cháchara. Cuando la mujer le puso la mejilla ante la cara la miró, alzando ambas cejas, completamente escéptico. Ante la insistencia del gesto, acabó por tomarle ambas mejillas con una mano y girarle la cara hacia él, lamiéndole ampliamente los labios antes de besarla. Luego se levantó.

-Voy a despejarme un poco en lo que duermes a esa sanguijuela -indicó, más que dispuesto a escabullirse-. No te retrases mucho, no sea que cuando vuelvas se haya vuelto alcohólico.

Se dirigió a las escaleras, más que dispuesto a hacerse con un buen vaso de ron.

*Fin de escena*

Lo había estado pensando, pero al final había decidido que no valía la pena echarse atrás por el tiempo. Sabía dónde encontrar cierta juerga, incluso en un día como aquel. Ya empezaba a conocer los ambientes del pueblo. Y, de hecho, aunque aún era algo temprano ya empezaba a haber personal en la taberna cuando yo llegué.

Me quité la capucha, dejando las trenzas grises a la vista, así como la marca de la cara y cualquier otro rasgo que pudiera ser llamativo. Porque sabía que era llamativa. Todos los de Brontë lo éramos, en mayor o menor medida. Sabía que era exótica. Y, a aquellas alturas, empezaba a verle sus ventajas. Podía utilizarlo a mi gusto.

Con seguridad, me acerqué a la barra a pedir. Pronto tenía mi copa servida, y tras pagarla, me acomodé en una mesa. Escogí una pequeña pero bien situada. No muy lejos de la puerta, pero tampoco tan cerca que resultase molesto al abrirse y cerrarse. No muy apartada, pero tampoco tan céntrica que resultase un engorro para la gente que se moviera por el lugar. Y, mientras bebía con calma, esperé.

No tenía por qué resultarme problemático o imponerme. Me había enfrentado a cosas mucho peores. Tenía mis armas y podía usarlas. Así que, sencillamente, me dediqué a esperar a que alguien llamara mi atención, o a que yo llamara la atención de alguien. Sabía que, a medida que pasara el tiempo, tendría una idea aproximada de cómo actuar, y encontraría un objetivo de interés. Después, solo tenía que proceder. Con naturalidad.

*Fin de escena*