Mercado.

Sonreí al escuchar las palabras de Gerald, pero no respondí. Para saber cómo era borracha, cómo de roja se me ponían las mejillas al beber, tendría que verlo con sus propios ojos. No obstante, sí asentí cuando me dijo que no le importaría volver. Sería divertido.

Ambos fuimos a la zona de baile, mezclándonos con los extraños, uniéndonos a su baile. La música era alegre, animada, y por algún motivo hacía que pensase en los tradicionales bailes de pueblos más que en cosas más propias de las ciudades, bailes mucho más aburridos pero con más técnica y movimientos que te dejaban boquiabirto que el que bailábamos ahora. Gerald y yo saltamos, nos acercábamos y separábamos al compás de la música, entrelazando nuestros brazos, adentrándonos en el círculo que ya habían formado antes los extraños, haciéndonos un hueco entre ellos. Mientras bailaba sonreía y reía, divertida, contenta, y para cuando nos retiramos entre jadeos agradecí enormemente que Gerald hubiese pedido otra ronda.

Di un buen trago al vino, sedienta.

—Tú acabarás conmigo, en todo caso —respondí, respirando con fuerza, casi jadeando.

Negué.

—Si yo sólo te seguía el paso...

Era cierto. El que había dirigido el baile en todo momento había sido él; yo me había limitado a imitar sus movimientos y a adaptarme a ellos. El trono era suyo.

Aprovechando que la gente se había dispersado, tomé asiento en uno de los taburetes. Gerald decidió quedarse de pie. Me pregunté por qué optaba por no sentarse, si se suponía que debía estar cansado tras el baile. Al menos si era cierto que "iba a acabar con él".

—Hago lo que puedo —respondí. Le di un nuevo sorbo al vino. Me gustaba; sabía bien, ni muy dulzón ni excesivamente amargo.

Me sonrojé débilmente cuando Gerald mencionó que me sentaba mejor la risa que la cara de tirando. Por suerte, ya estaba roja por el baile, así que esperaba que no lo notase.

—Gracias... —murmuré, algo tímida. Luego añadí—. Por suerte no suelo tener cara de tirando.

Sonreí.

Al llegar al pueblo de paso no puedo reprimir la mueca. No he estado antes, pero no hace falta ser un genio para ver la desmejora. Está bastante peor que Brontë, la verdad. Y además, por ser el mercado, está todo lleno de palos y escombros... Creo que las dos astillas de la capilla no van a ser las últimas, aunque reparar un mercado me parece, francamente, mucho más útil. Luego a ver si cuando venga por aquí alguien me regala una pera o algo así. Me doy por satisfecha, no obstante, con un "gracias, su excelencia Njorthbiartr", o algo por el estilo.

Recoger escombros es un rollo, aunque nos han cedido unas carretillas muy majas con las que despejar la zona es mucho más fácil. Al menos no hay que arrastrar las cosas demasiado lejos.
Vamos por zonas, trabajando todos juntos, y así cuando una está limpia otros pueden empezar a ir montando puestos. Supongo que querrán ponerlo en marcha pronto, que la gente sigue necesitando cosas aunque el mundo vaya mal. Me dedico, mientras, a preguntar qué tal las cosas durante la tormenta y tal, y a contar yo misma cosas de Brontë, que ya que estoy quiero saber en qué terreno me muevo.
Hay un par por aquí que a Gerry le entrarían por el ojo. Y él a ellas por abajo, sin duda, el muy cabrón.

Por la noche se nota que hay poca gente. Los chrysos son así, al fin y al cabo, así que tengo que currar el doble para hacerme notar, y que no se crean que soy una cría vaga de esas tocahuevos.

Me espera una larga noche, pero no voy a desfallecer. Si mi madre me viese se caía de culo de la impresión, sin duda. Cuando les haga una visita no me van a reconocer.
Y, bueno... Hoy voy a dormir como un tronco, eso sí.

*se quedará currando hasta las 4/5 de la mañana y luego para Brontë*

FdR- El primer día que escribo de memoria el apellido de Frikka sin confundirme y sin chuleta...

La zona del mercado había avanzado rápido. Seguía habiendo destrozos, pero aquello ya no me correspondía tanto. Yo no sabía bien cómo hacer escaleras. Sin embargo, eché un fuerte par de manos a los chrysos para quitar los últimos escumbros. Trabajaban bien para tener ojos opacos como aquellos, y eran bastante agradecidos. De nuevo, aquellas dos chicas vinieron a traer algo a la hora de comer, así como agua o más limonada de vez en cuando. En un breve descanso que tuvimos vinieron a hablar conmigo, y a hacerme preguntas sobre Brontë, muy simpáticas y amables.

-Hay muchos guerreros y guerreras poderosos -expliqué, sacando pecho, sonriente-. Por supuesto, no todos ellos llegan a la fuerza de Rick Dehnel, pero ninguno permitiría que los inocentes corriesen peligro a su lado.

Estuvieron charlando un buen rato conmigo. Finalmente se presentaron, tímidas: Ritta y Amiel. Al parecer habían pasado mucho miedo durante la tormenta. Era normal que la gente del pueblo hubiese estado asustada. Solo de pasarla en los establos, siendo un fuerte guerrero, había estado muy inseguro el último día.

Tras el descanso, seguimos apartando cosas, y luego ayudé a montar algunos de los puestos, transportando materiales, herramientas y mercancías de un lado a otro, silbando tranquilo y charlando con los demás hombres y mujeres que trabajaban.
Aquel día, sin embargo, me fui antes de que empezase a anochecer.

-Lo siento -dije, disculpándome, con una ancha sonrisa, sudoroso-. También me necesitan mis compañeros. Pero estoy seguro de que pronto vendrá alguien a sustituirme.

Me contaron que ya había pasado algún guerrero, lo que me hizo sacar pecho orgulloso. Luego, tras despedirme, animado, puse rumbo a Brontë. Mientras empezaba a caminar, me encontré estornudando. Sonreí, retomando mi marcha, frotándome la nariz.
¿Habría alguien hablando de mí? Mucha gente orgullosa, por supuesto, y seguro que alguna damisela encandilada.

*se va*

Llevo toda la noche ayudando a arreglar esto. Según me han dicho, hoy mismo estuvo por aquí, entre otras personas, un tal Rick. Mira qué casualidad. No tenía ni idea de quién era, pero hoy ya he escuchado hablar de él dos veces. Toda una personalidad, por lo que parece. Pero no me voy a quedar atrás en eso de mover el culo.

Cuando ya pasan de las cuatro estoy algo hartita. Además, el ambiente nocturno es un poco mierdas, por aquí. Así que decido que va siendo hora de ir volviendo a casa. Me ofrecen una cerveza y la rechazo, asqueada.

Tras unos últimos detalles, ayudo a recoger algunas herramientas y pongo rumbo a Brontë. Sé que es temprano... Pero no puedo con el puto culo. Ya estuve media tarde cavando en el prado, al fin y al cabo.

*se va*

Resultó que el mercado no estaba mucho más allá. El pueblo, en conjunto, era bastante pequeño. Seguimos una calle un poco más ancha que aquellas en las que nos habíamos internado y, poco después, estábamos en la zona.

Había mucha actividad por allí, y parecía que nadie descansaba. Algunos intentaban montar puestos, mientras que otros trataban de organizar la mercancía. Alehyss y yo nos dirigimos al centro, donde un grupo reducido parecía dirigir el proceso, que a simple vista parecía tan caótico. Una vez allí, preguntamos qué hacer.

Tras dudar un momento y hablar entre sí, los hombres nos encargaron dirigirnos a un puesto donde, al parecer, una viuda trabajaba sola. Su puesto, pequeño, no tenía ayudantes, y el resto de comerciantes estaban muy ocupados encargándose de otros puestos más grandes.

Alehyss y yo nos dirigimos junto a la mujer, que colocaba los postes de un humilde tenderete. Parecía encantada de recibir ayuda.

Tras librarnos de Dehnel, que no ha estado tan desagradable como esperaba, para gusto de todos, nos dirigimos al mercado, guiadas por lo que necesiten. El puesto al que nos mandan es solitario, y ello me alivia; no me gustan los grandes tumultos ni trabajar con mucha gente. En el caso de Massen, hago una excepción, pero es por motivos personales.

La mujer nos cede, enseguida, algunos materiales, indicándonos cómo debemos hacer para montar la parte superior del puesto, con lo que tendremos entretenimiento para rato. Y sigo prefiriendo esto a cargar rocas, sin duda.

-¿Me pasas el martillo? -pido, a Massen, seria, indicando con un gesto de barbilla la caja de herramientas que tiene detrás.

No estoy de mal humor, pero admito que el encuentro con Dehnel no ha sido, precisamente, algo que me haya animado mucho. Ahora estoy, más que nada, concentrada.

Pronto nos pusimos manos a la obra. Nunca había montado un puesto, y apenas tenía recuerdos claros de un día de mercado, así que me limité a seguir las instrucciones lo mejor que pude. Alehyss parecía un poco callada, y me pregunté si tendría que ver con lo de antes.

Le alcancé el martillo y miré alrededor. Quizá nos vendría bien tener más herramientas, pero no parecía fácil conseguirlas. Sostuve el toldo mientras ella lo clavaba. Observé un momento el mercado, abarrotado.

-¿Está bien así? -pregunté a Alehyss, refiriéndome al toldo.

Comienzo a clavar en silencio, concentrada, atenta a mi trabajo, aunque consciente del ruido que nos envuelve, de la gente que se aleja o se acerca, de las miradas... No vuelvo en mí por completo, sin embargo, hasta que Massen pide mi aprobación para su trabajo. Presto atención entonces a lo que hace y termino por asentir, esbozando una leve sonrisa.

-Procura tensar un poco más la zona en la que clavo para que no queden arrugas -sugiero, indicando con un gesto una zona que está un poco menos estirada que el resto.

Continúo clavando, con la misma concentración. Recuerdo la última vez que estuve en el pueblo... No es algo en lo que me apetezca pensar ahora, ciertamente.

-¿Habías venido antes? -. Miro a Massen, esperando poder generar una conversación que me distraiga.

Volví la mirada al toldo, a la zona donde ella señalaba.

-Ah, sí -asentí, atenta. Alcé la mano, estirándome, y tomé el toldo por esa zona, desde más cerca, tratando de no entorpecer su trabajo. Tiré un poco, manteniéndolo sujeto y lo más tenso que podía-. ¿Así mejor?

De nuevo volví la vista a la plaza. Con el paso del tiempo, se había vaciado un poco. Ya había unos cuantos puestos montados y funcionando.

Negué con la cabeza. Volví a mirar el toldo, asegurándome de que no se hubiera vuelto a arrugar, y le pasé a Alehyss un nuevo clavo.

-Estuve cuando llegué a Brontë. Pasé por aquí -expliqué-. Pero no he vuelto más que de pasada. ¿Tú vienes mucho?

Asiento, conforme con su trabajo. Es una chica aplicada. Luego seguimos trabajando un rato más en silencio, y tras mi pregunta, obediente, responde. No es extraño, por supuesto, que haya estado en el pueblo, que está muy cerca de Brontë. A veces, cuando no hay nada mejor que hacer, es un buen sitio al que venir a cambiar de aire. Por otra parte...

Me encojo de hombros, alzando la vista un segundo, tomando el clavo y manteniéndome inmóvil, sin seguir trabajando durante un instante.

-Últimamente no he tenido ocasión, como comprenderás -murmuro-. Solía reunirme aquí con unos amigos.

Esbozo una sonrisa algo tensa, como una burla a mí misma, y luego prosigo.
todo estará mejor pronto. No pasa nada.

La escuché en silencio, un tanto sorprendida. No me imaginaba a Alehyss reuniéndose con amigos en el pueblo, pero ¿por qué no? Lo que no sabía era de quién hablaba.

-Amigos... ¿de Brontë? -pregunté, ni siquiera segura de ese detalle. Tal vez hablara de Lyam, de Gerald... Aunque me extrañaba que, si así era, no hubiera dado nombres.

Seguimos trabajando un poco más, hasta conseguir poner el toldo. La mujer, que mientras tanto organizaba sus mercancías, parecía tremendamente emocionada con la idea de tener ayuda. Al cabo de tiempo eché un nuevo vistazo al mercado. Cuanta menos luz había, menos personas quedaban allí.

Niego lentamente a su pregunta, prestando especial atención a mi trabajo, aunque sin poder evitar tener la cabeza más puesta en recuerdos que en el presente debido al tema de conversación.

-De Brontë no - respondo, seca, pero no agresiva ni tajante. Casi resignada.

La miro un momento, con intención, seria. Clavo el último de los clavos. Tengo, al mismo tiempo, ganas de que pregunte y de que no lo haga. Al final queda en sus manos.
Una vez hemos terminado con esto me estiro, perezosa. A estas alturas habrá que ir pensando en marcharse. Hace rato que no hay luz.

Sigo disfrutando enormemente del aire fresco, y a medida que pasan los días hay menos cantidad de barro, lo que añade puntos positivos a todo esto.

A su respuesta, permanecí callada. No parecía que le hiciera ilusión hablar del asunto, y yo no quería obligarla a hablar de algo que no quería, ni meterme en cosas que no eran asunto mío. Sin embargo, la curiosidad me hacía desconcentrarme todo el rato. Bien pensado, no sabía de donde era Alehyss, así que no era tan descabellado que...

-¿Eres de por aquí? -acabé por preguntar. Dudaba que aquello fuera meterme demasiado en su vida.

No tardamos mucho en terminar con el toldo. Y, vista la hora, probablemente lo mejor sería irse yendo retirando. Comenzamos a recoger las herramientas.

Se me escapa una sonrisa por la ocurrencia, mientras empiezo a recoger junto a ella. Ilumino el cuerpo con un poco más de fuerza para ayudarnos a ambas en nuestra tarea, pero, nuevamente, niego con sencillez y suavidad, manteniendo ahora la sonrisa.

-No. Vivo bastante lejos de aquí, al oeste, bajo Ventus, al sur de Humus-. Me paso una mano por el pelo, desapelmazándolo-. Aquí me veía con Jager para recibir órdenes y demás -murmuro, dejando ir la voz suave, como si no hablase con ella.

Me siento más relajada al verbalizar esa frase. No necesita saber qué clase de órdenes, qué clase de otras cosas... No es necesario.

Me seco la frente con un trozo de tela que nos ceden.

Tardé un momento en atar cabos, pero pronto entendí. Recordé lo que me había propuesto a hacer, aquello que nunca había podido cumplir, y sentí una punzada de culpabilidad. Había sido un poco ingenuo por mi parte el pretender que Allie iba a tener acceso a cualquier parte de Ventus. Había sido una auténtica tontería.

Seria, asentí con la cabeza.

-Ah, claro -murmuré, dando a entender que sabía de qué me hablaba.

A veces me preguntaba si no seguiría haciendo esas cosas, recopilando información. Desde luego, de mí podría escribir un libro. Aunque no un libro demasiado interesante, porque no había mucha información interesante en mi vida.

Estuve a punto de preguntar si sabía algo de sus amigos, pero decidí no hacerlo. Eso sería hurgar en la herida, y no quería que se sintiera incómoda. Aunque, por supuesto, podía contarme todo lo que quisiera.

Terminamos de recoger y nos despedimos de la mujer, que se mostró muy agradecida. Después, emprendimos la marcha de vuelta a Brontë. Se había hecho tarde.

*Se van*

Cuando alcanzo el mercado él no tarda en salirme al paso, mientras estoy  viendo un par de puestos. Además sale desde detrás, como los acosadores, y saluda con un "hola", como si me conociese de toda la vida.
Frunzo el ceño al girarme. Llego a pensar que será alguien que me quiere vender algo. Y bueno... Parece que quiera venderse a sí mismo, así que no sé si iré desencaminada.

-Qué casualidad, eh. Dos días seguidos.

Y un cojón de mecña. Esto tiene de casualidad lo que yo tengo de aether. Bueno sí...

-Em...-. Mejor no digo nada-. Hola, sí. Era... Era ¿Enzo?-. Asiente-. Sí, eso... Er...-. ¿Me estás siguiendo?-. ¿También... de compras?

Sonríe y se acerca un poco. No. No he dado permiso. Creo que a la próxima empiezo a meterle los putos cortes. ¿De qué va este?
Se me pone a contar no sé qué de que tiene que comprar unas herramientas para no sé qué trabajo que tiene de arreglar una estantería. Mientras tanto yo me dedico a mirar algunas capas sin mucho entusiasmo.
¿Y puede ser que a estas alturas aún no sepa qué regalarle a Ben? Hostia puta.

-¿Y tú? ¿Has encontrado ya el regalo que tenías que comprar?

Lo miro enarcando una ceja. ¿Crees que si lo hubiese encontrado estaría aquí con este frío y hablando contigo...?
Bajo la vista al suelo, incómoda, y niego.

-No, nada. No debo de estar muy inspirada hoy. Si tal vuelvo otro día con más...

-Oh, ¿me dejas que te ayude?-. Es de los que agarran el hueso, eh-. ¿Qué es? ¿Para tu novio?

Niego algo hastiada, hundiendo las manos en los bolsillos.

-No, yo no...-. Carraspeo, alzando el mentón y abriendo un poco los hombros para imponerme-. Es para una amiga.

Asiente, poniendo una cara de esas, como de pensar. Como si de verdad fueses a pensar, eh. Y una mierda...

-¿Y qué le gusta? ¿Qué has visto?-. Esboza una sonrisa-. ¿Es de Brontë también?

Asiento, perezosa. ¿A qué viene un interrogatorio ahora, a ver?

-Sí, como yo. Y... Gustar... Bueno, sé que no le gusta el frío -comento, con sorna-. Y suele llevar una gorra, pero tiene una que parece nueva, entonces...-. Tuerzo el labio, pensando-. La música. Diría que le gusta la música, pero en Palacio tenemos como infinitos instrumentos, así que no creo que sea una opción muy acertada.

Estrictamente, viendo la cara que puso cuando comenté la posibilidad de hacerle un regalo, le llegaría una puta hoja. Pero como que me he comprometido a que sea algo más. No querría ir y darle la primera cosa que encuentre y decirle "eh, sorpresa, toma esta mierda", porque para eso hago lo que dije y espero al año que viene.

-Bueno, en ese caso...

[...]

Al final no me he aclarado y he cogido algo sencillo y útil. No creo que le haga mucha ilusión, pero se lo arreglo un poco y va que chuta. Ya bastante regalo es que me haya roto la cabeza pensando, que no es que sea yo muy detallista. Pero, no sé... Como que apetece verle la cara de boba feliz a Retales.

El tío este, Enzo... Al final se ha portado, bueno. Me ha llevado a un par de sitios que no conocía con cosas interesantes, aunque al final he escogido lo que me ha venido en gana.
De todos modos...

-Ha sido un placer -me dice, cuando ya estoy por irme.

-Bueno, gracias y tal...-. Siempre me siento algo torpe con estas cosas, joder. Es decir... Los desconocidos-. Que te vaya bien con... tu estantería-. Joder, Frikka. Por favor.

Meto las manos en los bolsillos después de hacer un gesto vago de despedida. Venga, hasta aquí. Listo. Libre. Ahora solo queda buscar a Ben y...

"Por cierto, una cosa."

Suspiro, dejando ir una bocanada de vaho. A ver qué demonios pasa ahora...


*fin de escena/se va*

A pesar de que ya hacía bastante que había gastado el poco dinero que le quedaba, el chrysos seguía andando por entre los puestos del mercado, observando sin interés los objetos de aquellos que aún no habían terminado de cerrar y contemplando con la misma falta de atención aquellos que sí habían dado por finalizada la jornada. Era tarde, así que casi no había gente y apenas se escuchaba algún grito, y aquello le resultaba agradable a pesar de que a él siempre le habían gustado los días de mercado con todo lo que los días de mercado implicaba: los olores de comidas y fragancias extrañas, los coloridos puestos decorando las plazas, el ruido del gentío que se acumulaba en aquel reducido espacio en busca de algo de interés. Recordaba los días en los que iba con su madre y conseguía convencerla para que le comprase algo y también los días en los que iba a explorar solo con Dena y lograban llevarse algo, y probablemente aquellos recuerdos eran los que hacían que aún ahora sintiese cierta contentura cuando los puestos abrían.

Se detuvo un segundo en un puesto cerrado y luego giró hacia la derecha del mismo, metiendo las manos templadas en los bolsillos de la capa, donde sus dedos izquierdos rozaron un pequeño paquete, y comenzó a alejarse de la zona mercantil, abandonando las calles principales para adentrarse en las callejuelas.

*se va*

La primavera está volviéndose muy agradable. Para pasear, hoy en concreto, hace muy buen día. Al final hemos acabado en el pueblo, que con la excusa del mercado, tiene mucho ambiente. La verdad es que no pasamos muy desapercibidos, me parece, pero tampoco es algo terrible. Vilo quiere explorar y está atento a todo, pero no se separa mucho. Lis, a buen recaudo en una pulsera de cuerda que llevo en la muñeca, tiene ocasión de curiosear un poco. Y, a estas horas, el espacio no está tan concurrido como para resultar agobiante, así que no se hace desagradable.

-Lis quiere dulces -recuerdo a Rick, buscando alrededor-. No sé si hay algún puesto que os tenga especial buena pinta...

No vengo mucho por el pueblo. De hecho, cuando vengo, suele ser con Rick. Sé que él sí lo frecuenta más, así que dejo que guíe un poco la pequeña expedición. Además, sé que le hace ilusión tomar ese papel.

Como el tiempo se había hecho más apropiado llevaba puesto el chaleco que me había regalado Lea por mi cumpleaños. En Palacio apenas tenía ocasión de llevar ropa así, porque al final estaba entrenando o preparado para hacerlo.
Aunque quizás tampoco era buena opción para mezclarse entre la gente. Aunque con la noche tan cerca tampoco había tanta gente. Se estaba bien.

-Ah, es verdad -respondí, cuando Lea dijo lo de los dulces, irguiéndome un poco más para buscar, curioso-. Había uno de chocolate y caramelos por aquí cerca, creo...-. Esbocé una sonrisa-. Sí, allí.

Cambié de rumbo con suavidad para tomar la dirección. La verdad era que, ya que estábamos allí podía comentarle lo de comprar una...
¿Una casa?
Si le decía aquello parecería que le hablaba de dar un paso más a la formalidad. No, tenía que plantearme bien las cosas...

-¿Y tú no quieres nada? -pregunté a Lea, con una sonrisa.

Sigo a Rick en la dirección que indica, consciente de cómo Lis aprieta un momento la cuerda en torno a mi muñeca, en señal de aprobación. Lo que no tengo tan claro es si será capaz de aguantar. Bueno, basta con que encaminemos el paseo hacia la zona del río. No creo que haya mucha gente por allí, si es que hay alguien, así que puede ser una opción para que tome algo.

Estoy a punto de negar a la pregunta de Rick, pero acabo por morderme la lengua. No pasa nada por que me coja algo, y he visto unas naranjas que...

-Quiero echar un ojo a un puesto de frutas que he visto antes, si aún está -informo finalmente-. Vamos luego. ¿Vas a coger algo tú?